Partida Rol por web

Julia observaba por la ventana el puerto, pensativa. Todo había cambiado en tan poco tiempo. Por un lado se sentía excitada, la vida cortesana nunca fue lo suyo, las aventuras si. Por otro lado temía por su familia y por lo que podía pasar con todos ellos.

- Yo me encargaré padre de recibirlos. No te preocupes. Marchó hacia las cocinas a cerciorarse que todo estuviese listo. La comida y el salón eran sencillos, como los Alander, pero siempre bien dispuestos. Antes de salir, golpeó a su hermano juguetonamente. Tu ponte lindo, a ver si sabes qué hacer con esa Amberwell!

Tu escudero y tu encontráis el rastro de una corza y lo seguís hastaque divisáis al animal.

- Ocúpate de todo, hija. Tú también ve a recibirlos, Tormen - Alarich os despacha con un gesto.- Ulfryd, tú y yo tenemos que hablar con lord Farman...

Hay un pequeño problema en el puerto: sólo queda un embarcadero libre y han llegado a la vez el barco de Myles Hartman y la flota de la casa Amberwell. Myles Hartman está discutiendo con un caballero de los Amberwell sobre quien tiene prioridad.

- Sé que hacer con una chica, Julia. ¿Tú sabes qué hacer ya con el gallardo Ser Héctor? Antes pensaba que tu pegarías el braguetazo de la familia... Ahora os noto algo fríos.

- Ulfryd, sabes bien que en esta expedición han venido barcos de varias casas, pero de todos el más importante es Reginald Farman, señor de Isla Bella. No ha traído galeras de combate, porque tiene que proteger sus islas. Pero me ha mandado seis barcos repletos de provisiones y equipo. Con lo cual nos ha ahorrado pagarla nosotros.

Por tanto hemos de elegir muy bien los objetivos. Tras pensarlo, creo que sería mejor atacar a los Stonetree. Muchos de los incursores llevaban sus colores, son los más cercanos. Además su castillo está en la isla más poblada y así el botín será mayor.

Otra opción es atacar Pebbleton, de donde vinieron los Merlyn a atacarnos. Está más lejos, entre otas islas, pero su castillo es menos fuerte que Stonetree. Habría pero que ir rápido.

Alarich hace una pausa para servirse una copa de agua. LLeva ya años sin beber alcohol. Aun recuerdas cuando era un borracho patético, que pegaba a su mujer y a su hijo.

También está el tema de rescatar rehenes. ¿Recuerdas a Wylem Mares, ese mercader que estuvo por aquí? Lo mandé a Pyke hace unas semanas para buscar algún rastro de Desmond Redwyne o las sobrinas de Lord Farman. Pero sigo sin noticias. Quizá lo han ahorcado por espía. O quizá se ha embolsado mi oro y se ha largado. Vete a saber. En cualquier caso, quiero que mandes a uno de tus hijos a hablar con nuestros primos Codd. Tienen muchos tratos con gentuza y quizá sepan algo. Se llevará una barca de pesca y a Elric.

"Nuestro hermano Paxter se quedará aquí cuando vuelva de Banefort, como castellano. Tü y Tormen vendréis conmigo en la expedición.

- Ah, por cierto. Ha venido un tal Ser Osmond Leygood a unirse a nosotros. Dice que le conoces...

Veo la situación a lo lejos, si mal no lo estoy viendo, uno de ellos debe ser Ser Roland. Me pregunto que está pasando... no debe ser muy grave, o eso espero. Me dirijo hacia Lord Roland, mi padre, para informarle de la situación, pero mientras termino de subir los últimos escalones hacia Popa, veo junto al al mástil de mesana, a mi padre mirando la situación a lo lejos, está más que enterado.

-Padre, -saludo sin frenarme hasta colocarme a su lado, y me encaro hacia la escena que se está sucediendo en los amarraderos- algo sucede ahí..., ¿Tengo vuestro permiso para ir a averiguar que sucede?

Una vez me da las indicaciones necesarias, me dirijo a un marinero que anda cerca, y le comunico:

-Necesito que me preparen una barcaza, vamos a ir al embarcadero.

Aún llevo la armadura que me puse para entrenar con mi hermano, no me ha dado tiempo a quitarmela, que más da. De momento, dejo la mochila con mis cosas en mi camarote, no creo que sea necesario llevarme nada, aparte de mis armas. Aunque no me vendría mal un trago la verdad. Espero paciente a que tengan todo preparo, me subo a la barcaza junto a dos marineros que usarán los remos, y empieza el lento descenso.

Miro hacia arriba, me despido de mi madre y mi hermana, que están saludando con la mano. Veo en la mirada de madre preocupación, o lo parece. Quizás sea más bien el mareo. Nunca le ha sentado bien el mar. Siempre me hizo gracia esa faceta suya, pero ahora ya no tanta. Mi hermano y mi padre, no están a la vista, deben estar dando otras indicaciones o hablando entre ellos... al fin de cuentas Orthen es el heredero, necesita saber más que nadie como deben ir las cosas.

Me siento en el banquillo de la barcaza. Me duele el culo. Ahora me arrepiento de no haberme quitado la armadura, pesa un huevo. Menos mal que me he acostumbrado desde jovencito a ir cargando con ellas, y són casi como una segunda piel, pero pese a todo... Miro a los marineros, me gustaria darles un poco de charla, pero están dándolo todo para llegar, así que guardo silencio, exceptuando algún "ánimo, ya queda poco".

Cuando ya les estamos alcanzando, les hago un gesto a los marineros para que aguarden junto a la barcaza, y salgo al amarradero.

-¡Por los Siete! ¿Que está sucediendo? -acompaño a mis palabras con una sonrisa amigable (que nada refleja como me siento interiormente), intentando restar importancia a lo que sea que les lleva tanta discusión.
 

Aquel hombre de ya avanzada edad, parecía hacer caso omiso a aquel con el que había estado conversando, mientras observaba como los soldados formaban en cubierta y el ajetreo de la tripulación típica antes de desembarcar. Al escuchar la llamada de atención en nombre de los dioses, giró la cabeza en su dirección. Observó al joven un instante. Su gesto era serio. Las bolsas bajo sus ojos, fruto de la edad y acentuadas por el cansancio del viaje confirmaban que no debía sentirse de muy buen humor en aquel momento. Desvió la mirada hacia los barcos aún en el mar, probablemente deduciendo de dónde había llegado aquella barca que traía al joven. Vovió entonces a mirarlo.

-Buen día...- Saludó escuetamente, mientras daba unos pasos aproximándose más al borde del barco para que ambos pudieran verse mejor e interactuar de forma directa, sin obstáculos.

- ¿Repesentáis a la Casa Amberwell?...¿Es sirviente vuestro?- Aunque era evidente a quién se refería, hizo un ligero gesto con la cabeza que señalaba al hombre con quién había mantenido la conversación con anterioridad.

Adentrándonos en el bosque, apartando ramitas y pastizales, divisamos a lo lejos entre los árboles, camuflado con su color pardo, un animalito de inocente mirada. La corza se alimentaba en silencio, mientras las aves piaban sobre las copas y los insectos zumbaban de un lado a otro, buscando también su dulce alimento.

Intercambiamos miradas con mi escudero. Él supo inmediatamente que debía hacer. Tomé el arco y preparé la flecha, mientras cuidadosamente avanzábamos, evitando los caminos más ruidosos e internándonos entre piedras y tierra yerma.

Al fin alcanzamos un sitio ideal. Con un ángulo perfecto y distancia suficiente. El cervatillo no se había percatado de nuestra presencia, a pesar de haber levantado la cabeza un par de veces.

La cuerda del arco se tensó y la flecha hendió el aire con un sonido sibilante. El impacto, seco, alcanzó a nuestra presa.

Las botas de Julia resonaron en el puerto mientras se acercaba al pequeño grupo que discutía. El viento del mar sacudía sus rizos y hacia que alguno cruzase su rostro. Un rostro bello, una belleza austera, sencilla, sin joyas ni pinturas que disimularan nada. Austera, sencilla, como la misma casa Alander.

- Mis Señores, les doy la bienvenido a Puerto Rojo en nombre de la Casa Alander! Dijo en tono alto, determinada a interrumpir la discusión, con una sonrisa sincera en su cara. Ser Hatman es un honor tenerlo entre nosotros. Se rumorea que es usted un gran comandante! Inclinó la cabeza saludando respetuosamente al veterano Hartman. Luego miró al joven.

- Y usted debe ser Waylar Amberwell. Veo que nuestras Casas comparten el gusto por el color rojo. Señaló el emblema de la cascada roja, y el estandarte de la Casa Alander "Puerto Rojo, Desembarco Rojo". Y por lo que se, tal vez pronto compartan algo mas... Sonrió francamente al joven Waylar.

- A usted no tengo el gusto de conocerlo... Ser...? El tercer hombre le era totalmente desconocido.

Se encontraba esperando la respuesta del joven, cuando el resonar de aquellas botas, junto al saludo de aquella chica, captaron su atención. Devolvió el saludo con una leve inclinación de cabeza, más característica de un militar que de un noble. La presencia de la joven pareció rebajar la tensión en su rostro. Tal vez por la grata imagen que proyectaba o quizás por representar a la Casa Alander. Puede que incluso por ambas. Aún así se le notaba incómodo hablando desde la cubierta del barco, teniendo que elevar la voz debido a la distancia, a todas luces inadecuada para mantener cualquier tipo de diálogo, por algo que ya empezaba a alargarse más de lo deseado.

Se giró y dio la instrucción pertinente a alguien para pasar revista a las tropas. Luego miró a un par de marineros espectantes a recibir la orden para desplegar la rampa y desembarcar, asintiendo para que procediesen. Parecía evidente que iba a tomar tierra y acercarse al grupo y que no estaba dispuesto a mantener una comunicación desde la cubierta del barco, como si del púlpito de un septon se tratase.*

Tras tomar tierra, se dirigió al grupo. Una mirada de desaprovación nada disimulada, fue dedicada a su primer interlocutor. Hizo una leve reverencia, ahora sí, más acorde a la etiqueta nobiliaria que a la marcialidad militar. -Myles Hartman- acompañó como presentación a su reverencia protocolaria.

-Lord Bernard, mi hermano, insistió en que transmitiese a la casa Alander su apoyo a esta empresa.-

Dijo dirigiéndose primeramente a la muchacha en calidad de anfitriona. Luego su atención se centró en el joven que acababa de llegar en barca. No debía ser mucho mayor que su sobrino y sin duda parecía de origen noble.

-¿Ser Waylar?- Preguntó como esperando una confirmación que la joven ya prácticamente había realizado. -Myles Hartman-

De igual manera realizó un saludo idéntico que el brindado anteriormente a la joven. **

Me devuelven un saludo escueto. Le resto importancia y mi semblante transmite la misma cordialidad que hace unos instantes.

¿Repesentáis a la Casa Amberwell?...¿Es sirviente vuestro?

-Vengo en representación de mi señor padre, Lord Roland Amberwell.

Me interrumpe la presentación una voz femenina, justo cuando iba a responder por Ser Roland. Miro un poco chocado por lo brusco de la situación y me fijo en la chica. Su estilo al vestir, sin joyas, se aleja mucho a la imagen clásica de la nobleza de Poniente, exceptuando quizás a los del Norte, sin embargo, su deficiencia estílistica se ve compensada por una belleza natural en su cuerpo y unas maneras más refinadas que la brusquedad del hombre con el que hablaba hacía unos segundos.

Mis Señores, les doy la bienvenido a Puerto Rojo en nombre de la Casa Alander! Ser Hatman es un honor tenerlo entre nosotros. Se rumorea que es usted un gran comandante!

No puedo evitar darme cuenta de dos detalles; uno, ha saludado primero a Ser Hatman (así que finalmente tiene un nombre), dos, es un comandante, eso podría explicar su brusquedad. Quizás esté más acostumbrado a tratar con tropa  a la que dirige que con gente civilizada. Me vuelve a apetecer un trago. 

Miro directamente hacia la chica, guardándome para mis adentros el orden de introducción.

Y usted debe ser Waylar Amberwell. Veo que nuestras Casas comparten el gusto por el color rojo. Y por lo que se, tal vez pronto compartan algo mas...

Asiento con la cabeza, dándome cuenta del tercer detalle. Ella no se ha presentado. Sin embargo, veo un intento de buscar un punto común, quizás no esté todo perdido. Almenos su sonrisa parece sincera. ¿Lo és?*

-Si todo llega a buen puerto -remarco tras el tropezón diplomático-, lo más probable es que los lazos que nos unan sean más poderosos que el color rojo.-le dedico una sonrisa amable (quizás algún dia le explique porqué la Cascada es roja...), y miro de nuevo hacia el señor Hartman, apenas unos instantes, antes de volver a girarme hacia la dama y preguntarle de una vez:

-¿Vos debeis ser?...

Tras la reacción de la mujer y las presentaciones con Ser Roland, vuelvo a prestar atención al hombre con el que discutía Ser Roland. Le observo acercarse.

Lord Bernard, mi hermano, insistió en que transmitiese a la casa Alander su apoyo a esta empresa.

-¿Ser Waylar?. Myles Hartman-

Así que otro de los aliados de la Casa Alander. Bueno, lo raro sería que no lo fueran, viendo la flota que han logrado reunir.

-¿Ser? Ah no no. Me confundís, no he sido Ungido caballero. Simplemente soy el segundo hijo varón de la Casa Amberwell.

Hechas las presentaciones, voy al tema principal:

-Me pareció que estaban discutiendo.

Paseo la mirada entre Harman y Ser Roland, alternativamente.

La corza cae bajo tu disparo y tu escudero va a cobrar la pieza. Ha sido tan fácil... Ojalá la guerra fuera así. Sólo hubiera que encontrar al enemigo y matarlo.

Ya es mediodía, y mientras tu escudero prepara la carne, tu le das vueltas a tu vida. Relees la carta de Desmera Redwyne. La chica con la que te quería casar tu pobre madre. Desmera es todo lo contrario de Julia: es una chica delicada, bondadosa, abierta. Borda como la Madre y toca el harpa como la Doncella. Solo se parece a Julia en que es bonita.

Desmera te ha escrito para pedirte otra vez que salves a su hermano, Desmond. Prisionero de los hombres de hierro. No pudiste impedir que lo raptaran antes. ¿Podrás rescatarlo ahora? ¿Cómo vas a hacerlo?

¿Y con qué fuerzas? Tu padre Warren Westerling podría haber reunido una gran flota, con sus vasallos y aliados. Pero en lugar de ello te manda sólo con unas pocas galeras. Sin duda se ofendió cuando el rey nombró capitán de la expedición a Alarich Alander, un simple caballero hacendado, en lugar de a él mismo, el poderoso señor del Risco.

La discusión era sobre quien atraca antes su barco (Es decir, lo deja mejor situado y seguro en el puerto), si los AMberwell o los Hartman.
Se puede decidir hablando y con una tirada de Persuasión.

Julia había quebrado la poca esperanza que me quedaba en un amor sincero y apasionado. ¿Acaso estábamos condenados a que la sangre se enfriase con el tiempo y los amores se disolvieran en el tiempo como estatuas de sal bajo la lluvia? Desmera volvía a escribirme, con la desesperación de una hermana que ha perdido a su querido hermano. Mi honor me decía que debía estar pensando en el rescate de Desmond, pero mi mente no dejaba de pensar en amor, no dejaba de comparar a Desmera con Julia...

Despejé mis pensamientos y me concentré en el futuro. Mi padre, hombre impulsivo como pocos, me estaba castigando a mi por no haber sido nombrado comandante de la misión. ¿Cómo me conocerán en todos los Siete Reinos si no podré derrotar a los Hijos del Hierro?

Estaba decidido a ganar gloria en esta guerra. Mi nombre será comentado en cada taberna de aquí a Desembarco del Rey, con admiración y respeto. Esa es mi meta.

FInalmente se soluciona el tema del embarcadero*. Se hacen las presentaciones:

La casa Amberwell ha venido al completo. Son tantos que Julia se rompe la cabeza pensando donde meterlos. Lord ROland Amberwell es pomposo, calvo y barbudo. Su mujer lleva su mareo de barco con gran dignidad, aunque tiene una tonalidad algo verdosa en la cara que pega bien con su vestido. Lleva su traviesa hija pequeña bien cogida de la mano. Esta hace una pequeña reverencia y parece un angelito. Pero su madre no le pierde de vista.

Los hijos mayores son: Orthen, Arianna y Waymar (PJ). Todos altos y rubios. También les acompaña un caballero errante, Ser Roland (PJ), con un aspecto algo curioso.

Los hermanos Alander presentan sus saludos en nombre de su señor padre y guían a todos a sus habitaciones.