Partida Rol por web

Tu sígueme- le dije por toda respuesta, caminando con seguridad, como si conociese bien el lugar… a pesar de que en realidad, me equivoqué y tuve que volver sobre mis pasos en una ocasión, claro que esto no disminuyó mi seriedad. Al final, conseguí llevarla donde quería, el patio de armas, donde, aun sin soltarla, me giré hacia ella.

¿Dónde guardáis las armas de entrenamiento?- le pregunté, casi exigiendo una respuesta, decidido a no darle oportunidad a Yaril·la a negarse.

Yaril·la miró alrededor un momento. No se explicaba qué hacían en el patio de armas, pero esa curiosidad enérgica no estaba. Aunque sí quería saber qué le tenía preparado Mól, transpiraba cierta apatía. Tras un primer vistazo, se dirigió a donde estaban las dianas de entrenamiento. Éstas eran fijas y los maniquíes estaban cerca, así que si el material de entrenamiento estaba por allí, las armas no deberían estar lejos.

Efectivamente, encontró un cajón con un montón de armas, tanto de madera como metálicas romas. Lanzas, espadas y hachas, principalmente, aunque también algunas alabardas.

¿P-p-p...? Resopló, tomó aire y no siguió intentándolo. Quizá era una palabra más complicada.

No conocía desde hacía mucho a la sacerdotisa… pero si lo bastante como para creer que lo que necesitaba no era resignarse y esperar por que apareciese una solución, eso si es que aparecía, sino levantarse y luchar para encontrarla, o al menos eso creía. Y si necesitaba unos cuantos golpes para despertar, yo estaba dispuesto a dárselos, por lo que cogí un escudo y una espada, dándoselos y asegurándome de que los cogiese antes de volver al cajón de las armas, coger una espada y, sin previo aviso, soltarle un espadazo donde sabía que tenía el escudo.

¡No te entiendo!- le grité cuando intentó hablar, consciente de que escuchar eso le iba a doler… pero esperando que también la enfureciese -¿No eras una Doncella de la Batalla? Pues habla con eso- le dije, señalando con mi espada a su propia espada.

Yari cogió la espada y escudo, pensando que tal vez quería que le enseñase algo de esgrima para pasar el insomnio. Cuando Mól dio el golpe, el instinto de Yari hizo que levantase en escudo con rapidez y se pusiera en guardia. Aquél animal de combate que tenía dentro no se había marchado, ni lo haría por algo como aquello.

Las palabras de Mól parecieron herirla, y la mirada de Yari fue afilada, rabiosa. Antes de que se pudiera dar cuenta, la tenía encima, y aunque trató de defenderse, cuando Yari volvió a guardar la distancia con un par de pasos atrás tenía un espadazo en la rodilla y un codazo en la barbilla, contundentes, pero no demasiado dolorosos. Extendiendo los brazos y exponiéndose, intentó hablar.

¿Y-Y? Preguntó E-es-est no c-c-cu-cura! 

Una parte de mí se arrepintió de mis palabras cuando aquellas palabras cuando me tocó afrontar las consecuencias en forma de golpes… pero al menos, habían reaccionado como lo esperaba.

¿Cómo lo sabes?- le pregunté mientras recobraba el aliento -¿A cuántos has preguntado?- le dije, enfadado de nuevo y lanzándome al ataque, aunque esta vez buscando golpearla -Tenéis ciudades bibliotecas- dije, golpeando al mismo tiempo -Elegidos- otro golpe -Dioses- un golpe más. Ni siquiera me fijaba en si mis golpes acertaban o si eran detenidos -¡¿No eras tú quien hablaba de tener fe?!- la acusé con un golpe más fuerte que los anteriores, echándole en cara las palabras que ella misma me había dicho la primera vez que hablamos.

Yaril·la detenía los golpes de espada sin apenas hacer uso del escudo siquiera, aunque las palabras de Mól entraban como si no tuviese protección alguna. El mago podía notar cómo sus ojos volvían a enrojecerse. Tras el último golpe, Yari comenzó a lagrimear, pero reaccionó dejando caer el escudo y devolviendo los golpes con rabia. Aún rabiosa, no quería herir a Mól, así que los golpes eran muy fuertes pero lentos de preparar y ejecutar, de forma que el mago pudiera preverlos y esquivarlos o detenerlos.

La fuerza de los golpes podía compararse con la de Aldazar. Tras dos o tres docenas de golpes, Yari se detuvo cuando la espada de entrenamiento de la guerrera se desencajó. Jadeaba por el esfuerzo.

F-fe... Se sacó el medallón del escote y le dio un beso, dejándolo por fuera ahora. S-s-si. p-p-pe...pero Tomó aire Yo n-n-no s-s-sen-sent... Hizo un gesto como si algo creciera en sus brazos. Tal vez se refería al erizado de vello que vio en ella cuando lanzó el pequeño hechizo de la cerveza y los panecillos. M-m-me f-f-fa-fal...

Sus ojos seguían enrojecidos. Tal vez, el dolor que sentía Yaril·la no era tanto por sentirse inútil a su grupo, dejando de ser la sanadora y líder (No podía lanzar conjuros, y como portavoz era un chiste), que también, si no por el hecho de que significaba que por mucho tiempo -y eso con suerte- no podría volver a sentir aquella especial comunión con su dios.

Tal vez no me hubiese alcanzado con sus golpes, pero mis brazos ardían tras el esfuerzo de detenerlos con mi propia espada, y mis manos, entumecidas como estaban, apenas si podían seguir sujetándola cuando la lluvia de golpes se detuvo, lo cual me permitió respirar… si Yaril·la estaba jadeando, yo estaba a punto de derrumbarme al suelo, y si no lo hacía era gracias a que usé mi espada como apoyo para no caer.

Parece que he dado con el auténtico problema- pensé al escucharla, lo cual era bueno. Uno no podía enfrentarse a algo si no reconocía su existencia.

¿No puedes…  comunicarte… con tú dios?- le pregunté, dudando de si la había entendido correctamente, pues al fin y al cabo, todo el tema de dioses y sacerdotes era completamente nuevo para mí -No es que sea precisamente un experto… pero por lo que he oído, no creo que Tempus te abandone por una herida obtenida en batalla- le dije -Siempre que no te rindas y dejes de luchar, claro… pero creo que eso lo sabes mejor que yo, ¿no?- añadí.

Cuando Mól sugirió que Tempus no iba a abandonarla por la herida, Yaril·la negó. Parecía tener claro que eso no iba a pasar. No era ese su temor.

Comentó que no debía rendirse, y la guerrera miró al suelo un momento.

S-si... Sie-sie.. to. Tomó aire. So-so-sol-la. Cogió el medallón y trató en vano de contener dos lágrimas cerrando los ojos. Sin sollozar, siguió comunicándose. Si-s-s-sie- Se dio una pausa, preparando la siguiente sílaba. Pre. Le mostró el medallón y abrió los ojos para mirarlo. Ya n-n-n-n...

Tomó aire tratando de calmarse, enjugó las lágrimas con la manga, y lanzó la espada rota tan a tomar por culo como pudo, dándose la vuelta, lista para marcharse.

En eso no puedo ayudarte- le dije con sinceridad cuando mencionó que sin su dios, se sentía sola. Era algo con lo que tendría que aprender a tratar por si misma -Pero si a buscar una solución. Tal vez en Candelero puedan ayudarte, o puede que en Aguas Profundas- dije, invitándola a que viniese con nosotros. No solo porque la consideraba una amiga, y viajar con amigos siempre era preferible a hacerlo sin ellos… sino porque seguramente le iría mejor persiguiendo un objetivo que quedándose en un templo a esperar por ayuda -Además, si la aparición de esa criatura está relacionada con nuestra llegada, es probable que volvamos a encontrarla… si no por eso, simplemente por que intente vengar su derrota. Solo tenemos que derrotarla de nuevo y sacarle la manera de ayudarte- añadí, consciente de que si volvíamos a encontrarla, derrotarla no iba a ser tan sencillo como lo hacía sonar.

Especialmente porque esta vez la hemos pillado por sorpresa… y dudo que eso vuelva a pasar- me dije, aunque preferí guardármelo.

No sé cómo ayudarte a recuperar la conexión con tu dios… pero puedo echarte una mano mientras encuentras la solución- le dije -Eso te lo prometo… y ya te dije que soy de los que cumplen sus promesas- le dije, sonriendo débilmente con la última parte.

Yari seguía de espaldas mientras Mól hablaba. Al menos las palabras del mago habían conseguido que no se fuera. Aparte de los puños cerrados, no había de espaldas ningún otro gesto que delatara sus sentimientos. Poco a poco comenzó a aflojarlos, y a sollozar silenciosamente.

Cuando era evidente que estaba llorando, asintió varias veces a Mól, volvió a enjugarse las lágrimas y caminó hacia uno de los bancos del patio de armas a sentarse. Aunque seguía mal, al menos parecía que estaba entrando en otra fase de la 'perdida'. Cuando la encontró, estaba resignada y apática, parecía haber aceptado que ahora era una tullida sin el apoyo de su deidad, pero Mól había revuelto algo. Incluso la esperanza podía dar miedo cuando era incierta.

Me acerqué hasta donde se había sentado, colocándome a su lado en silencio. Aquella noche ya le había dicho todo lo que necesitaba oír para sacarla de su apatía, y aunque otros tal vez hubiesen dicho cosas como “Todo irá bien” o “Ya verás como todo se arregla” al acercarse a ella ahora… pero viniendo de donde venía, a mí nunca se me ocurrirían aquellas frases sin sentido. Tampoco la abracé, ni agarré su mano para reconfortarla, pues intuía que harían más mal que bien, así que simplemente permanecí ahí, esperando a que se calmase lo suficiente como para marcharse, ofreciéndole mi simple compañía mientras lo hacía.

Tal vez no fuese un dios… pero iba a dejar sola a un amiga en ese estado.

Yari seguía intentando hacerse la fuerte, pero cada pocos minutos le venía un nuevo arranque de sollozos. 

Tras un buen rato intercalando calma con lágrimas, rindió su intento de inquebrantabilidad y apoyó la cabeza en el hombro de Mól, y le cogió la mano. Estaba triste y cansada, pero no tenía sueño. Tal vez un hombro sobre el que llorar le hiciera bien.

Está bien... suéltalo todo...- pensé cuando Yaril·la pareció desistir de su intento de hacerse la fuerte, apretando con fuerza su mano cuando me la cogió, intentando darle el apoyo que pudiera con eso… aunque sin decirle nada, pues no quería que si decía algo que le hiciese pensar que la veía como alguien débil, volviese a intentar esconderse tras su armadura.

Yari empezó sollozando, y terminó llorando sin escándalos, aunque relativamente poco tiempo. Al fin y al cabo, llevaba mucho rato llorando. Ella también apretó la mano, y cuando se separó, la soltó y exaló mientras se secaba de nuevo las lágrimas.

N-n-ni-nina. Dijo y sacudió la cabeza, mirándole. Se la veía más serena, con el ánimo algo más estabilizado, aún le quedaba una lagrimita en el lacrimal de un ojo. G-G... rrrrrr.... Se detuvo un segundo. Grrrrrr-ra-a...

Olvídalo, es lo mínimo que podía hacer por una amiga- le dije, restándole importancia a lo que había hecho -Aunque eso si, la próxima vez que necesites que te anime, creo elegiré otro método que no sea cruzar espadas contigo- añadí a modo de broma para ayudar a que se calmase.

Yari sonrió a la bromita de Mól, y le dio un pequeño pellizco en la pierna. La sonrisa duró poco, aunque al menos se había dejado ver.

Un par de minutitos después, que parecía más pensativa que triste, empezó a decir algo. Más como probando que queriendo decirle algo a Mól.

Uo, do... Té... Lo pensó un poco. Cuao... cio, sei, siée, hmmm... Lo pensó otro poco más. Cho, nuée, dié. 

Y le miró

Auch- dije exagerando ante el pellizco

Bueno, eso ha sonado mejor- dije tras unos segundos al darme cuenta de que no se había entrecortado durante la cuenta -¿Ves como no hay que rendirse?- le dije sonriendo, pero sin levantarme todavía…más que nada para recobrar algo el aliento que había perdido en el intercambio de golpes.

Yari asintió y siguió practicando un poco. No hablaba más claro, pero al menos sabía cómo evitar trabarse, que cada vez que le pasaba le enervaba. Mól tenía que adivinar lo que estaba diciendo. A veces sin contexto era complicado, pero era una mejora.

Cuando llevaban un ratito de prácticas y estaba algo de mejor humor, le mostró el puño a Mól. Extendió el pulgar y el meñique... y agitó el pulgar frente a sus propios labios mientras agitaba la cabeza hacia la puerta del fuerte.

Pasamos un rato practicando, y aunque no parecía que mejorase, al menos si parecía aprender a tratar mejor con la situación y poder hacerse entender mejor. Además, aquello le ayudó a relajarse y  mejorar de humor, pues después de un rato, le indicó si quería ir a beber algo.

Mmmmm…- dije -No veo como podría negarme a eso- le dije con un sonrisa.

Yari asintió y se levantó. Pensó un momento en subir a por sus armas, por no salir desarmada. Le hizo un gesto para que esperase un momento, y fue a la habitación.

Afortunadamente no bajó con todo el arsenal, tan solo con el escudo a la espalda, y la espada envainada entre él y la espalda... En posición de viaje, vaya. Era más cómodo y tal vez no pareciera tan amenazante. El medallón lo volvió a guardar en el escote.
No era tan solo una forma clara de decir 'Mi dios es Tempus', si no que era lógico teniendo en cuenta los 'problemillas' que habían habido hacía solo unas horas.

Cuando salieron del fuerte apenas había humo en dirección a la plaza, así que debía estar extinto o controlado. Dado que el fuerte estaba junto al puerto, la cantidad y variedad de tabernas era considerable, pero la clientela podía ser muy poco agradable con una moza... incluso una moza armada.

Por tanto, fueron al distrito comercial, en el que estaban antes de todo aquello de Kerrigan. Allí habían aún dos tabernas abiertas, en una parecía que había bastante bullicio pero salía un olor a asado que tiraba hacia adentro, y en la otra había una música festiva, pero estaba aún más llena.