Partida Rol por web

Mayra realizó un sencillo hechizo para detectar auras mágicas. Después, lo modificó para que durara donde todo el día, tal y como había hecho un par de veces con el de Vika. Vio, tal y como lo hacía la sacerdotisa de Lucifer, que el hombre de la armadura irradiaba magia.

—No veo ningún aura que indique la presencia de trampas. Solo veo el hechizo que mantiene en ese estado suspendido al tipo de la armadura. ¿Tal vez la runa que hemos eludido sea la que lo despierte? —aventuró Mayra—. Ya que estos esqueletos no se han levantado todavía, aprovechad para destruirlos antes de que lo hagan. Repartíos por la habitación para matarlos lo más rápidamente posible. Yo os cubro desde la entrada. 

Mayra lanza Detectar magia. Cuando está activo, utiliza su aptitud de clase Efecto metamágico para Persistirlos. Las CD de Conocimiento de Conjuros es 36. Mayra supera la tirada eligiendo 10 para un total de 46. Usos disponibles: 6/9.

—Sería interesante sacar al tipo de esa cosa—dijo Arcturus señalando a la "estatua"—. Seguro que puede contarnos muchas cosas de las ruinas. Y si no lo hace, él sabrá.

El hombretón se crujió el cuello y avanzó para plantarse delante de unos de los esqueletos.

—Pero eso será mejor dejarlo para luego. ¿Empezamos?

Tobías sacó de su faltriquera encantada una maza de larga empuñadura y cabeza de hierro con seis prominentes cuñas equidistantes, capaces de aplastar una armadura de acero o pulverizar hueso. La espada era su arma predilecta, pero un hombre preparado tenía las herramientas apropiadas para cada situación.

¿Se defenderán? preguntó. En realidad, la respuesta no importaba. Si era posible que sucediese, debía estar preparado para ello.

La tigresa se quedó en el pasillo, contemplando la habitación con espanto, fascinada y asustada al mismo tiempo con la estatua del hombre. Nadie le prestó atención a Eldrid, machacasteis los huesos sin piedad, aquellos pobres esqueletos que llevaban siglos reposando en calma en la antigua cámara no hicieron nada por defenderse de vuestra atroz profanación. Una vez reducidos a escombros, con la certeza de que no iban a levantarse ya pasase lo que pasase, considerasteis que sería buena idea desvalijar al sacerdote de Azrael que se conservaba mágicamente joven y esbelto. Al no poneros de acuerdo, os dirigisteis a la salida sur, que conducía a un largo pasillo similar al del norte.

Eldrid cogió a Mayra del brazo para que no avanzara, pero no supo que decir, y al final decidió callar y seguir a los demás, pegada a Mayra con las zarpas listas y los colmillos desnudos. Tenía todo el pelaje erizado.

El pasillo era estrecho y oscuro, y la decoración era exactamente la misma: paredes negras, ribetes dorados, mampostería de mármol y piedra oscura. Tobías fue en cabeza y detectó una trampa en una de las losas a poca distancia de la entrada. Estaba en muy mal estado y por poco se le dispara una de las flechas al intentar desactivarla. Bajo la losa que cedía al peso y disparaba las flechas, había una cavidad en el interior de la cual, encontró una escalera de cuerda de excelente manufactura, con hebras plateadas entrecruzadas con el cáñamo que no había perdido su robustez. Estaba enrollada y en uno de sus extremos había dos esferas de piedra enganchadas las guías.

Al fondo del pasillo no había salida, un muro se alzaba al final del mismo. Sin embargo, Vika detectó magia en él y Mayra apenas tardó un suspiro en determinar que el muro se trataba de una ilusión. No tenía nada de especial, salvo que no se veía qué había al otro lado.

Al final destruís los esqueletos. Dejáis al hombre en paz y no le robáis las cosas.

Tobías encuentra una trampa, pero solo funciona el 50% de las veces porque esta muy vieja. La desactiva. Al levantar la losa de presión, encontráis una escalera de cuerda de seda élfica, con dos piedras en uno de sus extremos, doblada y guardada. 

Al fondo del pasillo hay un muro ilusorio permanente para que parezca que el final del pasillo. A menos que alguien lo atraviese, no veis nada del otro lado.

—Ese muro del fondo del pasillo es una ilusión. Dejad que intente discernir si es peligroso cruzar del otro lado.

Mayra se detuvo y extrajo la varita mágica que había recuperado en las ruinas unos días atrás. Le insufló un ápice de su poder y la amatista incrustada en su varita centelleó con una luz púrpura intensa que iluminó su rostro. Con un gesto decidido, trazó un patrón en el aire con la varita para finalizar el hechizo. De la bruma purpúrea que se formó a continuación emergió un esqueleto. Sus ojos vacíos se posaron en Mayra, esperando órdenes.

—Cruza el muro del fondo del pasillo —le ordenó al muerto viviente—. Ataca a cualquier enemigo que veas. Si no hay nadie, vuelve por donde has venido.

El esqueleto asintió con una inclinación de su calavera y se avanzó hacia la ilusión. Con pasos tambaleantes, atravesó con facilidad lo que parecía un muro de piedra sólida.

Mayra utiliza una carga de su varita de Convocar muerto viviente I (30/32 cargas). El NL es 3 así que debería darle tiempo a hacer todo lo que le pido.

Durante unos segundos después de que el esqueleto desapareciese, no escuchasteis nada, solo vuestras respiraciones en completo silencio. Al cabo, os llegó el eco de un golpe, el sonido de unos huesos quebrarse. Un sonido muy, muy leve, apenas perceptible para unos pocos que estaban atentos a cualquier cosa que pudiera suceder y que reverberó en un gran espacio.

El pobre esqueleto no regresó después de un par de minutos.

- Un foso. - Remarcó lo evidente. - Podríamos atarnos una cuerda a la cintura y atravesar a tientas. - Comentó una idea. - Una vez sepamos que hay tras el muro ilusorio... - Chasqueó la lengua.

- Un foso. - Remarcó lo evidente. - Podríamos atarnos una cuerda a la cintura y atravesar a tientas. - Comentó una idea. - Una vez sepamos que hay tras el muro ilusorio... - Chasqueó la lengua.  - ¿Y si lo disipó?

Siempre le pedía a Lucifer por el don de la disipación mágica. Podía serle de utilidad en múltiples ocasiones, aunque no recordaba haber llegado a usarlo nunca. Se concentró y apuntó con sus palmas desnudas hacia el muro ilusiorio.

- ¡Oh Lucifer, disipa está ilusión! - Imploró.

Mayra sonrió a Vika con empatía cuando vio que su disipación no había tenido efecto. Siempre era un fastidio que el hechizo del rival resultara ser más potente que la magia de una. Depositó una mano en el hombro de la sacerdotisa de Lucifer.

—Tengo otra idea para ver qué hay al otro lado sin tener que desbaratar esa magia. Podría hacer a alguien volar, para que pudiera ir al otro lado sin temor al caerse. Y, una vez lo tengamos claro, decidir qué hacemos.

Extrajo una pluma multicolor que había recogido en la jungla Thracia y lanzó el conjuro sobre la persona que se ofreciera voluntaria a pasar.

Como hablamos en el grupo, Mayra lanzará Volar sobre Arcturus vía Anticipación extraordinaria. Duración: 6 minutos.

—Yo iré—se ofreció Arcturus.

Mayra realizó su conjuro aderezado por sus pases mágicas y la pluma multicolor y finalmente toda la energía acumulada se descargó sobre el antiguo bandolero. Su cuerpo comenzó a flotar.

—Esto... Esto es extraño—murmuró más para sí mismo que para los demás.

El hombretón aprovechó para probar un poco el funcionamiento del conjuro. Podía desplazarse hacia donde quisiera con sólo pensarlo. Era divertido aunque nunca fuese a reconocerlo. Así que sin mediar palabra se internó en el muro ilusorio para averiguar que había tras él.

Cuando atravesaste el muro, solo viste oscuridad. No te estrellaste contra un pilar porque escuchaste el leve chillido de una criatura, un murciélago que colgaba del techo con tranquilidad y lo rozaste al pasar. Menos mal que habían sido precavidos y te habían enviado a oscuras, no se veía absolutamente nada en la inmensidad de aquella caverna. Usaste una esfera iluminadora que te había prestado la maga, una piedra que giraba en torno a tu cabeza para dar luz en un pequeño radio.

Pero era imposible iluminar todo aquel espacio. Una gigantesca caverna se abría ante ti. De la parte superior brotaban estalactitas de roca que refulgían con el brillo de tu piedra mágica y detectaste una colonia considerable de murciélagos de gran tamaño. Descendiste un poco, a un abismo que desaparecía en las profundidades de la tierra. Descendiste un poco más y encontraste el final, una caverna aún más grande a tus pies por la que discurría un río subterráneo. Unos metros más adelante había un puente que cruzaba la brecha.

En el techo hay murciélagos gigantes, una colonia de una docena, que se volverán hostiles si te acercas demasiado. A tus pies hay un agujero enorme que conduce a una caverna más grande del nivel inferior (nivel 2). La caída es de 100'. En este mismo nivel (nivel 1) hay una entrada a otro pasillo en paralelo al que os encontráis. En mitad del agujero hay un puente de cuerda que cruza de un lado a otro y conduce a dos pasillos (nivel 1).

Arcturus alzó el vuelo para regresar con sus compañeros.

—Tras el muro hay una caverna—les dijo—. El camino no continúa ni hay nada que podamos saltar, sólo una caída de entre veinte y cuarenta metros que lleva a otra caverna. Parece que Thracia está llena de cavernas. Por ella discurre un río subterráneo. En medio de la cueva, en alto, hay un puente de cuerdas. Diría que está a una altura parecida a la que nos encontramos. Posiblemente podamos llegar allí desde otro pasillo.

El hombretón habría preguntado si preferían continuar explorando ese nivel o si quería que bajase a cada uno de sus compañeros de uno en uno. Pero había hablado tanto que parecía incluso sentirse un poco incómodo. Así que no dijo nada más.

Tobías se quedó con las ganas de volar cuando Arcturus se ofreció. El guerrero ni siquiera era la mejor elección, si lo que había al otro lado era una trampa o celada. Mas se calló y no rechistó, se cruzó de brazos mientras esperaba su regreso, y se guardó de fruncir los labios.

¿Podemos atravesar el muro sin caer? preguntó, a su regreso. Quería ver por sí mismo la caverna que describía Arcturus.

Mayra sacudió la mano.

—Toda la maniobra me parece demasiado arriesgada y artificiosa, Tobías. ¿Qué beneficios vamos a obtener de ello, al fin y al cabo? Creo que es mucho más seguro regresar por donde hemos venido y tratar de transponer el pasadizo coronado por la calavera parlante. Eventualmente, y si mi capacidad espacial no me falla, podríamos acabar en el mismo sitio con menos riesgo. No sé vosotros, pero a estas alturas, sus amenazas me parecen vanas.

- Estoy de acuerdo con Mayra. - Intervino la sacerotisa, para posicionarse con el idea de regrear a la puerta defendida por aquella amenazante calavera. 

No sólo estaba de acuerdo con la idea de que saltar a través del muro ilusioro era más peligroso que enfrentarse a una fanfarrona y artifical calavera de mampostería, sino que además, no quería dejar atrás ningún recodo sin explorar.

—No. Donde acaba el muro empieza la caída—le respondió a Tobías—. Podríamos bajar usando cuerdas, pero yo también exploraría toda la zona en primer lugar. Y decidiría qué hacer con el tipo de atrás.

¿Maniobra? No, solo quiero ver la caverna por mí mismo, dijo Tobías.

No hubiera sido la primera vez que atravesaban un abismo en las cavernas. Los niveles inferiores, aparentemente asentados sobre suelo firme, eran seguros, pero el superior, construido por encima de las cavernas, había cedido en varios puntos a siglos de desgaste. De cualquier modo, no era esa la intención de Tobías; observar el foso podía ayudarle a completar su imagen mental —y la que dibujaba con carboncillo en su cuaderno— del complejo.

Los túneles que no recorrimos al otro lado del abismo, allí donde nos topamos con los insectos gigantes y la trampa del osario, conducían en esa dirección, añadió, señalando hacia el lugar donde se encontraba la cámara hendida, y trazando una línea imaginaria con el dedo hasta más allá del muro ilusorio. Sospechaban que aquellos pasillos formaban parte del área controlada por los Calaveras. A diferencia de Mayra, no estaba seguro de que hubiera otro camino hacia allí. Era la explicación más simple para la convivencia en las mismas cavernas entre los Caminantes y la gente bestia.

Cuando Arcturus mencionó al hombre estático, Tobías se dio media vuelta para mirarlo. ¿Podéis deshacer el encantamiento que lo tiene así? preguntó a Mayra y Vika.

Mayra se encogió de hombros.

—Ya has visto lo que ha pasado hace unos momentos cuando Vika intentó deshacer el muro ilusorio. Todo acto de disipación implica una lucha silenciosa, pero feroz, entre las fuerzas de quien lanzó el hechizo y quien intenta deshacerlo. En este caso, el mago que tejió el conjuro de estasis temporal es, sin duda, un practicante de la magia poderoso y hábil. Su habilidad supera la mía en gran medida, y eso nos pone en una posición desventajosa. Es improbable que consiga deshacer el hechizo con éxito, dada la disparidad en nuestro poder.

»Sin embargo, estoy dispuesta a intentarlo si todos estáis de acuerdo. Debéis entender, eso sí, si logro disipar el estasis, no habrá vuelta atrás. El hombre en estasis podría despertar y encontrarse en un estado de confusión o incluso de ira, dependiendo de las circunstancias que lo llevaron a ser víctima de este hechizo. No sabemos si será peligroso o no, y eso es un riesgo que todos debemos estar dispuestos a asumir.

Alzó una mano y se preparó.

—¿Estáis dispuestos a correr ese riesgo, o buscamos antes más información en el otro pasadizo?

Podéis confirmarme en el grupo, si queréis, y edito el post para hacer la tirada enfrentada de disipación.

- Le desarmamos y luego disipas la magia que le mantiene en esa situación a la que llamas "estasis temporal". - Respondió Vika sin mostrar duda alguna. 

Acto seguido desenvainó su mandoble y se preparó para el combate, si es que ese hombre al despertar, se mostraba violento con ellos. No obstante, al acercarse a aquel hombre suspendido en el tiempo. Se percató de que era imposible acceder a él y retirar sus armas. 

- No... - Frunció el ceño. - No puedo acceder a él. Tendremos que arriesgarnos y desactivar la magia que le mantiene en esta situación, sin quitarle sus armas. Si es que realmente queremos eso...

Sin poder tomar una decisión clara, regresasteis a la sala donde aquel desconocido continuaba detenido en el tiempo. Vika intentó desarmarlo retirándole la lanza, pero parecía formar parte de él o se trataba de parte del conjuro, que conservaba las cosas que tocaba. Tampoco fue posible quitarle las bolsas que tenía en el cinturón o la calavera que portaba en la mano.

Ante aquella tesitura, os preparasteis para luchar. Mayra se situó frente el hombre congelado y comenzó a desentrañar el tejido conjurado sobre él. A medida que tiraba de los hilos, se daba cuenta de que era un hechizo poderoso. Ya había deducido que estaba por encima de sus poderes mucho antes de tratar de deshacer el hechizo, no obstante se creía preparada para cualquier cosa. Pero cuando deshacía una trama, una más compleja aparecía, creciendo como un copo de nieve, en capas superpuestas cada vez más complejas.

Al final, perdió la concentración y el hechizo se impuso a su poder de disipación.

No cambió nada*.

De modo que volvisteis a la capilla de Azrael para tratar de descubrir el misterio que había tras la puerta sobre la que una calavera con las cuencas prendidas en llamas eternas os había advertido que la muerte os esperaría al otro lado de ese pasillo. Habíais demostrado sobradamente que no teníais miedo, así que cruzasteis el umbral y nada sucedió.

Tobías fue delante, como buen explorador de los túneles, por el estrecho pasillo que se abría ante vosotros. Estaba realmente oscuro, de modo que fue despacio y con buena letra, avanzando por el corredor que hacía tiempo que nadie pisaba a juzgar por la acumulación de polvo, telarañas y otras pequeñas sabandijas que le corretearon por las botas. A su derecha encontró unas puertas dobles de piedra cerradas y más adelante, el pasillo continuaba hasta doblar una esquina. Regresó junto a los demás para decidir el siguiente paso.

*La dificultad del hechizo es 26, no consigues disiparlo.