Partida Rol por web

La estancia en casa de May fue reparadora tanto para las heridas como para los ánimos de los viajeros. Quentin aprovechó para saber más de los gemelos y cuidar del estado de Talin, que prácticamente estaba ya recuperada. Además, puso al día sus mapas. Había descubierto algunos tramos nuevos después de que las nieves desaparecieran que seguramente serían bienvenidos cuando regresara al cuartel general.

El día de su despedida, entre abrazos y palabras de consuelo, Quentin vio cómo aquellos pequeños, que habían rescatado de una muerte segura en el abandono de un hogar en ruinas, se marchaban bajo el amparo de la luz del sol en busca de un futuro mejor. Iban bien acompañados, recomendados por un Guardia Ratonil y con una muestra de confianza. Muy raro sería que algo saliera mal, y sin embargo, el arquero supo que no estaría tranquilo hasta que recibieran la carta prometida por la hermana de Marvin.

Comenzado el trayecto, el Guardia no se opuso a colocarse en última fila. Era una disposición habitual que el arquero fuera el último para asegurar la retaguardia y proteger al resto. Cuidadosamente, había clavado las puntas de las flechas en el carro de forma que sólo tuviera que recogerlas si algún problema se presentaba. Un problema que pareció acudir demasiado rápido para su gusto.

—Demasiado conveniente —dijo, con el ceño fruncido, acercándose a sus compañeros desde el final. Durante el camino no dejaba de mirar a su alrededor, pues aquello apestaba demasiado a emboscada para su gusto. Se encaramó de un salto al carromato central y preparó su arco.

Algo pasaba más adelante, las carretas no se detendrían sin motivo, aunque el joven ratón viendo la profundidad de las ruedas supo que no era su mejor baza bajar del carro a comprobar si podía ayudar en algo.

Fue rebuscando por el barro el saliente de rocas y piedras, para no mancharse en exceso sus piececitos, con su alabarda por pértiga, fue saltando de saliente en saliente, no le molestaría ensuciarse, pero si podía evitar que el barro le llegara a la cintura sería sin duda mejor.

No tardó en ver según se acercaba en que consistía el problema, y se acercó para intentar tomar un punto alto desde el que comprobar el terreno.

- sería apropiado un desvío? O crees que un puente de piedras será suficiente - decía en alto revisando el lugar en busca de rocas fáciles de colocar o desvíos apropiados.

Dain, al ir en el primer carromato, se encontró de frente con el problema.

-¡Camino bloqueado! -avisó a los demás, aunque ya se estaban acercando para verlo por sí mismos-. ¡Vaya fastidio!

Por supuesto que estaba preparado para las dificultades, pero eso no impedía que le hicieran sentirse decepcionado por el retraso que causarían.

-Robin, un desvío nos tomaría mucho tiempo, porque precisamente el camino es por aquí. Como ves, el resto del terreno es abrupto como para pasar con los carros. Si fuésemos solos sí sería una opción. Con la caravana, sólo podemos despejar el camino y seguir por donde íbamos... ¿Estáis dispuestos a trabajar? Habrá que mirar por dónde es más fácil retirar las piedras y ramas, e ir haciendo un camino dentro del propio camino... ¡Qué mala suerte hemos tenido!

No quería ser gruñón, pero estaba tremendamente abatido con lo que se les venía delante. Al menos no estaban solos, y los mercaderes ayudarían mucho. Era cuestión de trabajar como hormigas atareadas durante un tiempo.

Intentando dar ejemplo, empezó por darle una patada a un guijarro pequeño, alejando con él toda la rabia que le reconcomía, y tras ello se inclinó hacia una de las piedras, apartándola hacia un lado del camino.

-Se me ocurre que puede ser más fácil si hacemos una cadena ratonil*, retirando las cosas que podamos cargar hacia un lado del camino entre todos. Si os parece, colocáos en hilera y nos vamos pasando las piedras y troncos que podamos cargar. De los demás nos encargaremos luego.

Dain toma una sabia decisión y gracias a su pericia logra encontrar una parte del corrimiento más fácil de retirar. Eso hace que apenas perdáis un par de horas. Otro camino hubiera sido demasiado peligroso para los carros, que ya a duras penas podían ser arrastrados por la calzada principal.

Trabajando en cadena conseguís un gran avance en muy poco tiempo. Pero os dais cuenta que los escarabajos parece que se impacientan cuando estáis retirando las últimas piedras y ramas del improvisado túnel. Una vez llegáis al otro lado para asegurar el tramo, os encontráis una desagradable sorpresa...

Música

A vuestra izquierda, como a unos treinta pasos, inerte y medio enterrado en el barro se encuentra el cuerpo de un ratón. Sin lugar a dudas lo primero que se os pasa por la mente es que está muerto. Su cuerpo parece estar apoyado sobre la loma que forma el corrimiento. Sin necesidad de acercaros un solo paso, podéis ver marcas de zarpas en el barro, tanto en el del suelo como en el de la loma que forma el amasijo de barro, ramas y piedras.

Música

¿Quizá era alguien que se perdió durante la tormenta e intentaba regresar a Elmoss?

Muchas preguntas como esas os vienen a la mente. Todavía no estáis lo suficientemente cerca como para verle bien. Pero entre el barro que le cubre y que su cara está pegada a la ladera, apenas podéis estar seguros de si sigue o no con vida. No parece haber signos de que respire, al menos desde dónde estáis. 

¿A quien se le ocurría salir sólo al camino durante un diluvio como aquel?

Nada de esto tenía sentido... 

La idea de Dain fue acertada y pronto tuvieron una eficaz cadena ratonil para separar las piedras, barro y troncos del camino, Sin embargo, Quentin seguía intranquilo porque todo aquello le resultaba demasiado conveniente y no dejaba de mirar a su alrededor con expresión sombría mientras balanceaba los brazos de un lado a otro cargando peso.

No fue hasta que alguien señaló el macabro descubrimiento que se mesó los bigotes, inquieto, y les hizo un gesto a sus compañeros. Él se encargaría, puesto que no iba a dejar que la duda les quitara la posibilidad de salvar a un ratón que había resultado malherido durante la tormenta.

—Venga —susurró para sí mientras se acercaba. Había dejado su arco en el carro y no tenía más arma a mano que sus zarpas desnudas, así que deseó de todo corazón equivocarse— Dime que esto no es una trampa...

El joven ratón cerca del centro de la fila ratonil, se esforzó sobremanera, dado que la piedras eran a veces demasiado pesadas para sus pequeñas zarpas, las mismas que a menudo cuidaba por instinto, en este caso no dudaron en hacer un arduo trabajo físico.

Al parecer, más adelante, donde las rocas ya mostraban un amplio túnel, alguien vio algo, parecían sorprendidos a la vez que afligidos, y Robín que no entendía que era lo que ocurría, se fue acercando con calma con su alabarda al hombro.

En vez de retirar todas las piedras, fue guiando a parte de la cadena de ratones, para que colocaran algunas de las piedras a un lado del camino, que servirían y le sirvieron para caminar con calma sin que el barro le molestara, un leve murito de piedras en un lateral, que serviría a quienes fueran a pie como empedrada calle de paso. Práctica y sencilla de armar en aquellas circunstancias.

Se alegró sobremanera de que su idea de la cadena y el conocimiento y la ayuda de todos ante las dificultades del terreno hubiera tenido éxito.

Con lo que no contaban, era con la aparición de ese ratón quizás muerto.

Ya los avisos de los escarabajos inquietos puso sobrealerta a Dain, que nunca olvidaba que llevaban un cargamento comercial. Eso siempre es un buen aliciente para los saqueadores de caminos.

Ahora se les presentaba un lugar idóneo para una emboscada, de donde era complicado escapar si eran atrapados. A pesar de haber librado bastante bien el camino, maniobrar con los carros para huir deprisa era imposible. De ser así tendrían que defender la carga o marcharse sin ella.

Oyó a Quentin mascullar lo de la trampa, y le susurró también:

-Vete a por tus armas sin hacer movimientos bruscos, disimula. Yo sí llevo la espada. Alguien debería acercarse a ese ratón y comprobar si está muerto o no, y el resto tiene que estar armado para cubrirlo. Pasa la voz en bajito y ve avisando a los otros que cojan palos y piedras disimuladamente si no tienen otra cosa, lo que sea. Cuando lo estéis, actuaremos.

La tensión y el miedo a ser emboscados os hace estar preparados. Quentin disimuladamente vuelve a su carro mientras Dain y Robin se van acercando poco a poco sin dejar de mirar a ambos lados del camino. Si algún grupo de asaltantes saliera de entre los matorrales podría poner en serio peligro al convoy, tanto a los ratones como a la carga.

Mientras Quentin recoge el arco ve como los trabajadores de Murray tiemblan de miedo. Huelen el peligro al igual que los escarabajos que parecen querer seguir avanzando a través de la senda recién abierta. Los carreteros intentan calmarlos para evitar que se desboquen y empiecen aglutinarse de forma desordenada.

- ¡No dejéis que avancen! ordena el Maestre. Era demasiado peligroso pues podían arroyar a los guardianes que habían bajado de los carros. ¡Mantened la calma no tardaremos en proseguir el camino!

Es entonces, en ese momento de máxima tensión, cuando un sonido de entre las copas de los arboles os hace dar un vuelco al corazón. Todos miráis hacia arriba asustados, para finalmente ver que sólo eran una pareja de gorriones en época de celo que juguetean de rama en rama.

Respirando de nuevo tras ese momento Quentin regresa a la altura de Dain y Robin, ya con su arco listo. El misterioso ratón sigue ahí tirado, no se ha movido ni un ápice desde que lo descubristeis. Algo os hace pensar que la idea de la trampa es cada vez menos probable. Ya habían pasado unos minutos, los carros no se habían movido ni un paso y nadie os había atacado aún...

Solo os aguarda ese ratón, medio enterrado bajo el lodo, que clama ser descubierto y en caso de estar muerto, ser enterrado como la tradición manda.  

Murray se baja de su carro para ver que sucede y porque todavía no habéis dado el visto bueno para poder avanzar. - ¿Que es lo que sucede guardianes? La senda ya ha quedado suficientemente despejada para que pasen los carros de uno en uno. Pero entonces se topa con la escena del ratón embarrado. - Pobre desgraciado... piensa en voz alta. 

Y ahí permanecéis los cuatro, observándolo desde una prudencial distancia y sin tener muy claro que hacer... 

Es en ese momento que Robín ve bien el motivo que les llevaba a ser tan precavidos ¿el peligro de un nuevo derrumbe de tierra? Para el joven ratón la idea de una emboscada no era algo demasiado posible, y aquel que yacía inerte, parecía realmente necesitar su ayuda.

Casi de un salto apoyado en su alabarda, sorteó las últimas piedras y fue acercándose golpeando ligeramente el suelo para asegurarse que el desprendimiento no se movía tampoco. No tardó en comenzar a escarbar con la vara que portaba, lo justo para remover con fluidez la tierra que lo mantenía atrapado para que su cuerpo pudiera ser fácilmente rescatado.

No le importaba si estaba vivo o muerto, lo primero era salvaguardar la integridad de su ente. Cuando le hubieran rescatado, ya tendrían ocasión de suplicar a la diosa fortuna que estuviera sano y salvo.

- ¿oiga se encuentra bien? - preguntó esperando recibir respuesta, si aunque poco consciente, se lograba mover, salir de allí le sería más fácil.

Aunque su intención original era aproximarse al cuerpo del ratón, Dain le indicó que lo mejor era que cogiese su arco y les protegiera con su certera puntería*. Así que sin rechistar regresó y se dispuso a comprobar los alrededores mientras un solícito Robin se aproximaba al pobre desgraciado que había sido atrapado por la tormenta.  Si en realidad era un accidente - y no una trampa como el arquero se imaginaba - tendrían que enviar a un mensajero a la ciudad para que alguien se encargara de recoger sus restos, investigar lo sucedido, avisar a la familia y disponerlo todo. ¿Tendría herencia? ¿Una historia? A menudo el invierno traía ese tipo de malas noticias, pero ellos no podían hacer nada cuando el infortunio y la naturaleza salvaje se unían para acabar tus días de la peor manera.

—Vaya preparando a sus hombres —le indicó a Murray— Si ha sido un accidente, no podremos hacer nada más por él que enviar a alguien para informar en Elmoss. ¿Alguno de sus muchachos es rápido corriendo? Seguro que podría encargarse y alcanzarnos.

Robin era un ratón muy pasional, o quizás los experimentados Quentin y Dain pecaban de precavidos, pero juntos hacían buen complemento. Por un momento Dain recordó a Baron, la otra pata del cuarteto. Él sí hubiera sido desconfiado en exceso. Una vez más, Dain se maravilló del extraño grupo que formaban, y de cuánto podían aprender aún todos y de todos.

Si le hubiese preguntado, hubiera recomendado a Robin ser prudente en su acercamiento al ratón caído. Pero ya estaba junto a él, así que Dain decidió no gritarle nada y simplemente observar lo que sucedía alrededor de la escena, por si finalmente una emboscada tenía lugar.

Su mano fue inconscientemente a la empuñadura de su espada, conteniendo el aliento para escuchar cualquier sonido extraño fuera de los habituales de la caravana. Los escarabajos inquietos no eran tampoco buen augurio.

Seguramente no sería nada, y el arrojo de Robin sería de gran ayuda en averiguarlo. Sino, todos estaban prestos a ayudarle.

Música

Durante unos instantes un silencio artificial os envuelve. Un silencio causado por el enfoque de toda vuestra atención en el intrépido* guardián y el ratón tirado sobre la falda de la ladera que se había formado por el corrimiento de tierras.

Poco a poco veis como Robin, el zarpa tierna, empieza palpar el cuerpo del caido. Busca signos de vida como respiración o pulso, pero no detecta nada. Incluso por el frío que siente, al tacto de su zarpa contra la piel de este, podría asegurar que lleva muerto al menos desde la anterior noche. El resto de grupo empieza a acercarse para ver mejor, de primera mano, el estado del cadáver.

En ese momento Robin en un impulso por averiguar la verdad, gira el cuerpo que esta boca abajo y lo pone panza arriba, dejando al descubierto su rostro. 

Música

La sangre se os hiela, un escalofrío recorre vuestra columna de arriba a abajo por lo que acabáis de presenciar. Pese al barro reseco de la cara, reconocéis perfectamente quien es. Se trata de Tuk, el jefe de los bandidos. El rictus de su semblante denota dolor, pero sobretodo agotamiento. Los tres, además de Murray, os apiñáis alrededor para verle bien. 

Sin necesidad de ser un experto forense, podéis deducir que la causa de la muerte han sido múltiples heridas, mortales de necesidad, que recorren todo su abdomen manchado de una mezcla de sangre y barro. Sus ropas presentan numerosos orificios, claramente había ensañamiento en su asesinato.

Murray, que percibe la expresión de Robin y pese a tener el semblante desencajado por la cruda escena, traga saliva para atreverse a preguntar. - ¿Lo conocíais? ¿era un compañero de la guardia?

Al joven zarpa tierna le dolía ver el cuerpo de Tuk allí, más que por verlo muerto, que era una cosa que podía llegar a pasar, y más que por descubrir que era un asesinato a sangre fría, le dolió por el pobre ratón, si debía morir, le hubiera gustado pensar que al menos llegó a visitar la tumba de Barón, al quedar en dirección opuesta, imaginó que no tuvo tiempo de ello.

Otro ratón del cual no podía decir nada, le molestó en parte que cuando pidió que le contara algo de Barón y de él mismo, el humor del dolido Tuk no le hubiera permitido hacerlo. Ahora ante sus ojos yacía otro extraordinario ratón al que tampoco conocería y la tumba de Barón sin un amigo que la visitara.

El señor Murray sacó valor para hablar, una pregunta que al pequeño ratón no le hubiera molestado, más poder dar unas últimas palabras en favor de alguien podía verlo un honor. No conocía mucho a aquel hombre, pero su forma de actuar decía mucho para Robín.

- no lo conocía, pero nos topamos antes con él - le cerró los ojos y procuró pellizcar sus mejillas de modo que sonriera un poco, para que no tuviera que ser enterrado con aquella mala expresión - por lo poco que vi de él diría que ayudaba a controlar a los maleantes, mostrándose como su líder, y puede que en la ciudad alguien se alegre de que haya uno menos, yo solo creo que era una buena persona, y espero que quienes le han hecho esto sepan controlarse, puesto que debe ser difícil controlar a quienes piensan en hacer daño a otros, hoy aquí encontramos alguien que hacía esa tarea sin preocuparse de parecer él mismo el malo... - miró a Murray con su mirada apenada, creía a su vez que había en el grupo quien le conociera más, pero estando al lado del cuerpo fue él mismo quien preguntó - ¿le molestará si le damos su debido entierro antes de seguir?

No podía dolerle como le dolió la muerte de Barón, pero sentía pena y compasión, le apenaba pensar que de ser cierta su suposición, ahora habrían un grupo de maleantes descontrolados, más agresivos y peligrosos que cuando caminaban bajo la tutela del ahora líder caído, podía imaginar a aquel gigante arrogante como nuevo cabecilla. Miró a sus superiores antes de añadir - no hace falta decir que si quien pienso es el nuevo jefe, ¿tarde o temprano nos las veremos con ellos no? - lo decía desde el punto de vista de un ratón que jamás había herido a otro, incluso le daba miedo y le preocupaba, pensar en ir a tener que llegar a ese punto.

En los entrenamientos, solía ser su punto flojo, alzar su arma contra sus profesores, si bien en las prácticas contra muñecos o contra insectos tenía unas notas considerables, cuando las peleas se llevaban a cabo contra los tutores, al joven zarpa tierna le temblaba el pulso a la hora de atacar. Ahora era un zarpa tierna, y sabía que ese desagradable momento podía llegar, aunque hubiera pedido que esa situación llegara tarde o incluso nunca.

La emboscada temida no llegó a producirse, y poco a poco se fueron acercando todos al ya sabido cadáver. Para lo que Dain no estaba preparado fue para la identidad del fallecido: Tuk.

Su amigo... Su enemigo. Verlo ahí tirado, muerto de tan cruel manera, dolió como nada al ratón. Su final violento quizás estaba claro desde que había elegido su nueva vida de bandolero, pero Dain siempre esperó que recapacitase y volviese a ser el buen muchacho que algún día conoció.

-Cierto -respondió al que inquiría sobre su identidad, afirmando las explicaciones de Robin-. Vamos a tener problemas, eso seguro. Con Tuk aún podíamos razonar, pero con el otro... Ojalá no nos los encontremos. Pero creo que incluso ahora estamos siendo vigilados. Ojalá me equivoque.

Echó un vistazo a su alrededor, y se arrodilló ante su otrora amigo. En silencio, con una lágrima pugnando por salir, le cerró los ojos todo lo posible, a pesar de que las horas que habían pasado hicieron de su rictus algo casi imposible de cambiar.

-Siento haberte fallado, Tuk. Ojalá hubiera podido ayudarte a que vieses lo bueno que aún quedaba en tí... Has acabado como viviste, intensamente. Como tenga la oportunidad, los que hayan hecho esto lo pagarán.

A Quentin no le dolió tanto encontrarse el cadáver de Tuk como a sus compañeros de patrulla. Si bien el asesinato siempre era un tema peliagudo y lamentable - era inevitable encontrar el final a manos de grandes depredadores, y sólo por eso debían estar más unidos - a veces era inevitable llegar a las manos. Cuando vio las heridas del cuerpo no le costó imaginarse lo que había sucedido: el secuaz se había quedado con las ganas de llevarse algo y no estaba contento con la gestión que hacía su cabecilla, así que lo apuñaló a sangre fría en medio del camino. Quizás incluso fuera aún más cobarde y lo haría con algunos compinches para asegurarse que el difunto no iba a ninguna parte.

Sin embargo, conocía a Dain, y por respeto a su compañero prefirió mantenerse con la lengua dentro del hocico al respecto de lo que opinaba de su muerte. Sin embargo, sí que tenía algo que decir de enterrarlo.

—Sé que es una pérdida lamentable —dijo al oído de su amigo y compañero. Al fin y al cabo, era el líder y no debían mostrar señales de diferencias— Pero si nos detenemos a enterrar a cada ratón que encontramos por el camino, no llegaremos nunca a nuestro destino. Además, ya has visto a los escarabajos, están inquietos.

-Lo sé, lo sé-afirmó el ratón, poniéndose en pie-. Revisaré sus cosas, quizás algo pueda ser útil o dar alguna pista de lo ocurrido, y lo colocaremos a un lado. Quizás podamos cubrirlo al menos con piedras, como un túmulo. Al menos, eso. Y proseguiremos nuestro camino, eso sí: Ya sabiendo que podemos ser atacados. ¡Estad todos aún más prevenidos!

La misión era lo primero, más allá de sentimentalismos. La punzada de dolor de infancia que Dain tuvo al ver el cadáver ya había desaparecido. Ahora tocaba ponerse en marcha y seguir adelante*, con todo lo que conllevaba.

Haciendo un corrillo alrededor del cuerpo de Tuk tomáis la decisión de no enterrarlo. No queréis perder más tiempo del necesario. En vuestras mentes os ronda el mismo pensamiento: 

"Enterrar a Baron que murió sirviendo y protegiendo era una cosa. Enterrar a un bandido traicionado por sus lacayos era otra" 

Antes de arrastrar el cuerpo hacia la cuneta, Dain que era el que mejor lo conocía, se tomó la confianza de registrar el cadáver. Tras unos segundos de inspeccionarlo, se da cuenta de que no le han dejado absolutamente nada. Incluso advierte como un cinto de cuero que llevaba bajo los ropajes había sido cortado limpiamente por una hoja. Le habían asesinado y luego desvalijado. 

Dejarle a un lado del camino y usar las piedras retiradas del corrimiento para hacer un túmulo improvisado, era todo lo que podíais hacer por él y probablemente era más de lo que se merecía, según pensarían la mayoría de ratones...

Apesadumbrados regresáis a vuestros carros. Murray que parecía que podía oponerse a perder más tiempo se quedó en silencio al ver que os ocupabais de lo que quedaba de Tuk de una forma más rápida.  

Cuando por fin retomáis el camino ya es pasado el mediodía. Calculáis que habréis perdido entre tres y cuatro horas por culpa del bloqueo y el posterior incidente. No habéis dejado que los comerciantes vieran el cuerpo y apenas han podido asomarse para apreciar el túmulo que quedaba al otro lado del bloqueo. Los escarabajos parecen volver a la calma con el paso de los minutos. Parece que de alguna forma habían detectado el olor a muerte y eso era lo que les ponía tan inquietos.

La tarde pasa sin incidentes más allá de alguna rueda atascada en el barro. Pero entre todos bajáis y metiendo planchas de madera bajo las ruedas y ayudando a los escarabajos empujando, conseguís salir indemnes por ahora.

Cuando el rojo sol arranca los últimos colores a las primeras hojas de la primavera comenzáis a notar como el terreno varía significativamente. Llegado a un punto el camino empieza a inclinarse hacía abajo. Esto era lo peor de todo, con el fango las patas y en las ruedas de los carros comienzan a deslizarse. Tenéis que bajar varias veces a recolocar los carros que empiezan a virar en forzadas curvas.

La oscuridad empieza engulliros cuando empezáis a ver un río al final de la larga pendiente. Pero el esfuerzo de los escarabajos por mantener a los carros rectos no es suficiente. El quinto carro hace una especie de tijera sobre la pértiga partiendola en el proceso. Quentin, que va en el último, ve como el carro que va justo delante suyo vuelca con todo su peso sobre el lado derecho. El escarabajo forzado por el peso del carro se queda ladeado y sufre una herida en la espalda.

Todo el cargamento de musgo, decenas de cajas, quedan esparcidas por la ladera fangosa... El carro comienza a deslizarse junto al escarabajo, todavía enredado en los arreos. Por suerte no llegan hasta la orilla del río y se detienen a una distancia segura. Tras el estruendo el convoy desciende y se detiene para ver como puede para auxiliar a los ratones que conducían el carro. 

Sentado en el 4o carro, vio como el de detrás estaba de lado, por un momento mientras miraba adelante, cerró los ojos con fuerza asustado por el gran sonido, temiendo que fuera él mismo quien hubiera acabado por el suelo y aun no lo supiera.

Por suerte y aunque por desgracia para el quinto, no fue así, Robín tomó algunos de los tablones que habían estado utilizando para sacar las ruedas que se clavaban en el barro, y las puso en este caso como cuñas, para frenar y asegurar su responsabilidad central, hizo unas señas al de delante indicándole que asegurara que el carro no se fuera a deslizar, y comenzó a caminar hacia el carro que le seguía.

No era insectero ni sabía mucho de ellos, pero tras comprobar que el conductor estuviera bien, se detuvo a acariciar la frente del escarabajo por tal de intentar calmarlo - ¿podemos quitarle los arneses por el momento? - obviamente si podían, no sería él quien lo hiciera, podría dañar al pobre y no quería eso.

Miró las cajas por el suelo, esperaba que el musgo no se dañara por un poco de barro, con suerte y dado que no era un material tan pesado, se habrían salvado. Y aunque no estaba seguro, tal vez cabría el material repartiéndolo entre los carros restantes. Tal vez tendría que haber ido a pie, intentando sujetar con cuerdas el vehículo, para estabilizarlo, pero ello requería la ayuda de varias personas por carro, y no parecían ir sobrados de personal.

Después del triste y apresurado enterramiento —Quentin agradeció que su amigo Dain fuera comprensivo y dejara los sentimentalismos atrás— pudieron continuar el camino, momento que el Guardia aprovechó para poner su mapa al día con los caminos que fueron recorriendo. Estaba bastante satisfecho con su trabajo, y cuando pudieran llegar a su próximo destino dejaría que la guarnición local lo copiara para que quienes tuvieran que viajar al norte tuvieran la información lo más actualizada posible.

Sin embargo, tuvo que guardar su mapa en cuanto la noche se cernió inmisericorde sobre ellos y la cuesta embarrada les obligaba a bajar a tierra cada poco para ayudar a los carros a avanzar. Algo que se complicaría soberanamente.

—Eh, eh, ¡EH! —anunció, incapaz de hacer nada más que extender una mano hacia delante como si con ello pudiera resolver algo. Indefenso, vio cómo el carro se retorcía y volcaba todo el contenido al suelo.— Maldita sea nuestra suerte— masculló.

Saltó a tierra y echó un vistazo al carro, intentando averiguar si habría alguna forma de parchear todo aquello de alguna manera. Con una mano se acariciaba los bigotes mientras con la otra tamborileaba inquieto sobre la pértiga partida.

—Entre esto y la escasa luz, creo que va a ser mejor acampar esta noche, maese Murray —le anunció al capataz sin dejar de mirar el carro. Maldita sea, qué bien nos hubiera venido Baron en esta ocasión. Creo que era bueno con la madera.

Un infortunio más se les echaba encima. La entrega de las cartas se demoraba de nuevo, y Dain pidió secretamente a los dioses que fuesen comprensivos con su misión, y lo eterna que se les estaba haciendo.

Pensó en las familias ansiosas que aguardaban las cartas, y en la dama Gwendolyn, que confió en su buen hacer para ser sus portadores. Juraron no fallar, y ganas a Dain no le faltaban para ello. Pero tampoco faltarían al compromiso adquirido con los comerciantes, de eso estaba seguro.

Ahora que el accidente estaba más controlado con ayuda de todos, el ratón se acercó al escarabajo, atento a las señales de su dolor.

-Sí, Quentin. Tendremos que acampar. Este animal necesita ayuda y descanso, y el carro reparación. Si alguien-les dijo a sus amigos y a los demás trabajadores-es buen ebanista o carpintero puede intentar arreglar el carro. Nos vendría bien, ya que los demás ya van suficientemente cargados. Yo intentaré usar lo que aprendí de mi maestro sobre insectos, a ver si puedo ayudar a este pobre animal.

Le daba mucha lástima el escarabajo, pero además se sumaba el interés de la misión.