Partida Rol por web

Sonido ambiental

Los carros terminan por detenerse cerca del crecido arroyo. Todos, guardianes y trabajadores de los distintos gremios, se afanan en ayudar. La criatura parece estar herida pero no conseguís averiguar muy bien como tratarla. Dain entonces se encarga de examinarla detenidamente.

Quentin y Robin ayudan a sacar a los ratones que hay en el interior del carro. Uno de ellos tiene magulladuras, el otro una sería torcedura en una pata trasera. Este ratón, del gremio del musgo consigue ponerse de pie pero cojea. Entre todos los que estáis cogéis unos cabos y los atáis al carro.

La experiencia de esos ratones hace que los guardianes no tengan que preocuparse más que de echar una mano con sus entrenados músculos. Por suerte sois muchos y el carro no tarda en volver a quedar en su posición original.

Los madereros empiezan a examinar el carro, las ruedas, la pértiga partida...

A todo esto, Murray acepta la proposición de Quentin, que parece actuar con mucha cautela. Acampar a estas horas era lo mejor. Cerca del río tendríais agua suficiente y un flanco cubierto.

- Los guardianes tienen razón. Nos detendremos a acampar. Mañana al alba intentaremos reparar el carro. Ya está muy oscuro para examinarlo en condiciones y hacer una reparación que dure hasta Sprucetuck.

Tras las palabras de su jefe. Los trabajadores no tardan en preparar un pequeño campamento. Como era costumbre, los carros se ponían en circulo alrededor del fuego para evitar el viento cortante y visitas inesperadas. Todos recordáis entonces el episodio sucedido apenas unos días atrás con la serpiente que se llevó la vida de vuestro compañero. Quizá demasiado temerario como para llamar refuerzos y lanzándose a su propia muerte.

Sólo cinco carros cierran el circulo, el destartalado queda fuera. No quieren arriesgarse que al moverlo pueda acabar de romperse o hacer daño a alguno de los trabajadores. Era mejor hacer lo que fuese a la luz del día...

Dain acompaña al escarabajo, que pronto es rodeado por sus congéneres que lo examinan y emiten un sonido indescifrable para el ratón. No sabe si son muestras de preocupación por su estado o quizá lo estén viendo como el eslabón débil del grupo. Era difícil comprender a aquellas criaturas...

Mientras veis como preparan la hoguera, veis como empiezan a sacar las viandas para disponerse la cena. Recordáis entonces de que no lleváis una sola ración en vuestros macutos. Las habéis gastado todas en vuestra estancia en Elmoss, esperando a que dejara de llover.

Era hora de descansar, aunque Quentin se sentía inquieto. Quizás fuera porque últimamente las cosas no estaban saliendo especialmente bien - la muerte de Baron, el desagradable clima, el encontronazo y posterior asesinato de Tuk, el accidente con el carro - o porque no sabía cómo les estaría yendo a los cuatro pequeños ratoncitos. Quizás fuera por el ambiente general, pesaroso. O sencillamente, porque tenía hambre. Se habían quedado sin provisiones para el camino y su escasa economía no les había permitido ir a por más, por lo que ahora se encontraban sin nada que llevarse a la boca. Sí que cabía la posibilidad de exigir - educadamente - a Murray y a sus hombres que compartieran sus viandas, pero prefería primero optar por la alternativa de la autosuficiencia. Al fin y al cabo, eran Guardianes.

—Creo que echaré un vistazo por los alrededores —dijo, aferrándose el arco y las flechas a su espalda— No creo que tarde demasiado, no pienso alejarme mucho con este tiempo tan traicionero.

El rugir de su estómago fue leve, estaba tan preocupado por el pobre escarabajo y por los ratones accidentados que olvidó preguntarse si tenía hambre. Todos se reunieron al rededor del fuego y esos momentos eran perfectos para contar historias. Y porque negarlo al joven Robín le encantaba entretener a los demás.

Tenía hambre, y como era el mejor método de disfrutar una historia? Compartiendo pan y bebida con quienes estaban cerca. Además la historia de hoy, trataba de ratones hambrientos en tiempos difíciles.

- ¡atención señores! Preparen sus agudos oídos, sonrían con sus compañeros de tronco y apiádense de quienes poco poseen a parte de hambre y buenas intenciones. Pues los ratones no siempre fuimos civilizados, no, hubo un tiempo lejano, en el que ser ratón no distaba de ser una cruel y barbara rata. Habló de hace siglos, cuando los ratones aun por desarrollar su impresionante intelecto, se regían por la ley del más cruel y del más fuerte.

Abrió sus brazos exagerando cada palabra, incitando a los presentes a mirar al fuego, dando el vueltas alrededor del mismo. El calor que recibía su espalda, le llevaba a rotar sobre si mismo asegurándose de controlar su indomable cola.

- antaño los ratones más fuertes comían primero, y los pocos insectos que parecían ir respondiendo ante los que buscaban alguna ruta alternativa, eran sacrificados para la diversión de crueles ratones de poca mollera. Los pobres ratones que buscaban la ruta de la sabiduría, incluso eran cruelmente tratados si osaban decir algo. Pero entonces, llegó una impresionante ratona, se hacía llamar, Jeanne, era una sorprendente guerrera incluso a pesar de que no era habitual el metal, con un hermoso tallado de madera, se enfrentó al líder de una aldea, la pobreza y la hambruna afectaba a todos aquellos que no rodearan al jefe del lugar, pero ella llegada según las leyendas de algún altísimo montículo de cuya altura competía con las montañas, decidió abrir los ojos a aquellos que se creían con el derecho de aislar a los más débiles.

Cogió aire para seguir contando su historia.

- no tardaron mucho en hacerse un pequeño bando de débiles ratones que buscaban con desesperación no morir antes de haber vivido. Mientras que los humillados y brutos que nadaban huyeron con el rabo entre las piernas, no sin prometer que volvería con refuerzos y lamentarían aquel momento.

Miraba a los ojos a todos, antes de desaparecer de en frente para que la luz entre blanca y roja intentara regalar un momento mágico.

- sois inteligentes, todos poseéis vuestros propios puntos fuertes, ¿que creéis que hizo Jeanne? Como seguro que supondréis, se interesó por los hambrientos, compartió con ellos los alimentos que correspondían al más fuerte, a ella en aquel momento. No tardó en fijarse, que algunos tenían algún tipo de afinidad con pequeños insectos, que otros raspaban en piedras algunas ramas que ponían a modo de jergón sobre el barro, e incluso se fijo en niños que jugaban a lanzar unas piedras a pequeños agujeros, chispeando algunas pequeñas lágrimas rojas. En el tiempo que estuvo en la aldea, dio orden de cuidar a aquellos insectos que parecían acercarse al pueblo sin malas intenciones, pidió a quienes raspaban las ramas, que afilaran unas cuantas lo más rectas posible, pidió a los niños que le dejaran aquellas piedras con las que jugaban e investigando descubrió que las lágrimas de aquellas pequeñas rocas eran opuestas a las que caían por senderos desde las montañas.

Fue indicando a quienes manejaban cada material para darles importancia.

- sabiamente, el pequeño y débil poblado creó habitáculos en los que vivir, pequeñas lanzas y flechas, incluso algunos arcos. Nadie sabía de donde traía tantos conocimientos, pero ello permitió que un grupo de ratones destinados a desaparecer, formaran parte de un lugar próspero. Los fuertes, dueños de todo hasta el momento, se reunieron, no fueron pocas las aldeas que decidieron aunar poder para enfrentar a quien creían inepta para mandar, superaban el reducido número de asustados ratones por decenas, pero lejos de asustarse, aquella increíble ratona picó con su báculo en el suelo e hizo formarse a quienes ya se creían muertos. Cuando el ataque inició, aquellos engreídos cuerpos musculados vieron como algunas sencillas trampas y algunas de esas armas que tomaron por inservibles, les redujeron en apenas unas horas. Aquella mujer logró que incluso quienes carecían de sesera, se percataran, que un débil grupo de ratones, utilizando sus conocimientos, podían derrotar a temibles oponentes que les superaban por mucho en número y fuerza. Gracias a ello, los ratones aprendieron que si combinaban la fuerza de unos, con el conocimiento de otros, podían llegar a ser un pueblo fuerte y unido, con un por venir en el que nadie tuviera de pasar por más malos ratos de los que la propia naturaleza les obligara a soportar.

Miró a todos, respirando algo sudoroso por la cercanía del fuego, esperaba que la historia fuera suficiente para llevar a los mercaderes a entender su indirecta petición, pues a nadie le gustaba ver que otro ratón suplicaba un bocado sin ofrecer algo a cambio. Una historia era lo que su animado e imaginativo pensamiento, creía poderles ofrecer.

Al tiempo que Robin improvisaba una historia magnífica que tuvo entretenidos a los comerciantes, Dain se dedicó a procurar cura al insecto. El escarabajo parecía debilitado, e intentó aliviar su sufrimiento.

Coml todos los animales, también los insectos agradecían el afecto y los cuidados, máxime cuando había heridas dolorosas por medio. El maestre Darrow fue un gran mentor en cuidado y atención a estos seres, y ahora que debía poner en práctica sus comsejos, esperaba ser digno heredero de su sapiencia.

Examinó minuciosamente la apariencia del animal, encontrando heridas que trató de sanar con todo lo que pudo obtener de los enseres tanto suyos como de los mercaderes. Un escarabajo menos en la caravana sería un gran problema si fallecía.

Música

Quentin sale del circulo de caravanas para forrajear. La oscuridad de la orilla del río lo ampara mientras se aleja con paso firme. El barro se le mete entre los dedos mientras se aleja más y más. La hoguera empieza a quedar lejos, y el fulgor de las llamas se pierde en la penumbra. No tarda mucho en encontrar suministros. Llenando la mochila hasta arriba de frutos silvestres se encamina de vuelta, con una sonrisa de oreja a oreja. Con esto tendrían al menos para toda la patrulla durante 2 días. Mientras regresa, el eco de las ranas se acompaña...

Dain por su parte se empeña en cuidar del escarabajo. Pese a no tener mucha idea de lo más adecuado para el bienestar de la criatura, todavía recuerda viejas lecciones con su maestro Darrow. Eso le vale para conseguir estabilizar su estado. Manda a que un par de trabajadores le traigan agua para limpiar las heridas y alcohol para evitar una infección. Finalmente le practica una vendaje improvisado que dure al menos hasta su llegada a Sprucetuck, donde puedan tratarle las heridas de forma profesional. 

- Muchas gracias maese Dain le agradece el carretero magullado que conducía el quinto carro - Hemos invertido mucho en esta criatura para que nos deje tirados. Déjeme agradecérselo... dice finalmente sacando una bolsita con monedas de cobre

Robin, por su parte, deja embelesados a todos los que se sientan junto a la hoguera. Su historia de leyenda consigue no sólo subir el ánimo de los presentes, tras el dramático accidente del carro, si no que consigue ganarse el favor de varios de ellos que al ver que no saca su comida le ofrecen rápidamente de la que están asando en el fuego.

- Teneís mucha labia para ser un zarpatierna. Llegaréis lejos Robin suelta Murray muy orgulloso del joven guardián. - Si además de eso, sois ducho en el combate os auguro un futuro prometedor en vuestra orden.  Muchos de los presentes afirman aprobando las palabras del viejo maestre del gremio...

La noche no tarda en caer. Como siempre, cumpliendo vuestro deber, montáis guardia por turnos de a uno, sobretodo ahora que sólo eráis 3. La noche es tranquila, los animales del arroyo no parecen estar interesados en vosotros y no se oyen ruidos que os alerten de depredadores cercanos.

A la mañana siguiente os despertáis con el claveteo de los trabajadores de la madera que se han despertado al alba para tener listo el carro accidentado lo antes posible. El maestre del gremio se acerca a vosotros para avisaros de la situación.  

- El río está muy crecido por las lluvias, pero el puente parece ser seguro para el paso de los carros. Los carpinteros me han dicho que pueden tener listo el carro para el mediodía. Hasta entonces os agradecería que uno o dos de vosotros os avanzarais para ver como está el puente y el camino que continúa más allá. 

Dain se alegró de que sus exiguos conocimientos heredados del maestro Darrow fuesen al fin practicados, y además con éxito. Era algo que sin duda tenía que escribirle con la mayor celeridad, en cuanto tuviese ocasión.

El orgullo y la vanidad del pequeño ratón, a menudo tan retenidos por la disciplina de su cargo, consiguieron hacerse hueco en su ego viendo cómo el escarabajo mejoraba bajo sus cuidados.

-Cierto es que "el saber no ocupa lugar", como dicen los antiguos -comentó-. Aprender y fijarse en cosas que quizás en ese momento no tomes como importantes, pueden ser útiles algún día.

Aceptó la inesperada bolsa del carretero agradecido, pues aún les quedaba mucha misión por delante y quizás esa ayuda les viniese bien, aunque era su deber ayudarles. Así se lo hizo saber al carretero:

-Os doy  las gracias en nombre de la Guardia. Quizás vuestro dinero nos sea útil para llevarla a cabo el propósito que nos fue encomendado. Como GUardia en misión os lo acepto, y en caso de no necesitarlo os lo restituiré cuando tenga la oportunidad de ello.

Sorprendentemente hábiles, los mercaderes repararon los carros con una celeridad pasmosa. Lo que ahora se presentaba ante ellos era de nuevo el probar a ser precavidos tanto en el puente de aguas crecidas como en el camino siguiente. Ya les había resultado útil en el pasado el pecar de prudentes, así que Dain no lo dudó.

-No quisiera dejar a los mercaderes desprotegidos, así que Robin se quedará de guardia con vosotros. Quentin y yo nos acercaremos al puente para ver su estado, y al camino para asegurar la buena marcha. Con lo que sea, nos mantendremos todos en contacto por si hay problemas. 

Su batida por los alrededores había sido todo un éxito y cuando regresó al campamento, Robin estaba contando a los mercaderes una de sus deliciosas historias. Sin querer interrumpirle, esperó apoyado en un tronco mientras el calor de la hoguera secaba su pelaje húmedo. ¿Cómo serían la vida antes de la sociedad ratonil tal y como la conocían? Había registros, sí, pero mucha de la documentación se había perdido y la Guerra no había hecho más que empeorar las cosas.

Los turnos fueron tranquilos y la mañana siguiente les despertó con buenas noticias: el equipo de carpinteros había reparado el carro estropeado y Dain se las había arreglado para mejorar el estado de salud del escarabajo lastimado. Era un líder excelente, sin duda alguna.

—Vamos allá —respondió a las órdenes de Dain. Le hizo un gesto a Robin para indicarle que contaba con él, se hizo con el arco y las flechas y se unió a su amigo y compañero para la batida de reconocimiento.

En su vigilancia del convoy, Robín estuvo revisando el terreno, y comprobó como estaban los escarabajos. No sabía mucho de ello, pero estuvo pensando sobre el delicado estado del escarabajo herido.

Dain y Quentin irían de avanzadilla para revisar el camino, mientras que él quedaba como guardia de los carromatos, se acercó al buen mercader y le dijo directamente lo que le pasaba por la cabeza.

- disculpe Murray, creo que el escarabajo herido no podrá tirar muy fuerte del carro, estaba pensando que si colocamos el carro en dirección opuesta a la normal, podríamos atar el carro accidentado al 4o, si ponemos al escarabajo más fuerte tirando del 4o carro, podríamos poner al herido ayudando al otro desde atrás del 5o, empujando un poco en lugar de tirar de él, además si frenamos desde adelante y desde atrás los carros ¿no ganaran estabilidad cuando las ruedas resbalen?

Tus compañeros se alejan para explorar, dejándote atrás, vigilando el campamento. Ambos son unos experimentados guardianes y pese a que has demostrado ser más que válido para vestir la capa, sigues siendo un joven recluta, un zarpatierna.

Para quitar de tu mente pensamientos incómodos sobre si valorarán todo lo que te estás esforzando, te vas directo a hablar con Murray. El Maestre, un hombre entrado en años ya, te saluda. Recuerda esa historia que contaste la noche anterior y todo el empeño que pusiste en volver a enderezar el carro volcado.

- ¿Que tal Robin, te han dejado para hacer guardia? No te preocupes, es normal. En todos los oficios, ya sea blandir una espada para defender los Territorios, como elaborar el musgo sanador, hay que empezar por abajo.  

Al oír tu propuesta niega con la cabeza a medida que te vas explicando. No parece estar muy de acuerdo con lo que le propones. Un hombre con tantos años a sus espaldas viajando por las rutas comerciales, no iba a dejarse enredar por un joven que no sabía nada de escarabajos o carretas.

Ambos, veteranos ya, dejáis a Robin el zarpatierna al cargo de la guardia del convoy. No os preocupa es exceso pues ha demostrado ser digno de formar parte de la guardia y quizá más pronto que tarde obtener su capa.

Llegáis a la altura del puente para asegurarlo. Dain lo examina para darse cuenta que pese a la crecida del río este puede resistir sin problemas. No parece haber daños estructurales más allá de un par de piedras desprendidas. El cruzar con seis carros no va suponer problema alguno, parece totalmente sólido y estable.

Una vez os cercioráis de que podréis cruzar, ya más tranquilos proseguís el camino que va más allá del río. Todo parece muy tranquilo, el barro no parece que se haya pisado recientemente, pues la lluvia os había dado un descanso desde hacía un día entero. No parece haber huellas sospechosas por ninguna parte. Cuando ya habéis andado lo que consideráis un trecho suficiente decidís regresar al campamento, posiblemente lleguéis para cuando estén ultimando la reparación del carro volcado la tarde anterior. El camino de vuelta se os hace mucho más corto pues detenéis a seguir posibles rastros o a estar pendientes de las señales.

De pronto, cuando ya divisáis el arroyo y el puente a lo lejos, un sonido os hace erizar el pelo de la nuca. Un sonido que ambos reconocéis al instante...

Robín miró a Murray, ¿de verdad prefería arriesgar la salud de un buen insecto antes que probar algo que podía ser útil? - pero señor Murray... Ese pobre insecto... - no podía acabar la frase, su preocupación por el escarabajo era grande, pero el rostro de aquel hombre rebosaba sabiduría, se mordió el labio inferior con sus incisivos, ¿como podía convencerle? El bien de aquel tranquilo bicho estaba en juego, pero no se le ocurría nada con lo que quejarse de la decisión de aquel mercader.

Sabía que su juventud le haría pensar en buenas ideas que serían rechazadas solo por pensar que un muchacho solo ofrecería locuras, le molestaba, pero cuanto más pensaba en algo con lo que apoyar su idea, y más veía que no poseía un conocimiento firme que la apoyara, más le molestaba.

No sabía si la resistencia de una cuerda o la madera reparada aguantarían la presión, no sabía si contaban con cuerdas que les sobraran para hacerlo, no conocía la fuerza de empuje del insecto, o incluso si tan solo eran capaces de empujar en ves de arrastrar una carga. Ni conocimientos de erudito, ni de técnico o ingeniero.

Picaba en el suelo con su alabarda mientras pensaba. Y más molesto se sentía cada vez que pensaba en sus propios conocimientos, y se percataba de que no podía refutar el hecho de ofrecer una idea sin fundamentos que apoyaran su propuesta. ¡Era un asco! Querer ayudar a aquel insecto, y descubrir que era solo un niño con ideas que no podía comprobar, admitir que su juventud era un lastre en aquella petición, le molestaba con todas sus fuerzas. - ¡¡¡maldición!!! !Robín madura! - se vio obligado a pensar.

Dain confirmó que el puente estaba en buenas condiciones y ahora le tocaba a él examinar el terreno. Con el arco en la mano preparado para usarlo si fuera necesario, caminó junto a su compañero permitiendo que el aire fresco de la mañana llenara sus pulmones y le despejara.

—Es buen muchacho, ¿verdad? —se refería a Robin, quien había demostrado ser un ratón honorable, con un corazón de oro y gran destreza con las armas— Llegará lejos, sin duda.

Examinó el terreno, los terrenos circundantes y el barro del camino. Quentin estaba de buen humor aunque le costara exteriorizarlo a menudo, y en esta ocasión se notaba por la ligereza de sus movimientos y la ligereza con que examinaba los alrededores. Dudo mucho que a esta hora tan temprana haya depredadores cerca, y si hubiera salteadores no se atreverían a pasar toda la noche fuera con este tiempo. Estaremos bien.

—Regresemos, estare... —se detuvo en seco al escuchar ese tenebroso sonido. Era más terrorífico que un trueno cercano o el crepitar del fuego en mitad de la noche. Porque un ulular significaba una bestia de ojos amarillos y garras afiladas como cuchillas que se cernía sobre ti de forma inmisericorde y te devoraba mientras aún estabas vivo. El guardia tragó saliva con dificultad, temeroso de que el simple sonido fuera suficiente para que los localizaran— Dain, escúchame. ¿Lo has oído? No estamos solos.

¿Cómo demonios no lo había visto? Su mentor le habría golpeado con una rama en la cabeza por ser tan descuidado, y ahora se encontraban en una posición comprometida por su ligereza y falta de atención.

—Estaremos bien, conozco a estas bestias* y durante el día cazan menos frecuentemente, así que si regresamos con calma puede que no nos preste atención. Estaremos bien.

El regreso de la exploración estaba siendo más calmado, ya tranquilos por la ausencia de futuros percances apreciables. Dain admiró de nuevo la ingeniería del puente al cruzar por él, y de cómo los maestres consiguieron una estructura tan resistente a pesar de la crecida del río por el deshielo. 

Quentin comentó entre otras cosas el buen hacer de su pupilo, cosa con la que el ratón estaba de acuerdo.

-Sí, tienes razón. Me ha sorprendido gratamente lo bien que se desenvuelve en todos los peligros que estamos teniendo. ¡Y pensar que Gwedolyn creía que esta sería una misión sencilla para la iniciación del zarpatierna! Verás cuando volvamos, y le contemos todo lo que estamos pasand...!- la frase quedó incacabada, porque el ulular le erizó los pelos del lomo. Lo conocía muy bien.*

El rey de los cazadores nocturnos. El que se abalanzaba sobre los ratones sin apenas ruido. El dueño de las zarpas más letales y el pico más desgarrador de cuantos pájaros pretendían a los ratones como presas: El búho.

Se quedó paralizado, asintiendo a la afirmación de Quentin sobre sus hábitos de caza diurnos con apenas un leve movimiento de cabeza. No se atrevía ni a respirar. Los búhos tienen una magnífica vista, y cualquier leve movimiento brusco podría desviar su atención hasta ellos.

Dain apeló al color de su capa y que aún había algo de nieve deshelándose para poder arrebujarse en ella y poder pasar más desapercibido su pelaje castaño, ya que Quentin parecía apañárselas bastante bien.

Buscó un lugar cercano donde esconderse, quizás unas piedras o unos árboles bajo los que guarecerse y pasar disimulados, o permitir que el arco de Quentin disuadiese al animal.

También pensó en el convoy. Si a ellos no los veía, que eran solo dos ratones, sin duda la reunión de comida viviente que representaba, los escarabajos y los mercaderes no le pasaría por alto.

Habría que prevenirles, pero antes... esconderse.

Estás enfadado contigo mismo por no poder demostrar lo que realmente vales. Eres un joven zarpatierna, sí, pero uno dispuesto a darlo todo por los suyos, tanto por sus compañeros de patrulla como por cualquier ratón de bien de los Territorios.

Picas el húmedo suelo con tu alabarda, la cual te recuerda a Baron y como murió sacrificándose, quizá de forma inconsciente, pero tu le recordarías como un héroe que no tuvo miedo de poner su vida en peligro para proteger a los más débiles. Algo en tu interior te dice que quieres ser como él, un valiente defensor, otra parte te dice que aún así se debe ser cauto o no vivirás mucho para seguir haciendo tu importante labor. 

Dain y Quentin, ya habían empezado a dejar de ser simplemente tus superiores, empezabas a verlos como algo más. Tus mentores habían llegado a su grado de veteranía sabiendo cuando actuar o cuando saber retirarse, eso lo tenías claro. Siempre uno puede dar un paso atrás para coger fuerzas y poder luchar por la causa un día más...

En ese instante de instrospección, rodeado de trabajadores dando los últimos remaches al carro, oyes un sonido a lo lejos. Es entonces cuando viene a tu mente un pensamiento.

Dain, Quentin... hará un par de horas que se han marchado... ¿Estarán bien?  

El chucheo de un búho retumba entre los árboles haciendo imposible localizar de donde proviene. Sabéis que se encuentra en algún lugar sobre vuestras cabeza, en alguna rama alta que no alcanzáis a diferenciar. Vuestros músculos se tensan y el gesto se tuerce al recordar encuentros con criaturas así de peligrosas en el pasado.

Quentin haciendo de tripas corazón traga saliva y calma sus pensamientos para actuar desde la cautela y la razón. Dain por su parte se queda paralizado en un principio e intenta buscar refugio de mala manera cerca de un pequeño montículo de sucia nieve que se deshace porosa, dejándole empapado y confundido.

En ese momento se oye un aleteo para pocos segundos después ver como un peso se deja caer desde lo alto hasta una rama mucho más baja. Desde esa posición os observa, con ojos de un intenso color miel, un espécimen imponente.    

Los dos os quedáis helados al ver su imagen. Es un depredador nato y pese a ser de día puede ser tan peligroso como durante la noche. Sabéis que sus garras son letales, su visión le facilita atrapar desde grandes distancia con un mínimo margen de error. En definitiva, por algo se le conoce por algunos sobrenombres como "la muerte alada"...

Veis como la terrorífica criatura comienza a arañar la corteza de la rama sobre la que se sostiene. El ruido es casi tan sobrecogedor como el de su voz retumbando en las copas de los árboles. Desde la altura os observa sin mover más que esos párpados en intervalos que se os hacen una eternidad. 

Dain y Quentin que estaban inspeccionando el puente, tardaban, y un ruido extraño llamó la atención del joven ratón, afinó el oído y el olfato, miró en direección al sonido entrecerrando los ojos, todo intento de saber que ocurría era poco. ¿Tendrían problemas sus superiores?

- ¿ha escuchado eso señor Murray? - dijo aclarando que algo había llamado su atención. Si su ayuda fuera urgente, sabía que de este modo el veterano no le detendría. Tal vez incluso la ayuda posible crecería.

Un búho,... Con razón la naturaleza ratonil de Robín se puso en alerta, como no hacerlo cuando siempre se les había dicho que se escondieran si sentían la mirada de este rapaz en su nuca. En los barracones se contaban tantas historias de terror con estos aves que se erizó el pelaje del muchacho.

- maestre Murray, si no me engaña mi pelo, eso debía ser un... búho - dijo bajando la voz para que no cundiera el pánico, y siguió hablándole en voz baja para que los demás ratones no se asustaran - ¿cree que podría recomendar a sus hombrees descansar en sus carrozas hasta que vuelvan mis mentores? Un búho no caza lo que no ve... - o eso le habían dicho siempre.

Tragando saliva y respirando con fuerza miró al buen hombre - suena cerca del puente, debería ir para ver si necesitan mi ayuda, pero no quiero arriesgar la seguridad de la caravana, puede que si les pide que descansen en el interior de las lonas, estarán más descansados después y no tendrán que temer ser vistos... No conozco demasiado de los búhos más allá de las historias de miedo, pero en todas se dice que tienen una mirada sorprendente...

Su respiración estaba acelerada, pese a que las serpientes eran un temible rival, estaba más acostumbrado a ellas, e incluso las conocía mejor, un búho, era lo opuesto, nunca había visto uno, y sabía más bien poco - le-le... Pa...rece bien que... vaya a ver, uf... Si necesitan a~yuda - se palpaba el miedo en su voz, pero no podía dejarse acobardar, su maestro Vernon el tejedor, le solía decir que hay tres tipos de ratones, los que ante un miedo huyen, los que quedan paralizados, o los que lo enfrentan, Robín esperaba poder ser ese tercer tipo de ratón que tanto mencionaba.

Se habían separado, convirtiéndose en presas fáciles para una Muerte Alada a plena luz del día. El corazón de Quentin latía a toda velocidad pero al menos había conseguido un buen lugar donde esconderse, sin embargo, Dain no tuvo tanta suerte. Desde su posición, vio cómo el montoncito de nieve no era lo suficientemente bueno como escondite para mantenerlo oculto a ojos de una bestia como aquella. 

Piensa, Quen, piensa. Si seguimos por el camino a plena vista seguro que nos atrapa. ¿O a lo mejor...? Cabía la posibilidad de que estuviera repleto o que ya hubiera cazado para alimentar a sus vástagos. Tendría que echarle un vistazo. Había estudiado a esos grandes cazadores para ser un mejor Guardia, y podía intentar adivinar sus intenciones por sus gestos y su postura. Tragando saliva, inquieto por el desagradable sonido de sus garras sobre la madera, se asomó ligeramente.

En la vida de todo ratón soldado siempre hay un momento en que se enfrentará a sus depredadores. Éste era el momento de Dain y Quentin.

Hasta entonces, los búhos siempre habían estado convenientemente a distancia. Ahora corrían el riesgo de ser atacados. ¿Y qué hacía Dain? Intentar esconderse en el lugar menos adecuado.

Se dio una palmada en la frente, recordándose que esas tonterías no son dignas de un Capitán de la Guardia, y se juró a sí mismo centrarse.

Miró a su vez al animal, tan imponente como amenazador. Sus garras rascando en la rama del árbol no presagiaban nada bueno, recordaban al modo de coger impulso de otros animales, antes de su gran carrera. En el búho, parecía cuestión de instantes que se abalanzase sobre ellos. Los había visto ya, y esconderse no servía de nada.

-Nos ha visto, Quentin. Y creo que tiene hambre... ¡Prepárate para repeler el ataque! -con flechas y su espada, quizás pudiesen herirlo hasta disuadirle de regresar. 

Dain no quería llamar la atención del animal sobre los demás ratones, pero los dos solos no iban a poder hacer demasiado. Según cómo actuase el animal, quizás uno o los dos podrían correr a pedir ayuda a Robin y los mercaderes, si la cosa se ponía fea. Pero solo siendo imprescindible.

Desenvainó su espada, observando el más mínimo movimiento del predador hacia ellos.

Quentin, en un principio algo más calmado que su compañero, se toma la molestia de observar al mortal depredador. Pero no hay mucho que le indique que es lo que pretende hacer. Lo que si sabe es que le inquieta, pues no sabe si de pronto pueden ser atacados o si simplemente está jugando con ellos. 

A los depredadores a veces les gusta jugar con sus presas. Sobretodo cuando saben que son claramente superiores o juegan con ventaja. Es un juego macabro donde los ratones son sólo peones que se pueden mangonear cruelmente a su antojo. A Quentin le vienen pensamientos oscuros a la mente... los búhos pese a ser seres salvajes tienen cierto grado de inteligencia y pueden ser retorcidos si lo desean, o al menos eso puede arecer a ojos de un ratón. 

Oscurecido en sus pensamientos lanza una mirada de soslayo a su compañero y ahora jefe de patrulla. Quizá buscando a alguien que le aconseje o le secunde en sus pesquisas. Quentin cree que pueda estar defendiendo el nido o protegiendo su territorio de caza...

De pronto vuelve a sonar ese canto, pero desde otro lugar, en los árboles. Tanto vosotros como el ser que os acecha os giráis para ver de donde procede, pero no veis nada, por ahora. Y de nuevo volvéis a cruzar vuestras miradas en una tensión aún mayor...

Dain por su parte, nervioso y calado hasta los huesos se toma un segundo para dejar de oír su corazón retumbar como un tambor de guerra. Cuidadosamente se limpia los anteojos con lo poco que queda limpio de su capa y de las coloca, para observar a aquel ser que los mira impérterrito. 

La tensión hace caer una gota de sudor por su hocico mientras se concentra en estudiar cada ligero movimiento del animal, intentando recordar lo leído o visto anteriormente...

Entonces recuerda algo... Los búhos presentaban ese comportamiento para marcar su territorio en momentos de apareamiento. En los cuales no podían perder tiempo en la caza. Su prioridad era la de procrear, las presas podrían esperar un día más... Y ese sonido, ese canto, era característico para llamar a las hembras. Lo que significaba que de un momento a otro podrían presentarse uno o más de esos cazadores con alas.

Por tercera vez vuelve a sonar ese canto, pero está vez más cerca...