Partida Rol por web

Música

Murray y tu os miráis durante un segundo, el ve la preocupación en tu rostro y te hace un gesto para que te marches cuanto antes. 

Sin demorarte ni un segundo comienzas a correr en dirección al puente. Los trabajadores y porteadores se quedan un poco parados y confusos, no saben que es lo que está ocurriendo. Apenas oyes a Murray gritando desde lo lejos - ¡Corre! ¡no te preocupes por nosotros joven guardián, estaremos bien!

Comienzas a correr sobre el puente, te trastabillas con una piedra algo suelta, pero de nuevo consigues estabilizarte y seguir adelante. La alabarda pesa mucho y no te acostumbras a como está equilibrada respecto a tu lanza, mucho más ligera y certera. Baron debía tener buenos músculos para usarla con soltura, piensas... aunque de poco le valió frente a aquel poderoso rival.

Aferrando tus zarpas con fuerza a la que ahora era tu arma, lo que debía ser una extensión de tu propio cuerpo, corres preocupado por lo que pueda llegar a suceder. 

De pronto oyes otra vez ese sonido, pero está vez mucho más cerca... tan cerca que no te das cuenta que viene justo de tu posición pero sobre tu cabeza. Una reconocible sombra recorre el suelo y cuando miras hacia arriba quedas paralizado por la visión de una terrorífica figura cortando el viento.  

Cuando consigues reponerte del susto te palpas de forma algo ridícula, si alguien estuviera allí para observarte claro está, y ver que sigues de una pieza. 

El terror de los cielos se aleja siguiendo el sendero a una altura sin perderle de vista, para luego alzarse y perderse en las copas de los arboles. Entonces, a lo lejos, cuando tu vista se posa de nuevo en el camino, logras vislumbrar a dos ratones que crees poder reconocer como tus mentores. Están de espaldas pero crees reconocer el color de sus capas desde la lejanía...

Procurando no llamar la atención de los búhos, el joven ratón se acerca a sus mentores con cierta prisa, pero buscando el cobijo de cada piedra a su paso. Aquella sombra, pese a ser la primera vez que se veía obligado a verla, fue realmente aterradora, si estaban juntos tal vez lograran verse con más volumen y aquel monstruo se lo pensara dos veces.

Tenía que acercarse sin hacer más ruido del leve golpear de su alabarda en el suelo de vez en cuando, esperando no asustar a sus mentores según se acercaba, buscar el cobijo de las piedras se transformó en su principal forma de acercamiento. Pronto les alcanzaría, pero quería ir con un cuidado considerable, parecían no estar en combate, por ello reunirse y retirarse con cautela sería lo más inteligente.

No parecía que estuviera buscando una presa, pero su postura corporal dejaba claro que estaba atento a los alrededores, inquieto. ¿O inquieta? Desde su posición no sabía distinguir si era macho o hembra, aunque a efectos prácticos no significaba mucha diferencia: sus garras eran igualmente afiladas.

Otro canto, más cerca. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no había prestado atención a si era similar al anterior. ¿Habría más de uno? Si era así, separarse sería contraproducente porque simplemente podrían repartirse; pero si sólo era uno…

Con un movimiento de la mano llamó la atención de su compañero, tan agitado como él. ¿A cuántos peligros no se habían enfrentado juntos? ¿Cuánta sangre, sudor y lágrimas habían derramado en misiones y en el campo de batalla? No recordaba haberse encontrado en una situación como aquella antes y tenía claro que un enfrentamiento en campo abierto contra un búho era una muerte segura.

Y Quentin no pensaba morir ese día.

Hay que marcharse de aquí gesticuló a su compañero. Unió las manos, indicando que debían correr juntos, y paso la mano por encima de su cabeza. Bajo los arbustos, aunque eso su compañero lo sabía de sobra.

Levantó su mano para indicar una cuenta atrás, a no ser que Dain tuviera una idea mejor.

Música

Dubitativos, lucháis internamente entre la idea de esconderos o esperar. Pero Quentin decide que esperar, pudiendo haber un segundo búho acechando era demasiado arriesgado. Casi tirando de Dain, que está paralizado por la tensión, intenta meterlo entre unos matorrales para aguardar seguros.

Pero en cuanto los ratones hacen el más mínimo movimiento de escapar para esconderse, el búho despliega sus alas y se lanza sobre la pareja de guardianes. La maniobra les ha salido mal...

La temible criatura planea sobre sus cabezas con las afiladas zarpas en ristre. Un solo zarpazo de esos podía ser fatal para un ratón por muy avezado luchador o guardián que fuera.

Robin llega a la escena tarde para poder ayudarles, apenas por unas zancadas... quizá si hubiera corrido más, piensa arrepintiéndose quizá de no haber tomado la decisión correcta. Pero el tampoco podía saber como iban a reaccionar sus superiores. Su táctica era acercarse agazapado, esperando que ellos dos ganaran algo de tiempo, pero no fue así...

El zarpatierna ve la escena a pocos metros de distancia, incapaz de interponer su alabarda entre la fiera criatura y los suyos.

A Dain le estaba sentando el búho como nunca pensó que haría. Normalmente tendría que tener la cabeza más fría, pensar las cosas, pero quizás por la sorpresa, quizás por el lugar, el ratón estaba más despistado que nunca.

"¡Pero no es momento de perder la cabeza!" se dijo a sí mismo. Menos mal que Quentin sí estaba inspirado, y trató de ayudarle llevándolo a refugio.

Por maldita mala suerte, el búho sí está decidido a tener comida, y les ataca. El aleteo hiela aún más la sangre del guardián, que cierra los ojos un instante que parece infinito. 

Pero ellos no son unos ratones cualquiera. Ellos son guardianes, y van armados... ¡El búho no sabe con quién se ha metido!

-¡Quentin, le atacaremos! -resolvió por fin el roedor. Ya estaba de nuevo en marcha. 

Quentin tenía la primera oportunidad de disuadir sus intenciones hiriéndolo con sus flechas, pero aún así Dain decidió prepararse para plantarle cara, esgrimiendo su espada.

A lo lejos, más movimiento captó su atención, y se dio cuenta que Robin también estaba cerca, aunque moviéndose con cautela.

Los dados habían jugado en su contra y en cuanto se pusieron en marcha, aquella monstruosidad alada se abalanzó sobre ellos. Cabeza gacha, mirada fija, garras abiertas y afiladas: no había que ser el más listo del pueblo para saber que si no reaccionaban rápidamente, acabarían destripados en medio del camino. Además, Robin estaba allí: el zarpatierna seguramente se habría olido que algo no iba bien y había ido en su busca. Buen chico.

Dain despertó de su letargo en el mejor de los momentos. Tenía razón, no podían seguir escapando, debían luchar, debían vender cara su piel. Demostrar que los ratones no eran simples presas. Por ellos, por su pueblo. Por Baron.

Quentin se detuvo en seco y con un rápido movimiento sacó una flecha de su carcaj. Dos dedos eran suficientes para cogerla, usando el tercero para sujetarla firmemente en la cuerda de su arco. Un arco que le había salvado la vida en decenas de ocasiones, que se había manchado de sangre de serpiente y que ahora sería la diferencia entre vivir o morir. Estiró hasta tensarlo, a medida que los segundos avanzaban inmisericordemente, aumentando de tamaño a cada aleteo el búho que se cernía sobre ellos. Un poco más... acércate un poco más... monstruo.

Entonces, liberó la flecha, que voló recta y poderosamente hasta su depredador.

Vio como aquel enorme monstruo les atacaba sin venir a cuento, pero pensó en el que le había sobrevolado, escondido tras la roca más cercana les avisó - vigilad hay otro cerca, si no os ha atacado antes, ¿no querrá presumir? ¿O se aburre y está jugando? Tendríamos que mantenernos juntos y ser cautelosos ¿no? Si vamos juntos verá una presa más grande y se lo pensará dos veces...

Por algo se viajaba en grupos se suponía, para aparentar más grandes ante algunos depredadores o menos "fáciles". No sabía más que las enseñanzas del barracón, pero intentaba tenerlas siempre presentes.

El búho se lanza directo a Dain cuando Quentin, como un resorte, saca su arco y dispara una flecha al pecho del animal. El rapaz recibe el impacto directamente, emitiendo un agudo chillido. El flechazo le desestabiliza y comienza a dar vueltas sobre si mismo. Una maraña de alas y plumas se estremece para remontar el vuelo poco antes de impactar contra el suelo.

De nuevo otro chillido pero esta vez se oye mucho más lejos cerca de las ramas. Es otro de esos búhos asesinos. Pero parece que por ahora no va a atacar. El que recibe el disparo comienza a remontar el vuelo hasta que se pierde entre las copas, dejando caer gotas de sangre que caen cerca de donde estáis. 

No sabéis si esa flecha ha sido suficiente para causarle una herida mortal, pero seguramente se lo piense dos veces antes de volver a intentar un ataque así contra vosotros...

Entonces, los dos veteranos recordáis que Robin acaba de llegar. Posiblemente había oído el ulular de esos depredadores y vino para ver por que tardabais tanto o si quizá estabais en peligro. Al parecer había acertado con su intuición.

En lo alto de los arboles seguís oyendo el sonido característico de esas criaturas. No sabéis si pueden volver a atacaros, aunque al menos uno de ellos, si lo hiciera sería a costa de su propia vida. Con esa herida sangrante sería muy complicado presentaros batalla. El problema era quizá su amigo o compañero... ese segundo búho podría querer vengarse. Os colocáis espalda con espalda para no perder de vista un sólo palmo de ese cielo que apenas se ve entre las ramas y el follaje.

De pronto, mientras aguardáis tensos y con las armas listas para un último asalto, oís otro sonido. El sonido de las carretas recorriendo el puente de piedra. El convoy se acerca a vuestra posición...      

El chillido de dolor del búho fue tremendamente satisfactorio para el arquero, que colocó rápidamente otro proyectil en la cuerda del arco dispuesto a vender cara su piel. El aleteo indicó que había más depredadores entre los árboles, quizás clamando venganza, quizás sólo intentando ayudar a su compañero herido. ¿Tenían esas bestias sentimientos de comunidad como tenían los ratones? ¿O eran simples devoradores alados con la inteligencia suficiente como para ser malvados y retorcidos?*

—Los carros —susurró a sus compañeros. Le gustaba estar con ellos, espalda con espalda, como un equipo unido. Casi podía escuchar los latidos de sus pequeños corazones latiendo al unísono— Hay que avisarlos, alguien tiene que correr hacia ellos e impedir que salgan a camino abierto. Yo puedo cubriros con el arco si vienen a por más. 

Si por él fuera, Quentin correría con todas sus fuerzas para avisar a Murray y los suyos, pero estratégicamente hablando era poco práctico: él era quien manejaba mejor el arco de los tres. Sólo quedaba que Dain decidiera qué hacer.

-¡¡Bien hecho, Quentin!! -el entusiasmo del ratón por la victoria en el primer envite se congeló en el momento en que otro aleteo fue captado por sus finos oídos.

No estaba solo, ciertamente, y ahora eran los carros de los mercaderes los que se acercaban a campo abierto. No convenía en absoluto gritar para alertarlos, pues del mismo modo alertarían al nuevo búho, si no lo habían hecho ya.

-¡Tenemos que avisarles, han de detenerse! Quentin, es mejor que tú te quedes, pues con tus flechas nos protegerás. También Robin con su lanza, que es un arma a distancia. Mi espada contra esos búhos poco puede hacer. Correré yo a avisarles, procurando tener cuidado. ¡Cubridme las espaldas, amigos!

Le pareció el modo más sensato de actuar, apelando a su creencia de que la razón es lo mejor a la hora de actuar. La espada es un arma formidable, pero en distancias cortas. Un búho volador que los atacase desde el cielo es un enemigo difícil ante el arma que Dain portaba. 

Por suerte eran un equipo variado y bien avenido, seguro que Quentin y Robin sabrían mantener a raya a los búhos.

Pensó en cómo alertar a los mercaderes, buscando escondrijos probables a su paso antes de comenzar a correr veloz como un rayo.

¿Hablaba en serio? - seque hace poco que he dejado los barracones, pero ¿no dicen todos los maestros que correr nunca es buena opción? También dicen que contra depredadores, hacer grupos más grandes les hace pensárselo dos veces... Y tranquilo, Murray sabe que hay búhos, se lo dije yo, antes de venir. Espalda a espalda quedo pero correr solo lo hacen las presas...

Robín con sus enseñanzas tan recientes recién salido de los barracones, no iba a llevar la contraria al líder de escuadrón, pese a ver que decía lo opuesto a lo que le habían enseñado, ¿sería una prueba para ver si estaba atento? O tal vez la adrenalina le jugaba una mala pasada?

-¿Murray lo sabe? -esa noticia cogió desprevenido a Dain, que no se lo imaginaba al escuchar cómo avanzaban sus carros-. A pesar de los búhos aún así avanza... ¡es una locura! Ya cruzan el puente, en nada estarán aquí. Entonces de poco vale que les avise, si desoyeron tu advertencia. Pero hemos de evitar que salgan a campo abierto. Correr para huir de un depredador no es malo, si procuras hacerlo cuando él no te ve. Atraer su atención sí es lo peligroso. Y un convoy como el nuestro sería un festín para cualquier búho. 

Podemos crear alguna distracción que les haga olvidarse de nosotros por un tiempo. Si conociésemos mejor el terreno, podríamos usar señuelos, pero eso es inviable al no tener tiempo de buscar escondrijos seguros cuando el búho ataque. -la inquieta cabeza del ratón seguía maquinando cosas a la espera de saber si eran atacados o no.

Decidió arriesgarse a correr hacia los carros que avanzaban, tal y como pensó al principio. Tendría a dos guardianes cubriéndole, y podrían así evitar concentrar en los mercaderes la atención de los búhos. Esperar los tres el ataque en un solo punto mientras los carros avanzaban no le parecía sensato, yendo los mercaderes desarmados.

Tenía que frenarlos.

Música

Los tres estáis en guardia, espalda con espalda, buscando el menor movimiento entre las ramas para defenderos. Pero el sonido de los carros, pasando sobre el puente de piedra crea un punto de inflexión en el tenso silencio. 

Dain, como líder de la patrulla, toma una rápida decisión desoyendo el consejo del zarpatierna. Poner en risego la vida de todos aquellos ratones del convoy no entraba dentro de sus planes y aún a costa de poner la suya en riesgo, corre para advertirles del peligro que acechaba en los cielos.

Pese a que uno de los depredadores estaba herido y posiblemente no volviera a atacar, había un segundo, escondido en algún lugar y sin hacer ruido. Solo los pasos de Dain, sobre el barro seco, se oyen mientras se aleja...

Quentin y Robin agudizan el oído poniendo sus grandes orejas bien abiertas. Olisquean el aire haciendo vibrara sus bigotes en busca de alguna pista, todo ello sin olvidar tener sus armas listas para un segundo asalto...

Los carros se acercan cada vez más a la posición del primer ataque. Dain corre todo lo que puede esperando que si se le abalanzaban por la espalda, Quentin pueda soltar una flecha tan certera como la anterior. Pero aún así sabe que se la juega mucho, que está prácticamente vendido si el animal le decide atacar a él en vez de a sus dos compañeros.

Cuando por fin llega hasta los carros, casi sin aliento, alza la mano para detenerles el paso y avisarles. Pero antes de que pueda pronunciar palabra desde detrás del convoy hace su aparición el segundo de los terribles búhos.

Efecto de sonido

Con una fuerza descomunal el animal comienza a batir sus alas con tal fuerza que levanta una corriente de viento. Apenas levanta polvo del camino por que las lluvias lo habían dejado todo embarrado y este luego se había endurecido como en una corteza. Este cúmulo de casualidades os permite evitar que todos quedéis cegados, cosa que probablemente es lo que pretenda.

Los carros además de ser empujados por el viento desde su parte trasera son azuzados por los conductores. Los escarabajos hacen todo el esfuerzo que les es posible para aligerar la marcha, pero no dejan de ser carros de tiro. Dain, que apenas se sostiene en pie por la fuerza del viento, se pone un brazo delante para evitar que este impacte en su rostro y solo deja parte de sus ojos por encima para ver que es lo que sucede.

Quentin y Robin son testigos de la escena desde una distancia considerable y no pueden hacer nada para ayudarles por ahora. 

Murray que va a la cabeza del convoy manejando el primer carro, le grita algo a Dain que apenas consigue oír con claridad. Le pasa de largo y se dirige hacia delante en el camino, en la dirección donde se encuentran los otros dos guardianes en la distancia.

El búho sigue aleteando con fuerza como si su intención fuera arrancar las lonas de cuajo y hacer volar todas las mercancías en un remolino de caos y destrucción. Por suerte solo consigue hacer que los carros se balanceen sin llegar a perder del todo el equilibrio para volcar mientras se alejan cada vez más en una huída hacia delante.

El viento que levanta apenas te deja oir lo que dice Murray - ¡Vámonos de aquí! ¡Súbete a uno de los carros y salgamos pitando! grita con todas sus fuerzas para que puedas entenderle.

Los carros comienzan a pasarte de largo uno a uno y el búho sigue agitando fuertemente sus alas desde la parte trasera del convoy.

Veis como los carros, pese a estar lejos comienzan a acercarse con un "viento de cola" que les hace apresurarse y coger cierta velocidad. Dain que empieza a ser rebasado por los primeros carros, está plantado apunto de decidir que hacer.

¡Lo de Murray es demencial! -pensaba Dain mientras corría hacia el convoy. Desoyendo las advertencias de Robin, avanzaban hacia una muerte casi segura, y ahora le hacían arriesgarse a él, además del peligro de atraer al segundo búho con su movimiento hacia ellos.

Pero no podía hacer otra cosa que pararlos, se decía el ratón.

Tarde.

El búho ya estaba allí. Su aleteo le puso los pelos de punta al guardián. De nuevo un gran predador se disponía a atacarlos, y confió en que sus amigos Robin y Quentin estarían al tanto de su desgracia cubriéndole, tal y como les pidió. Sus armas a distancia en este caso eran providenciales.

-Quizás sea una locura, pero trataré de mantener al ave ocupada. ¡Seguid avanzando! -le gritó al mercader. Distrayendo al búho podrían avanzar con mayor rapidez al no aletear en su contra. También ganaría tiempo para que Robin y Quentin se acercasen a ayudarle, y serían tres contra el animal.

-¡Vamos, bicho! ¡Ven a por mí! -le gritó al tremendo animal sacando su espada y ayudándose de ella para anclarse al suelo a pesar de los aleteos del búho.

Si doy la vida, que sea salvando a alguien-pensó, refiriéndose a los mercaderes. No hay mayor honor en la Guardia que morir cumpliendo su deber. Ellos tenían que escapar. Ojalá no haya cometido una tontería.

Veis como Dain deja pasar el convoy y se queda para encarar al búho. Clava su espada en el suelo para ir avanzando hacia él, pero el aire lo tira rondando por los suelos.

Bien, Murray, bien. El capataz estaba demostrando tener una gran capacidad de autocontrol para mantener la sangre fría de su equipo y los escarabajos ante tamaña amenaza. Un ratón con menos temple habría saltado del carro y habría puesto pies en polvorosa. Pero ahí estaban él y los suyos, imprimiendo cada vez más velocidad para poner tierra entre ellos y aquella monstruosa lechuza de plumaje blanco como la nieve.

—Maldito monstruo —masculló, entrecerrando los ojos para protegerse del viento. Notaba cómo su capa de color carmesí se agitaba violentamente, amenazando con salir volando de un momento a otro, y frunció el ceño. De nada serviría usar su arco en ese momento. Lo sabe. Ese bastardo alado lo sabe porque ha visto lo que le hemos hecho al otro y quiere evitar correr la misma suerte— Debemos ayudarles, Robin. Si esa lechuza cae ahora sobre Dain estará vendido.  ¡Corre!

Ya sabían dónde se encontraba el depredador, así que sólo tenían que ser quienes se interpusieran entre él y el convoy. Y de paso, salvar a Dain.

Robín se puso firme, preferiría no luchar contra esa cosa, no sabía nada de búhos, pero ni de broma dejaría de lado a sus mentores. Acompañando a Quentin y utilizando su alabarda como pértiga de apoyo comenzó a acercarse con calma pero sin demora, lo mejor sería subir a los carros y vigilar las espaldas de los mismos, pero ante lo que el creyera iba la sabiduría de sus maestros.

Música

Dain con ese vendaval sale rodando por el suelo. Su espada se queda clavada a muchos pies de distancia y le cuesta ponerse en pie. El revolcón que se lleva y el aire le dejan totalmente exhausto. Resistir ese viento no era tarea fácil. Lo que tenían que hacer ahora mismo era ganar tiempo para que el convoy siguiera hacia delante en dirección a Sprucetuck que apenas estaría a unas horas de distancia.

Quentin y Robin corren para ayudar al líder de su patrulla, a su compañero, a su amigo. Se cruzan con el convoy que va todo lo rápido que puede con Murray al frente de todos. al verles pasar veis como los ratones se esfuerzan en tirar de las cuerdas que sostienen las lonas de los carros. Perder la mercancía en una situación así significaba la muerte si se quedaban o la ruina si lo dejaban desperdigado por el camino.

- ¡Vámonos de aquí! Subid a los carros. Esa criatura no nos quiere en su bosque y nosotros tampoco queremos quedarnos más tiempo aquí. grita el maestre con años de experiencia en los caminos. No tenéis nada que hacer contra un monstruo como ese !Huid!

Los carros comienzan a pasar de largo a los dos guardianes.  Al frente se encuentra Dain que apenas se sostiene en pie sin su arma. No tiene nada que hacer contra esa lechuza de blanco plumaje y mucho menos solo y desarmado. 

En frente de vosotros tenéis la decisión de si vale la pena o no enfrentar a tal criatura o es mejor retirarse. Lo que si tenéis claro es que no vais a subiros a los carros para dejarle tirado.