Partida Rol por web

Quentin intentaba desesperadamente llegar a donde el destino no quería que alcanzase. El valiente ratón lo intentaba a pesar de todas las dificultades... Y en esto surgió el milagro. Esos tablones que alguien les tiraba... ¿Robin? -pensó Dain. Quizás el muchacho había llegado a tiempo de ver su desesperada situación.

Sea quien fuere, les estaba salvando la vida.

-¡Sí, agarráos a los tablones! -conminó Dain a los demás ratones. Los guardianes aún tenían fuerzas, y aunque no fuese así, ellos serían los últimos en refugiarse o salvarse siempre. La gente común siempre sería su prioridad.

Como Sadie parecía encargarse ya de los otrora prisioneros, Dain trató de nadar hacia Quentin, para ayudarlo en sus esfuerzos. Quizás entre los dos pudiesen hacer algo mejor, tal vez aupándole... Las fuerzas flaqueaban, pero el ánimo aún era fuerte.

Justo antes de abrir la puerta que hay a tu izquierda sientes que detrás de ella suena el agua muy fuerte. Abres la puerta y te encuentras con una sala algo extraña. Al fondo ves un gran arco desde donde puedes ver que más allá hay una gran sala. El ruido del agua cayendo es tan atronador que no te deja ni oír tus propios pensamientos.

A tu derecha hay una manivela unida a una cadena de hierro. No tienes ni idea de para que sirve...

Te acercas un poco más al arco y te das cuenta de que hay un borde muy alto desde el que te puedes caer si no vad con cuidado. Te asomas con mucho cuidado y vuelves a ver la sala dónde están tus compañeros.

Ves como se esfuerzan en salir a flote pues el agua que está cayendo por las 4 esclusas en forma de cascada, está haciendo que el nivel del agua suba peligrosamente.

Puedes ver como los tablones que lanzaste están siendo de utilidad. Sadie, esta ayudando a unos ratones desconocidos para ti a que no se ahoguen. Por desgracia otros no pueden resistir y se hunden en el agua para no volver a salir...

La situación es dramática, están muriendo ahí abajo y no sabes que hacer...

El nivel del agua sigue subiendo, cada vez más. Tres de los ratones que habíais liberado se hunden sin poder resistir más. No hay suficientes tablones para todos. Todavía hay 4 que se sujetan y otros 4 que intentan mantenerse a flote turnándose tal y como les dice Sadie.

Pero ninguno de los 3 guardianes las tenéis todas con vosotros. Las fuerzas os abandonan y cada vez os cuesta más manteneros a flote. Si esto sigue así por mucho tiempo todos moriréis ahogados...

Pero de pronto veis un rayo de esperanza. Mientras intentáis levantar la cabeza para no hundirnos veis como hay un ratón que os es muy familiar asomado al borde del arco por el que Jerome, el ahora jefe de los bandidos, se había marchado. Esa misma abertura desde la que accionó las esclusas.

Por desgracia el atronador ruido del agua cayendo por las 4 compuertas impide comunicaros con él por mucho que gritéis.

Ahí estaba la salvación y el pobre Robin que se da cuenta de vuestra dramática situación, no tiene ni idea de como ayudaros.

(Post duplicado más abajo)

El nivel crecía a una velocidad desmedida y, a su alrededor, aquellos a quienes habían salvado iban despareciendo bajo las aguas con una cadencia terrorífica. ¿Había servido de algo que les salvaran? Aún más, ¿al estar ellos allí, no habían acelerado su muerte? No, estaban condenados de todas formas. Aunque morir ahogado era un final que Quentin no desearía ni a su peor enemigo...

Pero no podía distraerse. Debía seguir nadando a toda velocidad, ignorando el dolor de sus brazos por luchar contra la corriente. Sin embargo, quiso la Providencia que Robin apareciera al fin. Su joven pupilo había encontrado la forma de llegar hasta ellos, pero el estruendo le impedía hacerse escuchar, y cada vez que abría la boca para gritar, agua entraba a borbotones, amenazando con anegarle los pulmones.

Finalmente, de una patada consiguió asirse a una piedra y gritar a pleno pulmón.

—¡LA MANIVELA! —bramó, señalando con el dedo donde quería que mirase el zarpatierna— ¡Gira la manivela!

El joven ratón exhausto pero no abatido, se edificio a la manivela, apoyándose en ella para hacerla girar, si viera por un instante que la movía en dirección errónea, la movería en la rotación opuesta. Casi preferiría estar en el agua, nadando, su pelaje tal vez se lo agradecería. Pero habían muchas cosas más importantes, y esas eran en ese instante, salvar a cuantos ratones pudiera.

Le alivió ver que las cuatro maderas lanzadas eran de utilidad, y mientras manejaba la nueva situación, su aliento salía con cansancio, pese a que no estaba realmente agotado, las leves heridas de su pelaje no le permitían pensar demasiado, solo podía seguir su objetivo más arraigado, ayudar a quien podía.

Sadie vio con impotencia como el agua se tragaba a varios prisioneros, a ella misma no le quedaban fuerzas para seguir luchando, pero se obligó a mantener la compostura. -¡Vamos!- gritó por encima del agua, dando manotazos para mantenerse a flote. -¡Ahora, el relevo. Sin miedo, nadad! - La aparición de Robin fue como la gloriosa aparición de un ángel. Estaban salvados. Medio desfallecida, se atrevió a apoyar una pata en uno de los maderos para no hundirse, mientras esperaba que el nivel del agua parase de incrementarse. Pensó en Isaac... Si el zarpatierna estaba allí, ¿quería decir que su amigo estaba bien? Eso deseaba, con todo su corazón. 

Agua... Agua...Dain solo veía eso. Solo respiraba eso. La sensación era tan agobiante que le asustaba. Pero jamás un Guardián iba a dejar de usar la cabeza y su coraje para salir de una situación así.

Pateaba intentando nadar hacia los ratones que flotaban torpemente, ayudándoles con los tablones. Algunos se habían ahogado, y la visión de sus cuerpos inertes eran una punzada de dolor de la que tardaría en recuperarse. Quizás no actuaron bien al precipitar las cosas... Aunque pensó por un segudo que aún dentro de esa cueva, habían muerto luchando por su libertad. Eso sí era valiente.

-¡Robin! -masculló, confirmando su presagio anterior -Bendito muchacho, ¡tiene el don de la oportunidad!

Ahora sí había luz en el final de la pesadilla.

Robin, acatando las órdenes de su maestro, comienza a girar la manivela todo lo rápido que puede. A medida que va dando vueltas, las esclusas se van cerrado una tras otra, progresivamente.

Finalmente todas ellas quedan selladas. El flujo del agua se corta y rápidamente desciende el nivel. Los ratónes ahogados son llevados por la corriente sin que podáis hacer nada. Demasiado tenéis con evitar que la corriente os arrastre por los sumideros.

Poco a poco comenzáis a hacer pie evitando caer en las piscinas que se forman entre las pasarelas.

Ocho de los doce ratones cautivos han conseguido sobrevivir. Las pérdidas siguen siendo algo que pesará sobre vuestras conciencias, pero intentáis ver el lado positivo. Esas ocho vidas que habéis salvado de ser esclavizadas...

Robin os mira desde lo alto de la abertura . El atronador sonido del agua cayendo había desaparecido por completo. Al contrario, ahora un eco tremendo os permite hablar pese a la distancia.

Los rastrillos siguen cerrados, pero pueden abrirse desde fuera. Robin puede hacerlo si consigue bajar las escaleras hasta el otro lado de la sala...

Los ratones liberados apenan la muerte de los suyos, pero también os agradecen haberles liberado y salvado de abogarse.

Esclusas cerradas, y ahora? Escaleras... (¿Mami aun no puedo dormir un rato?) el joven ratón sale corriendo de la sala, tomando las escaleras, apoyándose de vez en cuando en su propia alabarda para tomar un poco de aire.

Serán esas escaleras las que unan al grupo, o estará tomando otra ruta desconocida... El sudor cae por su rostro agotado, y escuece al inundar uno de sus ojos, solo queriendo tumbarse en una cama no llega a entender como se ha metido repartiendo el correo en una misión tan sumamente compleja.

Escalón a escalón piensa, un zarpatierna tan solo, y ya ha perdido a un compañero y se ha metido en una entramada tarea de titanes, ha enfrentado búhos y conocido a decenas de personas. ¡Por lo menos quiere una capa de dos o tres colores! O acaso todos los zarpatierna pasan por todo eso? Si las instrucciones de sus mentores había sido la mitad de lo que estaba viviendo él, no le extrañaba que no hubieran muchos guardianes, para tamañas tareas se necesitaba realmente desear ser de la guardia...

Dain, sacando fuerza de flaqueza consigue caminar hacia alguno de los ratones supervivientes, para cerciorarse de que está bien antes de ayudar a otro. Les ayuda a incorporarse, antes incluso de tomar aliento él mismo. Eso hace que al dirigirse a Robin su voz siga sonando jadeante y compungida.

-¡Robin, muchacho!... ¡nos has salvado! -¡qué ganas tenía de poder descansar un poco y restablecer sus heridas! Pero todavía quedaba salir de aquel laberinto, y cuidar de los supervivientes.

-Vamos... ¡Ánimo! ¡Queda... un último esfuerzo! -dijo a todos, intentando mantenerse en piel tras un nuevo resbalón en la piedra mojada. Sus garras no tenían mucha fuerza en ese momento, a pesar de su voluntad.

Esperó a que Robin pudiese abrir los rastrillos para abrazar al chico. Temió por su vida en el momento en que se separaron, pero demostró con creces saber valerse solo. Y por él estaban vivos, nada menos.

De zarpatierna solo le quedaba ya el nombre. ¡Y no por mucho tiempo!

La corriente le arrastró en cuanto pudo gritar, así que no supo que su joven pupilo había conseguido localizar la manivela y accionarla hasta que no notó cómo el nivel del agua descendía bruscamente. Estaba agotado, como cuando entrenaba en el río para fortalecer los músculos hasta que prácticamente se desmayaba del puro cansancio. Solo que ahora no tenía la tranquilidad de saber que había una cuerda atada a su cintura.

Jadeando, trastabilló hasta caer de rodillas en piedra firme, vomitando un poco del agua que había tragado. Sabía y olía a ciénaga, y se preguntó si no habría ingerido excrementos y otras inmundicias también. Su lado más científico le exigía que no pensara en ello.

—Robin —dijo, con un hilo de voz, llamando al zarpatierna. Cuando éste se aproximó a él, se incorporó, y le miró con una expresión emocionada en el rostro— Has vuelto, muchacho. Y nos has salvado la vida.

Mientras observaba cómo intentaba llegar hasta ellos, le explicó la situación.

—Hay que ayudar a esta gente. Son prisioneros, esclavos del segundo al mando de Tuk. ¿Recuerdas ese grandote, el matón que vimos en la posada? Él es el responsable de todo esto. Debemos salir de aquí, informar a las autoridades para que derriben este lugar y pongan su cara por toda la ciudad. No volverá a pisar Sprucetuck.

Rish, rish, rish, rastrillos arriba y sus superiores por fin al frente.

El pelaje del joven Robín estaba algo chamuscado, algunas quemaduras que llegaban a su piel y el cansancio en sus ojos.

- se perfectamente quien es Jeromé, nos hemos visto las caras hace bien poco, antes de que prendiera fuego al nido de las salamandras...

Si, el choque de sus armas pese a escueto, había sido intenso - algunos de los suyos cayeron en esos instantes, y muchas salamandras también lamentablemente...

Aun se apoyaba en su alabarda, cansado de su periplo - y tranquila - le dijo a Sadie - le puse a salvo.

Robin abre los rastrillos y os reunís de nuevo. Parece que no os habéis visto en horas o incluso días. Las situaciones que os han llevado al límite de vuestras fuerzas hacen que el tiempo haya corrido muy despacio.

Los ratones supervivientes apenas se tienen en pie. Entre el lamentable estado en que los mantenían cautivos y el esfuerzo titánico de nadar para no ahogarse, les había sobrepasado.

Mientras habláis, uno de ellos os agradece todo lo que habéis hecho por ellos y os cuenta que formaba parte de una cuadrilla de obreros que fueron contratados para las labores de excavación y retirada de bloques para poder acceder a esas ruinas subterráneas.

Por desgracia no es un académico, ni tampoco ninguo de los que le acompañan. Este había muerto ahogado y tragado por las aguas...

Tras descansar un poco, lo justo para tomar aliento, os apremian para que les saquéis de ese horrible lugar...

Las palabras de Robin aliviaron enormemente a Sadie, así que Isaac estaba bien... - Menos mal - dijo suspirando, y mirando al zarpatierna con calidez - Menos mal. Apenas le conozco, ¿sabes? Pero se ha vuelto un amigo muy valioso para mi. Es un blandengue cobardica... Y aún así sacó valor para defenderme y casi pierde la vida por ello. Nunca hubiera podido perdonarme si hubiese muerto. - Exhausta y adolorida se dejó caer sentada en el suelo mojado. - Llegarás lejos Robin, llegarás muy lejos. Serás... no; eres un gran miembro de la guardia, tenlo por seguro chico - agregó tendiéndole la mano. 

Sin embargo, estaba lejos de sentirse feliz, varios de los prisioneros habían muerto, y unas inocentes salamandras en un vil incendio provocado, ella misma y sus camaradas habían estado a punto de morir de una forma horrible y ese mal parido de Jerome había escapado .... Frunció el seño con enojo. - Supongo que lo primero es salir de aquí, poner a los heridos y prisioneros a buen recaudo e informar a la Guardia de esta situación .... - entonces negó con la cabeza y golpeó con el puño en el suelo. - Maldito Jerome, no puedo quedarme tranquila. Juro que voy a encontrarlo y destriparlo con mi chuchillo aunque sea lo último que haga... Tantas vidas, tanta vileza.... No lo puedo dejar pasar. 

El chico tomó la mano tendida de Sadie, ayudándola a reincorporarse, asintiendo a sus palabras - tranquila, Jeromé lamentará lo que ha hecho, informaremos de sus actos, y tal vez... En vez de destruir este lugar, sirva como criadero de insectos, y puedan ayudar a las salamandras a rehacer sus nidos.

Robín veía en aquel lugar una oportunidad de relevantes el lugar - si hacen esas cosas aquí, los locales que ahora ocupan una plaza en una planta, podría reabrir como local...

Luego miró a los presentes, cuando soñaba despierto lograba olvidar un instante todo... - pero primero pongámonos todos a salvo...