Partida Rol por web

Ni bien se habia levantado se dio cuenta que el golpe que se dio en la espalda no era símplemente un golpe, algo se habia roto o desgarrado porque hacer cualquier movimiento le producía un dolor terrible pero aun así la batalla continuaba. Sin perder mas tiempo gasta lo que le queda de su poder psiquico en un ataque desesperado para curarse y al mismo tiempo eliminar al sacerdote pero a causa del dolor su acometida fue torpe y fácilmente el anfibio bloqueó su ataque sin embargo se encontraba al alcance de sus fauces e intento sin exito clavar sus colmillos.
Hacer todo ese esfuerzo al atacar lo dejo tan adolorido que necesitó unos segundos para poder recobrar la movilidad de su cuerpo. Ya el combate se les había ido de las manos era increible pero esas pocas ranas habian detenido a los tres inquisidores y con el ejército de ranas al fondo ya era más que obvio que debían retirarse pero su cuerpo no le obedecía, algo lo estaba manipulando y por más que intentaba no podia hacer que moviera un dedo y de repente empezo a correr hacia los enemigos.
Lo último que vieron sus compañeros fue la enorme espalda de su compañero mientras se internaba en aquella neblina...

su cuerpo no le respondía, por más que intentaba sus piernas corrieron hacia la boca del lobo. No sabía a ciencia cierta cuantos tsathar habían pero sí sabía que era un gran número por la cantidades de voces que escuchaba, la frustración se le veía en los ojos porque sabía que con solo un ataque podía ir matándoles pero sus manos no le obedecían

maldicion muevanse!! se gritaba a si mismo mirándose las piernas pero en vez de moverse se quedaron rígidas y el cuerpo se inclinó hacia atrás cayendo como un árbol en medio de la selva; le acercaron sus afilados kukris rodeándolo ¿qué podía hacer? desde el suelo y con el terrible dolor en la espalda era inútil atacar, huir ya no era una opción así que espero tumbado allí donde estaba a ver que tenían pensado hacer con él. Si lo capturaban y al menos lograba descansar lo suficiente para recargar sus poderes podría tener una posibilidad de escapar pero si intentaba atacarlos ahí donde estaba era mas que seguro que terminaría muerto, con esto en mente deshizo su poder hasta quedar en su tamaño original y esperó con fe tener una oportunidad de escapar o de morir en batalla sacrificando su vida por su dios.

Era hora de retirarse, y aunque le pesaba aquella acción, morir sin sentido habría sido imperdonable. Debían vivir para completar la misión, y eso era más importante que su orgullo o su odio hacia aquellas criaturas. Además, a pesar de la bendición que había recibido, el poder de Harold estaba casi agotado. El canal de energía que le proveía su dios había pasado de ser una cascada a un fino hilillo de agua como el que se cuela por una grieta entre dos rocas, y poco podría hacer en combate. 

Blandió su espada, ignorando a la rana que aún quedaba en pie, y de un solo tajo el hielo azul partió por la mitad la red como si fuese papel, viéndose libre al fin. Los herejes invocaron una terrible oscuridad, sin duda para confundirles, y Harold oyó también unas palabras en un común arrastrado y seco, de quien no conoce apenas el idioma. Reconoció la terrible magia que había tras sus palabras, pero hacía falta mucho más para doblegar la voluntad de un Exorcista Sagrado. Apartó el influjo de la magia de su mente tan fácilmente como había apartado la red, y se dispuso a correr.

Pero entonces, como una última fatalidad en aquel desastroso combate, Gerald salió corriendo hacia la negrura. La magia oscura le había afectado la mente, y Harold no pudo hacer nada para detenerle, con su poder agotado. Apretó los dientes de frustración, pero si se quedaban allí más tiempo, los herejes les capturarían a todos. Gerald no habría querido que así fuera. 

-Aengrist, desciende tu égida sobre él, protégele de todo mal. Aparta de su carne las garras de los que moran en la noche. 

Después, con el rostro transido de rabia y dolor, oculto tras el yelmo, echó a correr, con Damrod a la zaga. Enfundó la espada y corrió con él hasta llegar a la zona de teletransporte, pero se acordó de algo en el último momento. 

-Espera. El cetro-le susurró-sin él, no podremos volver. 

Damrod asintió, y, rápido como siempre, en un momento estuvo con el cetro de vuelta. 

Los sacerdotes usando una cuerda hecha con piel de rana atan tus manos con fuerza. Instantes después la niebla es disipada por los suplicantes que la crearon. El gran Lokaug montado encima de la rana gigante da órdenes a los grandes sacerdotes, los cuales ponen en canción al resto del ejército, colocando guardias y ranas terribles en el camino que asciende al nivel superior y en el que se fueron tus compañeros. Los suplicantes que te rodean, te hacen ponerte de pie a empentones y malas maneras, riéndose y escupiéndote mientras te llevan hacia el norte de la gruta. Delante de vosotros avanza el líder, el cual no deja de mirarte sumido en sus pensamientos. Al avanzar por la gruta, la luz que proviene del norte te otorga la capacidad de comenzar a ver parte de la gruta que hasta ahora no habíais visitado.

Tras un largo minuto corriendo llegáis hasta el pasillo teleportador con el cetro.

Lo escupian, lo empujaban, humillación tras humillación debía soportar mientras caminaba quien sabe para donde. Tener paciencia no era lo de él sin embargo lo estaba haciendo bien porque era lo único que podía hacer.

Entráis en la zona del laberinto tras traspasar el teleportador, allí, llenos de heridas, sudor y con los músculos doloridos de la pelea continua que habéis llevado desde que salisteis de la zona protegida, el silencio os inunda como una ola que os lleva sobre el mar, el peso de la pérdida es grande, habéis sobrevivido una vez más, pero cada vez es más difícil.

Para que la línea temporal no se agrande en exceso y luego puedan surgir incoherencias, voy a cambiar una de las reglas del D&D, cuando se descanse ocho horas, se recuperará 1pv por hora y conjuros, habilidades, etc... sin tener que esperar 24 horas desde la vez anterior ( si no os parece mal ).

¿ Por el momento descansáis 8 horas ?

Zona 3: Os movéis hacia el oeste de este gran lago subterraneo, contiene agua fétida, solo apta para moradores del pantano y otros tipos de bestias acostumbradas a este tipo de agua salubre. Las bacterias que viven en este lugar emiten una débil luz fosforescente, creando el aspecto de una piscina de aspecto maligno repleta de algas. El lago y las bacterias desprenden un olor fétido de azufre y materia orgánica podrida, creando una zona de nube pestilente que se extiende hasta 15 pies de altura sobre el lago y hasta 15 pies de sus orillas. La superficie del lago está llena de cabezas de ranas gigantes y terribles en todos sus estadios de tamaño, desde crías a adultas.

Los Tsathar te llevan por el oeste del lago hacia un camino que asciende 30 pies por encima del fétido lugar

Nube pestilente ts fortaleza cd12 o acabar en estado nauseabundo mientras estés en el interior de la nube y 1d4+1 asaltos más.

Experimentando malestar estomacal. Las criaturas con náuseas no pueden atacar, lanzar hechizos, concentrarse en hechizos o hacer cualquier otra cosa que requiera atención. La única acción que un personaje puede realizar es una acción de un solo movimiento por turno.

Ni bien lo habían llevado hacia la parte de la cueva que no conocia y un olor Fétido lo recibió de golpe, era muy fuerte, vicioso, repugnante y por poco lo hace vomitar pero lo soporto y siguió caminando. Las luces del lago le dejaban ver contra cuantos se debia enfrentar pero con solo ver la cantidad de ranas dentro de este supo que iba a ser imposible abrirse camino a la mala, su mirada buscaba cualquier rincón en aquella cueva por donde poder escabullirse o cualquier cosa que le pueda ayudar.

Zona 4: El templo de Pyaray

Esta es la entrada exterior al Templo. Hay una enorme estatua de Pyaray ( el kraken ). La estatua se alza hasta una altura de 40 pies, está hecha de una horrenda piedra verde del fondo del lago. El lugar está muy concurrido en todo momento, siempre hay al menos 4 sacerdotes de la inmudicia, 12 suplicantes y 16 Tsathar, turnándose para traer fango e inmundicia de la orilla del lago y  untarla sobre la superficie del ídolo, mientras los suplicantes y los sacerdotes lanzan maldecir agua sobre la estatua. Además hay movimiento continuo de Tsathar entre la zona 4 y el oeste de la zona 2 cargados con mochilas a rebosar de mercancías. Toda la zona irradia Desacralizar: 

Desacralizar convierte un lugar concreto, edificio o estructura en un lugar sacrílego. 

Primero, el lugar queda protegido por un efecto de círculo mágico contra el bien.

Segundo, la CD para resistir la canalización de energía negativa dentro del área recibe un bonificador +4 sagrado y la CD para resistir la energía positiva se reduce en 4. La resistencia a conjuros no se aplica a este efecto. Este punto no se aplica a la versión druídica del conjuro.

Zona 4A: Los pozos. En la meseta del templo delante de la estatua misma hay varios pozos que descienden hasta el lago que dicurre bajo ellos, ocasionalmente un Tsathar trae trozos despedazados de los otros Tsathar caídos en combate y ranas muertas, y los tiran por estos pozos, donde a 30 pies de profundidad esperan cientos de ranas para comer.

Zona 12: Pozos de cría de los Sacaerdotes. En este estanque es donde la clase sacerdotal se reproduce con un grupo selecto de ranas y humanoides. Los sacerdotes implantan huevos en ranas terribles gigantes para convertirse en Tsathar y Azotes, pero tambien los implantan en humanoides para convertirse en suplicantes y sacerdotes. Ahroa mismo hay varios humanoides atados contra las paredes con huevos implantados en sus estómagos ( humanos, gnomos, Kuo Toas, drows y otros que no llegas a distinguir ). Además hay 4 sacerdotes, 6 sacerdotes de la inmundicia, 8 Ranas terribles venenosas, 2 Azotes y 2 Ranas asesinas. En el estanque hay al menos unos 50 embriones Tsathar en desarrollo tras eclosionar de sus anteriores humanoides sacrificados.

Zona 11: Cuartos de los Azotes. Aquí reside la élite de los Tsathar. estancia dormitorio de los entrenadores de ranas terribles. En esta sala hay 8 azotes y 16 ranas terribles.

Zona 10: Cuartos de los Sacerdotes. En este lugar hay 4 sacerdotes, 12 sacerdotes de la inmundicia y 16 suplicantes. 

Zona 13: Cámara de Lokaug. Esta es la guarida de el gran Lokaug, el más pérfido Sumo Sacerdote de Pyaray. Tras la cortina que separa la estancia del resto del complejo hay 4 gran sacerdotes y 3 Ranas abisales gigantes. En el extremo norte 5 Kuo Toa esperan sentados en mullidos colchones tomando algún tipo de te aromático. Cientos de objetos decoran la sala, al parecer la mayoría pertenecen a enemigos derrotados, armaduras, armas y objetos de todo tipo lucen por las paredes del lugar, el propio Lokaug viste muchos de estos objetos.

Lokaug habla con los Grandes sacerdotes y dos de ellos con el propio Lokaug se van al suroeste de la cámara a rezar, mientras que eres atado a la pared con el extremo de la cuerda que te ata las muñecas a la espalda, tus posesiones te son arrebatadas y lanzadas al norte de la gruta donde un sacerdote lanza un detectar magia, aquellos objetos que irradian magia son colocados en un montón y los objetos no mágicos son colocados en otro. A tu alrededor las 3 ranas abisales gigantes son colocadas como guardianas, mirándote fijamente con sus grandes ojos.

Ocho horas pasan hasta que Lokaug y sus dos sacerdotes terminan de orar y recibir sus nuevos hechizos.

¿ haces algo o esperas ?

En el exterior pasa la noche, el sol sale por el océano llenándolo todo con su luz y calor, la vida resurge tras una noche de descanso. En el subsuelo del volcán muchas son las cosas que se mueven en este lugar alejado del sol, durante estas ocho horas en los que nuestros héroes reponen fuerzas y hechizos, los seres que habitan el interior del volcán siguen con sus quehaceres, la maquinaria del Caos sigue imparable su movimiento hacia el resurgimiento de Arioco el príncipe del infierno.

Ocho horas han pasado sin que nadie os importune en el laberinto.

Ya llevaba un buen rato despierto; iban a pasar el día allí, descansando hasta estar totalmente recuperados, así que aprovechó el tiempo extra que le otorgaba el anillo mágico para hacer ejercicio y practicar. No era tan diestro con el espadón —ni de lejos como Gerald— como con el arco, pero aún así era mejor que nada. Con aquél peso en las manos se sentía más pesado, pero lo compensaba con sus gráciles movimientos. Dejar caer aquél arma sobre el enemigo después de una corta carrera era algo a lo que pocos podían sobrevivir, y por suerte si lo llevaba era porque se había especializado en cierto modo en eso. Un movimiento, un arco descendente, y un enemigo menos. Además, a la hora de forzar su cuerpo al extremo, no había nada como aquello. Para cuando Harold despertó, una pátina de sudor cubría su piel, haciendo brillar su pecho descubierto. Al darse cuenta de que el clérigo ya estaba en pie, le sonrió.

—Buenos días, por decir algo.

Allí abajo, con piedra bajo sus pies —al menos en la zona que habían limpiado de huesos—, piedra alrededor y piedra sobre sus cabezas, era difícil saber que hora era. Si en el exterior amanecía o, por el contrario, caía la noche, era algo que no podía saber. Seguramente su compañeros, que tenía un vínculo con su dios, tirando de él a ciertas horas, si podría dar una idea aproximada, pero Damrod no. Tampoco es que importara.

—¿Podrás arreglarme hoy mi arco? —preguntó evitando mirar los dos trozos de madera, ahora inútiles. Tampoco era mejor pensar en otros temas, como en el otro Inquisidor. La falta del semigigante era palpable—. ¿Cómo crees que estará Gerald? —O en otras palabras: ¿estará aún con vida?

Evidentemente la noche no fue de las mejores que Harold había pasado. Allí, tumbado en el suelo de roca dura, con heridas por todo el cuerpo, su sueño fue ligero y poblado de pesadillas. Sin embargo, cada vez que una de ellas se acercaba a despertarle, recordaba la ventisca y el aliento del Lobo, y se tranquilizaba lo suficiente como para seguir durmiendo. 

Cuando por fin se levantó, vio que Damrod, gracias a su anillo, ya llevaba un rato despierto. Respondió a su saludo y le tendió las piezas de la armadura. No quería pasar sin ella más tiempo del necesario.

-Ayúdame a ponérmela-pidió, algo que había hecho Damrod miles de veces durante el tiempo que se conocían. 

Cuando terminaron, Harold probó la movilidad de todas las piezas y que no hubiera roturas ni puntos oxidados, y tras probar a blandir la espada, la enfundó y se puso de rodillas sobre el suelo. 

-Sí, hoy podré repararlo. Por desgracia me temo que la magia que contenía es irrecuperable, por lo menos con mi poder. Lo lamento. 

Tras eso, sacó la espada, y, de rodillas con la frente apoyada en la cruz del arma, comenzó a rezar. Pidió fuerza y valor, como siempre, pero aquél día, casi toda la hora la dedicó a rezar por sus compañeros, a pedir protección para Gerald, el valeroso semigigante al que habían tenido que dejar atrás. Pidió que estuviera bien, que el Lobo le diera fuerza y astucia para salir de su cautiverio, y que Aengrist le concediera la Voluntad del Glaciar para no caer de nuevo en los sucios trucos de las ranas. 

Finalmente, tras una hora de oraciones susurradas, se levantó, destensó los músculos y notó cómo el poder volvía a él, cómo lo recuperaba. 

— ¿Cómo crees que estará Gerald? -preguntó Damrod. 

-Tranquilo, compañero. Es fuerte y poderoso. Estará bien. No tardaremos en ir a por él, no le dejaremos. Pero él no querría que fuéramos en un ataque suicida. Hay que prepararse primero, y hablar con él. Por suerte, podemos comunicarnos, tanto con él como con los de la superficie.

Harold extrajo de su bolsa de componentes unos cuantos finos hilos de cobre, y los puso en hilera sobre el suelo. A continuación, se puso a dibujar complejas runas sobre la tierra, creando pequeños trazos de hielo alrededor de los hilos de cobre, mientras murmuraba oraciones. 

-Señor, ayúdame a comunicarme con aquellos que hemos perdido. Amplia y larga es tu mirada, que todo lo atraviesa, implacables son tus mensajeros, que jamás se extravían. Ayúdame a cooperar con mis compañeros, pues esa es mi fuerza y mi corazón, el alma de la humanidad: deja que me coordine con ellos, hazles llegar el mensaje. 

Durante diez minutos estuvo escribiendo y murmurando, hasta que por fin el hilo de cobre brilló débilmente, se recubrió de una capa de escarcha y levitó a unos centímetros del suelo. Dio vueltas sobre sí mismo, como una pequeña hélice, y Harold le habló con voz clara y sonora, revestida ahora de poder:

-Hemos descansado sin problemas. Nos curaremos y trataremos de ir a por ti. ¿Tienes alguna pista de dónde estás? Responde: solo 25 palabras.

En cuanto calló, el hilo destelló y desapareció en una pequeña explosión de trocitos de hielo. Ahora solo quedaba esperar la respuesta. 

Tras las ocho horas de reposo, el gran Lokaug y sus dos sacerdotes aparecen tras terminar sus rezos y recibir sus nuevos hechizos. Tras ello se presentan ante ti, al parecer ahora tras recibir nuevos poderes, Lokaug puede hablar tu idioma y entenderte sin problemas. - " Adelante " - indica el poderoso ser a sus dos grandes sacerdotes, estos lanzan una serie de conjuros sobre tí. Poco a poco comienzas a pensar que los Tsathar no son enemigos, que a lo mejor hasta son amigos y todo.

Están hechizándote, para evitarlo necesitas pasar una tirada de salvación voluntad dificultad 21. Si la pasas resistes el interrogatorio, si fallas estás dispuesto a colaborar con ellos respondiendo a sus preguntas, si eso ocurre, llega un momento en el cual pregunta por tus compañeros y lo que tenga que ver con el monolito negro y la tumba de Abysthor, puedes realizar un último intento de no decirle nada, con una prueba enfrentada de carisma dif 16. Si fallas le cuentas todo alegremente pensando en que quieren ayudaros a solucionar el problema del monolito, si superas sigues callado y te enfrentas a un interrogatorio de verdad ( con cuchillas, dolor y esas cosas )

Una vez hayas realizado las tiradas, dependiendo del resultado, recibes una conocida voz en tu cabeza, al parecer Harold ha conseguido contactar contigo mentalmente. - " Hemos descansado sin problemas. Nos curaremos y trataremos de ir a por ti. ¿Tienes alguna pista de dónde estás? Responde: solo 25 palabras " - y la voz de tu cabeza desaparece, pero de alguna manera sabes que el canal mágico está abierto y esperando a que respondas....

Después de llevarlo hasta su guarida lo dejaron amarrado contra la pared custodiado por varias ranas, no volvió a ver a Lokaug el resto de la noche o día solo los dioses sabían que hora podría ser, por como lo seguían todos los anfibios que allí estaban podría pensar que él era jefe de todos ellos y por ende su mayor amenaza. El tiempo fue pasando y al ver que no llegaba nadie decidió descansar para recobrar sus poderes psionicos ya que los iba a necesitar para intentar escapar de aquel lugar. Una patada en sus piernas lo levantan y se encuentra rodeado por dos grandes ranas y por supuesto estaba tambien estaba Lokaug que con sus trucos de magia lo estaban doblegado como anteriormente lo habian hecho, como un acto relfejo intenta inútilmente levantarse para destriparlos pero solo logra tensionar la cuerda y cae sentado nuevamente. No sabía porque pero la desconfianza hacía ellos iba desapareciendo -el enemigo de mi enemigo es mi amigo- pensaba mientras los miraba, empezaron a preguntarle varias cosas sobre la isla, sobre los enemigos en común que tenían y entre otras cosas y Gerald no parecía tener problemas en contestar -a fin de cuentas podemos subir todos y acabar con ellos- pensamientos como estos se le venían a la mente muy seguido pero cuando preguntaron sobre sus amigos y donde podrían estar, sobre el monolito negro y sobre la tumba algo dentro de él le hizo callar, algo no estaba bien por más que les quieran ayudar a derrotalos, la misión dada en la tumba por el mismo Heironeus era algo sagrado encomendado solo a ellos y de un secreto sepulcral asi que dejo de hablar y desvió eo tema...