Partida Rol por web

-Al norte donde me aprezaron, oeste al llegar al lago por un camino que asciende 30 pies, el jefe salio pero hay muchos enemigos- Escucharlo había sido un alivio pero entrar alli y salir con vida iba a ser dificil y mucho mas si estaba desarmado, debia derrotar a esas dos ranas de algun modo, llegar a su espada y lograr reunirse con sus compañeros -no va a ser nada fácil- pensó mientras paseaba su mirada por todos lados

- " Al norte donde me apresaron, oeste al llegar al lago por un camino que asciende 30 pies, el jefe salió pero hay muchos enemigos " -

La respuesta de Gerald, tras unos segundos de agónica espera, le hizo sentir calor en el corazón, un alivio inmenso. Aún podían ir a por él, aún podían recuperarle. 

-Está bien-le dijo a Damrod-Gracias a Aengrist, está vivo, consciente y en pleno uso de su mente. Sabemos dónde está, iremos a por él. -miró a Damrod con decisión- Le recuperaremos. 

Aunque una parte de él quería ir inmediatamente a por Gerald, aún quedaban por desgracia muchas cosas que hacer. Había que mandar los mensajes, curarse, reparar el arco de su compañero, y tratar de recuperar de nuevo su magia para poder ir a pleno potencial al rescate. Comenzó a trazar runas alrededor de otra de las varillas de cobre, realizando el mismo ritual de diez minutos que había hecho antes. 

-Aengrist, necesito tu poder, tu aguda vista, tus fieles mensajeros. 

Esta vez pensó en Fulgur, esperando que siguiera con vida. Tenían que avisarles, tenían que centrar sus esfuerzos en el volcán. Habló, con voz extrañamente resonante, modificada por la magia, sobre la varilla de cobre, que daba la impresión de llenarse con sus palabras. 

Estamos atrapados en volcán. El Caos busca un monolito poderoso. La superficie es una distracción. Hay que llegar al monolito antes que ellos. Refuerzos rápido.

La varilla desapareció en un montón de fragmentos de hielo, y Harold esperó respuesta. 

-"Recibido. ¿Dónde estáis? Nosotros retirados en entrada del volcán tras combates dentro con gólems del Pensante. Iremos en cuanto podamos. Cassius muerto. Resistid."

Harold se quedó un momento quieto, como si escuchara algo inaudible, y tras un momento dio un puñetazo al suelo, que emitió un ruido sordo al chocar el metal contra la piedra. 

-Maldición-dijo-Cassius...-Había sido un buen guerrero, y les había servido bien en el combate. Y aunque no hubiera sido así, Harold sentía la muerte de cualquiera de aquellos guardias, buena gente, gente sencilla, aquella que precisamente había jurado ante Aengrist que protegería. Era por gente como Casiuss, por gente como el pequeño Doflar, por gente como los habitantes de aquella isla, por la que luchaba. 

Miró a Damrod, y entonces cayó en la cuenta de que él no había oído ninguno de los mensajes, ni el de Gerald ni el de Fulgur. Había estado tan preocupado por las respuestas que no se había parado a pensar en ello. 

-Disculpa, Damrod. Tenía la mente preocupada. Gerald ha dicho que está al norte de donde le apresaron, al oeste al llegar al lago por un camino que asciende treinta pies. Al parecer el jefe ha salido, pero ha dejado a muchas ranas de guardia. 

Fulgur ha dicho: "Recibido. ¿Dónde estáis? Nosotros retirados en entrada del volcán tras combates dentro con gólems del Pensante. Iremos en cuanto podamos. Cassius muerto. Resistid." Intento recordar algo sobre ese "Pensante", de momento no me suena de nada. 

Miró la última varilla de cobre, pensando en qué mensaje transmitir a continuación. 

Suspiró. Primero de alivio, porque Gerald estaba vivo; después, acompañando el resoplido con un leve cabeceo, negando. No le sorprendía —era de esperar—, pero aún así no eran buenas noticias.

—Parece que todos tienen sus propios problemas. —Pensar que podían acudir a su rescate había sido un error. Incluso si hubieran logrado acceder sin problemas al volcán, que llegaran hasta allí era una locura; Cassius no habría sido el único en morir de haberlo intentado—. No les presiones, no merece la pena. Jamás lograrán llegar hasta este nivel. —Se encogió de hombros; no todo era tan horrible como parecía—. Además, al menos sabemos que, si logramos subir, la otra facción del Caos estará ocupada, atenta a la superficie y no a nosotros. Eso nos da una oportunidad. —Por supuesto, eso era si lograban escapar. Se perdió un momento en aquél sombrío pensamiento, hasta que se dio cuenta de que Harold sujetaba otra varilla. Otro mensaje. Tenían que decidir...

Damrod con su sexto sentido en supervivencia, deduce que desde donde estáis es el nivel de la tumba de Abysthor, se sube al nivel de los Tsathar, desde allí subís al nivel de Draeligor y desde este nivel al nivel de la entrada por la puerta secreta.

Tras discurrir con Damrod unos instantes sobre el mensaje, finalmente acabaron con uno decente. Si bien no era el mejor, serviría. Tendrían que quedarse sin saber qué era eso del Pensante, pero urgía más avisar al resto de las grandes fuerzas allí congregadas. Harold no podía echar de menos más los medios mágicos que los druidas tenían para comunicarse a gran distancia. Ojalá contasen con uno. 

Finalmente cogió la varilla, tras escuchar las indicaciones de Damrod sobre dónde se encontraban. La orientación del explorador era perfecta, como siempre, y era una suerte, porque de no ser por él estaría perdido allí. 

-Aengrist, por el último poder que me queda, trasporta mis palabras, llévalas con tu aguda vista hasta donde la mía no alcanza. 

Terminado el ritual, habló sobre la varilla como ya había hecho otras dos veces:

"Estamos nivel cuatro, buscad otra entrada, mandad mercenarios si están. Resto aguantad allí, tratad de atraer su atención. Gran ejército en niveles profundos, dos facciones"

Cuando la varilla desapareció, se sentó a esperar respuesta. 

Aún encantado con tus nuevos amigos, aunque atado a la pared y flanqueado por dos ranas gigantes, escuchas revuelo en el exterior, al parecer hay movimiento, algo ha provocado que se mueva el hormiguero, no sabes bien cual puede ser el motivo, pero algo está ocurriendo. Aguzas tus sentidos en espera de que algo ocurra o si es que el pequeño ejército se está poniendo de nuevo en marcha, lo que puede que te de una oportunidad de dejar la compañía de estos buenos amigos y buscar a los viejos.

Desde tu posición puedes ver todo tipo de objetos robados de enemigos muertos puestos como decoración por las paredes de la gruta. 22 armaduras completas en diferentes estados de deterioro, 14 escudos, uno de ellos, un escudo grande de metal, especialmente ornamentado y con runas inscritas, Símbolos de Pyaray, Arioco y dioses del bien, 12 espadas largas, 14 mazas pesadas, Tres ballestas ligeras y un espadón reluciente con runas inscritas en su metal. A un lado dos cofres, uno grande y cerrado y otro pequeño y ligeramente abierto que parece contener varias pociones. En otro baúl relucen miles de monedas de todo tipo. Tu equipo no mágico amontonado en el suelo y el mágico junto a los cofres, en espera de ser inspeccionado por el enemigo.

Una vez más, no quedaba más remedio que esperar; hasta recibir una respuesta. Hasta que fuera el momento.

Ese alboroto a lo lejos seguramente eran sus compañeros y debía hacer algo si queria dalir de allí con vida, aprovechó para intentar romper las ataduras que le impedían salir.

Intentas romper de un tirón la cuerda que ata tus muñecas, pero al hacerlo un fuerte dolor debilita tu intento, la herida que sufriste y que solo se ha curado en parte, todavía está tierna y debilita tus movimientos, haciéndote más débil. El tirón no es suficientemente fuerte como para romper el cuero que te sujeta. Al hacerlo las dos ranas gigantes te miran con atención, una de ellas saca su larga lengua humedeciéndose un ojo poco después. En el exterior de esta habitación se escucha el cercano movimiento de los Tsathar preparándose para algo.

-¿Otra entrada? Entendido. Rara petición mercenarios. ¿Sabes dónde está monolito? Sabemos información de hobgoblin Lugat. Ninguna novedad aquí fuera, inútil esperar, guardias en entrada.

Tras unos instantes de angustiosa espera, Harold por fin volvió a oír la voz de Fulgur en su mente. No eran precisamente buenas noticias, porque ya no podía responderle más. Ojalá tuviera otros medios de comunicación, porque parecía que ambos grupos tenían información importante. Guardó en su bolsa el resto de varillas de cobre (que de poco servían sin un conjuro que les diera magia) y miró a Damrod. 

-Ya ha respondido. Buscarán otra entrada, aunque le ha sorprendido que pidiéramos que la buscaran los mercenarios. Ha dicho que conocen información sobre un hobgoblin llamado Lugat, no sé quién es. También ha preguntado si sé dónde está el monolito, aunque ya no tengo conjuros para responderle. Ha dicho que es inútil esperar, que hay guardias en la entrada. Espero que busquen otra o que por lo menos traten de llamar la atención del caos. 

Harold se levantó, notando aún las heridas del combate. 

-Eso es todo lo que podía hacer hoy. Ahora deberíamos sanar nuestras heridas. 

Como siempre, empezó por los demás: se acercó a Damrod y conjuró la runa de la curación sobre él, que de inmediato emitió un frío revigorizante y agradable en el sofocante subterráneo. 

-Aengrist, sana a mis aliados para que pueda recuperar a aquellos que hemos perdido. Devuélve el vigor, pues necesitará sus energías intactas...

Mientras las heridas de su compañero se cerraban hasta desaparecer por completo, deteniendo el sangrado y reparando el tejido, Harold se agachó sobre su arco roto, partido en dos por el mango, y dibujó otra runa, una pequeña pero firme y recta, la runa de la reparación.

-...y devuélvele también sus armas, pues las necesitará para combatir a tus enemigos en las batallas que están por venir. 

El arco tembló y vibró mientras la madera volvía a unirse, como si hubiera resucitado y creciera como una planta joven. Las dos mitades se unieron como si nunca hubieran estado separadas. 

A continuación, dibujó otra runa de la curación, esta vez bastante más grande y poderosa, que emitió una brisa que alborotó sus ropas y cabellos un instante. 

-Aengrist, mi deber para ti nunca cesa. Permíteme continuarlo, restaura mi salud para que pueda seguir con tu santa misión. 

Siguió dibujando runas en el aire, que cristalizaban en pequeños fragmentos de hielo, mientras sus graves heridas comenzaban a desaparecer poco a poco hasta que no quedó ninguna. Tras unas cuantas aplicaciones, incluso las profundas y casi mortales heridas del kukri del sacerdote se habían curado por completo. Sintiéndose mucho mejor ahora que no le dolía todo el cuerpo, se sentó en la piedra y miró a Damrod. 

-Ahora tenemos que tomar una decisión. He gastado gran parte de mi poder en curarnos y mandar los mensajes. Aún tengo magia, pero lo que he gastado podría suponer la diferencia entre la victoria y la derrota. Tenemos que decidir si descansamos otras ocho horas para estar con el poder completo, o si vamos ya a por Gerald, porque ignoramos cuánto le mantendrán con vida. ¿Qué opinas?

Las noticias no eran del todo buenas, y además les faltaba información. Lo que estuviera pasando en la superficie podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte; lo que hicieran los otros Inquisidores entre la salvación o su perdición. Si no llegaban a tiempo... Suspiró. No podía dejarse llevar por el pesimismo, no podía rendirse. Harold y él seguían juntos, Gerald estaba con vida. Ellos tres eran todo lo que necesitaban para salir de allí, para tener éxito en la misión encomendada y detener al Caos. Salvarían al semigigante, escaparían de allí y regresarían con fuerzas renovadas acabar con los planes de sus enemigos. Mientras respiraran no cejarían en su empeño.

—No le serviremos de nada si caemos antes de llegar a él. —Negó; no era buena idea dejarse llevar por las prisas. Empero, aún había cosas que podía hacer. Él tenía todas sus fuerzas—. Descansa, Harold. Yo saldré fuera y veré que nos aguarda. Tranquilo, seré sigiloso como una sombra, no me enfrentaré a más enemigos de los que pueda eliminar sin peligro. Saldré, limpiaré de guardias este nivel, y volveré. Cuando despiertes estaré aquí de nuevo, intacto y listo.

ese intento por escapar no sirvió de nada y empeoro las cosas porque las ranas se fijaron en él como esperando cualquier excusa para comerselo vivo, no había nada que pudiera hacer salvo esperar a sus compañeros.

Harold suspiró: tras perder a un compañero, no le hacía ninguna gracia separarse de Damrod. Sin embargo, tenía razón: no servía de nada que se quedase cuatro horas mirando a una pared cuando podía estar explorando y limpiando de enemigos el nivel con su sigilo y sus flechas certeras. Finalmente, dijo:

-Está bien, pero ten mucho cuidado. Escapa a la más mínima señal de que las cosas se tuerzan. 

En cuanto Damrod salió, Harold se dispuso a dormir de nuevo.