Partida Rol por web

Conforme os acercáis a la entrada y pese a que Harold pisa el suelo mojado, tus sentidos te alertan enseguida, como si de un aviso sobrenatural fuese, ves dos grupos nuevos de huellas en el terreno húmedo que no estaban en tu visita anterior, saliendo del interior del volcán. Observando más atentamente mientras Harold se sigue acercando, ves que son huellas de humanoides calzados de tamaño pequeño, aproximadamente de un grupo de unos ocho individuos, seguidos de las huellas de otro humanoide también calzado de tamaño mediano, salen y se dirigen al parecer hacia el sur del mapa.

Con cuidado, pero con firmeza, sosteniendo la luz ante él, Harold entró en el túnel con la espada desenvainada, preparada para cualquier enemigo que saliera al paso. 

Con cuidado,posó una mano en el hombro de Harold, deteniéndole y señalando el suelo. El clérigo no tenía porque fijarse en esas cosas, para eso estaba él mismo, así que le mostró lo que veía: dos grupos rastros en el terreno húmedo, saliendo del interior del volcán; huellas de humanoides calzados de tamaño pequeño, aproximadamente de un grupo de unos ocho individuos, seguidos de las huellas de otro humanoide también calzado de tamaño mediano, salen y se dirigen al parecer hacia el sur del mapa.

—Cuidado —gruñó en voz baja—, esto parece una emboscada. Sigamos primero a los que se han separado, antes de que nos atrapen por detrás.

Parecía que habían llegado justo a tiempo. Si un pequeño grupo se había alejado de allí, ya fuera para cerrar sobre ellos un candado o para atacar la isla en su ausencia, era mejor idea cazarles primero. Poco a poco desangrarían al Caos: su especialidad. 

Harold ya estaba dispuesto a entrar en el túnel cuando Damrod le detuvo. Tan perceptivo como siempre, había advertido unas huellas en el suelo mojado que habrían pasado inadvertidas para cualquier otro. Sin embargo, la vista de Damord era tan excepcional como sus flechas. Harold frunció el ceño, aquello era malo, podrían estar atacando los templos en ese mismo instante. 

-Ya veo-respondió a su compañero, susurrando-Si nos vamos, más engendros podrían salir de aquí y atacar los templos o a los guardias. Propongo lo siguiente: eres el único que sabe rastrear, así que ve tú, en sigilo, sin que te vean. Comprueba este rastro y a dónde lleva. Gerald y yo nos quedaremos aquí montando guardia y evitando que nada salga del túnel. 

Si puedes eliminar a las criaturas que han dejado este rastro tú solo, mejor que mejor. Pero no te excedas, si son demasiados vuelve y uno de nosotros dos te acompañará mientras el otro monta guardia aquí. 

¿Te parece correcto? Debemos evitar que nos distraigan del objetivo principal. 

Quedó pensativo durante un instante, valorando las posibilidades de que pudiera enfrentarse a casi una decena de seres, y de que estos no le pillaran, y al final asintió.

—Bien. Yo me encargo. Esperad aquí y... —Supiró—. Tened cuidado. Quedáis a la luz y aguardad con las armas desenvainadas.

Dicho eso, se dio la vuelta y se alejó en silencio hacia el sur, siguiendo el rastro que había descubierto.

Gerald avanza muy precavido con sus manos apretando fuertemente su espadón, desde que entró en la cueva no pronunció más palabra porque todos sus sentidos estaban enfocados en la inminente lucha.

Veis como Damrod sigue el rastro encontrado hacia el sur, las huellas casi borradas por la fina lluvia que persiste en empapar el suelo volcánico apenas dejan entrever sus señales, el mercenario silencioso avanza lentamente inspeccionando el lugar para evitar sorpresas incómodas.

Asalto 4

Escuchas a unos 90 pies de tu posición el inicio de una conversación, la cual es silenciada en el acto por una voz más dura, el instante ha sido breve, pero suficiente para localizar la dirección de esta, observas que el rastro conduce unos 70 pies hacia el sur y parece que lo que has oído está a unos 20 pies por encima de ese punto, en lo alto de la pared volcánica. No sabes si por la distancia, por el repiquetear de la lluvia o porqué razón, pero no has entendido nada de la breve conversación escuchada.

En seco, detuvo los pasos y agudizó el oído; fuera lo que fuera lo que perseguía, estaba aún por allí. Sabía que tenía que seguir buscando a la presa, pero sabía también que era una trampa, así que antes de continuar se giró y miró fíjamente a sus dos compañeros.

La magia corrió desde el tatuaje de inquisidor grabado en el brazo, se extendió por su cuerpo y después acortó la distancia entre Harold y él mismo. Una vez sintió como se establecía la conexión, asintió y habló, o más bien movió los labios en un susurro silencioso que transmitía el mensaje que quería llevar sin palabras.

—Atentos. Quien sea, sigue por aquí, a unos setenta pies de mi y arriba, sobre la pared del volcán.

Ellos, cuando quisieran, podían responderle. Y también podrían prepararse para lo que estaba por llegar. Dispuesto a acelerar las cosas, siguió avanzando en sigilo hasta los árboles cercanos, oteando el lugar dónde había escuchado los murmullos, buscando a sus presas, con el arco preparado.

Al acercarte más, puedes vislumbrar tras las rocas volcánicas a unos 20 pies de altura sobre el valle, retazos de ropa, un poco de pelo, un mástil de algún arma de asta. Al parecer escondidos están, pero no parecen ser muy buenos para unos ojos expertos como los tuyos, aunque estén bajo una fina lluvia, tus sentidos son especialmente agudos.

En cuanto Harold oyó la voz en su mente supo que era un mensaje mágico, uno de los poderes concedidos por los templos. Inmediatamente, respondió del mismo modo. 

De acuerdo, estaremos preparados, aunque no logro ver al enemigo. ¿Has encontrado ya a los que han dejado el rastro?

El clérigo dio un paso atrás escrutando la ladera de la montaña, pero entre la lluvia y el viento poco pudo ver. Alzó el escudo y preparó la espada, poco más podía hacer. 

La tensión fluye por vuestras venas, las gotas de lluvia parecen caer con mayor lentitud a vuestro alrededor, el sonido de vuestros corazones al palpitar os llega con total claridad a vuestros oídos.

Asalto 5

Allí estaban, ocultos, preparados para la emboscada. Si es que se podía decir que eso fuera lo que intentaban. Si hablar había servido de poco, de menos aún lo hacía lo mal escondidos que estaban. Si no hubiera sido porque a todas luces eran enemigos capaces de matarle, seguramente se habría reído. Pero lo eran, y estaban por encima de su posición, protegidos por las rocas. Si quería hacerles daño, tendría que hacerles salir, al alcance de sus flechas además de su mirada.

Primero miró a Harold. Allá voy. Atentos. Y después volvió a girarse.

—¡En nombre de la Inquisición! —gritó—. Ordeno que salgáis de vuestro escondrijo y deis la cara, necios. ¡Mostráos y rendid las armas!

Tras el grito de Damrod, una jabalina sale propulsada desde el lugar donde se oculta el enemigo, esta surca el cielo pero cae lejos de su objetivo. Una voz en común con un fuerte acento ( se nota que no es su lengua nativa ) surge de detrás de las rocas a 20 pies sobre el valle - " Estáis siendo apuntados por mis hombres, si os acercáis más os mataremos, entrar en el templo si es lo que queréis y dejarnos en paz o sufrir las consecuencias " -

Asalto 5

gt 14

g 13

La espera parece no ser lo fuerte en el grupo de desconocidos que  se oculta en lo alto del valle. Escucháis un grito en un idioma desconocido y de pronto el cielo se cubre de jabalinas que surcan el cielo en dirección a Damrod, no se sabe bien si por los designios de los dioses, por alguna magia desconocida o cual es la razón, pero las jabalinas caen por todos los lados sin ni siquiera llegar a rozar al inquisidor. Un gruñido de desaprobación llega desde las alturas al ver el resultado del ataque.

Asalto 6

gt 14

g 13

Definitivamente no eran los grandes enemigos que esperaba. Inmóvil, sin moverse un ápice, casi como si supiera dónde iban a caer las jabalinas, se quedó mirando a los idiotas que habían disparado con tan poco éxito. Y rió. El sonido de sus carcajadas se extendió durante unos segundos, antes de que al final se volviera a quedar serio, con cara de burla bajo su embozo, y negara.

—No parecéis seres del Caos, pero habéis salido del volcán. ¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? —Gruñó, amenazador—. Responded, o no tendremos piedad.

Una cabeza asoma ligeramente tras una roca volcánica, de piel gris azulada con los ojos marrones claros casi amarillos, sus puntiagudos dientes señalan a este ser como un gran trasgo. - " A quien servimos no os importa humano, marchar a donde os lleven los infiernos, si subís moriréis, no nos hagáis enfadar " - Escucháis voces desde el lado del gran trasgo ininteligibles hasta que se escucha un golpe seco, tras ello solo os llega el silencio.

Observando la situación te das cuenta que la zona elegida por el enemigo es fácilmente escalable ( trepar cd10 ) aunque no sabes que hay detrás de las rocas que ocultan a las escurridizas criaturas.

Asalto 7

Gran Trasgo 14

Trasgos 13

Trasgos; aquello era inesperado. Tal vez tuvieran mala puntería y no fueran demasiado fuertes, pero solían ser numerosos y, en distancias cortas, tan mortales como cualquier otra criatura que pudiera empuñar un cuchillo. No eran exactamente seres por los que arriesgarse a morir cuando tenían algo mucho más importante entre manos, pero tampoco podían dejarlos sueltos por allí. 

—Mmm. —Giró la cabeza, mirando directamente hacia Harold, y preguntó—. Son trasgos. Están atrincherados y no parecen tener intención de bajar, ni siquiera para atacarnos. Dicen que les da igual lo que hagamos, mientras no les ataquemos. ¿Qué hacemos? —Después desvió de nuevo la atención, devolviéndola al que parecía el líder. Debía ganar tiempo—. No me gustan las amenazas, criatura. Y me habéis atacado. Podría matarte ahora mismo, y tal vez el próximo que ocupe tu lugar sea más propenso a hablar conmigo.