Partida Rol por web

Mapas y Planos

El Valle de Nebukasir

Transbordador de Al-Qasr

4. La Sombra de la Acacia (Posada cara)
5. La Herrería de Kweku (Herrero)
6. Mezquita de Nebukasir (Templo)
7. Casa de Fatemé (Maga)
8. La Vieja Aduana (Cuarteles de la Guardia)
10. La Perla del Desierto (Posada barata)
11. Variedades de Ysuf (Equipo mundano y sustancias alquímicas)

El Bosque de los Gigantes

1. Transbordador de al-Qasr
2. Casa de Javinus
4. Alcazaba de la Senda
6. El Último Puente de Nebukasir
11. Puente del Espíritu
15. Guarida de la Escorpícora

Creación de Personajes

En este tema trataremos todo lo relativo a la creación y desarrollo de vuestros PJ: reglas caseras, opciones de personaje permitidas, etc.

► Experiencia inicial: los personajes comienzan la campaña a nivel 5º.

►​ Oro inicial: 9.500 piezas de oro.

Recursos

Creación de PJ y Reglas Caseras

Deidades

Razas y Dotes Étnicas

Reglas de Concentración

Trasfondo: Utuma

Guía del Jugador

nivel 1= 8+2(constitución)

nivel 2=5+2(constitución)+1(arkadio)

nivel 3=5+2(constitución)+1(arkadio)

nivel 4=7+2(constitución)+1(arkadio)

nivel 5=3+2(constitución)

Nivel 6=6+2(constitución)+1(arkadio)

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Total=10+8+8+10+9=45 PG

HISTORIA

Partenia Nemea Hermíone Molpadia, de la casa de Achilleos, había crecido con el mar bajo sus pies. Y con las nieves del norte, y las fértiles y temperamentales tierras chardaukanas, y con las sedientas arenas de los desiertos utumis. Si tenía costa y mercancías que intercambiar de forma provechosa, algún barco de la flota de sus padres realizaría la ruta a esas tierras. Sus padres, cuya apasionada relación era famosa, raramente se separaban, y cuando era necesario y para establecer nuevos contratos, inspeccionar la buena marcha de barcos y de sus gentes, y mantener relaciones con proveedores y clientes, siempre lo habían hecho juntos, y más tarde, acompañados de sus hijos y los tutores de estos.

Partenia había considerado Arkadia menos su hogar que su puerto base. El lugar al que volvían para descansar y aprovisionarse, para hacer los indispensables trámites y necesarias tareas que no podían hacer en ruta. Su hogar, con su familia, había estado dondequiera que estuvieran en aquel momento. Se le había caído su primer diente en medio de una tormenta en el océano. Su primer beso había sido con un grumete de rizos castaños y ojos oscuros tras una taberna arkadia, también la primera vez que había probado el vino. La primera recompensa por su captura (si se podía llamar eso, cuando la habían confundido con un hombre y ni siquiera habían conocido su nombre) había sido en Revraine, por liberar a un esclavo.

Había crecido por todo el mundo. Y entonces sus padres decidieron que ya era madura para casarse. Para tener un enlace con una familia respetable, con la que no le faltara de nada, y con la que dispusiese de todo el respeto que merecía en la sociedad. Sabía que sus padres se habían casado por amor, y la estirpe de su madre, bastante más común que la de su padre, había provocado que nunca fuera aceptada en la alta sociedad arkadia, e incluso los negocios de la familia Achilleos habían sufrido durante algún tiempo, tras el escándalo de la boda, y sus padres querían ahorrarle la lucha por la que ellos habían pasado. También sabía que sus padres le dejarían escoger entre los mejores postores de las familias arkadias. Y no había absolutamente ninguno que le interesara. Ninguno que fuera a dejar a su esposa vivir la vida que ella pretendía. Ninguno con el que no hubiese quedado confinada, con la excepción de pequeños viajes de placer a lugares bien domados y manicurados, a un pequeño rincón del mundo. Un rincón lujoso, pero no por eso menos estrecho, mientras todo el resto del mundo seguía inexplorado por ella.

Había intentado explicarles a sus padres que si aceptaba su idea de casarse, no iba a pasar un año antes de, o bien su divorcio, o bien de que se convirtiera a la vez en viuda y prófuga. Harta de intentar que atendieran a razones, simplemente dejó de discutir y se marchó. Tenía algún dinero y joyas, y había hecho a lo largo de los años, amistad con gente de diversos sitios. No todos ellos honrados, pero algunos con conocimientos útiles e interesantes para ayudarla a irse y desaparecer. Se había movido de un lugar a otro, cambiado de nombre varias veces. Cambiando de trabajo, intentando encontrar su camino, y también cómo mantenerse.

Y al final había recalado en Utuma. Gracias a los viajes con sus padres, había conocido gente que trabajaba para los príncipes mercaderes. Gente que había considerado sus habilidades útiles, y que le habían dado algunos de sus primeros trabajos. Y sus padres no extendía allí sus redes tanto hacia el interior como lo habían hecho hacía tiempo, considerándolo demasiado costoso y peligroso. Y allí, en Utuma, había pasado ya varios años. Pero era una tierra grande, y llena de historia y misterios. Aún le llevaría algún tiempo seguir descubriéndola.

Y además, en Utuma había alguien a quien quería volver. Hacía años, sus padres habían pretendido aumentar su red tierra adentro, usando barcos de navegación fluvial para comerciar de forma periódica pieles, marfiles y otros productos con las poblaciones indígenas. En una de las regiones, se dirigían a intentar encontrar y lograr la aprobación de una respetada figura local de la que les habían hablado, una especie de chamán, o sanadora o algo similar que vivía cerca del río, pero se encontraron con el puñado de chozas más cercano vacías y destrozadas, señales de un ataque, y sólo una iralesa aún viva, que parecía haber intentado defender a los pobladores antes de sucumbir a sus heridas.  La habían recogido, y Partenia se había ocupado de ella mientras se recuperaba. Y no había podido menos que enamorarse como una jovenzuela que encuentra su primer amor. Adia era hermosa, nadie podía negarlo. Pero también gracia natural, y dulzura y compasión, y una fuerza interior que la hacía capaz de sobrellevar todas las adversidades. Incluso herida como estaba, la veía preocuparse de todos los que viajaban en el grupo. Incluso los animales parecían estar más calmados a su lado. Y lo reconocía, haberla visto atreverse a ponerse delante de un caballo desbocado y conseguir que parase cuando se lo había ordenado había sido tremendamente atractivo. Partenia no había sido la única que había sentido un flechazo por ella. Muchos de los miembros del grupo la admiraban. Pero por algún motivo que Partenia no entendía, pero por el que daba gracias, Adia sólo le había correspondido a ella. Se habían despedido entonces, pero siempre que había vuelto a Utuma (y lo había hecho con la frecuencia que había podido), había vuelto a buscarla. Y ahora que estaba definitivamente allí, ella era a quien volvía tras cada viaje, llevándole regalos de historias, semillas de flores, piedras curiosas o cualquier objeto interesante que encontrase en sus viajes.

De cuando en cuando intercambiaba cartas con su hermano, para hacerle saber que estaba viva y bien, a través de contactos seguros para evitar que la encontraran. Puede que a Tamaris no le gustase cómo había solucionado las cosas, pero él también sabía que no estaba hecha para ser quien pretendían que fuera, y seguía intentando convencer a sus padres de ver las cosas de otra manera. Partenia sabía que no era maldad lo que llevaba a sus padres a actuar de esa forma. La veían aún como una niña impulsiva a la que debían proteger, y habían mandado gente a intentar buscarla y traerla a casa, era porque creían que no era más que la locura y las ganas de aventuras de una niña que no sabe cómo es el mundo, lo duro que podía ser, el daño que podía recibir de él cuando ellos no estaban ellos a su lado para evitarle las peores consecuencias de sus decisiones. Y quizás tenían razón, quizás necesitaba aprender todo eso. Pero no significaba que mantenerla encerrada fuera la forma de hacerlo. Esperaba ser capaz de demostrarles algún día que era capaz de afrontar los riesgos y los fallos, y de poder contar con hazañas que demostraran que contaba con el tesón y la inteligencia para salir adelante por sí misma. Contar con su propia fortuna tampoco iría mal.

PeGe's

8+6+8+6+6+11 = 45