Partida Rol por web

Atardece en Nueva York. Manhattan se pone de gala para la inaguración del nuevo Steinway Hall que ansía ser un centro musical y galería de arte de gran importancia que complemente al fantástico y cercano Carnegie Hall y que sustituya al gigantesco y envejecido Steinway Hall de la calle 14.

Numerosos curiosos se arremolinan ante la fachada del nuevo rascacielos de 16 pisos diseñado por los afamados arquitectos que ya planificaran la estación Grand Central terminal, la casa del cementerio de Greenwood de Brooklyn o el NY Yacht Club: Warren & Wetmore. Una fachada que abarca dos pisos coronado por medallones en los que están representados varios compositores y con un espectacular bajorelieve que representa a Apolo y a una musa de la música que corona su cabeza con una rama de laurel, bajo la cual, entre dos columnas de mármol, se muestra un ventanal que da acceso visual a la gran y engalanadísima sala de recepción, iluminada por una decimonónica araña que cuelga del cupulado techo y decorada con cuadros y frescos.

Un cordón rojo ante el cual cuatro policías, que convenientemente han sido sustituidos a última hora por los hombres de Tyler, se afanan por contener a la curiosa multitud y abrir paso a los numerosos invitados que poco a poco van haciendo su aparición en lujosos vehículos.

En cada una de las dos puertas, y escoltados por otro par de los hombres de Tyler se hayan sendos trajeados caballeros de plateadas sienes vestidos como británicos mayordomos, que dan la bienvenida a los invitados y comprueban sus nombres en una larga lista mecanografiada antes de dejarlos pasar al interior. Parecen haber montado una fiesta por todo lo alto. Los excéntricos constructores de pianos Steinway, enriquecidos gracias a sus operaciones inmobiliarias en Queens-Astoria han dejado el pabellón bastante alto.

Tomas mira nervioso su traje, comprado a última hora y no hecho a medida y en el que se siente bastante incómodo, y teme no poder integrarse adecuadamente en el ambiente. Había pensado en la posibilidad de hacerse pasar por un periodista y realizar alguna entrevista aunque esa idea y teniendo en cuenta su característica timidez sin duda le resultará disparatada. Por lo menos no tiene mas que portar la cámara y estar con los oidos y los ojos bien abiertos. Jean Philippe parece ilusionado ante la posibilidad de entrar a una de las mayores fiestas que jamás haya vivido la ciudad de Nueva York.

Lindsey y Paul se han puesto sus mejores galas. Lamentablemente, y que Tyler sepa, no ha habido cancelación alguna por parte de ninguno de los 300 invitados, aunque la policía no tiene un acceso fidedigno a dicha información. Pacientemente esperan en el coche estacionado una manzana mas allá esperando poder acercarse cuanto antes. Tyler sonríe confiado. Tiene al personal de su comisaría destinado en el lugar y podrán permitirle el acceso fácilmente al interior del inmueble. Al menos a él.

Algo nerviosa contemplo el imponente edificio, los coches estacionados en la acera y como una multitud de personas bien vestidas y que seguramente necesitaran terapia entran.

Suspiro profundamente y miro a Paul: Vamos allá!

Salimos del coche y mientras esperamos unos segundos a que aparezca Tyler, Tomas y Vinacci, aprovecho estos momentos para alisarme el vestido negro, ponerme bien el collar y arreglarle la corbata a Paul.

De reojo veo a nuestros amigos fotógrafos y a Tyler que se sitúa frente a la entrada. Le hago una señal y avanzamos hacia él.

Cita:

Tyler estira el cuello tratando de respirar maldita sea, me até demasiado prieta la pajarita al ver avanzar a Lindsey me coloco cerca del que lleva la lista - ¿que tal vamos? ¿cuanta gente a entrado? - y luego le cojo la lista de invitados y busco el nombre de Lindsey - está usted encantadora, que disfrute de la velada.

El joven y casi adolescente becario de Tyler, convenientemente disfrazado con una gorra chula y unos guantes blancos conduce con calma un oscuro Packard 626 por las calles de Manhattan aunque se le nota nervioso y tembloroso en el volante. Es lo que tiene conducir un vehículo que se encontraba temporalmente almacenado en el depósito del NYPD propiedad de algún pez gordo de la mafia italiana de Queensboro. No obstante al becario los nervios no le impiden lanzar alguna que otra mal disimulada mirada hacia el asiento trasero, hacia el esbelto cuerpo de su joven pasajera bostoniana, por el espejo retrovisor.

Al lado de la joven, el anticuario oriundo de Arkham se observa a si mismo buscando algún defecto en el caro traje hecho a medida pero sin duda con demasiadas prisas debido al escaso tiempo del que ha disfrutado el sastre para poder confeccionar la prenda. El resultado parece bueno teniendo en cuenta la rapidez con la que se ha visto obligado a trabajar.

El vehículo enfila por la 37 oeste, en dirección hacia la puerta de un edificio donde la multitud se agolpa para observar a los invitados que se van aproximando al edificio de 16 plantas que albergará al Nuevo Steinway Hall. En la puerta Tyler parece observar a la multitud, donde también intentan abrirse paso Vinacci, cámara en mano, y su barbudo ayudante, quién sostiene a duras penas un artilugio a su lado. Su mirada se clava en el coche que acaba de aparcar en la puerta y del que descienden inmediatamente sus compañeros una vez un par de criados contratados por la Steinway abre la puerta del pasajero.

Y el barbudo ayudante de Vinacci hace algo, con el artilugio que porta en sus manos que hace que el magnesio se prenda inmediatamente en un flash y un destello en el momento en que Bauberg desciende del coche siguiendo a su compañera. Y como si eso fuera una señal, varios fotógrafos mas deciden que ese tipo que de vista les resulta desconocido puede ser alguien importante y deciden tomar unas cuantas instantáneas mientras se aproxima hacia la puerta. Vinacci entre ellos, quién quizás decide inmortalizar este momento para conseguir una instantánea para dentro de unas décadas mostrar a sus nietos quién era su valioso compañero y amigo. Goldberg no debe de haberlo hecho conscientemente si se tiene en cuenta la cara de sorpresa que se le ha quedado cuando el magnesio ha ardido durante breves instantes en un flash de cegadora y brilante luz.

Ambos se aproximan hacia la puerta mientras los hombres de Tyler apartan a la multitud mientras el serio y elegante mayordomo situado en la puerta bajo el número 109 les dirige unas breves palabras mientras les observa con curiosidad mientras rebusca infructuosamente en su memoria la identidad de sus interlocutores

Buenas noches y bienvenidos, señor y señora... alcanza a decir mientras sus ojos se dirigen nerviosamente hacia el atril de madera situado enfrente suyo, donde se encuentra la lista de los 300 afortunados que esta noche disfrutarán de una espectacular fiesta.

Mientras tanto Tyler, se apresura a colocarse al lado del portero y busca con la mirada en la lista que el hombre sostiene al otro lado del atril, lejos de la vista de Marrow y Bauberg.

Los ojos del mayordomo se clavan alternativamente en los de mr. Bauberg y en los de Ms. Marrow esperando su respuesta.

El imperturbable mayordomo permanece concentrado en su tarea mientras Bauberg y Marrow avanzan hacia la escalinata, aunque convenientemente te acercas al lado del tipo de la puerta donde puedes echar un vistazo rápido a la lista de invitados.

Antes de que tus compañeros lleguen hasta la puerta ha tenido tiempo de responder.
Pues algo mas de la mitad, inspector. Cerca de 200.

Marrow...Marrow.... Lástima, son cerca de 180 nombres escritos y no caben todos en una cara de una hoja. Y el doorman no tiene frente a si la que tiene los apellidos que comienzan por la M de Marrow. Pero si que tiene la lista de los que comienzan por a A- D. ¡y tampoco está Bauberg! Y está Ms. Carlyle, E. pero su nombre no ha sido tachado todavía. aún no ha hecho acto de presencia en el lugar.

Probemos a dejarles pasar por el morro, quizás funcione. ¿qué cuentas al trajeado caballero? Pero date prisa porque ves como un coche mas aparca en la puerta una vez tu becario ha dejado de mirar el trasero de tu compañera acercandose y se ha ido a buscar aparcamiento en las cercanías. En breve seguirán llegando mas invitados y no es plan montar un atasco de peces gordos en la puerta. Y no hablo precisamente de la talla del bueno de Bauberg.

Bauberg añadió su toque personal al costoso y sobrio traje, su amado reloj de bolsillo del siglo XVIII, cuya cadena de plata iba desde el bolsillo hasta un botón de marfil del chaleco. En la parte de atrás del sedán, dejó que sus dedos acariciaran la carísima tapicería y contempló durante unos instantes, con una mirada furtiva, a la arrebatadora Lindsey. Tuvo que luchar contra el deseo de desaparecer de ahí, al no estar a la altura de semejante belleza. Ruborizado, sonrió a su compañera y asintió con la cabeza para dar a entender que todo iba bien antes de salir del coche. Fue como entrar en la jaula de los leones, cada flash le hizo más pequeño y abrumado dio unos pasos por inercia hasta llegar a la puerta de Lindsey, que abrió con poca ceremonia. Por unos instantes sintió un alivio tremendo pues supo con certeza que todas las miradas se centrarían en esa melena rubia, incluso cuando Lindsey le arregló la corbata casi pudo sentír una punzada de orgullo atávico desde el fondo de su estómago. Caballerosamente le ofreció el brazo hasta avanzar a la entrada donde se lo jugaban todo. Mientras caminaba, susurro a su compañera:

Si con la belleza que irradias hoy no nos dejan pasar, no podremos entrar ni a cañonazos…

Sin dar tiempo a responder a Lindsey, se aclara la garganta  y delante del mayordomo dice.

Sr. Y Sra. Bauberg.

Si fuese un hombre de Fe, Paul estaría rezando.

El mayordomo pasa su dedo por la lista mecanografiada que tiene ante sus ojos y frunce el ceño.

¿Tienen su invitación, señor?

Bauberg frunce el ceño y trata de expresar su máximo desagrado.

No, pero madaré a buscarla para que usted pueda marcarla como si esto fuese un teatro barato. Somos el Sr. y la Sra. Bauberg...

En la mente de Paul abofetea al estirado mayordomo hasta que logra borrar esa expresión de indiferencia de la cara. Pero en la realidad los ojos del bibliotecario buscan los del detective Tyler, implorando ayuda...

No se ofenda, señor. Ya sabe que el Steinway Hall no es un teatro barato. Tiene que estar aquí. No dudo de usted, es solo por el tema de la placa conmemorativa, ya sabe... Veamos, Señor y señora Bauberg.
¿Vauberg?
dice el caballero de plateadas sienes mientras rebusca en los papeles, esta vez en otro folio. Eleva la mirada hasta encontrarse con la del anticuario y seguidamente mira hacia atrás buscando a alguien con la mirada y encontrando a Mr. Tyler durante un segundo antes de enfocar el interior del edificio.

Nunca había estado tan nerviosa y nunca lo había disimulado tan bien, al menos mientras me acercaba hacia el hall. Pero una vez allí, delante del hombre de la lista de invitados y algo cegada por los flashes de Tomas y Vinacci me sentía como si estuviera representando un papel. Algo sorprendida por el giro de Paul, decido seguirle la corriente.

Cogida del brazo de Paul miro con indiferencia al que nos pregunta el nombre, observando a las diversas damas y caballeros que pululan por el interior y a los que están detrás nuestro, como si estuviera buscando a alguien conocido con quien hubiésemos quedado para vernos en la fiesta.

Luego, con voz afectada y con un tono algo aburrido le comento a mi “marido”:

Esta parte es la más tediosa, querido... Estoy ansiosa por ver de nuevo a Erica.

Luego, dirigiéndome al de la lista le pregunto amablemente pero distante: Disculpe joven – paso por alto el hecho de que el hombre en cuestión tiene unos cuantos años más que yo y Paul - ¿podría decirme si la srta Carlye ya ha llegado? c-a-r-l-y-e

Paul, querido... ¿crees que tu nuevo secretario habrá dado bien el apellido? Ayer confirmó que veníamos. Mira! - señalo a Tyler que está al lado nuestro - ese chico parece el hermano mayor de tu secretario, son asombrosamente parecidos.

¿Lo encuentra, caballero?

Cita:

Tyler aprovecha esa frase para interceder por la pareja

- La Srta Carlyle no ha llegado - revisa de nuevo la lista de invitados - ...parece que ha habido una equivocación - se vuelve hacia el mayordomo - creo que sería mejor que los señores pasen y esperen dentro mientras solucionamos este malentendido.

- John - dice girandose hacia el becario - acompaña a estos señores al vestibulo y mira de solucionar este error, sin duda el Sr. y la Sra. Bauberg han de estar en la lista si son amigos de la Srta Carlyle. Con 400 invitados es posible que haya habido algún error.

Se vuelve para mirar al mayordomo y le susurra - mejor que no haya en problemas en la entrada y si son amigos de la Srta Carlyle no creo que sea muy sensato echarlos - le mira a ver si está de acuerdo.

El mayordomo se vuelve para susurrar algo a Mr. Tyler.

En realidad me preocuparía si fueran amigos de Mr. Steinway. ¿usted les conoce? Las plazas están limitadas y aquí en esta lista no constan. y la ha redactado personalmente mr. Steinway.

Cita:

- Si, les conozco y tengo entendido que son conocidos suyos... creo que lo mejor es resolver esto discretamente, yo me encargo.

Tyler murmura una respuesta al mayordomo y depués se vuelve a hablar con la pareja recien llegada

- Lamentablemente sus nombres no constan en la lista, pero dado que son conocidos de Mr. Steinway, veremos lo que se puede hacer... si me acompañan - les hace un gesto para que pasen al vestibulo.

Una vez dentro y lejos de oidos indiscretos - Mr. Steinway ha elaborado la lista de invitados personalmente, son unos 400. Las plazas son limitadas, así que o falta alguien o va a estar complicada la cosa de entrar como invitados. En cuanto vaya a empezar el acto puedo ver si ha faltado alguien e indicaros si podéis ocupar su lugar

Parece que mis colegas tienen prisa. intento colocar la barra del soporte del magnesio entre los tobillos del próximo invitado a ver si consigo que tropiece y distraigo la atención dl de la puerta.

El hombre de la puerta se vuelve para replicar algo, pero algo llama su atención.
Tomas, viendo que sus compañeros estaban en problemas, decidió intentar distraer la atención de todos los presentes colocando disimulada y estratégicamente el pie del soporte del magnesio entre los tobillos de una trajeada mujer de mediana edad invitada al evento que acababa de descender de otro oscuro sedán. La mujer tropieza con el soporte y cae al suelo causando gran revuelo entre su acompañante y curiosos que por la zona se agolpan, mientras Tomas rápidamente retira la vara y disimula entre la multitud.

La mirada y la atención del hombre de la puerta se dirige hacia la mujer que yace en el suelo olvidándose temporalmente de "Bauberg y sra.", momento que fácilmente puede aprovechar el grupo para entrar en el interior del edificio

A Tyler le salta una sonrisa complice cuando todo el mundo está pendiente del revuelo que se ha producido por la caida, inmediantemente la reprime junto con las carcajadas que le producen la situación. Incluso el estomago le empieza a molestar por el esfuerzo.

Aprovecha la situación para abrirles el paso y las puertas a la pareja del Sr. y la Sra. Bauberg instandoles con la mirada a que pasen rápido y aprovechen la ocasión.

Aprovechando la confusión y mientras alguien ayuda a incorporarse a la Sra. Carnegie, Mr. Tyler consigue hacer pasar a sus compañeros al interior del edificio.

La sala de recepción principal, de forma octogonal, de unos 120 metros cuadrados decorado con escenas alegóricas pintadas a mano y con una cúpula decorada con escenas alegóricas pintadas a mano con leones, elefantes, diosas y ninfas, rodeando una decimonónica lámpara colgante de cristal vienés que emite una luz clara y brillante. Cuadros de afamados pintores contemporáneos como Rockwell Kent, N.C. Wyeth o Francis Luis Mora decoran las paredes, así como blancas columnas que alternan con pilastras verdosas de mármol pulido. El suelo es de una amarillenta piedra de kasota con incrustaciones de mármol verde y parcialmente cubierto por una exquisita alfombra.

Un piano colocado en un rincón emite música ligera para amenizar el ambiente.

En medio de todo este lujo, numerosos invitados de alta cuna con carísimos trajes hechos a medida charlan y comentan entre ellos las excelencias del nuevo edificio, mientras degustan refrigerios y canapés que se agolpan en varias mesas. Parece que no habrá una gigantesca cena con mesas reservadas y los temores de Tyler son infundados.

El lujo se palpa en el ambiente mientras Tyler reconoce a algunas eminentes personalidades de la Vieja Nueva York: tratantes de obras de arte, políticos, artistas, empresarios, músicos, filántropos, etc. y entre ellos Tyler señala a los anfitriones Frederick y William Steinway charlando con el eminente industrial John D. Rockefeller.

Un caballero vestido con smoking se acerca para recoger los abrigos de Mr. Bauberg y Ms. Marrow dándoles un par de fichas numeradas de latón para su posterior recuperación en el ropero.

Se forma un gran revuelo en el acceso. Ms. Carnegie yace en el suelo mientras su marido Andrew la ayuda a levantarse. La mujer no parece haberse dado cuenta de que su caida no ha sido accidental y simplemente musita un Andrew, querido, ¡Qué torpe soy! ¡Dios Mío, vaya pintas que tengo! ¡Me he manchado el vestido y no podemos entrar así!. Debo regresar a cambiarme..

La mujer decide pues regresar hacia el coche, junto a su marido, quién comenta unas palabras al portero antes de retornar al coche y regresar junto a ella.

Tyler entre tanto ha accedido al interior junto a Bauberg y Marrow, aprovechando la confusión. Aún no se ha acercado nadie de la prensa. Los rumores entre los periodistas y fotógrafos que aquí se agolpan son que Steinway ha contratado a sus propios fotógrafos para el evento y que la prensa no puede aceder al interior, no obstante se han comprometido al día siguiente a hacer públicas las fotos del evento y a ofrecer una rueda de prensa. Al parecer quieren una fiesta íntima y tranquila.