Partida Rol por web

-Gracias, Albert. Puedes retirarte.

Se levantó con gracia y se dirigió al grupo, estudiándo a todos y cada uno de ellos con mirada crítica. Sus ropas eran sencillas pero elegantes y llevaba un sombrero a la moda para protegerse de la luz.

-¿En qué puedo ayudarles? -preguntó amablemente.

Archie no le quito la vista de encima al mayordomo, fijándose sobretodo en su calzado, durante "el paseo" por la casa aunque si que tuvo a bien pararse de vez en cuando cuando vio algo que le llamará la atención.
Una vez que alcanzaron la ubicación de la señorita Carlyle se adelantó para besar la mano de la dama mientras hacía una reverencia a sus pies.

- Permítame que me presente, me llamo Archivald Kirkham y hemos coincidido alguna vez en negocios entre algunas de nuestras empresas aunque no es ese la finalidad de esta visita. Por lo pronto creo que sería mejor que nos presentáramos todos antes de discutir el tema en cuestión que nos ha traído aquí - dijo archie mientras se retiraba un par de pasos de la bella dama para dar espacio a sus compañeros a presentarse.

Ian tendió su enorme mano con nerviosa torpeza para saludar a la joven después de admirar el patio, un lugar donde no le habría importado pasar tardes tranquilas y olvidar todo lo sucedido hasta el momento. Se inclinó en una leve y anticuada reverencia sin soltar los delgados dedos de la mujer, sin tener muy claro como abordar el tema ahora que la tenían delante.

-Ian MacConlom. Es un placer conocerla, señorita, ojalá fuese en mejores circunstancias. Lamento lo de su hermano, Dios lo acoja en su seno.

Dicho esto, preguntándose si mencionar al hermano tan pronto había sido un error, dejó paso a los demás, esperando que quizá Mina o Brenda supiesen plantear el problema con algo de sensibilidad femenina, de forma que la mujer no reaccionase con rechazo ante lo que debían proponerle. Al menos parece una joven amable, puede que atienda a razones -se dijo, no muy convencido.

Louis avanzó hasta colocarse junto a Archivald, realizando una leve inclinación con la cabeza a modo de saludo - Mi nombre es Louis Sheridan, y extrañas son las circunstancias que me han traído aquí, aunque quizá sea mejor esperar al final de las presentaciones antes de comenzar con las explicaciones.

El guía dejó que su voz inundara la sala, indeciso de si debía añadir algo más o permanecer callado como había sido su intención desde el mismo instante que habían atravesado la verja de entrada.
Sin embargo, una vez más se impuso su caracter rebelde, y antes de darse cuenta una nueva frase había surgido de entre sus labios.

Por mi parte no le daré el pésame por su hermano.....pues puede que no sea necesario. - aquella afirmación podía caer como una bomba o ser ignorada por completo, pero sin duda podrían aprender algo si se fijaban en la reacción de la señorita Carlyle.

Brenda estaba en ese mismo momento adelantándose hacia la mujer, con la mano extendida. El comentario de Louis frenó ligeramente su impulso, y la usualmente directa y segura arquitecta por una vez vaciló. Una fracción de segundo, que quedó en suspenso, mientras todos y cada uno de ellos estudiaban la reacción de Erica a las palabras del recio explorador.

Ese lapso pasó, y Brenda simplemente estrechó la mano de la Señorita Carlyle murmurando en tono audible aunque bajo, como quien espera una respuesta:

-Brenda Farrow, encantada...

Mina observaba la situación desde las filas de la retaguardia. Miraba directo a los ojos de aquella mujer, y Erica podía ver así los suyos con la expresividad y transparencia que le caracterizaba. Observaba desde atrás no porque pareciera quererlo así, si no porque el haber seguido al mayordomo y haber permanecido a una distancia respetuosa le habían llevado a quedar en aquel lugar. Murmuró un gracias en dirección a quien los había conducido, y esperó con estricta educación a que quienes tuvieran algo que decir elevaran su voz. Uno de ellos era Henric, que de nuevo había quedado sin reacción inmediata. Los demás se habían adelantado, y Henric aún no decía nada, posiblemente nervioso. Mina le dedicó una mirada mientras Louis se adelantaba, pero había mirado de forma inconsciente hacia el guía cuando éste volvió a soltar la bomba.

Aquello le permitió mirar de frente a Erica, cada una una de sus reacciones, ante aquellas palabras. Sabía que eso era importante.

Erica no la miraba, y Mina tuvo la única reacción de levantar la mano y tocar a Henric en el antebrazo. Sus dedos apretaron la tela y la piel suavemente, sin saber dónde estaban apoyados pues los ojos de Mina pertenecían a la antitriona. Sin mirarlo, le soltó con delicadeza y sintió que no debía esperar a que respondiera. No supo qué la llevó a adelantarse sin dar espacio a que aquella frase de Louis pudiera ser considerada una señal o algo preparado, o una sorpresa para ninguno de ellos. Sólo se acercó, y ofreció su mano al mismo tiempo que le miraba directamente a los ojos.

- Mina Mordaunt. Es un placer...

El efecto era doble. La percepción de Mina estaba a flor de piel, y la sinceridad y tranquilidad de su semblante era un ancla más para la mentira de Louis.

Avanzando en retaguardia, con su peculiar paso inconstante, Nathan llegó finalmente hasta la posición de la señora Carlyle. Alzó levemente su sombrero y formuló una ligera inclinación de cabeza.

-Nathanian Moore, para servirla. No sabe usted cuanto le agradezco que haya aceptado recibirnos. Los motivos que nos han impulsado a venir a verle son de lo más inquietantes y créame que no la habríamos molestado si no fuera del todo imprescindible. - jamás abandonaba sus modales ingleses, todo en él era formalidad, estilo y tradición.

Henric se mantuvo en silencio mientras los demás se presentaban ante Erica. Aún no tenía muy claro que decir. No sabía si la hermana de Roger había recibido su carta y el regalo que había enviado junto a ella de modo que necesitaba replantearse aquella violenta situación. Todo había resultado demasiado improvisado pero ahora estaban metidos de lleno en el ajo, no podían echarse atrás y tenían que seguir adelante, improvisando de la misma manera como habían empezado.

Lo cual no hacía la situación mas fácil.

Meditó sus palabras ¿Sería bueno mencionar la carta? Si no la había recibido era totalmente inútil, pero aún en el caso de que así hubiera sucedido, ¿Que impresión le habría causado recordarle a su supuestamente fallecido hermano en aquel escrito?

Entonces escuchó las palabras de Louis.

Vale, ya hemos soltado la primera bomba, veremos lo que ocurre a partir de aquí pensó mientras se adelantaba al resto y tendía su mano.

-Yo soy Henric Larsson. Conocía a su hermano.

El enorme armario con patas que se había mantenido al margen en un primer momento, se acercó ostensiblemente a Erica cuando se iniciaron las presentaciones, acercando la mano sin reparos a una sobaquera de la que se veía a simple vista una enorme pistola automática.

Al ver que todo marchaba sin problemas volvió a adoptar una postura más relajada y se apartó ligeramente.

La mirada de Erica Carlyle se ensombreció y la sonrisa desapareció de su rostro tras las repetidas menciones a su difunto hermano. Después de ofrecer su enguantada mano a todos los presentes volvió a sentarse donde la habían encontrado y les hizo un gesto para que hicieran lo propio.

-Por favor, siéntense -dijo-. ¿Cuál es la razón de la visita?

Hizo un gesto a Albert, casi imperceptible, y este desapareció por la puerta de cristal. El guardaespaldas se situó tras el banco, a menos de dos metros de distancia.

La belleza de los rasgos de Erica se acentuó al fruncir el ceño, como si se preparara para un trámite por el que no quería pasar.

Henric no se atrevió a hablar. En el fondo esperaba que Erica le dijera que había recibido su carta con el regalo, o que al menos lo insinuara de mala gana sin decirlo abiertamente, dado el peliagudo tema que estaban tratando en ese momento, pero al ver la respuesta de la hermana de Roger no supo que decir, no mencionar aquello le pilló con la guardia baja y no sabía como comenzar a hablar.

Miró a sus compañeros en busca de refugio, esperando a que alguien menos tímido y mas arrojado tomara la iniciativa, pero el incómodo silencio que sucedió lo obligó a hablar.

Aún sintiendo que se le ruborizaban las mejillas ante la brusquedad de la situación, encontró las palabras.

-Señorita Carlyle dijo mientras se sentabaEl motivo de nuestra visita es muy oscuro y creame si le digo que en estos momentos me siento muy incómodo teniendo que recordarle un tema como el que venimos a tratar. He intentado contactar con usted mediante una carta, pero no se si esta ha llegado, por lo que al final yo y mis compañeros decidimos intentar realizar esta brusca visita. Le agradecemos de todo corazón que nos haya recibido, ya que nos encontramos en una situación que nos ha llevado necesitar hablar con usted sobre lo que le pasó a su hermano, puesto que puede aclarar la relación que puede haber entre él y un muy buen amigo nuestro recientemente fallecido en extrañas cicunstancias creyó conveniente omitir los detalles de la muerte de Elías por el momento y continuó tras tomar alientoLe pido perdón por esta intromisión en algo que es obvio que la puede molestar, pero creemos que había cierta relación entre su hermano y nuestro amigo y lo que hemos investigado hasta ahora nos ha desvelado oscuros secretos en un camino que quizás usted pudiera ayudarnos a alumbrar un poco mas. Como ya le he dicho, yo conocía a su hermano, durante un tiempo fuí un artista de renombre entre la alta sociedad de esta ciudad y no se si reconocera mi nombre como tal, pero eso ahora es redundante ante la situación en la que nos encontramos, pude conocer a su hermano en una fiesta hace mucho tiempo e incluso realicé alguna obra para él, aunque no pude entablar gran amistad con él y me duele de veras que sean motivos como estos los que hayan hecho que le conozca a usted.

Paró de hablar. Había soltado el motivo por el que estaban allí quizás demasiado a la ligera, pero no tenía ganas de andar mintiendo ni de inventarse extrañas excusas, dijo lo que tenía que decir sin entrar en demasiados detalles solamente para tantear el terreno, con suerte Erica se interesaría por lo que fuera que les había llevado allí ya que omitió la gran mayoría de detalles no por seguridad, sino por despertar en ella curiosidad, era la única manera que se le ocurría de conseguir el apoyo de la hermana de Roger.

Tras hablar lo más educadamente posible esperó una respuesta que les diera una de las dos opciones posibles a aquella situación: la ayuda de Erica o una frustrante patada que les arrojaría de nuevo a la calle y en la misma situación en la que habían entrado.

Ian tomó asiento, permaneciendo con la espalda rígida y los puños cerrados sobre las rodillas, y esperó a que alguien expusiese los hechos, a ser posible con delicadeza. Al fin Henric se atrevió, y el padre aguardó en silencio a la respuesta de la joven, atento a su reacción. Quién sabe, puede que nos oculte algo, que nos mienta -pensó para si, preguntándose si la tensión que envolvía sus vidas en ese momento le estaba pasando factura, volviéndolo más desconfiado de lo normal.

Erica Carlyle aguantó estoicamente el atropellado torrente de palabras que surgió de los labios del artista. Su mirada pasó del asombro a la incredulidad hasta que, cuando terminó de hablar, se puso en pie.

El guardaespaldas se alarmó visiblemente y dio un paso al frente, pero Erica tranquilizó sus nervios con una sola mirada y el momento de tensión pasó.

-Si han venido para contarme historias de mi hermano más vale que tengan pruebas que defiendan sus palabras -su voz era neutra y sin rastro de pasión, al igual que la expresión de su rostro-. De lo contrario me están haciendo perder el tiempo y se trata de algo que valoro en sumo grado.

Se acercó a la puerta de cristal que daba al interior sin dar la espalda a los visitantes en ningún momento y, una vez ahí, permaneció a la espera con impaciencia.

-¿Y bien?

Mina, que se había sentado cuando le había sido sugerido, se quedó quieta ante la reacción de Erica.

La neutralidad de aquel rostro le dolió como si hubiera sido un grito. Había logrado herirla, y se estaba defendiendo. Habían tocado aquel nervio que aún se encontraba sensible, el que nunca se recuperaría del todo, y le habían traido un gran dolor. Lo que Mina temía salió a la luz, y se manifestó en cada una de las palabras y movimientos de Erica. La observó moverse, alejarse, frenar al guardaespaldas, tratar de alejarlos con palabras para que no continuaran amenazando sus sentimientos. Alterarse, y cubrirse con la defensa más evidente: la neutralidad. Cuídate de quien no muestra nada en su rostro, decía a veces su padre; O es que no tiene nada que perder, o es que tiene demasiado que ocultar.

Mina no podía más que empatizar con aquella reacción. La entendía perfectamente. Ella no podía no entender ese tipo de dolor...

Y entonces, mientras sin darse cuenta se ponía del otro lado de la situación, viéndose a ella misma ser increpada por desconocidos asegurándole que su hermano no estaba muerto, en la cabeza de Mina apareció algo. Sus ojos lo habían visto, pero hasta ese momento no había caído en ello. Sus acompañantes vieron que inclinaba levemente la cabeza hacia Erica, y que sus ojos oscuros habían dejado de observar a la cara de la antifriona, bajando con sutileza al suelo, hasta sus pies. Mina había visto algo que puso en alerta sus sentidos. Quienes estaban cerca suyo, pudieron ver que del suelo dirigía una mirada imperceptible al guardaespaldas, y después una muy disimulada a la puerta.

- Nos gustaría que fueran historias - dijo Mina, devolviendo los ojos hacia Erica; luego de la travesía de su mirada, sonreía con suavidad - Pero no lo son. Permítanos por favor explicarle, en la medida que nos es posible...

Dirigió una mirada a los que tenía más cerca. En ella, podían verse dos cosas: que seguiría hablando si nadie lo hacía, como si se comprometiera a ganar tiempo hasta que alguien dijera algo relevante. Y que, por algún motivo, parecía estar evitando explicar el tema de las sectas, el símbolo de la frente de Elías, y las sospechas de África. De pronto, Mina había descubierto que no sabía hasta qué punto podía mencionar la palabra secta delante de Erica.

Henric no se lo pensó dos veces, ya iba lanzado y era momento de echar toda la carne en el asador. Sacó su libreta con sumo cuidado del bolsillo de su chaqueta con la intención de que el vigilante no sospechara cosas raras, una vez la tuvo en la mano buscó el dibujo que había copiado, el misterioso símbolo que tanto les había intrigado y se lo enseñó a Erica.

-Señorita Carlyle, ¿Le suena de algo este símbolo? Le preguntó sin mas preámbulos, esperaba que lo reconociera de sus propias investigaciones.

No tenemos muchos recursos para afrontar esta situación, espero que a alguien se le ocurra algo más o nos veremos en la calle sin ninguna respuesta antes de que nos demos cuenta. Pensó preocupadamente Henric.

Situado detrás de su compañero, Nick esperaba que le tomasen por lo que toma una mujer de cierto estatus a todo aquel que no se presenta automáticamente. Por un protector, un criado, o alguien sin importancia. Retirándose cuidadosamente el sombrero, y poniendolo frente a su pecho, Nick adoptó la mirada más docil de las que tenía en su repertorio. En silencio observaba la escena.

En concreto, observaba a la señorita Carlyle.

Hay muchas cosas que pueden decirse de una persona, si sabes buscar las señales. Una noche, jugando a las cartas con un tipo de Tenesse que era un maldito diablo con las apuestas (cosa que le había llevado a la oficina de Nick) le explicó los signos que uno debe buscar en un adversario. Pequeños movimientos de los dedos. Mirar a la izquierda cuando se habla. Toquetearse el pelo. El orgullo herido de una espalda que se vuelve recta de repente. Los movimientos de la lengua dentro de la boca, contra las mejillas. Pero sobre todo, el tono. El tono de una palabra podía romper la fe sobre lo que se decía, o podía confirmarla.

En silencio, con la paciencia que le daban sus años de trabajo, Nick miraba y buscaba esos signos en la mujer.

Signos que le indicasen que les engañaba.

Una cosa estaba clara para Nick, esa mujer ocultaba algo. No podía distinguir qué era exactamente pero no había duda.

-¿Tiene que resultarme conocido? -preguntó sorprendida- ¿Qué es? Por favor, díganme que no han venido hasta aquí con un dibujo en una libreta. Si estan intentando venderme cuentos chinos se equivocan de Carlyle.

Erica se impacientaba por momentos. El boceto de Henric no obtuvo el resultado esperado y la situación se volvía crítica. El guardaespaldas se acercó disimuladamente para asegurarse de que las intenciones del pintor eran lícitas pero siguió manteniéndose a una distancia respetable.

-¿Y bien? -preguntó a Mina- Si tienen algo más que decir, díganlo. Soy una persona muy ocupada y no tengo tiempo para estas cosas.