Partida Rol por web

El Hotel Chelsea se encontraba en el 222 West de la Calle 23 en Manhattan, en el centro del distrito del Teatro. El edificio de ladrillos rojos y doce pisos de altura había sido construido hacía cuarenta años como una cooperativa privada de apartamentos. En 1905 fue adquirido y abierto como hotel. Desde entonces, célebres personalidades se han hospedado en él, entre ellos Mark Twain, Virgil Thompson o Ruth Harkness.

La nieve caía en copos grandes y pesados esa noche. El sol hacía rato que había dejado por imposible la tarea de calentar a los habitantes de Nueva York y a medida que pasaban las horas la temperatura se desplomaba. En el interior del hall, por el contrario, la temperatura es agradablemente cálida.

La puerta giratoria del hotel Chelsea emitió destellos al ver reflejadas en sus cristales las luces que iluminaban el amplio vestíbulo, dando paso a un hombre bastante alto, aunque en ese instante caminaba algo encogido y con una mano sujetando el abrigo a la altura del cuello, uniéndolo para intentar evitar que el frío maltratara aún más su ya aterido cuerpo.

El pelo castaño de Louis se encontraba algo despeinado porque el aire había estado jugando con él durante todo el día, el cual había aprovechado el guía para recorrer las calles de una ciudad que se le antojaba extraña, e incluso más incómoda que las arenas del desierto.....allí era imposible encontrar un reducto de quietud, donde poder disfrutar de un silencio que había comenzado a añorar en cuanto puso los pies en Estados Unidos....sin duda ya no era un hombre de ciudad.

Sus ojos llorosos, debido a las bajas temperaturas, recorrieron el lugar, dejando que sus manos se relajaran al sentir la calidez del ambiente, con lo que el abrigo se abrió y mostró el traje que vestía bajo él....el mismo del día anterior, pero apenas le importaba, pues era una prenda que no solía utilizar excepto en contadas ocasiones....quizá por eso le quedaba un poco grande, aunque no lo suficiente como para hacerle parecer un desastre....simplemente se acumulaban más arrugas de las normales en la parte baja de las piernas.

Su mirada seguía recorriendo la estancia, buscando a las dos personas con las que había quedado allí....Archivald, su cliente en la próxima expedición, y Jackson, del cuál no había tenido noticias en mucho tiempo hasta el telegrama del día anterior.

Y allí permanecía Louis, apenas nos pasos hacia el interior del vestíbulo, y posiblemente molestando con su presencia a los clientes que intentaran acceder tras él, pues se verían obligados a esquivarle para poder pasar.
Pero él no se daba cuenta de esa situación, pues al tiempo que seguía realizando la búsqueda visual, aprovechaba para disfrutar de la decoración del lugar....un poco recargada para su gusto, pero sin duda extraordinaria.

Las puertas del Hotel se volvieron a girar una vez mas, sumándose a las veces que ya habían girado durante aquel día, cuando dos hombres entraron en el Hotel.

Dos viejos amigos que habían disfrutado de una agradable conversación mientras caminaban por las calles de Nueva York recordando viejos tiempos llegaban dispuestos a seguir recordando anécdotas con otro viejo amigo que volvía a la ciudad. Ambos se limpiaron sus respectivos abrigos de la nieve que les había caído encima y se pusieron a buscar por la recepción del Hotel, tras esquivar a un hombre que se encontraba parado delante de la puerta giratoria.

Uno de ellos, de pelo negro alborotado, delgado, pálido y vestido completamente de negro, pero con la ropa bastante distante de ser elegante por culpa de los años de uso y las arrugas, se acerco al mostrador de recepción del Hotel emanando un extraño aura de inquietante pesimismo a medida que avanzaba por el espacioso lugar. Toco dos veces el timbre del mostrador de la recepción y mientras esperaba a que le atendieran se quito el abrigo para sujetarlo con las manos, doblándolo cuidadosamente y mirando con aire distante a su alrededor.

Su compañero, que se había quitado el sombrero al entrar al hotel y lo conservaba en la mano izquierda, se pasó la mano por su cabeza, intentando recolocar, con moderado éxito, el pelo que el sombrero le había despeinado. Se dirigió a la señorita que se encontraba tras el mostrador de recepción. -Buenas, buscabamos la señor Elias Jackson. ¿Podría indicarnos su habitación?

La puerta giratoria volvió a emitir sus apagados destellos, y el sordo ruido de su movimiento circular. Ellos emergieron sin más de aquella espiral en la que, de niños o de adultos, algunos se sentían encantados de perderse. Eran dos personas más en un mar de rostros, la mayoría desconocidos; pero por algún detalle personal, o por el contraste de que estuvieran juntas, llamaban la atención a los ojos curiosos a su alrededor.

Apenas sus pies tocaron el vestíbulo, la joven sacudió su largo pelo rojizo para quitarle las vetas blancas. Se desprendió el botón del cuello del abrigo, con un suspiro, y le sonrió al hombre inmenso que la acompañaba.

- ¿Qué contraste, verdad?

Sus ojos castaños luego vagaron por el sitio, apreciando en un instante mudo la belleza de la decoración. Se perdió en ella esperando la contestación de su acompañante, dando un paso de memoria; y volvió a la realidad antes de chocarse con un hombre alto, que temblaba en medio del vestíbulo, pero quedando mucho más cerca de lo que las reglas de cortesía mandaban sobre respetar el espacio personal de cada quien.

- ¡Oh! - dijo Mina, deteniéndose bruscamente, y retrocediendo un paso. Le sonrió con calidez, a modo de disculpa. - Lo siento. No lo había visto, señor.

Cita:

Aquellas palabras sacaron a Louis de su búsqueda infructuosa, para ir a reparar en la mujer que había hablado, que le miraba con unos grandes ojos oscuros y una sonrisa en su rostro de piel pálida, por lo que no pudo evitar devolver otra sonrisa como respuesta - Oh, no. La culpa es mía - se disculpó a su vez, dándose cuenta por primera vez del lugar donde había frenado sus pasos - no debí quedarme aquí en medio.

Se apartó a un lado para dejarla pasar...a ella y a su acompañante...un hombre que, a pesar de la edad que aparentaba, no dejaba se ser imponente por su estatura. Una extraña pareja, sin duda.

Pero otra voz alcanzó los oídos del guía, que volvió bruscamente la cabeza en dirección al mostrador, donde dos hombres se encontraban junto a él, y uno de ellos había nombrado a su amigo...alguien más le buscaba, y sabiendo que las expediciones de Jackson podían acarrearle enemigos, no pudo evitar ponerse en guardia.

Se acercó rápidamente hasta el mostrador, colocándose junto a aquellos hombres - Caballeros, sé que les parecerá extraño, pero....¿podrían decirme el motivo por el que buscan a Jackson?

EL hombre con el sombrero en la mano se dio la vuelta, sonriente. Escrutinó al hombre de piel morena, altísimo, que se encontraba ahora ante él. Conocía al tipo. Arqueologo, pensó. Tal vez explorador. Se notaba que había pasado tiempo al sol. -Somos amigos del señor Jackson. Desde hace tiempo, ¿señor...?

-Caballero, yo le atenderé gustoso -había dicho el recepcionista después de que Nick preguntara a la otra recepcionista-. ¿El señor Jackson Elias? Deme un segundo...

Dicho esto consultó en un pequeño archivador junto al mostrador, oculto de forma que no fuera accesible desde el lado de fuera, y segundos después abrió la boca para responder pero se interrumpió al ver a Louis preguntándole a Nick.

Decidió esperar a que ambos acabaran antes de continuar.

Sheridan - respondió a la pregunta desestimando dar una identidad falsa...¿por qué habría de hacerlo? - Louis Sheridan, y también soy amigo de Elías desde hace muchos años.

Quizá fuese a dar demasiada información, pero aquel era un sitio público, por lo que no creyó que ni él ni Elias se vieran en un aprieto por desvelar aquel detalle - He quedado con él aquí a las ocho - añadió al tiempo que buscaba con la mirada algún reloj que le informara de la hora que era - pero no le veo aún por aquí.

Faltaban pocos minutos para la hora acordada, y Elias no era de los que solían retrasarse a una cita a no ser que hubiese ocurrido algo....por otro lado, Archivald tampoco había llegado por el momento, así que aunque averiguara el número de la habitación de su amigo, debería quedarse allí hasta que apareciera.

El hombre vestido de negro se giró para ver a quienes les habían preguntado por Elías, pero se mantuvo en silencio y en un segundo plano, estudiando la situación, mientras que con la mano apoyada en el mostrador, tamborileaba nerviosamente con los dedos encima de la madera pulida y bien barnizada.

Sheridan... Sheridan... ¡El explorador! Oí hablar sobre usted cuando estaba en el Cairo. Debí suponer que alguien como usted y alguien como Elías acabarían cruzando sus caminos. El hombre le tendió la mano. Mi nombre es Nick Stolze, llameme Nick. Y mi amigo es Henric Larsson. A nosotros también nos ha citado aquí. Ivamos a subir a su habitación, cuando este caballero nos indique cual es, dice, lanzandole una sonrisa por encima del hombro a la recepcionista. Es un placer

- Vaya, así que parece que todos estamos aquí por causa del mismo hombre. ¿Y dónde se ha metido ese Elias, si puede saberse?

Cuando sonó la potente voz, con marcado acento escocés, de la enorme figura barbuda embutida en una sotana, los presentes no pudieron evitar sobresaltarse un poco. Sintieron que, de alguna manera, y aunque ni siquiera se dirigiese a ellos directamente, el sacerdote estaba regañándoles por algo.

Mina había asentido, regalándole al hombre un último momento de su sonrisa antes de mirar al padre MacColnom como esperando su confirmación para continuar adelante. Su idea sin duda era tan simple como llegar al mostrador y preguntar por el huesped; pero se encontró envuelta de pronto en una conversación entre hombres, de la que no participaba, y cuyo fin parecía determinar quién tenía más derecho a llamar a tal Jackson Elías. El que, por cierto, parecía ser el centro de todos aquellos, aunque hubieran venido por separado.

Una sensación de inquietud y curiosidad le surcó el cuerpo, sin ninguna razón particular. Mina había entendido que no era una reunión de grupo, si no un encuentro en soledad con una persona determinada; y era evidente que la presencia conjunta de todos esos hombres buscando al mismo sujeto, a la misma ahora, no era accidental.

El escuchar dos nombres conocidos la sacó de su nube, sorprendiéndola. Estuvo a punto de decirle algo a Nick Stolze, hablarle sobre el punto en común que tenían y desviarse del objetivo de la reunión. Pero la voz del sacerdote a su lado le quitó la idea inmediata, así que miró a los hombres.

- Así parece, padre... - dijo, y sonrió. - Soy Mina Mordaunt, es un placer conocerlos.

Hizo un cálido gesto de saludo, más intenso por la sonrisa de sus labios. Y luego, sin hacerlo demasiado rápido para no faltar el respeto del saludo a nadie, esperó un poco a que tuvieran tiempo de ignorarla o de responderle, y ella de estrechar las manos que se le ofrecieran, para después volverse hacia el recepcionista.

- Disculpe, ¿es que el señor Elias se encuentra en el hotel ya, o debemos esperarlo?

Una vez más, la enésima aquella tarde, la puerta giratoria del elegante Hotel rodó sobre su eje para dejar pasar dos nuevas figuras al interior. Faltaban escasos minutos para las ocho de la noche.

Una pareja relativamente joven y algo incongruente hizo su entrada. Él, un auténtico gentleman británico, de cuidado aspecto, apoyándose en un bastón con el que aliviaba una discreta cojera. Y de su brazo, más o menos, una mujer, una americana genuina, dinámica y alegre. Los dos llevaban los abrigos moteados por la blancura de los copos de la nevada que estaba cubriendo Nueva York de un manto frío. Ambos se los sacudieron, y dieron una mirada circular, avanzando y absorbiendo con avidez el murmullo vital que imperaba en el hall. Y así, los ojos de la mujer tropezaron con varias personas conocidas. Al verlas se soltó del brazo de su amigo, y se acercó casi corriendo.

-¡Mina! ¡Y Nick...! Vaya, no sabía que os encontraría aquí... aunque debí sospecharlo. El bueno de Jack debió contar inmediatamente con vosotros, claro está, cuando hizo su lista de investigadores. Oh! Y usted, Padre! ¡Jajajaja...! Esto parece una reunión de la Futura Fundación Jackson Elías... ¡Ahí llega Nathan, por cierto!

Besó con familiaridad a Mina, y después estrechó la mano de Nick y del sacerdote. Al hacerlo no ocultó su curiosidad ante el hombre que estaba con ellos, un perfecto desconocido que, sin embargo, parecía esperar también a Jack.

-No nos conocemos, soy Brenda Farrow, imagino que está aquí también citado por el señor Elías. Se giró al resto. Puesto que estáis aquí, supongo que no le habéis visto aún... ¿ha dejado dicho dónde va a recibirnos...?

-Sí, por supuesto. Disculpen, ¡es que no he querido interrumpir su reunión!

El joven parecía a medio camino entre divertido y sorprendido por el súbito despliegue de actividad frente a la recepción.

-La habitación del señor Jackson Elias es la... -tuvo que comprobar la ficha otra vez antes de concluir- 410. Cuarta planta. ¿Van a subir todos? ¿Quieren dejarle algún mensaje?

Aquello se había convertido en una larga lista de presentaciones, y lo más extraño de todo es que al parecer se conocían entre ellos....¿qué estaría tramando Elías? ¿qué idea habría anidado ahora en la mente de su amigo? Sabía que Jackson gustaba de rodearse de gente válida en distintos aspectos de la vida, pero aquello le parecía exagerado....¡si incluso había un cura!

El placer es mío - respondió a Stolze justo cuando se acercaban más personas para presentarse - Encantado señorita Mordaunt - e hizo una ligera inclinación con la cabeza a modo de saludo....y entonces es cuando se quedó estupefacto por lo que veía, por quién acababa de aparecer por la puerta.

La mujer que acompañaba al hombre del bastón se acercó hasta ellos para presentarse, pero los ojos de Louis estaban puestos en el hombre que había dejado atrás - Mi nombre es Louis Sheridan - se presentó, pero su voz sonaba algo distante, y al momento se abrió paso, alcanzando a escuchar el número de la habitación más por azar que por estar atento a las palabras del recepcionista.

¿Nathan? - preguntó como quien lo hace a un sueño, esperando que se desvanezca en cuanto lo mira de frente - ¿De verdad eres tu? - siguió avanzando paso a paso para salir al encuentro del escritor - Amigo mío, ¿cuánto tiempo ha pasado? Esperaba verte antes de dejar Estados Unidos, pero encontrarte aquí es toda una sorpresa....no me digas que Elías te ha avisado también a tí.

Pero ya sabía la respuesta, pues al parecer todos los que allí se encontraban lo estaban por el mismo motivo....pero ahora poco importaba eso - ¡Dame un abrazo, granuja! - Los modales de Louis no tenían nada que ver con los de Nathan, pero quizá por eso habían llegado, con el tiempo, a establecer aquella relación de amistad.

Nick miró a toda la gente que se había reunido. Está claro que esto no es una reunión de amigos. Jackson quería la ayuda de Sheridan para un nueo viaje a Egipto, era evidente. Y a él, por supuesto. Pero, ¿Que pintaban Henrick y Brenda en esto? ¿Y los demás?

Tal vez Jackson estuviese metido en algún tipo de lío. La amistad es un prestamo que se termina cobrando.

Aquello empezaba a preocuparle.