Partida Rol por web

Observé a la operativo algo perdida y confusa, atareada en sus propios pensamientos, pero rápidamente pareció recobrar el sentido y el habla normal y comenzó a levantarse e incorporarse por sí misma, lo cual me agradó y pude volver a poner mis cinco sentidos en la amenaza acechante.

- Sí. - respondí con sequedad - Ya he intuido que debe ser un Fantasma, a juzgar por su camuflaje.

Uriel se dispuso a seguir de ahí, aunque no esperaba que perdiéramos de vista a su ejecutor. Yo tampoco, pero cuando nos pusimos a avanzar eché mano de mi cinturón de accesoros y localicé, sin mirar, una granada de fragmentación (sintinguible de las otras por su forma), y la dejé caer hacia el fondo del que proveníamos mientras salíamos corriendo del lugar.

- Eso nos dará algo de tiempo. - musité sin dejar de mirar hacia delante.

Bastante magullado depués de los diversos impactos demetralla que había recibido, se limpió un poco el polvo de su armadura y disimulando el dolor que ya empezaba a hacerle mella, se irguió todo lo que pudo, sacó pecho y se contuvo de decir alguna bravuconada en pos de una silenciosa retirada. Gruñendo hacia mis adentros me consolé pensando: -Bueno, si salgo de esta podré narrar mis hazañas y enseñar todas las heridas como si fueran trofeos de guerra.- e inicié la retirada siguiendo los decididos pasos del piloto para reunir con Uriel y Connor.

Debilidad era un bonito eufemismo para lo que sentía, para el frío, el vacío que se infiltraba en su ser y se alimentaba de sus fuerzas. No era mas que un peso prácticamente muerto en los brazos de Connor.

Sin previo aviso se arquea, intentando liberarse, mientras de su garganta nace un grito de odio, miedo y furia. Un grito de pérdida. Un grito de dolor tan intenso, tan primigéneo, que resulta completamente inhumano.

Sin embargo una décima de segundo después el grito se corta súbitamente. El cuerpo de Uriel se enerva y una fina capa de escarcha psíquica aparece en algunas zonas de su cuerpo, de un azul puro y brillante como el hielo mas antiguo de los glaciares.

Papa...

No... No...

Por favor...

- ¿Qué has hecho con mi padre? ¿QUÉ LE HAS HECHO? - La furia, el odio y el dolor se unen en su interior, creando una masa de energía rugiente que estalla como un volcán. El grito de furia, de dolor, no solo es psíquico sino que traspasa las barreras y tiene una contrapartida en el mundo físico.

¡No! ¡No! ¡No! ¡No! Se repite Uriel, devastada por el dolor de la pérdida. De la pérdida, total y absoluta, de la felicidad y la vida a pena re-descubiertas hacía una hora. Su visón se torna roja por la furia, por el odio, una oleada sin control que jamás había sentido al estar bajo control y limitación de los amortiguadores neurales de la Confederación.

- ¡Vas a morir! ¡Te voy a matar hijo de puta! ¡Vas a sufrir tanto que desearás no haber nacido nunca y ninguna barrera neural de la puta Confederación evitará que sientas miedo! - Gritaba desquiciada, muriéndose de dolor, al borde de la locura.

Las imágenes de los últimos minutos pasados con su padre pasaban de nuevo por sus ojos, a cámara lenta. Una y otra vez escuchaba su despedida y le veía volverse, volcarse con su trabajo. Concentrado, entregado y distante. Pero aún así, Uriel sabía que en otra situación, su padre habría podido exteriorizar su alegría. Concentrado. Tal vez ella también. Entregado. Controlado.

En medio del oceáno de bullente furia, ira y odio sin control, ardientes y destructores como un volcán en erupción, Uriel se detuvo. Odio. Concentración. Dolor. Entrega. Furia. Control.

Control.

Uriel extendió los brazos, haciendo retroceder el océano de ardientes sentimientos hasta retenerlo en su interior.

Concentración.

Se enfrentaba a un torbellino de pasiones ardientes apelando a aquello que habría estado mas que dispuesta a olvidar, a sacrificar por recuperar una vida normal. Su condicionamiento y su entrenamiento; todo aquello que la hacían ser una Operativo Fantasma.

Venganza.

Hundió sus manos en el torbellino interior. Si se dejaba arrastar estaría perdida. Si quería matarlo no podía hacerlo dejándose llevar por la furia, el miedo, la ira o cualquier otro sentimiento ardiente. Esa era una de las primeras lecciones para los Fantasmas

Entrega. Venganza. Fría como el hielo.

Cuando sacó las manos el torbellino se deshizo y en sus manos sujetaba una fina cuchilla, dura y fría, de hielo y acero. Su venganza.

- Has cometido un error, G-26.247. Al igual que hace la Confederación. - Su voz ahora era fría y calmada, como una caricia de los vientos árticos. - Vas a morir. No ahora, pero no abandonarás esta base. Nuca te lo dije, pero tu voz me da asco y pienso disfrutar silenciado tus arrastrados susurros de borracho.

Te preguntas la causa de tu debilidad, de tu incapacidad para acceder a tu energía psíquica tratando de establecer una relación, un origen. De tratarse de un poder psiónico percibirías la naturaleza de esa debilidad. Debe tratarse de otra cosa. No puedes evitar pensarlo, quizás G-26.247 sea el causante de este malestar, pero ¿cómo lo consigue?

Sin risas. Sin burlas. Sin emoción. Una única palabra.

- Muere.

De la nube generada por los restos de plasma emergen cautamente dos figuras humanas. En el centro destaca la más grande figura de Nexus embutido en su anteriormente roja armadura. Ahora su caparazón blindado se muestra tan negro como la nube, ampuloso y burbujeante. A cierta distancia  a su izquierda un brillo arrancado a las gafas de sol por las luces de emergencia delata la presencia de Jonas Marrón, que pistolas en alto vuelve a desvanecerse entre el humo.

Con Uriel debilitada sujeta por el brazo del arma, Connor extrae de su cinturón y arroja una esfera compuesta de placas en dirección al humo en el momento en que aparecen sus dos compañeros. Nexus recula un paso al verla preparándose para salir de ahí, y al hacerlo aparta unos jirones de humo desvelando a su izquierda lo que para Uriel y Connor es el inconfundible cañón de un Ca-10 abriendo fuego. El visor de Connor se empapa en sangre y se escucha el sonido metálico de un rifle al caer al suelo pesadamente. Uriel no puede reprimir el grito de dolor al abrirse en su torso una herida profusamente sangrante, y su brazo derecho, inutilizado, ha dejado caer el rifle que a duras penas sostenía.

Tiré la granada esperando espantar al camuflado espía que, oculto en alguna parte de ese pasillo, disparaba su rifle sin ser detectado por nadie y que al parecer tenía un especial interés en Uriel.

Para cuando me dí cuenta era demasiado tarde. Mis ojos se abrieron de par en par cuando, al lanzar la granada, vi aparecer por entre una nube de polvareda espesa los rostros del resto del equipo, el infatigable piloto y la brutal bombona andante.

No tuve tiempo de reaccionar cuando, de repente, un nuevo disparo impacta en la ya debilitada Uriel. Rápidamente moví mi pesada armadura para sostenerla antes de que cayera brutalmente contra el suelo, al tiempo que la granada hacía explosión..

La cosa no pintaba bien y Marron lo sabía. Miró hacía atrás un mínimo instante y vio el terrible estado en el que se encontraba Uriel.

—Bueno, así al menos la tendremos controlada —pensó mientras se giraba con la mirada clavada en el cañón que había disparado contra la fantasma.

Corriendo hacia atrás vio como la granada de Connor volaba hacia su objetivo y en ese instante, un segundo antes de que la granada explotara, resonaron las dos pistolas del piloto.

—¡Joder Connor, sácala de aquí de una jodida vez! —gritó desde su posición.

Cuando se disipó un poco la nube de humo que había generado con el plasma de los lanzallamas, a poco metros de mi frente, cubierta por el casco veo una granada que procedía de la mano de Connor. Tenía pocos segundos para reaccionar y en mi atolondrada mente no se me ocurría nada más que hacer que gritar: - Joder, una puta granada se va estrellar en mi puta cara!

-Rápido, piensa, no tienes mucho tiempo.- Me agaché para que la granada pudiera pasar por encima de mi cabeza y detonara en el lugar que le correspondía, allí de donde procedían los disparos. Resbalé por suelo como una reptil ayudado por la grasa, el sudor y otras sustancias que resabalan por mi armadura para evitar los múltiples impactos de metralla y casquillos de todos los tiros que estaban volando por todas partes.

Con la sorpresa dibujada en su rostro, el calcinado Nexus salta hacia adelante para evitar quedar hecho fosfatina. Con una destreza impensable para un hombre embutido en la aparatosa mole de metal con bombonas de combustible, el firebat se lanza rodando contra la granada, y, tirándose en plancha, resbalando varios metros más allá de ésta.

El humo se torna en jirones tras el brusco salto del firebat, y los jirones son perforados por los balazos del piloto, que impulsándose de espaldas contra la cercana esquina de la encrucijada queda a cubierto. Retazos de la figura de un Fantasma apuntando con su rifle a Uriel quedan al descubierto por todas estas acciones. La armadura, tan negra como la de Nexus, se ha fundido dolorosamente con la piel de uno de sus costados, pero permanece inmutable. Una bala se hunde en su abdomen y otra en su antebrazo, pero la figura no vacila un ápice. Casi a cámara lenta, los cuatro contemplan como la imagen de la muerte comienza a cerrar una vez más su dedo sobre el gatillo para concluir su tarea, y cómo la explosión de la granada interrumpe lo inevitable lanzando al Fantasma dentro del humo una vez más al tiempo que arroja sus mortales esquirlas alrededor, obligando a todos a cubrirse de forma instintiva.

Preparándose para continuar disparando contra un enemigo que parece invulnerable, todos toman posiciones lo antes posible. Su objetivo reaparece pronto bajo el humo que se dispersa reptando por el techo del pasillo. El Fantasma yace boca arriba en el suelo, una imagen negra empapada en su propia sangre. Con las piernas destrozadas por la explosión y un brazo inerte, tantea con el otro sin mirar en busca del perdido rifle canister, inservible a un metro de él. Lejos de parecer desesperado, aún persiste en su tarea, pese a lo inútil de sus intentos.

Una sonrisa triunfal se dibujó en el rostro del piloto y levantó el pulgar para confirmar el éxito a Connor que seguía cubriendo a Uriel.

—Cúbreme Cagafuego —dijo antes de correr hacia la posición del rifle Canister.

—¿Buscas esto gilipollas? —preguntó colocando un pie sobre la muñeca del brazo que palpaba el suelo—. ¿Qué coño pretendías y lo que es más importante, quién coño eres? No me conoces verdad... no hubieras pretendido tener éxito si lo hicieras.

Examinó unos instantes el rifle y pronto lo apuntó sobre el fantasma.

—Habla o tendrás un problema con tu amigo.

Me quedé más tranquilo y mi cuerpo se destensó tras el inequívoco gesto de éxito del piloto y el firebat. Desde la distancia apenas podía ver al Fantasma que nos había estado jodiendo en aquél pasillo infernal y cubierto de cenizas y material fundido por las explosiones.

Me volví hacia Uriel y comprobé su estado. Aunque pareciera herida, pensé que podría aguantar sin necesidad de aplicarle primeros auxilios. Así pues, la recogí y alcé del suelo con fuerza y destreza y me acerqué hacia el operativo abatido. Al llegar le puse la punta de mi rifle Gauss en la sesera y sonreí con burla.

- Ya lo has oído. Habla condenado. ¿Quién te envía?

Mi tonio de voz no dejaba lugar a dudas. Si había que disparar, así se haría. Y con sumo placer.

Como si del más truculento "pipa" de cualquier tugurio me tratara ensanché los hombros y apoye mis calcinadas manos en la cintura, poniendo cara de malas pulgas, cosa que no me resultaba demasiado complicado dado el mal humor que tenía inducido por el dolor que me producían las profundas quemaduras causadas por la explosión.

Lancé una atenta mirada a mi alrededor tratando de avistar al enemigo que podía estar en cualquier parte de aquél labéíntico recinto.

- Tranquilos, yo os cubro la posición, vosotros hacerle cantar como una cantante de ópera.-

No había gritado. No esta vez. El castigo, físico y psíquico, era inmenso, pero se obligaba a continuar.

La explosión de la granada, con sus devastadores efectos hacia el Ejecutor, arrancó una débil sonrisa.

- No, no, no... ¡Cuidado! - Tose sangre. - No os confiéis, buscad... - Jadea. - Bus-buscad armas, armas ocultas. Tened... Tened cuidado, chicos. - El leve gesto de humanidad, de fraternidad, parece costarle media vida, pero suena sincero, aunque muy débil.

Cierra los ojos, dejándose resbalar lentamente por la pared, dejando un viscoso rastro de sangre.

Un breve acceso de tos espasmódica sacude su cuerpo. Por debajo de la máscara resbala lenta y viscosa la sangre de vuestro maltrecho prisionero como resultado de un intento de hablar.

Un segundo cañón le invita a hablar al acercarse Connor con Uriel renqueando colgada de él. Apenas rota unos milímetros la cabeza para mirar hacia arriba. Sigue sin contestar mientras la vida se le escapa, ignorando como si no le perteneciera el brazo que Marron castiga con el pie.

Uriel parece querer echarse encima del caido fantasma para arrancarle la vida con sus manos, pero debe encontrarse muy débil. Apenas logra coger algo de impulso para hacer pie y forcejear levemente con el brazo de Connor que aún la sustenta.

- Nos habéis condenado a muerte a todos. Pero tranquila, tu padre no sufrirá por tu error.- Sabes que está sonriendo y te está sonriendo a ti. A esto añade otro pensamiento rebosante de cinismo- Aunque ahora me pregunto si habrá sido el primero en morir.

Sus palabras despiertan alarma en ti, y al límite de tus fuerzas un corto estallido de furia de da fuerza para entrometerte en su mente aprovechando el enlace que él te ha abierto para hacerte víctima de sus últimas burlas. La información que extraes no te revela lo que esperabas: un breve fogonazo y una pistola descendiendo, su boquilla humeante, y el doctor Knightley cayendo hacia atrás salpicando sangre. Cae ladeado contra una de sus mesas volcando sobre sí gradillas e instrumental de vidrio que se hace añicos contra su cuerpo. Aún vivo y retorciéndose de dolor, alza la mano en actitud de defensa contra su agresor, sujetando sus entrañas para evitar que escapen de su abdomen. Te giras y abres la puerta para salir por el pasillo.

- ¡Fuera! - Bruscamente la imagen te es arrebatada y regresas a la realidad. - Nunca fuiste fuerte como telépata Uriel. Haz un favor al mundo y termina de sucumbir al veneno antes de que esta base perezca.

La regeneración tisular, así como el acceso a tu flujo de energía continúan inoperativos. Cada vez te encuentras más cansada.

Grita, furiosa, con lágrimas en los ojos y trata de arrancar la máscara del Ejecutor pero cada vez se encuentra mas débil y logra poco mas que sujetar su rostro firmemente entre sus manos.