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Las sombras de la rebelión: Castilla, 1520 [INCONCLUSA]

Defensa siciliana

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11/06/2008, 14:34
Director

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11/06/2008, 14:35
Director

Nápoles, 1 de Noviembre de 1515.

En este mismo aposento tu padre te enseñó a colocar en orden las piezas de marfil lacado de su ajedrez, cada una en su escaque, alternativamente, y siguiendo un orden prefijado de antemano. Con infinito amor y no pocos reproches, la poderosa mano de Francisco de Nápoles corregía tus desvaríos infantiles. Una reina por aquí. Dos torres allá. Probablemente tu fascinación por el universo lógico y analítico de ese extraño juego provenía de esos momentos de lucidez plena en los que los cadáveres de la partida anterior, los contendientes ensangrentados y agonizantes, volvían a alzarse de la consumación para ocupar sin queja ninguna sus posiciones originales. Y así, lo que no había conseguido el capellán de tu Casa lo lograron unas piezas blancas y negras insignificante: comenzaste a creer en la resurrección de la carne.

Pero ahora, quien está frente a ti, retirando con suavidad las piezas negras ante él, no es Francisco de Nápoles, aunque sea un oponente mucho más formidable jugando al ajedrez.

Por sus ropas, ajadas y descuidadas, Uberto de Ercolano pasaría por un sacerdote, y sin duda es esa su intención. Es viejo, muy viejo, y cada rasgo de su rostro afila el aire como una espada blandida firmemente. Es tu sire, tu maestro, tu mentor. Lleva diez años enseñándote, aconsejándote, instruyéndote en tus habilidades como vampiro y perfeccionando tu talento estratégico. Lo hace con la misma paciencia que tu padre, pero no con el mismo afecto.

También lleva diez años derrotándote al ajedrez.

Hasta hoy.

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11/06/2008, 16:42
Uberto de Ercolano

-Tenías razón: -concede tu sire sosteniendo un caballo negro entre sus dedos huesudos- Ese imbécil del duque de Milán no colocó a los alabarderos suizos en primera línea de combate. Los franceses han ganado la batalla en Marignano, y con ello Milán...

Introduce delicadamente la pieza en su caja, y coge un peón. Está sonriendo.

-Si en la corte me hubieran hecho caso... si hubieran accedido a enviarte al duque como asesor militar... Bueno, hijo, entonces habrías conseguido tú la victoria, como en Melilla: de eso no... me cabe duda.
-Alza la mano, como previendo algún reparo por tu parte- No, no me malinterpretes. Aún no eres todo lo bueno que podrías ser en esto, pero incluso con eso eres mejor que cualquiera de esos nobles estirados. Italianos del norte, bah. Lo sé bien, hijo... porque los conozco casi tanto como a ti.

Uberto afila aún más su sonrisa. Parece saber la incomodidad que te produce oir cómo el hombre que mató a tu padre te llama hijo. Luego guarda el peón con lentitud en la caja. La partida ha sido larga y te pesa la cabeza. Y además, la calma absoluta de Uberto no hace más que acentuar tu decepción y tu paranoia: "¿Esto es todo?" "¿Se habrá dejado ganar?"

-Son malos tiempos, hijo. El rey está muy enfermo. Se va a morir, rodeado de esos gordos castellanos que le hacen la vida imposible. Y se va a morir sin otro heredero que esa hija desquiciada suya. ¿Sabes lo qué ocurrirá cuando Fernando muera?

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11/06/2008, 19:12
Alejandro de Nápoles

Quedo mirando el tablero una vez ha recogido todas las piezas... Seguro que se ha dejado ganar. Siempre ha sido mejor que yo, aún teniendo yo la experiencia que tengo. Sus palabras, siempre inquietantes para mí, me recuerdan que aún no sé exactamente qué papel ejerce exactamente mi sire en la partida. Quizás sea rey blanco a la vez que yo... No. No puede ser. Malkav me ha puesto a prueba a mí únicamente.

Además me halaga... No es que no lo haga nunca, pero hablar así de mi capacidad. Algo quiere. Algo oculta. Pero él no me lo va a decir por mucho que le pregunte. Desisto de hacerlo de una manera tan directa.

Cuando me pregunta sobre Fernando, recorro el tablero con mi mirada, visualizando las piezas que hay en juego. Una vez ese rey negro muera, vendrá otro, o quizás incluso otra ficha queriendo sustituir su poder. Pero sin rey, no se puede jugar. La princesa Juana se me aparece, pequeña, sobre el tablero, ataviada de negro, con una corona, pero rodeada por completa de sus enemigos. El rey, enfermo, no tiene escapatoria.

Esa mujer no es sino una reina completamente ahogada... Y al rey no le queda ni un sólo movimiento —mis manos describen movimientos imprecisos en el aire, recordando, los anteriores movimientos del juego que comentamos—. Han perdido Navarra... Pero una vez muera, Castilla y Aragón ya serán prácticamente una...

Mi mirada se dirige de pronto, dejando mis descripciones, hacia el norte.

Creo que Juana tiene un hijo en Flandes...

Mis palabras se arrastran, como en trance, recorriendo en un momento todas las jugadas.

Felipe de Habsburgo sabía jugar... muy bien.

Frunzo el entrecejo, más que agriado, pensando en las complejas estrategias que seguramente siguió el marido de princesa para asegurar el futuro que preveo.

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11/06/2008, 21:21
Uberto de Ercolano

Tu sire sonrie ante tu sagacidad, complacido.

-Carlos de Gante, sí.
-Paladea el nombre, casi con delectación- Un joven flamenco que es también, curiosamente, el nieto del Emperador... Si el joven es listo, puede que en poco tiempo sea una fuerza que hayamos de considerar... Por supuesto, nuestros bienpensantes compañeros de la Camarilla aún no han fijado sus aviesos ojos en él... pero pronto lo harán... sin duda.

Uberto toma un alfil negro entre los dedos y se lo acerca a los ojos. Su mirada es acero pulido mientras lo contempla, y parece inquietantemente más joven.

-Ya te he hablado antes de la Camarilla... Aunque fue mi deseo mantenerte alejado, de momento, de su influencia. Un talento estratégico como el tuyo no les pasaría desapercibido, pero eso malograría tu instrucción. Además, los de nuestra... condición no somos tomados en serio en su círculo... No entienden el caos que cobija en su seno la semilla del orden. No creen en la verdad revelada. En realidad, ni siquiera entienden por qué hemos aceptado pertenecer a su selecta sociedad renacida...
-Uberto deposita en silencio el alfil junto al resto de piezas, antes de continuar:

-Puede que tú tampoco lo entiendas, hijo, pero la razón es simple. Para nosotros, que esperamos mucho más de nuestra existencia que la comodidad y el hastío de una fachada que nos mantenga anónimos y olvidados, la Camarilla ha de ser igual que este juego que jugamos tú y yo. Igual que el ajedrez. Porque has de saber, hijo, y esta será la última lección que recibirás de mí, que no jugamos al ajedrez para ganar. Jugamos al ajedrez para conocer a nuestro adversario, no para vencerle. Para saber si es capaz de sacrificar a todos sus peones sin pestañear, o si eludirá el combate hasta que ya sea demasiado tarde, o sí no esperará para atacar con sus mejores piezas... Este juego, Alejandro, es el único medio que tenemos de conocernos como enemigos. Por ello me has vencido hoy, y por ello te has ganado el derecho a saberlo. Así es la Camarilla para nosotros: no jugaremos con ella para ganar, para que los Ventrue y Toreador sacien su ansia de poder y gloria. Jugaremos con ella para conocer sus debilidades, porque nuestro juego es muy otro, y está en otra parte...

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11/06/2008, 23:11
Alejandro de Nápoles

Escucho con serenidad. No sólo entiendo lo que dice, lo comparto, lo sé casi desde que renací a la noche. La Camarilla: un buen invento, sin duda, para pasar desapercibido, para poder observar con tranquilidad y ver los movimientos de las fichas. Quien verdaderamente quiere llegar a ser amo y señor no puede destrozar sus armas al enseñarlas, pavoneándose con la vanidad Toreador o la soberbia indisciplinada de los Ventrue, ni siquiera con los falsos juegos de poder en los que creen moverse los brujos Tremere. Hay verdades más allá de simples cuerpos muertos, moviéndose por una maldición antigua. Si todo lo que me rodea es posible, es porque hay algo más allá que conseguir, y si yo, y todos los que compartimos la sangre del que tuvo la Visión, lo vemos, es porque somos indicados para saber lo que hay detrás y hacerlo nuestro.

Uno mis manos, uniendo y desuniendo las yemas de mis dedos abiertos una y otra vez.

Bailemos de momento su baile... Veamos cómo atacan, cómo se defienden... Las jugadas maestras se gestan así —niego con la cabeza y voy subiendo poco a poco mi mirada, hasta clavarla en la del viejo, penetrante e incisiva—. No me tomes por tonto. Yo he bailado ya esta danza de cortejo, ¿por quién me tomas? Sé que nuestro tablero está más allá de este en el que... —sé que voy a mentir, el que juega soy yo— jugamos ahora.

Me levanto, sin despegar mi mirada de mi sire, pasando mis manos cuidadas por el tablero que nos separa.

Pero dime. Sé que nuestro objetivo está más allá, y logro entreverlo entre las rendijas del espejo roto que fue la coraza de mi mente... siento que algo quiere entrar, la Verdad quiere entrar: mis ojos están abriéndose cada vez más a ella.

Quiero saber a qué se refiere. ¡Yo tengo que ganar! No puedo dejar que jueguen conmigo... El rey blanco no caerá.

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12/06/2008, 00:49
Uberto de Ercolano

Nunca antes habías oído la risa de tu sire. Es cavernosa y densa, y pronto llena toda la estancia, reverberando incluso en las piezas de marfil.

-También jugamos para conocer la Verdad, pues ésta se muestra sólo a los que vencen. Has de saber que en ti, hijo, he puesto mi esperanza: eres tú el escogido para esa tarea, que no será facil. A pesar de todo, sé que te he instruído bien y no temo que hayas de fallar cuando el momento se acerque. Pero aún no ha llegado, y será mejor que te ponga al corriente... una vez muerto el rey Fernando, los castellanos no tendrán más remedio que proclamar rey al joven Carlos, quien se ha criado en Flandes bajo el estrecho control de un poderoso Ventrue llamado Robert Kross. Kross, y con él muchos de los nuevos señores de la Camarilla, verán con buenos ojos la coronación de Carlos, pues podría representar para ellos una ocasión de oro para adentrarse en el territorio Lasombra, amparados por la autoridad real...

Hace una pausa, mientras acaricia con el dorso de la mano un peón solitario.

-Por supuesto, todo esto no son más que especulaciones mías: un hilo posible de los acontecimientos, una jugada a la que nuestra mente ha de anticiparse, como en el juego. Pero si llega, si ese momento llega, serás más necesario que nunca. Y si tu camino te lleva a España, entonces te acercará a la Verdad.

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12/06/2008, 01:14
Director

Las voces.

Nunca dices lo que dicen, pero saben. Y se contradicen. Son caras de un prisma, duras, difíciles, y en ocasiones opuestas, pero todas transparentan un haz de Verdad.

Hace años que las escuchas, aun desde antes del Abrazo. Pero nadie ha de saberlo, pues son la fuente de todo tu conocimiento de lo que está por ser revelado. En realidad, no podrías catalogarlas de voces: son aspectos dispersos de una Verdad única, fragmentos de un espejo pulido y limpio, hecho añicos en el interior de tu cabeza.

Poco después de que Uberto terminara de hablar, volvieron.

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12/06/2008, 01:20
Torre blanca

M I E N T E

Como toda palabra que sale de su boca. No le escucharemos. Él mató a nuestro padre. Él mató a nuestra hermana. Él mató a nuestra madre. Hace 10 años, hoy, esta fecha. No lo necesitamos. No lo necesitamos para VER.

Él nos MIENTE. No nos deja VER. No.

Él es el rey negro.

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12/06/2008, 01:24
Peón blanco

Él nos crió. Nos lo dio todo. Nos salvó de una vida servil, humana, mortal. Por él sabemos la Verdad.

Sólo sirve la lealtad contra la locura. Sólo nos salva la lealtad contra la locura.

Somos leales, o no somos nada.

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12/06/2008, 01:36
Alejandro de Nápoles

Vuelvo a sentarme, mirando de reojo a los lados, donde sé perfectamente que no veré las fuentes de esas certezas. Están todas en mí, es mi pensamiento, fragmentado, pero por ello más cercano a la confusa Verdad detrás de todo. Abro y cierro mis puños, tratando de relajarme, mientras vuelvo a sentarme, tratando casi de sacarle los ojos a Uberto con mi mirada.

España... acabará bajo el reinado de un gran Emperador. Pero no sé... Los Lasombra tienen grandes bastiones ahí, igual que aquí en Italia.

Mi mirada ahora va, instintiva, hacia el oeste, fija en Madrid.

Moncada. Ese hombre también sabe jugar muy bien. Y juega en las sombras, debajo de la política mundana, moviéndola con corrientes que nadie notaría hasta que fuera demasiado tarde.

Vuelvo a fijarme en mi interlocutor, preguntándome por enésima vez el por qué de su disfraz de sacerdote. La imagen de mi familia muerta por él me acosa, pero es verdad que él me enseñó, y era su necesidad... ¿Cómo saber si agradecerle u odiarle? Quizás, las dos cosas a la vez, quizás sí fuera eso lo que sentía desde que se convirtió en su mentor.

Kross... creo que he oído sobre él. Pero lo tendrá difícil —quedo pensando durante un momento, pensando en la historia y el renombre de todo el linaje Lasombra en la Península Ibérica—. Tendría muchas dificultades... No... no sé si lo podría conseguir.

A la vez que hablo, trato de aprovechar los dones de mi sangre para despejar las brumas alrededor de mi propio sire, en uno de los tantísimos intentos por saber la verdad sobre sus artimañas, sobre sus intenciones, queriendo ver qué esencia destila mientras me prepara para tantas cosas que prevé en mi futuro.

- Tiradas (1)

Tirada: Percepción del Aura
Resultados: 4,7,7,6
Resultado final: 0

Notas de juego

Bueno, quiero usar Auspex 2, así que tiro Per + Empatía a dificultad 8

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12/06/2008, 19:57
Uberto de Ercolano

Intentas escudriñar en el aura de Uberto, pero nada aparece más que el oscilante resplandor de las antorchas que iluminan la sala. Por alguna razón, tus nervios te impiden concentrarte en tu tarea, y abandonas completamente tu empeño cuando vuelve a hablarte. Parece gratamente sorprendido, y sonríe, enigmático y orgulloso.

-El arzobispo... en efecto, es un adversario temible. Y no lo diría si no lo hubiese probado en mis propias carnes. -Parece estremecerse levemente, aunque quizá sea un efecto causado por los vaivenes de la luz- En cualquier caso, Kross no cejará en su empeño, siempre que sepa interpretar bien las señales y Carlos sea coronado rey de Castilla, claro. Algo... que los Lasombra intentarán, supongo, evitar a toda costa. -Te mira fijamente, con la sonrisa borrada de su rostro- Pero todo esto es fácil de prever. Lo hemos... sabido... los dos, antes de que las piezas se hayan puesto en juego, y podemos predecir los torpes movimientos del Sabbat y la Camarilla. Y también sabemos el pobre resultado que darán sus vanos intentos de destruirse para lograr un propósito superior. Porque ellos no tienen fe. No saben que el juego mismo es su objetivo, y juegan desesperados por ganar, sin deleitarse en sus infinitas posibilidades. No como tú. Y ese, hijo, será su error. Vendrán a buscarte, cuando todo estalle. Y entonces irás, como un leal servidor de la Camarilla. Pero tu objetivo estará en otra parte...

Hace una pausa. Ya no quedan fichas en el tablero, y Uberto se ha inclinado sobre la mesa. Sus ojos penetrantes y su rostro lleno de arrugas te resultan particularmente desagradables. Entonces susurra, muy despacio.

-Sólo necesitas tener fe. Si no tienes fe, serás destruído. Dime, hijo, ¿tienes fe?

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13/06/2008, 00:47
Alejandro de Nápoles

¿A qué tipo de fe se refiere? ¿Fe en Dios? Como buen cristiano, la tengo, después de todo, ¿no fue él quien maldijo al primero de nuestra especie? Pero tengo más fe en el juego, en mi poder y en que conseguiré mis objetivos. Me importa poco a qué tipo de fe se refiera, sé que la tengo en todo lo que puede ser útil, en mí, en los dones de mi sangre, en la victoria. Mi voz sale, como en un susurro.

La tengo.

Como él ha dicho, hemos podido anticiparnos con bastante seguridad a los movimientos de la Camarilla y el Sabbat, esas jóvenes organizaciones que no hacen sino ocultar ansias infantiles con las que evaden las realidades que no pueden comprender.

Supongo que será en su momento cuando sabré cuál es mi objetivo, ¿me equivoco? Mientras tanto jugaré a admirar las grandiosas ideas de Rafael de Corazón y su legendaria vanidad. Ese caballo lleno de flores en la cabeza... Sólo dime una cosa —mis dedos recorren de nuevo el tablero, ahora haciendo de pequeñas piernas que saltan de casilla en casilla—. ¿Habrá alguien más queriendo llevar a cabo mi misma empresa?

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13/06/2008, 01:00
Uberto de Ercolano

Tu sire hace un movimiento impaciente con la mano.

-¿Alguien más? Ay, hijo. ¡Todos! ¡Todos intentan conseguir lo que tú, sólo que no lo saben, y no saben qué motiva sus actos! Por eso están perdidos, y ésa es tu gran ventaja.
-Hace una pausa dubitativa, y luego te mira directamente a los ojos: percibes una fría desesperación en ellos, y recuerdas que son los ojos que vieron extinguirse a tu padre los que te miran. Luego Uberto vuelve a hablar, titubeante- Yo... creo. Creo que sólo uno, uno de todos ellos, podría saberlo. No, no podría. Lo sabe. Seguro. Lo sabe. Pero no es tiempo de hablar de esto. No ahora. Ahora que sé que tienes fe, hay algo que quiero mostrarte, y que no puede esperar.

Se levanta, sin dejar de atravesarte con sus ojos de hielo.

-Ven. Ven. No tenemos tiempo que perder.

Tus ojos interrogan, mudos. Quizá tus labios han formado en silencio la pregunta. ¿Dónde?

El anciano sonríe, enigmático.

-A mi iglesia.

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13/06/2008, 01:12
Alejandro de Nápoles

Recordar cuando me Abrazó, lo que encontré tras él aquella noche, me hace perfilarlo con la inquietante forma de un alfil, entre obispo y guerrero, peligroso en cualquier caso. Que haya adivinado mi pregunta no hace más que inquietarme más, pero me callo. Quizás de momento deba pasar por peón... no lo entiendo. Él juega, quizás él juega conmigo, y yo soy su Rey blanco.

Lo sigo, llegando a su altura, sin mirarlo pero con preguntas, hablando fuertemente, instándolo a responderme con claridad.

Déjate de acertijos y verdades a medias. Dime quién sabe qué y por qué vamos a tu iglesia ahora, después de años.

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13/06/2008, 02:02
Uberto de Ercolano

-¿Por qué? -Brama Uberto, con la sonrisa congelada.- Porque estás preparado, por fin. Porque ahora, después de diez largos años, eres lo que creí que podrías llegar a ser. Lo que yo cree de ti, ingrato, dándote la oportunidad de entrar en el juego. Éscuchame bien: no es de mí de quien oirás la Verdad, pues no la conozco. Pero puedo darte una pieza, que es mi historia y mi fe, y que comienza con una revolución en Sicilia y acaba en unas catacumbas de Jerusalén. O quizá al revés. Pero no aquí. Aquí no sabrás nada. Debemos ir a la ciudad antes de que amanezca, debemos ir a mi iglesia.

Abre la puerta con una energía inusitada para su edad, y te da la espalda.

-A menos que prefieras quedarte aquí, con tus piezas de marfil muertas y el recuerdo inútil de tu padrecito muerto.

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13/06/2008, 10:18
Alejandro de Nápoles

Al mencionar mis piezas de marfil, con un gesto soberbio, me doy la vuelta y voy a por ellas. Deben estar conmigo, son mías. Pero mis movimientos se congelan cuando me recuerda lo que hizo, aquello por lo que no puedo dejar de tenerle rencor. Con la caja de las fichas, voy hacia él, mirando su espalda hereje, blasfema sobre la memoria de mi padre.

Sabes que aún te odio por lo que hiciste a mi familia, no me lo recuerdes, o perderé el respeto que te tengo.

Sin dejarle responder, salgo por la puerta, adelantándolo.

Y ahora vamos, sire.

Aquella forma de pronunciar los títulos con vehemencia, dándoles una pompa excesiva, es común en mí: así ordeno el mundo, quitando la individualidad de los nombres y la cercanía de lo afectivo, aún por debajo de los verdaderos títulos. En este caso, además, aún no sé cuál es la verdadera cara de Uberto de Ercolano.

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13/06/2008, 18:33
Director

La noche está llegando a su fin y debéis apresuraros, pero por fortuna los caballos son jóvenes y llegáis a la ciudad con tiempo de sobra. Uberto, frenético como nunca le has visto, te conduce hasta una ermita situada a varios metros de las murallas de Napoles. Abre la puerta con una gruesa llave de hierro que porta entre sus hábitos y te invita a entrar. Huele a viejo y a abandonado. Tu sire se dirige al altar y mueve un pesado púlpito de madera con una fuerza asombrosa para su edad. Bajo el púlpito, en el suelo, hay una losa de granito con una argolla de metal, de la que tira con mucho esfuerzo. El camino -un tunel vertical muy estrecho, con acanaladuras en las paredes a modo de escalones- está abierto. Al final de él se vislumbra un poco de luz.

Uberto es el primero en bajar, asegurándose de que cierras tras de tí la pesada losa de piedra. Una vez que llegas abajo puedes ver, a la palpitante luz de débiles lámparas de aceite, el templo de tu sire. Es una sala circular de unos diez metros de diámetro, toscamente excavada en la roca. Las paredes están pintadas grotescamente, con lo que parecen carácteres hebreos que evolucionan en fantasiosos dibujos y mapas imposibles. En uno de ellos reconoces un tablero de ajedrez, burdamente imitado, en cuyo centro se alza una mano con los dedos abiertos. En otro, crees ver una representación de la crucifixión, pero el individuo que ocupa la cruz central no es Cristo, sino una especie de diablo burlón.

Alrededor de los dibujos se dispersan anaqueles abarrotados de pergaminos, sillas polvorientas y reclinatorios robados de las iglesias de la zona. El centro de la sala lo ocupa, sin embargo, un lecho de piedra pulida, semejante a los que se usan para que reposen los cadáveres en los funerales, pero cubierto con un filo cendal de color negro: aunque no aprecias ningún relieve, instintivamente sospechas que el cendal cubre algo más que la piedra desnuda.

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13/06/2008, 18:45
Uberto de Ercolano

Tu sire te mira seriamente.

-Dime, ¿conoces la historia de Malkav?

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13/06/2008, 19:09
Alejandro de Nápoles

¿Mi sire es un hereje? No, no me extraña. Pero en fin, sabe más que yo, y eso no importa a la hora de hacer las jugadas. El lugar me incomoda, siento la presencia de todo un juego de fichas dispuestas a atacar, a hacer la guerra a este Rey ahora desprotegido.

Algo sí que sé. Él tenía visiones, pero las perdió un día, y se llenó de dudas. Y fue a hablar con Caín, a preguntarle sobre su Maldición. Pero esto enfureció al padre de todos nosotros y el Primer Asesino lo maldijo con la locura. Eso recuerdo que comentaste alguna vez...

Lo miro con impaciencia desde donde estoy, algo alejado, apoyando una de mis manos en un reclinatorio.