Partida Rol por web

Las sombras de la rebelión: Castilla, 1520 [INCONCLUSA]

Muerte, daños, enojos, sangre y guerra

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15/06/2008, 15:21
Director

Una vez empezaste a tocar, la casa se quedó en silencio. Mientras desgranabas las notas, con los ojos cerrados, el tiempo se dilataba. Nada había más que tu voz y la música, ascendiendo por entre las brumas de la conciencia. Cuando acabaste, sin embargo, tus párpados aún demoraron un momento en abrirse, y aún sonaba el reverbero de las notas en el aire, como las gotas de rocío que aquel pájaro había hecho desprenderse de las ramas del árbol en el jardín.

Abriste los ojos. Tu familia te miraba con admiración y gratitud: sentiste, en sus sonrisas y ojos marcados por el orgullo, el mejor regalo que te podrían haber hecho. En ese momento de dicha plena, nada parecía presagiar lo que vendría después.

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La comida fue muy agradable; la falta de tu tía Ana se hizo notar, pues el ambiente estaba más distendido que nunca y tus primas te trataban con mayor familiaridad de la habitual. Tu primo Pedro Lasso y tu tio intentaron embarcarse en una discusión sobre política. El primero argumentaba que el nuevo rey Carlos, un extranjero, al fin y al cabo, iba a tener muy difícil ganarse el amor de su pueblo...

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15/06/2008, 15:42
Pedro Lasso de la Vega

-Incluso he oído que Su Majestad no sabe hablar castellano. Lo que debería hacer es liberar a su madre de su prisión en Tordesillas y reinar junto a ella aquí en Toledo. Sólo Juana puede hacer que los que no están dispuestos a amar a un rey extranjero accedan a servirlo. -Concluyó tu primo mientras mordisqueaba un muslo de pato.

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15/06/2008, 15:45
Pedro de la Vega

Tu tío abrió mucho los ojos, algo escandalizado.

-Sobrino, debo aconsejarte que no hables así fuera de la familiaridad de estas paredes. Algunas personas que no te conozcan pueden llegar a pensar que estás alentando la sedición... Sabes tan bien como yo que la Reina Juana no está presa en Tordesillas, sino simplemente recluida para su propia protección. Por lo demás, el joven Carlos aún no ha empezado a reinar y ya estáis poniendo en duda su legitimidad... Dejad, al menos, que tenga tiempo para equivocarse...
-Se dirige a tu otro primo- Y Vos, Garcilaso, puesto que vais a servir a Carlos en la Corte, ¿qué opinión os merece?

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15/06/2008, 15:48
Garcilaso de la Vega

Tu primo bebió un sobrio trago de vino antes de contestar, en voz no demasiado audible.

-Os ruego, tio, que no hagáis caso a las exageraciones de mi hermano: como ha sido nombrado Regidor de la ciudad, sólo piensa en lo mejor para Toledo... En cuanto a Carlos, es mi rey, y si no puedo amarle al menos he de servirle. Pero es joven. Tendrá tiempo de aprender nuestro idioma, si Dios lo permite, y de ganarse el afecto de los castellanos.
-Te mira- ¿No lo creéis así, prima?

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15/06/2008, 16:18
Beatriz de la Vega
Sólo para el director

Permaneció en silencio mientras los hombres discutían sobre el trono de España, bien era sabido que era de mala educación que una mujer interviniese en ese tipo de conversaciones. Además, a Beatriz esos temas no le causaban un especial interés, sólo el propio que resulta del amor a la patria.

Comenzó a sentirse algo ansiosa cuando el tono de la discusión empezó a ser algo más tenso, al intervenir su tio, Pedro de la Vega. Él amaba a su patria de todo corazón, y por tanto guardaba profundo respeto a quien reinase en ella, llevando su peso y representándola ante el mundo. El comentario de Pedro Lasso debió incluso haberle ofendido.

Intentaba canalizar aquel nerviosismo jugueteando con la comida, moviendo las verduras hervidas de un lado a otro del plato, sin llegar a llevárselas a la boca. Ahora que no estaba su tia Ana, sería una pena que se desmoronase aquel ambiente cálido de familiaridad. Quedó perpleja, sorprendida, cuando su primo Garcilaso le pidió su opinión. Le miró, incrédula, durante unos segundos, para luego responder

Creo que los tres tenéis razón-dirigió una fugaz mirada a los tres, para luego volver a mirar el plato, algo tensa-No está bien que un rey a penas conozca a su pueblo, pero hay que darle una oportunidad, para que pueda conocerlo y demostrar que es merecedor de su puesto-miró ahora a su primo Pedro-Nuestra querida reina Juana es una bellísima persona y una gran mujer, pero bien sabéis que no se encuentra en las condiciones adecuadas para asumir el reinado de España-usaba el tono más amable que su voz le permitía usar.

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16/06/2008, 23:17
Director

Tu respuesta llegó en el momento más oportuno, pues ayudó en mucho a rebajar la tensión que se había instalado entre tu tio y tus primos. Catalina te miraba de hito en hito, asombrada por tu prudencia y diplomacia. Por su parte, María se removía inquieta en su asiento, importunando a tu primo Pedro con nimiedades sin importancia a cada minuto. La comida, pues, finalizó de manera pacífica y calmada, y llegó el momento de la despedida...

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16/06/2008, 23:20
Pedro Lasso de la Vega

-Tio, primas... aunque yo me quedaré en Toledo, mis responsabilidades políticas me van a impedir visitaros tanto como me gustaría... Espero poder veros antes de que crezcáis más y vuestra belleza cause un incendio. -Dice vuestro primo, socarrón, con los ojos llenos de afecto.

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16/06/2008, 23:22
Garcilaso de la Vega

Tu primo Garcilaso, por su parte, se despide muy cortesmente de tu tio y besa con elegancia distraída las manos de tus primas. Cuando lo hace con la tuya la retiene un momento entre los dedos y te dice, sonriente:

-No olvidéis lo que hemos hablado en el jardín, Beatriz. Quizá la libertad si exista, en algún sitio, y os esté esperando a vos. Lo desearé con toda mi alma.
-Luego os mira a los tres- Os escribiré, no lo dudéis. Por mí tendréis noticias de la Corte.

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16/06/2008, 23:31
Beatriz de la Vega
Sólo para el director

Una tristeza indescriptible la invadió al llegar el momento de la despedida. Nunca le habían gustado. Había tenido que despedirse de su padre, y de su querida madre, sin siquiera llegar a conocerles. Eran tantas las cosas que había perdido a causa de las despedidas... Hizo grandes esfuerzos para no parecer la chiquilla afligida que era en ese momento, y dedicó la mejor de sus sonrisas a su querido primo, a pesar de saberse de nuevo sola cuando éste se marchase.

No os olvidaré... no lo olvidaré, Garcilaso-sus ojos humedecían, reflejando el brillo de la agonía, de la desdicha de verle marchar, contradiciéndose con la curva de sus labios-Esperaré con ansias vuestras noticias, ojalá encontréis vuestro sitio-volvió la vista hacia Pedro Lasso-Os deseo lo mejor, a vos también, estoy segura de que desempeñaréis vuestro deber con intachable eficacia

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18/06/2008, 02:01
Director

Una vez que tus primos se han marchado te invade una melancolía sólo rota por el constante martillear de la cháchara de tu prima María. Catalina se retira a coser al patio interior de la casa, y notas en tu tío el deseo de decirte algo, pero varias veces se refrena y al final queda en silencio.

Finalmente, agotada por el cansancio, decides retirarte a leer a tu habitación, escaleras arriba. Cuando entras, notas un olor profundo y dulzón que nunca antes habías percibido.

Encima de tu lecho, sobre la manta, hay un pliego de papel doblado en cuatro trozos y sellado con un lacre rojo de cera.

La ventana está cerrada. Te debates entre la conveniencia de llamar a tu tío o inspeccionar tu el contenido del mensaje, y finalmente optas por esto último. Puede tratarse de una broma de tu prima María, o algo que Garcilaso o Pedro quisieran decirte sin tener delante la presencia de tu padre.

Sin embargo, no reconoces la extravagante escritura cuando deshaces el lacre (una flor con un ojo en el centro) y despliegas el papel:

"Tu madre vive. No confies en tus tios. Si quieres saber la verdad, busca una excusa para permanecer mañana en la catedral tras la misa. Si te vas cuando acabe, nunca sabrás dónde encontrarla. Un amigo."

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18/06/2008, 12:45
Beatriz de la Vega

Las manos le empezaron a temblar con aquel papel entre las mismas, ¿quién? ¿Quién había osado en entrar en su habitación y decir aquellas cosas tan descabelladas? Lo releyó, una y otra vez, ¿su madre viva? No podía ser, su madre había muerto tras ella llegar al mundo. Osados sin duda... alguien le estaba gastando una broma pesada. Depositó el papel sobre su tocador, y tomó el libro que había estado leyendo los últimos días. Una novela del género de la picaresca.

Pensó en cambiar sus vestimentas antes de ponerse a leer, pero, ¿y si aquel que dejó el mensaje permanecía allí, escondido, observándola? La idea le aterraba. En lugar de desvestirse, simplemente aflojó los cierres del vestido, para estar algo más cómoda, y se tendió sobre el lecho.

Pasó un tiempo, y le era imposible concentrarse en la lectura. Las palabras del mensaje rondaban por su cabeza, y las de su primo aquella mañana... ¿y si era verdad y había algo que le ocultaban, y que sólo encontraría si decidía ir a buscarlo? Sólo tenía una forma de saberlo. Iría a misa con su tio y sus primas, y al terminar la ceremonia, buscaría alguna excusa. Que se iba a confesar, que quería quedarse rezando... cualquier cosa valdría, después de todo, no era extraño en ella que a veces quisiera estar sola, y su tio lo entendía.

Al tomar aquella decisión, se formó un enorme nudo en su estómago, un vacío enorme en su interior. Quizás miedo a la verdad, quizás simple nerviosismo por acudir a encontrarse con un desconocido del cual no sabía sus intenciones, pero confiaría en sus palabras, como confiaba en Carlos, el hijo de Juana. Era un amigo... se lo había escrito.

Notas de juego

¿El sello es conocido para Beatriz?¿quizás similar a alguno que conoce?

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18/06/2008, 22:35
Pedro de la Vega

Las horas pasan, angustiosas, y pronto la noche se filtra a través de la ventana. A través de las paredes de tu habitación, tus primas murmuran sus rezos nocturnos. Estás a punto de realizar tu misma tus obligaciones como cristiana, en busca de algo de paz, cuando tu tio abre con cuidado la puerta de la habitación.

Apenas te da tiempo a esconder la carta bajo el colchón. Tu tío sonríe, pero notas que algo extraño sucede, cómo si sospechara o temiera algo.

-He venido a darte las buenas noches, Beatriz. -Sigue una pausa larguísima e incómoda. Los ojos de tu tio están perdidos, mientras busca en su cabeza las palabras precisas. Finalmente arranca, titubeante- ¿Sabes? La visita de tus sobrinos me ha hecho... pensar. Van a emprender los dos una vida nueva, llena de responsabilidades y emociones, un verdadero viaje a lo desconocido... y... bueno... sólo quería que supieras que yo creo que en... algunas ocasiones no es bueno obsesionarse con los nuevos horizontes... porque eso hace que despreciemos lo que ya teníamos... lo que ya era nuestro...

Es la primera vez en tu vida que ves a tu tío ruborizarse, y la única que le has oído hablar en estos términos. Cuando finaliza su discurso, aun sin mirarte, abandona la habitación.

La luna está en lo alto.

Notas de juego

Beatriz no reconoce el lacre, aunque parece el dibujo bastante tosco de una flor con cinco pétalos y un ojo humano en su centro. La letra es elegante y comprensible, pero por una razón que no sabrías explicar parece mucho más antigua de lo que en realidad es, a juzgar por el mensaje y por la tinta, que es nueva.

Tienes que decidir cómo lo harás mañana, si deseas permanecer en la catedral.

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18/06/2008, 23:04
Beatriz de la Vega

Quedó largo rato mirando la puerta por la que se fue Pedro de la Vega. Su discurso, lejos de tranquilizarla y cumplir con su cometido, junto con su extraña actitud la hizo sentir desconfianza. ¿Por qué le decía todo aquello? ¿es que acaso era verdad lo que decía aquella carta y le estaba ocultando una verdad inminente?

Si antes lo dudaba, ahora ya estaba segura, mañana acudiría a misa, y se quedaría allí tras finalizar la misma. Estuvo pensando en cómo hacerlo, y tras mucho darle vueltas, decidió que lo mejor sería fingir estar afligida, y decirle a su tio que quería rezar por el alma de sus queridos padres, en solitario. Lo había hecho otras veces, por lo que no creía que él sospechase nada.

¿Qué o a quién se encontraría? ¿cuál sería la verdad? ¿podía confiar realmente en lo que iban a decirle? No lo sabía... Puede que aquellas palabras fueran malintencionadas, pero tenía que asegurarse. Ahora que el miedo a estar siendo observada se había difuminado, en parte, procedió a liberarse de sus vestiduras diurnas, para cambiarlas por otras más adecuadas para dormitar. Actuó deprisa, algo nerviosa aún, y se introdujo entre las sábanas, habiendo soltado sus rizos dorados y colocado con delicadeza la tiara y las orquillas sobre la mesita de noche, junto al libro.

Se dejó caer pesadamente sobre la almohada, y cerró los ojos, esperando a que el sueño se apoderase de ella.

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19/06/2008, 16:02
Director

Al día siguiente:

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19/06/2008, 16:04
Director

De tus dos primas, solo Catalina notó en cierto momento de la mañana que estabas más preocupada de lo habitual, pero conseguiste convencerla de que echabas de menos a tus padres, como en otras ocasiones, y eso bastó para que dejara de preguntar. María aún rentabilizaba la emoción de haber visto a vuestros primos, el día anterior, y no hacía más que recordar las proezas de esgrima y las chanzas de Pedro Lasso.

Tu tio se excusó de ir a los oficios matinales alegando asuntos de cierta urgencia, lo que en cierta manera te alivió, pues hacía mucho más fácil tu plan. Sólo fuisteis tú, tus primas y el ama de la casa, una anciana con principio de sordera y buen corazón que rara vez se enteraba de nada de lo que sucedía alrededor. Los oficios litúrgicos no lograron distraer tu atención, aún intrigada por el mensaje de la carta, y de vez en cuando tus ojos divagaban hacia los caballeros que asistían a misa, mucho más de lo que es recomendable y discreto en una doncella prudente. Te preguntabas cuál de ellos podía ser ese "amigo" que estaba a punto de cambiar toda tu vida.

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Fue fácil convencer al ama y a tus primas para que te dejaran permanecer en la catedral acabados los oficios. Prometiste hacerte acompañar por alguno de los canónigos del templo cuando desearas volver a casa, y accedieron sin ningún reparo.

Los primeros minutos no pudiste fingir el rezo. Nerviosa e inquieta, mirabas a cada segundo detrás de ti, o a las figuras solitarias y embozadas que en silencio oraban, desperdigadas por los bancos. Poco a poco fue pasando el tiempo, como una maldición, y la falta de horas de sueño tras una noche tan agitada tuvo su efecto. No recuerdas cuando te quedaste dormida sobre el banco.

Sólo la voz que te despertó.

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19/06/2008, 16:21
Paulo de Cesena

El desconocido se inclinó hacia ti con rapidez.

-Veo que habéis hecho la elección correcta. Ahora tomad mi brazo y salgamos del templo como si fuéramos padre e hija. Os llevaré a ver a vuestra madre.

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19/06/2008, 16:30
Beatriz de la Vega

Dio un respingo, sobresaltada, al oir aquella voz desconocida. Quedó mirándole, atónita, perdida. Aquel hombre era alto, y parecía una viga colocada en medio de aquella catedral. Tras levantarse torpemente del banco, casi callendo al suelo, volvió a reorganizar las palabras que le había dirigido, dándose cuenta de que se trataba del autor de la carta.

No estaba en posición de desobedecerle, ¿quién sabía qué era capaz de hacer si lo intentaba? Además, quería saber la verdad. Temblorosa, tomó su brazo, conteniendo las ganas que tenía de llorar debido al miedo, que de súbito, se apoderó de ella. ¿Se darían cuenta los feligreses que allí rezaban? Quizás alguno conocía a su tio... ojalá fuera así, pensó, pues si le pasaba algo, al menos sabría por donde empezar a buscarla.

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20/06/2008, 13:35
Director

Abandonáis la iglesia con paso calmo, por lo que ninguno de los feligreses parece notar vuestra presencia. En lugar de salir por el arco mayor de la catedral, el desconocido te conduce a través de una de las puertas laterales. Atravesáis una sacristía, con tu "amigo" sujetándote suavemente del brazo, y antes de abrir la puerta del exterior, se reboza en su herreruelo y avanza a pasos firmes hasta un carruaje apostado justo junto a la puerta. Te sorprende mucho, pues en Toledo, sólo las familias más nobles y presuntuosas usan un coche para desplazarse. También te sorprende que el desconocido, lejos de esperar junto a la portezuela para ayudarte a subir, entra el primero en el coche, sin esperarte. Subes tú sola, indignada y confundida por esta descortesía, y adviertes que las ventanas del carruaje han sido ahumadas, por lo que el interior es oscuro y lóbrego.

Entonces, el coche se pone en marcha.

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20/06/2008, 13:42
Paulo de Cesena

La voz del desconocido resuena en la oscuridad del coche.

-Mi nombre, hija, es Paulo. O Pablo, como decís en Castilla. Tranquila, puedo notar vuestro miedo. No tengáis miedo. Está... brusquedad no tiene nada que ver con vos, sino con cierta enfermedad que padezco que hace que el sol sea fatal para mi salud.

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20/06/2008, 13:55
Beatriz de la Vega

E... Entiendo-según arranca el carro un profundo arrepentimiento la invade, pero ya es tarde. No puede volver atrás. Beatriz permanecía sentada, con parte de su vestido hecho un puño entre sus manos, lo más separada posible de aquel caballero. Le pareció extraña esa enfermedad, jamás había oido acerca de una similar, por lo que lo primero que pensó fue que se trataba de una excusa para su comportamiento poco esmerado con una dama como ella, pero no le cuestionó, no estaba en posición para ello. Su nombre, Paulo, se le hacía propio de la región de Nápoles.

¿La iba a llevar a ver a su madre? ¿y si sólo era una farsante? ¿cómo podría comprobar que era su madre de verdad? Empezaba a estar aún más nerviosa que antes, le temblaban las manos, cerradas sobre sus faldas. Se reprimía, no era momento de demostrar que al fin y al cabo, aún era una chiquilla, pero sus ojos, excitados por aquellos pensamientos, comenzaron a humedecerse y a derramar gotas saladas, que surcaban sus mejillas y se perdían descendiendo por su cuello, extinguiéndose en su escote.

No enjugó las lágrimas, simplemente miró hacia un lado, ocultando su rostro de la mirada de Paulo. No quería importunar a un desconocido con sus lloriqueos. Respiraba profundamente, intentando serenarse-Entonces, ¿vais a llevarme a ver a mi madre? ¿a dónde vamos exactamente? ¿cómo... puedo fiarme de usted?-Rogó a Dios que su voz sonase firme y segura, que no temblase delatándola, y que aquellas palabras no fueran desagradables para su acompañante.