Partida Rol por web

Como al partir del sol la sombra crece,
y en cayendo su rayo se levanta
la negra escuridad que el mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta,
y la medrosa forma en que se ofrece
aquello que la noche nos encubre,
hasta que el sol descubre
su luz pura y hermosa:
tal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,
hasta que muerte el tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista me encamine.

Garcilaso de la Vega

Toledo, 1517.

La noticia había corrido por la casa como la pólvora. Primero fue María la que se había plantado en la puerta de tus aposentos, mientras rezabas el rosario. Su rostro, normalmente empalidecido por los polvos de arroz que usaba en cantidades claramente desmesuradas -al decir de su hermana Catalina, y también según tu opinión- estaba sin embargo enrojecido por la excitación en ese momento.

-Prima, ¡vienen! ¡venid! ¡Rápido! ¡¡Ya vienen!!

Tenía un año más que tú, dieciocho, pero su comportamiento seguía igual que cuando era niña. Su madre había pactado su matrimonio con una de las familias más ricas de Toledo, pero ella parecía no haberse dado cuenta.

Una vez que María de la Vega salió corriendo ridículamente por el pasillo, la figura de su hermana Catalina se dibujó en el umbral. Sonreía condescendientemente:

-Han llegado nuestros primos, los Lasso -dijo, por toda explicación.

Garci Lasso de la Vega y su hermano Pedro eran los hijos del hermano mayor de tu madre y de tu tío, y la rama más prestigiosa de la familia. Como primos vuestros y afincados en Toledo, habíais compartido juegos durante la niñez, pues erais de la misma edad, pero una vez abandonada la pubertad los contactos habían sido cada vez menos frecuentes, como indicaban la buena cortesía y moralidad. Y era una lástima, porque tus dos hermanas estaban locamente enamoradas de Pedro, el hermano mayor, fuerte, enérgico y afable. Tú, en cambio, sentías más simpatía por el melancólico Garcilaso, el hermano menor, más reservado y silencioso. De alguna manera te hacía sentir cómoda su compañía, y sentiste mucho dejar de verle.

Pero ahora estaban aquí, nuevamente.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al recibir aquella noticia. Sentía cómo la dicha llenaba su ser hasta coronar sus mejillas en un sonrojo igual que el que había visto en su prima momentos atrás. Se preguntó entonces, ¿cuánto habrían cambiado los primos? Hacía tanto que no los veía, desde que a penas había comenzado a convertirse en una doncella.

Depositó el cepillo con el que había estado peinando sus dorados cabellos, y tomó un lazo de seda rosada, recogiendo los bucles de su melena en un tocado, con la ayuda de algunas orquillas. Se miró al espejo, cerciorándose de que su aspecto era impecable. Retocó el carmín de sus labios y vertió perfume sobre su piel sonrosada.

Sonrió, mirando a Catalina-Entonces ya han llegado... ¿Habéis visto ya a nuestro primo Pedro?-su expresión era cómplice, pues sabía que tanto Catalina como María, suspiraban constantemente por él. Ella en cambio tenía más interés por volver a ver a Garcilaso, por saber si se había convertido en un hombre tan agradable como el chiquillo que fue hacía años.

Se puso en pie, y colocó los pliegues de la falda de su vestido, rosado también, de talle ajustado, que insinuaba con sutileza las formas femeninas que su cuerpo había adquirido al ir creciendo. Un escote cuadrado evidenciaba el comienzo de sus pechos, aunque no llegaba a ser descarado, si era algo sugerente. Los jóvenes de aquella localidad decían que Beatriz era bella, y su reflejo en el espejo no hacía más que confirmar aquella sentencia. Sin embargo ella siempre fue modesta, y nunca aceptó esa clase de halagos.

Caminó hacia su prima, tomándola del brazo, para que juntas, fuesen a recibir a los recien llegados-Vayamos, yo también quiero ver a nuestros queridos primos

Por toda respuesta, tu prima Catalina cubrió sus labios con rubor. Te dedicó una reverencia apicarada mientras te asia suavemente del brazo, para bajar juntas las escaleras hasta la entrada de la residencia.

-Están aquí para despedirse, según ha dicho nuestro señor padre. -Catalina, para enfado de su madre, solía hablar de Pedro de la Vega como tu padre desde que erais pequeña. Estás segura de que María también lo haría si pudiera, pero la atolondrada muchacha tenía demasiado miedo a su madre.

-Le han ofrecido a nuestro primo Pedro Lasso ser regidor de la ciudad, así que pasará pronto a ser uno de los hombres más influyentes de Toledo -confesó, mordiéndose los labios-. En cuanto a Garcilaso, sus padres lo envían a la corte del nuevo Rey, Carlos, que acaba de desembarcar en las Asturias de Oviedo desde Flandes.

Os encontrabais ya al cabo de las escaleras. Desde abajo se oyeron los chillidos infantiles de tu prima María.

-¡¡¡¡Primos!!!!

María estaba parada en el umbral, junto al ama y el mozo de caballerizas. Más allá de la puerta, en el exterior, tapaba el sol el enorme e imponente cuerpo de Pedro Lasso de la Vega, cuya sonrisa ocupaba integramente la parte inferior de su cara. Había crecido mucho desde la última vez que le viste, pero sus ojos vivaces y su rostro de bromista no habían cambiado un ápice.

Pedro Lasso, tu primo, avanzó hasta el interior de la casa, descubriéndose el sombrero y abrazando a tu prima María con fuerza. Luego miro hacia Catalina y tú, sonriendo, y dijo:

-Vaya, la última vez que estuve en este umbral dejé tres niñas con trenzas y ojos llorosos y ahora encuentro las tres doncellas mejores que jamás cristiano vio desde los tiempos de Adán. Primas... -concluyó, haciendo una estudiada reverencia con su sombrero en la mano.

Tu también sonreiste. Al agacharse, detrás de él, se hizo visible la figura titubeante de tu primo Garcilaso, que miraba a su hermano con ojos abstraídos. Entonces te reconoció y su cara se iluminó de alegría.

Una tristeza repentina la invadió al ser informada de que simplemente venían para despedirse. Quería disfrutar con ellos, recuperar el tiempo perdido en el que no se habían visto, rememorar aquellas vivencias infantiles, pero Beatriz sabía perfectamente que aquello no era posible. Ahora eran adultos, y vivían en un mundo más complejo y exigente. Lo odiaba. Mordió su labio inferior, mirando, con cierta decepción palpable, a su prima-Es una lástima, yo pensé que se quedarían más tiempo

De todas formas, deseaba que sus primos prosperasen, así que debía alegrarse, porque aquellos cambios harían mejorar su posicion e influencia-Pero son buenas noticias las que me dais, prima, pues Pedro y Garcilaso se están convirtiendo en grandes hombres de provecho, y eso es lo que siempre han deseado nuestros tíos e incluso vuestro padre

La sonrisa apareció de nuevo en sus labios cuando oyó los emocionados chillidos de María. Al llegar con Catalina al umbral de la puerta, se acentuó la curva de la misma, sin duda Pedro había crecido mucho, pero no había perdido aquel dejo burlón que solía caracterizarle-¡Oh Pedro! querido primo... ¡cuánto habéis crecido!-se acercó a él, plasmando un beso en su mejilla, tomando una de sus grandes manos varoniles entre sus finas manos de doncella, apretándola con cariño y luego soltándola-¡Tenéis que contarnos tantas cosas! Es una dicha volver a veros-Beatriz dirige ahora su mirada a su otro primo, aquel que tanto había extrañado.

Le sonrie, radiante, volviendo a sentir aquel bienestar que experimentaba cada vez que de niña estaba con él. Sin mediar más palabra, caminó apresuradamente hacia Garcilaso, y le abrazó-Os he extrañado tanto... vos también habéis crecido mucho

Tu primo, sonriente, ofrece su brazo para que pasees junto a él. Os alejáis camino del jardín de vuestra casa, mientras Pedro cuenta, gesticulando enormemente, una historia jocosa y picante a tus embobadas primas.

La mañana es hermosa en Toledo. El sol se filtra entre las ramas de los árboles del jardin y forma celosías de sombra y verde en la hierba que pisáis. Notas tenso el brazo de tu primo, mientras te cuenta cómo será su vida a partir de ahora.

-El nuevo rey, Carlos, el nieto de nuestra buena Reina Isabel, se educó en Flandes. Creo que allí tienen ideas bastante distintas sobre el comportamiento de los hidalgos en la Corte. Sólo espero que pueda adaptarme bien a esas nuevas ideas: no desearía por nada del mundo defraudar a mis padres en mi cometido. Aunque yo... -titubea, los ojos tristes fijos en una rama azotada por la brisa- ¿nunca habéis tenido la sensación de que la vida es algo más de lo que parece a simple vista? ¿de que hay algo más allá, que se nos oculta y se nos esconde, hasta que decidimos ir a buscarlo?

Quedó mirándole, pensativa. Ella misma sentía que constantemente se le ocultaban cosas. Había piezas de su particular puzzle que a veces no encajaban, que la hacían sentir extraña, una auténtica desconocida en medio de aquella familia, que a fin de cuentas, no era la que le correspondía. Su tio era el hombre más correcto y honorable que había pisado la tierra, y le quería, Dios sabe cuánto, pero incluso él, a veces, la hacía sentir que en realidad estaba sola, completamente sola en aquel mundo.

Su rostro fue adquiriendo poco a poco un dejo melancólico-Creo que sé cómo os sentís-recargó su cabeza sobre el hombro de su querido primo-vos tenéis que cumplir un cometido que se os ha encomendado, pero que no es aquel que más os inspira

Alzó la vista al cielo toledano, observando los girones azules entre el espesor de los árboles del jardín-Ir a la corte es lo que vuestra familia desea para vos, pero no lo que vos deseais realmente, ¿estoy en lo cierto primo?-suspiró, triste-A mi prima María quieren casarla, y creo entender que ella ni siquiera lo sabe-sus profundos ojos verdes se humedecieron-Le han concertado un matrimonio con una familia bien posicionada... pero esto, primo, es lo que mis tios desean para ella, y lo han hecho, sin contar con su beneplácito-suspiró-parece ser que en estos tiempos la libertad no existe para nadie

Tu primo sonrie con melancolía.

-Siempre fuisteis vos mi prima favorita. Ahora que habéis crecido, veo que no me equivoqué. -Caminais unos metros más, en silencio, hasta que vuelve a tomar la palabra.- Es sólo que... miro a mi hermano y pienso: ¿por qué he de ser yo el que vaya a la Corte? Sin duda Pedro haría un papel mucho mejor que el mío en un lugar así. Él es tan... en fin. Ya lo conocéis. Sabe ser el centro de cualquier situación... y definitivamente, ése no es mi caso.

Un pájaro agita una rama al posarse en ella, y parte del rocío de las hojas cae al suelo, haciendo un ruido casi musical.

-¿Sabéis que vuestro nombre es el de una mujer que franqueó el cielo a un poeta? -Garcilaso ríe, divertido- Quizá algún día yo sea un poeta, y vos me hagáis entrar en el para...

María os interrumpe en media conversación. Parece agitada.

-¡Beatriz! ¡Venid! ¡El primo va a hacer una exhibición con su espada! ¡¡Corred!!

Con un suspiro paciente, Garcilaso os acompaña cortesmente al patio interior de la casa, en el que Pedro está lanzando estoques al aire con un brío inusitado. Catalina y María aplauden entusiasmadas. Cuando tu primo termina, os retiráis todos al interior de la casa, para seguir charlando mientras los criados preparan la comida.

Aplaudió a su primo Pedro mientras mostraba la destreza de su espada, mas lo hizo con más entusiasmo del que verdaderamente sentía. Hubiera preferido quedarse con Garcilaso, conversando. Anduvo cavilando, recordando las palabras de su primo, ¿por qué él y no su hermano? Ahora que lo pensaba, ella tampoco podía explicárselo. Pedro era el candidato perfecto para ese tipo de menesteres.

Aquella tristeza repentina no la había abandonado aún. Había permanecido asida al brazo de Garcilaso casi todo el tiempo, como si no quisiera dejarle marchar, evitar que le enviasen a la corte y le hicieran un desdichado. Pero Beatriz sabía que no podía oponerse, no era ella quien mandaba sobre su primo y mucho menos sobre sus tios.

Casi sintió alivio cuando se dirigieron hacia el interior de la casa, porque aquello significaba que podía hablar de nuevo con él, aunque hubiese más gente delante.

En el interior os esperaba tu tío, recién llegado del Alcázar, donde tenía prevista una cita con el corregidor. Saludó con cortesía y verdadero afecto a vuestros primos.

-Mis queridos sobrinos, sentaos, loado sea el cielo. Y qué grandes están vuestras mercedes. Recios mozos los han criado mis hermanos, que aún me acuerdo de cuando jugabais todos juntos en ese jardín de ahí. Habéis de disculpar a vuestra tia, que se ha retirado estos días a orar a la paz del convento de Santa Ana, pero os manda parabienes y muchas mercedes a mi cargo.

Después de recibirlos así posa su mirada en vosotras, y os sonrie, una por una.

-Vamos, hijas, pasad, sentaos vosotras también con vuestros primos. -Te toma de la mano y la estrecha, afectuoso.- Beatriz, te traeré la vihuela: he pensado que quizá puedas cantar algo para tus primos mientras se ultima la comida.

Tu prima parece entusiasmada por la idea.

-¡¡¡Sí!!! ¡¡Un baile, prima, tocad un baile, y nosotros daremos palmas!!!

Tu otra prima también da su opinión. Parece que todo el mundo ha dado por sentado que vas a cantar, quieras o no.

-Yo preferiría que cantaras un romance, Beatriz. Tenéis la voz tan bonita...

Tu primo te sonríe con simpatía mientras dice:

-Dejad que sea nuestra prima la que escoja la composición, puesto que serán sus manos y su voz las que nos la brindarán.

Sus mejillas adquirieron un color sonrosado, encendido, producto del rubor que le producía el notar el entusiasmo que mostraban todos por oirla. No podía defraudarles viéndoles tan ilusionados, además, tocar la vihuela, así como el arpa, era algo que realmente disfrutaba.

Está bien, os complaceré, tocaré para ustedes-agradeció a su querido Garcilaso que interviniese para que sus primas no la abrumaran aún más con sus comentarios, le dedicó una sonrisa y asintió. Tomó la vihuela entre sus brazos, con delicadeza, y tomó asiento en una silla, frente a todos, para que pudiesen escucharla por igual.

Tocó algunos acordes, a fin de afinar el instrumento, cerró los ojos, suspiró varias veces-Os dedico esta pieza, Garcilaso, Pedro, mis queridos primos, que por fin están de vuelta aunque sea por tiempo breve, os deseo la felicidad y un buen porvenir en vuestros menesteres-deslizó sus dedos sobre las cuerdas, colocándolos en la posición adecuada, y comenzó a dejar salir el sonido de aquella caja acústica, en una composición melancólica.

No tardó su voz en aunarse a la vibración de la vihuela, en un solfeo angelical, aunque cargado de ciertos matices de tristeza, que dejaba imaginar a todos qué podría estar expresando, ¿la pérdida de un amor? ¿la desdicha? ¿la soledad? Sus ojos se mantenían cerrados, ahora sólo la música, sólo su voz existían para ella.