Partida Rol por web

Escrutas con cuidado el aura del tremere alemán, y te sorprende apreciar una tonalidad principal violeta, matizada en muchos puntos por vetas de color blanco brillante. El tono general es brillante, pero reposado, y desprende una sensación de calma y fluidez bastante acusada...

Un hombre excitado, un niño vampírico, un extraño ejemplar de tremere.

¿Asustadizo, decís?

Más bien emocionado. Sobreemocionado. Inocencia y excitación: un infante con comportamiento infantil.

¿Un infante? ¿Un peón, decís?

SI  A  SI
               ES
                     COMO
                                 LO
                                       QUERÉIS
                                                       VER...?

Un peón.

Pero no es tonto. Hay algo en el fondo, en el fondo de su alma. Ha causado dolor. Como los niños cuando juegan con las hormigas. Ha causado dolor a sus criaturas. ¿Criaturas, qué... criaturas?

-Estimado Hans: te recomiendo guardar silencio en presencia del Príncipe u os lo haré guardar de forma contundente.
Jack mira avidamente la garganta de Hans, con la clara intención de cortar por lo sano el exceso de palabras. Se gira hacia Alejandro y le mira directa y francamente a los ojos.
-Siempre es un gusto encontrarte, de Zucchi. ¿Qué os trae por aquí, pues?

En una mezcla de curiosidad y precaución, pues precisamente las palabras que pronuncia Arkwright me recuerdan que no soy el único con ciertas capacidades en mi sangre vampírica, ignoro, al menos visualmente, a mi querido amigo británico, analizando visualmente, recorriéndolo de arriba a abajo, a aquel hombre con esa curiosa verborrea infantiloide.

Asuntos personales, estimado Jack Arkwright —camino, como más atento al alemán, hacia éste, y le tiendo una mano gentilmente—. Disculpad si os he ofendido, pero vuestra compañía, si bien puede ser grata y protectora para con vos, ha tenido ciertos roces en el pasado conmigo. No obstante, Hans de Muhlberg, permitidme presentarme: Alejandro de Zucchi, también conocido en tierras castellanas como Alejandro de Nápoles, como bien habéis... adivinado —mi sonrisa falsa se hace aún mayor—. Veo que tenéis intereses por el arte, apuesto a que tenéis vos amigos en el Clan de la Rosa.

-Oh, estoy profundamente encantado de estar aquí. En cuanto a mis, ejem, conocidos Toreador, puedo decir tan sólo que mi especialidad, en cierta manera, es algo que ellos admirarían mucho, o que ya admiran, en realidad -suelta una risita nerviosa-. Sin embargo, no saben que lo admiran. He tratado mucho la piedra, por otra parte. Ya sabe, Alejandro, que la escultura es fundamental en estos momentos, y los Toreador saben mucho de ello. Mi trabajo, podría decirse, guarda cierto paralelo con el de la escultura, pero en realidad, mis contactos con los escultores en Muhlberg tuvieron más que ver con la decoración de una capilla que el...

Aletheia tapa con su mano el amago de una sonrisa. Es evidente que la paranoia de Zucchi, la cólera de Jack y la verborrea de Hans le parecen enormemente divertidas. Nuevamente presiona con su mano en el brazo del alemán para pedirle silencio,y dice, conciliadora.

-Quizá, entonces, será mejor que entremos en la sala y esperemos hasta que el príncipe haya terminado lo que esté haciendo. Supongo que si fueran asuntos de gran importancia no estarían las puertas abiertas de par en par.

Y sin más, abre la marcha hacia el interior de la sala de recepciones del príncipe, que Alejandro ya conoce. Lope de Salazar, un hombre enjuto y autoritario con un largo cabello blanco, está en este momento hablando a un hombre vigoroso, con aspecto de guerrero castellano. Otro vampiro, con una enorme espada al cinto y una capucha sobre el rostro, escucha la conversación, apartado.

El príncipe recrimina con la mirada a Pedro justo cuando por la puerta del fondo hacen su entrada cuatro individuos, tres hombres y una mujer, que se mantienen en un discreto segundo plano. Lope de Salazar retoma la palabra con brío.

-Ciertamente, la vida de vuestro señor corre peligro: he decretado que se abra contra él una caza de sangre. Y se habría hecho extensiva contra vos, en caso de que no hubierais acudido a mi voluntariamente. La razón de que el señor Soho esté aquí hoy entre nosotros, después de un largo viaje desde su Bohemia natal es porque es precisamente el hombre adecuado para prender a Álvaro Manrique de Lara, antiguo príncipe de Santander, que asesinó a uno de sus servidores y huyó de su feudo con una reliquia de valor incalculable para La Camarilla.

Los ojos del príncipe se clavan en los de Pedro con una dureza incontestable. Parece evaluar la veracidad de sus palabras.

-Debo entender que vos no sabíais nada de este... complot. ¿No es así? Si no, estaríais con Álvaro Manrique de Lara, desaparecido de estas tierras, y no habríais sido tan ingenuo de venir hasta mi casa esta noche. Por este motivo, y aunque no confie del todo en vos, no os encerraré. Pero deberéis demostrar vuestra verdadera lealtad... Señor Soho, -dice, dirigiéndose al ejecutor, que ha permanecido en un segundo plano- Pedro Garcés fue durante mucho tiempo vasallo de vuestro objetivo. Os prestará toda su colaboración para encontrarle, como prueba de su lealtad. ¿No es así?

-Si lo que pedís es mi colaboración para encontrar al príncipe estaré encantado de ofrecéroslas pero debo insistir que aquí hay algo extraño-

No me puedo creer lo que esta diciendo, Álvaro no haría esas cosas o por lo menos no sin un buen motivo

-O acaso a vos no os parece raro que la misma noche que ocurre todo eso yo haya descubierto un complot del sabbat contra el y toda la camarilla-

Efectivamente, el asesino, que permanecía en las sombras ante la acalorada discusión presenciada, asiente en silencio a Lope de Salazar mirando inquisitivamente a Pedro Garcés, desconfiado.

Aún quedaban muchos cabos sueltos, pero su misión era clara y concisa, las palabras "caza de sangre" lo decían todo, y yo cumpliría órdenes.

El príncipe hace descansar sus ojos grises en los del guerrero soriano.

-¿Un complot del Sabbat? Si tenéis alguna prueba de lo que decís, es el momento de aportarla. Si no, os recomiendo que acompañéis al señor Soho en su misión. Vuestra inocencia ahora depende del éxito de tal misión.

Uno de los cuatro recién llegados, un hombre menudo e inquieto, susurra desde el fondo de la sala.

-¡Bárbaro! Esto se está poniendo interesante, ¿no creen, amigos?

Me tranquilizo ya que no creo que mi captura y posterior ejecución nos ayudase a mí o a mi señor

-Solo puedo ofreceros lo que me contó un sabbat que vino a asesinarme, ya sé que las palabras de esos animales no sirven para mucho pero es lo único que puedo ofreceros-

Espero que aun este donde lo deje

-Si queréis puedo indicaros o traéroslo, si así lo queréis ,a esa mala bestia-

Ya había pasado demasiado tiempo, Sura Soho permanecía en las sombras, en silencio, comprendía bien todo lo que decían los extranjeros, aunque le costase entenderlo a la perfección. Durante sus continuas salidas a fronteras extranjeras había aprendido diferentes lenguas y formas de comunicarse, había descubierto con el paso de los años ésta pequeña habilidad.

El asunto del príncipe renegado estaba tomando carismas espeluznantes, que el sabbat estuviera implicado no sería una novedad, pero por lo que le había contado su señor, la Camarilla apenas tenía presencia en todo el Reino de Castilla.

Si aquel gangrel sabía donde se encontraba ese miembro del Sabbat, el Ventrue lo arrastraría hasta ahí, si así lo ordenaba el principe Lope de Salazar.

Sin moverse ni pestañear, observa atentamente la reacción del príncipe, así como sus órdenes inmediatas sobre su misión.

Miro atentamente la escena, con la mirada y la mente fijos en las palabras del Príncipe acerca de un complot del Sabbat. De momento, la maniobra más inteligente es mirar, escuchar y anotar la mayor cantidad de evidencias que me sea posible. Sólo una fugaz mirada a Muhlberg ante sus palabras de exagerada excitación me distrae de la conversación, a la que me mantengo completamente atento, aprovechando los sentidos más agudos que me confiere la sangre de mi sire, y del sire de mi sire hasta quien me mira desde todos los ángulos y no deja de ponerme a prueba.

El rostro del príncipe no puede evitar traslucir cierta sorpresa ante la mención del hombre del Sabbat.

-Si lo que decís es cierto, entonces estoy equivocado. Por desgracia, la reliquia que robó Álvaro Manrique de Lara es de vital importancia para la Camarilla. Sea inocente o no, no puedo permitir que ese objeto ande fuera de nuestro control. Diréis a mis hombres dónde pueden encontrar a ese hombre del Sabbat y ellos se encargaran de traerlo hasta aquí. Pero vos partiréis con el señor Soho para cumplir la misión que os he dictado. Hasta que haya comprobado por mí mismo que tal hombre existe y que decís la verdad, vuestro cometido y el del señor Soho sigue siendo el mismo. Cazad a Álvaro Manrique de Lara. Recuperad ese objeto. -Hace un gesto con su mano, como si estuviera impaciente por despachar el asunto- Mi mayordomo os dará más detalles; como podéis comprobar esta noche hay bastantes asuntos que requieren mi atención.

EL bohemiano encapuchado en su oscura túnica, se adelanta unos pasos suficiente para quedar frente al príncipe Lope de Salazar. Eleva su mano derecha en un gesto dócil hasta su pecho a la altura del corazón, y se doblega servilmente en una muestra de profundo respeto. Al volver a su postura natural, asiente.

- Ese Principe, Alvaro Manrique de Lara, será cazado, mi señor, y el valioso objeto volverá a la Camarilla, de donde jamás debió salir. - Su voz suena calmada, tranquila, con una seguridad innata, pero su acento cerrado así como las palabras intermedias delataba, si no sus orígenes, si su extranjería.

Vuelve sobre sus pasos, hacia las sombras, y espera al gangrel, paciente.

La sonrisa de Jack se acentúa al escuchar la conversación de los presentes. Es curioso lo bonito que puede llegar a ser el mundo. Cada vez que Hans abre la boca, le mira reprobatoriamente, amenazando cada vez más con la mirada. Aun así, no se pierde nada de la conversación, mirando atentamente el aspecto y movimiento de cada uno de los presentes. Su memoria nunca yerra.

Viendo una pequeña victoria en todo esto me relajo y me despido del príncipe

-Se hará como digáis milord-

Solo espero no estar equivocado con Álvaro

Me echo hacia atrás y me dirijo hacia Sura y me percato de los nuevos invitados que están en la sala

-En cuanto hable con el mayordomo podemos partir-

Ahora que parece que termina la reunión me dirijo hacia el mayordomo del príncipe para contarle donde deje al prisionero, a continuación espero a que Sura me indique que podemos partir y cual será nuestro próximo destino

Tras la pequeña charla mantenida entre el gangrel y el mayordomo del principe, me acerco para conversar con este último.

- Tu señor nos ha informado de que puede darnos detalles sobre el principe Manrique de Lara. - La voz suena tenue, aunque claramente extranjera. - Habla. - parece ordenar el bohemiano.

El mayordomo de Lope de Salazar conduce a Sura Soho y Pedro Garcés fuera de la sala, antes de comenzar a hablar con voz serena y gutural. Es un hombre enjuto y macilento, al que le falta el ojo derecho y que arrastra las eses en su discurso.

-Poco se sabe de lo sucedido en Santander. Al parecer, el príncipe Alvaro Manrique de Lara asesinó a uno de sus lugartenientes y desapareció con una importante reliquia que se custodiaba en su fortaleza. Esta reliquia, cuya recuperación es esencial para La Camarilla tendría, mmm, la forma de un libro. -Hace una pausa mientras mira a los dos vampiros con seriedad- Sobre su paradero poco puedo decir; su rastro indicaba que huyó hacia el sur de la ciudad, pero desconocemos a dónde se dirige. Es probable que a una ciudad del Sabbat, si su objetivo es entregarles la reliquia o pedir asilo entre sus muros. Por desgracia, una ciudad del Sabbat, en Castilla, puede ser cualquiera. ¿Burgos? ¿Zamora? ¿León? Sin embargo, si se hubiera dirigido a ciudades tan cercanas ya habría llegado hace días y lo sabríamos. Eso hace razonable pensar que se dirige más al sur, incluso a Madrid, o a Toledo, ¿pero quién sabe? En cualquier caso, -dice, mirando a Soho- vos sois conocido por vuestra pertinacia a la hora de perseguir vuestras presas, y vos -esta vez se gira hacia Pedro- sois un guerrero acostumbrado a la naturaleza y al rastreo, eso sin contar lo bien que conocéis al príncipe fugado. Lo encontraréis, sin duda.

Se apoya con su mano en la pared de piedra antes de proseguir:

-Podéis recoger todos los pertrechos y armas que necesitéis de nuestra fortaleza. El príncipe también me ruega que me os agradezca, señor Garcés, las indicaciones que habéis dado para encontrar a cierto individuo que según vos tenéis prisionero. No temáis, si existe, lo localizaremos. ¿Alguna duda o petición más?