Partida Rol por web

-...y esa es la razón, no otra, por la que los caballeros hospitalarios perdieron aquel asalto a su fortaleza en Rodas. Cuando acometieron contra los infieles, sus fuerzas quedaron divididas en dos grupos, y al estar el castillo plagado de esquinas, acabaron matándose entre ellos al no distinguir aliados de enemigos... también Apolonio de Rodas, en sus Hipognemmata, cuenta que... -el alemán se detiene ante la salida de la mansión. La noche es fría afuera, y no quedan más de cuatro horas para el amancer. Aletheia y Alejandro, sea cuál fuere el problema que el último tenía, se han quedado atrás.

-Bien. Esta es la salida.

La tremere mira extrañamente a Alejandro.

-Sé lo que os estáis preguntando ahora mismo: si es cierto que vos sois el malkavian en esta mansión... Maese Arkwright... Jacob... bueno, él disfruta sorprendiendo a los demás. De ahí su comportamiento errático. Supongo que le habéis debido de pedir ayuda. Si le interesa os ayudará, aunque antes os hará sufrir: sólo así se logra ser quién es entre los de nuestro clan. Pero mientras tanto, quizá será mejor que yo haga algo por vos, puesto que os veo tan apurado...

Parece que sois vos más sensata y oportuna que vuestro compañero, Aletheia -le digo, sin dejar de caminar-. Como le comenté a ese hombre ininteligible -bajo la voz-, sospecho que Lope de Salazar está de parte de los Lasombra y el Sabbat en general. Quise sacarle información a uno de los criados Dominándolo, pero parece que las órdenes del Príncipe pesaron más que las mías. Para mí es una prueba irrefutable de la culpabilidad del Príncipe, pero quiero evitar demasiados movimientos tan de pronto, y que un criado vaya a contarle al Príncipe lo que le he preguntado no ayuda, precisamente. Pero en fin, a estas alturas debe ser demasiado tarde.

Voy en busca de la sala del Príncipe, previendo que encontraré ahí al criado, o incluso la ira de Lope de Salazar. Sin embargo, la cobardía es algo imperdonable, y no puedo simplemente darme la vuelta e irme como parece haber hecho ese brujo inglés.

Jack se gira al ver que está solo con Hans e insta a Aletheia a venir:
-Aletheia, querida, ¿vienes? ¿Estas bien?
Mira con curiosidad que pasa detrás de él.

Aletheia y Alejandro han intercambiado unas breves palabras cuando, ante la llamada de su hermano de Clan, la Tremere abandona al Malkavian para reunirse con sus compañeros. Alejandro, por su parte, camina pasillo abajo, en dirección contraria, hacia la sala donde se encuentra el príncipe...

Cuando se incorpora al grupo, Aletheia te mira con extrañeza.

-Ese Malkavian... Alejandro, dice que habíais prometido ayudarle con no se qué de un criado... ¿puedo preguntaros a qué se refiere? ¿tenéis algún tipo de plan al respecto?

-Tan solo nos toca interrogar a cierto sirviente. Aunque para mi gusto, cualquiera vale. Y sí, ya tengo un plan.
Jack se muestra muy seguro de sí mismo. Al fin y al cabo, no es un neonato. Las ideas fluyen por su mente, cada cual más extraña que la anterior. Sale tranquilamente del castillo, con su comitiva de Usurpadores detrás.

Acompañado de Hans y de Aletheia, abandonas la mansión del príncipe. Ante ti se extiende la ciudad de Valladolid, sin ningún signo visible de vida por lo avanzado de la noche...

Cuando llegaste a la sala del príncipe habías recorrido el pasillo sin encontrar ni rastro del mayordomo. Arkwright, por su parte, acompañado de Hans y de Aletheia, había abandonado la mansión. No sin cierto nerviosismo te preparaste a afrontar lo peor... La puerta cedió ante tu primer empujón. En la sala tampoco estaba el mayordomo. Pero sí el príncipe que alzó la vista desde su sillón para observarte con cierta curiosidad.

-Ah, joven Alejandro. ¿Qué ocurre? ¿Habéis venido a jugar otra partida? ¿O es que acaso los aposentos que se os han destinado no os resultan satisfactorios?

Disculpad, mi señor, no tengo problema alguno con los aposentos, es más, permitidme agradeceros tamaña hospitalidad -me acerco hacia él con pasos lentos, espaciados-. Sin embargo, hay algo que me preocupa... -es posible que, como ya he hecho otras veces, pueda hacer uso de la fama de los tantos lunáticos de mi sangre y ayudarme a excusar actitudes-. Espero no lo toméis como una ofensa, y os pido perdón de antemano, pero me inquieta la forma en la que me mira y sigue uno de los criados de la casa, ¿creéis que el servicio pueda tener algún problema conmigo?

Mis ojos lo miran con cierta preocupación, exagerando un delirio inventado de ser perseguido por los criados del Príncipe.

El príncipe no parece demasiado sorprendido por tu extraña petición. Quizá sopese la posibilidad de que, como a menudo sucede con los individuos de tu clan, seas propenso a la sana paranoia. O quizá sepa realmente bien encubrir sus reacciones.

-Mis criados son, hasta donde yo les necesito, leales y pulcros. Es probable que vuestros sagaces sentidos hayan percibido en alguno de mis sirvientes un interés mayor de lo normal. Esto puede deberse, si analizáis bien las posibilidades, o a una percepción errónea, pero de ser así, no estariáis seguro y no os atreveriáis a contrariarme. -Sonrie, con una afabilidad muy extraña-. No quiero decir que yo sea de los que se contrarian, pero sois mi invitado, esta es mi ciudad, y vuestra fama de estratega os precede. No habríais considerado una buena estrategia, por tanto, venir a mí a causa de una... impresión. Así pues, debéis de creer firmemente lo que decís. Al contrario que muchos de mis hermanos, no considero menos fiables las convicciones de un Malkavian. Algo que he aprendido en esta ciudad es que cerrarse posibilidades dogmáticamente sólo conduce a la muerte... No temáis, joven Alejandro; si algún sirviente se toma un interés mayor de lo normal en vos o en el resto de mis invitados probablemente sea porque les he ordenado que os vigilen. Pero si tenéis algún problema con ello, hacédmelo saber y yo mismo haré azotar al insolente criado en vuestra presencia...

Vaya —contesto, con una forzada sonrisa—, me alegra saber que tiene usted todo tan controlado en su dominio. Me alegra también que confiéis en los dones innatos de los de mi sangre, y realmente me interesa eso que comentáis acerca de no cerrarse dogmáticamente a las posibilidades.

Mi mente comienza a analizar sus palabras y parece que sólo saca más y más indicios de que Lope de Salazar tiene tratos con el Sabbat. Es claro e irrefutable, al menos para mí, pero hasta que no tenga una prueba más que mi palabra, difícil sería demostrarlo. Al parecer los sombríos hilos de la secta hereje han contaminado Valladolid, aunque ciertamente, me interesa ver el punto de vista del Príncipe acerca de ese rechazo a una negación categórica de otras formas de ver el mundo.

En cualquier caso, gracias por vuestra comprensión y amabilidad —le digo, haciendo una leve inclinación de cabeza—. Y decidme, si es que no os importa charlar un rato conmigo, ¿cómo de beneficiosa estimáis que es esa postura vuestra frente a las ideas... novedosas?

Mientras espero su respuesta, lo observo, buscando detalles que me digan cosas de él, fortalezas y debilidades que debería tener en cuenta para los futuros encuentros.

El príncipe sonrie abiertamente.

-Por supuesto, sois hábil; no defraudáis las expectativas. Pero con la adulación no conseguiréis de mí más que silencio. Si queréis compartir mis puntos de vista sobre la apertura a nuevas formas de dominio y control -señala la mesa donde habéis jugado vuestra primera partida de ajedrez-, tendréis que darme la revancha.

-Por supuesto, señor -accedo, dirigiéndome hacia la mesa-. No hay momento en el que no pueda estar dispuesto a un juego... Después de todo, ¿qué son la vida y la muerte sino un juego? -lo miro fijamente, en una especie de frío duelo cortesano por ver quién demuestra un mayor control de las propias palabras.

Con su paso mesurado y tranquilo habitual, Jack se dirige al burdel más lujoso de la ciudad. Siempre es un buen lugar para encontrar comida y gente con la que charlar. Al no saber el camino, decide preguntar a Aletheia y a Hans:
-Chicos, ¿alguno de vosotros sabe el camino al burdel más caro de esta estúpida ciudad? Necesito comer.
Jack sonrie a Aletheia y mira su reacción.

La mujer resopla.

-No tengo ni la menor idea, hermano Arkwright. Todos somos nuevos en esta ciudad. Aunque si lo que deseas es alimentarte, seguramente el príncipe pueda ayudarte. Aunque debo confesar que estoy bastante confundida con tus acciones. Primero el Malkavian y tú tenéis una reunión de urgencia a puerta cerrada y luego, cuando él te pide ayuda para no se qué, abandonas la mansión del príncipe dejándole con la palabra en la boca... ¿se trata acaso de una de tus sofisticadas venganzas?

El príncipe asiente, complacido.

-Bien. Entonces lo haremos así. Jugaremos y hablaremos. Y si yo gano, vos me contáis la verdadera razón por la que os disgusta mi criado. Si ganais vos... bueno, entonces supongo que yo tendré que contaros algo...

-No te preocupes, querida. Lo primero, la Camarilla no se fía de nuestro amigo Lope. Segundo, mis venganzas son más tranquilas y me suelo evitar moverme. Lo tercero, tengo cosas que hacer en un burdel. Realmente me sirve cualquiera, pero prefiero uno de calidad para no manchar mis botas ni mi reputación. ¿Para qué comer de las reservas del Príncipe pudiendo crear nosotros otras? Necesitams siervos, y el sitio más sencillo del que conseguirlos es donde la vida se vende barata y la virtud no existe. Siempre son más manipulables.

Extrañamente cuando habla, Jack adquiere un ligero parecido con una serpiente, alerta, violento y preparado para morder a quien le moleste. Pero sobre todo por su eterna sonrisa, vestida con la amenaza de una muerte súbita.

Coloco mis fichas, blancas, ante mí y enseguida ataco, esta vez más concentrado en el juego que en la conversación, puesto que no me conviene precisamente contarle mis verdaderas razones, aunque parece saberlo ya, y desde luego, sí estoy dispuesto a escuchar lo que tendría que contarme. Si tiene sentido del honor, no podrá negarse a confiarme algún secreto de su Principado, tal y como ha apostado. Dejo que todo lo demás se vaya y que lo que llene mi cabeza sea el sonido de las espadas y el galope de la caballería, los gritos de furia del campo de batalla. Eso mueven mis dedos, fichas en un campo de batalla, la representación más fiel y dura de la realidad.

De nuevo, la sombra del más antiguo de mi clan parece querer planear sobre mí, vigilante, expectante. No dejaré que su rey negro pueda conmigo, demostraré que soy un elegido por algo más que mi aspecto o mi labia.