Partida Rol por web

--...si la pillan. No es que esté justificando el tráfico de drogas, pero sabéis tan bien como yo que lo que ha infringido son las leyes de la Rastra, no el credo de Tymora. La Dama Sonriente siempre nos ha animado a seguir nuestros propios intereses y confiar en nuestra buena fortuna ¿no es así?

Ivodhra se encogió de hombros.

--No entiendo por qué la Prelada nos encomienda esta misión. Esto debería ser cosa de La Guardia.

Sintiéndome reconfortada por el brazo de mi amiga, palmeé con suavidad la mano de Eomere en señal de agradecimiento por el gesto. Dado que nos conocíamos de hacía mucho, las reacciones de mis amigas no me parecieron extrañas y hasta tuve que controlar un sonrisa de diversión al ver cómo la gentil y dulce Eomere se escandalizaba ante las palabras de Ivodhra. El que ésta se hubiera tomado las cosas con esa actitud tan desenfadada era tan típico en ella que resultaba hasta tranquilizador.

- Ivodhra, tiene algo de razón, Eomere...pero desde luego es normal que la Prelada se enfade y se lo tome tan en serio- añadí mirando a la semielfa con actitud de advertencia- Por mucho que la Dama Sonriente nos inste siempre a servir a nuestro intereses, si las acciones de la Hermana Briostan son ciertas ha puesto en peligro el prestigio de toda la Orden- expliqué de manera sencilla- Por ello, es deseo de la Prelada que vayamos a La Lluvia de Estrellas e intentemos averiguar la verdad. Si logramos demostrar quién ha estado vendiendo esa sustancia y sobretodo, si logramos desenmascarar a la Hermana y queda claro que actuaba a espaldas de la Orden, nuestra reputación quedará incólume- concluí mirando alternativamente a mis amigas, pero sobretodo a Ivodhra, para que me entendiese bien. Acordándome de las ultimas palabras de Seresha añadí- además, a la Prelada le preocupa a quién le están vendido esa droga y por qué, ya que, por lo visto, sirve para asaltar los intento mágicos de asaltar a la mente

--Ah, ya entiendo. Entonces todo se reduce a politiqueo --Ivodhra suspiró--. Pues vale. Pero si nos envían a nosotras a hacer la labor de un político que asuman las consecuencias.

Emoere se quedó mirando a Ivodhra durante unos instantes antes de soltar un largo y sentido suspiro. Se volvió hacia Lidda.

--¿Tienes algún plan? No podemos presentarnos allí y ponernos a fisgar sin más. La Hermana Briostan podría sospechar algo.

Tras mirar largamente a Ivodhra de forma similar a como lo hacía Eomere me limité a menear la cabeza. Ante la pregunta de mi compañera novicia permanecí en silencio pensativa mientras balanceaba inconscientemente las piernas.

- Humm...pues ésa es una buena pregunta Ivodhra...-considerando las opciones mentalmente chasqueé la lengua- creo que lo primero sería informarnos un poco más sobre la droga en cuestión. Si tiene algún otro síntoma, qué hace exactamente, qué aspecto tiene, cómo se administra...y ése tipo de cosas...para hacernos una idea de qué buscar y a qué nos enfrentamos...luego...- hice una pausa- luego deberíamos inventarnos una excusa para que nuestra presencia alli no llame la atención. Yo soy una habitual del lugar pero vosotras habéis ido menos, quizás podemos decir que estáis de prácticas o...bueno...que os han castigado o simplemente no decir nada a no ser que pregunten- propuse mirándolas a ambas.

--Conozco una calishita que vende muchos tipos de hierbas medicinales en el Mercado de la Rastra. Es una amiga de la familia, quizá nos pueda echar una mano con las propiedades de la droga.

--¿De prácticas? --repitió Ivodhra, antes de soltar una carcajada--. La Hermana Briostan no se tragará esa. ¿Por qué no la decimos simplemente que venimos a curiosear el Club si es que nos pregunta? No está muy lejos de la realidad, siempre he querido echar un vistazo... y nunca me han invitado.

¡Qué estupendo, Eomere! Iremos entonces a ver a tu contacto- dije asintiendo tras dar una palmada de contento. Luego miré a Ivodhra frunciendo el ceño. A veces tenía la irritante costumbre de burlarse de la gente, incluidas nosotras, y no siempre resultaba agradable. Suspirando terminé por decir- De acuerdo...aunque a lo mejor se extraña porque hayamos elegido precisamente este momento...- me cayé unos segundos pensativa antes de añadir- en cuanto al plan. Se me ha ocurrido que podríamos intentar algo sutil. Quizás podamos ir primero a curiosear, ver cómo esta el ambiente, si alguien está haciendo algo raro, en especial la Hermana Briostan, ver qué se cuece vamos y luego quizás podríamos pagar a alguien en quien confiemos para que se haga pasar por un cliente que busca la droga y que vaya a preguntar mientras estamos allí. Obviamente tiene que ser alguien que sepa de qué va el asunto y que sepa mentir de manera convincente...si resulta que alguien le escucha e incluso concierta una cita con el suministrador podremos salir de dudas..- expliqué mirándolas alternativamente en un tono de voz más bajo.

Las tres mujeres ultimaron los detalles de su plan y se dirigieron al Mercado de la Rastra. Era un lugar aglomerado y bullicioso a aquella hora de la mañana. El fuerte olor a pescado flotaba en el ambiente, mientras las botas chapoteaban en el suelo embarrado. Lidda y sus amigas pasaban por entre los tenderetes y carretas, sin encontrar el que Emoere estaba buscando. Cada pocos metros se tenían que detener cuando alguno de los vendedores ambulantes las ofrecían queso, hilo o velas de larga duración.

Tras unos minutos dando vueltas encontraron lo que buscaban. Una vendedora de piel morena atendía un pequeño tenderete consistente en un par de tablas de madera apoyadas en sendos caballetes de madera. Estaba cubiertos por unos toldos de colores que colgaban de unas cuerdas sujetas al pequeño edificio junto al que atendía la mujer. Había diversos saquillos abiertos con plantas y semillas de todo tipo, cada una de las cuales tenía un pequeño cartelito con el nombre de la hierba en común y en un estilizado idioma que Emoere comentó que era el alzhedo que hablaban en Calimsham.

--¿Qué desean, amables clientes? -preguntó la tendera con una sonrisa zalamera.

Normalmente el mercado era un sitio bullicioso y emocionante al que me encantaba ir, pero aquel día entre el dolor que seguía martilleando dentro de mi cabeza y la enorme carga que habían puesto sobre mis hombros un gesto serio fruncía mi frente. Observando con interés el puesto hacia el que nos condujo Eomere miré a la vendedora sonriendo con amabilidad, aunque claro, resultaba un poco difícil ya que algunos de los saquillos llenos de hierba me dificultaban la visión.

- Buenos días, señora...que la suerte de Tymora os sonría...- comenté tomando el mando de la situación. Mirando brevemente a mis compañeras me lamí los labios en un gesto inconsciente de indecisión antes de decidirme a hablar- verá...aunque sin duda su amplia oferta de hierbas es sin duda asombrosa, son sus vastos conocimientos sobre el uso y las propiedades de las hirbas los que nos atrae hasta usted...- expuse en tono llano y amable- por supuesto, seréis recompensada por la ayuda que nos podáis prestar- le aseguré con firmeza.

La tendera enarcó una ceja. Fue un gesto muy leve, pero a Lidda no se le escapó que la mención de Tymora le había puesto nerviosa. Anotó mentalmente pequeños detalles: cómo envaraba la espalda, como echaba una mirada furtiva al edificio de atrás, cómo guardó las manos en las profundidades de las mangas de la túnica.

--Estoy a vuestro servicio --dijo al fin, con voz meliflua-. ¿Cómo podría ayudaros?

Para ser amiga de la familia de Eomere desde luego no parece estar muy contenta con las autoridades...eso o simplemente ha llegado hasta ella los rumores...maldiciendo interiormente mi falta de indiscrección sonreí amablemente y de forma inocente. Mirando significativamente a nuestro alrededor bajé la voz para que sólo ella y mis amigas pudieran oirme.

- Sin duda vuestro conocimiento es tan basto que podréis instruirme en los secretos del uso y el aspecto de cierta hierba...es un conocimiento meramente académico lo que busco en verdad...aunque quizás sería mejor que pasásemos a hablar a un lugar más...privado- alzando mis cejas di a entender con un movimiento de cabeza que el bullicioso mercado podía estar lleno de oídos indiscretos al tiempo que intentaba sonreir instándola a confiar. Interiormente también guardaba la esperanza del que darle un aire de secretismo al asunto ayudaría a que la mujer se confiase un poco. Brevemente mis ojos buscaron los de mi amiga en muda petición de ayuda.

El rápido rasgueo de tres mandolinas en el mercado cortó cualquier respuesta de la tendera. Lidda y sus amigas giraron sobre sus talones sobresaltadas con el súbito sonido. Lidda comprobó, horrorizada, que Dram tocaba una de las mandolinas, sonriéndola de oreja a oreja. Los otros dos músicos también eran medianos, amigotes de Dram. Para poner aún las cosas peor, Dram se adelantó para dedicarle una canción a Lidda.

Floreciiiillaaaa, hermosa floreciiilllaaaa,
No seas tan ingrata y ámameeee.
Florecillaaa, florecillaaa...
¿Cómo puedes tú vivir tan sooolaaa?

Dram no era precisamente un buen cantante, pero aún así empezó a recabar las miradas curiosas y divertidas de los transeúntes. Miradas que se alternaban entre él y Lidda.

--¡Eh! --musitó excitada Ivodhra, agarrando a Lidda de la muñeca--. ¡Esa mujer se escabuye!

La visión de la tonta sonrisa de Dram mientras rasgaba la mandolina me hizo fruncir el ceño y éste se profundizó aún más cuando éste comenzó a interpretar su tonada. Hacía ya cerca de una semana que no me molestaba, lo que me había llevado a albergar cierta esperanza de que me dejase en paz. Obviamente, me había equivocado. Sintiendo cómo mi dolor de cabeza volvía a taladrarme la frente, di un paso al frente alzando el puño.

-¡Por el colmillo de la Tarasca, Dram! ¿es que no entiendes el significado de la palabra no?- le increpé furibunda. Iba a añadir que podía tragarse la mandolina cuando el grito de Ivodhra me hizo volverme.- ¡Lo que nos faltaba!- exclamé mientras veía cómo la tendera se escabullía entre los tenderetes cercanos- ¡Vamos! ¡No podemos dejar que se escape!- exclamé a mis amigas echando a correr en pos de la mujer.

Los transeúntes empezaron a entonar los "oooh" y los "pobrecito..." de rigor mientras Lidda giró sobre sus talones y empezó la persecución de la misteriosa tendera.

--¡No te vayas! --gritó Dram con voz muy aguda--. ¡No te vaaayaaas!

Ivodhra puso los ojos en blanco y bufó.

--¡No lo conseguirás! --insistió Dram, desesperado, elevando su voz entre la multitud--¡No te lo creas! ¡No huirás! Soy tu destino, ¿me oyes? ¡Soy tu destino!