Partida Rol por web

Acompañada de mis amigas, caminé a buen paso por las callejuelas de la ciudad, mirando ocasionalmente por encima del hombro. No lo dije, pero dada mi buena suerte del día, esperaba que en cualquier momento apareciese Dram y sus amigotes rasgeando las cuerdas de su laúd. A la próxima hago que se lo trague...

- Florecilla...- musité para mí entre dientes meneando la cabeza mientras entrábamos en la calle Sempidedo. Normalmente cuando solía ir a trabajar entraba por la puerta del callejón Hediondo, pero aquel día no me pareció adecuado. Al fin y al cabo la excusa es que ellas vienen de visita, no estaría bien....pensé doblando la esquina y salvando los últimos metros que nos separaban de la entrada del Club de Aventureros.- Todavía no me creo que nunca hayáis venido aquí...con lo divertido e interesante que es...- exclamé en tono desenfadado. Antes de convertirse en mi lugar de trabajo la Lluvia de Estrellas había sido para mí un hogar y refugio y con los años había atesorado buenos recuerdos vividos allí. 

Ivodhra enarcó una ceja en un gesto sardónico.

--¿Quizá porque no nos has invitado? --replicó.

Emoere hizo un gracioso mohín secundando a Ivodhra.

Los dos porteros semiogros que vigilaban la entrada de La Lluvia de Estrellas saludaron a Lidda, mostrando a la mediana una sonrisa llena de los peligrosos dientes de aquellas criaturas.

--¡Lidda, pequeña! --dijo el más hablador de ellos, llamado Okk--. Pensaba que no te iba a volver a ver. Hace un rato que ha venido tu sustituto.

Echando la cabeza hacia atrás para poder ver bien a Okk fruncí el ceño.

-¿ No volverme a ver?- ¿Mi sustituto? no entendía nada. Vale solía ir casi a diario al Club pero alguna vez había faltado y nadie me había sustituido, que yo supiera. ¿Además quién lo había enviado? Mirando de soslayo a mis amigas agregué en tono desenfadado como si hubiera habido un error- Bueno, ya sabes que a veces mis deberes para con la Dama Afortunada me retienen pero de ahí...a que no fuera a volver...- sonreí ampliamente y añadí en tono amigable- Muchas cosas tendrían que pasar para que algo me alejase de vosotros, Okk. Me encanta trabajar en el Club.

Okk volvió a esbozar una sonrisa bobalicona.

--Eso está bien. Como nunca habíamos visto a ese tipo por aquí por aquí nos extrañamos --Okk señaló la puerta tras de sí--. Bueno pequeña, ¿quieres pasar?

-¡Claro!- casi pegué un salto de entusiasmo, pero logré controlarme a tiempo. Hacía varios días que no me acercaba por allí y, aunque los motivos que me traían esta vez no eran muy agradables, el ver a mis compañeros de siempre si lo era- Oye, Okk, ¿no os importa que también pasen mis amigas verdad?- pregunté al gigante mirando hacia arriba, a pesar del dolor que se me estaba poniendo en el cuello de tenerlo girado. Hablé en un tono que dejaba claro que una negativo al respecto me parecería absurda. A veces, dar las cosas por sentado significava la mitad de la victoria- Son Portadoras de la Suerte como yo y siempre han querido ver el famoso Club la Lluvia de Estrellas por dentro- sonriendo le guiñé un ojo.

Okk se rascó la nuca.

--Sabes que no podemos hacerlo, pequeña. Los miembros del Club pueden traer invitados, pero los trabajadores no. Por nosotros no es, pero si os pillan nos íbamos a meter en un buen lío. Lo siento, tendrás que entrar tú sola.

--Te esperaremos aquí --suspiró Ivodhra--. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes...

Lidda penetró al Club y, a través de una estancia, desembocó al salón común.

Incluso a esas horas de la mañana estaba atestado de aventureros. La mediana nunca había tenido claro si es que se acababan de despertar o si no se habían acostado aún. En la Lluvia de Estrellas había un crisol de razas. Aquella mañana había un par de orcos, un minotauro y hasta una drow sin que a nadie pareciera importarle demasiado.

Yhalandara y Krülin estaban sentados en una mesa al fondo. Hablaban con un elfo solar que estaba de pie. El elfo terminó la conversación y se puso a deambular por el salón, atraído al parecer por las conversaciones de los lugareños. La comidilla del día parecía ser el suicidio de una de las sacerdotisas del templo local de Mystra, y una masacre de hombres y bestias en las cuadras más famosas de la región: las Frondáurea, regentadas por una de las Burgueses de la Rastra.

Tragando saliva entré en el Club un tanto dubitativa. Hasta ahora siempre había sido como mi hogar, el refugio al que acudía cuando no soportaba la soledad de mi casa, primero, y el lugar donde me olvidaba de mis obligaciones como sacerdotisa después. Pero en aquel momento, me sentí ajena y extraña, como si fuese una forastera que entrase por primera vez y no supiese muy bien qué iba a encontrarse. No seas estúpida...Tymora pondrá la suerte de tu lado, ya verás...me repetí interiormente mientras me detenía en el umbral y paseaba la vista por la sala común, dando tiempo a mis ojos a adaptarse a al penumbra.

Vaya...exclamé para mí cuando descubrí en la mesa más alejada a la hermana Briostan charlando animadamente con un elfto solar y Krülin. Insegura vacilé unos segundos sin saber qué hacer...realmente si hubiera ido con mis dos amigas nuestro plan me parecía bueno pero ahora...uff no tengo ni idea de dónde me estoy metiendo...Será mejor fingir que no sé nada...sí será lo mejor decidí finalmente componiendo una amplia sonrisa mientras a paso vivo me dirigía directamente hacia la mesa donde estaba mi mentora. Por el camino saludé de pasada a varios viejos conocidos, en tono desenfadado y animado, como si no pasara nada o al menos yo no lo supiera. Mientras me acercaba intenté aguzar el oído para ver si captaba algo de lo que estaban hablando Krülin y Yhalandara.

-¡Hola!- exclamé cuando llegué a su lado- Por la Dama Sonriente...qué animado está esto ¿no? Hoy me he levantado tan tarde que apenas me acabo de enterar de lo del suicidio de la sacerdotisa de Mistra...- enarqué una ceja dando a entender lo increíble que me parecía la noticia.

Krülin y Yhalandara parecían susurrar, como si conspiraran. El enano vio venir a Lidda cuando se puso a saludar a los lugareños e y la señaló con un cabeceo a su interloctura. Tu mentora interrumpió lo que estaba diciendo y revolvió en el asiento para verte venir. La sacerdotisa de Tymora la sonrió a modo de saludo.

--Buenos días, Lidda --dijo con toda la naturalidad; por su parte Krülin gruñó.

Yhalandara posó la mirada hacia un corrillo que se había puesto a discutir sobre el asunto.

--Sí. Y parece que está de algún modo relacionado con su hijo. Pero aquí dicen muchas cosas --Yhalandara suspiró--. En fin, ¿qué haces aquí? ¿Vienes a despedirte de la gente?

Sin dejar de sonreir incliné la cabeza hacia el enano respondiendo a su saludo y miré a la que había sido mi mentora. No dije nada sobre lo de la sacerdotisa de Mistra, curiosa como era por supuesto me interesaban los detalles de la historia pero no quería que me distrajera. En su lujar fruncí el ceño.

- ¿Despedirme?- pregunté sin entender- Vaya...aquí debe de estar pasando algo de lo que no me he enterado...- murmuré para mí recordando el comentario de Okk que me había parecido extraño y había tomado por uno de sus desvaríos- Okk me ha dicho que había venido mi sustituto...pero que yo sepa no he dejado de trabajar aquí ¿no? ¿o nadie se ha molestado en comunicármelo antes?- pregunté agitando la cabeza contrariada. Mientras aguardaba la respuesta, examiné a mi mentora con atención, intentando determinar si ocultaba algo o si por algún casual notaba algo extraño a lo habitual o si su persona desprendía un olor particularmente dulzón. Vamos Lidda tienes que idear algo...

Yhalandara enarcó una ceja y estudió a su vez el rostro de Lidda.

--No fue decisión mía --repuso con cautela--, sino de la Prelada. Debían habértelo dicho hoy. Siento que te hayas enterado así.

El ambiente de la taberna estaba cargado. Aunque Yhalandara se hubiera echado por encima un par de dosis de la droga hubiera resultado imposible olerlo sin echarse encima de ella.

Durante unos largos segundos puse cara de contrariedad, el ceño fruncido profundamente.

- Pues ya le preguntaré entonces a ella...-concluí finalmente con voz apenada y miré a mi alrededor suspirando. La idea de no volver a pisar aquel lugar me dolía profundamente, tenía buenos amigos allí. La Prelada tendrá sus motivos...y puedes imaginarte cuales son...me dije. Entenderlo, sin embargo, no mejoraba la situación- Supongo que el hecho de que no haya pasado todavía por el templo y me haya dirigido directamente hasta aquí desde casa ha impedido que me lo comunicaran...- señalé meneando la cabeza y volviendo a mirar a la que había sido mi mentora- Echaré de menos mi labor aquí Yhalandara y tus buenos consejos...y al resto de la gente también- agregué mirando al enano con una sonrisa triste.

--Nosotros también --respondió Yhalandara con un deje de tristeza en la voz--. Pero ahora quizá deberías ir a ver a la Prelada y que te ponga al día de tus nuevas obligaciones.

Sonriendo aún tristemente asentí ligeramente.

- Sí...supongo que debería...pero primero voy a despedirme de la gente y asegurarme que mi sustituto sabe lo que se hace. No me lo perdonaría si no dejara a la gente en buenas manos...y no sé cuando voy a poder volver- comenté dividida entre la tristeza que realmente sentía por tener que decir adiós a aquel lugar en el que había nacido mi vocación y mi nueva misión. Parpadeando para alejar las lágrimas que amenazaban con desbordar- Ha sido un placer verte Krülin...espero que Tymora te guíe en su suerte- dije en dirección al enano, que a pesar de sus malas pulgas siempre había considerado un amigo.

--Que su moneda al girar te sea favorable --respondió Krülin. Fue sólo una frase hecha, conocida por los seguidores de Tymora. Pero en alguien tan lacónico como el enano fue toda una muestra de afecto.

Yhalandara carraspeó.

--¿Ese elfo? No es tu sustituto. Me lo encontré a la entrada del templo y se ofreció a ayudarme a cargar con los suministros. Nada más.