Partida Rol por web

Los caminos del Imperio son peligrosos, todo el mundo lo sabe. Los enormes bosques que cubren su territorio son el hogar de terribles bestias, mutantes, bandidos o incluso hombres bestia y vete tú a saber qué más...

Los cuatro habéis coincidido en las últimas jornadas de viaje y habéis formado un extraño grupo con, si no un destino común, sí al menos una dirección. Todos agradecéis la compañía excepto el enano que parece algo fastidiado por tanta concurrencia, ¿quién entiende a estos matadores?

La tarde está avanzada y los cuatro habéis estado viajando por horas a lo largo de una solitaria carretera en lo profundo del Gran Bosque. A vuestro alrededor los oscuros árboles limitan los bordes de la carretera, proyectando largas y oscuras sombras. De forma inesperada, escucháis movimiento procedente del bosque y veis movimiento en la maleza. ¡Empuñando vuestras armas, apenas si tenéis tiempo para prepararos antes de que cuatro hombres bestia salgan de las sombras y os ataquen, mientras les cae la saliva de sus labios y la locura se refleja en sus ojos rojos!

Los bosques de Talbaheim hacían ya casi un mes que me estaban sirviendo de lugar donde descargar mis frustraciones; aquí y allá los comentarios de los paupérrimos aldeanos eran siempre los mismos

"Ayúdenos, señor enano, hay un terrible líder monstruo en el bosque que nos ataca cada noche para comerse nuestros animales" o "Matador, necesitamos de tu hacha. Una enorme horda de goblins del bosque nos han robado el oro y han matado a algunos aldeanos"

Al final todo eran miserias; ni terribles criaturas, ni grandes cantidades de pieles verdes ni, por supuesto, un enemigo digno de llamarse de tal modo que me diera la ansiada muerte. Estaba hasta las narices de tanto palurdo asustado que no sabía contar hasta más allá de diez, y eso si tenía todos los dedos de las manos, multiplicando y agrandando enemigos en sus huecas mentes como si fueran magos

- Ve a mearte encima a otro lado, palurdo. Si no hay enemigos de verdad no vengas a molestarle o me haré un collar con tus dientes después de hacerlos volar a puñetazos- bramé cuando un empapado idiota reclamó mi ayuda, en una sucia taberna en mitad de Klepzig, mientras me tomaba una cerveza que más parecía agua sucia que el verdadero néctar que tanto idolatraba - Si te han robado, matado al ganado o violado no es asunto mío. Llama a los guardias, que para algo cobran... si no aparece, como mínimo, un troll o un minotauro, ni os acerquéis... ¡tabernero!¡otra cerveza, o acaso no ves que esta jarra está vacía!- bramé obviando a aquellos dos ineptos, dejando con cierta violencia la jarra vacía junto a las otras tres que había ingerido - ¡y un plato de estofado, que sea grande!- añadí palmeando mi oronda panza, provocando acto seguido que esta respondieran con un gruñido al que siguió un tremendo eructo

- Maldita panda de vagos cobardes... deberé viajar al norte si quiero encontrar algo digno de matar... estoy harto de matar escoria grobi y roñosos hombres bestia... quiero un desafío de verdad, diablos- mascullé echando una mirada de reojo a los dos aldeanos que seguían allí plantados - ¿¡Qué!? ¿De verdad quieres que te deje sin dientes?

- Pe... pero señor, se trata de... de algo así... íbamos de camino a Ravenstein y ... "algo" nos atacó en mitad de la noche. Era grande, mucho más que un hombre, y rugía - empezó a decir el aterrado aldeano, al borde del llanto - La mula estaba histérica y coceaba sin parar, pero no duró mucho pues "aquello" le rebanó la cabeza de un solo golpe. Fue todo muy rápido y brutal, con mucha sangre... luego mi hijo fue arrancando del asiento sin que yo pudiera hacer nada para, acto seguido, escuchar su chillido de dolor y notar como un chorro de sangre me salpicaba... no me quedé a mirar qué era o qué pasaba con mi mercancía, huí tan rápido como pude y aquí estoy... buscando ayuda para poder recuperar lo que es mío o, como mínimo, vengar a mi hijo 

Aquello había llamado mi atención y, al girarme, pude observar a un hombrecillo no mucho más alto que yo pero tremendamente escuálido. Su camisola, rasgada, estaba salpicada de sangre y sudor, lo mismo que sus calzas y su cara. El gesto de terror y desespero de su rostro delataban que aquella historia era real ... y si podía regirme por lo que decía, debía tratarse de algún tipo de bestia feroz y terrible. Algo digno de cazar o de que me cazara

- Eso está mejor- gruñí poniéndome en pie, haciendo crujir la silla, hasta situarme frente al hombrecillo - Dime exactamente hacia donde he de ir. Buscaré a tu monstruo o, espero, moriré en el intento- añadí muy serio, son una sonrisa maníaca en el rostro

El sonido, y el olor, de un plato recién preparado de estofado caliente me hizo salivar instintivamente con lo que, tras recibir las indicaciones, devoré en apenas unos minutos la carne y la cerveza antes de partir...

Pero mi suerte, estaba claro, que no era la esperada pues un trío peculiar tomó el camino hacia Ravenstein justo en el mismo momento en que yo mismo partía, haciendo que enarcara una ceja y me pusiera en jarras

- ¿No tenéis otro sitio por el que ir? ¡Maldita sea mi suerte! Dos botarates ... y un elgi! Por los pelos del culo de Grimnir!!! Largaos por otro lado y dejadme seguir mi camino solo, vais a asustar a mi presa!- bramé indignado, especialmente por la presencia del elfo 

Tras un rato "debatiendo", se hizo evidente que aquellos tres no iban a abandonar su camino y, desde luego, yo tampoco pues corría el riesgo que mi presa cambiara de zona de caza

- ¡¡¡AAAArgh!!! Id por donde queráis, pero no me molestéis... y ni se os ocurra interponeros entre mi presa y yo- zanjé antes de reanudar mi pesado avance con aquellos tres pegados a mis talones. Si los dioses me odiaban por mi vergüenza pasada lo estaban poniendo de manifiesto de un modo harto explicativo

Los bosques, aquel hermoso y terrible lugar, donde la nobleza de la naturaleza de Taal se cruzaba con los salvajes servidores de la oscuridad conocido como hombres bestias o sus mutantes, pero a pesar de los peligros, siempre he defendido estas hermosas tierras, guiando a los extranjeros ha donde hiciera falta, aunque esta vez tenía un grupo extraño, un enano matador y un elfo, que si bien era hermoso, no sabía si iba a durar con la mala leche del enano, así como una mujer hermosa, pero algo que me decía que tenía que cuidarme de ella.

"Maese Enano, si su presa es un ser peligroso, como supongo que buscan los matadores como vos, no creo que dos humanos, un elfo y un enano le den miedo, así que no se preocupe por eso" sabía que lo mas probable es que o me gano un agravio o una ostia, pero me daba igual, solo quería llegar al final de camino y olvidarme de este grupo que Sigmar y Taal, y puede que algún otro dios, han decidido unir.

Pero tras una larga marcha, los malditos habitantes del bosque decidieron hacer acto de presencia, lo cual no indicaba nada bueno, aunque por suerte había los suficientes como no ser un problema si se actuaba a tiempo, por lo que saco un flecha de me carjac para disparar.

Curiosa estampa... –pensó la saqueadora dando un resoplido.

Lenna se sentía muy incómoda. Llevaba demasiado tiempo sin un baño caliente. La ropa sudada se le pegaba en el cuerpo y podía notar el olor que desprendía, aunque ciertamente no era ni de lejos la que peor olía del grupo*. Pero lo peor era la calma chicha que reinaba en ese variopinto e improvisado grupo que se había formado de camino a Ravenstein.

La muchacha había llegado a Talabecland desde Tussenhof, en la orilla norte del río Talabec que hace de frontera con la baronía de Hochland. Había estado haciendo trabajos en los derredores de Volgen y Kleipzig. Hasta que un misterioso encargo lleno de prometedoras palabras como "antiguo tesoro", "druidas" y, por supuesto, "buen pago", la llevaron a los inicios de las Colinas Áridas, cerca del nacimiento del río Lug. Pero algo no fue bien.

Los oscuros árboles estaban retorcidos de forma completamente inusual. El lugar estaba dominado por una niebla verdosa y durante unos instantes le llegó un hálito sulfuroso que le heló la espina dorsal. Conocía esa sensación, pues ya la había salvado en otras ocasiones**. No, no era para ella. Al menos no para ella sola. Ella era buena en lo suyo por saber cuando un negocio era lo suficientemente arriesgado como para descartarlo. Y eso que la rubianca hochlandesa solía arriesgar mucho.

Volviendo sobre sus pasos hacia el norte la menor de las Radberht recibió un soplo sobre otro posible trabajo, en Ravenstein. Como de costumbre, debería llegar a una taberna local para recibir instrucciones y confirmar el trato. 

Durante el tedioso trayecto por el cauce del Lug aunó camino primero con el joven cazador. Un tipo callado y tranquilo, atento a los alrededores. Ciertamente sería una garantía para no extraviarse en los bastos bosques de la zona, aunque ella nunca se fiaba de los montaraces locales. Por todos lados se escuchaban historias de aldeanas que eran raptadas y violentadas por borrachos leñadores y rudos tramperos.

Poco después dieron con el apuesto elfo. Todo un galán. Educado, guapo, correcto en el trato y con buenos ropajes. Digno aspirante a ganar la mejor noche de su vida, y luego a pagar el alto precio de quedar en paños menores en una posada en medio de la nada.

Y finalmente se toparon con un estrafalario enano que parecía haber salido de una feria. Tenía un barrigón que, si estuviera vestido, se podría pensar que portaba un gran barril entre sus calzones. El cuerpo parecía haber sido hecho a plazos, pegando trozos de la cantidad de cicatrices que portaba. Una miríada de tatuajes, una cresta de gallo teñida... Vaya, que de no ser por sus grandes hachas, su cara de buey recién castrado y su humor de... buey recién castrado, Lenna apostaría sus ahorros a que habría salido de una feria. Pero con esas características, realmente sólo podía ser uno de esos escasos y míticos enanos suicidas que pululaban por el Imperio.

El trato, aunque escueto, había sido cordial con los dos primeros. Incluso había salido alguna conversación anodina para romper el monótono sonido de sus pisadas sobre el barro. Pero la aparición del enano había cortado toda posible interacción. El tapón ciertamente le daba incluso mas seguridad que los otros dos, pero se había llegado a un punto en que cualquier chispa haría explotar su cresta.

Y allí estaba ella, agotada, sucia y en medio de un polvorín cuando la cosa estalló con un burdo asalto de hombres bestia. Los gruñidos de los monstruos delataron su presencia con el tiempo suficiente como para que todos pudieran empuñar sus armas. Lenna, con su hachuela y una daga en sendas manos, se agachó para tratar de evitar ser el blanco de los asaltantes y dio con un rápido vistazo alrededor para situar a los enemigos.

¡Qué suerte, joder! –suspiró contrariada. Por una parte detestaba tener que recurrir a las armas, pero por otra parte sentía alivio viendo que el reto era asequible, y contando con que tras la lucha los ánimos se calmarían.

En esas estábamos, desgastando las ya de por sí raídas botas, cuando el gutural sonido de hombres bestia saliendo al paso para ¿darnos caza? rompió el momentáneo silencio que se había instalado mientras daba un sorbo a mi botella de licor barato, más matarratas que otra cosa, pero que dejaba un agradable regusto a quemazón en el gaznate

-¿Esto es una broma?¿Acaso sois el comité de bienvenida?- bramé al ver el escaso número de enemigos y su mediocre corpulencia - Si hasta el amante de árboles podría con vosotros... pfff.... pero si tenéis ganas de morir venid, venid a mí...  ¡que mi hacha tiene sed!- añadí haciendo una filigrana con el hacha a dos manos poniéndome en guardia

Semanas de viaje le habían llevado allí, siguiendo una senda irregular cada vez mucho más allá. Había dejado atrás una vida tranquila, de lujos y prebendas, siendo el protector de su hermana mediana. Pero esa vida no era para él. Cierto era que se había entrenado duramente con los mejores maestros esgrimistas de su tierra, y aunque era muy hábil y tenía potencial, le quedaba mucho camino por recorrer...pero aún era muy joven, un niño que recién había alcanzado la edad de adulto y se estaba abriendo camino en la vida. Apenas 45 primaveras, un suspiro. Tenía tiempo. 

Las discusiones habían ido en aumento, y finalmente, su hermana había emitido una orden oficial que le liberaba de su servicio, ambos estaban cansados de los continuos roces y habían llegado a un acuerdo. Ambos habían sido condenados, o al menos así se sentían, por sus padres. Ella había sido una hija muy díscola, una oveja negra. Él era obediente y un buen hijo, pero su alma aventurera le hacía irse apagando conforme los días iban pasando. Estaba tocado por el ansia viajera y si lo mantenían encerrado, languidecería y se marchitaría. Sus padres habían decidido enviarlos lejos antes de que las cosas empeoraran, para que aprendieran, maduraran, y se hicieran unos elfos más sabios. Ella sería algo más libre, pero reduciría sus apetitos y salidas de tono, y él sería libre para deambular, recorrer mundo y aprender técnicas de lucha de otros guerreros, algo indispensable para alcanzar aquello que anhelaba su corazón. Ser uno de los famosos sabios-guerreros de la Torre de Hoeth, maestros de la espada. Capaces de parar una lluvia de flechas en pleno vuelo, de cortar una llama por la mitad, de luchar a oscuras sin recibir una herida. 

Deambulaba por el viejo mundo sin destino fijo, disfrutando de la sensación de libertad, de peligro, y sobretodo de fascinación que levantaba ante la mayoría de féminas humanas, o no, que se encontraba por el camino. Una Halfling había sido particularmente insistente, algo sobre una apuesta con unas amigas, pero el Elfo, cortés pero tajante, había declinado, para luego darse cuenta de que la pequeña señorita se había llevado algo más que una suave reprimenda. Parte del oro que su hermana le había dado para que viajara durante meses tranquilo, había desaparecido, por lo que decidió que debía cuidarse de las chicas zalameras en un futuro. Le gustaba tontear con las chicas...¡era un cuasi-adolescente en pleno apogeo, aunque fuera elfo! Las hormonas le llevaban de aquí para allá, y aunque más comedido, al igual que los jóvenes humanos, tenía que templarse con la experiencia y el tiempo.

Sus pasos le habían llevado a una taberna, donde aparte de saciar la curiosidad de la gente por ver un elfo por aquellas tierras, sació su hambre y sed y contempló su cada vez más mermada faltriquera, donde su monedero pedía a gritos ingresos, y no gastos. Tendría que empezar a aceptar trabajo de algún tipo, adecuado para sus habilidades. - Quizá eliminar algún peligroso depredador, una pequeña banda de asaltantes o cazar a un criminal...no sé. - pensaba, mientras veía al matador con su maloliente cresta llena de sebo despotricar y aceptar finalmente una tarea de aquellos temerosos campesinos. - O quizá encontrar algún tesoro o algo de valor. - 

Perdió parte de su escaso dinero invitando a unas copas a una hermosa muchacha rubia, que le aceptó la invitación y le contó una historia*, pero que no llegó a más, por suerte para él, sin saberlo. 

Al salir de nuevo al camino, encontró en tres viajeros que habían tomado la misma dirección que él, y a pesar de las bravatas e invectivas del enano, todos concluyeron que era mejor viajar juntos por aquellas peligrosas tierras que por separado. Para su sorpresa, estaba la hermosa joven de pelo dorado con unos ojos fascinantes, cuya cicatriz realzaba su belleza a ojos de Fârandar, la muchacha se mostraba incómoda, probablemente por el fuerte olor que expelía, aunque a él le resultaba en cierta forma estimulante, Lenna, como se presentó. También había otro humano mucho más maloliente que parecía un buen conocedor de los lugares agrestes, algo que era muy útil,Burkhard, y el enano...bueno, era un matador, y si lo que había oído entre susurros era cierto, lo único que no tenía que hacer era interponerse en su camino en la búsqueda de una muerte honorable, y no cabrearlo demasiado. Bien, aquello le daba un margen entre "un poco" y "bastante", antes de llegar a "demasiado", para meterse con él. Sonrió augurando un viaje entretenido. Aunque un primer vistazo para un observador ocasional le haría pensar que no entendería cómo de peligroso debía de ser aquel enano con aquella enorme barriga, para un guerrero como él estaba claro. Los enormes músculos, las decenas de cicatrices, su impetuosidad, su falta de autoconservación... siempre se decía que un guerrero acorralado era peligroso, y aquél enano debía luchar todas sus batallas con esa tenacidad, esa temeridad máxima, lo que le haría un guerrero predecible, pero muy muy peligroso.  

- ...sí, cierto es Lenna, esa ciudad tiene su encanto, sobretodo los jardines llenos de flores exóticas y setos cortados como figuras fantásticas que los nobles cuidan con tanto cari...¡oh, vaya, tenemos visita! - dijo Fârandar, sacando su reluciente espada de su vaina y colocándose el escudo, dejando la mochila en el suelo para poder luchar mejor. Llevaba una armadura de cuero de factura normal de su tierra, pero que claramente parecía exquisita en aquel lugar, que complementaba en color y disposición de tal forma que parecía más parte de su vestimenta que una armadura.

Vestido con ropajes de color blanco y azul con toques dorados, una capa de viaje verde, una mochila ligera de peso y un enorme espadón, escudo y espada larga, el elfo se aprestó para el combate. - Elgi o no, aquí estamos "Maese enano" - dijo con un tono condescendiente. - Mirad, quizá sean éstos esos peligrosos monstruos que buscáis, ¿son de suficiente valía? - su sonrisa se acentuó. - Vamos a hacer una apuesta, apuesto a que voy a matar más que tú. Quien pierda, paga la próxima ronda de cervezas. - dijo el Elfo, lanzándose al ataque por un flanco. 

Los hombres bestia bramaron al aire, exhalando sus amenazas con palabras guturales mientras el grupo de viajeros que las circunstancias habían unido se preparaban para el ataque...con otro ataque. Sin duda, el enano se lanzaría de cabeza, y el elfo no iba a quedarse atrás después de la apuesta, probablemente los hombres bestia esperarían gritos de terror y temor, no que a primera vista se lanzaran a por ellos con armas prestas y la alegría del combate en los ojos. 

Los cuatro hombres bestia se lanzan desde las espesura del bosque hacia el camino con la intención de acortar la distancia que os separa de la manera más rápida posible y poder golpearos con sus armas, unas rudimentarias mazas cuyos mangos están marcados con obscenos símbolos del Caos y sus cabezas de metal manchadas de herrumbre y sangre seca. Uno de ellos que se mantiene ligeramente atrasado con respecto a sus tres compañeros va armado con una aserrada espada, con el mismo aspecto descuidado y ominoso que el resto y un escudo marcado por golpes antiguos que porta una cabeza humana en avanzado estado de descomposición clavada justo en el centro y que parece que os mira desde la oscuridad de sus cuencas oculares, ahora vacías.

Os habrían sorprendido de no ser por el rápido aviso de Lenna que os permitió prepararos para la carga de los servidores de los Poderes Ruinosos instantes antes de que irrumpieran.

El elfo avanzó para atacar por uno de los flancos, con el escudo en forma de lágrima por delante y la espada escondida en un ángulo bajo y diagonal intentando confundir a su oponente. 

Se había abierto con doble intención, lo primero, alejarse del centro, donde se agolparian los enemigos, y segundo, para dejarle línea de tiro al humano del arco. 

En el último momento, lanzó un golpe de revés intentando pillar desprevenido a su contrincante, pero fue lento y el otro se apartó con un gruñido. 

–Vaya, otro bravucón –pensó la muchacha al escuchar la apuesta que el elfo le hacía al enano.

Lenna se encontraba intranquila. La lucha no era su especialidad, y aunque sus fortuitos compañeros parecían diestros en el combate, no los conocía. Además de que se encontraban en el terreno de los hombres bestia, y no sería extraño que aparecieran más.

La chica sopesó sus opciones, analizando a las criaturas que se les abalanzaban. Descartó rápidamente enfrentarse al que parecía el más fiero de ellos. Así que, a semejanza del elfo, se movió hacia un lado, donde llegaba uno de los oponentes más asequibles. Y corriendo hacia él descargó un tajo en diagonal hacia su pata izquierda.

el enemigo se estaba acercando y disparo la primera flecha, pero la distancia era demasiada como para poder impactar por lo que tras un imploperio por lo bajo mientras saco otra flecha

Los hombres bestia, algo sorprendidos por vuestra rápida respuesta a su emboscada se lanzan con más ímpetu que otra cosa para intentar subyugaros, compensando sus carencias marciales con mucha voluntad.

El hombre bestia que se enfrenta al soldado asur consigue evitar su tajo del revés contratacando con eficacia, mas su golpe se estrella en el escudo élfico que retumba por la fuerza del impacto.

El rival de la rubia hochlandesa se lanza como un salvaje, siendo fácilmente esquivado por ésta que le lanza un tajo dejando un buen corte en su pierna izquierda. Tal es la magnitud de la herida que le hace trastabillar y fallar en su respuesta. De su garganta surgen las palabras: ¡Gorok!, ¡¡¡Kurva!!! en un idioma desconocido para vosotros mientras una mirada de odio se ceba en su rival.

El tercer hombre bestia se lanza cargando a por el cazador que se apresura a poner otra flecha en su arco y esquiva como puede la terrible acometida, quedando trabado en cuerpo a cuerpo con tan bestial oponente.

Y el cuarto, con una sonrisa malévola, se lanza a por el enano que, a su vez también se acercaba al combate. Este, sin embargo, habla en Reikspiel aunque con un acento marcado. Tu cabeza adornará mi escudo, ¡¡¡albóndigo!!! Y con un rápido tajo descendente consigue hacer un corte en el brazo izquierdo del enano, otra cicatriz más para la colección.

–¡Intermediaria! –dijo la hochlandesa con cierta premura cuando el apuesto elfo se presentó y la invitó a una copa. 

La muchacha había quedado unos instantes hipnotizada por esos imperecederos ojos plateados.

–Bueno... intermediaria, mensajera... Hago un poco de todo. Tengo una red de clientes que me piden, entre otras cosas, traerles objetos –que ellos dicen/creen, je – que son de su propiedad. También hago compraventa de mercancía de segunda mano... en fin, ya sabe.

Lenna tenía un par de discursos bien estudiados que siempre solía soltar a desconocidos. Unos mas y otros menos interesantes, según también el provecho que la chica pudiera intuir que podría sacar de dicha relación. No solía pensar en la gente mas que en el beneficio o el perjuicio que ella podría obtener de ellos, tal y como la habían enseñado. Pero la inusual belleza del recién llegado la habían sacado de su zona de confort. Tanto fue así que la muchacha, algo embriagada y temerosa, prefirió declinar la oferta del elfo y escapar de la taberna con presteza.

Una mirada al elfo, a medio camino del odio y del desprecio, siguen a sus presuntuosas palabras haciendo que una sonrisa con varios huecos aflore en mi rostro, más es una sonrisa cruel, casi demente

- Me emborracharé con gusto a costa de tus coronas, orejas picudas- gruñí - Las damas primero - añadí con sorna, indicando con un gesto en apariencia amable, que no dejaba de ser una mofa, el camino hacia los enemigos

Pero las dichosas palabras del elfo me habían hecho olvidar momentáneamente a aquellos bichejos molestos que nos habían salido al paso, permitiéndoles adelantarse a mis intenciones y lanzarse sobre nuestra posición, lo que me hizo sonreír nuevamente al ver que el que parecía el cabecilla se cernía sobre mí, regalándome la primera herida del combate

Pero el corte, junto a estar pendiente de lo que hacía el maldito elfo, me distraen de mi cometido y fallo el golpe por poco, permitiendo al ser salir indemne del primer lance

Los primeros lances del encuentro se resuelven sin bajas para ningún bando aunque el hombre bestia que se bate con Lenna resopla desesperado mientras nota que la vida se le escapa por la herida recibida aunque sin desfallecer ni cejar en su intento de aplastarle la cabeza a la rubia y el que se bate con el matador no pierde esa malévola sonrisa tras esquivar, por poco eso sí, el furibundo ataque de éste.

De todas las bestias que pueblan los sombríos bosques imperiales pocos son tan peligrosos como los hombres bestia pues suelen atacar en grupos con un total desprecio por sus vidas y un insano afán en destruir y matar en nombre de sus oscuros dioses. 

Lo que pocos saben es que entre ellos hay jerarquías, ordenadas por el poderío físico y marcial, similar al de los orkos. En el caso que nos ocupa reconoces a estos seres, gracias a sus pequeños cuernos, como ungors, uno de los escalones más bajos en estos seres pero no por ello menos peligrosos pues siempre intentan demostrar su poder para hacerse merecedores del respeto de los gors que son mucho más peligrosos que éstos y se encuentran por encima en el "orden social".

Los hombres bestia van equipados con poco más que sus armas y un  taparrabos pero el del escudo lleva unos correajes de cuero que le cruzan el pecho y la espalda, cruzándose en el medio a modo de una "X" con un broche con el escudo de Sigmar, aunque bastante deteriorado debido a que creéis que se ha intentado borrar con una herramienta tosca. Pero lo que realmente os llama la atención es que de uno de las cartucheras que penden de dicho correaje asoma un trozo de tela de un color rojo brillante que resalta y mucho con el resto de su, llamésmola así, indumentaria.