Partida Rol por web

Las palabras de sus compañeras tuvieron el efecto deseado, salir de aquella prisión y ser conducidos ante un superior, la manera de hacerlo no fue la más cómoda, los grilletes le apretaban y seguía ligeramente mareado, pero procuró andar lo más digno posible y que no se notara demasiado su debilidad... ¿Qué iban a pensar de su virilidad? 

Una vez ante la jefa orumita, Ratko no pudo evitar observarla con cierta sorpresa y aceptación, para después mirar de refilón a Shany, las mujeres orumitas eran realmente fascinantes, entonces tras aquella conclusión, se puso mucho más serio escuchando tanto lo que Jaia decía como, la intervención de Earendil, sobre el pasado de Shany no sabía si el echo de haber matado a ese tal Rachid sería algo bueno o malo.

La ciudad de los humanos ha sufrido un número elevado de ataques sincronizados, al igual que los pueblos y asentamientos cercanos. Incluso el archipiélago de Twinshok ha caído en manos de nuestros enemigos.- Había dolor en mis palabras, todavía costándome hacer a la idea de que mi hogar, mis hermanos, habían sido destruidos.- Necesitamos que la Nación Orumita nos ayude a luchar contra la amenaza.

- Es un mal que puede extenderse al resto de regiones, señora- intervino con tranquilidad, el argumento del mal común era la baza más importante que tenían para negociar.

A Shany le habría encantado romperle varios dientes a ese soldado, pero la tarea que tenían que realizar no tenía nada que ver con desfogar su ira. Se contentó con arrojarle una fría mirada que prometía mucho dolor más adelante. Incluso observó a los cuatro soldados con sorna, como si fueran meros perros callejeros que enviaran para proteger la vida del otro. Incluso ella sabía que confiarse con cualquiera de ellos era una muy mala idea, pues todos eran guerreros expertos, templados por el lugar, el clima, su cultura. Un Orumita no era presa fácil. Nunca.

-Jaia es la hija del sultán… algo así a una princesa- murmuró a sus compañeros con un gesto de cierta preocupación.

Avanzó a paso firme, haciendo tintinear las cadenas que el apresaban. Jaia era la hija del sultán, no era solo “alguien de más rango”, así que debía vigilar su lengua… por mucho que le costase algo así. Para Shany los privilegios de nacimiento no eran nada, lo importante era tener la fuerza para mantenerlos y la habilidad para llevarlos. La verdad que nunca había hablado con esa mujer y no sabía que esperar.

Cuando al fin estuvo en su presencia, no vio nada que le pareciera destacable, quizás su gusto por tirarse a soldados mediocres. Pero las dos dagas le parecieron interesantes, seguramente sus ataque fueran rápidos y precisos, podría usar venenos también. Era la clásica imagen de una asesina silenciosa. La mención del Rachid le hizo enarcar la ceja y apretar los dientes de forma desafiante. Aun así no dijo nada, pero quizás ese detalle joderia un poco las negociaciones. De momento 
Eärendil y Ratko dijeron lo que debian. Si necesitaban convencer a Jaia ya hablaria ella.

Jaia escuchó atentamente vuestras explicaciones, parecía entretenida con vuestras palabras. Fue curioso como a medida que iban pasando los segundos ella se iba relajando.

- ¿Así que es eso, eh? - comentó mientras jugueteaba con sus armas.

- No entiendo porqué venís aquí. ¿A caso creéis que mi padre va a ayudar a los humanos de las llanuras porque sí? ¿Creéis que nos vamos a asustar porque estén invadiendo? ¡Que vengan aquí! ¡Les recibiremos con las puertas abiertas! - alzó los brazos.

- No hay nada mejor que una buena excusa para luchar por la supervivencia - sonrió pícara.

- Lamento que hayáis tenido que cruzar el desierto para nada, pero sinceramente mis hombres y yo tenemos cosas más importantes en las que perder el tiempo... si al menos la propuesta fuese interesante... - parecía que las negociaciones iban a ser más duras de lo que parecía a simple vista.

Al menos una cosa estaba clara: ya no creían que erais espías.

Jaia parecía estar más relajada, aunque no sabría decir porqué… Shany no era una persona especialmente brillante en cuestiones palaciegas, aunque el ambiente orumita era bien distinto a cualquier palacio del resto del mundo.

-Me equivoqué- dijo la guerrera mirando a sus dos compañeros negando lentamente con la cabeza-. Creí que acabar con una amenaza que casi ningún otro país puede enfrentar sería suficiente para alentar a mi gente… pero parece que prefieren quedarse encerrados en sus palacios- alzó sus manos encadenadas-. ¿Podrían liberarnos para ir a buscar a verdaderos guerreros?- el rostro de la mujer no podía volverse más apático, como si se hubiera dado de bruces contra una dura realidad que destrozó sus convicciones-. Si los orumitas llegaran para desangrar a estos enemigos, todas las demás naciones no solo les verían como aliados, les terminarían de confirmar que es una nación con la que no se juega. Capaz de dispersar muerte ahí donde los demás se acobardaron o murieron- se encogió de hombros-. Supongo que es una oportunidad desperdiciada.

Sutilmente les decía cobardes, al mismo tiempo que les incitaba a ayudar por los beneficios que traería para su nación. Era sencillo: guerreros asesinos capaces de hacer lo impensable, su fama no solo crecería, sino también los contratos o pedidos. Todo eso traería más dinero y prestigio a la ciudad.

Las negociaciones serían más difíciles de lo que en un principio se habían imaginado, algo que desalentó al demonio de carácter práctico donde los hubiera y con cierta tendencia a la impaciencia. Iba a haber contestado a Jaia pero Shany se le adelantó, al ser orumita sabía como hablar a su gente, de manera que no se planteó interrumpirla, al fin y al cabo le estaba diciendo justo lo que él pensaba.

- Así que ellos son el orgulloso pueblo guerrero del que tanto nos has hablado... vaya...- dijo con un claro tono de decepción, tanto en su voz como en su mirada.

No íbamos a lograr nada, al menos no aparentemente. No parecían tener intención de ayudar, ni siquiera mostraba atisbo de preocupación porque después fueran por estas tierras, como si el hecho de sacrificar cientos de vidas, una nación completa fuera excusa suficiente como para quedarse mirando.

Estamos intentando apaciguar un mal mayor. Puede que ahora sea una pérdida de tiempo para vuestra gente, pero más adelante puede resultaros una verdadera amenaza y no tendréis apoyos con los que contar.- Me retiré unos pasos dejando a Shany todo el peso de la negociación. Realmente entendía a Jaia, poco me importaba lo que les pasara al reino teniendo en cuenta sus enemigos, pero debía mantener el orgullo de mi raza de lado para pensar con la lógica necesaria que, ahora mismo, no tenía.

Jaia frunció el ceño.

- Oh no, eso si que no - comentó tensándose un poco.

- No juguéis esta guerra con palabras - aclaró a la vez que acortaba distancias con ustedes.

- Somos una nación que se ha caracterizado por la fuerza, esa es nuestra mayor política. Nunca hemos conseguido algo porque les hayamos convencido con palabras. Todo lo que marca un acuerdo o un trato es la sangre y el sudor - aclaró, parecía disgustada.

- No he aceptado en mi vida chantajes emocionales, ni amenazas, ni tan si quiera provocaciones - carraspeó.

- Pero la solución es sencilla - ahora comenzó a reírse. Parecía que se le había ocurrido algo brillante, o por lo menos para ella.

- ¿Queréis ayuda? ¡Estupendo! Demostrad que sois embajadores de una nación digna de nuestra ayuda - dicho aquello y tras un chasquido de dedos, Jaia dio instrucciones a uno de los guardias.

- Prepara el foso - comentó tajante.

- Ahora sabréis cómo se demuestran las convicciones... ¡con sangre! - apretó el puño.

- Uno de ustedes deberá luchar contra mi en un combate singular. Si llegáis a derrotarme tendréis el apoyo de los guerreros y guerreras orumitas. Si fracasáis, aquel que ha fracasado morirá públicamente - después se cruzó de brazos.

- Negad esta oportunidad y seréis los tres ejecutados -

Una enorme sonrisa se abrió pasó por sus carnosos labios, alzando el mentón con lo que podría parecerse al orgullo, pero era difícil saberlo en una mujer como ella. Shany era cambiante, impredecible y adoraba las emociones fuertes.

-Al fin oigo algo que no me hace pensar que todos se volvieron cobardes desde me marché- movió sus hombros, descontracturando su cuerpo con cada movimiento y haciendo sonar todos su huesos-. Yo lucharé.

No tenían muchas otras oportunidades y esa mujer parecía querer ver correr sangre sí o sí. No le importaba otra cosa, incluso creía que esperaba luchar con la guerrera por la muerte del otro sujeto. No era más que una excusa para cruzar aceros y vengarse. ¿Sería algún amante? No le extrañaba por cómo se comportaba el guardia. Le veía como una serpiente, ondulando su cuerpo y luciendo gráciles movimientos para luego atacar con rapidez y precisión. Ardía en deseos de ver que tan buena guerrera era. Miró a sus compañeros, especialmente a Eärendil.

-Permíteme a mí hacer esto- no quería pasar por encima de su condición de líder, pero sentía que debía hacer eso, sobre todo si Jaia armaba todo ese espectáculo por su culpa-. No puedo decir que no a una buena pelea.

No sabía por qué pero eso de salvar el pellejo a cambio de un combate a muerte era algo que se había esperado, teniendo en cuenta como era Shany no cabía otra oferta viniendo de sus compatriotas... en especial de la jefa de todo aquel cotarro... el problema es que estaba seguro que aquello no iba a ser fácil y él, como mago no era especialmente bueno en un combate cuerpo a cuerpo, la más idónea era la propia Shany sólo que proponer que fuera ella, le parecía descortés... además le caía bien y no quería perderla, de manera que se ofrecería él mismo a combatir, con su bola de fuego podría hacer bastante daño, fue a dar el paso para ofrecerse cuando la orumita decidió por los tres.

- ¿Estás segura, Shany?- le dijo a su lado un tanto preocupado.

Por supuesto que en las tierras de los guerreros tenían que hablar con el idioma de la sangre, del sudor y la arena. Aunque la idea no me entusiasmaba y sabía que posiblemente no tendría demasiadas oportunidades con Jaia estaba dispuesta a luchar, dando un paso adelante antes de escuchar la propuesta de Shany.

Permíteme a mí hacer esto

Sopesé bien su petición sin estar del todo convencida. Si bien sabía con creces que prácticamente era la única que podía darle juego a la líder de Akeep, el hecho de ser a vida o muerte me hacía creer que iba a una muerte segura.

Miré a Shany, luego a Jaia y terminé de nuevo en la Orumita, poniendo una mano sobre su hombro y apretando.

Confío en ti.- Alcé una mano para dibujar en su frente una cruz húmeda, sintiendo ella el frescor del mar en su rostro.- No mueras Shany.- El símbolo no significaba nada, más bien era un tipo de rito de bendición de mi pueblo para recordar sus orígenes, su camino y su meta.

¡No bastó mucho más!

En cuanto se supo que Shany sería aquella que lucharía cara a cara contra Jaia, el resto de los allí presentes se sintieron conmocionados. Sería un combate donde la vida de la mercenaria correría gran peligro, pero su victoria significaría también el triunfo de la misión.

Lo que sucedió después fue casi un "regalo". Tanto la guerrera voluntaria como sus dos acompañantes, recibieron trato de honor y lujo. Eso significaba baños perfumados, buena comida y una cama mullida.

El enfrentamiento sería al día siguiente y cada minuto había que valorarlo.

El grupo disfrutó de sus últimos momentos juntos porque... ¿y si era la última vez? la luz del alba marcaba el inicio de un nuevo día, pero también de una resolución "poco diplomática" pero sí efectiva.

Una vez todos mentalizados, Eärendil y Ratko tomaron su asiento en las gradas mientras que Shany tuvo que acceder en solitario a "El foso", una arena más grande de lo que parecía a simple vista.

A los pocos segundos de entrar en ella, Jaia hizo acto de presencia junto con varios soldados que hacían de "testigos" en aquel acuerdo de sangre y honor. Ella iba con sus dos dagas, moviéndolas ágilmente para demostrar que era una guerrera capacitada.

Por fortuna, los contrincantes podían elegir un arma a su elección lo cual facilitaba la forma de combatir pero... ¿cuál sería el desenlace real? ¡ya quedaba menos para saberlo!

- Pase lo que pase, quedaré satisfecha con el resultado. Espero que me des juego y no mueras al primer corte, yo sé que no decepcionaré - frunció el ceño y adoptó una postura de combate. Había dejado que tú dieses el primer movimiento.

A pesar de la hospitalidad no quería los lujos propios de la nobleza. Había vivido toda mi extensa vida alejada de los placeres materiales, disfrutando únicamente de la naturaleza y todo lo que brindaba y ahora no iba a cambiar eso. Aunque agradecida por el trato, preferí estar sola en la amplia habitación que nos habían dejado, más grande de lo que me gustaría y a la que le sobraban el 90% de los muebles para mi gusto.

Lo que sí disfruté fue quitarme las pesadas ropas y darme un largo baño, tan largo que incluso pasaron horas sumergida bajo el agua antes de salir. Había estado meditando sobre todo lo acontecido, buscando ese contacto con mi gente mientras los cabellos se mecían a mi alrededor. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Debía cancelar la misión antes de que fuera demasiado tarde? Cualquiera de las opciones posibles traían consecuencias nefastas: Si Shany lograba ganar en la arena, significaría la condena de los Alvene pero, si la Orumita perdía, matarían a un miembro importante del clan.

Emergí de la bañera sin saber el futuro que nos deparaba, buscando unas ropas livianas que ponerme y, en vez de tumbarme en la cama, me quedé en el frío suelo tumbada mirando al techo antes de notar que los párpados me pesaban y me quedaba profundamente dormida.

***

Al abrir los ojos había una frialdad resuelta que tanto me caracterizaba. No había llegado a ninguna conclusión clara pero la decisión estaba tomada, habíamos elegido un río que peligraba por desbordar en cualquier momento a pesar de no ver la orilla a lo lejos.

Caminé hacia las gradas, tapándome el rostro con la capucha para que no me molestara en demasía el incipiente sol mientras contemplaba el lugar. Por supuesto era una arena, propia de bestias que disfrutaban de ver luchar entre ellos, aunque para mi gusto había demasiada teatralidad en lo que debería ser un combate por el honor, no por la diversión del espectáculo.

Esperé a que Shany entrara en la arena y, al verla, mis labios empezaron a moverse sin emitir sonido alguno, recitando extensas frases en mi cabeza de protección. No, no la ayudaría en el combate, pero al menos su alma en el peor de los casos no estaría condenada al olvido.

Luego de aceptar el duelo, los tres recibieron trato de nobles, algo que Shany jamás vivió. Era una guerrera y, aunque buscara los placeres de la vida, ni en sueños accedió a algo así. ¿Todos los nobles eran mimados de esa manera? Sin duda era una práctica que podía ablandar el espíritu, pues todos los Orumitas eran armas y las armas deben ser forjadas por fuego y golpes. Aun así, disfrutó de cada nueva sensación y lujo, pues podían ser las últimas que viviera.

-Hasta las mejores armas tienen una funda acorde- pensó al sumergir su moreno cuerpo en las aguas cálidas y perfumadas. No le gustaba el perfume, pero en este caso lo usó para distraer su mente, imaginándose en un campo de flores. Le gustaban las flores. En su viaje vio un campo lleno de ellas, de diferentes colores y aromas. Se acostó en medio del campo, dejando que su mente divagara entre el viento que mecía la hierba y el destino que le aguardaba. En el desierto no había tantas flores y las que había eran sumamente hermosas, aunque breves y efímeras. Después de estar así un rato-. Esto es aburrido…

Le habría gustado algo de compañía, siendo su última oportunidad de sentir los placeres de la carne. Seguramente Ratko estaría por ahí, también sumergido en esa agua cálida, dejando que esta relajara su cuerpo y le quitara la fatiga del viaje. Pobre mago, se notaba que había sufrido lo suyo por el Padre Sol y la arena del desierto. La idea de salir de ese maldito lugar y acudir al cuarto del demonio acudió con poderosa determinación en su cabeza…

***

Shany estaba lista para la lucha. Lucía una armadura liviana y sencilla, propia de cuando hacia escaramuzas en su aldea. Su fiel espada estaba desenvainada, afilada y mortal como siempre, manejada con mano experta. Así salió al Foso, con el mentón en alto y el cabello trenzado, para que no fuera una desventaja. El lugar olía a muerte, a sangre y miseria, lo que le hizo sonreír complacida. Muchos murieron allí y muchos más morirían. Alzó su espada para que reflejara los rayos del astro, pidiendo su bendición.

Encaró a Jaia, mirándola con el respeto que merecía quien se atrevía a meterse en esa arena de combate. Ya había calado su fortaleza y rapidez, nadie usaba dos dagas porque sí. No debía dejar que se acercara, pues tenía ventaja en el combate cerrado. Su espada era mucho más larga, pero no debía abusar de los golpes amplios, pues dejaría muchos puntos vulnerables.

-Que la sangre riegue este desierto y complazca a los Dioses- y la sangre seria derramada, no tenía la menor duda. De ella o de Shany, no importaba.

Ratko disfrutó de la hospitalidad de los orumitas dándose un baño para refrescar su piel y desentumecer sus músculos, realmente necesitaba aquellos cuidados, tanto que se deleitó invirtiendo más tiempo del que normalmente utilizaba para aquellos casos, además de hacer lavar su ropa. Tras aquello quedó tan relajado que pensó que no tardaría en dormirse, sin embargo se dio cuenta de que tenía hambre y comió hasta saciarse, mientras traían su vestimenta optó por vestir algunas de los livianos atuendos que usaban los orumitas, bastante cómodas y suaves, tras lo cual se tumbó cuan largo era en su cama dejando que el sueño lo fuera venciendo, mientras aguardaba no pudo evitar acordarse de Shany... ella sería la que se jugaría la piel por todos, se sintió mal de repente, pero tampoco tenía medios para hacer que la guerrera se echara atrás, al fin y al cabo ella era así, tenía sus propios códigos, su forma de ver la vida y su concepto de honor... además de una cierta obsesión por el combate... Se preguntó como estaría en aquellos momentos y hasta pensó en acercarse a su dormitorio para darle ánimos... aunque no sabía si debía hacerlo.

A la mañana siguiente, el demonio despertó reconfortado y descansado, tras comer, volver a asearse y vestirse con su ropa fue en busca de Earendil para acceder a la grada con ella. Una vez sentados, observó con suma atención lo que le rodeaba hasta que sus ojos se centraron en Shany y su oponente, fue consciente de que Earendil estaba rezando o algo parecido por la orumita, a Ratlko le hubiera gustado hacer lo mismo... pero lo único que conocía eran maldiciones, así que deseó de corazón que la sangre que iba a ser derramada fuese de Jaia y no la de la exhuberante mujer que le tenía media cabeza comida.

Las fintas no funcionarían contra su oponente, pues era su estilo de pelea, tendría ventaja si intentaba engañarla. Tampoco le serviría atacar a lo loco y con fuerza, pues sus armas eran más livianas y rápidas, solo se cansaría sin poder alcanzarle. Su mejor táctica era aprovechar que Jaia debía acercarse para poder darle para contraatacar. Muchos piensan que una espada solo matar por su filo y agudeza, que son lo único que importa, peor Shany sabía bien que el pomo de la misma podía romper una nariz eficientemente, desarmar a un oponente o bloquear un ataque.

Adelantó su pie derecho, moviendo su espada con soltura, pareciendo una serpiente en su mano, buscando por donde morder a su oponente. El rostro de Shany estaba tranquilo, totalmente diferente a lo que sus propios compañeros veían normalmente. Las dagas de Jaia eran dos aves brillantes que revoloteaban de un lado a otro, evitando las acometidas de su rival. Ambas guerreras danzaban con la muerte, desde pequeñas, dejando un tendal de cuerpos a su paso. Sus caminos fueron diferentes, pero este era el final para una de ellas. Ambas lo sabían y por eso ponían especial empeño y cuidado en sus movimientos, se había acabado la fanfarronería, el respeto de dos guerreros lo era todo cuando se jugaban la vida en un campo de batalla como ese.

Las aves brillantes de Jaia se movían intentando evitar la serpiente de Shany, soltando chispas cada vez que ambas se encontraban en el aire. Los movimientos de ambas guerreras eran gráciles y medidos, perfectamente coreografiados por años de práctica e instinto. Pero Shany tenía mucha más experiencia en el mundo exterior, donde estaba sola y no tenía a un grupo de guardias cuidándole, donde a veces tuvo que luchar en desventaja, sangrando tanto como sus enemigos y manteniéndose en pie por pura perseverancia. Por eso su espada logró penetrar las defensas de su rival enterrándose fuertemente en la carne inmaculada de la hija del sultán. La cara de sorpresa de su rival no tenía precio, quizás por haber sentido ese tipo de dolor por primera vez. Pero, como todo Orumita que se precie, no se rindió. Cuando Shany sacó su espada, lista para descargar otro golpe, Jaia aprovechó ese pequeñísimo espacio de tiempo para saltar sobre su contrincante. Intentaba ganarle con su fuerza, evitando que llenara de aire sus pulmones. Shany volvió a atacar a su contrincante, aprovechando la cercanía de ambos cuerpos. Sus golpes eran brutales, pero aun así no logró que Jaia aflojara su agarre, aguantó el ataque con un gruñido.

La guerrera comenzó a ver nublado, mientras intentaba desesperadamente respirar, pero el agarre era férreo. Sus fuerzas empezaron a fallar, incluso soltó su espada, cayendo un costado inerte. Varias veces intentó zafarse de los brazos de Jaia, pero sus manos resbalaban por el sudor y la sangre, logrando solo agotarse más rápidamente. A pesar de sus capacidades y mortal golpe al comienzo del combate, lo importante siempre era quien quede de pie al final del encuentro. Y pareciera que a Shany le había llegado la hora.

Ambas eran rápidas, demasiado incluso para seguirlas con la mirada sin perderse algún detalle, alguna cuchillada o golpe. Lo que sí vi fue la sangre manchando la arena que descendía por el cuerpo de Jaia así que intuía que nuestra guerrera iba ganando… o eso creía.

El descenso de ritmo se detuvo cuando atrapó a Shany, entrecerrando los ojos mientras movía más rápido los labios y dibujaba runas en mis manos, siguiendo ese pequeño ritual de protección que esperaba que le sirviera.

Ratko asistió al combate preocupado por Shany, sabía que era fuerte y muy habilidosa en el combate, pero su contrincante no era ninguna novata y seguramente tendría un as bajo la manga. 

La primera parte del enfrentamiento entre ambas mujeres se saldó con una certera estocada de Shany a Jaia que hizo que el demonio llegara a vitorear a su compañera, no hacía falta saber mucho de anatomía humana para darse cuenta que la herida era muy seria y probablemente mortal, pero algo le decía que aquello no había terminado y... efectivamente sin saber como Jaia se revolvió para ejercer presa en Shany, la cual fue cayendo ante la falta de oxígeno.

- ¡NO!- exclamó Ratko aferrándose a la baranda de piedra que lo separaba de la arena, mientras lanzaba maldiciones contra Jaia y luchaba con la idea de lanzarse al ruedo y ayudar a su compañera.