Partida Rol por web

Las respuestas de sus compañeros fueron bastante poco halagadoras con respecto a su hogar, algo que hizo a su ceño más acusador y creyera que ellos no sabían apreciar la verdadera belleza. Nadie notaba como el viento se encargaba de modificar el paisaje en cada ocasión, como los muchos animales que lograban sobrevivir ahí luchaban día a día por sobrellevar las obvias desventajas del medio, como el sol resultaba mucho más impresionante ahí que en cualquier otro sitio. Eso solo hizo que su estado de ánimo se disparara. ¿Por qué actuaban así? ¿Tendría algo que ver con los sonidos de antes y que les estuvieran siguiendo? Porque estaba segura que les seguían. Quizás un hechizo… Si. Eso podría ser. Comenzaba  ver a sus compañeros con cierta desconfianza… hasta que aparecieron los orcos y dejaron de parecerle desconocidos.

A veces se necesita algo de acción para quitar pensamientos ponzoñosos. Su espada, que había permanecido en su mano durante gran parte del viaje y que ahora hervía por el inclemente sol, avanzó rauda hacia el cuerpo verdoso de uno de los orcos, mientras sus compañeros despachaban a los demás como si no fueran más que insectos bajo sus botas.

Shany cargaba tanta rabia, tensión y paranoia que su espada se abrió lugar entre las defensas del orco, atravesando armadura, piel y carne, derramando la sangre del asqueroso ser en la arena, la cual se encargó de absorberla con rapidez, como si se tratara de un ávido monstruo.

-Necesitaba esto- murmurò viendo como su espada estaba embebida en la sangre infecta de la criatura.

¡Un grupo de Kobolds de la dunas consideró que erais una presa fácil y...  os han atacado por sorpresa! El camuflaje en la arena es su mejor baza.

Buen trab…- Antes de que pudiera terminar la frase, otro grupo de enemigos se interpuso en nuestro camino. No me extraña que Akeep fuera una zona tan guerrera teniendo en cuenta que había más monstruos que granos de arena en el desierto, no habíamos recorrido ni una pequeña porción antes de ser emboscados dos veces. Espero que sea provechosa esta visita.

Giré sobre mis propios talones, haciendo que mis manos hicieran un recorrido en el aire invocando una serpiente acuática que siseaba su lengua cristalina hacia uno de los Kobolds.

Shany, espero que no estemos demasiado lejos.- Estaba herida aunque podía seguir luchando, sin saber exactamente si aguantaría muchos más asaltos. Dirigí el animal hacia uno de ellos, comprobando cómo se enrollaba en su cuerpo y apretaba las extremidades y el cuello, adentrándose por su piel hasta ahogarlo.

Afortunadamente para los tres viajeros los tres orcos no supusieron mayor problema y hasta parecieron servir de terapia a la temperamental Shany, cuya sed de sangre era más insaciable que la sed de agua por la que estaba atravesando el demonio. Sin embargo, y antes de pudieran cantar victoria, un grupo de lagartos salió de debajo de la omnipresente arena para atacarlos... ¡Toda una novedad!

- ¿Pero que demonios le pasa a este desierto?- exclamó tan exhasperado como indignado y desquiciado, mientras rugiendo volvía a entonar el cántico para invocar su llama de fuego y la lanzaba al lagarto que tenía más cercano.

Shany observó como la sangre de su arma parecía secarse con rapidez, tornándose de un color negruzco, quebradizo al tacto. El alarido de nuevos enemigos, le hizo avanzar hacia uno de ellos con el rostro desencajado de la furia. La lanza de uno de ellos se enterró en su costado, pero la guerrera la tomó con su mano izquierda, impidiendo que el pequeño ser escapara.

-MUEREEEEEEEE- gritó mientras enterraba la punta de la espada en el estómago de la criatura y le daba varias vueltas, regodeándose de los esténtores de dolor y sus quejidos.

Arrojó el cadáver a un costado, como si fuera un muñeco de paja, se giró sosteniendo su costado, mirando a sus compañeros con una sonrisa que le hacía ver loca y salvaje. La sangre caía de su cabello y les recordó el apodo con el que se llamó en su momento: La guerrera carmesí.

-Estamos cerca, el padre Sol estará feliz de la sangre que derramamos, nos proporcionará un camino tapizado de cadáveres de enemigos derrotados.

Después de todo el tiempo transcurrido, de salir del reino de Frostan para atravesar el caluroso desierto de Grisor, el grupo de mercenarios tuvo por fin contacto visual con la majestuosidad de la ciudad fortaleza de Akeep.

La nación orumita se había caracterizado por su secretismo a la hora de tratar los asuntos del exterior. Ellos han tenido siempre que lidiar siempre con sus propios problemas sin tener que recurrir a nadie ¿cómo será entonces el tener que pedirles ayuda para que equilibren la balanza a favor de una invasión que en un principio no les afecta?

Fue curioso comprobar como en todo momento os estabais sintiendo observados, sin embargo allí no había nada ni nadie... o eso es lo que creíais.

A medida que os ibais acercando a la fortaleza notabais que vuestras fuerzas empezaban a flaquear ¿era a consecuencia del calor? ¿era quizás por saber que ya estabais "a salvo" que vuestros cuerpos se relajaron?

Tan solo el tiempo ofrecería respuestas...

Empezaba a estar cada vez más en alerta por si de otra duna salía un nuevo grupo de enemigos, una tradición que parecía que estábamos recibiendo con los brazos abiertos y las armas preparadas. También podía ser que el exceso de calor y el monótono paisaje, el cual Shany no dejaba de decir que era una verdadera obra de arte aunque a mí me pareciera un cuadro estático, estaba afectando en sobremanera a mi raciocinio. Además, cada vez me costaba más empapar mi turbante, notando que el agua que lograba formar entre mis dedos se evaporaba rápidamente, dejando únicamente un rastro húmedo en las falanges.

Cuando vi la fortaleza a lo lejos sentí por primera vez en todo este tiempo que habíamos avanzado ¿o era un espejismo? Realmente espero que el viaje haya merecido la pena.- Notaba la fatiga recorrer mi cuerpo pero creía que podía controlarla, aunque no sabía por cuanto tiempo más.

Durante lo que quedó del viaje, Shany limpió su arma y su cabello, incluso se cambió de ropa, guardando lo ensangrentando en su morral, luego de refregarlo con arena. Podría parecer algo raro que la orumita se preocupara por ese aspecto, pero dijo que la sangre podría “atraer predadores más peligrosos”… No aclaró que clase de depredadores eran pero no debían ser presa fácil. Luego se la pasó con la mirada atenta a cada signo de peligro, lo cual eran muchos pero que pocos notaban.

Vieron a lo lejos la ciudad de Akeep, aunque ella apenas le dedicó una mirada, aún tenía la sensación de que alguien les observaba. ¿Los enemigos les habrían seguido para atacar su ciudad? Podría ser una posibilidad, aunque muy idiotas eran si querían atacar una ciudad como esa, donde sus habitantes estaban acostumbrados a luchar por sus vidas desde el mismo momento en el que salían del vientre de sus madres. ¡Que intentaran atacarles! Quebrarían sus armas contra las duras defensas de Akeep.

-Ya pasamos lo más fácil… ahora viene lo difícil- su gente no era precisamente un remedo de buenas acciones y altruismo, por lo que no esperaba que les ayudaran así como así, pero siempre había una primera vez.

El demonio soportaba cada vez peor el calor y francamente no sabía cuanto tiempo más iba a poder aguantar, en especial porque a cada patada que se le daba a una piedra salían al paso un grupo de enemigos para caldear aún más el ambiente... 

Entonces cuando parecía que aquello no tendría fin, la capital de la nación de Shany emergió frente a ellos, al principio, Ratko se restregó los ojos, para después pellizcarse, las alucinaciones en el desierto solían ser habituales y no quería verse corriendo como un idiota en busca de una ciudad fantasma, aunque lo cierto es que mucha fuerza para salir corriendo no le quedaba, de echo sentía las piernas muy cansadas.

-Ya pasamos lo más fácil… ahora viene lo difícil-

Y para colmo... eso

- ¿Ahora? ¿Lo dices en serio? ¿Cuantas pruebas hay que superar para ser dignos de tu gente?- pregunto sin elevar el tono, amparándose en su ironía, pero lo cierto es que estaba harto de aquella calurosa nación.

La sensación de debilidad era cada vez más acusada. Las rodillas os pesaban, los párpados también. Empezasteis a entender que aquello no era normal, que el calor a pesar de ser sofocante no podría generaros un abatimiento de tal calibre.

Os mirasteis los unos a los otros para daros cuenta que no era un caso aislado, todos estabais sucumbiendo a aquella debilidad... ¿sobrenatural? Algunos aguantasteis más que otros, Ratko por ejemplo fue el primero en hacer chocar su tez contra la arena, después fue Eärendil para segundos más tarde caer Shany.

Todo se tornó oscuro, confuso y desalentador...

No sabíais cuanto tiempo había pasado, pero recuperasteis el control de vuestros sentidos y poco después el de vuestro cuerpo. Para vuestra sorpresa, ahora no estabais a la intemperie bajo el sol justiciero, sino que os encontrabais en el interior de una habitación, la cual fue identificada fácilmente como una celda.

El desconocimiento de cómo  habíais llegado allí os perturbaba, los barrotes de la celda eran sólidos y no parecía que hubiese allí nadie cerca. ¿Era así como os recibían en Akeep? No entendíais si habíais hecho algo mal o si simplemente habíais tenido mala suerte.

Escuchasteis los pasos de alguien acercarse aunque aún no alcanzaba a vuestra visión ¿Sería un enemigo o un aliado?

Cada vez costaba más mantener los ojos abiertos, un esfuerzo casi titánico que empezaba a agotar mis últimas reservas de energía. Necesité incluso algunos parones para sujetarme en el báculo para tomar aliento, pero seguía siendo cálido, asfixiante, tanto que incluso llegaba a pensar que respiraba arena en vez de oxígeno, notando los pulmones pesados.

No supe cuándo había llegado a mi límite, posiblemente me percaté de ello cuando escuché un golpe seco, girándome para ver a Ratko caer inconsciente sobre la arena. No me dio tiempo a girarme para preguntarle a Shany antes de ver que todo a mi alrededor giraba y la visión de difuminaba en un claro oscuro que acabó tornándose en el profundo negro…

Tardé en recuperar la conciencia, moviendo los dedos para comprobar que mis extremidades seguían respondiendo a mis órdenes. Al abrir los ojos me encontraba en otro lugar muy distinto, ¿sería la habitación del gremio? ¿Todo ese ataque de mis “hermanos” había sido un mal sueño? No, era imposible. El techo que tantas noches había contemplado no era de madera, sino adquiría un tono más oscuro de lo que estaba acostumbrada, eso sin contar el frío suelo que había bajo nuestros pies. Giré mi cuerpo intentando incorporarme mientras veía que mis compañeros hacían lo mismo.

¿Estáis bien? – Había algo que estaba mal. Estaba claro que la gente de Akeep nos había encontrado, puede que salvado la vida de inanición, pero no entendía qué hacía Shany con nosotros en esta celda. ¿Acaso no la habrían reconocido?

Froté mis dedos para humedecerlos, dejando que la magia saliera levemente entre las falanges antes de pasarlo por mis labios resecos, haciendo un leve amago de refrescarlos. Si veía que alguno de mis compañeros lo necesitaban, me acercaría a ellos para imitar el mismo movimiento, esperando que esa pequeña porción de agua les ayudara a recuperar un mínimo de fuerzas.

Cuando terminé escuché un ruido, unos pasos de nuestros posibles carceleros, irguiéndome y acercándome a los barrotes para entablar visión directa con esa persona, esperándole.

Ratko no parecía tener conciencia que los orumitas no eran gente sencilla de manejar, sobre todo si ibas a su puerta pidiendo ayuda. Y ellos tomaban lo que querían… Estaba por contestarle cuando notó que el demonio caía cuan largo era de cara en la arena. La guerrera sacó su arma, pero lo hizo de forma exasperantemente lenta, como en cámara lenta. Eärendil le siguió, aferrándose a su báculo para intentar no caer, pero fue en vano. No estaban heridos o al menos no vio heridas. Pero lo último que vio fue el suelo arenoso acercándose a su cara.

Despertó con brusquedad, levantándose tambaleante, los puños en alto. Una celda. Estaban en una celda. La primera en despertar había sido Eärendil, preocupándose por el bienestar de todos ellos. Shany escupió a un lado, soltando algo de arena en el proceso.

-No estoy nada bien- gruñó por lo bajo, aunque no luciera herida. Cuando oyó que alguien se acercaba, la mujer comenzó a caminar de un lado a otro, sin perder de vista el lugar donde aparecería el desconocido. Parecía una fiera enjaulada, esperando la oportunidad de atacar. No sabía si fue su gente que les había encerrado, quizás por ir con una alvene, pero fuera como fuera, alguien terminaría sangrando por ello. Menuda forma de volver a su hogar, en verdad estaba furiosa y eso se notaba con solo verla.

Segundos más tarde, los pasos que irrumpieron en el lugar desvelaron a un hombre de aspecto regio  y serenado. Iba vestido con los ropajes característicos de la guardia de Akeep, dato que fácilmente reveló Shany.

El hombre se detuvo en seco a escasos metros de vuestra celda. Se cruzó de brazos y os examinó con la mirada. Dicho análisis resultaba incómodo, porque estabais siendo juzgados.

- ¡Escoria! - gritó el soldado.

- Llevábamos observándoos desde que entrasteis en el desierto - ¿Era eso cierto?

- ¿Cómo os habéis atrevido a acercaros a la fortaleza impenetrable de Akeep? Vuestra vida está en juego, o por lo menos la forma en la que acabará - gruñó.

- Sois espías, ¿qué vais a ser si no? Una Orumita acompañada por una Alvene y un Diabal... ¿cómo pensabais pasar desapercibidos? ¿Cuál es vuestro objetivo? Es mejor una decapitación que morir bajo el veneno lento y ácido de los escorpiones negros del desierto - después de decir aquello escupió al suelo.

-¿Y a ti te dicen Orumita?- Shany ni siquiera pestañeó cuando el soldado le soltó todas esas preguntas y sospechas. Sus dientes crujían de la rabia mientras imaginaba sus manos alrededor del cuello de ese hombre, apretando con fuerza hasta que tuviera la lengua afuera y los ojos saltándoles de sus cuencas-. Si piensas que tres espías caminarían tranquilamente hasta las puertas de Akeep, sin ocultar sus movimientos y a plena luz del día solo indica que al irme pusieron a un montón de inútiles salvaguardando mi amada ciudad- Shany también escupió, pero directamente donde estaba el pie del soldado-. Estamos en una misión diplomática, pero me da vergüenza pensar que esto es lo que me encuentro- le lanza una mirada reprobatoria al soldado, como si este fuera un niño pequeño al que atrapara haciendo algo muy sucio-. Los orgullosos guerreros y asesinos actuando como un montón de viejas asustadizas. Y pensar que fui yo quien propuso venir a hablar a mi nación.

Dio un par de pasos al frente estando casi pegada a las rejas. Sus ojos bien clavados en los el guardia.

-Quiero hablar con alguien de más casta, no perderé mi tiempo con alguien con tanta arena en la cabeza- la idea de estirar su mano y aferrar el uniforme del tipo pasó por su mente. Pero ya se había sacado un poco de su frustración agarrándosela con el soldado-. Escorpiones negros... hasta los métodos de tortura se volvieron patéticos.

Ratko había sido el primero en perder la conciencia... y el último en recuperarla, estaba claro que el desierto afectaba gravemente a la anatomía del diabal, que al despertar lo hizo de manera brusca con un sobresalto que le ayudó a levantar medio cuerpo como si hubiera tenido un resorte, al tiempo que miraba a su alrededor con cierto temor reflejado en el rostro, como si temiese un ataque inminente.

- ¡Escoria!

Aquella desagradable voz no hizo más que aumentarle los latidos del corazón y su confusión, una confusión que tuvo que ir quitándose poco a poco, desde su posición, respirando aceleradamente, sin levantarse del suelo por temor a un mareo que lo volviera a tirar de bruces al suelo.

 Sois espías, ¿qué vais a ser si no? Una Orumita acompañada por una Alvene y un Diabal... ¿cómo pensabais pasar desapercibidos? ¿Cuál es vuestro objetivo? Es mejor una decapitación que morir bajo el veneno lento y ácido de los escorpiones negros del desierto -

- ¿Espías?... ¿Nosotros?- dijo para sí con incredulidad- ¿Pero que dices?- dijo totalmente contrariado

Si piensas que tres espías caminarían tranquilamente hasta las puertas de Akeep, sin ocultar sus movimientos y a plena luz del día solo indica que al irme pusieron a un montón de inútiles salvaguardando mi amada ciudad- Shany también escupió, pero directamente donde estaba el pie del soldado-. Estamos en una misión diplomática, pero me da vergüenza pensar que esto es lo que me encuentro- le lanza una mirada reprobatoria al soldado, como si este fuera un niño pequeño al que atrapara haciendo algo muy sucio-. Los orgullosos guerreros y asesinos actuando como un montón de viejas asustadizas. Y pensar que fui yo quien propuso venir a hablar a mi nación.

Las palabras de Shany eran incontestables, había dicho todo lo que tenía decir, aunque el problema residía en como se lo tomaría aquel tipo.

Enarqué una ceja por el ataque de ira de Shany. Si bien el trato que nos habían dado (que también entendía, al fin y al cabo éramos completos desconocidos cruzando sus tierras y entran en propiedad Orumita) resultaba un tanto agresivo, teniendo en cuenta cómo se había comportado la chica en todo este tiempo que habíamos compartido pensaba que gritarse “Escoria” y escupirse de rabia era una señal de desearse los buenos días unos a otros. Confuso, pero no podía descartar nada.

Dejé que la guerrera se desfogara (o presentara, seguía seriamente en la duda), esperando a que la vena de su cuello dejara de hincharse antes de hablar.

Venimos en representación de Frostan, capital del reino humano. El tiempo corre en nuestra cosa y tenemos que hablar con el cargo más alto de Akeep, ¿sería posible concertarnos una cita? – A diferencia, intenté sonar lo más amable posible aunque la frialdad de mi voz era tan clara como mi rostro, sabiendo que estaba intentando llegar a un acuerdo para acabar con los míos.

El soldado sonrió ante vuestras reacciones, sin lugar a dudas parecía que estaba disfrutando del momento ¿o es que no eráis prisioneros al uso?

Se quedó unos instantes pensativo, de nuevo mirando cada pequeño movimiento que hacíais.

- Está claro que este tipo de reacción no es la que esperaría por parte de unos espías, pero sinceramente, no voy a ser yo quien os juzgue - se empezó a acercar lentamente a la celda.

- ¿Queréis hablar con alguien superior, no? - aclaró.

- Pues veremos si os comportáis de la misma manera en cuanto os lleve ante Jaia - rió, creyendo que llevaros ante ella sería más un castigo que una ayuda. Jaia era la hija del viejo Sultan Viz-ink, aunque un dato así solo podría conocerse gracias a que Shany estaba allí para compartir sus conocimientos culturales con ustedes.

El hombre abrió la celda, no sin antes asegurarse que cuatro soldados más estuviesen en escena para protegerle en el caso de que al grupo se le ocurriese la "genial" idea de escaparse.

Con las manos apresadas por los grilletes, el variopinto grupo avanzó escaleras arriba hasta llegar a contemplar la belleza del palacio del sultán. El lugar no carecía de lujos, bastante diferentes a lo que se podía discernir en el castillo de Frostan. Realmente eran dos culturas bastante dispares, tanto en forma de proceder como en su propia decoración.

Tras avanzar por el laberíntico palacio escoltados por los guardias, llegasteis a un gran portón de madera. El soldado llamó con sutilidad y se retiró. Fue entonces cuando Jaia apareció en escena.

- ¿Para qué vienes a interrumpirme de nue... - dijo la mujer de esbelta figura, la igual iba bien acompañada por dos dagas bien ornamentadas.

- Vaya... - detuvo sus palabras para examinar a los allí presentes.

- ¿Que me traes, un regalo? - comentó mientras empezaba a miraros tanto por detrás como por delante.

- Uhh... y encima has traído a la que mató a Rachid... casi que deberíamos hacerte un favor - rió de forma juguetona. Al parecer aquella mujer conocía más de la cuenta sobre el pasado de Shany.

- Imagino que si mi querido capitán os ha traído hasta aquí es por algo importante... ¿o es que ya buscas cualquier excusa para verme, querido? - el soldado apartó la mirada mientras Jaia decía aquello.

- Hablad ahora, y espero que el tiempo que estoy invirtiendo aquí merezca la pena... - frunció el ceño y se apoyó en la pared más cercana.

Jaia

Evidentemente el nombre no me sonaba, mi conocimiento sobre estas áridas tierras se resumían en las historias que Shany nos había contado durante la travesía, pero al voltear el rostro hacia mi compañera pude fijarme que ella sí sabía perfectamente quién era.

Me aparté unos pasos de la puerta de la celda cuando iban a abrirla, dejando claro al carcelero que no era nuestra intención agredirle aprovechando esa cercanía, aunque las precauciones se hicieron de notar y eso, en nuestra situación, era algo lógico.

Con las manos unidas por los grilletes, avanzaba tranquilamente entre los pasillos, siguiendo la figura del hombre que nos había liberado mientras echaba un leve vistazo a la decoración, sin mostrar especial interés. Eso sí, reconozco que no esperaba tantos lujos en estas tierras, creyendo que tirarían más por lo funcional. De todas formas, seguía echando de menos el toque de naturaleza de Twinshok.

Esperé a que terminaran las presentaciones/amenazas antes de dar un paso, poniéndome por delante del resto para tomar la palabra.

Mi nombre es Eärendil, líder del gremio “Los nunca olvidados”.- Agaché levemente el rostro en señal de respeto antes de girarme primero al demonio.- Ratko, diabal.- y luego a la orumita.- Y Shany, orumita de estas tierras.- Busqué directamente la mirada de la hermosa mujer, clavando las cristalinas pupilas en las dunas oscuras que ella tenía.- Venimos en misión diplomática, en representación de Frostan como embajadores.

La ciudad de los humanos ha sufrido un número elevado de ataques sincronizados, al igual que los pueblos y asentamientos cercanos. Incluso el archipiélago de Twinshok ha caído en manos de nuestros enemigos.- Había dolor en mis palabras, todavía costándome hacer a la idea de que mi hogar, mis hermanos, habían sido destruidos.- Necesitamos que la Nación Orumita nos ayude a luchar contra la amenaza.