Partida Rol por web

Al escuchar el grito de Rakto, coloqué una mano en su hombro para apretar hacia el asiento, queriendo impedir que se levantara mientras no quitaba ojo a la escena.

Si vas no solo la descalificarán, sino que le sumergirás en la vergüenza absoluta. Estoy igual que tú, pero no podemos intervenir.- Apreté la mano, también queriendo salvar a nuestra compañera pero sabiendo que si la ayudábamos ocasionaríamos más problemas a la Orumita de los que solucionaríamos.

Ratko iba a saltar sin pensarlo para rescatar a la morena de sus amores, sin embargo cuando estaba ya erguido para adentrarse en la arena, una mano lo sujetó por el brazo, molesto por la interrupción miró con enfado a la persona que había osado tocarlo y detenerlo, al ver que se trataba de Earendil no le lanzó ninguna maldición y se detuvo para escucharla.

Si vas no solo la descalificarán, sino que le sumergirás en la vergüenza absoluta. Estoy igual que tú, pero no podemos intervenir.

- Pero salvaré su vida- replicó en absoluto convencido de dejar a Shany a su suerte

Con los nervios a flor de piel, el resultado de aquel combate singular estaba decidido.

Shany estaba boca abajo en el suelo, inconsciente tras haber recibido la llave de su contrincante. Jaia estaba eufórica, pero a la vez muy malherida. La sangre manchaba la arena de forma caótica pero a la vez hermosa, o eso es lo que pensaría cualquier amante de lo bélico.

Todos los que allí contemplaban el espectáculo estaban eufóricos, a excepción de Ratko y Eärendil que contemplaban con nerviosismo como su compañera había sido derrotada en el último momento.

Jaia, haciendo alarde de su fuerza, alzó el cuerpo de Shany aún inconsciente y lo mostró casi como si fuera un trofeo. Las piernas le temblaban por el sobreesfuerzo que estaba haciendo por mantenerse en pie, pero no dudó en gritar a los cuatro vientos el resultado de aquel enfrentamiento.

- ¡Pueblo Orumita! - gritó.

- Esta mujer, sangre de la arena e hija del fuego, ha luchado con fiereza para cumplir una misión. Que nuestro pueblo vaya a una guerra. Si ésta mujer ha sido capaz de dar hasta su vida por una misión así... ¿quiénes somos nosotros para negar la oportunidad de mostrar la fiereza Orumita? ¿Eh? !¿Quién?! - gritó entusiasmada mientras seguía sujetando a Shany.

- Llevaos a vuestra compañera - gritó mirando a Ratko y Eärendil.

- Decidle a vuestros aliados de la meseta que el pueblo Orumita está dispuesto a luchar, pero que eso implicará estar en deuda con nosotros - después escupió al suelo como cerrando el trato.

Fuisteis rápidamente a asistir a vuestra compañera, al igual que la guardia real fue a asistir a Jaia cuyo estado de salud era más crítico. Lo que vino después no fue más que la tranquilidad de saber que vuestra parte del cometido estaba cumplido, aunque haya tenido que conllevar a poner en gran riesgo a Shany...

Ahora os encontrabais en una de las confortables y lujosas habitaciones, donde Shany apenas había comenzado a abrir los ojos. Ambos estabais allí junto a ella, sois lo primero que va a ver tras el fragor de la batalla.

Una victoria es una victoria, ahora tan solo quedaba dar la buena noticia.

Todo era oscuridad, un pozo negro y profundo en el que caía y caía, sin poder ver el final o el principio. Si eso era la muerte, estaba profundamente decepcionada, esperaba algo mucho mejor que una eternidad de oscuridad. La verdad que su cultura estaba muy asociada a la muerte, tanto que se pensaba que el otro lado era solo otra oportunidad para continuar viviendo, solo que en otro estado del espíritu. Quizás se convirtiera en uno de esos espíritus malditos, errando por el desierto y buscando alguna pobre victima a la cual clavar sus garras.

Pero algo cálido comenzó a borrar esa oscuridad y el frio que sentía, logrando también percibir la suavidad del terreno en donde se encontraba tendida. Sus ojos comenzaron a abrirse con pesadez, notando un rostro pálido y otro medio tapado por los cabellos azules. ¿También habían muerto? No, estaba viva. Se irguió con rapidez, notando que su cuerpo no tenía ninguna herida, solo un fuerte dolor en la garganta.

-¿Qué ha…?- su voz era cascada y ahogada, casi no se reconocía-. Falle… ¿Verdad?- evitó mirar a sus compañeros a la cara, dejándose caer nuevamente. Falló. Tan segura que estaba, tan preparada… Y ni siquiera había muerto. Le habían perdonado la vida luego de fallar, lo que hacía su vergüenza aún más grande. Si al menos hubiera muerto, habría honrado las viejas costumbres-. Lo siento- no había lágrimas en sus ojos, solo una carencia de brillo, como si su espíritu se hubiera ido. Falló. Cuando más le necesitaban, falló. Otra misión fallida, por su culpa.

Las leyes del pueblo orumita eran hoscas pero sencillas, regidas por la fuerza bruta y el orgullo del combate, el honor de poder alzarse sobre otros, así que aunque quisiera parar el combate sabía que eso sería peor que la propia muerte de Shany. Poco me importaba no lograr el apoyo de su pueblo, sino salvar su alma inmortal de la vergüenza y deshonor a la que estaría sometida.

Aflojé la mano en el hombro de Ratko cuando la alzaron en brazos como si de un trofeo se tratase, anunciando el mejor camino de todos. De alguna forma mi cuerpo se relajó antes de levantarme y caminar hacia la inconsciente guerrera, dejando sobre todo un poco de distancia para que Ratko pudiera calmar sus nervios y estar unos preciados segundos de soledad con ella.

No tardé demasiado en llegar, aunque todavía no había despertado. Acerqué mis manos a su frente para aliviar el calor de su cuerpo mientras cerraba los ojos y movía los labios en frases mudas, siguiendo con mi bendición presencial. Pero no tardó demasiado en levantarse y hablar, negando inmediatamente con la cabeza mientras me apartaba un paso.

Has luchado con valor y así lo ha recompensado tu pueblo. No has fallado, todo lo contrario.- Miré a Ratko, quien no se apartaba de ella ni un segundo.- Gracias a ti tenemos su apoyo. Gracias Shany.

Ratko había estado con el alma en un puño mientras duró la inconsciencia de Shany, jamás pensó que aquella morena iba a ser tan importante para él, por eso permaneció a su lado todo el rato esperando que abriera los ojos. Cuando por fin lo hizo la sonrisa del demonio se ensanchó y fue sólo entonces cuando sus músculos, que había estado tensos desde el combate en arena, se relajaron. 

-¿Qué ha…?- su voz era cascada y ahogada, casi no se reconocía-. Falle… ¿Verdad?- evitó mirar a sus compañeros a la cara, dejándose caer nuevamente. Falló. Tan segura que estaba, tan preparada… Y ni siquiera había muerto. Le habían perdonado la vida luego de fallar, lo que hacía su vergüenza aún más grande. Si al menos hubiera muerto, habría honrado las viejas costumbres-. Lo siento- no había lágrimas en sus ojos, solo una carencia de brillo, como si su espíritu se hubiera ido. Falló. Cuando más le necesitaban, falló. Otra misión fallida, por su culpa.

Como era lógico, la orumita estaba más preocupada del resultado de la pelea, que de su propia salud... en ese instante la habría abrazado, pero con Earendil delante y teniendo en cuenta el propio orgullo de la guerrera, se contuvo recuperando la compostura que había estado a punto de perder. El apretón en su hombro de la señora del agua hizo que se girara hacia la líder del gremio con gratitud, necesitaba unos minutos a solas con Shany.

Has luchado con valor y así lo ha recompensado tu pueblo. No has fallado, todo lo contrario.- Miré a Ratko, quien no se apartaba de ella ni un segundo.- Gracias a ti tenemos su apoyo. Gracias Shany.

 - Es tal y como ha dicho Earendil... No has perdido Shany... Jaia ha reconocido tu valía y tu fuerza, dijo que eres sangre de la arena e hija del fuego y que luchaste con fiereza, por eso se ha comprometido a apoyarnos, no lo habríamos conseguido sin tí.- le sonrió cogiéndole la mano sin pensar, de repente necesitaba sentir su contacto.

No sabía si estaba contenta o no con sus palabras. No se sentía muy victoriosa, los que ganan suelen ser los que quedan parados en medio del campo de batalla. Aunque lograra su objetivo, sentía que había fallado de todos modos. Había visto caer a muchos en esas arenas, tantos que se tornaban rojas y parecían querer siempre un poco más… La mano cálida de Ratko envolvió la suya, un gesto totalmente ajeno al demonio, quien siempre se mostraba mucho más altivo que comprensivo.

-Entiendo- dijo carraspeando algo incomoda. ¿Se había preocupado por ella? Era un sentimiento muy raro, pues, normalmente, solo estaban interesados en su brazo y alguna otra parte de su cuerpo-. Ni siquiera estoy herida- le dijo sin saber si retirar la mano o no-. Esa perra era muy dura… le clave mi arma y la retorcí- cambiar de tema, o llevar la conversación a un tema que le fuera conocido era más fácil, mientras seguía pendiente de ese raro y suave gesto del mago-. No por nada era la hija del Sultán.

Finalmente retiró su mano, sintiéndose como cuando era una niña, antes de foguearse en ese mundo brutal que tanto adoraba. Pronto dejó atrás ese momento de vulnerabilidad, levantándose de donde estaba para apoyar una mano en el hombro del demonio.

-La próxima vez que quiera pelear en una batalla a muerte… tocaré tu puerta la noche anterior- sonrió de esa forma salvaje que le caracterizaba-. No quiero irme con arrepentimientos.

Tras lo acontecido en la ciudad de las arenas, tocaba regresar a Frostan con la victoria bajo el brazo. Sin lugar a dudas todo lo vivido tanto en el viaje como durante el periodo de "negociación" ha hecho mella en los valientes integrantes del gremio, la cuestión era ¿cómo utilizarán esa experiencia obtenida? ¿habrán logrado descubrir más sobre la cultura de otras naciones? ¿habrán aprendido sobre qué es lo que realmente importa en una persona que pone su vida en peligro constantemente? Aquellas reflexiones solo podían salir a la luz en el camino de vuelta a la capital.

Varias jornadas más tarde y por fortuna sin incidentes, el grupo había regresado a Frostan para descubrir boquiabiertos que el panorama había cambiado drásticamente. La ciudad estaba totalmente fortificada, amurallada y repleta de soldados de distintas facciones y razas. Vuestra llegada fue recibida con grandes honores, erais la última embajada que quedaba por llegar a la capital y todos esperaban ansiosos la respuesta del pueblo Orumita.

Haber obtenido éxito en aquella misión había supuesto un aumento de reputación encomiable, de hecho estabais citados de nuevo ante Ardron ¿qué tenía que deciros ahora?

Tras descansar del viaje, acudisteis al encuentro. Notabais que a extramuros se estaba preparando una guerra ¿o quizás un asalto? El Rey estaba a punto de hablar.

- Valerosos héroes. Habéis dejado el nombre de vuestro gremio muy alto tras vuestro éxito, eso por ello que necesito que sepáis más sobre lo que está sucediendo - comentó de manera pausada pero concreta.

- Ya conocemos el origen de estos ataques, las distintas embajadas han conseguido la información necesaria, al igual que la fructuosa colaboración con el pueblo Alvene - aquello demostraba que se la unión de las razas de Alleriah estaban siendo una realidad.

- La amenaza tiene un nombre: son los Nagahi, o como ahora se les conoce: los Alvene de la Luna. Son una facción de desterrados liderados por un psicópata que pretende conquistar la superficie. Nuestros corazones se sienten aliviados al comprobar que no se trata de un ataque del pueblo Alvene contra el pueblo Humano, sino que es un pequeño reducto, una rebelión desbocada la que está ocasionando esta masacre. Por fortuna tenemos ya cómo llegar hasta el corazón del asunto. Todos los ejércitos estarán listos en dos días y sinceramente, me encantará contar también con vuestra ayuda en el contraataque - se hizo un silencio sepulcral. La idea era clara: el líder de las facciones humanas os estaba pidiendo si queríais ir más allá y ayudar en el contraataque a los Alvene de la Luna, ¿entraría eso en vuestros planes?

El viaje había concluido con éxito. Habíamos logrado más de lo que esperaba y no me refería sólo a la alianza con los Orumitas, sino que veía un lazo fortificado entre los propios miembros del gremio aunque en un principio me opusiera a ello.

Durante el tiempo que estuvimos en Frostan, antes de la reunión, decidí dejar a ambos solos. Aproveché también ese pequeño descanso para meditar y pensar, sobre todo mentalizarme que la guerra estaba a punto de comenzar y debería enfrentarme a mis hermanos. Por suerte y alivio para mí la explicación del monarca me hizo ver que la amenaza no era toda la nación Alvene, sino un pequeño grupo.

Nagahi.- Había oído hablar de ellos pero en mi larga vida nunca los había visto, incluso me había olvidado momentáneamente de su existencia.- Contad con nuestra ayuda. Haremos todo lo que esté en nuestra mano.

Sin que ellos mismos lo supieran en ese momento, haber aceptado participar en el contraataque a la nación Nagashi había supuesto un antes y un después frente a la visión que se tenía de Los Nunca Olvidados.

Tan solo se necesitaron 3 días para organizarlo todo:

Para reunir los suministros.

Para reunir a todos los ejércitos aliados

Para planificar la ruta de ataque

Y sobre todo... para crear "La Compañía"

Ardron, asesorado por sus consejeros, consideró que las naciones humanas deberían tener una fuerza común para enfrentarse a enemigos también en común. Fue así como se estableció la creación de un único ejército liderado por el mismísimo regente de Frostan para lidiar los momentos de caos y más oscuridad... y Los Nunca Olvidados tuvieron un hueco en él.

Aquello no solo denotaría prestigio para el gremio, sino que justificaría que vuelven a ser un grupo de confianza y a la altura de las circunstancias. En el tercer día se repartió entre todos los integrantes armas, ropas y armaduras con el símbolo del León y el color gris y turquesa, ya que éstos representarían a La Compañía mientras estuviesen en activo.

En los libros de historia quedó registrado como aquel "Terror desde la profundidad", sirvió como precedente a lo que Alleriah necesitaba: unión entre las razas. La cuestión era ¿sería una buena idea de futuro?

Llegó el día de la partida. Casi un centenar de los mejores hombres y mujer marcharon por tierra y mar hasta el Archipiélago de Twinshok, allí los cuerpos de inteligencia descubrieron una entrada hasta el núcleo donde se originó la invasión. Fueron varias jornadas de viaje que sirvieron para reforzar la idea de que había que eliminar la amenaza.

Gracias a los aliados Alvene, se supo que el punto donde se iniciaría la contraofensiva era un el acceso a un templo donde se desterraba a los impuros. Esa teoría provocó que entre los miembros de La Compañía existiesen distintas versiones sobre cómo proceder ¿eran los Nagashis víctimas o verdugos? ¿Eran realmente maléficos o son las consecuencias de malas decisiones de los antepasados?

La flota se dividió en diversos puntos. Varios barcos se dirigieron a las islas del archipiélago que habían sido tomadas por los Nagashis, había que reconquistarlas para sus legítimos dueños, mientras que otro grupo de barcos (donde os encontrabais vosotros) ibais directamente a la boca del lobo... la batalla estaba a punto de comenzar.

A Ratko no le gustaban las armaduras, pues no era un guerrero sino un mago por tanto prefería portar ropas más livianas que le permitieran facilidad de movimiento, sin embargo teniendo en cuenta que se dirigían a la misma boca del lobo... aceptó no sin regañadientes la armadura que se diseñó especialmente para aquel ejército... al menos el color y el estilo estaban bien, se dijo a sí mismo cuando se vio ataviado de aquella guisa.

- Lo hubiera preferido en verde...- dijo por poner alguna pega mientras probaba a hacer varias genuflexiones para ver como se movía con tanto acero puesto- bueno... por lo menos se puede andar...- mientras pudiera realizar sus conjuros la cosa iría bien.

Tras aquello miró a sus compañeras, no estaba seguro de como saldrían parados de aquella batalla lo único que tenía claro es que Earendil tenía sus razones para querer participar en el combate, sobretodo teniendo en cuenta que el buen nombre de su gente estaba en juego, él por su parte como buen diabal... pasaba de todo, aquellas cosas no iban con él... sin embargo había una cosa que sí quería y era estar al lado de Shany... y Shany quería formar parte de aquella guerra, se sorprendió a sí mismo por toda la evolución que había llevado a cabo desde el inicio... o más bien desde que la orumita entró a formar parte del gremio. Jamás pensó que sería capaz de hacer algo así por nadie, sonrió con suavidad mientras sus ojos se posaban en la mujer de piel oscura, preguntándose si al acabar todo aquello tendría el privilegio de perderse en la anatomía de aquella fascinante y valiente mujer.

El viaje de regreso fue tranquilo, aunque Shany continuara reprochándose su “derrota”, se entretuvo hablando con Ratko, preguntándole muchas cosas sobre su hogar. Ella era curiosa por naturaleza y el que no estuviera aguijoneándoles con miles de preguntas era por conocer el poco gusto que tenían por las palabras. Pero, quizás para distraerse, dio rienda suelta a toda pregunta o duda que pudiera haber acumulado hasta ese momento. Al menos le distraía un poco del intenso calor y el peligro inminente de transitar esos parajes.

Al llegar al fin a Frostan, ser recibidos con muchos halagos y cordialidades que Shany atribuyó los muchos Orumitas que vendrían a rescatarles, se les concedió la decisión de luchar en esta inminente guerra o volver a su gremio. Eärendil no lo dudó un instante, aceptando inmiscuirse, a lo que la guerrera sonrió aprobadoramente. Sin duda su líder tenía deseos muy personales de ver finalizada esa guerra, la cual hizo sangrar profundamente a su gente. Entendía muy bien el amor por su tierra y personas, aunque a veces deseara depurar un poco a ciertos miembros de su cultura.

Luego se les entregó unas armaduras bastante vistosas que Shany aceptó de buen grado, pues para la guerrera una armadura era lo que para cualquier mujer era un vestido nuevo. Aunque en su caso revisó los posibles puntos débiles y como pudiera llegar a afectar sus movimientos. Así que partió con mucho entusiasmo, aunque nadie le advirtió de lo que vendría después.

Si hay algo que no abunda en el desierto, por no decir que no existe para nada, son los barcos. Y las dichosas islas estaban a muchas leguas de distancia en esos cascarones flotantes, los cuales se movían de un lado a otro, a capricho de algún dios molesto. Su entusiasmo pasó rápidamente a ser arrojado con fuertes ruidos por la borda y estar de un humor de perros por varios días.

-¿Quién inventó estas cosas? – solía decir con los ojos vidriosos y aferrando al borda, intentando ver tierra por alguno de los costados el barco. De no ser por eso, la experiencia de navegar habría sido muy satisfactoria para alguien como ella-. Eärendil debe estar feliz con tanta agua a su alrededor…

Prácticamente durante gran parte del viaje no vi al resto de integrantes del gremio. Ya no sólo era para dejarles su espacio de intimidad, sino que estaba rodeada de una pequeña parte de Alvenes, hermanos de sangre que hacía décadas que no veía y, aunque las conversaciones constaran de frases cortas y amplias miradas volví a sentir que estaba en casa.

Preparé todo lo necesario, colocándome la incómoda armadura que más que proteger parecía una campaña visual de lo que llegaba a la batalla. Estaba acostumbrada a telas livianas, tan suaves y finas que apenas parecía que llevaras nada, llegando algunos incluso a ir completamente desnudos para tener un mayor contacto con la naturaleza. Ahora mi cuerpo estaba cubierto por hierro fundido con detalles dorados, con una capa que ni sabía para qué servía y un escudo que apenas me representaba. Pero nos pagaban por ello, era el empujón que necesitaba el gremio para resurgir definitivamente de las cenizas y un motivo personal de limpiar el nombre de los míos.

Disfruté del trayecto en barco, quedándome siempre que podía en la proa para contemplar las ondas que se creaban en la apacible mar, perdida de forma hipnótica por el vibrar. Sólo levanté el rostro cuando habíamos llegado a nuestro destino, respirando profundamente el aire puro y preguntándome si sería la última vez que lo haría.

Ante el ejército de La Compañía se encontraba la entrada al mundo desconocido del territorio Nagashi. Una inscripción en la puerta de las ruinas misteriosas esclarecía un poco la situación. Solo aquellos cultos o con procedencia Alvene sabrían interpretar el texto.

"Y que tal y como dictaminan las escrituras, que el corrupto yazca en la plena oscuridad en sintonía con su alma"

Con cuidado pero sin dar un paso atrás, la expedición entró en las cuevas con intención de sacar a la luz todos sus secretos. La escasa iluminación fue contrarrestada por innumerables antorchas que dotaban de claridad a aquel complejo subterráneo que mostró ser más amplio de lo que parecía a simple vista.

Avanzasteis por túneles que serpenteaban de manera traviesa por el lugar. Os disteis cuenta rápidamente que aquel lugar podría ser en sí una trampa. La Compañía llegó a una conclusión inteligente: si seguían avanzando en un único grupo estarían obstaculizando a sus propias fuerzas, ya que aquellos que no estuviesen al principio o al final de la expedición se encontraban totalmente bloqueados entre sus compañeros.

Se aprovechó que se llegó a una gran sala donde desembocaban numerosos túneles para tomar la decisión más coherente: había que dividirse. Aunque a simple vista pareciese más peligroso, si se avanzaba en grupos reducidos de 3-4 personas existiría hueco suficiente para actuar con holgura, sin crear un cuello de botella.

Fue así como los miembros de Los Nunca Olvidados tuvieron la oportunidad de explorar aquel territorio oscuro de la mejor manera que sabían: en equipo.

Cuando finalmente pisaron tierra firme, Shany aun sentía que el mundo continuaba moviéndose en vaivenes molestos, pero tragó saliva soltando un suspiro. Ese mal no iba a impedirle continuar ayudando y luchando. Pronto se olvidó de esas molestas sensaciones, mucho más impresionada por estar en las entrañas de la tierra, allí donde el Padre Sol no tenía dominio. El aire frio se tornaba sofocante, sobre todo en las cavernas más pequeñas, pero ella se empecinaba en avanzar con la barbilla en alto.

-¿Saben que es lo más peligroso de un escorpión?- les preguntó a sus compañeros bajando la voz, como si temiera que “algo” más le oyera-. Que siempre ataca sin que te des cuenta- eran una compañía numerosa, con múltiples antorchas, haciendo un ruido de mil demonios, en territorio enemigo. Cualquier podría prepararles una emboscada, esos traicioneros túneles eran ideales para ello. Por eso cuando decidieron separarse, lo tomó como algo bueno, al menos para reconocer el terreno e ir mas sigilosamente…

Miró su armadura, esta brillaba al compás de las antorchas, arrugó el ceño molesta. Hubiera sido mejor algo de cuero, liviano y silencioso. Pero al menos era abrigada para soportar el frio de esas cuevas. Con su arma en mano, avanzó por uno de los túneles, intentando ver más allá del radio de luz de la antorcha, limite que parecía sumamente peligroso, estando literalmente a un paso de encontrarse de frente con un enemigo.

El viaje en barco finalmente concluyó sin ningún tipo de contratiempo, algo de agradecer para el demonio que prefería combatir con los pies en el suelo, sin embargo como era de esperar en cualquier guerra no tardaron en ponerse en marcha nuevamente, lo hicieron nada más desembarcar, dirigiéndose hacia unas mazmorras... al demonio no es que no le gustaran estos lugares, al fin y al cabo durante su vida había pasado muchos días y noches de estudio en ellas y eran un lugar estupendo para un mago como él, el problema es que eran territorio hostil y las cuevas solían conducir a lugares recónditos con sorpresas, algún tesoro y laberintos traicioneros... Además tenía muy mal recuerdo de la última vez que estuvo en una mazmorra donde a punto estuvo de quedar reducido a un ser sin cerebro ni voluntad... 

No obstante él avanzó antorcha en mano tras Shany agudizando sus sentidos, en aquel terreno lo esencial era estar prevenido.

-¿Saben que es lo más peligroso de un escorpión?- les preguntó a sus compañeros bajando la voz, como si temiera que “algo” más le oyera-. Que siempre ataca sin que te des cuenta

- Cierto...- dijo con su ambarinos ojos reluciendo a la luz del fuego de las antorchas mirando a su alrededor con cautela. 

A diferencia del resto, las cuevas que teníamos que cruzar me fascinaban.

Hacía tanto tiempo que no veía inscripciones en mi lengua natal que apenas recordaba el significado de las palabras, pasando la yema de los dedos ante las inscripciones y leyéndolas en voz alta para que todos tuvieran una traducción aproximada. Posiblemente sería un sentimiento que pocos conocían, puesto la vida humana era apenas un suspiro para nosotros y, cuando pasas tan lejos fuera de casa, cualquier apreciación que te recuerde a ello inunda de paz tu interior.

Con una antorcha en la mano, me adentré por las oscuras cuevas, manteniendo el fuego alzado y enfocando a las paredes por si encontraba otra pista, aunque también vigilando el suelo que pisaba. No sería la primera vez que mi despiste casi ocasiona una larga caída.

¿Saben que es lo más peligroso de un escorpión?- les preguntó a sus compañeros bajando la voz, como si temiera que “algo” más le oyera-. Que siempre ataca sin que te des cuenta-

- Y que, a pesar de morir, tienen la voluntad suficiente como para mover su aguijón para clavártelo.- Seguí con la metáfora de Shany, casi de manera inconsciente, mientras continuaba avanzando con cuidado.- Nos hemos enfrentado a ellos, sabemos sobre su fuerza y velocidad, sobre todo que las emboscadas son su fuerte. Tened cuidado.