Partida Rol por web

Ben esperó antes de meterse en ese cine que parecía una cueva de lobo. Volvió al baño y se fijó alrededor, si podía salir por allí sería mucho más seguro que meterse dentro del cine, mucho más. Se fijó en el tragaluz y para escapar había que abrirlo, de todas formas la abertura no era muy grande, podría quedar atorado. Él no era gordo ni mucho menos pero no sabía con exactitud si se podría meter y pasar al otro lado.

Ben estaba pensando si lo mejor era arriesgarse a volver al cine cuando notó el ducto de ventilación. Si se subía a algo podría meterse allí e ir gateando hasta encontrar una salida. También era oscuro pero supuestamente debería haber una salida cerca, y los bichos a estas horas dormían. Aunque encontrarse a alguno de ellos por allí... tampoco era demasiado alentador.

Entonces Ben sopesó sus opciones nuevamente y calculó 3:

Intentar subirse a algo y meterse por el tragaluz, especie de ventana pequeña, pero primero debería desencajarla ya que obviamente no tenía manera de abrirse por las buenas, meterse al ducto y esperar que gateando llegue a una salida en donde sí haya luz solar o volver al cine y tratar de correr hacia la puerta antes de que lo cacen. Eso si los bichos seguían allí.

Me quedé pensando en mis posibilidades, ninguna era fácil, me decidí por mi primera idea, intentar salir por ese tragaluz, aunque complicado, me daba salida directa al exterior, miré si había algún cubo de basura o papelera de esos que suelen haber en los aseos, para subirme a el y golpear con la culata de mi rifle contra el tragaluz, a ver si podía desencajarlo y colarme por él.

Sol. Es de dia. Hay que ponerse en marcha.

Hundiendo los codos y las rodillas en la paja, Richard se levantó pesadamente. Se sacudio rapidamente lo que se habia pegado a su ropa y acomodó la mochila a la espalda.
Cuando llegó al granero apenas tuvo tiempo de examinar el lugar, asi que comenzó a buscar algo util por el lugar. Como gran maniatico del tiempo que era tenia planeado el patron de busqueda y el tiempo que iba a dedicar a la tarea. Un maximo de 35 minutos serian suficientes para encontrar cualquier cosa que le viniese bien para continuar su viaje. Tardar mas seria una perdida de tiempo, tardar menos seria ineficiente.

La capacidad de Richard para contar mentalmente el tiempo no se debia a sus muchos años de estudio o a su brillante inteligencia. Fue una cualidad aprendida mediante la monotonia y la costumbre.
Cuando estaba recluido en el psiquiatrico le sedaban cada seis horas, y le obligaban a tomar tranquilizantes cada hora. Tras varios meses lograba saber con exactitud cuando iba a abrir la puerta de su habitacion e iban a entrar los celadores con la droga. Sin embargo, los medicos no debian tener esa exactitud, ya que a veces se retrasaban y otras, en cambio, se adelantaban a la prediccion de Richard.

Cuando Richard terminó el registro del granero quitó la barra con cuidado y entrebrió la puerta para asomarse al exterior. Al ver que no habia peligro decidió salir a reconocer rapidamente los alrededores del lugar que le habia servido de refugio durante la noche.

Carl se arrodillo junto al monticulo y dedico 5 minutos a recordar los buenos momentos con su mujer y su hijo, tambien recordo a sus buenos amigos, sin duda ellos tambien estarian muertos ahora.

Cuando acabo, se levanto, se limpio la tierra de los pantalones, recogio su mochila y miro de nuevo su reloj. Tenia tiempo de sobra, pero tendria que darse prisa, cuando se alejase de su casa probablemente seria dificil encontrar un refugio seguro y le dedicaria la mayor parte de la tarde.

Salio a la carretera y empezo a caminar hacia las tiendas. Lo primero seria la tienda de deportes, alli habria algo de municion y equipo de supervivencia, antibioticos de la farmacia, provisiones de algun supermercado y un cazo, tanto para cocinar como para hervir el agua

-tendria que haber hecho una lista de la compra- la voz de Carl sono como un graznido tras tanto tiempo sin decir nada, carraspeo un par de veces

-sin perder tiempo, la tienda de la señora Hart esa alli delante- "¿hablo conmigo mismo?, sonrio al darse cuenta de esto, pero el simple hecho de ver el cielo azul y escuchar una voz, aunque fuera la suya, le estaban levantando el animo tras tanto tiempo en silencio y oscuridad

Mientras seguia la carretera iba mirando por las ventanas rotas las casas junto al camino y recordando a los que vivian en ellas

-alguien mas debe estar vivo, no puedo ser el unico ¿no?- siguio avanzando unos metros en silencio como esperando que alguien le contestase -no, claro que no. Alguien mas debe haber sobrevivido- "ahora tambien me contesto a mi mismo, esto de volverse loco es muy rapido"

Ya estaba acercandose a la tienda de la señora Hart, "tenia una radio en el mostrador, si, lo recuerdo bien. Los supervivientes mandaran algun mensaje por radio, claro", miro de forma casi automatica su reloj y siguio adelante

Adam había estado viajando durante el día en una camioneta familiar. Se alejaba de Toronto, hacia el sur, con la esperanza de que, aunque los reportes no lo indicaran, allí hubiese una mejor perspectiva del asunto. De noche, dormía en su vehículo, bien tapado en el fondo. Las criaturas no lo notaban, la camioneta estaba tan desvencijada que nadie podría pensar que aún tenía uso.

Ahora eran las siete de la mañana y era hora segura para continuar el rumbo (de 7 am a ocho pm, cuando se ocultaba el sol). Adam estaba en una carretera desolada, aunque habían unas casas con cercas a los lados. Mientras se decidía a meterse en alguna para buscar algo que le sirva y notaba que el combustible comenzaba a escasear, recordó el comienzo de toda la locura.

Primero los científicos habían dicho que el virus era una ramificación de la aviar, el virus H1N1 había cambiado, mutado, se había distorsionado. Así nació el H2N1, lo que era simplemente una variación del original produjo transformaciones enormes en los afectados. Primero venía un frío extremo acompañado de fiebres elevadas, luego el sudor, los temblores, los vómitos negros y... finalmente, después de dos semanas, los enfermos morían.

Pero el H2N1 también mutó y antes de que los ciéntificos se pusieran de acuerdo en cómo, por qué y cuál sería la forma de evitarlo, el HHN1 acabó con media población y convirtió al otro 45 por ciento.

Entonces Adam perdió, uno a uno, a todos los que quería y, por lo que podía decir ahora, se sentía el último habitante del planeta. Respecto a las criaturas, "los Nocturnos", como algunos noticieros los habían bautizado... cuando aún había noticieros, sabía lo siguiente:

No eran vampiros o zombies: morían, no solo con un tiro sino con la luz del sol. No salían durante el día, se escondían en casas oscuras, agujeros debajo de la tierra y otras cosas así. Adam se acordó, mientras salía de su camioneta, de cuando vió al primer infectado. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Se acordó de sus ojos iluminados, su piel blanca como el papel, sus brazos tan largos que podían tocar el suelo; la espalda encorvada sobre la que sobresalían una especie de osamenta y las piernas con los dedos encorvados como garras. Era una imagen de mierda.

Joy recogió lo que encontró útil en la habitación del hotel. No halló una arma pero la barra de las cortinas, de un metro, serviría para un buen palazo, también se hizo de unas tijeras, por si la opción A fallaba. Empujó nuevamente el sillón y se acercó a la puerta, giró el pomo conteniendo la respiración. Abrió.

Frente a ella había un corredor tapizado, daba al ascensor directamente. Había una sola puerta, antes del ascensor que decía EXIT y era, obviamente una salida de emergencia. Si todo era como ella pensaba daría a unas escaleras que van de balcón a balcón y permiten salir por el edificio desde afuera. Joy tenía ya su mochila llena con comida, agua, y dulces, además de otros objetos, así que creía estar preparada para sobrevivir unos días aunque sea. También se había hecho con algo de ropa extra. Se sentía segura, en ese aspecto. Ahora podría irse o investigar más el hotel. Usar el ascensor o las escaleras, lo importante era recordar que todo lugar que no tuviera luz solar dentro, era peligroso.

Ya había aprendido de tanto huir que, cuando llegaba a una habitación oscura, había que abrir las ventanas, había que dejar entrar el sol. La luz eléctrica era lo mismo que nada...

Salir por afuera, bajar por el ascensor, investigar más el hotel o salir a la calle. Todas las posibilidades se arremolinaban en su cabeza.

Mark abrió las puertas del K Mart, totalmente. Él sabía que las criaturas tenían a un enemigo mortal bajo la forma de la luz del sol. Por otro lado, todo lugar al que ella no llegase, aunque sea un poco, era una boca de lobo. La luz eléctrica no les hacía absolutamente nada, así que, antes de entrar, si había alguno en la puerta, quería asegurarse de que no permaneciera allí.

No vió nada, sólo dos carritos tirados de costado y las cajas donde se cobraba el dinero, cuando esto todavía era un lugar para hacer las compras. Más al fondo se notaban las góndolas que, por lo que se veía a simple vista estaban aún con bastantes productos. Mark entró y se metió hasta la primera caja, la luz llegaba clara y fuerte allí. Vió las góndolas más de cerca y se metió en la primera. Era de productos de limpieza, la de alimentos estaba más al fondo. Había menos luz allí. Y las otras góndolas estaban sumidas en la oscuridad.

Mark hubiera querido que el K-Mart estuviera lleno de ventanas pero no había ninguna, ya que el sitio siempre tenía su iluminación artificial. Ahora incluso esa luz estaba apagada.

Un ruido sobresaltó al hombre pero era una rata que pasó entre sus piernas y se fue a la calle con rapidez. Mark largó un respiro, aliviado. Ahora tenía que ver qué cargar y hasta dónde iba a entrar...

Lenore sacó su carrito de las compras y se puso a caminar con él. La luz del sol era bonita, incluso en circunstancias tan horribles. Le daba en el cuerpo calentándolo un poco y renovando sus energías. Tenía que ir a comprar, renovar sus provisiones que eran escasas y eso estaba en su mente. En la calle habían varios autos abandonados, un micro y una bicicleta dormía, acostada en la primera esquina. A una cuadra ya se divisaba el supermercado de K.Mart. No tardaría mucho en llegar. Caminó la segunda cuadra escuchando el piar de unos pájaros y vió, alguno que otro gato esperar por su comida. Entonces se detuvo.

Las puertas del K.Mart estaban abiertas de par en par. Sintió un ruido en su interior y vió el perfil de un hombre revisando una de las góndolas. Ella estaba a medio metro nomás de las puertas principales y, dentro del super había luz de la calle, la que venía de afuera y penetraba por esas puertas. El hombre estaba más al fondo, después de la primera caja de cobro, un poco de luz también lo iluminaba a él, pero muy levemente.

Lucian cargó sus cosas en la mochila y salió al exterior. Era temprano, bien temprano y tenía tiempo de moverse, y eso era bueno. El chico vió que la casa de al lado estaba deshabitada, al menos eso indicaba su puerta completamente abierta. El sol iluminaba con fuerza desde el cielo, y aunque era temprano su luz le daba calor y energía. Estaba en algún lugar de Giorgia, en Gangrel, en una casa donde había vivido desde hacía tiempo pero que ahora parecía extraña. Si mal no recordaba, más al este se entraba en la ciudad, al sur se encontraba con un río, al norte habían más suburbios, como el de su casa y al oeste, no se acordaba ahora de qué había al oeste. No tenía un mapa a mano, pero aunque lo tuviese, ¿qué diferencia haría? Nada, absolutamente nada, le aseguraba que las cosas estuviesen donde habían estado antes.

Lucian pensaba cuál sería la mejor dirección a tomar cuando pareció ver un movimiento en la casa de tejado verde, una aledaña a la suya. Fue rápido, una sombra que pasó por la ventana. El joven no vió bien la misma, ni siquiera sabe si su imaginación le estaba jugando una mala pasada después de todo lo vivido.

 Country. Seguro que la camioneta era de algún visitante americano. De estos hippies sin oficio ni beneficio que se dedican a recorrer el país y Canadá de punta a punta. Llenaban Yellowstone con sus cámaras, sus ganas de ponerse frente al peligro para sacar buenas instantaneas. Más de una vez tuvo que ir a buscar, durante la noche, a alguno que se había saltado el cierre del parque. A veces deseaba que los osos los deboraban, al menos para darles a los demás un escarmiento. Si hay carteles que dicen "PELIGRO: OSOS PARDOS" es que hay osos, hay peligro, y de un zarpazo te pueden arrancar la cabeza.

 Pero Adam era de los que, si hacia falta, se pasaba noches rastreando para encontrar a los perdidos. Todos tenian familia, decian, y prefería quedarse dos días o los que fueran si pegar ojo, antes que darles la mala noticia. Era así de atento y de bueno. Mientras que sus compañleros le decian "vete a casa a dormir, mañana volveremos" él se quedaba. Oh... cuánto echaba de menos aquello. Pero lo que más echaba de menos era el momento en que llegaba a casa después de cerrar el parque.

 Las niñas estaban duchadas, con el pijama puesto, y no se iban a la cama sin darle las buenas noches a su padre. Hablaban de sus logros, malentendidos en el colegio "de mayores" como decía la mayor a su educación primaria, para chinchar a la pequeña que iba a preescolar. Eran tiempos felices. Cálidos. Luego su mujer, Susan, le preparaba una infusión caliente, o una taza de chocolate. Adam solía cenar en el parque, antes de cerrar. Esos momentos en que se tumbaba, frente a la chimenea, con su esposa para disfrutar de su compañia... Eran momentos cotidianos. Momentos que, mientras que para algunos pueden no tener nada de especial, para Adam significaban su vida. Una vida que se esfumó como de la noche a la mañana.

 De nuevo el nudo en la garganta. Tal vez fuera la tonadilla country deprimente, pero a Adam le empezaba a faltar el aire. Su camioneta hizo un pequeño ruidito, un pitido. La gasolina estaba en mínimos. Suerte que habia casas por ahí cerca, con garaje... en algún lugar tenían que tener algún bidón de gasolina, para motos o coches. Adam paró la camioneta y tomó la escopeta. Se echó un puñado de cartuchos que tomó de las reservas del parque, y salió. No sin antes tomar una panorámica general de lo que le rodeaba.

 Y se fijó en las casas. Las Víctimas, como él los llamaba, no podían soportar la luz solar, con lo cual... si una casa se mantiene con las ventanas y persianas cerradas a cal y canto... era una mala señal. Primero buscó una casa con las ventanas abiertas... al menos se aseguraria que hubiera luz en su interior. Y tras encontrar, pasaría y buscaría, escopeta en mano, bidones de combustible, víveres y, si tuviera suerte, algún arma y munición. Encendió la linterna, que adherió al cañón de la escopeta con cinta adhesiva, como esas escopetas que llevan los SWAT pero... un poco más cutres.

Al salir del vehículo, Rinus comprobó que se hallaba en un área de suburbios, dentro de Griffin, Georgia. Al menos eso decía un cartel un poco ladeado que colgaba de un barcito. Más que nada se encontraba rodeado de casas, casas y más casas. Todas tenían la estructura típica de ese tipo de zonas: bajas, de un piso o dos, de madera blanca, con tejados en pico, de aspecto acogedor. Tenían chimenea y jardín con cerca. Había dos que tenían signos importantes de destrozos, una con la puerta totalmente abierta, y aires de haberse prendido fuego hace un tiempo y la otra con un pedazo de pared caída, que daba a un baño.

Rinus estaba interesado en encontrar una gasolinera, pero por aquí mismo no se veía ninguna. Había, eso sí, otros vehículos aparcados. Rinus contó seis autos y un camión, de esos de carga. El camión estaba atravesando la calle que daba al norte. Tenía sus dos puertas totalmente abiertas; de los autos, uno estaba muy maltrecho pero los otros parecían sanos, al menos desde su vista.

Se puso los brazos en la cintura y pensó en sus posibilidades: las casas, los autos, el camión, seguir a pie... buscar refugio, etc.

Eran las 7:15 de la mañana, lo que al menos le tranquilizaba bastante.

Luz.

Al salir, percibo la luz. Luz como la que inspiró mi nombre al nacer, por aquellos a los que nunca llegué a conocer. Tengo entendido que fué lo único que me dejaron... Pero hasta eso, incluso, al parecer fué también sugerido e inspirado por mi abuelo, Sahaquiel. Después de todo, el fué mi único maestro, y siempre lo será.

Miro hacia arriba, hacia el cielo, y entonces, aquella luz me baña, me riega. Pero también me ciega. La luz me ciega. Sin embargo, al estar ciego, puedo ver mejor. Es esta una de mis frases, que hace tiempo creé... O quizá simplemente obtuve del entorno, del aire, proyectando mi imaginación hacia afuera.

Tras eso, miro hacia los lados. Hacia los cuatro puntos cardinales en específico. Una opción, posiblemente la mas lógica, y viable, sería la ciudad, donde encontraré provisiones en forma de algún alimento no perecible, dentro de algún supermercado o tienda de conveniencia. Al pensar la posibilidad, algo pasa, algo percibo.

Y entonces, el momento previo, de calma/inspiración muta, conversiona a ser un momento de miedo, y de temor. Todo por haber percibido una sombra, un rastro, el cual mis ojos, pequeños, pero expresivos, observan con enfasis, y dirección.

"¿Que ha sido eso...?" Se pregunta mi mente, mientras observo, quieto. No sé que ocurre, pero creo sospecharlo, o quizá estoy siendo paranico.

O quizá no. Quizá estoy acertando exactamente en lo correcto, tal como cuando mi lapiz impacta con su punta de manera exacta en el papel, al momento de escribir. Siento entonces, el temblor en mi cuerpo. Y luego de eso...

Audacia.

Agallas, osadía, brío, valor, coraje, determinación, "Testículos", en una vernácula mas vulgar, y muchos otros sinónimos que puedan venir a mi mente. Siento una leve audacia, necesidad de saber que hay ahí, quizá como si estuviese avanzando en el libro, que se puede difurcar en muchas opciones, y no sólo páginas hacia el frente para dar vuelta.

Me dirijo lentamente hacia la casa de tejado verde, en específico desplazándome hacia donde debería haberse dirigido la "Sombra" que acabo de ver. Destapo a medida que avanzo con cuidado, cual ninja, mi tubo de arquitectura, negro como las verdaderas tinieblas, y lo dejo con la tapa colgando a un lado, de modo que la empuñadura del objeto en su interior esté levemente manifiesta, estando el tubo diagonalizado en pos de mi torso. Sigo avanzando hacia la ventana, o por sus lados, a medida que mis nervios se van activando, mis músculos se van tensando, y me voy preparando...

Para lo que haya de salir en la siguiente página del libro.

- Bueno, aprovechemoslo mientras dure. - Sabía que el problema no era tanto de quien tenia el control como de si seria capaces de mantenerlas funcionando. La falta de personal seria evidente como el deterioro de la maquinaria... Pero bueno habia problemas más urgentes.

Necesitaria viveres, un mapa y con algo de suerte un vehiculo para poder huir a otro lugar... y armas... un cuchillo de cocina era su mejor baza por el momento, pero solo con eso no lograría gran cosa. Y herramientas...

Intentó preparar huevos, esperando que no estuviesen podridos para poder desayunar algo energetico y guardó el resto de las provisiones en la mochila. Revisó la sala en busca de algo mas que le pudiese servir como arma por si el cuchillo se volvia inutil en una situación incomoda.

Llenó un par de botellas de agua y las guardó tambien en la mochila. Con tres litros de agua tendria suficiente para toda su pequeña expedición sin necesidad de cargar mas de la cuenta. Las barricadas aguantaban bien asi que si queria salir lo mejor seria aprovechar la puerta de la terraza del 2º piso. Aunque para eso necesitaria una cuerda o una escalera...

Esperó un poco mas a que el sol estuviese algo mas alto antes de intentar salir a la calle. (sobre las 8 y media o asi, tiempo para preparse) Así evitaria que la agitación de los infectados por refugiarse le pillase saliendo de casa.

Sus manos soltaron la agarradera del carrito y temblaron en el aire. El resto de su cuerpo las siguió enseguida. Sintió un nudo en el estómago y las nauseas regresaron con fuerza. Encontrar a otro sobreviviente, en otro tipo de catástrofe hubiera resultado un consuelo, pero no en el fin del mundo. En el fin del mundo cada persona cuidaba de sí misma y se cuidaba de los demás. Lo había visto durante los disturbios. Las personas se mataban por comida o por un auto que les permitiera escapar de la ciudad o simplemente porque habían enloquecido. En esos días ella había permanecido oculta. El tumulto afuera duró varios días. Gritos, súplicas, imprecaciones, llantos, sirenas, disparos, explosiones, que se fueron acallando de a poco, hasta que una mañana, Lenore notó algo extraño: Era el silencio. El silencio que la acompañaría desde entonces. El silencio del cementerio.

Era mucho más probable que aquel hombre estuviera más interesado en violarla, matarla y comérsela que en ayudarla. Al menos no era uno de ellos. Ellos no iban a los K-Mart. Lenore retrocedió lentamente, apartándose del carrito. Se movió hacia un costado, para quedar oculta tras el extremo de una góndola. Se detuvo un instante y puso atención en los ruidos que provocaba el hombre, tratando de determinar la dirección de sus movimientos. Se movió hacia la salida, poniendo un pie cuidadosamente delante del otro, procurando hacer el menor ruido posible.

Ben no siente demasiados deseos de aventurarse en el cine o dentro del ducto de ventilación. Busca algo desde donde subirse y optar por el tragaluz. Encuentra un cesto de basura que bien le podría servir. Necesita, de todas formas, romper la ventanilla ya que el tragaluz, por ejercer solamente esa función, no permite apertura. Sube a él y lo golpea con la culata del rifle con la esperanza de no tener que dar demasiados golpes. No es que las criaturas vayan a entrar pero seguramente lo oirían. De todas formas, mientras la luz del sol esté en el recinto él está a salvo de ellas.

Richard tiene en claro dos cosas: quiere registrar el granero en busca de algo útil y que no se usen más de 35 minutos en el hecho. Comienza por la esquina sur, en la pared ve algo que bien puede servirle, es una guadaña de esas que se usan para sesgar el grano. Tiene casi un metro de largo y, en el extremo, tiene la temida media luna. Richard nota que no está muy afilada y algo de óxido la cubre, pero parece servir.

La toma y luego sigue revisando. Nota una soga también, en el extremo norte, es de unos varios metros, aunque ahora no piensa perder tiempo contando. Subiendo una escalerilla de madera, accede a un entrepiso, que da a esa única ventana por la que entra el sol. Sólo se ve el paisaje desde allí. Muchas casas de campo, varios graneros y cree ver una camioneta, un poco a la distancia. Baja y termina de revisar el este y oeste del sitio. Solamente nota a un conejo que salta sobre un montón de heno, hasta que el animal vé al hombre y se queda quieto, presa del miedo. Pone sus orejas hacia atrás.

Richard cree que esto es todo lo que el granero puede ofrecerle. Podría matar al conejo, o intentarlo, para tener algo más de comida. O simplemente tomar lo que ya encontró y salir.

Carl divisó la tienda de deportes. Se apresuró los últimos pasos para casi encontrarse delante de ella. La fachada seguía igual que como la recordara, la vidriera amplia, de unos 4 metros de largo por 3 de alto. Los maniquiés con ropa deportiva, aunque a uno le faltaba un brazo. Estantes exhibiendo artículos varios: se veía una pelota de handball, dos bates de beisball, varias pelotas del mismo deporte. Las etiquetas con los precios se habían caído, y había señales de excremento de rata en la parte inferior. Pero la tienda parecía ser la que él había frecuentado hace un poco más de un año.

Carl se dispuso a entrar cuando sintió ruidos en el interior. Había luz solar entrando por la vitrina, así que adentro el lugar también se iluminaba, permitiendo mostrar un largo mostrador, la caja donde se pagaba y la máquina que aceptaba las tarjetas de crédito. Más atrás, las repisas donde estaban los distintos artículos, ordenados por categoría, pero la parte del fondo, donde estaba el depósito y por donde se iban a buscar cosas que se habían agotado adelante, estaba sumida en las penumbras.

Carl volvió a escuchar el ruido, parecía el de algo cayéndose al suelo. Desde donde estaba, delante de la vidriera, aún fuera de la tienda, no podía ver más.

Con paso dubitativo, empezó a caminar hacia el camión para ver que había dentro. "Quizá trasportara alimentos en su dia...". Del resto de coches observó cual podría estar en mejor estado. .- Más de uno necesita una mano de pintura, verdad Rinus!.-... La casa con signos de haber sido destrozada por el fuego le llamaba la atención. Aunque siempre que veía algo fuera de lo normal, lo achacaba a signos de que los terribles humanoides estuvieran por allí. "Más vale ser precavido ante cualquier signo raro que pueda parecer peligroso" Ese era su pensmaiento.
.-Bueno, venga, revisamos el camión, vemos que coche podemos pillar, buscamos alguna tienda y nos largamos de aqui en un par de horas.- Hablaba en plural, cada vez más a menudo...cada vez le costaba más asimilar su soledad.

Había que ponerse manos a la obra, coloqué el cubo de la basura en posición invertida y me subí a él, comencé a emprenderla a golpes con el tragaluz con la esperanza de que no me llevase mucho tiempo desencajarlo.

- ¡Bien! – dije por lo bajo, no me lo podía creer, parece que le di justo donde había que darle, ahora me tenía que impulsar y salir por él.

Otra vez la sensación de la adrenalina bombeando a toda marcha. Mi propio pulso, obturándome los oidos. No importa cuantas veces hagas esto, meterse en un lugar en sombras te pone de los nervios cada vez. Afortunadamente todos los K-mart suelen tener la misma distribucion de pasillos y se donde están las cosas que necesito: víveres en conserva, botellas de agua...recuerdo entonces una idea que tuve hace poco, conseguir un gato hidráulico de la sección de automóviles, un juego de herremientas que me sirvan de ganzúas y , si paso por deportes, un bate de besibol para defenderme en las distancias cortas. Llevo la mochila al revés, abierta y colocada delante del pecho, de forma que sólo tengo que ir echando las cosas a medida que las encuentre.

En mi devenir, paso accidentalmente por la zona de licores. Me siento tentado de acudir al qhisky para olvidar. Pero no, aquello me cuesta la vida en Coastal Point. No puedo permitirme estar bebido si esas cosas atacan. Mejor sigo concentrado.