Partida Rol por web

 Sáuce se debatió unos minutos entre seguir o dejarlo ya. Al final optó por lo segundo: No era sensato armar escándalo en medio de la oscuridad, y su efectividad se vería reducida. Confió en que las trampas que había montado funcionaran como defensa, y se acurrucó entre los troncos, arropándose como podía. Durante unos segundos, buscó la mejor posición, la más oculta y disimulada, aunque no acabó de convencerse a sí mismo. Había elegido un mal sitio, pero ya era tarde para cambiar. Aunque eso supusiera su defunción...

No. No debía caer en la paranoia. Es verdad que podía esperarse casi cualquier cosa, pero si comenzaba a desconfiar de su propia sombra, no llegaría muy lejos. "Quién no arriesga no gana", decía siempre un agradable tendero allá en su distrito, su odiado distrito 6. Y no era del todo mentira. Claro que siempre es más fácil decirlo que hacerlo... Y más cuando la vida está en juego

Observó la noche, oscura y silenciosa. La noche lo perdonaba todo, lo escondía todo. La noche era ciega, la noche era cruel e inclemente, pero también redentora y benévola. Era una contradicción en sí misma. La noche guardaba los secretos. Y Sáuce, en este momento, tenía mucho que callarse, y poco que decir

¿A eso se reduce todo? Pensó ¿No es más que una simple actuación, una falsa verdad maquillada? ¿Somos juguetes, títeres sin alma, que hace tiempo dejaron de ver sus hilos?

No, al chico no le costaba mentir. Era algo tan innato para él como el respirar, o el caminar. Podía sonreír, podía llorar, podía aparentar. Su vida, en caso de salir de ahí, sería una mentira, un mero teatro de sombras y máscaras. Había dicho que sería presentador de los juegos. Había fingido sumisión, había asentido sobre aceptar las normas del Capitolio, siempre con una estúpida sonrisa en la cara. Y, hasta entonces, siempre había pensado que él tenía el control, que él les dominaba. Pero... ¿Y si fuera justamente al revés?

No quería pensar en eso. No quería pensar en nada. Siguió observando la oscuridad. Le gustaba la noche. Porque era absurda, era silenciosa. Porque perdonaba. Porque hacía recordar... Y, a veces, también te ayudaba a olvidar

Dejó su mente en blanco. Sí, mataría a todos esos tributos. Saldría vivo de la arena. Lo sabía, y estaba dispuesto a hacerlo. No tendría remordimientos, no se lo pensaría dos veces. No eran más que obstáculos a su supervivencia. Postes que rodear, dianas que derribar. Simples molestias en el camino. Nadie le impediría llegar a su meta. Daba igual si era el titiritero, o si era el títere. Ya que, allí dentro, lo único que importaba era poder despertarse para ver el amanecer al día siguiente

Esperó, respirando lo más bajo que podía, a que el cielo se iluminara

En su cara, dibujada una sonrisa

La noche cae y, expectante por saber quién era la muchacha que ha muerto bajo las fauces de aquel muto que viste, levantas la cabeza buscando entre las ramas y hojas un huequito por el que poder ver la fotografía de la que ya no será un problema en la Arena.
No recuerdas haber escuchado más cañonazos durante el día pero quién sabe...

Cuando el sueño parecía empezar a apoderarse de ti escuchas el himno del Capitolio y levantas rápidamente tu vista.

El cielo se ilumina con el Sello del Capitolio tan grande que casi no te alcanza la vista:

Y tras finalizar la música atronadora del himno solamente una imagen adorna el cielo, la única tributo que ha muerto en el segundo día de los Juegos, a la qe pertenecía las pocas cosas que pudiste encontrar en el lugar donde su cuerpo quedó sin vida. La tributo femenina del Distrito 3:

 Sáuce observó la imagen en el cielo, guardando silencio. Ocho tributos restantes. Siete vidas que tendría que quitar para salir de ahí. Ahora mismo, es distrito 3 debía encontrarse de luto. Al igual que el distrito 1, el día anterior. En apenas cuarenta y ocho horas, ya habían sido eliminados cuatro tributos, y aún quedaba para que terminaran los juegos, de eso no cabía duda. Cuatro distritos. Ocho almas encerradas en esa cárcel

La idea de que Briggitte siguiera viva le incomodaba y alegraba a partes iguales. La tributo parecía fácil de manipular, y, con un poco de tacto (y suerte) podría conseguir utilizarla para algo provechoso. Por otra parte, el hecho de que hubiera sobrevivido suponía que no era tan débil como había pensado en un principio... Y también que tenía que matarla

No dudaría. Iba a volver a su casa, pasara lo que pasara. Así les enseñaría a todos esos ingratos como el vivía a cuerpo de rey mientras ellos seguían nadando entre la mierda. Tampoco le desagradaba la idea de hacerse presentador, o mentor. Sí, era cierto que se había tirado el rollo con Fucsia para conseguir su apoyo, pero la verdad es que la idea no le acababa de desagradar...

No hagas planes, Sáuce. Lo primero es salir de aquí. Céntrate en lo importante

Se acordó de las palabras de la chica que ahora aparecía en el cielo, y no pudo evitar sonreír, divertido

Sí, prometí que volvería con él y es lo que pienso hacer sea como sea...

Su padre estaría destrozado. Claro, ella tenía una familia que la quería. En parte, Sáuce la compadecía. Atarte a otros te hacía débil. Él lo había aprendido a base de golpes. O trabajabas para ti mismo, o morías aplastado por el peso de la manada. Era ley de vida

Y luego estaba ese chico, que decía que iba a ser el salvador... ¡Ja! Sáuce encontraba la situación graciosa. Pero entonces se dio cuenta de que él estaba cayendo en el mismo pecado. Se había propuesto a sí mismo salir de ahí, y ya estaba haciendo planes para un futuro cuanto menos improbable. No, debía centrarse

Lo mejor será que vaya a dormir. Tengo que ahorrar energías

No hizo nada más durante la noche. No quería alertar a las bestias nocturnas. Tampoco durmió especialmente bien: Al principio, la angustia de ser encontrado le mantuvo en vela. Pero pronto su mente desconectó. Simplemente, necesitaba descansar

DIA 3:

Amaneces en un día nublado que más que animarte a seguir adelante en busca de agua parece quebrar tus esperanzas. No has dormido todo lo bien que se podría esperar, las noches son muy frías en este lugar.
Aún quedáis 8 tributos vivos en la Arena, no es difícil hacer los cálculos pues hasta hoy han caído ambos tributos de los Distritos 1 y 3 y del resto aún no se sabe nada.
Aún te queda una buena caminata para llegar a tu destino: aquel claro cercano a la montaña que te llamó la atención en dirección Oeste, pero si nada te retrasa deberías llegar durante el día de hoy y eso te anima un poco a pesar del triste cielo.

Tras despertarte del todo tratas de organizar lo poco que llevas y de mirar si las trampas que pusiste han surtido efecto, y con alegría ves que así ha sido. Un conejo pequeño y que sigue vivo se retuerce con una de sus patitas traseras atrapada en una de tus trampas para animales. Además, te das cuenta de que otra de las trampas ha saltado pero no hay ningún animal cerca de ella. Los palos con punta afilada han debido hacer bien su trabajo porque ves restros de sangre seca pero, sin duda, lo que fuese herido ha escapado.

 Se levantó gruñendo por lo bajo, mientras apartaba la lata, que se le había clavado en el costado durante la mitad de la noche, a un lado con un movimiento casi violento. Se quedó unos segundos mirando hacia arriba, ubicándose

Ah, sí. Los juegos

Por unos instantes había creído que estaría lejos de allí... En cualquier otro sitio. Daba igual donde... Sería mejor. Pero no era un buen momento para ponerse a quejarse. Tenía que reaccionar

Lo primero que hizo fue chequear su estado. Tenía las manos y pies entumecidos, y notaba como el cansancio se instalaba en su cuerpo, instándole a aprovechar algunas horas de luz para seguir durmiendo. Pero las horas de luz ya no existían en aquel lugar, y un cielo triste y grisáceo le devolvía la mirada, impávido  e indiferente. No. Había llegado un nuevo día

Revisó todas sus trampas. Una había sido bastante efectiva, y la sangre dejaba un rastro que se perdía en la lejanía. Se extrañaba de no haberse despertado, y se reprendió a sí mismo, a pesar de saber que no tenía la culpa. La próxima vez tendría que tener en cuenta ese factor: Que una trampa se activase no implicaba que el siguiera dormido o no. Tendría que pensar en algún sistema de hilos y tirones. Ya vería que hacía

Por suerte, en otra de las trampas había comida. Comida, que maravillosa palabra. No podía rechazar la idea de poder disfrutar de un conejo bien hecho, así que se acercó lentamente, preparado para acabar con su vida. Entonces se detuvo: No era tan sencillo. No se lo iba a comer crudo, y no tenía nada para cocinarlo. Un fuego alertaría a los otros, y tampoco tenía ningún río o similar para lavarlo. Sáuce no era tonto. Era perfectamente consciente de que comer carne cruda no era buena idea, no solo por el sabor (que, francamente, poco le importaba), si no por los riesgos que esto conllevaba para la salud. Diarreas y temblores eran consecuencias que no podía llegar a tolerar, y no hablamos ya de otras enfermedades más graves

Además, esta el hecho de que no tenía con que matarle

Pensó en varias opciones ¿Estrangularlo? No, se movía demasiado. Podía morderle, y pasaba de tener que lidiar con una herida infectada ¿Degollarlo? No, no tenía filo, y lo de usar los bordes de la lata parecía poco viable. Además, no era ningún experto cazando, y siempre estaba la cosa de que tendría que mantenerlo quieto para acertar en su cuello ¿Entonces qué? ¿Aplastarle la cabeza con una piedra? Quedaría hecho un asco... Y no sabía si le llegaría a matar

Decidió centrarse en sus habilidades. Usar las leyes de la naturaleza y de la física en su provecho ¿No había estado haciéndolo así hasta ese momento? Cogió una de las púas que había en el suelo, y luego buscó algún palo flexible. Tras unos cuantos minutos, montó una trampa extremadamente simple, pero eficaz, que colocó frente al conejo. Una vez la activara, la tensión del conjunto lanzaría el palo de la punta afilada hacia abajo, clavándolo con fuerza en el suelo... A través del conejo

Cuando se acercó con el ingenio, el conejo le miró. Había dejado de removerse, cegado por el dolor y el pánico, y daba bastante pena. Se puso nervioso nada más acercarse el chico, e intentó salir de ahí cuanto antes, pero su pierna aún estaba atrapada: No tenía salida. Sáuce no pudo evitar dudar durante unos segundos. Aquel era un ser vivo. Una vida, una historia. Sólo se lo pensó un momento. Luego, dejó saltar la trampa

Mata o muere

Aunque por un momento la pena y la indecisión se colaron en tu mente, rápidamente, tras el pequeño rato que te había llevado pensar y preparar la trampa, dejaste que saltase llevándose consigo la vida del pequeño conejo que había quedado atrapado durante la noche.
El golpe sordo y el sonido de la piel desgarrándose duran solamente un segundo pero te trae recuerdos, te asquea y te apena a partes iguales. Pero los Juegos son supervivencia y no se puede dejar escapar una ocasión así solamente por pena o asco.
Tal vez no te lo fueras a comer crudo ni tampoco ahora, pero ya tenías algo que poder llevarte a la boca si lograbas o decidías hacer un fuego más adelante.

Tras recoger todo lo que llevas y sumarle a ello el cadáver del conejo te acercas a la trampa de cuyo lugar sale un pequeño rastro de sangre. Puedes seguirlo sin problema pues, quien quiera que se dañase con la trampa, ha ido arrastrando los pies y dejando un hilillo de rojo líquido. Sin embago, tras unos 5 minutos siguiendo el rastro la sangre deja de verse tan claramente y, aunque podrías intentar seguir las huellas de esos pies arrastrándose, no sabes si hacerlo o seguir con tu plan inicial y caminar hacia el oeste.

Tus manos siguen entumecidas tras el frío nocturno y, aunque tus pies ya han despertado, notas un constante cosquilleo que te impide caminar todo lo rápido que querrías.

 Sáuce decidió ignorar el rastro de sangre. Lo primero era lo primero, y lo primero en este caso era proporcionarse agua fresca. La raza humana, por desgracia, necesitaba agua para vivir, por muy molesto que al chico le resultara ese pequeño inconveniente. Y el bosque implicaba poder calmar esa necesidad, así como también la de obtener comida (otra molesta necesidad). Claro que también implicaba que habría más tributos, y más criaturas hostiles

Pero tras un rato andando, se dio cuenta de que sus pies estaban en peor estado de lo que creía. Habían adquirido un tono algo pálido, y no estaba seguro de que ese dolor que sentía al pisar fuera algo totalmente normal. Así que decidió sentarse unos minutos a descansar, mientras se masajeaba la piel lenta pero constantemente. Mientras, echó un vistazo a su alrededor

La verdad es que se sentía expuesto. Esta vez no era él el que ponía trampas y se ocultaba a ver el resultado; Ahora él era el que podía caer en dichas trampas. Era el visitante, no el propietario de aquellos territorios. Debería cambiar ese factor pronto. Claro que al Capitolio no le gustaba que los tributos se quedaran mucho tiempo en el mismo sitio, y podían obligarle a salir de su escondite si acababa por perder audiencia. Tendría que pensar en algo. Ya vería en qué

 Bueno, será mejor pensar en algo para esto

Sáuce miró a su alrededor. A decir verdad, todo el asunto comenzaba a pintar algo feo, y debía pensar en alguna solución rápido. En los juegos del hambre, cada minuto contaba

Tras venir a tu mente la idea de apañarte las heridas con alguna planta medicinal de las que conocías, que no eran pocas precisamente, apenas tardaste unos 10 minutos en encontrar algo que te vendría de perlas, justo lo que necesitabas... más o menos:

Árnica, una bonita flor aparentemente inútil que, utilizándola para una infusión de sus flores secas o creando un ungüento con las mismas puede tener muchas aplicaciones: previene la aparición de hematomas tras un golpe; tiene valores antiinflamatorios, antibacterianos y es capaz de reducir la sensación de dolor en congelaciones (siempre que no haya ampolla ni herida abierta); y para dolores musculares en ocasiones es capaz de aliviar el dolor.

Contento con el hallazgo ta apresuras a guardártelas, pero antes intentas hacer algo con ellas para eliminar esa horrible sensación de cosquilleo de tus manos pero las flores recién cortadas no aportan nada. Sin embargo, sabes que en poco tiempo se secarán y, para hacer un ungüento eficaz, algo de la pomada que encontraste te vendría de perlas.

 Bien, pues tendría que esperar. No podía luchar contra los designios de la natura, y aquellas flores aún no estaban preparadas para su futura misión. Pero la espera podría ser demasiado larga, y quizás no tenía tanto tiempo. Se dio cuenta de que se encontraba en una encrucijada, como tantas otras: Podía esperar allí sentado, o seguir caminando. Eran dos opciones totalmente distintas, y con consecuencias imprevisibles

Se acordó de cierta historia que una vez le contaron en su distrito. El viejo Herber, un hombre maniático y algo loco, solía relatar sus memorias y cuentos a todo aquel que estuviera dispuesto a escuchar, y Sáuce solía ser uno de ellos. Una de esas historias le llamó bastante la atención: Herber decía que, en realidad, la vida era como un camino, largo y tedioso, en cuyo final estaba una laguna azul y cristalina, que simbolizaba nuestros sueños, nuestros objetivos. Durante el camino nos encontrábamos con diversas encrucijadas, divisiones del camino que nos llevaban por distintas sendas y carreteras. Algunas iban directas hacia la laguna, otras se separaban un poco pero al final volvían a unirse a la principal. Otras se perdían para siempre

En aquellos momentos, su laguna azul se basaba en un único objetivo: Salir de allí con vida. Claro que podía salir con un pie de menos, o sin un par de dedos, según el camino que tomase. Pero lo importante era salir. Y, según como lo veía, los dos caminos que se presentaban frente a él eran igual de peligrosos

Uno suponía que sus pies se recuperarían. Si descansaba, no habría demasiado riesgo a que se pusieran peor. Pero estaría a merced de las criaturas salvajes (lo que incluía, por desgracia, a otros tributos) y perdería un tiempo precioso en el que podría estar acercándose a su objetivo. Necesitaba agua, y un refugio, y el tiempo apremiaba

Por otra parte, seguir andando implicaba que quizás sus pies no aguantaban lo suficiente. Seguir forzando a su cuerpo a pesar de todo lo ocurrido le hacía pensar en imágenes de extremidades gangrenadas y amputaciones severas. Estaba claro que lo importante era salir de allí, daba igual como, pero aún quedaban muchos tributos vivos... Y una minusvalía como aquella supondría una muerte segura

Quitando el dolor

Al final, la ambición pudo más que la prudencia. Aún se sentía con fuerzas, y sí, dolía, pero no lo suficiente como para quedarse allí parado. Seguiría caminando, al menos hasta que su cuerpo le dijera "basta". Cada segundo contaba

Inspiró, y luego continuó con su viaje

Tras medio día andando sin parar de observar el proceso de deshidratación de las flores que has recogido, al fin ves que empiezan a parecerse a lo que necesitas. Sigues caminando, ahora algo más animado gracias a ello, pero deduces que la buena temperatura que reina durante el día ha ayudado a ello.

Poco después de lo que parece el medio día por la posición del sol, aunque sabes de sobra que en este lugar ni siquiera puedes fiarte de eso, decides que es hora de crear el ungüento, la mayor parte de las flores y sus pétalos están todo lo secos que pueden estar tras varias horas sin agua y con el sol y el calor incidiendo en ellas.
Colocas varias trampas a tu alrededor sin detenerte demasiado en la mayoría de ellas pues tampoco sabes cuánto estarás en ese lugar, todo lo escondido que consigues mantenerte.

Y entonces comienzas el proceso, llenas la lata vacía que llevas de las flores secas y con un palo, ni muy fino ni muy grueso, vas machacando sin prisa pero sin pausa las mismas hasta conseguir una homogeneidad idónea. Esto te lleva algún tiempo pues te cansas fácilmente, la falta de agua es más que considerable a estas alturas: un dolor de cabeza por deshidratación se acomoda en tu cuerpo, dejándote más débil de lo que ya estabas.

Pero tras lo que se te antoja una eternidad, aunque en realidad no sea más que algo más de media hora, consigues quedarte agusto con el resultado del machacar flores mezclando los trozos con la pomada para quemaduras que encontraste.
Cuando consideras que la mezcla ya es homogénea y útil te la aplicas en las zonas dañadas, dejándote llevar por el repentino alivio del mejunge contra tu piel, y quedándote allí descansando un rato más.

Tras el descanso bien merecido sigues caminando en dirección al oeste, el dolor de cabeza sigue pero tus pies han recobrado su color natural, eso es buena señal. Hacia el oeste, con la mira puesta en lo que te pareció que podía ser agua.

 Sáuce tuvo tiempo de reflexionar mientras la pomada hacía efecto. El siguiente paso era encontrar agua, aunque no sabía muy bien si el lugar al que se dirigía tendría algo parecido. Un río, un estanque... Cualquier cosa le habría valido. La deshidratación comenzaba a hacerse difícil de llevar, y la sangre del conejo que llevaba consigo ya estaba seca (además de que le parecía bastante poco probable que beber sangre de un animal muerto hacía ya un par de horas fuera a ser bueno para su cuerpo). No, tenía que buscar agua pura. Pero no había ningún arroyo a la vista, ningún charco que pudiera usar al menos para almacenar agua sucia. Nada

Cuando se puso de nuevo en movimiento, lo hizo con más apremio, dejando las trampas ahí colocadas sin importarle mucho que alguien fuera a caer en ellas. Podrían rastrearle, sí, pero él ya estaría muy lejos de allí cuando ocurriera... Y, con un poco de suerte, se llevarían a algún tributo por delante. Era una posibilidad muy remota, pero había que ser prácticos. Y todo era posible en los juegos

Algo sorprendido de su aparente falta de remordimientos al respecto, siguió dirigiéndose hacia el oeste, mientras intentaba buscar una solución a su problema actual: El agua

A pesar del empeño en buscar agua por más que miras en todas las hojas bajas y arbustos en busca de una diminuta gota no tardas en darte cuenta de que o hallarás agua por allí. A pesar del verdor que domina la mayor parte del bosque y de las plantas que has visto hasta ahora, parece que los Vigilantes han decidido que el agua debe escasear.

Recuerdas ahora, especialmente con envidia, como hace tan solo un par de años practicamente toda la Arena estaba inundada de agua, dulce en algunas partes pero salada también. Muchos tributos murieron enseguida al no saber nadar bien, y los animales salvajes que había bajo el mar eran casi peores que todos los que se habían visto hasta entonces en tierra firme. Fueron unos Juegos muy sangrientos y cortos. No tienes muy claro si sentir envidia de aquellos tributos es muy bueno, por mucha sed que tengas.

A pesar de que parece que la pomada no te ha hecho gran cosa, tus pies poco a poco, lentamente, van recargándose de energía y cada vez te cuesta un poco menos caminar, aunque tu paso no es todo lo rápido que te gustaría.

 La duda se asentaba cada vez más hondo en la cabeza de Sáuce: ¿Estaba apostando por el caballo perdedor? ¿Arriesgaba demasiado al buscar el agua lejos de las zonas más llamativas o desprotegidas? No lo sabía. Pero una cosa estaba clara: Ya no había marcha atrás. Desandar lo andado sería contraproducente, ya que estaba claro que no había ninguna fuente de agua detrás. El lago del este era un imán de tributos, más aún al quedar la Cornucopia vedada por esa... Cosa. Y Sáuce no estaba preparado para el combate directo. No, ese no era su estilo. Si hubiera ido ahí desde el principio podría al menos intentar contar con la ventaja de ser el primero, pero ya era tarde, y probablemente habría un par de tributos establecidos junto a tan jugosa recompensa

No, debía seguir caminando. Era la única opción. La montaña no ofrecía ningún incentivo claro, y el sur era casi como un suicidio con ese monstruo rondando por los alrededores. El este habría sido una posibilidad, pero era demasiado arriesgada y ya estaba descartada. Sólo le quedaba una opción: Seguir andando. Y rezar. Nunca había sido especialmente místico o religioso, pero una pequeña plegaria a los cielos no haría daño a nadie

No bajó la guardia. Pero comenzaba a sentirse algo molesto. ¿Qué pasaba con Mel? A estas alturas ya debería haber convencido a los patrocinadores para hacerle un regalo decente. Vale que no aparentara ser el más robusto ni el mejor superviviente, pero había caído bien al público. ¿Tanto les costaba mandarle una botellita?

Intentó humedecerse los labios, pero no hubo manera. Tenía la boca seca. Algo molesto, se inclinó a recoger una piedrecilla del suelo, no mayor que la punta de su dedo índice, y, tras limpiarla un poco, se la metió en la boca. Un viejo truco que una vez le contaron: Al remover la piedra dentro de la boca, el organismo se obligaba a salivar, humedeciendo los labios y el paladar lo suficiente como para ofrecer una sensación de cierta hidratación. Burda manera del cuerpo para "engañarse a sí mismo", y poder quemar sus energías sin acusar tan duramente la falta de agua. Por desgracia, era un truco bastante simplón y muchas veces inefectivo, pero en esos momentos al chico no se le ocurría nada más. Le dolía reconocerlo, a él que siempre buscaba tener cierto control sobre la situación, pero en esos momentos estaba a merced de la suerte, los vigilantes, y los patrocinadores

Aún así, no desfallecería. Eso nunca

Cuando llevas apenas una hora andando por el bosque, en dirección al noroeste, escuchas muy cerca de ti un grito de dolor, de horror. Tu primera decisión es no acercarte, es fácil saber que el grito pertenece a un chico, sin embargo la curiosidad hace que te muevas en la dirección de la que venían los gritos.

Cuando estás a poco metros puedes ver con cierta claridad, entre la protección que te ofrecen los arbustos y los árboles, la pelea que se está llevando a cabo.
Ves en primer lugar a Izan, el muchacho grande y alto del Distrito 5, que es quien profiere esos gritos de horror, y es que no es para menos: está a pocos metros de ti, con la pierna izquierda amputada de un solo tajo, gritado sin parar y sangrando abundantemente aunque aún consciente, por desgracia para él.
Delante de él se encuentra su compañera de distrito: la niña de pocos años rubia, pequeña y pecosa. Duna, que es su nombre, está intentando luchar contra la que reconoces que es Brigitte, aunque tiene un aspecto horrible. Un montón de ampollas y pústulas llenan su piel desde el hombro que tiene al descubierto, subiéndole por todo el cuello e invadiendo también parte de su rostro. Entonces recuerdas que se quedó atrás cuando tú divisaste el nido de rastrevíspulas. Debiero picarle, tiene muy mal aspecto y en su cara se nota que el cansancio por la pelea le está haciendo mella.

Sin embargo y, para tu asombro y el de Izan, tras varios intentos fallidos de dañarse entre ambas muchachas, Brig, que porta una gran espada, lanza un último y desesperado ataque que separa la cabeza de Duna del resto de su cuerpo, que cae cerca de ti y de su compañero.
El sonido del cañonazo que anuncia la muerte de la chiquilla retumba en tus oídos:

 Ver al chico mutilado no fue ni la mitad de impactante que observar como su compañera, probablemente debilitada y cubierta de pústulas, seccionaba la cabeza de la niña rubia de forma limpia aunque sangrienta. No tanto por el dantesco espectáculo, ya que Sáuce había tenido tiempo de sobra para observar brutalidades varias en su antiguo Distrito, si no por la repentina aceptación de que su compañera de distrito podría ser un depredador temible antes que una marioneta utilizable, como había llegado a pensar en más de un momento. Nadie usaba una espada así sin tener unas mínimas nociones de combate, ni tampoco se mantenía en pie tan fácilmente a pesar de sus heridas y pústulas. No, Briggitte acaba de convertirse en un motivo de atención... Y también en un posible peligro

Ni siquiera se preocupó lo más mínimo por el chico que yacía en el suelo sobre un charco escarlata. Para él (y para el resto de Panem), ese chico había muerto en el mismo momento de perder su pierna. Pero Briggitte era diferente. Sí, estaba muy mal, pero si había logrado aguantar hasta ahora (E incluso vencido a un par de tributos) en ese estado, era un rival a tener en cuenta. Más suponiendo que esas acciones le granjearían popularidad... Y patrocinadores

Y ahora, debía decidir que hacer. Según como lo veía, tenía tres opciones:

La primera, obviamente, salir de ahí. Antes que enfrentarse a la furia asesina de su compañera, que quizás no acababa de olvidar que la había dejado atrás sin ninguna clase de remordimiento

La segunda, quedarse para observar el resto de la escena. Aquí dependían varios factores, en especial, la suerte y su capacidad de sigilo y ocultación. La curiosidad mató al gato, decían allí en el distrito, y en parte, era cierto. Por muy bueno que fuera fundiéndose con el entorno, si Briggitte tomaba su dirección una vez acabada la matanza, habría grandes posibilidades de que le encontrara... Y descubriera que había estado observando

La última, y más arriesgada, mostrarse. Quedó descartada casi desde el principio. Vale que su compañera no supiera aún de sus oscuras maquinaciones y de su mente retorcida (Bueno, puede que algo se oliera ya), pero si había pasado del modo "Ir en equipo" al modo "Asesina de tributos" definitivamente, a Sáuce no le esperaba más que la muerte. Pero no todo eran inconvenientes: Briggitte estaba débil, y quizás confiaba en él al no ver otra salida clara. Puede que incluso si le ofrecía pomada, podría llegar a conseguir su cooperación total. Pero era arriesgar mucho. Lanzar una moneda a cara o cruz. Ir con otros tributos podría suponer la muerte, si no se guardaban las espaldas. ¿Quién le aseguraba que Briggitte no acabaría con él mientras dormía una vez se hubiera recuperado? Él, al menos, sí que lo haría sin pensarlo dos veces

Ah, bueno. Ahora que se ponía a pensar, quizás había una cuarta opción. Era arriesgada, muy arriesgada, pero podría merecer la pena: Espiar a Briggitte. Seguirla de lejos, observar sus movimientos. Y acabar con ella cuando estuviera desprotegida. Al fin y al cabo, tenía armas. Y provisiones. Y lo que tuvieran esos chicos en la mochila, también era ahora suyo. Quizás tenía hasta agua. Ahora, si le descubría, sería el fin. Podría alegar que la estaba siguiendo oculto porque tenía miedo de lo que podría hacerle si se mostraba, pero esa excusa no sonaría muy creíble. Siempre podía escapar, aún así

Vaya, y ahora eran cuatro opciones

Maldita sea