Partida Rol por web

¿Imin era un jefe de la Mano Serpentina? Por lo que sabían, los ladrones de la Mano Serpentina estaban bajo el control de la Madre de las Serpientes. O al menos, le daban una parte de sus ganancias. Y el Loto Negro, la ladrona del cáliz, era uno de los lugartenientes de la Madre. No le sorprendía que hubiese una conexión entre Khaibet y la Madre, siendo los dos yuan-ti, pero suponía que Khibet no estaría dentro del grupo y habrían usado un intermediario para evitar que los demás de la organización se mezclaran en sus asuntos. Pero si Imin ya podía hacer de enlace entre los dos, ¿por qué no conseguía directamente Imin el cáliz de la Madre?¿Por qué otro intermediario?¿Es que acaso el tal Khaibet no quería que la Madre supiese de su implicación? Quizás estaba siendo demasiado simplista pensando que porque fuesen yuan-ti los dos estaban relacionados. Aunque los no humanos no eran habitales en Majoor, imaginaba que en ocasiones podían coincidir. Pero todas esas cuestiones eran secundarias. Lo importante ahora era encontrar a Imir. A a través de él, a Khaibet y al cáliz.

-Es difícil dar lecciones a quien no se puede encontrar. -Le dijo a Meryet-Y a juzgar por lo que los demás en el bazar nos han contado, Imir debe ser invisible como la brisa y silencioso como un ratón, porque todos nos dicen que no saben nada de él. ¿Tú puedes decirnos cómo llegar hasta Imir?

Desde la lejanía, vio la actuación de sus compañeros con la frutera.

Siguió escuchando en segundo plano, pero atento por si tenía que intervenir en algún momento de la conversación. Igual su presencia o sus palabras podrían dar más presencia al grupo, pero por otro lado, desvelaría que el templo de Toth estaba detrás de aquella alimaña criminal... y por el momento debían ser discretos.

Esperaba que las ganas de justicia de la mujer de la fruta soltaran su lengua.

Amuir suspiró cuando Khefera ensartó la granada, la que él quería comerse porque tenía muy buen aspecto. Tuvo que elegir otra pieza y le tiró las monedas a la mujer.

-Estamos aquí para eso, supongo -respondió cuando la vendedora preguntó si iba a darles su merecido.

Madsul se extrañó cuando la frutera dijo que Imim estaba con la Mano Serpentina. Algo no terminaba de encajarle en todo aquello, pero tal vez fuese fruto de alguna confusión. En todo caso, la mujer parecía dispuesta colaborar, y eso le hizo respirar aliviado. Esbozando una sonrisa, continuó con la conversación.

- Sin duda ayudaremos encantados a las buenas y honradas gentes del bazar, si sufren el azote de la maliciosa Mano Serpentina. - dijo el nómada - Pero, como dice la sabia amiga de uno, para ello hemos de saber dónde hallarlos, pues son escurridizos como las serpientes a las que deben su nombre. ¿Pasean a menudo por este bazar, acompañados de ese Imim?

Si la frutera no podía decirles el escondrijo, quizá si pudiese darles seña de cuándo interceptar al tal Imim, y de cuántos le acompañaban, lo que bien podía dar una idea de cuán peligroso era realmente...

—No lo sé. No sé cómo es Imin físicamente, así que podría estar en el bazar ahora mismo y no lo reconocería —admitió Meryet—. Lo que sí sé es dónde se esconden esas ratas de la Mano Serpentina. ¡Veréis! Unos extranjeros como vosotros quizá no lo sepáis, pero Majoor fue construida sobre las ruinas de una ciudad antigua. Los mascarinos o algo así. Bajo la ciudad hay otra ciudad, muchas de sus antiguas calles se han convertido en túneles que utilizan los ladrones, piratas, contrabandistas y gentes de esa calaña para sus chanchullos. Son tan extensos que los hombres del precepto no tienen números para mantenerlos vigilados. Seguro que encontraréis a Imin si localizáis la guarida de la Mano Serpentina. O al menos a alguien que pueda deciros dónde está.

»Yo buscaría por el Cenagal. El terreno está hundido y será más fácil acceder a la ciudad mascarina desde allí. Quizá alguien que viva en ese estercolero os pueda decir qué entrada concreta usan las Manos Serpentinas. Ahora, espero que tengáis algo para protegeros de la Maldición Carmesí. El Cenagal es uno de los focos más importantes de la enfermedad.

Dirigió una mirada silenciosa a los demás. Bien, las noticias eran cada vez mejores. Parecía claro que iban a tener que bajar a la subciudad. Y si ya sonaba lo suficientemente peligrosa cuando sabían que estaba llena de trampas, constructos y toda clase de peligros mágicos desconocidos, y, no lo olvidemos, en penligro de derrumbarse, ahora además resultaba que estaba llena de criminales. Y que probablemente Imin (y seguramente Khaibet) no estaba solo, sino rodeado de su camarilla de ladrones y asesinos de la Mano Serpentina.

Y aún no sabían cómo reconocer a Imin cuando lo encontraran.

-Así que allí hay un foco importante. Tiene sentido, porque la gente no tendrá dinero para cuidarse. Supongo que si los de la Mano Serpentina salen del Cenagal, también estarán expuestos a la enfermedad. ¿Has visto muchos enfermos entre ellos? Porque me extraña que os den problemas si están cayendo con la enfermedad.

Kéfera miró a Amuir esperando que éste cogiera la granada, pero al ver que rechazaba su ofrecimiento, se llevó la espada hacía sí misma y destrinchó la granada.

Según la separó de la espada, se podía ver lo jugosa que estaba, pues dejó un reguero con su jugo a lo largo del arma... y Kéfera aprovechó a partirla a la mitad. Bajó la espada rápidamente sacudiéndola y la volvió a enfundar.

Degustó un pequeño bocado, estaba jugosa, deliciosa... no parecía quererlo admitir, pero en  su cara se podía ver que el género era bueno.

Después de devorar la granada, que no había nada más delicioso que una buena fruta "prestada", Kéfera comenzaba a sacar alguna conclusión sobre la conversación que se trastabilleaba por detrás.

- Entonfes... - decía mientras masticaba otro bocado - difes que for los funelef, bafo fiudad - tragó la fruta, pues se dio cuenta de que a penas se la entendía - Los túneles...¿habrá mapas por algún lado? ¿conoces algo... o te suena el haber escuchado la existencia de algo de ello?

Dejó unos instantes, se quedó callada pensando.

- Perdona... por lo de antes, - se disculpó - pero últimamente por aquí parece que todo el mundo solo entiende dos idiomas: la amenaza o el soborno, y yo no tengo una moneda.

Madsul hizo un gesto de agradecimiento a Meryet, pues la frutera les había dado una información que podía resultar muy valiosa. Ya iba a despedirse de ella, pues parecía que todos sus pasos les conducían inevitablemente al cenagal, pero sus compañeras plantearon nuevas preguntas, que sin duda eran muy pertinentes, aunque quizá aquella frutera ignorase las respuestas. Así pues, quedó esperando a ver si Meryet podía decirles algo más.

—Todo el mundo está teniendo problemas con la enfermedad con la Maldición Escarlata —le respondió Meryet a Nathifa—. Y la Mano Serpentina no son ninguna excepción. Pero que se acerquen a tu puesto con esas llagas en la piel es aún más molesto y peligroso que lo normal.

Enarcó una ceja en dirección a Kéfera con media sonrisa vengativa. Quién sabía si alguien enfermo había tocado antes esa granada con sus manos infectadas cubiertas de heridas...

—Supongo que si buscáis planos tendréis que hablar con los ingenieros de la ciudad, pero dudo que os los entreguen así como así. Hay un equipo trabajando en el Cenagal, tengo entendido. Quizá les podríais preguntar a ellos. Y espero que sí pagues por la fruta que te estás comiendo. 

Desde su posición en segundo plano, Shem analizó la información difundida por la frutera.

Estaba claro que todo seguía apuntando más y más a las ruinas subterráneas... lo cual era un inconveniente para él, porque su presencia pondría en peligro al grupo.

No obstante, si aquello parecía la solución a aquel dilema, había un par de ideas que le saltaban por la cabeza antes de entrar a ciegas en un lugar así.

Lanzó una mirada hacia Khéfera. La fiel de Toth estaba demostrando unos modales algo... toscos. Era normal que la mujer pidiera una compensación por la fruta devorada, asi que esperó a ver si alguno de sus compañeros tenían algo más que añadir.

Si el origen de la enfermedad tenía algo que ver con Khaibet, era posible que usaran a sus propios hombres para propagarla, y que el Cenagal, donde se encontraba su base, fuese uno de los sitios más afectados. O puede simplemente que la gente del Cenagal fueran pobres y estuvieran hacinados. Si la amenaza sobre el poder oscuro en la subciudad se refería a la enfermedad o a otra amenaza aún por activar, era posible que no lo averiguaran hasta que encontraran a Khaibet. Con suerte, no tenía aún más males que extender sobre Majoor.

-Gracias por tu ayuda. Haremos lo que podamos. Pero será mucho más que lo que podríamos hacer si nadie nos hubiera dicho nada.-Le dijo a Meryet.

No quería hacerle promesas que no podía cumplir. Localizar a una persona como Imir o Khaibet y detenerlos era una cosa. Acabar con una organización como la Mano Serpentina era otra. Y ellos eran sólo seis. Pero si había suerte, descabezarlos de sus mandos sería un duro golpe.

Miró a los demás para ver si estaban listos para partir o tenían más preguntas.

Madsul inclinó de nuevo la testa en un gesto de agradecimiento.

- Gracias, frutera Meryet. Que los dioses sean propicios a tu negocio.

Y dicho aquello, se dispuso a marchar con los demás.

Amuir lanzó otro suspiro y pagó la fruta que él había cogido y la que se había comido Kéfera. Pero ante el comentario que hizo la frutera, decidió darle la granada a su compañera.

-Volvamos sobre nuestros pasos, entonces -propuso.

Finalmente, cuando las deudas fueron saldadas y se dispusieron a realizar el camino contrario, Shem se dispuso de nuevo junto a sus compañeros de peripecias...

Ya lejos de oídos ajenos -el sacerdote echó un par de vistazos alrededor- lanzó un par de ideas:

-Aunque nuestro destino parece estar dentro de la subciudad, no creo que sea buena idea entrar a ciegas. Las gentes del Cenagal podrían saber algo y están necesitados, por lo que seguramente podríamos encontrar alguien que sepa algo... por lo menos porqué agujero salen esos ladrones... o la otra opción es aguardar a ver un grupo de esos maleantes e interceptarlo. -dicho aquello, el sacerdote se quedó expectante.

Madsul se aproximó a Shem y a sus compañeros, una vez hubieron dejado atrás a la frutera, y comentó, también en voz baja, lo que su mente nómada barruntaba.

- Las palabras del venerable Shem son sabias. - dijo - Mas uno piensa que, si alguien tiene un mapa de ese lugar, es ese hombrecillo gnomo, el furioso Harles. Quizá podríamos adentrarnos en su local y tomar prestado alguno de esos planos, para devolvérselo más tarde.

Hizo un gesto con las manos, como de coger con rapidez un objeto, y sonrió.

- Si nuestros venerables no se ofenden de tales acciones, claro está. - miró a Shem, y, por un momento, pensó en Xanjahar. Pero el paladín no iba con ellos.

La exploradora miró a ambos lados, pues la pedían algo que ella no tenía, monedas. Fue a echarse mano de la bolsita que habitualmente llevaba colgada del cinturón, pero en ésta ocasión no había bolsita en la que buscar... ya no lo recordaba, pero se gastó todo su oro en algún cahivache.

Miró a Meryet, y con una cara de culpabilidad y vergüenza fue a contestarla la realidad, no tenía ni una triste moneda.

Fue ese momento, en el que Amuir se adelantó y pagó directamente lo de los dos. Kéfera no sabía si porque sabía que no llevaba nada o por evitar cualquier situación de confrontación. Asintió mirando al asesino, pero no dijo nada, se guardó el poco orgullo que le quedaba en ese instante, para después agachar la cabeza y asentir a la frutera.

- Gracias. - se despidió para después levantar la vista y darse la vuelta sin esperar nada a cambio, pues ella tampoco lo había entregado.

Una vez se volvieron a perder por el mercado, se sumó a la conversación. 

- Quizá lo más sensato será ir al cenagal, si hay obreros... hay planos - dedujo en voz alta - pero visitar al gnomo chupatintas ese... - golpeó su puño derecho contra la palma de la otra - le tengo ganas.

-Quizás Amuir pudiese hablar con él para intentar obtener esos planos. Parece que es hacia quien el erudito Hamweather siente algo más de simpatía. O menos antipatía, al menos-Se encogió de hombros-. Y si se niega, crear una distracción fuera para que Hamweather salga para darle la oportunidad a Amuir dentro de examinar él mismo los planos, siempre es una posibilidad. Pero preferiría que no usásemos la violencia sobre los ciudadanos-bien, no podía decirse que Hamweather fuese inocente. Al menos no del todo. Pero no era exactamente un peligro.- no demasiado criminales de la ciudad, mientras no sea necesario. Disculpadme, señora Kéfera, pero Hamweather tiene una trabajo que cumplir, para lo que necesita sus dedos intactos y ojos que no estén cerrados por moratones. Y no creo que sus patrones, que supongo son el gobierno de la ciudad, vieran con buenos ojos que interfiriésemos sin buenos motivos.

-No estoy tan convencido de que Amuir sea bien recibido por el gnomo. Después de todo, le contrató para protegerle y usó esa confianza para colarnos en la tienda. De hecho... le despidió. -hizo una breve pausa y lanzó una mirada levemente reprobatoria seguida de una negación con la cabeza- No obstante estoy con la dama Nathifa, Khéfera. No tenemos motivos legales para emprenderla a golpes con el ingeniero... en cuanto a tomarle prestado los mapas... será un préstamo y no me parece mala la idea de crear una distracción para asegurarse el hecho de entrar y tomarlos de forma discreta... aunque tened en cuenta que igual podrían ser difíciles de interpretar... 

- Efectivamente, - respondió con un gesto de satisfacción - Amuir lo tendrá complicado. Perdió su confianza y a sus ojos, parece que lo traicionó. - pensó durante unos instantes. - Creo que lo más sensato será robarle. Si creéis que Amuir no será capaz de hacerlo... me ofrezco voluntaria. Quizá no sea la mejor, pero he de reconocer que todo eso no se me hace mal.

Todos parecían en contra de la exploradora, tan devota hacia su Dios, pero tan castigadora hacia los demás, los que no le rendían culto,  quizás había sido la sociedad, o un simple tumor. Sea como fuere, la dejaba fuera de la ecuación

Amuir se sentía un poco extraño, sus compañeros se estaban obcecando con el gnomo, cuando había otras opciones para seguir investigando. Buscar en Harles un plano para la subciudad era una buena idea, pero robárselo era otra cuestión, y que eso lo planteara un sacerdote le resultó aún más raro.

-Iré a hablar con Harles. A solas, sí. Intentaré razonar con él, si es que el muy cabezota quiere escucharme. Robarle los planos sería demasiado, si no quiere colaborar no podemos forzarlo. Pero bueno, descartaré la vía diplomática primero.

Dicho aquello, el hermano de Osiris se dirigió hacia la tienda del gnomo para conversar con él.

Pues me voy a la tienda de Harles para hablar con él.