Partida Rol por web

Zook obserba todo aquello, conocia a la maga, y era buena persona, reconocia que todo parecia que estaba bien, menos el charlo ... que habria pasado ... podria usar detectar magia, pero temia que en un ligar tan magico podria ser confuso ... aun asi observo primero, y notas ese olor a metal, tan caracteristico de la sangre.

Al llegar a la casa de la maga, Wymar dejó a los guardias de la ronda en la puerta, para alejar a los curiosos. Entro adelante del grupo, dando indicaciones sobre dónde pisar y donde no, que tocar y que no. El hombre era amable y paciente a la hora de explicar, sobre todo con Destro que era el más nuevo en esto.

La naturalidad con la que el hombre se movía era notoria y aún de forma inconsciente sus ojos captaban todo detalle posible.

A Destro no le importaba la apariencia de la mujer que había entrado sollozando en la taberna, solo se fijó en que necesitaba una canción. Por desenfundó su flauta, tenía que dar merecido descanso a su violín, y unas escalas mayores con la flauta son capaces de alegrar el alma sin parangón de ningún otro instrumento. Destro empezó su recital hasta que se percató que sus nuevos y dispares compañeros salieron por la puerta, en ese momento se apresuró por acabar la canción y despidiose con una otra reverencia del cálido público que había descubierto en ese insospechado cuchitril.

Pronto alcanzó el paso de su grupo, se desenpolvó la hombrera de su media capa, como si hubiese estado allí desde el principio y se adecuó a su paso. No tenía más que dudas, pero todos parecían absortos en sus propios pensamientos, y no quería desentonar. Cuando llegó allí observó la escena como el resto, no sabía que buscaba ni que veía, pero tal vez unos ojos nuevos e inmaculados de pensamientos preconcebidos pudiera ser útil para el grupo.

Rebás no se hubiera esperado tal ingreso dramático... pero así fue. Como mencionó Zook, tal casualidad, justo ellos reunidos alrededor de esa mesa, en esa taberna, donde Autre decidió dirigirse, y él totalmente preparado para cualquier cosa, no podía ser obra más que de los Dioses. Y Toth era uno de ellos. Por lo que sonrió, y agradeció en silencio.

-Vayan, yo me quedaré con ella- les dijo a los demás, viendo que hasta los guardias se iban tras Wymar y Blarc -Luego los alcanzo-

Una vez salieron los demás por la puerta, Rebás se sentó junto a Autre. Apenas sabía cosas de ella, ya que nunca había necesitado comprar caballos.

-Autre, ¿verdad?- dijo con voz suave, tranquila y pausada -Mi nombre es Rebás Turth, trabajo con la guardia. Estás a salvo- le dijo poniéndole una mano en un hombro, sin mucho peso, pero sí sosteniéndola si era necesario -Llora si necesitas... y también cuéntame qué viste, qué pasó. Eso no ayudará a encontrar al responsable-

La mujer guardaba silencio. No le agradaba nada, y eso podía notarse en su lenguaje corporal hacia la dama. Los métodos de Wymar eran demasiado blandos, y un testigo que se negaba a hablar no difería mucho de un cómplice. Las apariencias no eran un engaño para un hombre como él, quién ya sabía el mal y su corrupción podían tomar muchas formas, incluso una inocente... No obstante, no era el lugar ni el momento. Demasiada gente, demasiada conmoción, y demasiada ceguera podían ayudar a confundir aún más la situación. Luego se encargaría, personalmente si era necesario.

- Manténgala vigilada. Su inocencia aún no ha sido demostrada. - Le ordena al dúo de guardias, a que al menos uno de ellos acate la directiva o la deriven hacia otro grupo. Quizás escoltarla a los cuarteles para que esté segura o no escape, sea cuál sea el caso. Sólo esperaba que no fuesen lo suficientemente ineptos o blandos para simplemente dejarla ir; mas Rebas parecería quedarse y en su experiencia le había demostrado ser un hombre sabio.

Una vez abiertas las puestas de la casa, comenzó a inspeccionar. Aunque su paso era pesado, el Paladín ya conocía el oficio y no perturbó en nada la escena a menos que lo considerase muy necesario o lo obligase para ver algo que no pudiese ignorar. Su atención, por ahora, se centró en la runa personal de la maga, y luego en el rastro de sangre, el cuál seguiría hasta su fuente. Tanto su presencia como su olor no lo alteraba en lo más mínimo, en su vida había presenciado atrocidades mucho peores. Por eso estaba aquí.

Mientras Wymar mira someramente la escena, Blarc y Destro intercambian una mirada. Hay un pequeño armario para escobas detrás de la puerta de entrada, casi escondido por este, y de dentro se oyen unos sollozos.

Destro observaba con inconfundible perplejidad la escena, antes de entrar ya podía oler la sangre, mas desdeñaba esos pensamientos como puras maquinaciones de su mente. Pero...la realidad fue irrefutable cuando vio los surcos que brotaban de detrás de la puerta, irrumpiendo en aquella escena por lo demás mundana, destrozando la esperanza de que todo no fuese más que una pesada broma o una artimaña de una bruja presa de un hechizo de alucinaciones.

Destro no estaba muy acostumbrado a ésta clase de escenas ni escenarios, sentía sienta presión en el pecho y el corazón pasó de su Adagietto natural a un Vivace desbocado. Sintió la necesidad de salir de la instancia, precisaba espacio y poder respirar un aire no enrarecido por la presencia de la muerte. Empero sus motivos y menesteres cambiaron en cuestión de una pulsación. En el momento que pudo reconocer la vibración característica de un sollozo amedrentado y oculto. Un sonsonete que le hacía encogerse el corazón y que éste recobrase el Adagio. Se giró hacia el lugar donde provenían aquellos suspiros taciturnos, se percató que Blarc también se había percatado de la situación. Blarc podía ser un buen hombre, recto y moral, pero cuando se trataba de trato personal... podía ser ligeramente "tosco". Por ello aceleró ligeramente el paso y se acercó al armario el cual era el epicentro de las vibraciones sonoras, antes de que Blarc se acercara. De camino silvaba una melodiosa y alegre melodía, para intentar animar a quien fuere que se hallara en el armariete, cuando estuvo a un rango adecuado, abrió sus puertas.

Podía sentirlo... Había algo. Evidentemente no fue el único, y el bardo había tomado la iniciativa en encararlo. Lo que sea que se escondiera allí, podía ser desde una persona cautiva hasta una abominación o una trampa mágica. Nunca le agradaba lidiar con los magos por eso, demasiadas ilusiones, demasiadas trucos. No lo interrumpiría, sólo esperaba no fuera demasiado incauto.

Por su parte, y desde su posición, sutilmente fue desenvainando el gran espadón de su espalda, lentamente para no hacer ruido, preparándose para el peor de los casos. Mientras aún tenía su mano izquierda libre, le hizo una pequeña seña al detective para que guardase silencio o no efectúe movimientos bruscos. El arma aún no se asomaba del todo, apenas un tercio, pero podía apreciarse un brillo muy particular en todo su filo y superficie, revestida en plata.

Aguardaría a ver qué hacía el trovador, y qué desvelaba tras esas puertas. Listo para reaccionar si era necesario.

Con la mano libre, Rebás sacó un pequeño espejito y con éste bien agarrado, murmuró unas palabras, junto a un movimiento de la mano realizó un pequeño círculo alrededor de ella.

-Ásylo- dijo, mientras sentía cómo la energía divina era canalizada a través del espejo y comenzaba a rodear a la bella mujer.

Un halo dorado rodeó a la mujer, llenándola de una sensación de seguridad, mientras el conjuro hacía efecto. Rebás la observaba, y en sus ojos se podía ver el brillo dorado que el que supiera podía relacionar con el esfuerzo apenas realizado para sostener el conjuro activo.

- Yo... fui a ver a la señora Anlin para que me arreglara un engarce del collar... Es muy delicado... Cuando llegué había la entrada abierta y no estaba el aprendiz. Dije hola y llamé a la puerta de la consulta. Vi que estaba abierta y la vi... Había sangre, mucha sangre en su mano... Le faltaban dedos... Estaba muerta. Salí corriendo y vi que había luz y aquí siempre hay guardias...

Influido por la tranquilizadora música, un muchacho, casi un niño, asoma la cabeza del armario. Es lo bastante delgado para haberse metido allí, entre las escobas y trastos. Tiene el rostro arrasado en lágrimas y los brazos cubiertos de profundos arañazos ensangrentados. Su túnica esta rota en varias partes. Farfulla diversas incoherencias en total estado de abatimiento y confusión.

Destro había cesado la música por un instante para obsrvar quien o que salía del armario. Respira aliviado cuando ve que solo es un niño, más cuando ve sus heridas retoma su música, no sin antes hacer un gesto a sus compañeros para que no se acerquen de momento, no quería atosigar al pobre crío. El son que sale de la flauta de Destro es vivamente distinto a lo que le habéis escuchado tocar hasta ahora. Ésta melodía parece estar impregnada de cierta energía, que traspasa vuestros cuerpos y os calma. Una melodía cálida, que recuerda al final de una tormenta de verano, cuando el sol vuelve a salir y os envuelve el olor a tierra mojada y el refulgir de cada brizna de hierba mojada por el rocío tras la tormenta, os recuerda que todo ha pasado, y ha vuelto la serenidad y la calidez.

Sigo tocando hasta que veo que el crío se ha tranquilizado por completo. En ese momento separo la boquilla de mis labios y digo.

-¿Como estás muchachito? Espero que te sientas mejor, nada sana más que una buena canción. No temas, no hemos venido aquí para hacerte daño, sino para ayudarte. Éstos son amigos míos, pueden parecer un poco rudos y peculiares, pero están para asegurarse que no te pase nada. ¿Crees que nos podrías contar que ha pasado aquí?.- Esa última frase la acompaña de una amplia sonrisa y acerca lentamente la mano a la cabeza del chaval para revolverle el pelo si ve que se deja, si el chico aún se muestra reticente retiraría la mano.

Aunque la curación de sus heridas le tranquiliza e interrumpe su ataque de llanto, el muchacho está claramente traumatizado y apenas puede farfullar y señalar hacia la puerta cerrada.

Destro conoce la capacidad de influencia que puede tener  su creación, y tiene por regla personal no utilizarla a la ligera, y menos contra un pobre niño afligido, ¡A saber que secuelas podría dejarle someterle a tal estrés! Por lo que cesa sus movimientos. Se gira a su grupo y dice:

-Bueno, parece que al pobre no le podremos sacar mucho más, al menos de momento. Pero estoy seguro que lo que haya detrás de esa puerta nos podrá despejar más dudas que cualquier declaración de alguien tan impresionable, la memoria puede jugar muy malas pasadas. Propongo que procedamos con cautela. Mis habilidades pueden otorgar invisibilidad a uno de nosotros que actúe como avanzadilla. Yo por mi parte me gustaría quedarme atrás, no le temo al combate, más siendo cierto que no soy su mayor ferviente admirador, no es esa mi motivación. Me parece sabio que alguien resguarde la entrada o salida del lugar, además de cuidar de la criatura.

Wymar se sorprendió con el hallazgo del pequeño, y no dijo nada mientras Destro lo calmaba. seguro un bardo sería mejor que el en el trato con los niños. Simplemente se limitó a observar por la habitación si encontraba algo que pudiera aportar valiosa información. 
Tras el ofrecimiento de Destro le respondió.
-Bueno señor Destro, no hay problema si quiere quedarse aqui, de todos modos la puerta esta cuidada por los dos guardias que dejamos apostados allí, el muchacho puede quedarse en la entrada, hasta que se calme.

 No se que tal es el señor Zook para moverse con sigilo, el señor Blarc claramente no esta correctamente equipado para tal tarea. Yo si fui entrenado, así que puedo ser su avanzada. No creo que halla algo vivo por ahi, pero mas vale ser precavidos.
 

Primero tanteo la puerta para ver si estaba cerrada con llave y tuviera que usar sus herramientas, luego de asegurarse que pudiera abrirla, pidió a Destro que lo haga invisible