Partida Rol por web

En un visto y no visto, veo cómo el paisano con el que estoy hablando es arrastrado por un borracho y cómo caen ambos sobre la mesa de un cliente. El borracho, igual que ha aparecido, desaparece dejando a su paso un estropicio fantástico.

- Vaya cara la de este tipo - digo -. Monta todo esto y, encima, se va de rositas.

El hombre  que estaba hablando conmigo balbucea una disculpa y se aleja rápidamente, antes de que le reclamen el pago del vino derramado, dejándome con la palabra en la boca.

- Vaya cuadrilla. Si no saben beber, lo mejor sería que se quedaran en sus casas, ¿no le parece, señor? - comento al hombre que se ha quedado sin vino al tiempo que le canto:

El hombre que en demasía bebe vino

andará con poco tino

causando destrozo y estropicio

pues no tiene mejor oficio

que darle al jarro

regándose de arriba abajo

Mi mirada parece atravesar el cuerpo del cantor en el momento del accidente, pero después, se relaja un poco al ver que por obra del destino su plan comienza a marchar bien. Miro de arriba abajo al juglar, mientras me seco un poco las manos y escucho con detenimiento la canción, que aúnque no me atrae en lo más mínimo, finjo prestarle atención para ganarme su confianza.

- Cantas bien, músico. -, le digo con voz seca y misteriosa. - Espero poder verte otra noche más, así podré disfrutar de tu espectáculo antes de que me envíen a otra misión. -

Escucho las palabras del hombre cuya jarra derramó el borracho y hago una breve inclinación de cabeza.

- Gracias, aunque no soy más que un bardo de pueblo, no gran cosa comparado con lo que seguro puede escucharse aquí, en Bucarest. En cuanto a lo de oírme nuevamente, sí, es posible. Dependerá de ti y de las ganas que tengas de soportar que un borracho te vuelva a tirar la bebida. Y no pareces hombre de gran paciencia ante ese tipo de cosas.

- Soy más paciente de lo que tu crees, músico. -, le digo con mi voz grave. - ¿Qué te trae por Bucarest? Es una ciudad peligrosa, según dicen, para los extranjeros. Siempre hay ojos observando. -

- Visto el espectáculo que adorna las calles de entrada a Bucarest, diría que es peligrosa para quien se cree amigo de lo ajeno o tiene tendencia a no llevarse bien con la ley, sea el pobre desgraciado, extranjero o no - comento con un encogimiento de hombros -. A día de hoy, tanto los caminos como las ciudades y villas son peligrosos y es normal que todo el mundo ande con cien ojos y mire al vecino con cierta suspicacia y aún con más motivo al desconocido. Son los tiempos que nos tocan vivir. Y respecto a las razones de venir a la ciudad, son simples, acompaño a mi señor. Donde va él, voy yo.

- ¿Tu Señor? ¿Y dónde se encuentra ahora? -, le pregunto mientras lo miro a sus ojos. - Me gustaría intercambiar unas palabras con él... -

Inclino la cabeza sólo un poco, recostándola sobre mi mano esperando su respuesta.

La respuesta del tipo que dice querer hablar con el señor Durius, sin razón ni motivo aparente, más cuando ni siquiera se conocen, no me parece ni medio normal. De hecho me mosquea bastante y, de repente, sospecho que la coversación mantenida no ha tenido más objeto que el de sonsacarme algún tipo de información.

- No sé dónde parará, pero no te preocupes, cuando le vea le diré que quieres hablar con él. Y ahora, si me disculpas, tengo que ir donde el posadero. Ha sido un... placer.

Me alejo de la mesa del tipo y voy, efectivamente, donde el posadero evitando mirar en la dirección del señor Durius. Si este fulano ha estado aquí todo el tiempo, tiene que saber quién es el señor Durius porque em habrá visto hablando con él. Además, el aspecto distinguido de mi compañero es más que evidente. Da igual que su ropa sea modesta o que su cara ofrezca un aspecto cansado después del largo viaje, se ve que es un señor noble. ¿Qué pretende actuando de este modo?

- Hola posadero - saludo -. ¿Qué te ha parecido la actuación? Espero que no te arrepientas del trato, porque me he dejado el pellejo. Y oye, una pregunta. ¿El tipo aquel, el de rostro tan serio, al que el borracho ha derramado la copa?¿Sabes quién es?

- Ese que está allí... -, le digo señalando con la mirada al misterioso mercenario para después acercarme a el susurrandole al oído. - Es una persona importante aquí en Bucarest. ¿Ha querido hablar contigo y lo has dejado sólo? -

El Posadero pone cara de pena mientras niega con la cabeza y continúa limpiando un vaso con un paño.

La gente de esta ciudad está medio loca. Sin duda alguna. Con un suspiro me alejo de la figura del posadero que desprende un alor agrio, fruto de tener algún tipo de conflicto con el agua y la saponaria. No sé  muy bien qué hacer. El posadero, a todas luces, no tiene motivo para mentirme pero ¿por qué ese tipo, el don importante de Bucarest, quiere hablar con el señor Durius? ¿Curiosidad? ¿Deseo de hablar con algún igual? Con un cabeceo para despejar un incipiente dolor de cabeza, miro en torno a mí. El señor Durius está sentado allí donde lo dejé, así que me acerco. Sin sentarme y apoyando las dos manos en la mesa le comento la situación:

- Así que ya ve. El tipo parece ser alguien importante aquí en la ciudad, según me ha dicho el posadero, y quiere hablar con usted. A mí no me termina de quedar clara la situación y me da en la nariz que el fulano me ha estado queriendo sacar información. Pero bueno, dejo en sus manos la decisión. ¿Quiere que vaya donde él y le invite a su mesa o lo dejo correr?

- Lo mejor será hablar con él. No se quién puede ser, pero si realmente es alguien de importancia puede sernos de ayuda. Y si sus intenciones no son buenas... bueno, ya veremos, pero al menos intentaremos averiguar lo que quiere de nosotros - da una palmada afectuosa en el brazo de Lisander - No creo que tengamos que preocuparnos. Esta ciudad parece muy segura siempre que te mantengas al lado adecuado de las leyes, y por el momento no hemos hecho nada malo

De todos modos Durius está preocupado. Puede que el hombre no albergue malas intenciones hacia ellos, pero ese interés por su persona...

Continúo mirando a la gente, esperando que uno de mis objetivos decida regresar a hablar conmigo. Es extraño, el músico parece bastante inteligente y su reacción ha sido la esperada, proteger a su señor. Me pregunto si su señor será tan inteligente como para saciar mi sed de información.

Algo reticente, me acerco a la mesa del tipo extraño.

- Hola de nuevo. Le he comentado a mi señor tu deseo de hablar con él. Parece interesado en conocerte, de modo que si quieres unirte a su mesa, puedes acompañarme. Dime, ¿cómo te llamas? Lo digo para hacer las presentaciones. Y si no es mucho pedir, ¿a qué te dedicas? Esto ya es curiosidad personal, así que no me sentiré ofendido si no quieres responder.

- Preguntas demasiado... Lisander... -, le digo mientras hago sonar su nombre en sus oídos. - Mi nombre es Dumitru, y eso ya es saber demasiado. -, continúo mientras me acerco a la mesa de su señor. Veamos que tiene para contarme.

Sin duda, el tipo me cae como una patada en el estómago. Sus aires de suficiencia y la amenza velada en sus palabras hacen que sienta un rechazo frontal hacia su persona. Sin embargo, el señor Durius quiere hablar con él, así que mordiéndome la lengua para no soltarle una perla me limito a conducirle hasta él.

- Señor Durius, este es el... caballero - señalo con cierto retintín- que quería hablar con usted. Él es Dumitru. Dumitru -digo volviéndome hacia él-, él es el señor Durius.

Acto seguido, le acerco un silla para que se siente frente al señor Durius. Por mi parte, tomo otra banqueta y me siento a la mesa.

- Durius... sí... -, digo misteriosamente. - He oído hablar de tí... ¿Qué te trae por Bucarest? -

- ¿Has oído...? Eso me sorprende, no soy una persona tan importante como para que la gente sepa de mis andanzas - responde Durius funciendo el ceño - Al contrario que vos, que según parece sois persona de cierta relevancia en esta ciudad. Aunque lo cierto es que debo disculparme, pues siendo un recién llegado lo cierto es que ni vuestro nombre ni vuestro rostro me dicen nada. Así pues... ¿quién sois?

Los modales del hombre resultan lo suficientemente molestos como para que la voz de Durius muestre un tono algo seco bastante poco habitual en él.

- Me gusta tu actitud... me gusta... -, te dice con tono afable. - Mi nombre no importa, mas si mi lugar en el gobierno de Bucarest. Debes saber que tengo contactos... muchos y de los más diversos... puedo conseguir cosas, pero a cambio... sólo pido información... ¿estás dispuesto a realizar este intercambio? -

Cada segundo que pasa, me siento más incómodo en presencia de este tipo. Parece saber de nosotros, del señor Durius más bien, más de lo debido. ¿Cómo es eso posible?

- Pides cosas concretas pero solo ofreces promesas vagas y eludes con presteza las preguntas. ¿Por qué habría mi señor de confiar en ti?¿Qué avalan tus palabras? Justo hemos llegado hoy y sin mayores razones nos calientas las orejas como si fuéramos doncellas a las que buscas meter en tu cama. Y doy buena fe de saber de lo que hablo. Bueno es el refranero que dice "Antes de metido todo es prometido, pero una vez sacado todo es olvidado". Tu naturaleza es sin duda esquiva pero si deseas plantear algún tipo de negocio, deberías ser más claro a la hora de ofrecer tu mercancía. Por no hablar del precio que exiges.

Tras mi perorata, me callo súbitamente y lanzo una rápida mirada en dirección a mi señor disculpándome por mi intromisión. Es probable que me haya metido en camisa de once varas y que, si el tipo es verdaderamente alguien importante, no debería obrar de este modo pero temo por el señor Durius. Confío en él, mas el fulano me parece peligroso como una serpiente.

- Veo que a tu criado no le falta lengua para hablar... -, le digo a Durius sonriente. - El trato es simple, información por información. Podéis preguntar primero si lo deseáis, sin embargo, después me tocará a mí. -

El Mercenario misterioso se acomoda en la silla mientras fulmina con la mirada a un camarero que se acercaba a la mesa para llevarse los vasos. Véis como el camarero se gira automáticamente y se pierde entre la gente más rápido que nadie.

- Venís a Bucarest con pretenciones y no sois capaces de aceptar la hospitalidad que brindamos a los extranjeros... -, digo ahora seriamente.

- Lisander no hace sino expresar algo que a mi también me preocupa. Desearía saber de qué me conoces, pero no creo que a ese respecto vayas a decirnos más de lo que te interese - dice encogiéndose de hombros - Deseamos una audiencia con el Voivoda, pero como bien has dicho somos extrajeros en este lugar y no sabemos de sus costumbres. ¿Qué puede decirnos al respecto alguien tan bien conectado como afirmas ser?

Si sabe quién es Durius es probable que sepa el motivo de su viaje. ¿Tal vez alguien interesado en la sucesión de los derechos sobre Slobozia? Un simple ladrón o estafador tendría poco que sacarles...