Partida Rol por web

En la sala los acontecimientos se desarrollaban de una forma brutal, tal era como lo veía Dimitri que sentía completamente aterrado. De momento las ansias del caballero Scharr le hicieron una mala jugada, tropezando y cayendo frente al Conde a la par que perdía el arma. Andru no dudó y atacó directo a la cabeza desproteida de Radu para evitar que éste acabe con la vida de su amigo y camarada.

Con destreza se mueve para evitar ser alcanzado, colocándose justo en la posición adecuada para asestar un tajo certero en el hombro de Schaar.

- ¡¡Bastardo!! –gritó enfurecido Andru al ver cómo sin piedad atacaba al desarmado Schaar.

Radu ríe de forma sádica cubierto con la sangre del soldado. En el exterior, los soldados del castillo se percatan de que algo sucede en el interior de la sala, mientras que los soldados del Conde de Bran se encuentran distraídos mirando a su alrededor.

- ¿Qué sucede ahí? ¡¡Ruido de lucha!! ¡¡Traición!! –gritan mientras sacan sus mazas.

Es entonces cuando Dubieta escucha que algo sucede y se encamina hacia la sala, dejando a un lado la bandeja con la jarra del exquisito vino que había preparado para todos.

Dentro, Radu, fija su atención en Andru. Ya no le parece interesante el hombre que yace con una grabe herida, por eso éste es capaz de recuperar su espada e incorporarse momentos después de que los dos representantes de las Casas Szantovich y Bran entren en combate.

Fue Andru quien efectuó el primer movimiento de su arma, dirigida otra vez hacia la cabeza del Knezi. Por desgracia y suerte para Radu el arma se rompió al golpear la robusta mesa del salón. No era el mejor momento para que aquello sucediera. Al mismo tiempo, Dimitri, saca la daga de su cinto dispuesto a hacer lo propio.

Llega tarde para ayudar a su Señor, el regio tajo de Radu alcanza la cabeza y la separa del cuerpo, mientras que el resto cae de rodillas y se desploma finalmente a un lado. La sangre rocía al Knezi y un frenesí de satisfacción lo inunda.

- ¡¡No entréis soldados!! –ordena sin vacilar, cubierto al completo por la roja sangre que una vez dio vida al heredero de la Casa Bran.

Varsk, que llega en ese preciso instante, se coloca frente a la puerta para impedir que nadie entre en la sala. Es entonces cuando se desarrolla un enfrentamiento entre ambas facciones.

Al mismo tiempo, el pobre diplomático sale al encuentro del imponente Conde, tropezando con la sangre del difunto Andru y cayendo al suelo con la mala suerte de clavarse su propia daga. Permanece ahí mientras se retuerce de dolor.

Nuevamente, en el exterior, comienza el combate. Los cinco soldados atacan al unísono a uno de los jinetes más cercanos, que distraído no puede contener los brutales golpes que aplastan su cuerpo y su vida. El otro, al ir todos a uno, logra desenvainar el arma para prestar batalla. Varsk decide que es suyo y con un gesto de mano mientras desenfunda su espada se lo hace saber a los guardias.

En ese instante entra en la sala de banquete Dubieta. El espectáculo que ante ella se presenta es sin duda dantesco, donde casi a sus pies se encuentra el casco de Andru con su cabeza dentro. Su corazón comienza a palpitar, se siente enfurecida por aquella situación pero sobretodo porque no era lo que esperaba. Tanto esfuerzo en preparar la cena para que todo se llenara de sangre. Cerró las puertas con furia y se dio la vuelta, dispuesta a ajustar cuentas con sus inciviles invitados, con los que aún quedaban vivos.

En el exterior Varsk carga contra su oponente certeramente, pero no lo suficiente para derribarlo. Si lo hubiera logrado no hubiese recibido el tremendo impacto de la maza del soldado en la cabeza, hundiéndolo en ésta en una herida bastante fea. Varsk retrocedió levemente ante el aturdimiento por el golpe, y aunque aún estaba en pie la situación no le era demasiado favorable.

Dubieta observó con irritación los aullidos del caballero Schaar al verse en aquella situación, con una grabe herida en el estómago y su amigo decapitado mientras que su esposo estaba bañado en su sangre. Sonrió, seguía vivo aunque Schaar pretendía atacar antes de que su esposo lo decapitase a él también. Su atención se centró en el que, de ante mano, parecía el diplomático. Se encontraba en el suelo retorciéndose de mientras se desclava con cuidado su propia daga del pecho. Con gráciles pasos acelerados se acercó a él y apartó con una patada la daga.

- ¡Por piedad mi señora, no me matéis! –suplicó Dimitri.

La joven asintió con la cabeza y como si allí no estuviera pasando nada respondió:

- Espero que luego no me pidas que te mate –dijo con su dulce voz sabiendo que nada bueno le auguraría al embajador.

El dolor de Dimitri era tan isoportable que no prestó atención a los acontecimientos posteriores.

Los soldados de Covasna, tal y como se lo había ordenado su capitán, se mantuvieron al margen. Pero éste estaba realmente malo debido al golpe sufrido. Aunque mareado no lo perdió de vista mientras portaba con orgullo la maza cubierta de sangre que le había golpeado.

Vark comprendió en ese instante, mientras su sangre manaba de la cabeza, que la herida era realmente grabe. No dudo y mandó a sus hombres a eliminarlo.

- ¡¡Cobarde!! –grita el soldado de Bran.

Enfurecido salió en busca de la carne de Varsk, pero su ira lo cegó tropezando y cayendo justo a los pies del afortunado capitán, que aprovecha la situación clavando su espada en el pecho del soldado.

Finalmente, tras mantenerse unos segundos apoyado en el pomo de la espada clavada en su enemigo, Varsk apoya su espalda en la pared y se desliza hasta quedar sentado. Necesitaba que le vieran urgentemente esa herida o moriría.

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El malerido Schaar, lleno de una rabia que le hacía gritar, logró ponerse en pie para hacer frente al hombre que había matado a su amigo y compañero de armas. Su tajo no alcanzó la cabeza del mísero Conde, pero éste si que asestó un buen golpe en la pierna de Dvy postrándolo nuevamente en el suelo. Enloquecido aullaba y gritaba buscando venganza mientras que el Knezi, con una siniestra sonrisa en la boca, parecía realmente complacido con aquella actitud.

- ¡¡¡MALDITO BASTARDO!!! –logró articular.

Radu buscaba a hombres como aquel así que cambió la idea de torturarlo para matarlo, o matarlo sin más. Intentó desarmar al guerrero pero, sorprendentemente, éste hizo su mejor golpe. Entre lágrimas de ira, dolor y pena acertó al Knezi en la garganta, clavando su espada hasta la nuca.

- ¡¡¡RADU!!! –gritó Dubieta.

El Conde, atónito, da unos pasos hacia atrás mientras sujetaba el arma que iba a acabar con su vida. Cae al suelo al tropezar con una silla.

El semblante de Dubieta era la viva imagen de la furia. Con fuerza estrelló una jarra de vino que sobre la mesa aún quedaba en pie en la cabeza de Schaar, quedando éste inconsciente.

Todo se quedó en silencio.

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La piel de Dubieta adquiere, por unos momentos, un tono violáceo mientras que su rostro se vuelve algo inhumano. Era la ira que se apoderaba de ella. Sin embargo, de una forma que no sabía explicar, se calmó.

Se sentía angustiada porque aunque querían acabar con los Bran esa no era la forma que habían pensando. La sala parecía un matadero, lleno de cuerpos y sangre por doquier. Sus ojos miraban al cuerpo tendido de su esposo, de su Señor para ser más concretos. ¿Que iba a hacer ahora?

La respuesta llegó con un movimiento de la mano de Radu. Estaba vivo, o al menos no había muerto aún. Con una habilidad anormal se arranca la espada de la garganta, jurándose que aquella arma le había atravesado de lado a lado el cuello. Sus ojos se abrieron de par en par, se sentía extasiada con aquella demostración de poder.

El Conde se incorporó levemente y tosió mientras salía algún chorro de sangre. Cuando la joven esposa se acerca rápidamente a él observa maravillada como la herida comienza a cerrarse. Su boca se abrió ligeramente para mordisquearse los labios ante aquella manifestación.

A su lado, arrodillada y sujetando su cuerpo humano, esperó a que dijera algo. ¿Podría hacerlo después de haber tenido una espada atravesando su garganta?

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Lentamente Schaar comienza a despertar.

"¿Quien soy? ¿Donde me encuentro? ¿Porqué no siento mi cuerpo? ¿Habré muerto y estaré en el paraiso?"

Todo da vueltas, no es capaz de abrir los ojos para ver su situación. Simplemente vive, que ya es suficiente.

El aire le abrasa la garganta cada vez que toma una bocanada para respirar.

Mentalmente intenta situarse, todo fue como Andru comentó al final, todo fue muy extraño.

"Ja, ja, ja", ríe para sí, "finalmente lo maté pero...", la angustia se apodera de su mente, una imagen se le viene a la memoria de repente recordándole como acabó su misión 'diplomática' en la pestilente ciudad Szantovich de Sfantu Gheorghe.

No consigue reprimir sus lágrimas, esa imagen no para de martillearle la cabeza, "te fallé, hermano mío, no pude impedir que ese maldito hijo de Satán te quitara la vida como si de un juego se tratara".

Una y otra vez se le repite la cabeza de su hermano de armas pasando junto a él, tumbado en el suelo tras fallar en su ataque.

"Fui yo quien se puso al descubierto para que ese maldito Szantovich pudiera quitárselo de enmedio de golpe y plumazo. Si hubieramos golpeado ambos al unísono como hemos hecho tantas veces ...", aprieta sus puños hasta el punto de clavarse las uñas en sus palmas, "pero no solo fallé, le puse mi cabeza en una bandeja, ... y la tuya literalmente, al intentar protegerme de ese ser endemoniado."

El dolor y el cansancio le puede, tiene el cuerpo totalmente destrozado de cansancio y por las heridas.

Una mueca simulando una sonrisa se marca en sus labios.

No abre los ojos, no tiene fuerzas ni para eso.

No sabe donde está ni en que posición. Probablemente esté en unos calabozos a punto de ser torturado, pero Schaar Dvy sonríe... "maté a esa escoria...", y se deja sumir en un profundo sueño de nuevo... Nada más lejos de la realidad, "¿que te deparará el futuro, querido amigo?" La voz de Andru retumba en su cabeza devolviéndole la paz interior "...hermano de armas".

Radu palpo su garganta donde momentos antes había sentido el frio tacto del metal - No recordaba que fuese tan molesto.- sonrió.- Pero ha resultado extremadamente divertido.

Se encontraba feliz, si así se pudiese llamar aquel sentimiento. Durante todo aquel tiempo casi había olvidado el éxtasis que producía arrebatar la vida a alguien, el poder sobre los demás, el temor que inspira la muerte en los mortales. Esperaba poder tener aquella sensación más a menudo ahora.

Pasó la lengua por sus labios al mirar el dantesco espectáculo que ante él se presentaba. La sangre teñía todo cuanto tenía a la vista. A sus pies el hombre cuya actitud le había sorprendido. Había sentido la ira y la había usado sabiamente al borde de la muerte para asestar aquel último golpe que casi había separado su cabeza del cuerpo. Un poco más lejos el cuerpo decapitado del necio de Andru, había sido estúpido y débil, merecía la muerte. El diplomático era un rata cobarde, prescindible… aunque esa última cualidad también le resultaría útil.

Se acercó a la cabeza que él mismo había seccionado. Aun recordaba como la sangre había salido a borbotones de aquel corte y había manchado su rostro. Ya se empezaba a secar pero ahora sentía vívidamente la calidez de la vida que despedía aquel fluido bermellón. Retiró el yelmo para observar el rictus que había adoptado cuando había sido consciente de su muerte. Sus ojos se abrieron por completo y la satisfacción lo inundó.

- Mi querida esposa, bien hecho…- dijo mientras seguía observando la cabeza. – Que aquella rata enclenque la encierren en los calabozos, poco me importa que sobreviva y cuanto más se extienda su agonía más sencillo me resultará torturarle para que hable. En cambio, el trato dado al guerrero debe ser bien distinto. Que adecenten un buen dormitorio para que pase allí la noche. Cuando despierte deseo verlo. Ahora debo hablar con Varsk.- Radu giró su rostro para mirar fijamente a su esposa. – Es momento de que conozca la verdad.

Sólo había en su vida una cosa que le había dolido tanto. La muerte de aquella niña entre sus brazos.

Ahora le dolía su cabeza, pero recordaba la misma sensación, cuando sus manos, inconscientes, abrazaron largamente a la pequeña, hasta que exhaló su último suspiro.

Quizá este sea el pago que tengo por aquello que hice pensaba el Capitán mientras se recostaba en la pared. Cansado, abatido, dolido,... su cuerpo no era más que carne y hueso, pues su mente estaba ahora en otro lado distinto.

Bajó como pudo la cabeza para intentar aliviar el dolor y vió sus manos, manchadas de sangre. Se pasó una por la frente, no se sabe si para limpiar algo de lo que caía de su cabeza, o para comprobar realmente que aquello rojo que las manchaba, era sangre y no otra cosa.

En su vida había vivido muchas luchas, pero ahora y sólo ahora, se daba cuenta de que quizá tras aquella puerta, en ese mismo instante, todo, todo lo que había querido durante sus años de madurez, podía haber muerto.

La Condesa..., recordaba que antes de la lucha ella estaba ahí, con él, y ahora ¿dónde está Dubieta?. Esos ojos que le habían guiado y le habían perdido. Aquella mujer que le había aconsejado siempre antes de enfrentarse al Conde.

El Conde..., ¿qué sería de su Señor?, le había fallado al no haber entrado. Había tanto silencio en el corredor, que no había duda alguna, un sólo hombre contra tres habría muerto seguro. Varks le había jurado protegerle con su vida, y ahora él estaba tirado, junto a una pared, compadeciéndose de sí mismo, por sus fracasos en la vida, por sus crímenes sin confesar, y posiblemente aquel que le había dado todo lo que tenía, excepto la vida, ahora estaría muerto.

Ojala yo también estuviera muerto, así podría quitar esta pesada carga que sobre mi recae ahora. Varsk intentó levantarse cuando comprobó que igual que si alguien hubiera ralentizado el tiempo, aquellos cinco soldados de la guardia, le miraban extasiados, como esperando recibir alguna medalla o algún golpecito en la espalda por lo acaecido en aquella noche.

¡Fuera!, dejadme en paz. Largaos de aquí, no me molestéis. Varsk agitaba su mano como si estuviera apartando unas pesadas moscas de esas que por más que las espantas, nunca se van.

Sus soldados cuchicheaban, Varsk logró escuchar algo de aquellos susurros. ¡Está delirando! decían aquellos soldados.

El Capitán intentó quitarse el casco y descubrió que la herida le dolía más, cada vez más. No podía más, se estaba desangrando.

Fue un parpadeo, "plas plas" y cayo rendido al suelo. Como una pesada piedra, igual que la pesada carga que su corazón portaba.

Un grito se escucha por los silenciosos y desangelados pasillos del Castillo Szantovich.

"MUERE CRIATURA DEL AVERNO", surge del sueño de Schaar.

Entre sudores, el Caballero Schaar Dvy se despierta. Parece que ha tenido una pesadilla. Ahora que mira a su alrededor parece estar desorientado, "¿donde estoy?", se pregunta intentando recordar la última vez que estuvo despierto.

Su cabeza le duele, parece como si le hubieran dejado inconsciente de un golpe, pero no recuerda nada.

Alzando su mano hacia su cabeza una fuerte punzada como nunca antes había sentido, recorre su estómago. El dolor de su cabeza es como un pinchazo comparado con lo que le duele el estómago.

Se levanta el camisón largo "¿vestido de cama?, pero si estábamos dirección a Sfantu Gheorghe", es lo último que recuerda. La ropa está limpia y huele a lavanda, no como el resto de la estancia, abandonada y polvorienta.

Hay algo que le incomoda, "¿y Andru?, ¿y Bernard y Vlad?, ¿y ese recaudador que nos acompañaba?" se pregunta.

Se incorpora en la cama en la que yace, y al ir a levantarse cae al suelo... su pierna está entablillada, un ancho tajo puede que sea el culpable de aquel aparatoso vendaje.

"Cabeza, pecho, pierna, ¿que nos a pasado?". La angustia vuelve a apoderarse de su mente. Tiene que encontrar al resto de la comitiva.

Coje la vela encendida que hay en la mesita junto a la cama y se dispone a dirigirse a fuera de la habitación cuando un guarda armado abre la puerta.

"Señor, permanezca en la habitación, por favor, mi Señor Radu está siendo informado de su estado. Espere órdenes", le dice y vuelve a su posición junto a su compañero cerrando la puerta tras él.

"Yo bajo las ódenes de un Szantovich." Nada más lejos de su voluntad, aunque su amigo Andru también era de ascendencia Szantovich, su madre era la que le daba el apellido que lo honraba, de Bran, a quien él obedecía.

"Creo que está todo perdido, son dos contra mí, y no tengo fuerzas ni para hablar". Desestimando contravenir las órdenes debido a su estado, el Caballero Schaar Dvy se sienta en la única silla que adorna la habitación.

"Esperaremos a ver que explicación tiene todo esto".

Sueño o realidad ....

Meru se aburría en la ciudad, no había conseguido información del estado del castillo ni ningún rumor interesante, aparte del de los caballeros que pasaron por la ciudad y que no llegó a ver.

Había pasado un mes desde la fuga del castillo y no había recibido ningun mensajero que le citara al castillo, tal vez el conde ya no se acordara de mi.

Releyendo uno de los libros de su estantería miró por la ventana de su casa hacia fuera, todo parecía tan tranquilo que nada podría preocuparle en esos momentos, sin embargo Meru pensaba en qué iba a hacer, necesitaba encontrar algún señor con el que ejercer el oficio de recaudador de impuestos.

Mientras la puerta permanecía abierta una joven y hermosa noble, sin duda la belleza personificada, paró un instante ante la entrada. El guardia apostado en ella saludó rigurosamente, debía tratarse de alguien importante. Llegó a Schaar un pequeño flashback y pudo recordarla. La había visto antes vestida de un rojo sangre que se entremezclo con la imagen de su amigo siendo decapitado. No había sido ella sino su esposo, por lo que se trataba de Dubieta Szantovich.

No había forma de saber qué pensaba en aquel momento aquella joven que no tendría más de quince años. Sólo lo observaba, inexpresiva como si realmente no lo estuviera viendo. Ladeó ligeramente la cabeza a la par que sus sensuales labios gesticulaban una sonrisa. ¿Qué significaba aquello? No le dio tiempo siquiera a preguntar puesto que siguió su camino perdiéndose de vista por el pasillo.

...

La alcoba de Varsk no se encontraba cerrada, estaba ligeramente entornado puesto que estaban cambiando el vendaje de su cabeza. La criada, nada más verla, saludó a su señora con cierto temor. Dubieta se había encargado de mantenerlas a raya.

- Quédate en el pasillo –dijo a la sirvienta.

Con gestos gráciles se acomodó a un lado de la cama del capitán, teniendo cuidado para no arrugar el vestido. Hoy lucía un traje azul oscuro para, como era habitual, destacar la atractiva palidez de su piel. En especial destacaba un escote que, a parte de sugerir, dejaba al descubierto sus hombros. ¿Qué hombre, o incluso mujer, no desearía deslizar su mano por ellos?

- Cuanto me alegro de que te encuentres mejor. No quiero que hagas esfuerzos, aún tienes que mejorar –sonrió dulcemente con cierta complicidad- Ayer cumpliste a la perfección lo que se te ordenó, estoy segura de que el Conde sabrá recompensarte –se acercó a su oído como si en aquel momento no existiera nada más en el mundo que aquel gesto sutil- Varsk... acepta de buen agrado su regalo.

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Le hubiera gustado acompañarlo de una forma más íntima, pero ahora era momento de guardar la compostura. No obstante, tras susurrar aquel consejo a su oído, sus labios se deslizaron a pocos centímetros de su rostro para llegar a sus dulce destino.

Con cuidado besó sus labios. Se alejó lentamente y su mano acarició su rostro con una dulzura que extremecería hasta a la criatura más salvaje. Aquel era el momento de la despedida.

- Voy a ver cómo está el Conde. Pronto regresaré a verte -aseguró mientras se levantaba para salir de la habitación.

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Estaba deseosa de que la situación mejorase. Comenzaba a sentirse hastiada de aquella situación de deterioro en el castillo. No es que antes viviese mejor, pero sin duda no de aquella forma. Le gustaba el lujo pero su vida aquí había borrado los gratificantes recuerdos en el castillo de su padre. Empero, aquello comenzaban a ser buenos momentos. La vida, su nueva vida, se mantenía estoica frente a la adversidad.

Como era costumbre tocó a la puerta de su esposo, no deseaba importunarlo.

- Querido esposo, espero que os hayan comunicado que el caballero Schaar se encuentra consciente –comentó aunque estaba segura que lo sabía- He pasado previamente por los aposentos de Varsk, supongo que... es el momento –sonrió ante la idea de lo que pronto iba a suceder, o al menos así pensaba.

Se acercó cuando así lo quiso su esposo manteniéndose atenta a los más mínimos detalles.

- ¿Cuáles son vuestros deseos? ¿Debo atender a alguno en concreto? –sugirió sui esposa- Por cierto... ¿hay alguna noticia del diplomático? No me parece gratificante visitar el calabozo, pero si lo deseáis...

La mera idea de bajar a aquella zona del castillo la repugnaba. Era un lugar lúgubre lleno de humedad y suciedad, ni podía imaginarse cómo estaría ahora.

Poco a poco Dimitri fue recobrando la conciencia, si más bien nada más legos de lo que deseaba. Un dolor inmenso le invadía el cuerpo y la cabeza le daba vueltas.

Las imágenes se proyectaban en su mente; la estada en el castillo de Bran, la reunión, la llegada… y la muerte del caballero Andru.

No había servido de nada, mal día aquel que indujo en el joven la idea de venir. Y ahora estaba muerto, ¡por su culpa!

“Les he fallado, les he fallado… ¡maldito el día en que entre en este endiablado castillo!” pensó, “Maldito perro cobarde, ¡y tu te llamas amigo! Fui impotente… es más…”

El recaudador tanteo el pecho y encontró la herida, de su propia daga. Sonrió. Sin más, sonrió.

No podía evitarlo, todo lo que había defendido, en lo que creía… Había desaparecido, y ahora no podía hacer otra cosa que sonreír.

Era sin duda un acto que le removía el estomago.

“Son tiempos nuevos, y es un nuevo día. Puede ser que me pierda en lo mas hondo de la locura, pudiera ser…”

KNEZI RADU SZANTOVICH:

- Han pasado dos mañanas desde el suceso con los invitados.

- Es una nueva mañana cuando uno de tus guardias, visiblemente nervioso en tu presencia y al ver como te toqueteas la cicatriz de la garganta, te dice:

- "Mi señor Knezi. Meru el Receptor está en el Castillo. Solicita audiencia con vos." -