El padre Daniel es un hombre virtuoso, discreto y trabajador. No obstante su apariencia introvertida y servil esconde ciertas tendencias a vicios y pecados capitales, como hombre inteligente, este monje tiende en su interior a pecar de falta de humildad. De la misma forma su excesiva curiosidad sería un problema en el monasterio de no estar estrictamente controlada.
La mente del padre Daniel en otra vida podría haberle llevado a una vida de científico, maestro o alquimista, sin embargo su educación fue muy rigurosa y el deseo de sus padres fue convenientemente respetado.
Jóven para la media del monasterio, ha mostrado talento en las letras, como copista y escribano aunque no es especialmente cretivo. Esta acostumbrado a la vida humilde del monje pero no a las privaciones ni al trabajo físico excesivo.
El Hermano Daniel besa el anillo del Abad con evidente devoción.
- "Abad, llevaré a cabo las tareas encomendadas." -
El Padre Daniel sale de Braila acompañado con el mensajero por el camino de Buzau.
El viaje resulta extremadamente tranquilo, nuestro muchacho disfruta de un buen tiempo y no tiene ninguna dificultad.
Tirada: 1d100
Motivo: viaje de mensajero slobozia
Dificultad: 80+
Resultado: 34 (Fracaso)
Una mañana de primavera se presenta a las puertas del monasterio un muchacho montado en una mula. Dice querer ver al Abad, pues le trae un mensaje desde Slobozia.
- "Bu... bu-buenos di-días. Necesito ver al Señor Abad, traigo una importante carta para él". -
El Hermano Ciferinos abre ligeramente la puerta, lo justo para asomar su cabeza,manteniendo su habitual postura encorvada.
El abad esta ocupado y me temo que no podra atenderle hasta la noche... Nox ater nox... Susurra bajando su mirada al suelo, para unos segundos despues volver a fijar su atencion en el mensajero.
Pero podeis darme la carta y yo se la entregare... Dice sacando timidamente su mano derecha.
"Ve-ve-vengo de Slo-Slobozia. La carta es de Don Fray Domenico, y me encargó que esperase una respuesta del Señor Abad. S-s-si nnno es molestia, esperaré hasta que el Abad pueda recibirme..." -
El hermano Domenico...Retira con la misma pasmosidad su mano y se echa hacia un lado para abrir un poco mas la puerta.
Bienvenido at domus domini... Invita a entrar al joven y cierra la puerta, tras pasar este.
Le acompañere hasta que el Abad pueda atenderle.... Pero debeis respetar nuestro voto de silencio. Diciendo esto ultimo de forma mas brusca.
Llevo al joven a uno de las celdas libres por si quiere descansar y permanezco cerca del lugar para evitar que el diablo le incite a fisgar donde no debe.
A la hora de la comida , se le servira lo poco y justo, que se le da al resto de monjes. Y Ciferinos le sigue en todo momento, sin ocultarse.
Llegada otra de tantas noches el Abad despierta, la marcha del Padre Prior Severus ha hecho recaer sobre sus hombros muchas tareas que tradicionalmente delegaba lo que hace que esté muy ocupado. Aun así la partida del padre Daniel y de Fray Domenico han creado en el monasterio, al menos en el Abad y sus más allegados, un sentimiento de espera de acontecimientos, de expectación.
Mucho antes de la hora de sus lecciones, el fiel Hermano Ciferinos toca en la puerta del despacho del anciano monje. Su rostro refleja noticias.
exaudi orationem meam, Domine. Espero que traigais buenas nuevas hermano.
El mozo, obviamente intimidado por la presencia del Abad, le entrega con nerviosismo la carta.
El Abad Lucius Sempronius observa que el sello está intacto, y de todos modos este campesino corto de entendederas es evidente que no sabe leer ni escribir.
Tras romper el sello, el Abad puede leer la cara de Fray Domenico de Sajonia.
Dice así:
A su reverenda paternidad el Abad Lucius Sempronius, de su hermano en Cristo Fray Doménico de Sajonia,
Mire vuestra paternidad de enviar de vuelta a Slobozia una misiva dirigida al anciano Dagu el paciente en la que confirmeis, a su pedido, que me habéis encomendado la santa labor de evangelizar estas tierras y de difundir la palabra de Cristo en ellas, por encima de cualquier diferencia que pudiera haber entre nuestras dos confesiones. El anciano Dagu es un buen hombre, sabio y honorable, y es quien rige estas tierras tras la muerte -que os confirmo en esta carta- del caballero Sidor. La región se recupera trémulamente de la falta de liderazgo gracias a la labor de este buen viejo. Es él quien me ha permitido comenzar mi labor, y os agradará saber que esta Estación he conseguido el bautismo de 10 familias. En una región en la que habitan 500, siendo el 440 de ellas paganas, creo que es un comienzo prometedor. Seguiré mi labor con redoblado esfuerzo en las estaciones que siguen, siempre encomendado al servicio de vuestra paternidad y del monasterio.
A pesar de la acracia producida por la muerte de su antiguo gobernante, la región se está recuperando paulatinamente de la inacción. Ultimamente es lugar de encuentro de varios individuos respetables, que tienen todos en común carecer de señor. Según el anciano Dagu, pronto la corte enviará a un nuevo señor para tomar el control de estas tierras. No temo que cambie el parecer de las gentes de Slobozia sobre mi labor, pues tengo fe en Cristo y sé que vuestra paternidad y el monasterio de Braila alientan y apoyan mi divina tarea,
Pax et gratia Christi,
Fray Doménico de Sajonia (O.S.B)
Muy bien, has hecho bien tu trabajo y te bendigo por ello
dice el Abad mientras pronuncia unas frases en latin y santigua al campesino. Dando la vuelta a su escritorio se sienta en su asiento y coge una pluma y empieza a escribir de forma fluida en un pergamino limpio.
Mientras escribe con rapidez vuelve a hablar al mensajero sin perder el ritmo de escritura.
Entregareis esta respuesta al Padre Arnaldus, sereis recompensado en esta vida y en la otra debidamente por la ayuda prestada.
Finalizando el escrito el Abad se saca el anillo para estampar su sello en el lacre, cerrando el pergamino tras esperar unos segundos para que la tinta seque. Tras eso lo tiende al hombre sin levantarse de su asiento, tras la amplia mesa la presencia del Abad parece más lejana e intimidamente.
El mozo coge con manos temblorosas el sobre que le tiende el Abad, aunque parece hecho un mar de dudas...
- "Su-su-su Eminencia, ¿qui-qui-quién es el Pa-padre Arnaldus?" -
como podeis suponer, se me ha ido la pinza con el nombre, me referia a fray domenico. En todo caso el error me ha hecho pensar una opcion... ¿y si enviamos al padre arnaldus con Fray Domenico aprovechando el viaje del mensajero? podria ayudar como misionero, al parecer en ese territorio hay mucho trabajo y poco peligro. Lo malo es que nos quedamos solitos Ciferinos y yo, no gano para lugartenientes.
De cara al juego... Trus, Darkmaste... la pega es que sería una labor más del Padre Arnaldus y ahora mismo el jugador está bastante ausente por motivos familiares y la uni, tiene pinta de ir para largo. ¿lo hablo con él? porque si no está sería cuestion de buscar otro jugador, no es cosa de seguir sobrecargandoos con pnjs.
Eso como veas tú que tienes más contacto con él. Hablalo primero y según veas pues buscamos a otro o lo pnjtizamos mientras tanto.
Un hermano de este monasterio que a estas horas podreis encontrar en su celda. Él se hará cargo de este mensaje y viajareis juntos de vuelta donde él entregará la respuesta en persona a Fray Domenico.
Levantándose pero sin salir de detras de su escritorio el Abad continúa hablando.
Sereis guía hasta Slobozia de nuestro buen Padre Arnaldus. Ahora id. dice haciendo un gesto con la mano. El hermano Ciferinos os mostrará la celda de Arnaldus.
Tras desaparecer el mensajero por la puerta de su despacho el anciano Abad vuelve a sentarse escribiendo en varios pergaminos sobre su mesa con letra clara y pequeña.
Como ordeno el Abad. Ciferinos guio en silencio al joven , hasta la celda donde se encontraba el Padre Arnaldus.
Una vez alli, espero hasta que el joven entrara y partio en buscar de cumplir sus tareas.
Entro en la celda que me indica el monje, donde encuento al religioso que me tiene que acompañar en mi viaje de vuelta.
¿El padre arnaldus ya sabe algo o se lo tengo que decir yo?
el personaje de arnaldus no sabe nada, espero de él que prepare sus cosas ante las palabras del mensajero (confirmadas por ciferinos) y luego, antes de irse, pase a hablar conmigo.
-Buubuueenos dias papadre. digo con mi habitual tartamudez. Me-me-me manda el Abad pa-para que vayais a hablar con-con el. Ten-ten-tendreis que acompañarme de vu-vuelta a Slobozia.
Me quedo como un pasmarote mirando fijamente al religioso, ensimismado en la espartana habitación que ocupa, era la primera vez que pisaba un monasterio y todo era novedoso.