Partida Rol por web

El Akodo había tomado posición junto a uno de los pedestales, ya dispuesto a cumplir con las indicaciones del rudimentario plan que había ideado ONI NEGRO, cuando las palabras de KYOSHIRO lo apartaron momentáneamente del estado de profunda concentración en que se encontraba.

En verdad, no era que la tarea encomendada revistiera mayores complicaciones. O que hubiera que prepararse especialmente para acometerla. Solo tenían que oprimir todos los extraños pulsadores al mismo tiempo y ver que ocurría... y rezar porque no les cayera algo terrible sobre sus cabezas, claro.

De todos modos, lo verdaderamente terrible era el plan en sí mismo. Pero el veterano samurai continuaba algo abstraído por el entorno, y la analítica mente del Akodo parecía haber pasado por alto aquel minúsculo detalle. Al menos, hasta que las palabras del SHIBA lo hicieron posar distraído su mirada sobre el misterioso grabado que presidía el pedestal que tenía justo frente a él.

"Dolor". O eso parecía significar aquel símbolo. Aunque bien podía tener alguna otra connotación, que se les escapaba. Pensando en ello, el antiguo León recordó algunos versos de un viejo poema que había aprendido hacía años, en su juventud, mientras pasaba sus veranos recorriendo los silenciosos pasillos de la venerable Biblioteca Ikoma.

HIDENAGA no podía reproducir todas las estrofas. Pero estaba seguro de que era una especie de alegoría sobre las distintas etapas de la vida. Empezaba con el "dolor" del parto. Y terminaba con la "paz" de la muerte. Pero le resultaba imposible rellenar los huecos de las etapas intermedias.

- Para algunos, el "dolor" da inicio a la existencia. Que llega a su fin con la "paz" de la muerte. - explicó con aire ausente, más para sí mismo que para alguien en particular, mientras señalaba alternativamente a los dos pedestales que contenían los signos mencionados - A menos, claro, que tras ella uno pueda tomar alguna otra "elección"...

Hidenaga apostando por su teoría, pulsa el botón dolor. El pedestal pivota noventa grados en el sentido de las agujas del reloj a la vez que expulsa un chorro de agua salada, el dolor que experimenta Hidenaga por el escozor de la sal en sus heridas le hace dar un grito contenido. Pero ha merecido la pena, pues la siguiente puerta se abre.

Pasáis a la siguiente sala con celeridad pero tomando algunas precauciones, la puerta a vuestras espaldas se cierra una vez todos en la nueva sala. 

Esta sala tiene forma cuadrangular con un par de recovecos poco profundos en sus muros norte y sur, enfrente el uno del otro. Estos recovecos destacan por estar hechos paralelamente al centro justo de la habitación. No hay ningún otro detalle significativo dentro de la sala.

Una vez inspeccionada la sala, no veis nada más extraño en ella, aparte de estar encerrados. Los muros norte y sur empiezan a moverse el uno contra el otro. Poco a poco se van acercando estando vosotros en la habitación lo único que puede pasar es que acabéis aplastados por los muros, solo se puede salvar uno que se meta en el recoveco, quizás dos si se monta encima del primero.

Debéis tomar la decisión de que dos de vosotros se meten en el recoveco. Por mucho que miráis no hay otra solución.

Kyoshiro puede ver con claridad cómo el león es bañado en agua, incluso su expresión en la oscuridad es claramente visible y eso le causó preocupación por el Akodo.

-Hidenaga-san, ¿Se encuentra bien?-

Preguntó el joven, cuando ya estaban todos en el cuarto contiguo qué abrió el antiguo León, pero los muros empezaron a cerrar se sobre ellos, más temprano qué tarde entendió qué iban a ser aplastados cómo insectos, la preocupación de Kyoshiro aumentó más, tanto por su supervivencia cómo a del grupo entero.

-Debemos darnos prisa ¿Quién de nosotros tiene el cuerpo más pequeño? Yo no podria entrar por ahí-

Gracias a la intervención de Hidenaga, pudieron dejar atrás la sala con las estatuas que tantos problemas les había dado.
El antiguo León parecía haberse llevado un mal recuerdo en forma de agua salada que de buen seguro haría arder sus heridas.

Valkai ni dijo nada, pero admiraba el resuello del Samurai.
Sea como fuera, llegaron a la próxima sala, donde rápidamente las paredes comenzaron a cerrarse con la clara intención de aplastarlos.
Un agujero parecía la única salvación, claro que no cabían todos.
Valkai lo tuvo claro.
¡Tameiki, Shiroi, al agujero! ¡Los demás, intentemos retrasar a los muros! gritó apresurado, yendo a empujar una de las paredes.

Finalmente, habían superado la habitación del veneno. Mientras cruzaban la puerta abierta, Shiroi se preguntó si realmente la elección que creía correcta el arquitecto de tan demencial lugar era la del dolor. El dolor era inevitable, era parte de la vida, pero aceptarlo no significaba necesariamente escogerlo. Pero tal vez la lógica que había guiado su vida no tuviera tanta relevancia en un lugar como aquel.

Fue entonces cuando, al entrar todos en la siguiente sala, los muros comenzaron a moverse, reduciendo el espacio y amenazando con aplastarlos hasta la muerte. Tan sólo un pequeño recoveco entre los muros parecía poder dar cabida a uno o dos de ellos.

Escuchó cómo Kyoshiro hablaba, pero fue Valkai quien sugirió que fuesen ella misma y Tameiki quienes lo hicieran. No podía negar que, desde luego, ella también hubiera escogido a la ronin pelirroja si debía salvar a alguien. Pero sin embargo…

-Espera, Valkai. -Contestó, pensativa, mientras apoyaba sus manos contra uno de los muros, justo al lado del recoveco, y trataba con toda su fuerza de detenerlo. -Tratad de contener los muros, todos. Tal vez juntos seamos lo bastante fuertes.

Mientras hablaba, seguía mirando el hueco, tratando de comprender una vez más la mente de quien había diseñado esa prueba. ¿Qué esperaba de ellos? ¿Realmente estaba pensando para no dejar acceder a más de uno o dos de quienes hubieran llegado hasta ahí? ¿O tal vez únicamente los estuviera poniendo a prueba? ¿Era una salvación, o precisamente el sacrificio?

-Tameiki, ayúdame a empujar, pero no entres aún. -Dijo, con los dientes apretados por el esfuerzo que estaba realizando contra el muro. Lentamente, se fue acercando hasta el borde del hueco, mientras buscaba en su interior alguna pista. -Tal vez sea… únicamente una trampa.

-De acuerdo, Shiroi-sama -dijo asintiendo con la cabeza, al tiempo que apoyaba todo el peso de su diminuto cuerpo contra el muro, apoyando el hombro e intentando empujar con los dos brazos también. Su pelo era una maraña, casi un cojín, entre su cabeza y el muro, y tras ella quedaba el recoveco, perfecto para simplemente dejarse caer hacia atrás.

Ella tampoco terminaba de comprender en qué consistía todo aquello. ¿Por qué conseguir que todos pasaran para ahora dejar que sólo uno sobreviviera?

Si se dudaba podría ser fatal, ya que de probar la táctica de contener los muros requería de todos los brazos. Y el tiempo no corría a su favor. Por tanto, se colocó próxima a las ronin y apoyó las manos sobre la piedra. Mantuvo una posición de arco adelantado, pero giró el tobillo del pie retrasado para que hiciera las veces de palanca. Arrugó el ceño y empujó con todas sus fuerzas

El Cangrejo asintió creyendo una vez más en las palabras de la ronin. Se colocó espalda contra espalda con Valkai y colocó sus grandes mano sobre la fría piedra que lentamente se les acercaba mientras pensaba. -"No moriremos aquí, no así... No así".

Justo en el momento en que os van a empezar a aplastar, los muros se detienen y empiezan a volver a su posición original. Una puerta se abre y os da paso a otra sala.

La sala es rectangular. Hay seis grandes pilares que sostienen el techo. Estos pilares han sido esculpidos tomando la forma de samurais no muertos, aullantes oni y montruosos ogros. Hay un retumbo sordo y leve que suena por toda la sala y tenéis la sensación de que estáis siendo observados por las esculturas. 

Al observar los monstruos, podéis percibir un levísimo movimiento (un labio torcido que se torna una sonrisa burlona, una mano que se cierra formando un puño). En los muros y el suelo hay runas grandes y visibles. El aire de la sala crepita por la energía mágica.

En el muro norte hay una capilla dedicada a Osano-Wo, la Fortuna del Trueno. Hay un bajorrelieve de la deidad esculpida en Jade puro (ya negro) que grita de furia. 

Una escalera desciende desde los pies de la capilla, hacia el suelo. Hay veintiséis escalones que marcan el camino de descenso hacia una tumba que suponéis que es donde descansa Iuchiban. Los del principio parecen de piedra normal. Pero a medida que se va bajando, los escalones van cambiando, siendo más resbaladizos, menos firmes y más traslúcidos.

Al pie de las escaleras hay un enorme muro de mármol, de unos cinco metros de altura que se abre como una cortina a vuestro paso dando lugar a una sala cuadrada cuyo único contenido es una tumba en el centro a la cual se llega tras subir dos escalones y justo encima de la tumba se encuentra flotando en el aire dos pergaminos negros.

Os acercáis con precaución y cogéis ambos, desvaneciéndose todo a vuestro alrededor aparecéis en las afueras de la tumba por donde se entra.

Descubrís que todo el jade que llevábais encima está negro por completo.

La tumba desapreció de repente devolviendo a los Truenos a las inmediaciones de ese lugar maldito. Todo el jade que portaban se había consumido, por lo que tendrían que volver a las minas para obtener más, pero primero debían tratar sus heridas y encontrar un antídoto al veneno de la sala de las seis esculturas con el que todos estaban intoxicados.

-“No podemos quedarnos a la intemperie, debemos buscar un lugar donde descansar y recuperar fuerzas antes de regresar a las minas de jade, pues todo se ha consumido. Propongo que de nuevo, me dejéis ir en solitario, puesto que sé por dónde entrar y salir como el viento”.

El Cangrejo trató de reconocer el terreno en busca de un lugar con agua corriente y el cobijo de la roca de ser posible.(1)

Después extrajo su kit de medicina de su furoshiki. –“Debemos tratar nuestras heridas, pues la corrupción penetrará más fácilmente en nuestras almas a través de ellas. Buscaré los ingredientes para elaborar un ungüento que contrarreste el efecto del veneno. Por el momento descansad y comed un poco, que falta nos hace". (2) (3)

A pesar de la experiencia de Oni Negro buscando agua, comida y hierbas curativas, le cuesta horrores conseguirlo y pierde unas tres horas en ello. Antes de partir decide curarles las heridas a sus compañeros para que no se desangren. Refugio sí encuentra con relativa facilidad.

Pasado ese tiempo estáis todos sanados y descansados, excepto Oni que ha estado activo todo el tiempo.

Toca decidir a donde dirigiros ahora o más tarde y qué hacer con los dos nuevos pergaminos que tenéis en vuestro poder.

Habéis perdido la noción del tiempo dentro de la tumba pero tras las tres horas de búsqueda de Oni se hace de noche.

Pasáis la noche haciendo guardias en la guarida que encontró Oni Negro y amanece sin incidentes.

El Cangrejo despertó con la primera luz del nuevo día sus ojos se abrieron y se puso de pie en un salto. Después dio un largo trago de agua revitalizante y empezó a colocarse la armadura con la calma de un ritual diario. A su vez susurraba salmos a Hida-Kamisama y a las Fortunas agradeciéndoles que siguieran con vida y que pudieran seguir enfrentando las adversidades. Agradeciendo la voluntad inquebrantable de su Ancestro y la suerte que le acompañaba.

Para finalizar se colocó las protecciones de metal de los antebrazos y realizó una profunda reverencia hacia la dirección en la que se encontraba el amanecer. Preparó un desayuno de gran contenido calórico y esperó a que todos estuvieran preparados para servirlo caliente a cada uno de los Truenos.

Tras el desayuno tomó la palabra. -"Debemos regresar a las minas sin demora y conseguir jade para adentrarnos en tierras sombrías. Conozco los dos caminos. No podemos ir a ver a las tribus sin jade, pues no creo que lleguemos cuerdos. Os guiaré hasta las inmediaciones de las minas y entraré en solitario a buscar jade. Mientras tanto vosotros podéis decidir qué hacer con los dos nuevos pergaminos que tenemos. Lo que decida la mayoría será apoyado por mí también. Trataré de pasar por algún poblado para saber en qué día nos encontramos y qué ha pasado durante nuestra ausencia. Pero debemos partir cuanto antes, pues el tiempo no es nuestro aliado".

-Ya sabéis mi postura al respecto -respondió. Los Pergaminos Negros en su poder no podían mancharla, pues el propio Kami Togashi se encargaba de velar por su alma. La corrupción se mantendría alejada en todo momento, y era inmune a ella. Cierto es que para las criaturas del mal era como un faro en mitad de la noche, y que eso ponía en peligro a los demás Truenos, pero era algo que habían aceptado

Sopló la taza caliente que tenía rodeada entre sus manos y dio un pequeño sorbo. Si los demás acordaban no darle los Pergaminos lo entendería. No eran conscientes del poder que su tatuaje poseía, pues ninguno de ellos conocía el arte como un monje del Dragón, y la arrogancia tendía a querer para uno mismo el papel de escudo y protector

Asintió ante lo dicho por Oni mientras observaba a sus compañeros, claramente agotados.

-Vayamos a las minas, pues... Oni, dirígenos, y allí, mientras consigues el jade, nosotros nos encargaremos de los pergaminos -propuso

Habían conseguido su objetivo. Dos nuevos Pergaminos Negros se hallaban en su poder.
No había resultado sencillo, y si no hubieran permanecido unidos, estaba
seguro de que no hubieran salido con vida de la Tumba de Iuchiban.

Pero lo habían logrado.
Ahora necesitaban Jade de forma urgente, dado que todo el que portaban había quedado inutilizable.
Oni hizo bien en sugerir que fueran rápidamente hacia la mina de Jade, por lo que Valkai también estuvo de acuerdo.
Vayamos. Sin Jade nuestro camino todavía será más duro.
En cuanto a los pergaminos, cada vez su carga es más pesada. Aquellos que hayan leído menos deberían ser los que leyeran los nuevos.
Si bien, si alguien se ve sin fuerzas, podría cambiarle el sitio... sugirió. Cada vez se hacía más duro contrarrestar la Mancha, por lo que todos debían aunar esfuerzos.

Los primeros rayos del amanecer cayeron sobre el rostro de Shiroi, obligándola a entrecerrar sus ojos negros. Unos ojos que ya llevaban tiempo abiertos, pues la ronin no había sido capaz de dormir de forma continuada. Había algo en ese lugar, en el mismo aire, que le producía una constante aversión, como si unas garras etéreas se negaran a soltarla. Y la misma sensación sentía en sus entrañas, recrudeciéndose desde que había posado su vista en aquel maldito Pergamino.

Y a pesar de todo, mientras daba cuenta del desayuno que había preparado para ellos Oni Negro, no podía dejar de sentirse ligeramente satisfecha. Habían logrado dos Pergaminos Negros más sin haber sufrido casi daños. Afortunadamente, su instinto le había guiado bien en la última prueba, y en lugar de caer en la tentación del hueco de los muros, todos habían hecho frente al destino como un grupo. Por un momento, se preguntó qué hubiera sucedido de no haber actuado así, pero alejó ese pensamiento. Nada ganaba con él. Habían conseguido su objetivo, y la batalla final con Fu-Leng ya estaba casi a su alcance. Ya poseían diez de los doce pergaminos… y pronto, con suerte, el penúltimo también sería suyo.

De pronto, se dio cuenta de que se había quedado absorta en sus pensamientos, y que los demás ya estaban debatiendo cuáles serían sus siguientes acciones.

-Estoy de acuerdo… debemos ir a las minas tan rápido como podamos. -Dijo, corroborando lo que ya se había dicho hasta el momento, antes de comenzar a dar su opinión. -En cuanto a los Pergaminos… Accedo a que sea Togashi-san quien los guarde, pero creo que es mejor que no los abramos aún. Quién sabe qué horrores podemos desatar con ello… y no estamos en un buen lugar. Incluso con los ejércitos de los Perdidos marchando hacia el norte, esto siguen siendo las Tierras Sombrías.

-Después de visitar las minas… marchemos con los Nezumi. -Propuso, mientras miraba al resto con seriedad. -Recuperemos el Pergamino del sueño. Después… después valoraremos a dónde dirigirnos. Pero creo que, como mínimo, debemos hacer llegar un mensaje hasta Toturi-san.

Kyoshiro habia pasado parte de la noche dormitando, el no necesitaba la sanación de Oni Negro así qué pudo dejar qué los otros miembros obtengan el tratamiento.

Pero en cuanto despertaron, el Shiba se quedó apartado de la discusión, sabia qué lo más sensato era esperar, ya habían conseguido dos pergaminos más, un triunfo, realmente uno bueno.

Con la luz del alba los ojos del Fénix dejaron ese malévolo color verde, y tal parece qué irán a las minas, alistando su naginata y el resto de su equipo.