- Enseguida nos traerán bebidas y algo de comer. Pueden pedir lo que les apetezca, todos los gastos corren de mi cuenta.
- Bueno, supongo que querrán saber para que los traje aquí. Es muy simple en realidad. Quisiera ofrecerles unirse a un grupo de personas con intereses comunes. Pero no puedo decirles nada más hasta que compruebe un par de cosas.
- Si me lo permiten, lanzare un par de conjuros sobre todos los presentes en esta habitación. El primero, disipara la magia por unos momentos. Después, cuando el efecto de ese conjuro termine, usare otro para que todo lo que se diga aquí sea verdad. ¿Están de acuerdo?
Enfundaba su espadón a la espalda mientras el resto de marineros huía. Luego se giró a escuchar a la mujer.
- En ese caso, tendrán que aceptar lo que ha pasado. Han ganado los más fuertes.- Echó una mirada cómplice al enano.- Pero quizás no haya empezado con buen pie, la sigo de cerca, vamos.
Se cubrió con la capa y se dispuso a seguir a la mujer.
El enano sonríe ante las palabras de Byron, y acto seguido guarda sus armas con algo de reparo, pues no le gusta huir de una batalla.
Muy bien, démonos prisa, o nos veremos obligados a acabar con ellos también jeje.
Después de el pequeño paseo en manos de Lazarus por la ciudad, y de maravillarme pro su grandezas, personas y la vida en la calle... o de imaginarme todo eso, pues ni el sol me permite demasiado alzar mi mirada, y parece que somos los últimos debajo del sofocante calor. Así que cuando entro en la taberna se apodera de mí una sensación de deshaogo y comodidad.
Veo a Lazarus detenerse ante una mujer y poco después, al pasar a su lado, reclino mi espalda a modo de saludo, con una amplia sonrisa en mi boca, y un brillo en mis ojos. Después, continuo subiendo las escaleras detrás del grupo, y poco a poco me voy acostumbrando a la penumbra (en comparación con el exterior) de la taberna.
Al rato, ya me encontraba sentado comodamente en una de las sillas de aquella taberna, escuchando las palabras de nuestro anfrition. Conforme hemos ido caminando hacía aquí un resquicio de mí comenzaba a inquietarme por la curiosidad. "Parece que se lo toma muy en serio, y para hablar con unos extraños que ha conocido ahora mismo en una ciudad tan peligrosa... No puedo imaginar que tipo de propuesta nos deparará".
- Lazarus, ser precavido es una obligación en una ciudad como esta. Sin embargo, no creo oportuno realizar un conjuro para solo decir la verdad. Pues en parte hiere mi orgullo de caballero. Estoy sujeto a la sagrada orden de caballería y en ella recaen mis votos, mi honor, y mi vida. Los caballeros no mentimos, y esta palabra que te doy es mucho más poderosa que cualquier conjuro o artimaña. Una vez dejando esto claro - pronuncio aclarando mi garganta - realiza lo que veas necesario sin temor.
- Lo entiendo perfectamente. Hay otros miembros que también son orgullosos caballeros y damas que han jurado decir siempre la verdad y mantienen unos altos principios. Eso es algo muy loable, y también ellos se sintieron un tanto ofendidos por esta petición. Sin embargo, me he topado asimismo con estafadores, seres que disfrazan su apariencia mediante la magia o sus propias habilidades naturales, y que solo buscan destruir lo bueno.
- Es por ello que debo insistir sobre realizar estos conjuros. Sin embargo, nadie los obliga a quedarse o a hacer algo con lo que no estén de acuerdo. Aun así, los invito a permanecer en la posada hasta que baje el sol y charlar amigablemente mientras tomamos unas bebidas frías – exclamo el anciano, al mismo tiempo que alguien llamaba a la puerta.
- Dentro de un momento nos traerán bebidas y paños que se refresquen. Mientras tanto, me gustaría conocer un poco mas de ustedes. Parecen extranjeros en la ciudad, a juzgar por sus vestimentas y por su disposición a ayudar a los más necesitados. Eso no es muy común por aquí.
- Sea como decías - acepto finalmente descendiendo mi mano en gesto aprobatorio - y que tu magia condene a los de corazón injuste e impío.
Al entrar la dama en la sala siento como se endulza el ambiente con su sonrisa y su perfume. Y cuando se acerca a mí, cojo de su bandeja una de las cervezas y susurro a su oído. "Contad con mi gratitud y mi espada, señora". Me reclino sobre el respaldo y bebo un dulce trago de ese nectar.
- Por mí no hay problema, no tengo miedo a esa magia tuya, se que no voy a mentir. Pero tengo una pregunta, ¿dicha magia le afectará a usted también señor? No me parecería de recibo someternos a su duda sin que usted pase por la nuestra.
Al acabar agarro un par de uvas y me sirvo un buen vaso de cerveza, comenzando a bebérmelo esperando la respuesta del anciano.
- Por supuesto. Ya les había dicho que los conjuros afectarían a todos los presentes en la habitación. Yo estaré en igualdad de condiciones con todos ustedes y pueden tener la seguridad de que me veré forzado a responder con veracidad, aun si no lo quisiera. Entonces, ¿empezamos?
Siguió a la mujer lo mejor que pudo ya que debido a su complexión no eran pocas las veces que chocaba con alguien. Cuando finalmente llegaron a lo que a él le pareció todo un palacio. La mujer comenzó a hablar y los sirvientes a serviles comida y bebida. Hacía calor, por lo que no dudó en coger una cerveza y algo que llevarse a la boca.
- Señora mía, mi nombre es Byron y no soy de por aquí. Voy de aquí para allá sin un rumbo fijo.- Hizo un alto y bebió un poco de la cerveza para refrescarse.- Por mi parte, no se preocupe en recompensarme. De hecho, ésta hospitalidad es recompensa suficiente. Además, ¿Qué clase de hombre sería, si dejara que unos rufianes se aprovecharan de una dama?- Terminó con una sonrisa.
Pierot, que había acudido junto a esos desconocidos a la posada, llebando de las rienda a su montura por las solitarias calles, abrasadas por el sol. Al pié de la posada dejó a su corcel juntoa un abrebadero bajo un toldo. Tras asegurarse de que estaba bien, descargó parte del equipaje y acompaño a ser Trêbol, al enano Thordek y al enigmático sacerdote.
No pudo evitar que se reflejara en su rstro una sensación de descanso al encontrarse a salvo del radiante sol, dentro de la posada su armaura de placas metálicas radiaba cierto calor.
Ascendió al segundo piso y entró en la sala, primero permaneció de pié un poco, mientras se desabrochaba las correas que sujetaban algunas piezas de la armadura, permitíendole sentirsé no tan encorsetado. Luego ajustó su cinturón de la espada para que esta no le entorpeciera al sentarse. Dejó su yelmo completo y guanteletes metálicos a su lado, en la mesa.
Escuchó atentamente las palabras del anfitrión a las que asintió.
- No puedo culparos, imagino que muchos pueden ser los que mientan diciendo que son caballeros cuando no son más que bribones.- Habia dicho al respecto de recibir los conjuros que superarn las defensas arcanas.
Cuando subió la moza el joven agradeció la bebida y las frutas, de forma cortés.
- Por favor, procedamos.
Observo como Pierto se desenfunda de su armadura, y unos cabellos largos y cuidados caen como melena sobre sus hombros y le dan un aspecto autoritario, remarcado con su bigote fino y corto. Me fijo en sus gestos y sus modales al hablar, siempre me resulta un placer estar ante otro caballero.
- Entonces - pronuncio cuando éste termina de hablar - parece que estamos todos de acuerdo. Proeda sin más dilación, pues la curiosidad resuena en mi interior y temo que pronto comenzaá a salir por mis orejas - y río con un toque humorístico, con la imagen en mi cabeza de un gnomo que conocí que había inventado un ridículo aparato especial para calentar las orejas.
- Muy bien, entonces procederé – declaro Lazarus, cerrando los ojos y concentrándose en los sortilegios, realizando unos pocos movimientos con las manos y recitando en voz baja las palabras de los conjuros. Pasaron unos instantes en los que todos guardaron silencio, mientras se percibían las extrañas emanaciones producto de la magia dentro de la habitación y luego todo pareció concluir.
- Esta hecho. Ahora, si me lo permiten, me gustaría iniciar con algunas preguntas. Díganme, ¿pertenecen a alguna organización que trata de destruir o encontrar a los miembros de los guardianes de la serpiente dorada? ¿Están planeando matarme o capturarme? ¿Han sido enviados aquí a recabar información? ¿O acaso están bajo las órdenes de los señores de la ciudad? ¿Son alguna clase de espías? Y si no es así, ¿Cuál es su verdadero propósito al venir a Ahil – Tar? Y por ultimo ¿son verdaderos defensores del Bien, o siguen a la causa del Mal?
- Les ruego me disculpen por el tono de estas preguntas, pero es vital saber si son enemigos o no. Después de que las respondan, ustedes podrán interrogarme a su vez, si quedo satisfecho con sus respuestas.
Estan bajo un hechizo que los obliga a decir la verdad. Sin embargo, si asi lo quieren, pueden "usar inventivamente" las palabras de sus respuestas, para tratar de evitar decir algo.
Sin embargo, ante una pregunta directa, del tipo "si ó no", no tienen muchas opciones.
El joven Pierot mira directamente a los ojos del sacerdote, se mantiene atento, nada más terminar sus preguntas, formuladas como un interrogatorio el joven, tras mirar a los demás y viendo que no corta la palabra de los otros dos caballeros, empieza a responder.
¿Pertenezco a alguna organización que trata de destruir o encontrar a los miembros de los guardianes de la serpiente dorada?- Repite la pregunta del hombre anciano y contesta.- No, a decir verdad desconozco que es eso de los guardianes de la Serpiente Dorada.
Continúa.
¿Estoy planeando mataros o capturaros?- Repite de nuevo.- No, no tengo motivos para ello y además os tego que agradecervuestra atención al sanarme.
¿He sido enviado aquí a recabar información?- Prosigue con las preguntas.- No he sido enviado por nadie, pero ciertamente me gustaría recibir información de las tierras por las que ando.
¿Estoy bajo las órdenes de los señores de la ciudad? No, no es el caso.
¿Son alguna clase de espías?- Un leve matiz de desagrado cruza su tono de voz al pronunciar la palabra espía.- Nunca haría tal trabajo ruín, va en contra de todo lo que yo me esfuerzo ha defender.- Dice con cierta nota de orgullo en su voz.
Y respecto a cual es mi propósito al venir a Ahil – Tar. No lo tengo muy claro, hace medio año emprendí el camino del caballero errante tras pronunciar los votos. Tengo que recorrer el mundo, deshacendo entuertos y ayudando a los necesitados que tengan puras intenciones.
Su voz es fuerte y clara, pero no da la sensación de estar gritando, simplemente es una voz grave. En todo momento mantiene la mirada fija en Lazarus, al que resonde. Al concluir su intervención espera cualquier pregunta más que quiera formularle
Durin se sienta en la silla indicada por Amira y observa como se empieza a llenar la mesa de comida y bebida mientras sonríe para sus adentros. ¡Que buena pinta tiene esto!
Ante la presentación de Byron el enano asiente y hace una leve reverencia, con tanto ajetreo no habían tenido tiempo de presentarse como es debido.
Mi nombre es Durin Strakeln, para servirla. Yo tampoco soy de aquí, pero oí que aquí tenían buen mercado de armas y decidí comprobarlo por mi mismo. Respecto a la recompensa... con lo que veo me doy por satisfecho, pues hace tiempo que no como nada en condiciones.
Durin coge una cerveza y la saborea lentamente echando un suspiro mientras se la bebe.
Por cierto, eso de unirse a un grupo para cambiar los modos de esta ciudad de ¿que se trata exactamente?