Partida Rol por web

Los soldados estaba a punto de disparar... cuando algo los distrajo, uno de los cristales sonó al romperse estallando en mil pedazos. Algo desde fuera debía haberlo destrozado. Tenían unos pocos segundos para aprovechar antes de que la sorpresa remitiese, aunque los que estaban en ese lado comenzaban a correr hacia la puerta.

Desde el exterior también llegaron voces que resonaron por toda la estancia. Eh, tú, cómo coño has sobrevivido!!

¡Mierda! No se lo pensó y salió corriendo también hacia el lado contrario de dónde estaban los guardias, intentando salir de su radio de visión y esconderse en algún lado.

Viendo el estallido de los cristales parecía claro que era una buena vía de escape. No habían logrado salvar a esos humanos y lo peor, los afganos no parecían una alternativa. Todo indicaba que estaban en una situación que solo conducía a su eliminación. Fred siguió corriendo.

- Vamos, Sigrid.

Dijo con ímpetu pero sin alzar la voz, buscando arrojarse a través de la nueva apertura. La musculatura se tensó, notó fluir la adrenalina por su cuerpo mortal, dándole fuerzas para hacer el intento de huída.

Aprovechando el momento, Fredd y Sigrid corrieron hacia la puerta, sorteando varios disparos. Casi al salir vieron la silueta de un hombre que enseguida reconocieron como Michael. Aún estaba a unos metros pero sin duda había sido él quien había provocado la rotura del cristal. Varios gritos de soldados dejaban claro que lo estaban persiguiendo y ya juntos los tres la única dirección posible era girar a la derecha para tener una remota posibilidad de escapar saltando la valla que daba al exterior o acercarse a la caseta que había adyacente al edifico central, que tenía la puerta abierta y cuyo camino estaba despejado desde donde estaban.

Pero pese a lo rápido de su maniobra sintieron algo detrás de ellos, una silueta vagamente familiar estaba apostaba bajo la puerta principal, la luz lo iluminaba aún lo suficiente como para encontrar rasgos parecidos a los del hombre que había llevado a cabo toda la masacre. Grandes alas salían de su espalda y tanto ellas como su cuerpo mezclaban la gracilidad angelical con la aberrante forma de un demonio. El ser, a caballo entre los dos mundos, miró hacia dentro como esperando que otros más saliesen con él. Varias sombras también aladas demostraban que así era y no estaba solo.

Aquél ser era un monstruo, una aberración, medio ángel medio demonio. ¿Cómo podía Dios haber dado la capacidad a sus hijos de transformarse en semejante criatura? Dudaba, en su mente se agolpaban preguntas para las que no tenía respuesta y su fe se tambaleaba, pero aún con esas, tenía una cosa clara: obra divina o perversión de esta, no podían dejar que algo así vagara libremente por el mundo. Ni los otros, pensó con cierto miedo al girar la cabeza y ver que no era el único. Estaba convencido de que morirían allí, debilitados y en inferioridad numérica, pero si iban a sacrificarse, al menos se llevarían a algunos de esos por delante. Lo que no haría sería huir e ignorar aquél acto terrible.

—Atrincherémonos en la caseta —dijo corriendo ya hacia allí.

Para Fred la situación era delicada y lo que necesitaban no era sino un golpe de suerte. La figura que había ahora cerca, esa mezcla de ángel y demonio, le conducía hacia la idea de que el Creador dejaba que su obra se hiciera compleja. Si tan solo esos seres tuvieran libre albedrío todavía habría sentido, mas eran monstruos que creían seguir el camino correcto. Quizás no había tanta diferencia entre los seres vivos, quizás todos estaban engañados en el fondo.

El joven asintió a Michael.

- No podemos escapar, son muchos y muy bien armados. A la caseta entonces. Si perecemos que sea llevándonos a algunos de ellos. Moriremos con dignidad.

Magro consuelo si no lograban parar esa locura, la humanidad iba camino a otra crisis.

Los tres corrieron por sus vidas hacia la caseta, las balas sonaban a su alrededor pero a ninguno parecían haberles alcanzado. Al llegar cerraron rápidamente la puerta, cualquier cosa que hubiera ahí dentro parecía mejor que lo que les esperaba al otro lado. Se mantuvieron en silencio en total oscuridad hasta que sus ojos se iba acostumbrando a la penumbra, y entonces la vieron.

La chica estaba encadenada a lo que parecía una gran máquina, posiblemente un enorme calentador o algún contenedor de gas. Estaba bastante asustada, la cadena de su cuello le impedía moverse y los miraba con terror. Lo que en su día fuera un rostro hermoso ahora estaba demacrado y sucio, aunque conservaba toda su belleza. Sus brazos estaban llenos de cicatrices, como marcas de cuchillas que reconocían en aquellos que buscaban el suicidio pero muchas de las zonas donde habían curado no eran fácilmente accesibles así que descartaron esa posibilidad, alguien se las había hecho.

Se arrinconó al fondo de la pequeña estancia y comenzó a susurrar sin levantar mucho la voz. No, por favor, otra vez no, no aguanto más, no he hecho nada. No sé nada de lo que me pedís, solo quiero llegar a casa, estar con mi familia, me arrepiento de todo.

El tono era terrorífico, alquien que esperaba la muerte y sabía que jamás la eludiría, que no saldría de allí.

Se mantenía con los ojos cerrados mientras los demás la miraban. Solo Sigrid cayó en la cuenta y bloqueó la puerta con una pala, no había cadena pero al menos aguantría mientras encontraban algo más sólido.

La voz seguía con su fragil lamento.

- Por favor, dejadme en paz. No he hecho nada.

Estaban momentáneamente a salvo, aunque sabía que no por mucho tiempo; era cuestión de minutos que lograran derribar la puerta y entraran a por ellos. Tendrían que estar preparados para ese momento y usar cualquier ventaja que pudieran encontrar; Michael, en seguida, se puso a buscar algo así, hasta que la vio.

—Tranquila —dijo levantando las manos—. No queremos hacerte daño, no estamos con esa gente. Hemos venido a liberarte, a liberaros a todos. —Se fue acercando— ¿Qué te han hecho? —Y miró tras ella—. Mmm... ¿Qué esta máquina, lo sabes?

De forma agitada entraron en el cobertizo cerrando la puerta, consciente al menos Fred de la débil situación. Cuando pudo ver a la mujer, notó que había una oportunidad pues podía ser el alma pura y si los ángeles se corrompieron, entonces un alma pura sería anatema para ellos.

Fred mostró las palmas de las manos mientras se acercaban.

- No vamos a herirte, también queremos salir de aquí. Esos monstruos nos quieren presos pero no hay que perder la esperanza de que el camino se ilumine.

El joven asintió a la chica, buscando un punto débil en la cadena, la forma de tirar para separarla del calentador.

- Te hacen esto porque en el fondo te temen, eres lo contrario a ellos. Sé valiente y les derrotarás, hay una fuerza en ti que no conoces todavía, pero está ahí. Por cierto, me llamo Fred.

Aquello sonaba a charla motivacional, pero sí que hacía falta que la chica fuera abandonando sus miedos.

Fuera se oían gritos, no de terror sino organizando la situación, como si un ejército armado estuviera colaborando para sacarlos de allí. Pero nada ocurrió. Ni en ese momento ni en los minutos siguientes, el ruido externo fue cesando hasta desaparecer, como si todos se hubieran ido. Sigrid miró hacia fuera por una pequeña rendija. Están ahí, esperándonos. El resto pudo comprobar que era verdad. No había ninguna prisa si tenías todo el tiempo del mundo y muchos de los que había en la masacre habían adoptado sus verdaderas formas, ángeles cuyos rasgos se asemejaban más a demonios. Todos los esperaban en silencio, fuera, como si compartieran un estado mental y fueran consciente de que no necesitaban comunicarse... o lo estuvieran haciendo de otro modo.

Junto a ellos muchos soldados mantenían sus armas en alto, apuntando a la puerta. Esto se va a convertir en una masacre.

Los minutos pasaban y la situación era desesperante, quizá estuvieran intentando que ellos mismo se hundieran y se entregasen. La chica había permanecido largo tiempo en silencio, acurrucada sobre sí misma, aterrorizada. Solo tras el paso del tiempo empezó a ser consciente de que no la habían atacado.

Los tres habían tratado de encontrar algo que les fuera útil pero ni siquiera Sigrid pudo sacar partido de sus habilidades. Estamos perdidos. Sus palabras habían resonado profundamente.

- Llevo... llevo tiempo aquí.- Las titubeantes palabras de la chica que estaba con ellos sonaron mínimamente audibles.- Cuando el mundo era joven mis hermanos y yo gozábamos de ventajas, concedíamos dones. Todo aquel que lo pidiese y fuera digno de nuestra confianza podía beneficiarse de nuestro poder.

- Aún recuerdo aquello, eran momentos felices, yo era feliz.

- Pero el mundo cambió, llegaron las máquinas y de golpe todo era posible. Luego el hombre se volvió egoísta y llegaron ellos. Vosotros, supongo. Nadie os veía al principio, achacaban lo que pasaba a la mente, alucinaciones. Pero era verdad, llegasteis por obra del Creador, el mismo que nos había traído a nosotros. Y posiblemente estuvierais aquí antes, mucho antes.

- Aún así todo transcurría en paz, no había problema entre nosotros. Comenzamos a identificaros y a compartir nuestros dones... pero fuisteis egoístas. Gobiernos, grandes empresas, todos buscabais lo mismo. Comenzamos a ver las señales. Vuestros símbolos, el ansia de poder. Supimos que tarde o temprano vuestra naturaleza acabaría con todo, como así ha sido.

- Cuando llegaron ni siquiera esperábamos esto, agotaron nuestro poder, mataron a mis hermanos. Y ahora buscan a otros como yo. Los que están aquí son solo un elenco de los que vienen a menudo, hay mucho poder y dinero metido en todo esto, lo sé porque de otro modo no podrían hacerlo, y he oído nombres, Bezos, SERCO... vosotros los conocéis como Coca Cola, General Motors, Northrop... ellos controlan todo.

- Pero nadie es como nosotros, tratan de buscar, de creer, y están matando inocentes. Me hubieran matado a mí si no fuera la última. Ahora veo que vosotros estáis metidos en esta trampa, como antes estuvieron otros.

Os mira casi con pena. ¿Habéis venido a liberar el mundo?

antes de escuchar un fuerte golpe fuera, algo ha chocado o impactado a pocos metros de donde estáis, de un modo terrible. Sigrid sale disparada hacia la mirilla y os confirma que hay humo fuera. Tarda en disiparse

Por mucho que le pesara, las palabras de la mujer tenían gran razón de ser: Los ángeles igual sentían la ambición desmedida que se achacaba a los humanos, menos longevos. Era evidente que fallaron en conseguir la paz, al final, triunfó la violencia, la guerra y la destrucción.

Para el antropólogo, los humanos desarrollaron una agresividad innata para sobrevivir en la naturaleza, por eso los ángeles deberían de haber enseñado otras vías. Con tantos bienes, tantos tesoros y conocimiento como había hoy en día, esos impulsos seguían ahí en la psique, empujando para ganar poder, para tomar el control. El dominio del territorio, de los animales y finalmente de otros seres humanos. El mundo evolucionaba pero los instintos de la psique seguían anclados al pasado, deseando que todo siguiera igual, anclando la propia percepción de cómo funcionaba el mundo al modo en el que funcionaba miles de años atrás.

- Qué puedo decir, Eve, vinimos a evitar esta monstruosidad. Los ángeles no hemos estado a la altura, hemos acabado con los vuestros, con las almas puras. Cuando vinimos pensábamos que todavía estaríais a salvo, mas no, si solo quedas tú, entonces hemos de hacer lo que esté en nuestra mano para salvarte.

Pues era también el modo de salvar a los ángeles. Fred se acercó a la cadena para tirar de ella buscando debilitarla.

- Nos enfrentaremos a esas criaturas, es un todo o nada.

Tal vez Fred no lo había entendido, pero él si. La libertad que esa pobre criatura esperaba no era que la sacaran de allí, sino morir. Por eso no habían entrado los soldados ni los ángeles corruptos, porque se arriesgaban a que, en el fragor de la batalla, muriera ella. La última. Si eso ocurría, se quedarían sin la fuente de su poder, sin esos dones que habían tergiversado la obra divina. No era un todo o nada, sino nada para todos los que había allí.

—Señorita Brown, ven aquí. ¿Cree que puede convertir esta máquina en una bomba? Si es una caldera o algo así, seguramente podamos volarla por los aires y destrozar parte de este complejo, ¿verdad? —Miró a sus compañeros—. No podemos salir de aquí, son demasiados y nos destrozarán. Y tampoco podemos permitir que la cojan de nuevo, así que... —Lo dejó en el aire, pero estaba clara su intención—. Podemos engañar a los de fuera para que entren a parlamentar, y entonces... —Boom.

Sigrid asintió y esbozó una sonrisa, le estaban pidiendo lo que mejor sabía hacer y eso le gustaba, disfrutaría mucho aunque fuesen a morir. Dadme media hora, ganad tiempo si es necesario. La mujer se puso manos a la obra, buscando algunas herramientas dispersas por las estanterías.

Mientras tanto ellos seguían hablando con la chica, parecía joven pero hablaba de tiempos remotos. ¿Cuánto llevas aquí? Preguntó Sigrid mientras trabajaba.

Ella bajó la cabeza, pensativa, y al rato habló. Perdí la cuenta hace ya mucho. El mundo ha cambiado y yo con él, recuerdo los colores, pasar de aquella oscuridad al mundo nuevo, la música, la gente al fin libre. Tampoco es que importe ya mucho, llegaron ellos y acabaron con todo. Ya tenían a uno de mis hermanos, quizá desde hace un siglo. Yo no recuerdo los años que he pasado sin ver la luz.

Y en ese momento escucharon un fuerte golpe fuera, algo había chocado o impactado a pocos metros de donde estaban, de un modo terrible. Al mirar por el pequeño agujero vieron humo fuera, las figuras aladas habían iniciado el vuelo pero los soldados se mantuvieron alerta hasta que pudieron ver algo.

- Malditos viejos, ¿de dónde coño han salido?- Es lo único que pudieron escuchar. Dos siluetas familiares habían abierto un boquete en la valla con la furgoneta que los había traído aquí. Disparos, alaridos que no podían pasar por humanos, una pequeña batalla campal se había organizado fuera mientras seres sobrenaturales y armas de fuego medían sus fuerzas.

- Sigrid, date prisa!! Se nos acaba el tiempo.- Las palabras de Michael eran lo único que parecía coherente en aquel desorden. Pero minutos después llegó el silencio, los dos ancianos estaban tendidos en el suelo, al parecer muertos. Dos de los supuestos ángeles también habían caído, al igual que al menos media docena de soldados.

El hombre que parecía estar al mando estaba frente a la puerta.- Ha llegado vuestra hora.- Se acercaba despacio a ellos.

- Listo!!- Sigrid había terminado pero les advirtió.- Si explota aquí con nosotros dentro moriremos todos.- Algo parecido a un tubo rodeado de cables sobresalía del depósito.- Solo hay que dar un golpe aquí con esto.- Esgrimía un pequeño martillo.

La figura que había delante llegó a la puerta. Su cara estaba demacrada, nada que ver con aquel joven que habían visto hace una hora que pese a sus heridas demostraba vitalidad, el ser que ahora tenían delante estaba viejo y decrépito, pero era la misma persona, no les cabía duda. La actitud altiva seguía con él.

- No tenéis otra opción que entregaros, uníos a la causa si queréis pero no seáis tontos, ella no se va a ir con vosotros.- Sus palabras llegaban claras desde el otro lado.

A su alrededor un pequeño batallón de ángeles caídos y soldados se mostraba inquieto y apuntando hacia la pequeña caseta.

- Me temo que no vamos a salir de esta, ha sido un verdadero placer pero alguien tiene que hacer esto. Si salís corriendo de aquí al menos tendréis una oportunidad, creo que me toca a mi poner esto en marcha.

Sigrid les estaba ofreciendo una oportunidad, pondría en peligro su vida pero eso permitiría al resto la remota opción de salvarse.

Michael había estado a punto de ofrecerse él, pero en lugar de eso, simplemente hizo aparecer su hoja de luz y sonrió—. Llévatelos a todos por delante —dijo a Sigrid, a modo de despedida.

Sin más, se lanzó a por el demacrado Uriel, con la espada por delante, dispuesto a asegurarse de que nadie saliera de allí con vida; aquella deshonra para los ángeles acababa ese mismo día.

Viendo los derroteros que tomaba la situación, se lamentó porque no había otra opción que el sacrificio. Aquí moría la última de las almas puras y morían ellos, salvo que llegaran a reencarnarse en nuevos cuerpos, algo que Fred no sabía. Había ocultado todo ese tiempo su nombre angelical, desearía que pudiera a volver a usarlo algún día.

- Si no hay alternativa... Pero escúchame, si puedes concederme dones, quizás puedas darme alguno con el que romper la cadena, no pretendo quedarme esa gracia, solo darte la oportunidad de huir.

Sabía que las opciones eran pocas, pero quedaba un resquicio de esperanza al que aferrarse.