Partida Rol por web

La visión había sido horrible, la sensación de tener que hacer algo para evitar la matanza los consumía. Sin embargo algo más les llamó la atención, al otro lado de la verja comenzaban a verse luces, se acercaban poco a poco hasta descubrir que se trataba de varios coches, jeeps militares. Al menos cuatro de ellos pararon delante de la puerta y tras intercambiar algunas palabras con los vigilantes entraron al complejo.

A pocos metros de ellos sus ocupantes fueron bajando, todos parecían de origen árabe y fuertemente armados. Casi sin decir nada tres cuartas partes de ellos se quedaron allí custodiando los vehículos mientras otros cuatro entraban en la edificación principal, donde estaban teniendo lugar las torturas.

Antes de poder mirar por la ventana de nuevo para ver qué ocurría uno de los visitantes pareció ver algo y se dirigía despacio hacia ellos con el arma en las manos.

La situación se complicaba por momentos, y cada vez tenía más claro que, excepto por un milagro, no iban a poder salir de allí con vida, ni sacar a los niños, nada. Demasiados enemigos como para tener éxito. Pero si tenía que morir, lo haría en post de la voluntad de Dios, siguiendo lo que creía correcto.

Con un gesto a Fred, señaló a uno de los soldados más cercanos, y él empezó a moverse hacia otro. Debían eliminar a cuantos pudieran rápidamente y hacerse con sus armas...

...Y en seguida supo que la oportunidad había pasado. Les habían descubierto y la curiosidad no tardaría en dar paso a las preguntas incómodas. Cuando dieran aviso sobre ellos, todo se habría acabado. Así sea.

Avanzó un poco más, incluso se atrevió a sonreír y saludar con una mano al hombre, dejándole aún más confuso, y en cuanto lo vio claro se lanzó a por él, haciendo aparecer su arma y atacándole rápidamente para intentar eliminar a un enemigo cuanto antes. No había vuelta atrás.

La aparición de más personas fue algo inesperado, al ver que eran árabes Fred pensó que existía la posibilidad de que fueran aliados. Miró al director, ambos habían notado que se aproximaba uno de ellos.

- El último árabe que vimos estaba de nuestra parte.

Sugirió en voz baja.

- Habla con él y yo lo rodeo.

Se notó compungido por todo lo que estaba viendo, estaba al límite, no sabía si podría controlarse ante semejantes atrocidades.

Michael salió de las sombras corriendo hacia el hombre para su sorpresa y la del resto, su adversario se vió tan desbordado que no supo qué hacer antes de percibir la luz sobre su cabeza que despedía la hoja del ángel. El rector vio a cámara lenta cómo el soldado cerraba los ojos justo un momento antes de ser atravesado, su piel oscura curtida por la piel del desierto, el pelo ya cano en algunas zonas tapado por una especie de turbante ligero, los dientes apretados de un blanco amarillento producto del sarro... y sin embargo nada sucedió, la espada pasó sobre él sin hacerle ni un solo rasguño y ahora el asombrado era el propio atacante.

En ese momento sonaron los disparos, a lo lejos. El afgano estaba aún inmóvil, tocándose el cuerpo en señal de agradecimiento, riendo... cuando recibió una de las balas y calló al suelo, muerto, sonriendo como último gesto dejado al mundo.

El dolor que sintió Michael fue insoportable, algo lo había atravesado, sentía la sangre brotar y miraba a los hombres del otro lado solo para ver destellos tras cada disparo. Otra punzada volvió a rasgar su carne antes de desvanecerse sobre la hierba, sentía el sabor salado en la boca, su herencia mortal, justo cuando sus ojos dejaron de percibir nada más.

Fred lo miraba todo desde su escondite, no había tenido tiempo de actuar, todo había ocurrido durante un relámpago y ahora se debatía entre salir o quedarse escondido hasta que todo se calmase.

Oh. Aquél fue su último pensamiento cuando las balas le atravesaron, comenzó a perder sangre y la vida se le escapó lentamente. Inconsciente antes de tocar el suelo, se derrumbó sabiendo que había cometido un error, y los errores se pagaban caros en aquél mundo.

Fred observó lo que sucedía sorprendido por la velocidad con la que se desató el caos. El afgano había sido asesinato, Michael se veía moribundo, necesitaba ayuda pero primero se tenía que orientar él mismo.

Fred se había quedado parado, con sus amigos en tan malas condiciones tenía el deber de sacarlos de ahí pero no podía lograrlo con tantos guardias al acecho. Seguía teniendo la esperanza de que los afganos empezaran una ofensiva, por eso decidió mantenerse al margen por ahora.

El fuego paró, los atacantes soltaban voces para que nadie siguiese disparando y al rato se fueron acercando a donde estaban los cuerpos. En la oscuridad Fred trataba de mantenerse quieto para no ser descubierto, veía como estaban a pocos metros... y entonces lo vieron. Encañonándolo soltaron palabras aceleradas, indicándole claramente que se pusiera de rodillas en un idioma desconocido. Debido a su número no era momento de hacerse el héroe.

Uno de ellos le ató las manos y mientras el resto seguía peinando la zona, tres lo condujeron al interior del edificio. Le habían arrebatado la mochila y las armas.

Al entrar escuchó con claridad el bullicio, los gritos de los presentes producían eco en las paredes y el niño había dejado de emitir sonido alguno, quizá ya habría muerto. Los dos anfitriones lo miraron desde lejos e hicieron una seña para que lo colocasen junto a Sigrid, que más allá lo miraba con sorpresa.

Cuando se acercó a ella trató de hablarle pero uno de los vigías les hizo callar. Las heridas de su hombro no parecían estar tan mal desde aquí, pero si había sangrado abundantemente y le habían destrozado la ropa, quizá buscando algo.

En el mostrador, el hombre estaba introduciendo sus manos en el cuerpo inerte arrancando órganos, la escena era aterradora, solo con el alivio de que la víctima los había dejado ya hacía un tiempo.

Los hombres siguieron investigando por el lugar, no encontrarían nada más. El cuerpo de Michael yacía en el suelo, igual que el de su compañero. Alguien ordenó algo y comenzaron a llevarse a los dos, arrastrándolos. Y entonces el rector abrió los ojos.

Podía ver claramente a los dos soldados que lo sujetaban, que al parecer no se habían dado cuenta aún, y al pasar de largo por la puerta escuhó el murmullo de los gritos de dentro. Se alejaban de allí, quizá a una zona del complejo donde se deshacían de este tipo de cosas.

La ceremonia o lo que fuera aquello terminó, había durado bastante pese a la muerte del chico y ahora yacían los dos cuerpos en el suelo, uno sobre el otro. El hombre que los había matado hizo otro gesto para que se acercasen y entonces los llevaron frente a él.

Habló de modo directo.- ¿Qué hacéis aquí y quiénes sois?

La visión era desalentadora, rodeados de muerte, a los corruptos poco le importaba la vida humana. Fred tuvo a veces la tentación de pensar que eran seres inferiores, animales venidos a más, solo que ese camino llevaba en la dirección contraria que un ángel debía de tomar.

- Venimos a detener esta locura, a qué si no. Habéis cedido al lado oscuro, habéis caído en la corrupción, os habéis convertido en lo contrario a lo que debíais aspirar y para qué, acaso no sabéis que esta existencia es solo una prueba. El Creador nos ve ahora, nos ve a todos. Su creación se hace más compleja pero la función original permanece.

Decía recurriendo a un mantra con la esperanza de hallar una vía de escape. Todavía creía que tenía un as en la manga, la figura del rey afgano, solo que tenía que saber cuándo usarla y ahora atado se veía harto difícil.

A pesar de sus palabras cargadas de convicción, Fred tenía miedo por el modo en el que la corrupción se extendía. Ahora se sentía más humano que nunca, preso y delante de los suyos, que devenían sus enemigos. Durante tantos años los humanos lucharon entre ellos, volviendo sus sociedades más sofisticadas para sobrevivir, ahora venía el turno de los ángeles, a salvo de esa vorágine por mucho tiempo pero ese tiempo llegaba a su fin, así lo creía.

Michael volvió a cerrar los ojos; no era el momento de hacerse el héroe, ya había cometido demasiados errores. Hacerle actuar tan precipitadamente, desde New York, le había alterado, y el resultado era que casi había muerto. Seguramente, si no le habían rematado, era porque no habían detectado su aura y le habían tomado por un humano cualquiera. Bien, eso le daba una oportunidad.

Empero, tenía que pensar como aprovecharla. Dudaba. ¿Por qué su espada no había afectado al hombre? Su hoja sagrada debía haberle herido, no era posible que el corazón de su objetivo hubiera sido puro; no, si estaban ahí, si acudían a ese tétrico espectáculo, es que estaban mancillados. Ángeles traidores, demonios, seres sobrenaturales impíos o humanos de negra alma, todos caían ante su divino filo. Y entonces, ¿por qué? Esos no eran simples criminales, eran de la peor calaña posible, malvados por decisión propia, carentes de brújula moral.

Paciente, se dejó arrastrar, y solo cuando le soltaron y notó que perdían el interés en él, abrió levemente los ojos. Antes que nada debía asegurarse, y luego descubrir quienes eran los afganos y que hacían allí realmente.

- ¿Lado oscuro, dices? Esto es obra del todopoderoso, él quiere que compartamos sus dones. No nos contó todo cuando nos creó, solo unos pocos elegidos hemos encontrado el camino, solo a nosotros nos ha revelado la verdad.

- Y por supuesto vosotros no entráis en sus planes, como quiera que habéis llegado no saldréis de aquí.

Hizo un gesto a algunos de sus matones señalándoos a vosotros y éstos comenzaron a colocarse las armas para disparar.

Los hombres se habían ido tras arrojarlo junto a uno de los costados del edificio. El olor era insoportable y al abrir los ojos, Michael pudo ver que no era el único "cadaver" que se descomponía ahí fuera. Al menos tres cuerpos más yacían en condiciones deplorables, todos parecían niños y estaban totalmente irreconocibles, ratas, gusanos y moscas estaban haciendo su labor. Sería imposible saber a ciencia cierta cuánto llevaban muertos pero debían ser días o semanas.

Dentro de la estructura principal los gritos y voces habían cesado pero seguía habiendo luz. Y por suerte no había rastro de vigilancia en esta parte salvo un par de guardias alejados, cerca de la valla y mirando hacia fuera.

La locura había corrompido la mente de esos ángeles, debió de haber supuesto que creerían que seguían la obra de Dios. Cuando Dios quería que el mundo fuera un lugar manso. Todo se había vuelto patas arriba.

Viendo a los soldados preparar sus armas se veía muerto, pero se dio un nuevo impulso dispuesto a sobrevivir todo lo que estuviera en su mano. Empujó a la mujer en dirección a los afganos.

- ¡Estos locos hicieron la vida imposible a vuestro rey, Malik Mujtaba! ¡Lo obligaron a sacrificarse! ¡Dio su vida por los suyos, debéis de saberlo!

Echó a correr y si no reaccionaban trataría de atravesar una ventana de un salto.

Michael abrió los ojos y observó, entre apenado y furioso, los cuerpos de los niños asesinados. También se sentía confuso, pues no terminaba de entender que estaba pasando allí; el hombre al que había atacado era humano, e intuía que no era el único allí. ¿Pero entonces, qué buscaban ellos, simples mortales, de las almas puras que tenían encerradas? Debía descubrir que estaba pasando allí.

Lo primero que hizo fue aprovechar que nadie le prestaba atención para enfocarse en los dos guardias que protegían el perímetro; debía comprobar si tenían algún aura antes de actuar precipitadamente, cosa que no le había ido nada bien hasta el momento.

Nada. Primero su espada de luz había atravesado sin efecto a uno de los árabes, y ahora los demás soldados tampoco daban muestras de ser seres sobrenaturales, solo lo que parecían simples mercenarios haciendo su trabajo y sin hacer preguntas, lo cual suponía un serio problema para él: si su alma no era malvada y corrupta, ¿qué derecho tenía a matarles? Era una lástima que ellos no fueran a tener los mismos miramientos al revés.

Michael suspiró y se movió de allí aprovechando que no le veían, dirigiéndose de nuevo al edificio principal. Estaba claro que no podía meterse otra vez —si volvían a pillarle, se asegurarían de rematarle—, pero tal vez encontrara algún punto desde dónde poder observar sin ser visto.

¿Pero qué...? Michael observó, con el aire contenido, lo que estaba sucediendo en el interior, el intento desesperado de Fred por salvar la situación de alguna manera. No veía muchas posibilidades de que lo lograra: ya le estaban apuntando, no tenía dónde parapetarse y las balas eran más rápidas; necesitaba una distracción.

Rezando para que Dios le escuchara e intercediera, se parapetó tras la pared y golpeó el cristal de la ventana con el codo, usando todas sus fuerzas para reventarlo y que el sonido de los cristales hiciera desviar la atención, aunque fuera un instante, a los soldados. Con suerte eso le daría unos preciados segundos a su compañero, lo justo para ponerse a salvo.