Partida Rol por web

Mélegat desciende los escalones que llevan a la planta baja de dos en dos, apresuradamente y con el gran martillo sujeto entre sus fuertes manazas.

Mientras recorre el pasillo del piso inferior no deja de susurrarse que él es la fuerza...

Una vez llega ante la puerta del cuarto donde debería estar su amiga Illianna, se frena en seco por un instante, respira hondo y tras ello grita :

-¡¡¡YO SOY LA FUERZA!!!

Tras ello arremete contra la puerta a golpe de martillo.

Illianna asiste a la escena terrible que ha tenido lugar entre Henry, el único aliado con el que puede contar aquí dentro, y el monje maligno.

No puede hacer nada por el hombre, paralizado por la fuerza que emana del ser que está avanzando amenazante hacia ella.

Tampoco ella puede hacer nada por sí misma, para sí misma. Pero el Heraldo puede, y en ello confía. Ahora con ambas manos palpa la rosa que pende de su cuello y la levanta ligeramente, como si deseara que el monje la viera, como si la mera presencia del colgante interponiéndose entre ambos fuera suficiente para detener el poder que está a punto de desatarse.

Ella es el corazón, el amor, la bondad, la vida. Y debe prevalecer. Confía en las palabras del Emisario del Bien. Confía, calla y espera...

Aggggh musculla Deliambert, esperaba que el monje hiciera algo, pero tenia la esperanza de que alguien haya escuchado su grito y viniera a socorrerlos.

Trata de usar hasta el ultimo gramo de voluntad para salir de la situacion en la que esta.

Un fuerte sonido te despierta de tu sueño y abres los ojos alarmado. ¿Un grito? Al menos te ha parecido que era eso.
No sabe cuanto tiempo has estado durmiendo, ni cuanto queda para que amanezca, pero notas en tu interio una extraña sensación de peligro.
El sonido que te despertó no se repite, pero si escuchas un fuerte golpeteo en el pasillo. Alguien que pasa a la carrera frente a tu puerta formando un gran escándalo.

Illianna estaba preparada para un ataque mental. Estaba concentrada para resistir, en la medida que su voluntad le permitiera, el embate de la maldad que rezuma por cada poro del monje.

Pero no esperaba que la amenazara físicamente. Así que no llega a reaccionar, sin tiempo a darse cuenta del cambio, se encuentra con la hoja del curvo cuchillo apoyada en su cuello, a punto de cercenarlo.

La llegada de alguien es lo que posiblemente le ha hecho cambiar de actitud. Pero, si antes ha detenido a Henry sin ni parpadear, ¿por qué ahora teme a quien se acerca por el pasillo?

Illianna no comprende, pero se aferra a lo único que sigue constituyendo una esperanza para ella. Cierra sus manos sobre el colgante, quién sabe quién protege a quién. Quizá le abrirá la garganta. Pero no se hará con su rosa, no la perderá...

Henry sigue duro contra la pared, como estatua de piedra

Henry trata de mostrarle al monje que tambien tiene un don dado por el Heraldo. Asi por lo menos se distrae un segundo, y le dara tiempo a quien corre por el pasillo a entrar, quizas el monje no pueda usar su poder con muchas personas al mismo tiempo

En el instante en que Mélegat está parado frente a la puerta y alza su poderoso martillo para hacerla añicos, nota una sensación de calor en su mejilla, allá donde le muchacho le acarició con su pequeña mano. En ese momento siente como recobra sus energías, la fatiga desaparece, la fuerza vuelve a sus cansados músculos y hasta el martillo parece pesar menos.

Se siente más poderoso que jamás antes, como nunca en su vida.

Utilizando ese poder, descarga su martillo contra la puerta, que salta hacia dentro hecha pedazos y se introduce a la carrera en la habitación. En ella, se encuentra con una escena desgarradora que prefería no haber contemplado.

En el lado opuesto de la habitación, tumbado sobre la cama que prepararon para él está Brúnil, sobre el que no parece haber habido ningún cambio en las últimas horas. A un lado de la estancia, de pie ante la pared, se encuentra Henry Deliambert. Su cuerpo está muy tenso y rígido, aunque prácticamente no se mueve. Sus ojos están vueltos hacia arriba y le tiemblan los párpados visiblemente. Parece poseído por algún tipo de fuerza que le impide moverse, actuar... o hacer cualquier otra cosa para evitar la imagen que se produce ante ti.

Al otro lado de la habitación localizas a Illianna. Se encuentra arrinconada contra la pared y, apoyado sobre ella con todo su cuerpo para impedirle huir, ves a un Monje muy parecido al que os cruzasteis por el camino cuando veníais hacia aquí, aunque crees que no se trata del mismo. En su mano derecha sostiene un cuchillo curvo que mantiene apoyado contra el cuello de la joven y en su mano izquierda esgrime el mismo bastón que visteis en vuestro anterior encuentro, acabado en su parte superior en una espiral.

Al reventar la puerta, el Monje no parece inmutarse, ni gira la cabeza siquiera en tu dirección. Ves aterrorizado como su mano aprieta el cuchillo contra la piel de tu amiga y una fina línea roja se va marcando sobre la misma. Con un rápido y brusco movimiento, el Monje corta el cuello de la joven, del que comienza a brotar sangre en abundancia. La pobre Illianna cae desplomada al suelo, con las manos aferrando sus últimos alientos de vida, pero sin esperanza alguna de poder detener la mortal herida.

En ese instante cuando el Monje se vuelve hacia ti.

Por un momento parece que el Monje iba a volver a hablar... pero sus palabra se ven interrumpidas por un enorme grito que resuena del otro lado del pasillo, tras detenerse los pasos a la carrera.

A renglón seguido un gran golpe... y la puerta se hace añicos mientras sale despedida hacia el interior de la estancia. Tras ella, y haciendo uso de toda la velocidad que su poderoso cuerpo le permite, entra Mélegat en la misma, portando su martillo de guerra.

Todo transcurre muy deprisa.

En el instante que le lleva entrar y observar la escena, el Monje actúa. No parece inmutarse, ni gira la cabeza siquiera en la dirección del recién llegado. Henry ve aterrorizado como la mano del Monje aprieta el cuchillo contra la piel de Illianna y una fina línea roja se va marcando sobre la misma. Con un rápido y brusco movimiento, el Monje corta el cuello de la joven, del que comienza a brotar sangre en abundancia. La pobre Illianna cae desplomada al suelo, con las manos aferrando sus últimos alientos de vida, pero sin esperanza alguna de poder detener la mortal herida.

Entonces el Monje se vuelve hacia Mélegat.

Por un momento parece que el Monje iba a volver a hablarte... pero sus palabra se ven interrumpidas por un enorme grito que resuena del otro lado del pasillo, tras detenerse los pasos a la carrera.

A renglón seguido un gran golpe... y la puerta se hace añicos mientras sale despedida hacia el interior de la estancia. Tras ella, y haciendo uso de toda la velocidad que su poderoso cuerpo le permite, entra Mélegat en la misma, portando su martillo de guerra.

Todo transcurre muy deprisa.

En el instante que le lleva entrar y observar la escena, el Monje actúa. No parece inmutarse, ni gira la cabeza siquiera en la dirección del recién llegado. Se mantiene con su atención fija en tí. Notas aterrorizada como su mano aprieta el cuchillo contra tu piel y una fina línea roja se va marcando sobre la misma, acompañada de una punzada de dolor. Con un rápido y brusco movimiento, el Monje te corta el cuello, del que comienza a brotar sangre en abundancia. Te llevas las manos a la herida intentando detener la hemorragia... pero es inútil, el corte ha sido amplio y profundo. Caes desplomada al suelo, con las manos aún aferrando tus últimos alientos de vida. Te cuesta respirar, no consigues llevar aire a tus pulmones...

...comienzas a sentir frío. Por todo tu cuerpo, el frío de la muerte. Excepto en un punto. Sobre tu pecho, donde notas calor.

El panorama resultaba escalofriante, la habitación estaba siendo invadida por el mal, desde el momento en que cruzó la puerta pudo sentirlo, en contrapartida a la sensación de calor que le invadió antes de hacer añicos la puerta.

Fue entonces cuando la siniestra figura hizo resbalar su cuchillo por el cuello de su amiga, causándole un profundo corte del que brotaba roja sangre. La muchacha cayó al suelo agarrándose la herida mientras al gigante pelirrojo le pareció que sus miradas se cruzaban.

-¡NOOO! ¡¡¡ILLIANNA!!!

Más de nada sirvieron sus gritos, pues la herida no se desvaneció, e Illianna continuó retorciendose en el suelo mientras un charco de sangre crecía a su alrededor.

La furia conquistó el corazón de Mélegat, sin resistencia alguna por su parte, pues contemplar como aquel nauseabundo ser arrebataba la vida a su amiga, no podía producir otro sentimiento que no fuese aquél. La tristeza vendría más tarde, pero ahora era el turno de la venganza...

El hombretón continuó su carga , redirigiéndola hacia el oscuro monje, al mismo tiempo que alzaba su martillo en el aire, gritaba enfurecido...tan alto que los mismísimos truenos hubiesen callado ante él...

-¡VAS A JUNTARTE CON AQUELLA A QUIEN ADORAS EN EL OTRO MUNDO! ¡¡¡MUERE REPUGNANTE SICARIO DE LA OSCURIDAD!!!

Algo rompe el silencio de la noche, algo interrumpe vuestro merecido sueño. Despertáis confundidos, pues aún es noche cerrada. No sabéis cuanto tiempo habéis dormido antes de que un fuerte ruido os despertara.

Desde el edificio de habitaciones que han habilitado para el resto de invitados se oye un gran jaleo. Parecen los sonidos de una pelea, un fuerte golpe, el quebrarse de la madera, gritos…

Por encima de todo ello se escucha el enorme vozarrón de Mélegat gritando algo en tono amenazador… y un nuevo golpe.

Algo rompe el silencio de la noche, algo interrumpe tu merecido sueño.

Tras escuchar pasos a la carrera.. se produce un fuerte golpe y oyes un gran jaleo, por encima de todo ello... un grito. Parecen los sonidos de una pelea, otro fuerte golpe, el quebrarse de la madera, gritos...

Por encima de todo ello se escucha el enorme vozarrón de Mélegat gritando algo en tono amenazador... y un nuevo golpe.

Mélegat furioso se lanza contra el Monje descargando con su martillo un fuerte golpe descendente, pero su enemigo se desplaza lateralmente con una agilidad sorprendente y el arma del minero golpea brutalmente la pared a escasos centímetros de la cabeza del Monje, arrancando de la misma un buen trozo y provocando un enorme estruendo.

A continuación, es el Monje quien intenta golpear con la parte superior de su bastón la espalda del bravo minero, mas éste se pone fuera de su alcance con un salto hacia atrás que provoca que el ataque falle. Un ligero suspiro de alivio surge del pecho de Melegat al esquivar el ataque, pues pudo observar que sobre la espiral de madera del bastón se ha formado un remolino de humo negro mientras el Monje realizaba su ataque. Quien sabe lo que habría podido ocurrir de haber tocado el bastón la piel del minero.

¡Uf, por qué poco!

El minero se mira el brazo por si acaso ha recibido algún furtivo roce del bastón oscuro, tras asegurarse vuelve a lanzarse contra su enemigo, esta vez descargando un golpe horizontal encaminado a partir por la mitad al maligno ser como si de un pedrusco se tratase.

-¡DESVANECETE GUSANO!

Mélegat y el Monje se movieron de forma simultánea. Con un poderoso golpe horizontal el primero y alzando el bastón hacia la cabeza del minero el segundo.

El golpe de Mélegat llegó en primer lugar a su objetivo, lo que provocó que el Monje detuviera su ataque y centrara toda su atención en esquivar el mortífero martillo. Éste rozó tan sólo a su objetivo, sin causar daño importante, pero obligó al Monje a esquivar dando un salto hacia atrás, golpeándose contra la pared del fondo y quedando postrado en el suelo, en difícil posición para esquivar el siguiente ataque del minero.

En el suelo, inerte, sin aire que llegue a los pulmones por estar su tráquea cercenada, Illianna se sabe muerta. Sin embargo está consciente, percibe aquello que pasa a su alrededor, ha presenciado de alguna manera lo que hasta ahora ha sucedido en el combate que monje y gigante están llevando a cabo.

Hay en su pecho un fuego, una fuente de calor. Quizá es el efecto de la rosa, no ha perdido la fe en ella, no la ha perdido en el Heraldo.

Con un gran esfuerzo de voluntad y de concentración, Illianna se vuelve hacia ella misma. Deja de seguir lo que sucede a su alrededor, y se centra en ella. Si hay alguna posibilidad de regresar, de revivir, de cerrar esa monstruosa herida... la encontrará...