Partida Rol por web

La joven hobbit permanecía medio oculta detrás de Edrran, pero su curiosidad pudo con su seguridad y tras mirar bien a los dos jinetes, soltó a Pooka para que le diera alguna mayor información de esos soldados.

El enano había seguido al hermano y a la otra persona sin rechistar, incluso, cuando le dijeron de adelantarse, asintió y se despuso a ir delante si hicera falta. Las patas de esos caballos podrían ser un buen objetivo para su hacha, y derribar a los jinetes si se diera el caso. Tenía el arma más que preparada y lo animos dispuestos.

Miriamele soltó una frase entre dientes en lenguaje élfico, y a diferencia de su normalmente suave tono de voz, en esta ocasión no parecía demasiado dulce.

-Dundelinos...¿alguna vez los perderemos de vista? - Pasando al lenguaje común, preguntó al mudo viento quedamente. 

No quería llamar la atención de los dundelinos, así que no llegó a desenfundar la espada, ni siquiera se llevó una mano a la aljaba donde guardaba sus preciadas flechas. De ser necesario sería capaz de disparar una a tiempo, o eso esperaba. Intentó agudizar el oído para escuchar todo lo que dijeran, y de paso echó un vistazo alrededor, como quien está aburrido y no tiene nada más interesante que hacer. Hasta consiguió llevarse una mano al pelo y peinarse un nudo invisible, aunque en realidad quería cerciorarse de que se le tapaban bien las orejas. 

- Oh, perfecto, seguro que nos están buscando - pensaba Edrram ansioso. Si entraban en lucha con aquellos jinetes, mas los valía acabar con ellos a la primera y no dejar escapar a ninguno. Seria su fin.

Habían dado el alto a los enanos, ellos serian los siguientes, y no tenia ni idea de como sortear aquel contratiempo. Tal vez se entretuvieran con los enanos y pasarían de largo, tal vez no los reconocieran, quizás se marcharan antes de llegar a su posición... Demasiada suerte tendrían. Busco entre sus ropajes su daga. no podía desenvainar su enorme espada, ni ponerse a cargar la ballesta. - Espero que no ocurra nada -  continuaba en sus pensamientos mientras caminaba intentando estar calmado.

-Vosotros tres. - Dijo el jinete al fin. -Vais con ese grupo de allí, ¿no es cierto?. -Antes de que Dorndaggan o cualquier de sus dos compañeros pudieran contestar el jinete continuó hablando. -Esperaremos a que lleguen ellos también. - No añadió nada más. Con esto informaba de que no les iban a dejar pasar hasta que ellos y la otra parte del grupo se juntaran delante de los dos jinetes.

Levantó la mano contraria con la que sujetaba el hacha, para dar el alto al grupo y comenta. - ¿Quién y para qué quiere saberlo? tras un breve respiro dice: - Si, soy desconfiado. Soy enano. ¿Se nota? La pregunta era más burlona que interrogativa - y vendrán cuando se lo diga.

-Somos guardias de la ciudad de Cillian-o-Cilstrem. -Dijo el otro jinete, que hasta entonces había estado en silencio. Por su manera de hablar parecía tener mayor rango que el primero. -Estas son nuestras tierras y las vigilamos de los peligros que puede haber. Hace unos días escapó una peligrosa prisionera de la cárcel y tenemos motivos para creer que puede merodear por aquí. 

- Pues me gustaría, a parte de pedir disculpas por mi desconfianza, que me constasen como es la susodicha, ya que si nos encontramos con ella, quieremos estar preparados. ¿A qué clase de peligros nos enfrentamos, si nos la cruzamos en el camino? Había pasado de un tono agresivo y desconfiado a uno, interesado por saber y colaborador, aunque la desconfianza enanil era dificil de ... esconder.

Los jinetes les dan el alto y por fín queda claro cuáles son sus intenciones. Está claro que buscan a la misma mujer que ellos así que deberán tener más cuidado de la cuenta. 

Neram se detiene al igual que los demás pero se limita a permanecer callado y con los ojos bajos pero vigilando el entorno. Mantiene la jabalina como si fuese un bastón e intenta pasar desapercibido. Deja hablar al enano que parece hacerlo bien.

Edrram se detuvo también, bajo su capa, oculta, llevaba su daga en la mano. Por lo demás, pretendía parecer un simple viajero bien acompañado. No hablo, pero si que miraba a los soldados. No sabia como saldrían de aquello, y en parte se arrepentia de no haberse ido al sur con los hobbits a buscara a Bolgen.

Solo quería que les dejasen pasar tranquilamente, tendrían que mentir, por supuesto, pero no le importaba si con eso evitaban una nueva trifulca.

Mientras los enanos y los jinetes representaban aquella pantomima de charla, el grupo les dio alcance y se situaron detrás de ellos, manteniendo una distancia de unos cinco metros por precaución. Conocían a los dunlendinos y se mostraban recelosos de ellos después de los encuentros que ya habían tenido en el pasado.

-Es una pelopaja. -Indicó con desprecio el otro jinete, a lo que el que llevaba los galones respondió con una mirada cargada de reproche por su desliz.

-Es una rohir. -Corrigió este. -Pelo rubio, delgada y esbelta. ¿No os suena enano?. -Había algo en su sonrisa que resultaba inquietante. -Es aquella que quisisteis comprar cuando la teníamos en la plaza. ¿No me recordáis?. Hablasteis conmigo, soy Marë Dunlen. -Se quitó el yelmo que portaba para que sus facciones fuera más reconocibles. El enano no lo había reconocido hasta entonces pero se trataba de uno de los hermanos Dunlen que dirigían la ciudad, era el único de los hermanos que era rubio y también el más agraciado. Los enanos habían tenido que tratar con él cuando comerciaron con la ciudad haciendo un trueque entre las herramientas que fabricaban y el agua que necesitaban, y luego cuando Dwarin había querido liberar a la prisionera.

El enano intentó disimular al máximo la sorpresa que sufrió al saber que uno de los jinetes que estaba frente a ellos era Marë Dunlen. Si ese encuentro acababa de la peor forma, habría repercusiones de Cillem-o-Cillstrem contra su asentamiento.- Sí, nos acordamos.- Dijo en tono neutro, y no saludó pues habría sido del todo un comportamiento falso, que no habría habido cabida  a esconderlo.

Ni por mucho había olvidado su encuentro anterior, la vileza innata que había sentido nada más intercambiar las primeras palabras, aun a pesar de que estaban allí para realizar un intercambio justo. Es más, siempre se le había quedado la sensación de que si sus otros hermanos, más racionales, no hubieran aparecido aquel día hubieran llegado a más que palabras.

La única manera de salir de allí sin un incidente, aunque era poco probable, era que el grupo se acercará cuanto antes para no ir en aumento las sospechas de Marë, y que por suerte les dejará pasar bien por propia voluntad o porque viera su inferioridad ante una pelea. Lo que estaba seguro, es que el dunledino estaría allí parado todo el tiempo que fuera necesario, lo que no llevaba a nada.- Dwarin. Que se acerquen.- Se refería al grupo. Su mirada reflejaba la total seguridad de sus palabras, sobre que realmente creía que aquella era la única opción que les quedaba para no provocar un incidente.

Puso cara de sorpresa. Dwarin no recordaba nada de ese encuentro. Al menos en aquel instante. Se giró para indicar con la mano que se acercasen. El gesto fue algo brusco y potente; y pensó que algo inutil, ya que parecía que ningúno había visto la señal de alto. Luego se giró ante los interlocutores para continuar escuchando. No le gustaba ese hombre ... y no recordarlo le doía en el alma. Si algo malo nos había hecho ... era de extrañar que el rencor de un enano permitiese ese olvido.

Bien tapado con su capa, ocultando la armadura que lo hubiese delatado, pero mostrando la cara, Edrram se puso junto a los enanos.

- ¿Qué ocurre? - dijo tranquilo, como el curioso que se acerca a una pelea por el puro morbo de ver pegarse a dos muchachos.

Su intención era fijar la atención en el hermano Dunlen, la conocida y temida familia dueña de toda la ciudad. No quería que se fijasen en Fenghel, que aunque también oculto y rapado, quizás fuera reconocido como rohirrim.

- Estoy cansado del viaje, ¿cuanto tardearemos en llegar? - dijo sin decir a donde iba, preguntando al enano. No quería mencionar el asentamiento. Mentía como si llevasen varias jornadas de viaje con la intención de que así lo creyeran aquellos que los habían parado.

Intentaba disimular su acento, no quería ser identificado como lo que era, gondoriano. Un enemigo natural de aquellos hombres.

Antes de que alguno de los dos enanos pudiera responder a la pregunta de Edrran, Marë Dunlen levantó una mano para interrumpir su conversación, como si no quisiera escuchar más de las excusas que les daban.

-Sabemos que os habéis alojado en la pequeña Elyn. -Dijo. -El posadero nos ha informado de vuestra conjura. -No añadió más. No dijo nada en lo referente al contenido de lo que había informado el posadero a sabiendas de que podría utilizar esa información contra ellos si mentían. Tampoco dijo nada de como había hecho para llevar esa información de forma tan rápida. Aunque pudieron intuir que alguno de los jinetes que les habían pasado en el camino se había encargado de llevar el informe a la ciudad. Una ciudad que ya estaba preparada y en sobre aviso desde que saltaron las alarmas el día que Leowyn logró huir con la ayuda de los enanos.

-Deponed aquí las armas y seguidnos a Cillien-o-Cilstrem. -Su tono era autoritario pero amable, no lo decía como una amenaza sino que más bien lo decía como una invitación.

Edrran se percató entonces de que algo se había movido en su flanco izquierdo, apenas fue un leve movimiento pero lo suficiente para que él se diera cuenta. Al principio no vio nada, pero al fijarse un poco más entre los arbustos y los matorrales pudo ver un yelmo, y después, descubrió que realmente era un soldado camuflado entre la maleza. Su mirada siguió la línea del camino y descubrió más soldados escondidos en aquel flanco, al girarse del todo vio también como dos jinetes más se acercaban por el camino que quedaba a su espalda.

Con estruendosa voz de sorpresa y tras haberse atusado la barba mira hacia el giente - ¡¡Andá!! ya me acuerdo. El que vende esclavas. Se atusa un poco más la barba con la mano libre, y con aire pensativo cambia la mirada. - Tenemos unos comentidos que con urgencia nos inpulsan a no perder más tiempo. Es urgente, pero nos gustaría disfrutar de su invitación y hospitalidad a nuestro regreso. Seguro que tras el viaje, cansados y famélicos que estaremos, su invitación será vista como una salvación. Ahora, si nos permite pasar...

Marë mostró una sonrisa amable.

-Oh, mi buen amigo. Lamento no poder complacer ese deseo vuestro. Prefiero que todo quede aclarado cuanto antes. -Daba la sensación de que a él le dolía más que a ellos no poder dejarles pasar. -Son muy graves las acusaciones que el posadero de la pequeña Elyn ha hecho sobre vosotros. No puedo dejaros marchar así como así. Deponed las armas en gesto de buena voluntad y aclaremos esto mientras bebemos y comemos algo tranquilamente en nuestra ciudad.

- Os seguiremos - dijo Edrram nervioso mientras se adelantaba. - No se que pueden haberos contado de nosotros, simples viajeros de paso, ese posadero, pero cualquier cosa por mantener la paz, y poder descansar - dijo en un tono amable. No pensaba dejar sus armas a nadie, pero tampoco pretendía ser descortés.

- Amigos, vayamos con estos buenos hombres - dijo girándose. Y dando la espalda a Dunlen. Con los ojos, miro a uno de los lados, hacia algunos arbustos que había allí. - Un poco de carne y una cerveza no nos hará ningún mal -  Miro varias veces, queriendo indicar algo. Luego miro al horizonte, por donde habían venido, no estaban solos esos dos hombres...