Partida Rol por web

-¡Pero qué hacéis ahí parados sin hacer nada, botarates, hay que ponerse manos a la obra! ¡Cuando tengamos toda la información sobre los catetos esto será tan sencillo como despejar la hipotenusa! - Exclamó el mago intentando hacer que el resto empezaran a moverse y dejaran de mirarlo con cara de bobos, pero algo le decía que sus palabras no habían terminado de llegar del todo a los oídos de sus compañeros de fatigas.

Se dio cuenta entonces de que estaba en el plano astral, uno de los muchos efectos secundarios del Liao que ya había experimentado en su etapa en la universidad. De hecho una vez tuvo un viaje tan fuerte que fue testigo de la firma del tratado de Romanuar, por el que mil años antes se habían terminado las guerras del Ober, el río fronterizo de importancia estrategia que tantos quebraderos de cabeza había causado en el continente. De este modo había descubierto que el Rey Romiro IV no era ni tan alto como le pintaban las leyendas ni tenía un perfil tan regio como el que aparecía en las monedas. Mantenerse en aquel plano le proporcionó algunos momentos de diversión, como cuando empezó a atravesar el cuerpo de Tukk simplemente por diversión. Incluso imitó al enano situándose en el interior de su cuerpo y poniendo voz grave.

-¡Maldita sea, todo es más fácil cuando tienes delante a quien atizar! 

Snorri se reclamó concentración a sí mismo y se puso manos a la obra. Consideró que podía aprovechar aquel estado para hacer algo de utilidad. Y cruzó la estancia en busca de alguno de los libros del Geómetra que pudiera serles de utilidad. Ahora que podía atravesar flotando la habitación y las estanterías debería costarle mucho menos. Pero también fue consciente de que algo maligno podría estar merodeando por los alrededores. Así que aguzó el oído con toda la precaución de la que solo un mago podría tener, pues era también consciente de que si él podía captar una presencia por allí cerca, también podrían captarle a él.

Snorri se movió entre los papeles con absoluto silencio. Sise esforzaba, era capaz de ver huellas temporales gracias a su exposición al Liao: apenas una silueta donde vibraba el aire y libros que parecían borrosos, como si alguien hubiese superpuesto dos imágenes ligeramente diferentes. 

Tras estudiar los movimientos de la silueta, estuvo a punto de rendirse hasta que vio cómo el fantasma de un libro caía debajo de una de las mesas. Precisamente a pocos centímetros de donde se encontraba su cuerpo. Por lo que pudo deducir, era probable que el geómetra lo tirase al intentar preparar alguna clase de cura o ritual tras invocar por accidente a la criatura.

Antes de que pudiese soltar alguna ocurrencia, a Franerick se le ocurrió despertarle de una forma poco ortodoxa. El dolor de la mordedura fue suficiente para arrancar a Snorri del plano astral.

El semiorco negó con la cabeza.

—Me temo que no. Aquí solo hay un registro de sus actividades y la mención de algunas recetas, pero no parece haber nada respecto a rituales. Puede que esté entre estos libros. En la biblioteca y en el laboratorio solo encontré planos de cómo construyó las vidrieras, pero ya os adelanto que no explica la forma de reconstruirla o usarla.

De pronto, en el preciso instante en que Bigotes le daba un tiento al dedo del hechicero, Snorri abrió los ojos de par en par.

-¡Auuu! - se quejo el mago tras el mordisco. -¿Pero qué haces? ¿Por qué me muerdes? Aaaahgg, maldita sea, me has sacado del plano astral justo cuando estaba a punto de resolver todo el misterio.

Lanzó una mirada de soslayo hacia Franerick y su ratón y se levantó de un salto. Se colocó pensativo una mano en la barbilla y se quedó mirando el lugar donde él mismo yacía unos momentos antes. Snorri estuvo unos instantes así, contemplando la nada que había en el suelo, junto a la estantería en la que se había quedado pasando el viaje del Liao. Si alguno hubiera ido a las fiestas de las fraternidades de la universidad de Schwarzendorf sabría que no se puede despertar bruscamente a nadie que esté pasando el trance. Snorri tardó un rato pero finalmente habló, tenía la boca pastosa y las silabas se le trababan ligeramente, pero hablaba con seguridad. 

-El Geómetra intentó una cura después de que la pifiara atrayendo a la criatura a nuestro plano. Me pregunto por qué no logró terminarla. - De pronto el mago se agachó en el suelo y empezó a rebuscar debajo de una mesa que había al lado de donde estaba mirando.

Tukk se tironeo de la barba con fastidio ante la respuesta del semiorco.

—¡Creí que te perdíamos chico! —dio una palmada en la espalada a Snorri mientras este se levantaba— ¿De verdad has visto al Geómetra? ¿Puedo preguntar qué buscas? —dijo tras ver que el mago parecía barruntar algo.

Estaban secos de ideas y todo aquel embrollo mágico de planos paralelos era simplemente demasiado para su mente sencilla. Era una acertijo irresoluble y estaban entrándole unas ganas terribles de golpear a alguien.

Bigotes miró con cara de pocos amigos a Snorri, y luego se giró hacia Franerick como si buscara apoyo.

-Snorri, nos habías preocupado- se excusó el mediano encogiéndose de hombros -Además, tampoco te mordió tan fuerte... cuando lo haga te darás cuenta porque te falta un dedo- y le hizo un gesto a su ratón para que subiera mientras le guiñaba un ojo.

Éste lo hizo, entrando por la manga, y subiendo hasta salir por el cuello de la camisa.

-¿De verdad estabas por solucionar el misterio?- preguntó realmente interesado, luego de entender lo que había dicho. Había pensado que sólo había sido una queja más erudita, pero tal vez tenía la respuesta a todo esto.

Franerick buscó con la mirada si podía llegar a colocarse en un lugar más elevado. Tal vez alguna estantería, algún candelabro incluso.

-Ayúdame...- le dijo a Gronkar para que aportara su altura a la maniobra.

Desde ahí podría ver si había algo que le llamara la atención. Si algo había aprendido de los bosques, era que había que trepar alto para buscar la salida. Podía ser igual con un bosque de libros, frascos, y demás cosas magoriles.

Snorri estaba en lo cierto. Durante su breve escarceo por el plano astral, el Liao le permitió discernir cosas que no habrían logrado averiguar de otra forma. Tras rebuscar debajo de la estantería, el mago logró sacar un fajo de pergaminos mal atado y plagado de la extraña caligrafía del geómetra.

En aquel hallazgo podían leerse anotaciones, bocetos de la vidriera, posibles instrucciones para su construcción y reparación, etc.

Pero la sonrisa del hechicero se borró en el momento en que Franerick, que se había apresurado a ayudarle en su búsqueda, tiró uno de los frascos de tinta de la estantería. Una espesa y negra amenaza que se precipitaba hacia los pergaminos que sostenía Snorri.

El tintineo de los frascos puso en alerta al enano, que giró la cabeza justo a tiempo para ver cómo el frasco de aquel líquido negro y viscoso se bamboleaba peligrosamente al paso de Franerick.

—¡Cuidado! —bramó el enano mientras trataba de apartar a Snorri y su tesoro de la trayectoria del frasco.

El mago hizo caso omiso a las palabras de sus compañeros, aunque puso mal gesto a los comentarios del mediano sobre devorarle un dedo. Finalmente cuando logró alcanzar los pergaminos del Geómetras que había visto caer en el plano astral bajo la mesa los mostró al resto de sus compañeros alzándolos triunfante.

-Aquí tenemos la respuesta a todo el misterio, señores. Incluso es probable que aprendamos todos los secretos de este lugar, un conocimiento mágico sin precedentes. - Se giró hacia Tukk- Escribiré un artículo sobre la enfermedad y sobre todo lo que haya aquí. Seguro que en Schwarzendorf me conceden una cátedra.

Entonces ocurrió el desastre. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, a Franerick le dio por trepar a lo alto de una estantería y sus torpes pies peludos derramaron la tinta de uno de los frascos. El mago no pudo llegar a tiempo de evitar que la tinta embadurnara los pergaminos que él había dejado sobre la mesa.

-¡No! ¡NOOO! ¿Pero... pero por qué? - Le preguntó a Franerick mirándolo de hito en hito como si de verdad pudiera haber una explicación para lo que acababa de suceder.

Tukk se apresuró a ayudar a Snorri, pero lo único que consiguió fue embadurnarse en tinta*. Los textos que sujetaba el hechicero de manera triunfal eran ahora prácticamente ilegibles. Necesitarían toda la ayuda de Gronkar y a saber si tendrían tiempo suficiente para poder descifrar las anotaciones sobre la cura. Y aún así, un documento único se había perdido para siempre.

La publicación que habría catapultado a la fama a Snorri. Que le habría granjeado el respeto entre sus semejantes, discípulos y hasta su propia torre. Puede que hasta el derecho a crear una dimensión de bolsillo donde poner su mansión y… Bueno, ya basta de regodearnos en las miserias del hechicero. ¿Qué pasará ahora con los aventureros? 

Un silencio incómodo reinó en la sala de conjuración. Si tan solo contasen con un conveniente método para trascender su plano e irrumpir el velo del continuo espacio-tiempo al alcance de la mano y dejado ahí por el geómetra para así leer el remedio antes de su inevitable final.

Snorri pasó de la ira contenida hacia Franerick a la desesperación más absoluta en cuanto vio el documento embadurnado en tinta que no tenía salvación. Lanzó el resto de documentos al suelo con un enfado mayúsculo y se dejó caer abatido en el suelo sollozando por la frustración. Todo se había ido a la porra, ahora morirían calculando hipotenusas y derivadas. Incluso empezaba a ver aquel mediano como si fuera un pequeño círculo al que le asomaba un triangulo ratonil en uno de los arcos en los que lo había dividido mentalmente para darle piernas y brazos. Uno de los efectos secundarios del Liao eran precisamente esos cambios de humor repentino que combinaban momentos de euforia con una depresión fulminante.

-A la porra. - Dijo el mago de pronto, e incorporándose de un salto aspiró por la nariz el resto del Liao que quedaba en la mesa. Era difícil saber si lo hacía para intentar buscar una solución y leer los documentos antes de que el mediano los arruinara o porque simplemente quería evadirse de todo aquel mundo.

El enano apenas tuvo tiempo para enfadarse por acabar completamente perdido de tinta, cortesía Franerick. Tukk no podía creer lo que veía. ¡El inconsciente mago se arrojaba en los peligrosos brazo de las drogas duras! ¡En un momento como este!

—¡Nooo! ¡¿Qué haces insensato?! —trató de detenerle sin éxito antes de que aspirase aquella sustancia nociva.

No podía ser, no estaba dispuesto a fallar a su promesa. Era absolutamente contrario a aquellas prácticas en las que tanto Snorri como Franeric parecían nadar con ligereza e incluso con retorcido deleite diríase. Y sin embargo, tras las mil maldiciones en enano aspiró de la misma sustancia que el mago con intención de seguirle en su viaje astral. Tenía que proteger a aquel niñato veleidoso, ¡había empañado en ello su palabra y no pensaba fallar! 

Snorri ya se manejaba en aquellos mundos oníricos como un auténtico profesional. Sus años de formación académica le habían servido bien, aún a pesar de que aquella formación en concreto la había recibido al auspicio de la clandestinidad en la que se movían los estudiantes que optaban por lanzar sus propias investigaciones en el campo de la narcología. La primera introspección en el plano astral a través del Liao le había dejado algo mareado y confundido, no obstante llevaba años sin probar aquellas sustancias y estaba algo desentrenado. Pero ahora nada por el laboratorio como pez en el agua zambullido en aquel extraño mundo.

-No hay tiempo que perder. Volvamos al momento en que esos documentos fueron escritos.

Franerick vio pasar todo demasiado rápido detrás de las manos que se había llevado a la cabeza y el rostro. En un momento estaban sin saber a dónde ir, y en otro había un mago y un enano drogadictos tirados en el piso. No entendía qué había pasado, pero le parecía que tenía algo que ver el frasco de tinta que estaba desparramado sobre las hojas que hasta ese momento había estado sosteniendo Snorri.

Miró a Gronkar, y bajó de un ágil salto hasta el piso.

-¿Qué...?- no sabía ni qué pregunta hacer...

No podían estar drogándose todos... alguien tenía que estar "sobrio". Especialmente en una torre donde había una abominación rondando.

-¿Los... esperamos?- preguntó el mediano a su hermano semiorco, mientras revisaba la respiración de ambos.

El mago había caído sobre la mesa, quedando enganchado por una manga en un pincho que sobresalía de un utensilio clavado a la mesa. Quedaba bastante gracioso con la lengua afuera y la cabeza contra lo que quedaba de polvo, y la túnica semi desgarrada. Seguramente cuando despertara se terminaría de romper... pero quedaría libre.

En cambio, el enano había caído redondo contra el piso, por lo que con ayuda de Gronkar lo acomodaron con la espalda más o menos recta contra la recia mesa del geómetra.

-Supongo que nos tocará vigilar...- dijo, acercándose hasta la puerta, con miedo de que justo, justo en ese momento, les cayera algún otro guardián de la torre.

Snorri y Tukk se sumergieron en la brecha entre realidades hasta atravesar el velo del continuo espacio-tiempo. Para el hechicero la experiencia ya resultaba familiar —aunque esta vez había sido un éxito rotundo—, pero para Tukk era un mundo completamente nuevo.

El espacio se mantuvo en su sitio, pero sabían inconscientemente que era moldeable. Podían cambiar de localización a placer o, al menos, contemplarlas desde la sala de conjuración. Sin embargo, lo que más vértigo le daba al enano era el cómo el tiempo se superponía en la propia habitación. Podía ver una secuencia de Franericks y Gronkars moviéndose y retrocediendo al mismo tiempo. Tuvo que obligarse a sí mismo a cerrar los ojos para no marearse.

El hechicero, por su parte, no perdió el tiempo y buscó la información antes de que el mediano la destruyese por completo. Ahí estaba. Palabra por palabra. La información era clara y precisa. Hasta Tukk pudo distinguirla cuando Snorri llamó su atención. No se esperaba que el enano le siguiese hasta ese punto, pero de perdidos al río.

Gronkar se encogió de hombros, pero se puso alerta de inmediato al notar una vibración en el aire cerca de la vidriera.

—Solo espero que tus amigos no atraigan por accidente a la criatura que invocó el geómetra. No sabemos si logró expulsarla.

Se sorprendió al ver al enano allí con él pero no pudo evitar que le hiciera gracia la cara compungida que se dibujaba en su rostro. Snorri estaba totalmente acostumbrado al efecto del Liao, tanto que ya ni siquiera le afectaban los efectos secundarios de la droga. Aunque sí recordaba que la primera vez que había consumido la sustancia había jurado no volver a hacerlo nunca más después del mareo que le ocasionó y la resaca de tres días que le provocó después. Su promesa no duró mucho más.

-Bueno, Tukk, ya que has decidido seguirme ten cuidado. Si haces algo que no debes en este plano puedes atraer criaturas que no te gustaría ver. Simplemente haz como yo. - Le advirtió. -¡Ajá! Mira, aquí está lo que buscábamos. Ahora podemos leer esto sin que lo eché a perder ningún mediano patoso.