Partida Rol por web

Al morir la criatura, su cuerpo se disuelve poco a poco en un repugnante líquido verde. Observas que la hierba y las plantas sobre las que se esparce el humeante ýuido se marchitan y mueren. Con habilidad, pese al dolor, logras rápidamente arrancar unos trozos de vendaje que te colocas a modo de vendas para cortar la sangre, aunque pronto debes desecharlos debido a que empiezan a escocer y tienes miedo de que pueda ser peligros. 

Mientras recuperas con cuidado tus armas y las limpias en la fresca hierba que no ha sido corrompida, ves, en el suelo, junto al cuerpo caído, una Gema que parece valiosa.

Un poco más adelante, en el mismo sendero, divisas un gran destacamento de giaks que corren hacia ti, sin duda alertados por los punzantes gritos del Vordak. 

1. Arriésgate y toma la gema con rapidez.
2. Alejate de allí a toda prisa, dejando atrás tan valioso tesoro. 

Me tomo unos segundos para recuperar el aliento, cuando veo que el cuerpo del vordak se empieza a fundir delante de mi. Hasta muerto es peligroso, pues ese fluido parece que va consumiendo la vida de todo lo que toca a su paso. Rápidamente cojo algo de tela para usarlo de vendaje, la cual ya ha sido contaminada por la nueva forma líquida y que, al contacto con mi piel esta comienza a escocer. Instintivamente, me quito las telas y las lanzo lejos de mi.

Recupero mis armas, manchadas por aquel líquido verdoso, procurando no tocarlo ni caer sobre el charco que se había formado ya. Me alejo un poco de aquello para limpiar mis armas y evitar un contacto fortuito con los restos del vordak. Vuelvo a lanzar una mirada a lo que ahora es un charco verdoso con una túnica empapada sobre él y veo el reflejo de una gema, la cual podría vender para poder continuar mi viaje...  cuando me dispongo a acercarme y cogerla, oigo como si cientos de pies corriesen en mi dirección. Miro al cielo y las aves vuelan dispersas hacia mi, huyendo de algo. Miro hacia el sendero, justamente hacia el lugar de donde provienen las aves, de donde suena el barullo y veo asomar una buena cantidad de giaks. Si duda han sido atraidos por los gritos del vodak.

Miro la gema, para alcanzarla debería avanzar hacia ellos para luego retroceder. Mi cuerpo estaba herido, cansado y dolorido por el combate, por lo que me ralentizaba aun más. Ninguna gema es lo suficientemente valiosa como para perder la vida por ella. Corrí hacia la espesura del bosque, alejándome lo más deprisa que podía del lugar, de los giaks y de lo que sería una muerte segura. Ojala que la vean... y se detengan y se maten entre ellos por ella. pensé mientras me apretaba la herida del costado con la mano, aguantando el dolor que me provocaba cada zancada en todo mi cuerpo y sintiendo como las pequeñas ramas de los arbustos arañaban mi piel.

Mientras corres entre los árboles que cada vez se van haciendo más espesos, los gritos de los giaks empiezan a extinguirse a lo lejos. Cuando ya casi has dejado atrás a tus perseguidores, la suerte parece que te abandona, y chocas de frente contra una maraña de ramas bajas...

• Tira 1d10 a ver si el destino se pone de tu lado 

Gracias a tus rápidos reflejos, aunque te has llevado el golpe, no ha sido gran cosa, y rápidamente agarras el hacha y consigues abrirte camino cortando ramas de la enmarañada maleza hasta que sales a una zona donde el bosque se aclara. Tu capa está desgarrada por varios sitios y te has magullado la pierna derecha por encima de la rodilla...

Has estado caminando penosamente por el bosque durante casi dos horas. Te asalta el temor de haberte perdido, temor que comienza a parecerte realidad. Al menos, aparte del graznido lejano y ocasional de algún kraan, no has visto ni oído ninguna otra señal que delate la presencia de enemigos en esa parte del bosque.

Al descender de un rocoso promontorio divisas algo insólito en la enmarañada espesura. Rodeada de zarzas espinosas y apretadas raíces, ves la entrada de un túnel que desaparece en el interior de la ladera. La boca tiene aproximadamente siete pies de altura y algo más de diez pies de anchura. Al acercarte a ella notas una leve brisa que proviene del negro fondo. Si el otro extremo del túnel tiene salida por la ladera contraria de la colina, te ahorraría muchas horas de difícil ascenso. Pero también podría encubrir peligros desconocidos.

1. Entra en el túnel.
2. Escala la colina.

¡Mierda! exclamo al notar como mi pie acaba tropezando con las ramas que creí haber saltado limpiamente. Por fortuna, sabía caer y rodé por el suelo unos metros, amortiguando así el golpe, aunque no pude evitar golpearme el muslo con una de las rocas. Saqué mi hacha y salí de aquella zona abriendome paso entre la maleza. Al salir de allí, veo como mi capa ha quedado desgarrada y mi muslo amoratado, me pide una tregua. Lo siento, ahora no podemos parar.

Ayudado por mi lanza, usándola como bastón improvisado, continuo caminando por el bosque. Herido y maltrecho, voy apoyándome de vez en cuando en los troncos de los árboles, pero no demasiado tiempo, pues soy consciente de que, en cuanto mi cuerpo se enfrie, seré incapaz de volver a moverme en condiciones.

Miro a mi alrededor, sobre mi cabeza, buscando algo que me indique el camino a seguir. La frondosidad del bosque me impide ver nada, parece que estoy sólo en aquel lugar y sólo los graznidos de los kraan que suenan muy lejanos ahora, me hacen recordar que todo esto es real y que no es una pesadilla.

Desciendo por una zona rocosa, más bien me deslizo por ella, dejándome caer con cuidado de no hacerme más daño aún. Mientras bajo, veo no muy lejos lo que parece una entrada a una gruta. Me acerco a ella y veo que tiene suficiente altura como para pasar por ella depies, además el aire que emana me indica que tiene salida por el otro extremo. Soy consciente de que una cueva es un refugio natural para cualquier animal salvaje, pero la otra opción... mi cuerpo no está en condiciones de escalar nada y menos aun semejante terreno. Las huidas, el combate, la caida... realmente lo que necesitaría ahora es descansar...  Además, mientras oiga a los kraam en la lejanía indicará que ellos podrán verme en cuanto salga del bosque y sería mi perdición.

Rastreo el suelo de la entrada del tunel antes de iniciar mi andadura por él, para saber que tipo de seres vivos han caminado por allí en estos últimos días. Luego me aferro a la lanza y comienzo mi camino por la oscura gruta.

El túnel está oscuro y en su interior el aire es mucho más frío que fuera. Avanzas con mucha precaución apoyando una mano en la pared del túnel para ayudar a tu sentido de la orientación. Después de caminar durante unos tres minutos en total oscuridad, percibes un olor a podrido delante de ti, semejante al de carne putrefacta. 

Algo en tu interior te dice que estás en peligro e instintivamente llevas tu mano a la espada. De repente algo muy pesado se precipita desde el techo sobre tu espalda y te hace caer de rodillas. No ves a tu enemigo en esa oscuridad, pero sabes a lo que te enfrentas. Es un alacrán zapador y debes luchar contra él, pues trata de estrangularte con sus largos tentáculos viscosos.

• ¡A luchar!

Cansado, herido y ahora caminando a oscuras y pasando frío. Me preguntaba a mi mismo el motivo de no haber podido acudir al  monasterio y pelear y morir junto a los míos, que cruel destino me esperaba, que maldición me habían lanzado... para hacerme vivir con el alma rota, el corazon destrozado y mi cuerpo al límite, lleno de heridas, moratones... cansado de correr huyendo de todos aquellos giaks... Quién estaría disfrutando viendo como aun me mantenía en pie, pero con un sufrimiento extremo.

De pronto, en medio de aquella cueva oscura, un pútrido y vomitivo olor se instaló en mi nariz, provocándome una arcada. Me inclino para vomitar, apoyándome en mi lanza, la cual se mantenía erguida, cuando noté que algo me caía encima haciéndome caer al suelo. Noto como un tentáculo trata de aferrarse a mi cuello... pero.. se suelta enseguida, lentamente, se desliza alejándose de mi cuerpo.

Intento moverme, la caida del alacrán zapador sobre mi me ha hecho daño, noto que mi costado vuelve a sangrar por la herida que me provocó el vordak. A oscuras, permanezco en silencio, tratando de escuchar a aquella bestia para poder enfrentarme a ella.

Silencio.

Espero un rato, no mucho.. con mis pies tanteo el suelo. Toco lo que parece mi lanza y me agacho a recogerla. Tiro de ella, pero esta atrapada en algo. Voy palpando con cuidado en la oscuridad, siguiendo el palo de mi arma buscando done está enganchada. Toco algo viscoso... el alacrán... pero... no se mueve.... Continuo palpando, siguiendo a mi lanza... pronto noto como esta está clavada en el cuerpo del alacrán, pero.. ¿cómo?

Yo iba a vomitar y... al caer! El alacrán no se esperaba que me agachase, ni mis arcadas... debí mover la lanza y él mismo debió clavarse en ella al caer! reí en medio de aquella oscuridad, pero paré enseguida pues mi costado se quejaba.

Tiré como pude de mi lanza, sacándola de aquel cuerpo asqueroso, mal oliente y sin vida. Debo continuar... salir de aquí cuanto antes.

Esta vez tendría la precaución de ir golpeando con mi lanza en el techo por si otro alacrán zapador habitaba el lugar.

La viscosa criatura lanza un prolongado y horrible alarido y, cuando te quieres dar cuenta, resulta que ha caído muerta. Estás a punto de dejarte vencer por el pánico, pero una risa nerviosa aflora desde tu garganta y poco a poco reduce la tensión. No es la mejor idea si quieres pasar desapercibido, pero es mejor que caer presa del miedo. A gatas, manteniendo tu lanza como improvisada guía, avanzas hasta que a lo lejos ves luz y corres hacia allí lo más velozmente que te es posible, dejando de lado toda precaución. Cuando por fin sales al  aire libre te desplomas en el suelo cubierto de hojas y jadeando tratas de recuperar el aliento.

Poco a poco te incorporas y compruebas que, además de tu arma, enganchado a esta has arrancado de las fauces del alacrán zapador una correa de cuero con una pequeña bolsa y una daga en su funda, colgando. Rompes la hebilla y encuentras en su interior 20 Coronas de oro. 

Sintiéndote un poco mejor, recoges tu equipo y sigues hacia el este. Tras un largo caminar el bosque empieza a aclararse hasta que finalmente descubres ante ti un camino entre los árboles. El sendero está lleno de gente que se dirige hacia el sur. Muchos empujan carros de mano en los que transportan sus menguadas posesiones.

1. Únete a los refugiados e intenta enterarte de más cosas sobre lo que ha sucedido en el norte.
2. Continua hacia el sur, pero bajo el amparo de los árboles del bosque.

Tras salir de aquel apestoso agujero, recuperar algo de fuerzas y dar gracias a los dioses por la enorme suerte que tuve dando una muerte rápida al acechador, continué mi marcha con 20 coronas más. Parecía que la suerte me acompañaba pues la herida de mi costado había dejado de sangrar nuevamente y, a pesar de necesitar un buen descanso, aun tenía suficientes fuerzas como para continuar unas horas más mi camino. Ya tendré tiempo de descansar cuando encuentre un lugar seguro. No es momento ahora de quedarse tumbado.

El bosque comenzó a aclarar. Atrás quedaban los altos árboles y el extenso follaje que no permitían ver el cielo ni entrar ni un sólo rayo de luz. Al igual que el bosque se abre por arriba, lo hace igualmente por abajo, dejando ver un camino que cruza por él y por el cual, camina un buen gentío hacia el sur, cargando con sus posesiones.

Aprovechando el follaje que queda, voy acercándome a ellos en sigilo. No tardo en darme cuenta de que están viajando con sus pertenencias, huyendo de algo ocurrido en sus hogares, al norte de aqui. Tras ir acompañándoles entre la maleza y observarles durante un largo rato, decido unirme a ellos en su viaje y ver que noticias traen de sus tierras.

Quizás, con suerte, cuenten con un curandero entre ellos que me ayude incluso a recuperarme de mis heridas, o algún mercader pueda venderme algo. Toda precución es poca. pensé mientras ocultaba mi bolsa de dinero dejándola donde ningún hombre se atrevería jamás a meter la mano y con naturalidad, me integré en aquel grupo de refugiados, haciéndome pasar por uno de ellos inicialmente.

La gente está cansada y hambrienta, puedes verlo desde lejos. Han recorrido muchas millas desde que abandonaron su ciudad en llamas, y a medida que te acercas te das cuenta de que no son realmente una amenaza, para ser sinceros, ni siquiera se fijan en ti demasiado, sucio y herido como estás, cuando te unes a ellos. 

Estás a punto de preguntar a uno de los aldeanos, buscando respuestas, cuando de pronto oyes el batir de gigantescas alas. El sonido proviene del norte, y ahoga tus palabras.

-¡Son kraans, kraans! Escondeos.

El clamor se extiende a lo largo del camino. Los pobres desdichados corren, nerviosos y asustados y, frente de ti, la rueda de un carro en el que van unos niños se atasca en un surco del camino y se rompe. Los niños chillan aterrados, incapaces de moverse.

1. ¡Ayuda a los atemorizados niños!
2. Sal corriendo y busca refugio entre los árboles.

"¡Son kraans, kraans! Escondeos." Escucho tras de mi junto el fuerte batir de alas. Veo como la gente corre espantada a ocultarse, y justo cuando me dispongo a huir con ellos, veo como un carro con unos niños dentro queda atascado rompiendose la rueda delante de mis ojos. Los niños chillan y lloran, aterrados.

Miro fugazmente a mi alrededor, a nadie parece importales los pequeños. Mejor morir como un héroe, que vivir como un cobarde y con remordimientos pensé mientras corría hacia los pequeños. Al llegar junto a los niños, traté de hacerles callar un poco, para que no llamasen más la atención de los kraans... Aunque por el sonido del aleteo y los gritos de las bestias, sabía que estaban cerca.

Me giré a ver la distancia mientras tendía mis brazos para coger a uno de los pequeños en mis brazos, viendo en eso momento como uno de los kraan, descendía en picado, extendiendo sus garras hacia la tierra y agarrando con ellas a algun aldeano, retomando nuevamente el vuelo y dejando caer a su presa desde las alturas. Bajé al primer niño, colocándole bajo el carro. No te muevas y no te agarres al carro, hijo. le dije mientras agarraba al segundo niño lo más deprisa que pude y dejándole en el suelo, junto al otro chico. Me quedaba el más pequeño y aterrado de los tres. No paraba de llorar y gritar, más incluso que los otros dos juntos. Como no podía ser de otra forma, llamó la atención de uno de los kraan, el cual se lanzó en picado sobre nosotros.

Cogí al pequeño entre mis brazos y me acurruqué bajo el carro, junto los otros dos niños, a los cuales les pasé el brazo por encima, tratando de cubrirles con él. El kraan arremetió contra el carro, agarrándolo con sus garras y alzándolo consigo, dejándonos a los niños y a mi al descubierto. Antes de que estos reaccionasen y rompiesen a llorar de nuevo, les animé a levantarse y a correr conmigo a la espesura del bosque, bajo la protección de los árboles.

Tan sólo el más mayor de los tres se animó a correr, la mediana tenía demasiado miedo como para moverse y el pequeñín.. no iba a dejarle sólo. Así pues acabé con los dos más pequeños en mis brazos y el mayor, agarrado a los restos de mi capa, corriendo junto a mi para esconderse, mientras oíamos a las bestias aladas volar y gritar sobre nosotros.

Corrí adentrándome en la maleza con los pequeños, buscando el cobijo de los árboles, pero el aleteo de aquella bestia estaba cada vez más cerca, así que no me quedó más remedio que lanzarme al suelo con los pequeños, rezando porque la maleza fuese lo suficientemente alta y espesa, para que despistase al kraan y que mi habilidad para camuflarme pudiese expandirla hacia los pequeños. Procuré cubrirles con la mayor parte de mi cuerpo, manteniéndoles las cabezas gachas y el cuerpo bien pegado al suelo, lanzando sobre nosotros unas cuantas ramas, hierbajos y hojas del mismo lugar.

Sabía que el kraan se había lanzado en picado, pues ya no oía el batir de alas... sólo el chillido de la bestia acercándose...  Abracé con fuerza a los niños, logrando que mantuviesen el silencio y que no se moviesen diciéndoles que debíamos hacer igual que cuando jugaban al escondite. Todo estaba claro en mi cabeza... si esto funcionaba, en cuanto el kraan errase y elevase el vuelo, nos tocaría correr nuevamente y esta vez si, refugiarnos en el bosque, a salvo de los kraan.

Saltas hacia el carro. La gente corre en todas direcciones cuando los kraans atacan y se llevan por los aires tenebrosos a sus pobres víctimas. Un enorme kraan planea sobre el carro y tres rugientes giaks saltan de su lomo sobre los espantados caballos.

Por suerte eres rápido y tienes la mente clara. Uno a uno has bajado a los niños y, cuando el kraan que os observaba cae en picado haciendo saltar madera rota por todos lados, sabes que les has salvado la vida, por el momento.

Ahora, oculto en la maleza, esperas que tu habilidad despiste a los enemigos, y aunque suene cruel, rezas para que sean otros los que atraigan la atención de aquellas bestias. Por desgracia, el pequeño, el niño al que llevas en brazos, vuelve a echar a llorar, incapaz de contener las lágrimas ante el miedo que le atenaza y mucho menos escuchar tus palabras de consuelo. 

Intentas hacerle callar de nuevo, pero un grito profundo tras de ti te hace saber que os han descubierto. Los tres salvajes giaks que habías visto caer antes están tras de ti, rebuscando con sus largas lanzas entre la maleza. No tienes mucho tiempo, ahí, tumbados, sois una presa fácil. 

Te pones en pie, con tu arma ya lista, a unos metros de distancia de tus enemigos, que te miran mientras se lamen los labios con sus afiladas lenguas, mirando a los críos que proteges con tu vida. No puedes ni llegar a imaginar lo que en esos momentos pasa por la cabeza de aquellos seres, pero estás seguro de que la muerte es preferible a lo que ocurriría a quien cojan con vida.

Debes actuar rápido. Los niños, tras de ti, permanecen inmóviles, pero parecen deseosos de echar a correr. Estás convencido de que a una orden tuya, se pondrían a salvo mientras tu mantienes a raya a los perseguidores. En cambio, en tu precipitada huida, antes has podido ver una pequeña casa de labor cercana. Si corres hacia allí, es muy probable que cacen a los niños y no a ti. Tu misión es muy importante, tanto que si caes allí, es posible que esta misma escena se repita una y otra vez durante los años venideros, pues sin tu mensaje, es muy probable que el Rey actúe demasiado tarde para hacer frente a los Señores de la Oscuridad.

En tus ojos se ve reflejada la difícil decisión, pero no tienes tiempo para pensar...

1. ¡Quédate y pelea!
2. Huye veloz, salva tu vida.

No tengo elección, la misión que me concierne es más importante que mi propia vida, pero ¿cómo podría vivir sabiendo que había sacrificado a unos inocentes pequeños por salvarme? Simplemente no podría.

¿Cómo dejar a estas inocentes almas en manos de los giaks? Saber que aún viviran, horas o días, bajo su cautiverio... sometidos a un sinfin de torturas y atrocidades... No, no podía, era demasiado cruel para sopesarlo siquiera. Agarré con fuerza mi lanza. Quizás fuese mi última batalla, pero al menos los pequeños tendrían una oportunidad, cosa que los giaks no tendrían mientras yo me mantuviese en pie.

Adquiero una postura defensiva, no iba a permitir que ninguno de esos apestosos giaks alcanzase a los pequeños. Sabía que estaban allí, detrás mío, aterrados, pero debían huir.. No podía permitirme el lujo de tenerles a mi lado y que se convirtiesen en una distracción en medio del combate. Ya tenía bastante con tres enemigos y mi lamentable estado.

Corred! Al bosque!! No pareis!!! Yaaa!! Vamos!! les grité a los pequeños. Os mataré yo mismo si no huís ya de aquí!

Quizás esa hubiese sido una buena opción... así sabría que no sufrieron a pesar de su final.... ¿Qué demonios estoy pensando? Fuera!! YAA!!! grité de nuevo. Oí a los pequeños salir corriendo, alejándose de mi, de los giaks y de los kraan. Ahora sólo me quedaba lograr mantenerles a raya y acabar con ellos antes de que me tumbasen a mi.

Los niños, no sabes bien si asustados ante tus palabras o por las bestias que se les acercaban y les miraban como a simples presas, echaron a correr hasta que sus gritos se perdieron en el bosque, reemplazados únicamente por los chasquidos que las lenguas de los giaks producían al observarte con odio.

Puede que este sea el final de tu aventura y jamás logrer llevar a cabo tu misión, pero sabes que al menos morirás como un verdadero guerrero del Kai, un héroe, una esperanza. 

Esos pensamientos te hacen sonreír y te dan una nueva fuerza. No vas a morir aquí. Estás seguro. 

Tus enemigos cargan al unísono. Afianzas tus pies y sostienes tu arma. Es la hora...

Grupo de Giaks (si, peleas como si sólo fueran uno): Destreza en Combate 15, Resistencia 13.

Tú: Destreza en Combate 16, Resistencia 14.

Puntuación de Combate: 1

Los niños huyen aterrados, bien por ellos. Ojala lo logren... pensé mientras el primer giak se lanzaba sobre mi. Con rapidez, bloqueé su golpe inicial con mi lanza, el cual vino con tanta fuerza que nuevamente se resintieron mis heridas sin cerrar aun... Noté el latigazo en el costado, sabía que la herida se había abierto de nuevo, pronto volvería a sentir la sangre fluir hacia el exterior de mi cuerpo. Aun así, logré aprovechar mi posición ventajosa por el bloqueo realizado, golpeando al giak con la base de la lanza, para luego clavarle la punta de la misma en el pecho, dejándole muerto al instante.

El segundo giak gritó antes de cargar contra mi. Fue una suerte que lo hiciese, pues me había quedado observando al kraan que sobrevolaba sobre mi en círculos, espectante de lo que ocurriese en la batalla. Mi rápido movimiento fue acompañado de otro pinchazo de dolor en el costado. Me estaba saliendo caro todo esto... demasiado... Aun así, apoyé la lanza en el suelo y la incliné lo suficiente como para que el giak se clavase el solo en ella.

Aproveché que tenía a mano su lanza y se la quité, lanzádola con todas las fuerza que disponía en ese momento al tercer giak, antes de que este reaccionase. La lanza, realizó un vuelo perfecto, impactando en el pecho de la apestosa criatura y saliéndole por la espalda mientras esta gritaba algo intelegible para mi... pero el que debió entenderlo bien fue el kraan pues lo siguiente que oí fue su grito y al mirarle vi como se encaraba hacia mí.

Recuperé mi lanza del cuerpo del giak, el cual se desplomó según la agarré y corrí hacia el bosque, buscando la protección de los árboles para que el kraan no pudiese atraparme. Una vez amparado por ellos, giré y, aprovechandome de mis dotes de camuflaje, me encaminé hacia una cabaña que había visto desde el camino.

Mis heridas debían ser atendidas y mi cuerpo necesitaba un descanso, y esta vez el bosque no me daría lo que necesitaba. Quizas en la cabaña encontrase vendas y una manta para descansar.... debía intentarlo..

Abriendo la puerta de una patada, entras como una tromba en la casa de labor. El kraan que te perseguía te ha perdido de vista, pero al poco escuchas su aleteo, notando como planea en el cielo sobre el edificio, lanzando un graznido de victoria, pues de sus garras pende otra víctima que chilla aterrada. Demasiado parecido a los gritos de miedo que uno de los niños... 

Sin embargo, no puedes hacer ya nada. Has puesto en riesgo tu vida y tu misión todo lo que has podido, ahora necesitas descando. Tras comprobar que estás solo investigas a fondo la casa, y acabas por encontrar un pesado Martillo de Guerra que, si quieres, puedes coger, pues no parece que haya nadie para reclamarlo. También encuentras fruta suficiente para comer, y aunque no ves nada más en los armarios y cajones de la cabaña, no puedes quejarte. 

Tras comer, vendar tus heridas con algunas telas y dormitar un rato, acabas por dejar pasar primero una y luego otra hora, hata que empiezas a escuchar fuera de tu refugio el sonido de gente que parece salir del bosque. Con precaución, sabiendo que puedes no estar a salvo, te deslizas por la puerta y te escondes en el bosque. Permaneces atento hasta que te das cuenta de que son supervivientes de entre los refugiados, lo que significa que los Kraans y sus crueles jinetes han debido marcharse ya.

También oyes a lo lejos el galopar de caballos. El sonido se acerca y en poco el eco de la caballería se convierte en un estruendo. Los blancos uniformes delatan, en cuanto están a la vista, quienes son. Por el camino se acerca, veloz, un regimiento del Ejército Real de Su Majestad.

Tu, en la linde del bosque, debes decidir que hacer...

1. Llama a los soldados.
2. Permanece escondido y sigue tu camino.

Pegué mi cuerpo contra la puerta de la cabaña y respiré aliviado cuando escuché al kraan alejarse. Hubiese continuado luchando, pero no en estas circunstancias. Había salvado a los niños o al menos le dí una nueva oportunidad, ahora debía preocuparme por mi. Me alimenté con algo de fruta que había allí y aproveché unas telas para vendar mis heridas, sobre todo la del costado, la cual no había forma de que cerrase con tanto combate. El vendaje me ayudaría a que no se abriese con tanta facilidad. Luego me recosté para descansar. Mi cuerpo magullado y dolorido me lo pedía a gritos. Un ratito pensé.

Lo siguiente que recuerdo fueron las voces del gentío que venía del bosque, rápidamente recogí mi equipo y salí de la cabaña, pues seguramente ese sería su destino. En ella quedó un estupendo pero pesado martillo, un arma digna para un dios, no para un muchacho herido y con más agilidad que fuerza como yo. Me oculté entre la maleza, viendo desde allí que se trataba de los refugiados que encontré por el camino. Iba a salir a su encuentro y ver si estaban bien los pequeños, cuando escuché a lo lejos el galopar de unos caballos.

Por precaución y supervivencia, permanecí oculto hasta que logré identificar a los jinetes. Fue toda una sorpresa.. ¿Un regimiento del Ejército Real de Su Majestad? Debo prevenirles. Si salen fuera del bosque y los kraan siguen cerca, seran blanco fácil. Pero... debo tener cuidado... podrían arrollarme.

Salí de entre los matorrales a la zona más visible del camino. Alcé mis brazos y les hice señas para que me viesen y se detuviesen junto con mi lanza. Cada vez estaban más cercanos y no paracía que fuesen a detenerse, así pues hice lo más sensato. Me retiré a un lado del camino, lo suficientemente alejado como para que no me pudiesen golpear ni accidentalmente ni aposta con una de las lanzas, continué haciéndoles señas y les empecé a gritar: Giaks!!! Kraans!! Al norte!!! varias veces, con la esperanza de que al menos me escuchasen y fuesen con más cautela.

El oficial, al verte y reconocer tu capa, ordena a sus hombres que se detengan y te pregunta qué vas buscando. Le dices quién eres y cómo el monasterio del Kai ha sido destruido. Tu información le entristece profundamente, pero es un hombre curtido, y sabe que no es el final. Te ofrece un caballo y te ruega que le acompañes a ver  al Príncipe Pelathar, el hijo del Rey. Puede que eso retrase un poco tu misión, pero sin duda la protección te vendrá bien y, a caballo, irás más rápido una vez seas libre de marchar.

1. Acepta la oferta.
2. Declina el ofrecimiento.

Por fortuna, se detienen frente a mi. El oficial tiene una vista de lince, pues logró identificar mi capa de entre los jirones y manchas de sangre y barro. Le conté lo ocurrido en el monasterio, la caida de mis hermanos, mi suerte hasta llegar aquí, y como no, de los refugiados que venían del norte y el ataque de los kraan y giaks.

Entonces el oficial me ofrece acompañarles y un caballo, dudo durante un momento. El ofrecimiento es muy generoso, mi señor, más debéis entender que he de alertar a su alteza de lo acontecido, con la mayor brevedad posible. Si cabalgaseis en mi misma dirección, no rechazaría vuestra oferta, es más... sería un honor para mi acompañaros. Pero cada minuto que me retraso en llegar al castillo de nuestro Rey, es un minuto que gana el enemigo en su ofensa. En cambio, si aceptaría la montura para viajar hacia mi destino, si aun me la ofreceis.

Sea como sea,  el mayor favor que podeis hacer, es ir alertando a vuestro paso de la marcha del enemigo por nuestras tierras, para que los hombres alcen sus armas al servicio del reino y los aldeanos emigren a tierras más seguras que estas.

Permanezo en pie, mirando al oficial, esperando su decisión y su despedida.