Partida Rol por web

S1 E1 — NO BAD DEED GOES UNPUBLISHED

5 de septiembre de 2022

El primer día de clases en el Constance Billard & Saint Jude’s es siempre un día de agitación para todos sus alumnos, desde la muchachita que recién entra en la primaria hasta el veterano senior con una plaza de admisión temprana en una universidad de la Ivy League. Es el día de abrazos, puestas al día, inseguros adolescentes convencidos de que han cambiado y están preparados para tomar las riendas de sus vidas.

Y cada año, claro, fallan.

Podemos volvernos más conscientes de quiénes somos y cómo actuamos ante los demás, pero jamás seremos más que nosotros mismos. Debajo de las máscaras con las que le respondemos al mundo que estamos bien, que todos nuestros propósitos y deseos se hacen realidad, está la blanda carne cruda de nuestros miedos y nuestros secretos. Detrás de ese selfie perfecto que publicamos a nuestras redes están nuestras Monet DeHaan y nuestras Luna La cuidando cada ángulo, cada rayo de sol y cada quiebre en nuestra base de maquillaje.

No todos podemos ser Julien Calloway pero por lo menos lo intentamos. Nuestra Queen reinante acaba de ocupar su mesa habitual en la entrada del edificio de Constance junto a su equipo de Relaciones Públicas, perdón, sus amigas. ¿No es genial cuando estamos tan seguros de que nuestros cimientos están tan bien construídos que sabemos que no tambalearán bajo nuestros pies?

Todavía es temprano, si vienes en metro o autobús hasta Manhattan seguro que madrugaste mucho más que yo. Si ya los alumnos que pagan su matrícula pueden sentirse nerviosos en su primer día, ¿qué debe haber en el estómago de un alumno que entra por primera vez con zapatillas de segunda mano? Normalmente la Beca Vega de Artes Escénicas, creada por la fogosa madre de M, no suele irse tan lejos… Pero no seré yo quien delate al becado: lo verán ustedes con sus propios ojos en cuanto llegue.

Cada vez queda menos para que el tráfico de Lyfts, Ubers, lujosos coches particulares y alguna limusina se acumule ante las escaleras del Constance Billard. ¿No lo están deseando tanto como yo?

5 de septiembre de 2022
Xavier y Robin

Había madrugado, para variar. Había salido a correr para relajar el sentimiento negativo de tener que presentarme en ese instituto de pijos, porque no se me quitaba de la cabeza el saber que iba a tener que pasar un año en un sitio que era tan distinto a lo que yo soy. Pero al menos debía disimular delante de mi tío, fingir que iba a comportarme. Y me digo esto porque tengo claro que no puedo tampoco liarla demasiado si no quiero acabar siendo una vagabunda a los diecisiete. 
Pero es bueno para mi rebeldía el engañarme con ciertas cosas, y fácil cuando tienes una mente que prácticamente se adecúa a cualquier situación.

Sólo había preparado una pequeña travesura, nada muy grave, para dejar mi sello en el día de la presentación de los nuevos. Nadie debía saber que era obra mía, claro, pero con saberlo yo y darme esa satisfacción era más que suficiente. Resulta que mi tío me había hablado del instituto (lleva haciéndolo semanas, como para prepararme y venderme lo bien que me iba a venir para mi carácter de mierda), así que estaba preparada, porque lo que mi tío no sabía era que le había prestado la suficiente atención como para empezar a crear caos en mi mente sin siquiera pisar el edificio aún.

Sabía suficiente de los institutos como para intuir que habría una especia de bienvenida al nuevo curso, y en especial a los nuevos. Toda esa ceremonia me daba igual, pero se me ocurrió dar el cambiazo a los panfletos que seguramente repartirían en la recepción, con palabras de mierda como "Este puede ser tu año" o "Esperamos de vosotros que no tiréis por tierra la historia que tiene este instituto" y blablabla... Así que me pasé la noche preparando un nuevo panfleto de bienvenida y sacando unas cuantas copias de la impresora del despacho de mi tío. 

Cuando llegué al Constance era temprano aún, así que no me fue complicado localizar una especie de mesa que había al inicio del pasillo, con dichos panfletos bien a la vista sobre la misma. Me asomé cautelosa al pasillo y observé, asegurándome que no había nadie, antes de acercarme con cuidado, quitar todos los panfletos de la misma (los cuales me metí en la mochila) y dejar los míos (mucho más interesantes, por cierto), cuyo mensaje empezaba por un: "Como ser rico y comportarte como si no tuvieras un palo metido en el culo".
Me daba igual el tiempo que tardaran en darse cuenta, realmente, con que cayeran unos cuantos pringados en la lectura de mi agradable prosa, me valía.

Travesura hecha, me dirigí a la salida para acercarme al contenedor más cercano y deshacerme de la prueba del delito (los panfletos buenos), antes de disponerme a cruzar la calle para tomarme un café en la cafetería más cercana, con la tranquilidad de no haber sido vista por nadie. 

Kacper le había sugerido que acudiese temprano el primer día de instituto. Xavier perfectamente podría haberse asustado y exclamar "hostia, pero si hablas" porque, entré él y Franchesca, su casa parecía un convento para monjes con voto de silencio.

Se limitó a asentir. Creía que su padre era un poco paranoico por haber mandado a este hombre con él. Pero como su familia era parcialmente responsable de explosiones en miles de viviendas, algunos hospitales, trenes, puentes,... y de piernas que, al pisar una mina, salían volando como las cejas de Mr. Potato, tampoco estaba de más prevenir. Además de al peligro natural de ser rico, estaba expuesto al de las implicaciones bélicas y estratégicas. Sería un poco imbécil ignorar las sugerencias de la persona que velaba por su seguridad. Y también muy cruel comportarse como un niñato arrogante y hacerle pasar más estrés del necesario al polaco. Suponiendo que aquel hombre de aspecto imperturbable pudiese sentir.

En resumen: se encontró más pronto de lo debido en aquel instituto de los cojones que, después de haber pasado por el Le Rosey en Suiza, se le antojó un poco cutre. Pero al menos este estaba en medio de una ciudad enorme, y no estaría internado, lo cual eran dos ventajas bastante importantes.

Paseando por los pasillos se encontró con la típica mesa de panfletos para los recién llegados. Cogió uno.

«Dime de que presumes y te diré de que careces» pensó.

Por lo general, los valores que más se ensalzaran serían los menos presentes y lo que se presentase como grandes logros serían los fracasos más comunes. Ese tipo de propaganda era un "No estoy gordo, soy de huesos anchos".

En cuanto leyó el título se le escapó una sonrisa. Parecía que había encontrado la primera travesura y algo de lectura para pasar el rato. Echo un vistazo alrededor en busca de los sospechosos, pero en seguida recordó que había visto a una chica tirando algo de su mochila a un contenedor en la entrada. Sospechosa número uno.

Se buscó un sillón cómodo en el hall para leer tan relevante información y disfrutó como cerdito en lodazal. Estaba bien escrito. Quizá el habría cambiado alguna coma por un punto, pero prácticamente podría haber salido de su portátil.

Cuando acabó, salió afuera del edificio y comprobó que, efectivamente, los panfletos originales estaban en aquel contenedor. Su sospechosa había sido declarada culpable. Gracias a su buena vista, pudo verla en el escaparate de la cafetería, al otro lado de la calle. Para allí que se fue, saltandose todas las indicaciones de su "chofer" que le había recomendado no abandonar el recinto hasta que pasase a recogerle.

Entró en la cafetería y se sentó en su mesa sin pedir permiso, solo con una sonrisa.

—¿Sirven en este sitio un buen frappe, con leche bio pero sin lactosa, caliente pero con hielo y con polvo de oro? —le preguntó. Estaba citando una parte del panfleto falso.
—Estoy intentando sacarme el palo del culo, creo que he hecho algunos progresos. Hasta he tocado la sucia tapa de un vulgar contenedor de basura... ¿Crees que hay redención para mí?

Pidió rápidamente un café solo para alejar a la camarera que se les había acercado y volvió a sonreír a la chica.

Levanto la mirada de mi libro, en el cual estaba felizmente enfrascada, cuando una voz masculina me habla. Podría haber pensado que se habría equivocado si no fuera porque recita un fragmento literal del texto que yo misma escribí para el panfleto de bienvenida. La verdad, me sorprende bastante que lo haya hecho sin leerlo, de memoria, aunque no hago gesto alguno de sorpresa mientras guardo mi libro en la mochila. Tampoco le devuelvo la sonrisa; la vida me ha enseñado a no sonreír a desconocidos porque nunca sabes lo que pueden querer de ti.

Espero que la camarera se vaya para responderle, recostada en mi silla.

–¿No has enviado a ninguno de tus súbditos a levantar esa tapa de contenedor por ti? Wow. Supongo que no está mal para empezar  – comento, aunque aún manteniendo la seriedad en contraste con su sonrisa – ¿Qué quieres? ¿Vas a extorsionarme para no chivarte al resto? ¿A chantajearme? Imagino que no querrás dinero, niño rico, así que... – le invito a que hable con un gesto de la mano, despreocupada, antes de darle un sobro a mi propio café.

Mierda. Me han pillado. Pero jamás, jamás debes parecer culpable y, mucho menos, arrepentida. Las cagadas se enfrentan con orgullo.

—No, fui yo solito, aun estoy sudando del esfuerzo. Y el olor a basura... Creo que necesitare meses antes de quitármelo de encima... osea puaj

La escuchó. Negó con toda la cabeza a cada verbo. A extorsionar, a chantajear y a pedirle dinero. Su sonrisa era genuina.

—Me conformo con que me firmes un ejemplar de esa obra maestra. Lo guardaré en mi biblioteca, entre "la riqueza de las naciones" y "rebelión en la granja". Por cierto, me llamo Xavier, aunque puedes llamarme niño rico, si quieres.

5 de septiembre de 2023

El frío y el bullicio de las calles de Manhattan le recibió como una bofetada una vez que salió de la estación del metro, abandonado por el calor y la complicidad de las personas con las que había compartido una apretujada travesía desde el Bronx, intentando ignorar los disparates de un loco profesando el apocalipsis y la discusión telefónica de una mujer que no estaba teniendo una buena mañana, o una buena vida. Los rascacielos se alzaban imponentes hacia el cielo, mientras los transeúntes se movían apresurados en sus quehaceres diarios. Kotku se sentía pequeño e insignificante, entre un bosque de concreto y vistosas vitrinas, inadecuado era la palabra apropiada.

Se movía a paso acelerado, vistiendo su uniforme escolar perfectamente planchado y ajustado, a pesar de haber madrugado, no podía darse el privilegio de faltar a su primer día en el Constance Billard - St. Jude's School. Cada paso que daba, resonaba con una mezcla de ansiedad y expectación. Se adentraba a un mundo totalmente nuevo, tan distinto y ajeno a él.  

Se aferraba a la tira de su viejo morral de cuero desgastado, mientras avanzaba entre la multitud. Finalmente, pareció llegar a las escalinatas del colegio, alzándose como una construcción majestuosa e imponente. Kotku se detuvo por un instante, absorbiendo del momento. Sus ojos se perdieron en los detalles de las columnas talladas y las ventanas ornamentadas, la fachada de ladrillo se erguía como un guardián silencioso, custodiando los secretos y las ambiciones de quienes estaban dentro.

Suspirando profundamente, Kotku dio un paso adelante y se decidió a subir las escaleras que le llevaban al patio delantero, buscando entre la multitud algún rostro amigable.

Alzo una ceja, escuchándole. Está usando el tipo de humor que me gusta, y he de decir que de manera bastante acertada. Tiene su gracia, pero no le voy a dar la satisfacción de saber que puede, y sólo puede, que me esté cayendo medianamente bien.

–"Niño rico" está bien – respondo – Yo me llamo Robin. Y vas a llamarme Robin si quieres que te responda. Y...puede que incluso ni siquiera te responda aunque me llames Robin. Pero, lo siento, no puedo firmarte ese ejemplar: sería una prueba de que lo he escrito yo. Sería muy torpe por mi parte cometer ese error. Aunque...quizás cambie de idea si te metes en el contenedor y te revuelcas un poquito, ¿qué me dices? ¿Vale tanto mi firma? – obviamente, no; sólo estoy jugando. Me gusta provocar a la gente, ver hasta dónde pueden llegar o el tipo de respuesta que desarrollan. Es divertido analizar el comportamiento humano. Incluso ligeramente gratificante cuando les llevas al límite o cuando pasa exactamente lo que sabías que pasaría. Espero su respuesta muy interesada, con la cabeza ligeramente ladeada y media mueca que bien podría ser una sonrisa, aunque eso de sonreír abiertamente no me va mucho.

5 de septiembre de 2022
Xavier y Robin

Tomó el café que le trajeron con un "gracias" y miró a la chica.

—Dejame pensarlo... mmhhh... no, no vale tanto. Lo siento. El único motivo por el que haría algo sería si decidiera matar a mi madre de un infarto y ella estuviese mirando

Se le escapó una carcajada imaginando la situación.

—Dime, Robin Hood, ¿cual es tu tu trágica historia? ¿Que terrible circunstancia te ha traído a este instituto? ¿Una beca? ¿una tía millonaria que os dejo los diamantes en herencia a ti y sus treinta gatos? ¿te salio un matricula en un rasca y gana de los chococereales? Estoy parcialmente interesado en dicha historia.

De repente miró por el escaparate ¿Era ese pelirrojo, el pelirrojo? Aquella mochila de cuero lo señalaba como un intruso y una victima potencial de chismes y bromas. Parecía que el universo le estaba regalando un juguete para distraerse durante el curso.Hoy era un día realmente divertido. Xavier era en aquel momento dichoso como el gato que ha logrado volcar la pecera y tiene los peces coleando moribundos en la alfombra.

—Ese chico te caerá bien. Es de esa gente que trabaja duro para medio llegar a fin de mes.

Alzo una ceja, sarcástica.

–¿Crees que me gustan los pobres sólo porque odio la actitud de los niños pijos? – ahí te has colado, amigo – Con lo bien que estabas yendo... – chasquea la lengua y niega con la cabeza antes de volver a sacar su libro de la mochila y coger su taza de café – Ve tras ese pelirrojo pobre, si quieres. Nos vemos luego.

Y así es como el niño rico ha dejado de un plumazo de ser interesante para mi. Al menos por ahora prefiero seguir leyendo un rato.

5 de septiembre de 2022
Xavier y Robin

A Xavier le sorprendió aquel repentino cambio de actitud pero no lo mostró en su lenguaje corporal porque tampoco le afectaba especialmente, al fin de cuentas era una desconocida.

—Yo creo que es más clase trabajadora, pero no he visto su declaración de impuestos para saber si es pobre. Solo me refería a qué él no tiene los defectos que en tu panfleto criticas con tanta pasión. Pero me disculpo si te he molestado. Que tengas un buen día.

Le daba igual si escuchaba sus palabras o estaba tan perdida en buscar su libro en la mochila que le entraban por una oreja y le salían por la otra. Uno tiene la clase para sí mismo.

Le dejó a la camarera un billete para pagar lo de la mesa (en caso de que Robin aun no hubiese pagado estaría invitada, aunque él nunca lo sabría porque, evidentemente, ni pregunto cuanto era, ni cogió las vueltas) y se marchó.

5 de septiembre de 2023 
Antes de la primera clase

Xavier salió de la cafetería más cercana al instituto y recorrió tranquilamente los metros que separaban ambos. Paseó con elegancia felina cerca de cochazos detenidos cuyos choferes abandonaban para abrir la puerta de los pasajeros. Cruzó la verja y subió las escaleras por segunda vez en aquel día. No prestó especial atención a nadie, aunque respondió cualquier mirada curiosa con una sonrisa. Tenía claro a quien buscaba. Si el pelirrojo que había visto pasar era el mismo que el de aquella fiesta, quedaría confirmado que el mundo era un pañuelo.

Se acercó al muchacho y le plantó las manos en los ojos por detrás y le susurro algo al oído, que no hacía falta ser agente secreto para adivinar que era "¿quién soy?". Luego le dio un abrazo y comentó algo señalando aquella pobre mochila que hacía años que se merecía una jubilación

5 de septiembre de 2023
Antes de la primera clase

Xavier le puso las manos en los ojos y se acercó a su oreja. Olisqueo aquel olor embriagador. Había algo en el perfume que usase el chico o en su propio olor corporal que hacía que su pecho se acelerase.

—Sigues siendo demasiado guapo —le susurró.
Le dio un rápido y suave abrazo. Luego se apartó, lo miró y señaló la mochila.

—Creo que hoy vas a recibir muchas bromas y comentarios por culpa de esa mochila. Ves pensando respuestas ingeniosas para mandar a la gente a tomar por culo con encanto.

Kotku quedó completamente sorprendido al sentir las manos de alguien cubriéndole los ojos, sobre todo porque no esperaba encontrar a algún conocido en un entorno como tal. Fue su voz y su aroma a perfume caro lo que delató a aquella figura enigmática con la que se había encontrado hacía un par de semanas atrás. Un nudo se formó en su garganta mientras escuchaba las palabras susurradas en su oído, provocando una sensación electrizante en él. 

Se dio media vuelta tras recibir el agarre del mayor, quedándose sin palabras en aquel rápido y suave abrazo, sintiendo la calidez del cuerpo del moreno junto al suyo. Kotku le miró a los ojos, buscando respuestas en los suyos.

— ¿Qué estás haciendo aquí? No esperaba verte de vuelta... — Observó el uniforme que vestía Xavier, encontrando respuesta a sus preguntas, Kotku no destacaba en las matemáticas pero asumió que realmente se trataba de una posibilidad en un millón. Había pasado varios días recordando tal inverosímil encuentro, como también ocultando la marca que éste había dejado en su cuerpo.

Se mordió el labio inferior, procesando la advertencia de Xavier sobre su morral. Destacaba entre los estudiantes del Constance - St. Jude's, con su estilo austero entre los elegantes y refinados bolsos de marca que predominaban en su entorno.

— Supongo que use lo que use, voy a desentonar bastante aquí. — Kotku se encoge de hombros. — He lidiado con bullies peores en mi anterior colegio. El Bronx, ¿recuerdas? — Le sonríe, por más extraño que sea tal reencuentro, era lo más cercano a lo que podría llamar amigo en ese lugar.

— Por cierto, nunca me has dicho tu nombre. Ya sabes, antes de... desaparecer.

—Estoy haciendo lo mismo que tú: perder el tiempo en esta prisión por culpa del sistema educativo.

Aunque ahora su estancia por aquí le prometía mayor diversión.

—Cierto, cierto. Seguro que lo que esta gente llama "un malote" no le llega a la suela de los zapatos a cualquiera de los que has enfrentado. Aun así, no los subestimes. Aunque la mayoría solo se reirán y cuchichearan porque no vistas caro, animales de granja hay en todos lados.

—Estoy seguro de que en seguida encajarás, no te preocupes. Por desgracia yo no soy de mucha ayuda, es mi primer año aquí; Antes estudiaba en el extranjero. Bueno, te podré presentar a una chica que conocí de fiesta. A ver si se digna a acudir al primer día. No es mucho, pero mejor que nada, espero.

Lanzó un vistazo alrededor buscando a Cassie

—Ah sí. Me llamo Xavier ¿y tú?

Había oído su nombre de labios de aquella señora que los había interrumpido, pero, como no le importaba, lo había olvidado. Ahora que sabía que se verían durante un curso, lo escucharía con atención y lo memorizaría.

—Espero que lo que pasó... no te haya metido en ningún lío en el trabajo. La verdad que me tome demasiadas copas de más y no pensé en las posibles consecuencias para ti.

Lo miró intentando mostrar una sincera preocupación, aunque lo que sentía era más bien curiosidad.

Está claro que Xavier - ahora que puede ponerle nombre a tal enigmática figura - y Kotku son muy distintos. Kotku está lejos de percibir al Contance - St. Jude's como una prisión, sino como una oportunidad única gracias a su beca. Sabe que no será fácil la convivencia entre gente tan distinta, y en cierta forma tendrá que comprender sus costumbres y habitos si quiere adaptarse y sacar provecho, como cuando debe aprenderse un guión y entender la motivación de sus personajes. Se muerde los labios, algo nervioso y en desacuerdo con Xavier, pero no dice nada.

— Me llamo Przemyslaw, pero todos me dicen Kotku. Es más fácil de pronunciar. — Se encoge de hombros, con la naturalidad de un actor que ha repetido la misma línea cientos de veces. 

Luego se justifica sobre lo sucedido aquella noche y Kotku le mira con grandes ojos tristones, visiblemente decepcionado. Sí, por supuesto que estaba pasado de copas y no sabía bien lo que hacía. Otra vez su inocencia le había jugado una mala pasada al pensar que Xavier sabía lo que hacía, o que el chico podría haber tenido un ápice de interés genuino en él. Había sido un juego, y nada más que eso. — No te preocupes, no tuve muchos problemas. — Le asegura, algo escueto en su respuesta.

Kotku busca algo entre su morral, palpando su cajita de cigarros y algo frío y dorado. — Por cierto, esto es tuyo. — Le entrega el encendedor dorado de Cartier. No había razones por las cuales seguir aferrándoe a una fantasía, ¿verdad?

5 de septiembre de 2023
Antes de la primera clase

—Przemyslaw —murmuró Xavier intentando hacerlo sonar lo más parecido posible.

—Me gusta como suena. ¿Es un nombre polaco? Mi chofer es de por allá. Kacper se llama. La primera semana tenía que estar muy atento para no llamarle Casper como el fantasma.

Le miró a los ojos.

—¿Pero a tí como te gusta más que te llamen? Creo que puedo lograrlo si me das un par de intentos ¿Prezmyslaw?

Solo asintió a lo de que no tuvo problemas. Después, miró el mechero que le ofrecía el chico tardando un par de segundos en recordarlo.

—¿Es inapropiado si te digo que puedes quedártelo? Así te acuerdas un poquito de mí cada vez que fumes. Yo apenas lo hago, soy más de autodestruirme con alcohol que con tabaco.

Le sonrió todo lo encantador que pudo.

—¿Es indiscreto si te pregunto de qué estás becado? No es por incomodarte, solo por saber en qué eres un genio. Si es en matemáticas, me vendría bien algo de ayuda

5 de septiembre de 2023 
Antes de la primera clase

Alex había llegado muy temprano ese día, algo no muy común en él pues al final la puntualidad británica era tanto por delante como por detrás. La verdad que esa noche no había dormido muy bien y no se lo podía achacar al ser el nuevo porque ese año ya no lo era, simplemente que empezaba el curso con malas vibraciones.

Estaba a lo alto de la escalinata, algo apartado y completamente apoyado a una de las barras, viendo como iba llegando la gente.

No iba a negar que le llamó la atención el encuentro entre esos dos chicos nuevos, no tenía ni idea quienes eran pero parecían de su edad así que probablemente empezaban ese año. Se quedó analizando aquella mochila desgastada, tratando de entender si era algún tipo de moda americana o simplemente era eso, algo viejo.

Abrió la boca para comentar, casi advertirle, pero pensó que no era de su incumbencia ¿a caso se tomaba a Gossip Girl demasiado en serio? Simplemente esperó a que terminasen sus abrazos.

— ¡Hola! Parecéis nuevos y de mi curso ¿no? Soy Alexander Westwood, un placer. Yo fui nuevo el año pasado.. fue todo una experiencia. — saludó desde la distancia.

Se forzó por no sonar deprimente, pero la verdad que le apetecía una mierda estar en ese lugar en ese mismo instante. 

Como era de esperarse, la pronunciación de Xavier no era exactamente lo mejor, pero se había ganado un punto por el esfuerzo. La mayoría de las personas no se atrevían a repetirlo en voz alta, y mucho menos escribirlo. — Sí, mis padres son polacos y bastante orgullosos, supongo que no querían que olvidemos de donde venimos. — Sus hermanos también habían corrido el mismo infortunio a la hora de ser nombrados. — Kotku está bien, me gusta. 

Kotku quedó con el encendedor al aire, porque Xavier se negaba a tomarlo devuelta. — No, no puedo quedármelo... se ve demasiado costoso. — Kotku insiste, hasta tomar coraje de no sabe dónde y dejárselo en las manos de Xavier. — Insisto. Si me ven usándolo en mi barrio, no me lo pedirían muy amablemente. — De hecho, andar con el encendedor por la calle le ponía algo paranoico, no lo había usado en público y mucho menos en su casa. Tampoco se fiaba de sus hermanos. 

Y luego Xavier parece abordar el elefante de la habitación, porque claramente Kotku no estaba allí porque mágicamente podría costearse una matrícula, ¿verdad? El muchacho se predispone a responder, hasta que alguien más se acerca a ellos, saludándoles.

El primer día de clases aún no comenzaba oficialmente y éste ya le había sorprendido. Kotku estaba demasiado concentrado en su conversación con Xavier que no se da cuenta que alguien se había acercado a ellos hasta que les saluda oficialmente. El adolescente da un respingo al oír la voz de quien se presentaba como Alexander. Su acento británico delataba fácil de donde era, como también sus modales del viejo continente. Aún así, había un dejo de amargura que parecía teñir su voz.

— Hola, sí, somos nuevos. — Le saludó Kotku, con una sonrisa cortés. — Soy Kotku Kishlovsky, por cierto. — Se presentó ante el chico y esperó a que Xavier hiciese lo mismo. 

— No parece un mal sitio, al menos no según lo que leí en Internet. — Alexander parece que puede darle más información de primera mano sobre el instituto. Kotku le echa un vistazo a su alrededor, ¿Mal sitio? Aquel lugar era jodidamente increíble, pero Kotku no quería parecer muy emocionado frente a ellos. —  Estoy aquí gracias una beca de Artes Escénicas. — Les explicó a los dos, sin olvidarse que Xavier le había preguntado.

—Mis abuelos eran neerlandases —comentó.

Xavier se guardó el mechero en el bolsillo muy, pero que muy, sorprendido. Cínico y resabiado por naturaleza, no solía sorprenderse a menudo. Cuando no entendía algo, le entraba una curiosidad apremiante. El pelirrojo era una excepción en su entendimiento de la naturaleza humana. Pensaba llegar hasta el fondo de aquel asunto.

Entonces les saludaron.