Partida Rol por web

Una brisa fresca atravesaba la isla de Flora, mezclando el dulce aroma de las flores con el sabor salado del Océano Lucidiano. Los lugareños, bien bronceados, jugaban en la playa, mientras los visitantes, quemados por el sol, se sentaban en sillas de mimbre y bebían bebidas frías que compartían nombre con la localidad.

Allí, en la playa se encontraba un grupo de personas que llamaba un poco más la atención. En Palma Flora estaban acostumbrados a las vis¡tas, pero esas personas no eran visitantes, sino que vivían allí. Un mediano o una elfa no era tan raro, pero un Dracónido o, más raro aún en aquel lado de Wildemount, una pequeña goblin era algo realmente extraño. Una característica más de Palma Flora, donde sus habitantes vivían tranquilos, alejados de la guerra contra el Kyrn y donde se aceptaba a cualquiera que lo necesitaba. Tras varios años ya solo se sorprendían los extranjeros que no esperaban encontrarse un goblin tan lejos de las fronteras.

Observaban a un grupo de cazadores de tiburones, media docena de hombres y mujeres casi desnudos, que se preparaban para competir en el torneo anual. Se preparaban en las aguas poco profundas de la costa sur, armados con arpones y su ingenio.

¡Que yo soy una mediana! - Refutó Albahaca al intolerante y racista narrador

Aquella mañana se celebraba la caza de tiburones, no era algo que nadie se pudiera perder. Albahaca estaba a la sombra de unas palmeras bajas. La turba que se formaba bajo ellas dejaba un lugar cómodo en el que estar pero debido a los ocasionales pinchazos nadie lo quería. Ni lo querrían aún fuera cómodo debido a que Albahaca estaba allí. Aquella goblin había crecido y reclamado su lugar en PalmaFlora pero jamás sería normal pasar los ojos por el pueblo y verla como si nada.

Sobre su grueso libro, con carboncillo intentaba en un pergamino retratar los rostros de los que se marchaban a la cacería. No conocía los nombres de todos, tal vez luego pudiera poner los que oyera. Estaba contenta.

*El narrador se suelta un poco la corbata*

-Eh, oh, si... mediana, perdón-se disculpa apurado.

Dudel se encontraba en la playa descansando, el sol calentaba sus escamas mientras se relajaba en una hamaca que habia montado donde se encontraba su prima, por un lado le sabia mal que tanta gente la rechazara sin siquiera intentar conocerla, solo por ser una mediana un poco diferente al resto, por otro lado, gracias a ello tenian un sitio privilegiado en la playa.

Se encontraba en un estado de duermevela, había pasado gran parte de la noche preparando su numero para el día del torneo, sabia que si lo hacia bien podía ganarse un buen pico y estaba repasando minuciosamente cada detalle con su maestra.

-Le dije que me ayudara con la actuación y se negó, realmente hablaba en serio cuando dijo que se retiraba.

Dijo apartándose la cola de los ojos y dando un trago a su bebida.

-“Fiuuu”…Hoy hace realmente calor, me bañaría, pero no quiero que uno de esos brutos-Señalo con su cola a los que estaban practicando- me confunda con un pez.

El draconido movió su bebida, haciendo tintinear el hielo.

-Oregano, Lyeneru ¿Este año participareis? Estoy seguro que podéis ganar a cualquiera de esos sin tan siquiera esforzaros.

Dijo con orgullo a sus primos mayores

Volvió a sorber de la pajita de su bebida pero la miro decepcionado al darse cuenta de qué se la había acabado.

-¿Alguno ha bebido mientras no miraba? 

Dijo confuso.

-Bueno, es igual, iré por otra. ¿Queréis algo? .

El joven bardo se levanto de la  hamaca y estiro sus extremidades mientras abría su gran boca para bostezar. Su tamaño destacaba sobre el resto del grupo. Movió su gran cola levantando algo de arena.

-Perdón, fue sin querer.

Dijo agachando la cabeza en señal de disculpa.

Orégano detestaba el caña de azúcar. Orégano detestaba las frutas. Orégano detestaba el pescado. Y allí sólo había caña de azúcar, frutas y... pollo. El pescado iba y venía, según la época. Aunque Orégano estaba convencido de que los tiburones eran pescados, igual que los delfines y que las ballenas. Pero la gente decía que no todo lo que estaba en el agua eran pescados. 

Con cierto amargor le tiró a Albahaca la caña de azúcar. 

- Toma tu asqueroso palo dulce - dijo restregándose la mano pringosa por la camisa. El único y verdadero mediano era un poco cascarrabias, aunque al mismo tiempo era muy entrañable. Después levantó los pies, mirando con desagrado la arena. Siempre se le quedaba pegada a los pelos del empeine y luego era muy molesto limpiarse. Maldiciones.

Miró a Dudel. - Toma tu bebida. Bebes más que los cactus. - dijo muy serio. 

"Los cactus no beben tanto" - pensó Dudel mirando al mediano. Pero decidió callarse para no hacer enfadar a Orégano. Era susceptible cuando le llevaban la contraria. Se creía que estaban intentando dejarle mal y reírse de él. - No sé si participaré algún día. No me gusta demasiado el agua, ya lo sabes. 

Aquel sitio era ideal para Orégano. Se podía ver con dificultad. 

Aquel día había demasiada gente reunida en el mismo sitio para mi gusto. La verdad es que evitaba aquel tipo de cosas, sólo porque odiaba las aglomeraciones de gente, pero... el hecho de que fueran a por tiburones me hizo tener que pasarme por allí, sí o sí. 

Me mantenía en silencio en aquella playa cuando Dudel dijo aquello de confundirlo con un pez. 

- Con un pez muy grande sería... - Eso sí, traté de imaginarme cómo le brillaban sus escamas bajo el agua y bueno, con un tiburón no lo iban a confundir, pero quizás se pensaran que era algún tipo de bestia acuática. 

Puse cara de querer y no poder cuando me preguntó aquello de si ese año participaría. 

- Es que me acabo de enterar de que hoy era esto. Me he pasado un par de días sin aparecer por aquí... - Nadie se sorprendía si no me veía durante unos días, pues se imaginaban que estaba en algún tipo de excursión, cosa que hacía mucho. Cualquier día me perdería o me herirían por ahí y nadie se daría cuenta hasta que la hubiera espichado. - Además, yo nunca he intentado pescar un tiburón, no sé si pueden apuntarse novatos... 

De todas formas, estaba muy interesada en ver cómo lo hacían. 

Gracias por la caña de azúcar, me encanta el dulce- Respondió Albahaca a su hermano pequeño. Nadie pensaría que Albahaca era la mayor... bueno, ni siquiera nadie diría que eran hermanos.... bueno es que en realidad no lo eran, pero qué importaba si aquello había sido su realidad. Cogió la caña de azúcar y masticó su dulce interior con fruición mientras seguía dibujando el rostro adusto de uno de los pescadores con un espectacular bigote moevius _{(echo sin duda por Watts, el barbero de PalmaFlora que para aquellos que vinieran de fuera no era más que un aficionado, pero para los lugareños era una eminencia del corte y peinado}). 

Lyeneru daba lugar a bromas, era una ermitaña y medio salvaje. ¿Pero quien eran aquel trío de medianos para juzgarla? El año pasado varios pescadores rumorearon acerca de poner a Albahaca como cebo en las redes para pescar, pero la mediana verde no era ya una niña y podía enviar a soplar gaitas sin ningún temor (_{sin ánimo de ofender Dudel}).

Cuando terminó el dulce empezó a roer y tragar la caña entera, casi sin darse cuenta pero masticándola con enorme cuidado, lo que le llevaba muchísimo muchísimo tiempo en aquella boca llena de dientes afilados. - Es una pena Orégano. Es decir, que no te guste el agua. El tío Trepadilla DelaPalma es un excelente nadador, me contó una vez que siguiendo salmones remontó una cascada en algún lugar del cercano continente, ¡y con una sola mano! Porque en la otra llevaba la red. 

Pero claro, con tiburones.... mejor no mezclarse.

El Draconido le devolvió una amable sonrisa a su primo mayor. _{(Todo lo amable que puede parecer la sonrisa de una cabeza de Dragón. Pero claro,  los que se habían criado con él, eran capaces de conocer sus expresiones)}

-Muchas gracias por la bebida Orégano. Eres muy amable, siento hacerte ir tantas veces, pero es que hoy hace mucho calor.

Dudel era el pequeño del grupo, con 13 años, ni siquiera se podía llegar a considerar un adulto entre los de su especie, pero claro, con aquel tamaño, su familia estaba algo confundida.

Movió la cola contento, de nuevo levantando una nube de arena sin querer, al escuchar a Lyeneru interesarse por una actividad. De normal era una ermitaña, así que solía mantenerse alejada de casi todo tipo de fiestas y eventos más allá de las celebraciones familiares, e incluso en ellas, muchas veces venia casi tirada de la oreja de su madre.

Pese a que muchas veces salía de viaje y no se dejaba ver por varios días a Dudel le gustaba estar con ella, al igual que con Loren, le hacían sentirse un poco menos “Gigante” al lado del resto de su familia, ya que pese a que no decían nada cuando el torpemente tiraba algún mueble con la cola, el solía sentirse algo apurado.

Se acercó y la cogió con delicadeza de la muñeca.

-Si realmente quieres participar déjamelo a mí, eres de la isla, seguro que les puedo convencer de que te dejen entrar, aunque sea apresurado.

El dracónido me agarró de la muñeca, pero cuando entendí lo que quería hacer negué con la cabeza, no sin antes ponerme roja hasta las orejas. 

- No no no... ¡Suéltame! - Le gruñí prácticamente aquellas palabras mientras tiraba para que "me devolviera mi brazo". 

No quería llamar la atención de tanta gente y si Dudel ponía en práctica sus palabras, me mirarían todos y eso me ponía muy nerviosa. 

- Prefiero observarlos esta vez y así para la próxima puedo practicar. 

Claro que no sabía si realmente llegaría a practicar pescando un tiburón, pero bueno, los humanos siempre dicen que el saber no ocupa lugar. 

- A mí tampoco me gusta participar-dijo una voz cerca de ellos. Era Elanza, una joven semi elfa mediana. Era bajita, con el rostro afilado cubierto de pecas. Entre su pelo rojo asomaban las dos orejas puntiagudas. Se había criado cerca de la familia de Orégano y solo era dos o tres años mayor que Dudel aunque para ella Dudel ya era un adulto- Este año se ha apuntado Jaoo, me ha dicho que me va a traer un tiburón del arrecife-dijo con una sonrisa mientras señalaba al grupo de cazatiburones. Allí estaba Jaoo, otro adolescente tiefling, de grandes cuernos rojos, que saludaba con la mano en su dirección.

El Draconiano dejo caer la cola algo desilusionado por la reacción de Lyeneru.

-Sí, bueno, para la próxima entonces.

Dijo mientras soltaba su brazo con cuidado para no hacerla caer de culo.

-Una pena, seguro que le ganabas a tod...

De repente escucho la voz de Elanza tras de él, haciendo que se le erizase la cola del susto.

-¿Desde cuándo estas ahí?

Pregunto sobresaltado poniéndose la mano en el pecho. A la vez que se giraba a la pelirroja.

Miro al Tiefling enarcando una ceja _{(O lo que sería enarcar una ceja para un dragón)}, aquel chico era un presumido, como la mayoría de Tieflings que conocía.

-Estas segura que un tiburón no le “bajara los humos” a Jaoo.

Dijo riendo ante su ocurrente juego de palabras.

-No sé si el mar es el mejor elemento para alguien de fuego.

Aunque ahí estaba el, deseando que acabaran de practicar los pescadores para poder darse un baño en la playa. Lo cierto es que sentía un poco de envidia de aquel joven, ya que controlaba mucho mejor sus llamas, no había oído que hubiera estado a punto de incendiar su casa en ningún momento, a diferencia de Dudel.

Miro a sus primos.

-Veis, si él se apunta y puede cazar un tiburón del arrecife, estoy seguro que vosotros podéis hacerlo aún mejor.

Dijo asintiendo con la cabeza.

A pesar de lo violenta que me hizo sentir la situación, más que nada por tener que aguantar las miradas de todo el que estuviera allí, Dudel me soltó con suavidad. Ya le conocía lo suficiente como para saber que no lo hacía a malas ni nada parecido, que sólo trataba de ayudar, pero yo prefería tragarme una rana antes que ser el centro de atención de toda aquella gente. 

Elanza habló y yo me volví hacia ella, pues tampoco me había dado cuenta de que estuviera allí. 

- Yo si hubiera estado apuntada de antes lo intentaría, pero ahora podemos aprender cómo lo hacen y apuntarnos la siguiente vez. - A mí aquello de pescar un tiburón me parecía muy entretenido, la verdad. 

- Además, no sé a quién le escuché decir que con la aleta de tiburón se hacen unas sopas muy ricas. Seguro que a mi madre y a mis hermanos les encanta. - No me extrañaría porque eran todos unos zampabollos que eran capaces de comer trescientas veces al día. No sabía cómo entraba tanta comida en algo tan pequeño sin que reventaran. 

El draconiano salivo un poco al pensar en una sopa de aleta de tiburón.

-Si…- se quita con el puño algo de baba del morro- quizás a mi madre, Delyn la hace de vez en cuando, la hace muy buena, dice que le sale a cuenta, porque de una aleta sale mucha sopa y yo como mucho.

Dijo riendo.

El joven draconido volvió a mirar a los pescadores.

-Tendrán que entrenar muy duro, si te apuntas el año que viene seguro que ganas.

Dijo adulando con orgullo a Lyeneru

Dudel parecía totalmente convencido de ello, después de todo la elfa había cazado algunas piezas deliciosas en sus salidas. Delyn solía comprarlas, por desgracia para ella, le habían dicho que un Draconiano necesitaba una dieta rica en carne, así que tenía que comprarle habitualmente a los exploradores locales las presas que cazaban, por suerte algunos de ellos decidieron hacerle algún que otro descuento al ser compradores habituales.

Orégano mostraba los dientes, furioso. Aquel Jaoo siempre estaba intentando quedar por encima de los demás. - Ese cabeza de alcornoque con cuernos no merece nuestra atención. - dijo mirando a Elanza. Ella había sido amiga de la infancia desde que eran pequeños, pero desde hacía muchos años estaba enfadada con Orégano.

El mediano había formado parte del grupo de delincuentes conocidos como los "Dedos gordos". Les hacía mucha gracia ese nombre, decían que aplastaban a sus enemigos como lo hace un dedo gordo con una mosca. Eran un grupo de adolescentes sin remedio. Robaban, chantajeaban, eran un auténtico dolor de nalgas. Pero Orégano no hacía eso, no. Era mucho peor. Orégano era un matón. Se dedicaba a dar palizas a cambio de dinero, achantar a los morosos, interrogar a los que escondían cosas,... Su trabajo era dar mamporros. Se le daba de maravilla. Y a veces había daños colaterales. Elanza había sido uno de esos daños colaterales. 

Orégano había dado una paliza a un primo segundo del hermano del padre de la mujer de uno de los primos de Elanza. Y eso había sido toda una ofensa para ella. Desde entonces le miraba con desprecio. Y eso había hecho que Orégano se fijara en ella. No con atracción, sino más bien quería su reconocimiento. Quería que le prestara atención. Pero ahora parecía tonta con el Jaoo. Un tieflieng. Un ser del infierno. 

- Al infierno debería de volver ese cantamañanas. 

Pues a mí me gusta - Dijo contradiciendo a Orégano aunque sin prestarle atención, era su hermano pequeño, tampoco es como si tuviera que darle explicaciones de quién le gustaba y quién no. Pero allí entre amigos y mientras retrataba el rostro de Jaoo entre el de otros pescadores, se sintió en confianza para decirlo. 

Elanza .... debía tener algo especial con Jaoo, aún no lo habían anunciado, pero eso se notaba. Por un momento esperaba no haber hecho sentir incómoda a Elanza pero pronto y por la sonrisa de ésta, supo que hacía sentir a Jaoo como alguien muy deseado en PalmaFlora - Es muy guapo Elanza, ojalá alguien me trajera a mí un tiburón - Y siguió dibujando con el ánimo melancólico que acompaña a la fea del pueblo.

Si pusiera los estudios en ello, seguro que podía sacar a todos los tiburones del mar con un solo conjuro. Ya verían...

Dudel sonrió ante los improperios de su primo.

En cierto modo le resultaba graciosa aquel carácter, era de los pocos de la familia que lo poseían, aunque no acababa de gustarle la manera de ganarse la vida que había decidido llevar, pero el siempre le iba a apoyar hiciese lo que hiciese, no solo por ser su familia, sino porque además era de los pocos que no lo miraba como un bicho raro.

-Bueno, es un poco chulo y engreído y muy “mira que bien controlo mis llamas sin quemar las cortinas” _{(eso ultimo quizás solo en la mente de Dudel)}, pero tanto como mandarlo al infierno… naaa,_{(aunque se lo pensó un poco)} igual que le muerda un tiburón el pie o que se choque con alguna roca, pero sigue siendo del pueblo y Delyn siempre dice que a los del pueblo hay que quererlos, aunque sea porque son una fuente de ingresos importante.

Luego escucho a Albahaca, que reforzaba su idea, en cierto modo.

-Ves, a Albahaca le gusta. No podemos querer que se vaya al infierno, se pondría triste. Y yo no quiero que este triste.

Dijo poniendo una zarpa sobre la cabeza de su prima.

-Seguro que alguien te traerá un tiburón, o incluso diez,  sé que alguien va a saber ver lo buena y generosa que eres sin prejuzgarte.

Le dijo con una cálida sonrisa _{(Y no, no es que le salgan llamas de la boca)}

Parecía que Dudel ya había probado aquella sopa, pero bueno, tenía pinta de que aquel grandullón comía lo mismo o más que un mediano, así que no sabía si tomarme en serio o no eso de que apreciara una sopa como aquella. 

- Pues cuando cacemos un tiburón hacemos una sopa a ver qué tal. - Dije asintiendo. 

Asentí cuando dijo aquello de que si me apuntaba el año que viene, pues esa era mi idea. 

Claro que luego la cosa se puso interesante cuando todos demostraron abiertamente lo mal que les caía el tiefling. Yo no dije nada, pues la verdad es que a mí no me caía ni bien ni mal, pero como normalmente era yo la que gruñía a los demás, dejé que los demás disfrutaran un poco de ese pequeño placer. 

- Seguro que algún día te trae un tiburón alguien Albahaca. - Estaba claro que eso de las flores no se estilaba en esta aldea, por mucho que la mayoría de la población fuera humana. - ¿No preferirías que te trajeran una perla? 

Claro que la goblin era como un mediano pero en verde, así que seguro que era de ese tipo de persona a la que se la ganaba por el estómago. 

Sonrió a su hermana. 

- ¿Para qué quieres un tiburón pudiendo comerte un conejo? - preguntó Orégano con curiosidad - No importa que no haya nadie que te traiga cosas. - se golpeó el pecho - Orégano siempre te traerá lo que necesites, hermana. 

La competición estaba a punto de empezar. Elanza se acercó a la orilla junta otras personas, familiares en su mayoría de los cazadores de tiburones, para animarlos desde allí. Otros, como nuestros futuros aventureros, preferían quedarse a la sombra de las palmeras, bebiendo una bebida fría y descansando mientras observaban la competición.

Los jóvenes se lanzaron al agua y comenzaron a nadar hacia el arrecife próximo. De pronto el suelo bajo sus pies comenzó a temblar y agrietarse. Olas de varios metros de altura comenzaron a chocar contra la orilla, y el sonido de los gritos llenó el aire mientras una estampida de bañistas huía de la arena. 

Un coro de chillidos se sumó a la cacofonía cuando de pronto vieron que los cazadores de tiburones, al menos algunos de ellos, huían del agua, perseguidos por criaturas humanoides con cabezas parecidas a los peces y piel resbaladiza y gomosa. 

Lyeneru supo enseguida que eran y se levantó rápidamente agarrando su arco.

-¡Son Sauhagines! ¡Nos atacan!-gritó la elfa- ¡Salid de ahí!

Las criaturas perseguían implacables a la gente que huía despavorida. Una de las cazadoras de tiburones, una humana llamada Celica Bristh, gritó de pronto y cayó al suelo una de las criaturas había clavado una lanza muy parecida a un arpón entre los omóplatos de la chica, que cayó muerta a la arena.

Elanza trataba de correr para huir de allí en dirección a las casas mientras le gritaba a Jaoo que corriera, cosa que hacía como podía tratando de salir del agua antes de que lo atraparan los Sauhagines.

Dudel parpadeo por un momento, ¿haber estado toda la noche despierto le estaba jugando una mala pasada?, ¿Qué estaba ocurriendo de repente en su playa paradisiaca?

Entonces comenzó el caos.

Vio como aquellos feos peces, atacaban a los pescadores. ¿Sauhagines?, creía recordar que ese era el nombre de aquellas criaturas, Lyeneru se lo confirmo con su aviso.

Su cola golpeo el suelo con furia mientras una larga fila de dientes asomaba de su boca, contrastando enormemente con el carácter amigable y relajado que el bardo solía tener. Una fina llamarada salió de su nariz, reforzando aquel semblante enfadado.

Normalmente rechazaba la violencia, pero había cuatro normas que nunca permitía que se sobrepasaran. Cuatro simples líneas, que su madre, desde bien pequeño le enseño a respetar y proteger. 

-No atacar a los inocentes

-Respetar, aprender y disfrutar de las fiestas locales

-Nunca desperdiciar comida, ni fastidiarle la comida a otras personas.

-Respetar a la gente que se esta relajando.

Esos peces feos acababan de quebrantar todas sus normas. Y en especial fastidiarle el día de relajación y una posible buena cena a base de tiburón, _{(casi al mismo nivel que atacar a los locales).}  Era algo que no estaba dispuesto a tolerar. Saco su tambor y su estoque de la mochila, dejando el resto de cosas junto a la hamaca y se dispuso a repartir su justicia personal a aquellos monstruos.

-Pienso cocinar a esos bichos y luego comérmelos, como se atreven a atacar nuestra bonita playa, no les pienso perdonar.

Dijo furioso mientras se dirigía a la orilla.