-Gracias Padre. – Y al fin pude erguirme y estirar mis ya entumecidas piernas, sin embargo aquel hecho era insignificante con lo que había conseguido obtener aquella noche. –Vuestra confianza y apoyo significan mucho para mí... Aguardaré con entusiasmo nuestro próximo encuentro. – Hice una respetuosa reverencia mostrando una vez más mi agradecimiento y me marché lo más rápido posible pero sin mostrar signos de presura, pues a cada segundo que permanecía en aquel santuario aumentaban las posibilidades de que se pudiera arrepentir de sus generosas concesiones... No podía pedir nada más, esta vez el Señor había sido generoso con su fiel agente.
- 1 de sangre, lvl 1 :)
La oscuridad se abrió ante los ojos de Isabella como un telón en las salas de teatro de Venecia, y vio a través de ellas la luz al fondo de los pasillos, bajo la puerta de madera donde seguramente descansase ahora la madre superiora. No lejos de allí, a través del patio, donde había un inmenso y profundo pozo rodeado de flores de un color amarillo mate, contemplo la marcha de una mujer que había aceptado los votos, su atuendo no era como el veneciano de aquel monasterio, y sin duda era extranjera. A pesar de todo, no pudo ver su rostro, sólo que dos novicias la acompañaban con dirección a la salida.
Había otra luz, en lo alto, mas no era la luna. Provenía del fuego de una vela...y allí, asomado a uno de los balcones interiores pudo observar un rostro familiar.
Su rostro era pálido y su ceño permanecía fruncido, como era de costumbre en alguien que soporta una responsabilidad o una carga como la suya. Sería arriesgado y ocioso pensar que Guillermo, la Voz del Príncipe, había sentido algo desde el primer momento por la chiquilla de su príncipe. Era ambiciosa la suposición de que se mantuviese alejado siempre y no aceptase acercarse en ninguna ocasión si no era para conceder ayuda...¿Pero cuál había sido la ayuda prestada? ¿Y para quién?
No había dudas. Guillermo ayudaba al Arzobispo de Nod, y no sólo era su voz. Confesarle algo sería condenarse a muerte. sus ojos, sus sombras, habían visto mucho más de lo que sus labios contaban, pero eso no lo hacían un cainita al que poder recurrir, esa capacidad tan sólo estaba a disposición de Narsés.
Se negó mirarla por mucho tiempo, pero su mirada, grave y plomiza, se cruzó un instante con la suya.
¿Es qué acaso emprendes el vuelo? He de reconocer que ha sido pronto...aunque no puedo decir que me haya parecido poco tiempo....
suposiciones en su mente...y en sus gestos...Nada.
Guillermo sabía que aquella que ahora se marchaba era Liseta Iluminada, y esperaba contemplar los pasos de Isabella. No se apagó la luz de la vela a su espalda, no tenía necesidad de ocultarse. Puede que el príncipe estuviese ciego por aprecio...pero...no era el único cegado en aquel monasterio.
Había venido a buscarle, era el momento de irse...jamás pensó que viviría para soportar la marcha de la chiquilla del príncipe. Jamás pensó que le resultaría tan fácil observar sus pasos hacia otro lugar...¿Dónde? Era algo que tendría que averiguar de los labios del príncipe. Una tarea mucho más sencilla que apartarse, en aquel momento, del balcón.
Las sombras me habían revelado generosamente la situación de mi objetivo, un objetivo tan importante que definiría mi existencia en pocas palabras, algo que hacía insignificante todo lo demás. Ni siquiera aquella otra oscura presencia que se me había revelado conseguiría distraerme en la búsqueda que me ocupaba ahora.
Pero no era estúpida, no pasaría por alto a Guillermo, él siempre tan fiel y dispuesto para con su sire, como un perro guardián... No sólo era la Voz del Príncipe, también era sus ojos, otros de los tantos que poseía el tan influyente arzobispo...
Cuando nuestras miradas se cruzaron mi cabeza formó un ensayado saludo de respeto e igualdad... Ni siquiera ahora le mostraría altivez por haber conseguido el favor de nuestro mentor y tampoco le reprocharía la felicidad que ahora sentía en lo profundo de su inamovible fachada, pues sus intentos por ocultarlo no servían contra mí... era evidente que mi marcha le afectaría de una forma u otra, quizá fuera su oportunidad de ascender y reclamar la atención que ansiaba...
No me importaba, él también me ayudaría de alguna manera... todo el ruido que él pudiera hacer distraería aun más a Narsés, aunque por desgracia sabía que incluso en la distancia yo seguiría siendo el principal objetivo de sus miradas, su predilecta...
Las que bien podían confesarse como sus hermanas asintieron sin dudar un instante en confiarle aquel privilegio, pues la acompañaban por respeto y educación, no por más motivo. Liseta no se vio impresionada por este hecho, si, no obstante, por el de que Isabella quisiera acercarse a ella y hacerlo a solas.
- Parecería, si vuestra voz no fuera tan dulce y femenina, que querríais dar cuenta de mi de una forma muy diferente a la que deseo pensar.
Y dijo aquello con un rostro entre el entendimiento y la confusión.
- Espero no haber dicho nada que os incomodase. - Siempre susurraba, como si no hiciera falta estar en el confesionario para hacerlo con total legitimidad. No conspiraba, ¿o sí? Daba igual.
- ¿Puedo hacer algo por vos, hermana? Me disponía a tomar rumbo a mi destino esta misma noche. El barco espera, pero estoy más que segura de que no lo hará por mucho más tiempo, nisiquiera esperará por quien ha sido contratado me temo.
Sed breve si no conlleva una molestia. Si fuera de otra forma...os dedicaría la eternidad.
No decía aquello porque no le agradase Isabella, era como ver el reflejo de su propia vida, o incluso su propio reflejo, pues la chiquilla de Narsés también era hermosa, sino porque no tenía tiempo material, irónico cuando en cualquier otro momento podía disponer y gozar de todo el que desease, ser paciente y tomarse cada asunto con toda la calma que requiriese.
Quizás pudiese acompañarla hasta la salida, o incluso hasta el puerto.
Supongo que cualquier cosa que aconteciera allí dentro, podía resultar desconcertantemente sospechosa y fatal. Nunca me hubiera atrevido a culparla por esa desconfianza, ni siquiera yo estaba segura en aquel siniestro lugar...
Liseta la observó detenidamente, pero no tardó en emprender su camino cerciorandose de que la seguía, no parecía haberse tomado a mal aquella perfecta interpretación por parte de Isabella, pero creyó oportuno explicarse, sin duda, lo que había dado a entender podía conducir a error.
- No soy importante, y eso hace que mi presencia pase inadvertida aún cuando los responsables de venecia sepan que estoy aquí. Tan solo disponía de una noche, no soy bien recibida, pero me temo que eso es todo.
volvió a mirarla, quizás con alivio.
- Afortunadamente.
Isabella había conseguido que creyese que las cosas habían salido terriblemente mal, no obstante, si lo que decía era cierto, todo había ido bien, y a ella le bastaría con saber que Isabella gozaba de algo más de libertad. No eran tan distintas después de todo, almenos no lo eran los hechos de su historia.
- Mi destino está en el mismo lugar de donde partió la nota. - sólo dijo aquello cuando las sombras del monasterio quedaron atrás, cuando se adentraban en las callejuelas de venecia. El puerto no estaba lejos y Liseta no parecía tener necesidad de pararse en ningún otro lugar. Caminaba deprisa aunque con la suficiente elegancia como para no parecer que en verdad iba apresurada.
- Podeis venir conmigo si lo deseais, cuando lleguemos al próximo puerto estarán esperandoos...aunque podeis acompañarme durante más tiempo si así lo deseais. Mi destino es Balgrad.
Desconocía el de Isabella, almenos el punto concreto de su meta en aquel periplo, pero no ignoraba que sería cerca. Si Isabella no lo sabía Liseta no tendría problemas en explicarle la distancia que separaba Balgrad de otras localizaciones, era una mujer muy bien informada sobre las tierras de los cárpatos.
La seguí por aquellos estrechos y húmedos callejones hasta donde la nueva etapa de mi existencia daría comienzo, si Dios quiere, aquella misma noche. Sin duda tendría que partir de inmediato y sin mayores preparativos pero ¿qué otras opciones tenía? No me importaba aquello que dejaba atrás, no tendría tampoco nostalgia de los tiempos pasados aquí, esos sentimientos solo estaban permitidos para aquellos que gozaban aun de la vida...
-Me conformo con llegar a Buda, de veras, no se cómo podré agradecer vuestra generosa acogida. - Mi voz sonaría distorsionada al tener que atravesar aquella inexpresiva y fría máscara pero a pesar de eso transmitiría parte de mi dicha y reconocimiento hacia ella.
Pudieron llegar al barco, afortunadamente, a tiempo. Liseta estaba mucho menos tensa con Isabella y eso despejaría las dudas de que pasaba por sumente, simplemente temía no llegar a su medio de transporte a tiempo, quien sabe que amenazas la habrían hecho si continuaba allí por mucho más tiempo, ya no decir que excusas habría puesto Iluminada para que aquello hubiese sido posible. Liseta le explicó a su acompañante que ella pertenecía al clan, a los lasombra, y lo hizo con todo lujo de detalles, tal fue así que acabó hablandole de su tierra, Iberia, y de la corona de Aragón. Pronto, en sus conversaciones, nombres como el de Lucita se hicieron algo común, y aunque jamás habló en particular de aquellos nombres, si que le mostraron a la chiquilla de Narsés cuales podían ser sus potenciales rivales allá donde se dirigía.
Aún no había alzado el ancla, y tardaron mucho más de lo que sería prudente, mas la noche era joven, y Liseta no le impediría despedirse de su tierra natal por una conversación que podían tener en cualquier otro momento.
Liseta trató de darle la bienvenida como una acompañante deseable, y le hablaría de aquellas tierras en el trayecto para que Isabella, almenos, tuviese algo sobre seguro y no sintiese que estaba empezando de cero sin ninguna ayuda. Si había alguien que supiese como se sentía, sin duda, era ella.
El barco se dispuso a zarpar, era un navio pequeño pero con todas las necesidades que pudiesen obstaculizar su existencia, parecía como si Liseta ya hubiese pensado en la posibilidad de tener compañía en aquel trayecto. Arriando las velas, Isabella pudo comprobar que todos en la tripulación eran hombres, aunque no parecían tener demasiado interés en las dos mujeres de Dios.
- Si quereis os dejaré sola para que os despidais en paz de vuestro hogar. Estaré en mi camarote, id a verme más tarde y compartiré la información que crea oportuna para facilitaros la llegada a tan lejanas tierras.
No temais por la tripulación. Ninguno os hará daño.
Y a menos que se lo impidiese, se iría a allá donde había dicho.
Desde la embarcación, cada golpe de las olas en las maderas, cada golpe de viento en las velas me alejaba de la ciudad, su corrupto y oscuro corazón pasaría desapercibido para cualquier mirada ignorante y lejana. Aquella era una despedida a la ciudad que me había visto nacer y morir, que me había dado todo lo que era y tenía...
Aquel era sin duda, no su final, sino el comienzo de un largo y complicado camino que Dios había dispuesto para Isabella, ¿quién sino? ¿acaso había mayores títeres que su sire? ¿Títeres más hábiles que él como para arrebatarle a su chiquilla? Obraba por su elección, era aquel el libre albedrio, mas...si el Altísimo era providente, tenían cainitas o humanos libertad de elección ¿En verdad podían decidir o sólo era el deseo de un ente que hacia tanto los había abandonado?
Tormentas en el mar, el navio nunca se aleja de la costa, los truenos braman en el horizonte iluminado tras una cortilla de lluvia grisacea y desalentadora, visitan pocos puertos, pero eso no importa. Liseta siempre está ahí, y siempre tiene un salmo del que hablar con Isabella, una experiencia, un consejo...pareciera que la preparaba para llegar al mismisimo infierno. La chiquilla de Narsés no tardaría en comprender que Liseta Iluminada tenía un gran poder en Esztergom, al oeste de Hungría, y era la principal oponente de un príncipe cainita llamado Geza de la línea de los sangre azul, en el este del país los lasombra no son muy fuertes pero a pesar de ello parece que Liseta es una gran estratega y una rival política que se ha ganado un renombre entre la sociedad vampirica.
Pronto comprendería que estaba completamente sola, que pocos de su clan se habían atrevido a ir tan lejos, casi a los límites del mundo conocido, salvo quizás Liseta y Lucita, ambas de procedencia ibérica. Le habló de Geza Arpaz como un enloquecido ocultista que gobierna desde las tierras en las que descansa Iluminada explotando a la iglesia para sus fines, como no de Vencel Rikard, el príncipe de Buda-Pest, y más ventrue, como Nova Arpad que fue en su día líder del Consejo de las Cenizas, la cuadrilla de príncipes transilvanos.
Un nuevo clan había nacido hace no demasiadas noches, no almenos para alguien inmortal que ha vivido muchos más años que Isabella, los usurpadores los llamaban, magos antaño, conocidos así ellos se dan el nombre de Tremere, su fundador. Existe una guerra abierta allá donde la neonata se encamina, los tzmisce, demonios en cuerpo, tienen rencillas por su propia tierra en la que Liseta asegura existe un poder que escapa incluso de su comprensión. Declarará que no tiene intención de investigar sobre él, y que Isabella debería cuidarse de hacer pactos con cualquiera antes de conocer a quien le es leal y lo que supondrá serlo también. Hay decenas de bandos enfrentados...
Sería un viaje largo, en ocasiones parecería que no iban a llegar a tiempo o quizás nisiquiera a llegar y en otras en las que la luna parecía sonreirles. Llegarían a Transilvania por tierra, y no mucho antes dispondrían de la escolta de aquel patrón que tanto deseaba encontrarse con Isabella. Había pensado en cada detalle, en el transporte, en su comodidad, en su seguridad...
Y el viaje continuó, hasta que se hizo más que evidente que habían dejado el relieve al que la lasombra estaba acostumbrada, la tierra era rojiza allí, como el horizonte cuando desaparecía el sol, y escondía un extraño misticismo. Era una tierra salvaje, lejos de la civilización...y parecía un desierto demasiado frío como para parecer inofensivo.
-Continuamos en Buda-Pest-