Partida Rol por web

Podia olerlo, olíalo en el aire. Ese olor tan caracteristico et prácticamente imposible de describir. Un olor que non sabía si realmente estaba ahí, si existía en verdad o era producto de la mia mente. Era el olor del combate, del momento previo a aqueste.

El momento en el que el corazón golpea con fuerza, el momento en el que agarro el escudo con fuerza. El momento en que la adrenalina colapsa mis venas et empuño la mia espada, aunque aquesta vez no la mia, con la que tantas vidas he cercenado, aquesta vez, en aqueste extraño bosque es la espada recien encontrada la que rodean fuertemente mis dedos...

Prepárome para lo peor, con ansias. Estoy listo para la pendencia con aquel o aquello que pronto aparecera de entre la espesa niebla que cubre la fronda...

- ¿Qué es lo que viene? - pregunto a Iñaki, alarmada por sus palabras de advertencia. - ¿Qué es lo que ha dicho el cazador?. ¿Qué es lo que has dicho tú?. - Sigo preguntando, frustrada por mi incapacidad por entender la lengua en la que hablan.

Sin embargo, antes de que Ibai pudiera nada decir, de la niebla que no os dejaba ver a más de cuatro pasos delante de las vuestras narices, surgió el grandísimo hocico de un perro gigante (o al menos parecía un perro), por detrás de Ibai, atrapando su torso y ropas y asiéndole con sus grandes fauces.

Vísteis entonces cómo el animal lanzábase entero hacia el cazador, pudiendo ver a la negra bestia (que cualesquiera lobo salvaje y acechador pareciera tan inofensivo como una gallina a su lado), para luego, con un último estertor, morder a su víctima por el cuello, haciéndoselo crujir y partir al mismo tiempo, perdiendo el hombre en el acto la vida: el bocado fue tremendo, y la sangre se esparció sobre la niebla y el bosque del Caballero...

La cabeza del malogrado quedaba separada de su cuerpo, y el enorme canino de fauces inmundas apoyó sus patas delanteras sobre el cuerpo de Ibai, mirandoos y gruñendo de forma amenazadora. Aquello era la perfecta definición de "terror".

La verdad es que la bestia helaba mi sangre. Había oido mucho acerca del Gaueko en mi tierra, pero la verdad es que nada de lo que contaban le hacía sombra. La aparición de aquel ser fué impactante. Durante un rato, mi mente seguía repitiendome la visión y el asesinato de aquel cazador. Poco a poco recobre la consciencia mientras veía los restos del cazador esparcidos por el bosque. Pero pese a todo, solamente un pensamiento surgió de mi mente. Y alzando la cabeza, miro al arrogante Diego mientras una pequeña sonrisa aparece en las comisuras de mis labios. Veamos ahora que tan bravucón y salvaje resulta este guerrero. Contra un Gaueko.

Planteabase nuevo reto, pues mucho había combatido, más nunca con criatura de tales condiciones. Non era aquello igual que lidiar contra hombres de a pie, que aunque muerte rápida podían brindarte, non era nada comparado con las fauces de aquella criatura.

Miré alrededor, pues agora con la muerte del cazador pocos hombres de temple quedaban para fazer frente a la criatura. Espere que al menos el Barón hubiere sido antaño omne guerrero et demostráralo en aqueste momento, pues el otro que parecía poder demostrar valía era el tal Euxeo. Del tal Iñaki non esperaba demasiada cosa, pues aqueste es de los que mucho fablan pero poco fazen. Esperaba incluso más de la mujer que de aqueste...

Afiancé mis pies bien en el suelo, adoptando postura combativa. Analicé a la criatura buscando su vulnerabilidad, una fisura en su defensa, pues todo enemigo flaqueaba en algún punto...

Observo, aterrada, e incapaz de poder mover un solo músculo de mi cuerpo, como la monstruosa criatura surgida de la niebla despedaza al pobre cazador y, posteriormente, nos amenaza con sus gruñidos.

- Espero que, por lo menos, Don Sancho y Don Diego puedan hacer algo contra semejante ser. - pienso, mientras siento como una gota de frío sudor recorre mi espalda.

Viendo como mi esposa es paralizada por el miedo, y haciendo acopio de todo el valor que soy capaz de reunir, me sitúo delante de ella, en un intento de ocultarla de los ojos de la bestia infernal que ha acabado con la vida de Ibai.

Y en estando aquel ser sobre lo que quedaba del cazador de Ibai, la tierra del suelo a su izquierda y su derecha comenzó a agitarse, a moverse, y en cuestion de segundos manos y pies y cabeza y dedos asomaron del mismo, saliendo cuerpos como de hombre a contemplar el lejano cielo que caía sobre vosotros. Aquello eran como muertos, una hueste de carne y huesos roídas tan pútrida que diríase que llevaban criando las malvas cuantioso tiempo, cuantiosos años... Se levantaron dos a cada lado, cuatro en total.

A pesar de sus delicados huesos y tendones casi como el hilo, visibles y asquerosos, llevaban armas: Dos un garrote, uno una espada y el último una daga. Parecían gruñir como en lamentos, y más cuando os focalizaron con la mirada...¡Muertos resucitados! Y entonces, el enorme perro de fauces infames, cogió lo que quedaba del cuerpo de Ibai con sus dientes, y se lo llevó, desapareciendo en la espesa niebla.

- Primero canes del inferno et agora muertos vueltos a la vita. - Pensaba para mis adentros mientras disponíame para acabar a golpe de espada con aquellas aberraciones que atentaban contra las leyes divinas.

- Esto no puede estar ocurriendo realmente. - pienso, mientras observo la irreal escena que se desarrolla ante mis ojos. - Siempre he creido en la existencia de un mundo habitado por criaturas fantásticas, en el que la magia es posible, aún más siendo yo capaz de realizarla, y escuché a la que fue mi maestra hablar de la posibilidad de ciertos seres de regresar a la vida después de su muerte, pero nunca creí que llegaría a contemplar tal fenómeno con mis propios ojos. -

- Don Sancho, Don Diego, ¿tienen ustedes alguna idea para poder hacer frente a estas criaturas del Maligno? - digo, haciendo acopio de todas mis fuerzas, con la esperanza de que ambos nobles, seguramente más experimentados en batalla que yo, puedan hacer algo ante los seres que se alzan ante nosotros.

- Observa et aprende. - Contestéle al De Navallo, pues andaba yo dispuesto a mandar al mismo lugar del que habían salido aquellos inmundos cuerpos, et lo haría a diestro golpe de espada.