Partida Rol por web

No notas dolor. Notas un torrente sanguíneo que te empapa el pecho y salpica un metro hacia delante, y rápidamente, todo se torna oscuro...

Mis gritos se mezclaban con mis lágrimas al ver la tortura a la que Filo estaba sometiendo a mi hermana. Estaba muerta de miedo, por ella y porque el resto de mi familia no parecía escuchar mis gritos... ¿Les habría pasado algo a ellos también? Mis intentos por desatar las cuerdas eran inútiles, quizás precisamente por ese miedo que me atenazaba, pero escuchar las últimas palabras de mi novio consiguieron que ese miedo se transformara en remordimiento y éste en rabia.

—Yo no... yo nunca quise... —mi voz apenas era audible entre los hipidos de mi llanto, la irritación de mi garganta por los gritos y la pesadumbre que me dominaba al creer que todo aquello era culpa mí— esto. Yo sólo quería que Stacy estuviera... a mi lado... Yo...

En ese momento la furia me dominó, no podía permitir que Filo le siguiera haciendo daño a mi hermana, la cual no parecía reaccionar. Tenía miedo por mí, pero más miedo tenía por ella y, presa de la angustia y la ansiedad, comencé a restirme ante la tragedia que estaba viendo y viviendo. Como una posesa, comencé a morder la cuerda para intentar desatar el nudo que la mantenía unida a mis muñecas, sin pensar un solo instante en el dolor que sentía.

Estaba dominada por una ira que me ayudaba a conseguir mi propósito. El propósito que se había abierto paso en mi cabeza que no era otra cosa que acabar con Filo, y con lo que le estaba haciendo sufrir a mi hermana, de la manera más cruel que se me ocurriera. Él no se merecía otra cosa.

Con un torrente de adrenalina recorriendo tu cuerpo, consigues deshacer los nudos que te mantienen inmóvil en la cama y saltar de ella. Te pones en pie, dispuesta a detener la horrible situación que Filo le está haciendo vivir a tu hermana, pero algo te detiene. Un brazo que sale de debajo de tu cama te agarra el tobillo con fuerza, y te impide moverte. Procuras agarrarte a algo para evitar los violentos tirones que ejerce, sin éxito, pues acabas cayendo al suelo. Lo único que se te ocurre hacer es girarte para ponerte de espaldas contra el suelo, y así poder atizar una patada a quien te está haciendo esto, pero tu cuerpo se hiela cuando ves que es tu padre. Tu propio padre. Repite, una y otra vez, la misma frase:

- Ya es hora de que aprendáis un poco de disciplina.

Cuando sus tirones te meten por completo bajo la cama, todo se vuelve oscuro...

Concentras toda tu rabia, nerviosismo y dolor en empujar ese carrito. Le propinas una patada y el carrito impacta contra las rodillas de tu agresor, que se desploma. En su caída, recibe un golpe contra el borde del carrito. A través del plástico, lo ves todo como figuras difusas, pero cobran nitidez en tu mente, sobre todo cuando en torno a la figura de tu agresor comienza a aparecer una mancha de un intenso color rojo. Jadeante, consigues soltarte de las ataduras y quitarte el plástico de tu cabeza. Al hacerlo, tu mundo se desmorona. Quien está allí tendido es tu hijo. Alex. Sus ojos están vidriosos, y mueve la boca en un intento de hablar, en el que te parece escuchar:

- Madre...

Luego, su boca despide unas bocanas de sangre, exhala un último aliento y... muerte.

La oscuridad que te envuelve se cierne sobre ti. No ves nada.

Despertáis confusos. Todo parecía tan real... Una pesadilla que os deja una sensación incómoda, como si hubiera infectado vuestro estado de ánimo, dejando una semilla de incomodidad para el resto del día. Afortunadamente, sentís esa sensación inexplicable de abrir los ojos y comprender en una sola décima de segundo que todo lo que acabáis de vivir no tenía la menor importancia, que el terror que os atenazaba en la pesadilla es incapaz de llegar hasta aquí, hasta vosotros, y sólo permanece el amargo recuerdo del mismo en vuestra memoria.

Aún estáis en el mismo lugar en que caísteis dormidos la noche anterior a las once de la noche, pero hay algo extraño en el ambiente. Os lleváis una mano a la frente, pues unos destellos de luz os molesta la visión. Suele ocurrir a diario, cuando abrís los ojos para iniciar el día, que los primeros rayos de luz os molesten, que las sábanas pesen varias toneladas, que vuestro cuerpo se niegue a moverse... Pero hoy no es un día cualquiera. Hay algo diferente.

Toda la casa está cubierta de un manto de luz violeta. Proviene del exterior. Acudís a las ventanas a ver qué ocurre, y un escalofrío os recorre la espina dorsal cuando fuera todo ha desaparecido. Ni Central Park, ni el patio del edificio, ni la ciudad de Nueva York... Todo ha desaparecido. Únicamente hay una niebla violácea fluctuante que lo envuelve todo. Tiene la apariencia que produce al acercar un imán a un televisor. Es algo... hermoso, pero a la vez inquietante. Además, sentís un silencio absoluto, antinatural. Ni ruido de tráfico, ni de vecinos... Nada.

Enmudecidos, salís de vuestras habitaciones intrigados, pero cuando os encontráis por la casa, unos simples cruces de miradas sirven para ver que todos tenéis la misma pregunta en el rostro: ¿qué ha ocurrido?

-Pero, ¿qué cojones...?

Ted no era un hombre malhablado, pero a la terrible pesadilla se unía ahora aquella extraña luz violácea. Aquello empezaba a ser demasiado. Miró a su mujer un par de veces, como cerciorádose de que estaba allí, y vio en ella una expresión de desconcierto e inquietud nada más despertarse que no ayudó a tranquilizarlo.

-Joanna... He tenido una pesadilla... horrible...

Se masajeó la nariz entre los ojos, con el ceño fruncido, mientras sus hijos salían al pasillo, miraban por la ventana y hablaban de la alucinante niebla que los rodeaba.

-Bueno, tranquilos, mantengamos la calma, esto... No pasa nada, seguro que... que tiene una explicación. Además, aquí estamos seguros.

La verdad es que la voz de Ted sonaba menos tranqulizadora de lo que a él le hubiera gustado.

De repente respiró hondo, miró alrededor y, como un resorte, parentemente más centrado, se dirigió al teléfono para ver si había línea, comprobando la hora.

Me desperté totalmente nervioso y aún agitado. Mi primer reacción fue llevarme las manos al cuello pero cuando sentí que todo estaba en su lugar me empecé a tranquilizar.

Era un sueño, un sueño!!

En ese momento miré por la ventana y me empecé a dar cuenta del extraño color que inundaba la habitación. Tras mirar por la ventana confirme lo que al principio me había parecido extraño, el silencio era opresor y claramente ya no esta en Nueva York.

Otro sueño ¿que me está pasando?

Salí de mi habitación y camine por el pasillo, al ver a Papá no me pude contener y largué la pregunta que se formaba en el fondo de mi mente.

¿Ustedes están viendo lo mismo que yo? ¿Que es esa luz violeta?

Cuando abro los ojos me doy cuenta que me he debido pelear con las sábanas de la cama. Mi cabeza está empapada en sudor y mis ojos me chillan que han llorado. 

Me quedo tumbada en la misma posición que estaba durante diez minutos tratando de controlar mi respiración y de que mi corazón me deje escuchar algo, pues su sonido incesante atrona mis oídos.

Me levanto lentamente y mis pies chocan con algo en el suelo: el libro que estaba leyendo. Lo cojo con cuidado pues siempre me ha gustado cuidar bien las cosas, en especial los libros, y lo dejo en la mesilla.

Salgo de la habitación y me doy cuenta que mi corazón ya me deja escuchar, pero no hay nada que escuchar. Un silencio ensordecedor parece reinar en el ambiente y al asomarme por la ventana veo esa especie de niebla violeta.

Me encuentro con mi hermano y mi padre y cierro la boca al ver que mi hermano hace la pregunta que yo tenía en mente: ¿qué demonios es esa niebla violeta?

Encojo los hombros hacia mi hermano a modo de respuesta.

-No lo sé... pero es raro ¿no?-añado.

El teléfono no funciona. No emite ni un solo pitido. Ted aprieta insistentemente los botones, pero no reacciona. Al lado, hay un reloj-despertador eléctrico junto a una foto que hizo Joanna el Día de Acción de Gracias, pero está también apagado. Ted se cerciona de que el cable sí está conectado, pero no encuentra la manera de que funcione. El reloj de su muñeca, en cambio, sí funciona. Marca algo más de las 10:00.

La angustia y el miedo vivido la noche anterior aún perduraba en mí cuando, por fin, abrí los ojos. Una pesadilla… una puta pesadilla había sido el horror que había experimentado durante lo que debería haber sido unas horas de apacible sueño. Aún con el pavor que me había causado todo lo que había visto y que creía haber vivido, desvié la vista en dirección a la cama de mi hermana, la cual ya se estaba levantando. A punto estuve de decirle algo, de buscar el consuelo y la amistad que nos brindábamos mutuamente de pequeñas, pero mis labios permanecieron cerrados incapaz de expresar algo que tuviera un mínimo de cordura.

Me quedé tumbada, esperando que Stacy se fuera, intentando no pensar en las imágenes de la noche anterior y tomando una firme decisión sobre Filo. Quizás aquel mal sueño había sido un aviso de que no podía seguir con esa relación.

No fui consciente del silencio ni de la extraña luz que bañaba todo hasta que no me levanté por fin de la cama. Extrañada, con temor a haber saltado de una pesadilla a otra, me acerqué con los ojos entrecerrados a la ventana para observar el exterior. Sí, definitivamente aún no había despertado y me encontraba viviendo un nuevo mal sueño, aunque esperaba que este no fuera como el anterior.

No había exterior que mirar, ni edificios, ni coches, nada de nada, ni tampoco se escuchaba el ajetreo propio de esa gran ciudad. En su lugar sólo había luz, una extraña aunque hermosa luz violeta.

Sin quitarme el pijama, descalza y con el pelo revuelto, me acerqué a la puerta con intención de salir de la habitación, convencida de que aún estaba dormida aunque, al encontrarme a parte de mi familia hablando del extraño suceso, comencé a dudar si aquello no sería real.

No pude evitar dar un respingo al ver a mi padre pero, con un gran esfuerzo por mi parte, intenté no perder los nervios refugiándome en mi mal carácter habitual y en el vulgar vocabulario que solía usar de un tiempo a esta parte, sabiendo lo que les molestaba que actuara de esa forma, o por lo menos así había sido hasta el momento.

—Qué soño es todo esto… Pensé que era otra puta pesadilla más… Menuda noche de mierda.

Era mi forma de descargar toda la tensión vivida y la que, por lo que estaba percibiendo en esos momentos, aún faltaba por vivir, sobre todo al ver  a mi padre pelearse con el teléfono y la línea.

—¿Será cosa de la tormenta?

Me desperté revuelta, inquieta, por culpa de la extraña sensación que me dejo aquella pesadilla, una que parecía tan real como aterradoramente familiar. Y lo primero que vi fue a mi marido, con la misma cara desencaja y tan sorprendido como yo, tristemente eso me tranquilizo un momento y mientras él se dirigía a mi yo me palpaba el cuello inquieta.

-¿Pesadilla? Yo también cariño... -Era un hecho, su cara era una mera expresión del mismo sentimiento que yo tuve y me pregunte que habría visto, pero una luz violeta acto toda mi atención. Deje que el saliera primero mientras buscaba la bata de ayer y las zapatillas.

Tras reunirme finalmente con mi familia, Ted estaba delante del teléfono y mis hijos parecían tan asustados como nosotros. Todo aquello era tan raro, tan... irreal. ¿Seria otra pesadilla? Por un momento observe a mi hijo Alex y aparte la mirada sin poder evitarlo, por suerte para mi las voces de mis hijas funcionaron como distracción y pude centrarme al fin.

-¿No funciona? Ted, abre la puerta del recibidor, preguntemos a los vecinos. -El día anterior no pudimos abrirla por culpa de la humedad, tampoco nos importo. Hoy ya no llueve y esa luz no es lluvia, pero tampoco es el amanecer, que esta pasando.

Sin pensarlo siquiera me acerque a mis hijas par asegurarme de que estaban bien y por propia curiosidad.

-¿Vosotras también habéis tenido un mal sueño?

-¡Dorothy, esta lengua! Ted colgó el auricular irritado, y no pudo evitar reprender a su hija tontamente. -Joder, las diez... farfulló, mirando su reloj. -¿Las diez de qué?

Que aquello también fuera un sueño era una hermosa posibilidad que se desvanecía por momentos. Era demasiado real, a pesar de todo. Asintió cuando su mujer le pidió que abriera la puerta. -Sí, sí, buena idea... Hablar con los vecinos sería la prueba y traería la dosis de realidad definitiva.

Se detuvo antes de abrir, y miró alrededor, buscando algo; tal vez un objeto contundente con el que defender la seguridad de su familia. Sacudió la cabeza como librándose de un pensamiento absurdo, respiró hondo, relajó la espalda y giró el picaporte.

En medio del desconcierto, Ted mira en torno a él, resuelto a buscar una respuesta al extraño suceso que había sacado a toda la familia Krammer de la cama. Durante unos segundos, se ve desbordado por la situación. ¿Qué le preguntaría a los vecinos cuando les tocase al timbre? Se descubre a sí mismo actuando como si estuviera motivado por el miedo, pero no tenía miedo, sino inquietud y curiosidad. Al menos, eso creía... Al final, se dirige a la sala familiar donde, al lado de la chimenea, hay un juego de atizador, paleta y pinzas para manejar el fuego. Están como nuevos, pues sirven más como decoración que como utensilio.

Toda la familia permanece de pie en el mismo lugar donde estaban, observando al cabeza de familia entrar en la sala de estar. Junto a la chimenea hay un estante con varios álbumes de fotos y juegos de mesa. El más desgastado es el Psychosis, un juego donde gana el que mejor conozca a sus rivales a base de preguntas. Hacía ya tiempo que no jugaban todos juntos como hace años. ¿Quizá porque ya se veían como extraños y no se conocían? Era difícil responder a ello, pero en silencio, a todos se les va la mirada unos segundos a la caja del juego con tímida añoranza.

Ted, con cierto nerviosismo, coge el atizador, golpeando sin querer el estante. Los portarretratos se balancean y uno de ellos pierde el equilibrio y se tumba. Es una foto donde aparece Joanna y los tres niños. La foto la hizo Ted en un cumpleaños de su esposa, probando la cámara que le acababa de regalar. Joanna abrazaba a Stacy y Alex, mientras éste, a su vez, tenía su mano sobre el pelo de Dorothy de manera fraternal. Siempre le pareció que, a excepción de Stacy, todos salían muy serios en la foto, incómodos. Dejó la foto tumbada.

Ted atraviesa la casa hacia el vestíbulo, seguido por el resto de la familia, curiosos. No sabe muy bien para qué iba a necesitar el atizador, pero se siente mejor con él en la mano. Quita el cerrojo a la puerta sin problemas, pero ésta no se abre. Ni siquiera es capaz de moverla un milímetro. Gira el picaporte un par de veces más, con algo más de fuerza. Nada.

Ted termina por apoyar el atizador a un lado, aferrarse al picaporte con ambas manos y tirar, tirar con todas sus fuerzas, apoyando incluso un pie en el marco de la puerta. Termina dándose por vencido, y se queda mirando el picaporte, mientras intenta recuperar la compostura.

-¿Nos habrán cerrado por fuera?

Se da la vuelta y mira a los miembros de su familia uno por uno. Se encoge de hombros, e intenta mantener la calma y transmitírsela a los demás. Vuelve a mirar por la vntana, posa su mano sobre el cristal y se acerca, intentando ver más allá de la niebla púrpura en todas direcciones.

-Veamos qué dice la tele, o la radio...

Las chicas y Mamá se despertaron después. Al escucharlas no podía creer que todos hubiéramos tenido pesadillas la noche anterior, de todas formas hubo algo que me llamó la atención y fue la reacción de Papá.

¿Espera a donde vas?...

Las palabras se me quedaron trancadas en la garganta mientras él empezaba a caminar y a agarrar el atizador. Al intentar abrir la puerta la misma no se abre y me quedo mirandolo con intriga.

¿Que va a intentar ahora?

En ese momento comenta sobre esperar que dice la tele o la radio y me quedo helado.

¿En serio piensa que la tele o la radio van a funcionar? Aquí esta pasando algo raro.

Mientras mi familia se acomoda yo me acerco a la ventana y miro para fuera intentando ver que pasa afuera.

Clack, clack, clack, clack, clack... Los sonoros interruptores de radio y televisor atraen las miradas de toda la familia, pero no producen ningún cambio en los aparatos. Parece como si no estuviesen conectados. Ted insiste varias veces más y al final, frustrado, se detiene. Joanna cae en la cuenta de algo, y abre la nevera. Efectivamente, tampoco funciona, y los alimentos llevan un rato perdiendo frío. Mientras, Alex se acerca a la ventana. Su silueta se recorta frente a la niebla violácea. Es cambiante, dinámica... Y no hay nada más. Como si el mundo fuera un escenario que han retirado.
 

Antes de que papá lo compruebe una parte de mi ya sabía que el teléfono ni la tele iban a funcionar. Parece que no hay electricidad en la casa y posiblemente la provoque esa especie de niebla violeta.

Siento un escalofrío recorrer mis brazos. Parece que estamos encerrados en nuestra propia casa y la sensación de malestar aún perdura en mi garganta.

-¿Qué... qué pasa?-logro preguntar después de tragar saliva cuatro veces y, aún así, mi voz parece rara, como forzada.

Me acerco a una de las ventas y trato de abrirla, aunque de alguna manera ya sé, antes de llegar que no podré hacerlo.

La situación tan extraña, tan absurda que estábamos viviendo no podía ser real. No, por mucho que estuviera junto a mi familia, que los escuchara hablar, que los observara moviéndose con vanos intentos de salir de la casa, no podía ser más que un sueño porque... ¿Cómo iba a desaparecer toda una ciudad? ¿Desde cuándo la niebla era de un color tan alucinante? Sin lugar a dudas aún seguía sumida en una pesadilla de la cual tenía que despertar. Pero mientras tanto...

Mientras tanto veía con ojos asombrados cómo mi padre intentaba salir de casa, cómo ni el teléfono ni la tele, ni siquiera la nevera, parecían funcionar. Estábamos aislados en medio de la nada. No teníamos electricidad, no podíamos salir al exterior, no podíamos saber qué estaba pasando fuera. Estábamos aislados de todo y de todos, ¿a quién le íbamos a pedir ayuda?

Seguía paralizada, intentando asimilar lo que estaba sucediendo, quizás de esa forma acabaría despertando por fin. Me acerqué a mis hermanos que se encontraban junto a la ventana, Stacy forcejeando con ella para abrirla y, con mano temblorosa por el recuerdo de la anterior pesadilla, la agarré del brazo para que parara, negando con la cabeza. No me gustaba la idea de permanecer encerrada con mi familia por más tiempo, con el domingo anterior ya había tenido bastante, y tenía cosas que solucionar allí fuera. Pero estaba claro que alguien, o algo, estaba empeñado en obligarnos a convivir durante más tiempo.

—Esto no puede ser más que un mal sueño, ¿verdad?

Por mucho que intentara disimular la angustia y el miedo que me dominaban, el tono de mi voz dejaba bien claro que estaba asustada. Me seguía aferrando a la idea de que estaba sumida en una pesadilla pero, a cada segundo que pasaba sin despertar, me empezaba a preguntar si no estaría equivocada. Y recordar las historias que leía, los cómics que solía comprar e incluso la música oscura que solía escuchar, no ayudaban precisamente a que me tranquilizara.

¿Las historias de Stephen King serán reales?

Stacy se acerca silenciosamente hacia una de las ventanas para tratar de abrirla. Al resto se os encogen las entrañas. La sensación de estar encerrados en casa comienza a ser angustiosa, pero... ¿es peor que estar expuestos a esa extraña neblina violácea? Pasados unos segundos, os descubrís respirando aliviados cuando Stacy no puede abrirla.

La casa toma extrañas formas en vuestra mente. Para Dorothy se convierte en una suerte de escenario de suspense habitual de las novelas del escritor de moda: Stephen King. Para Stacy, su casa, su "lugar seguro", se ha convertido en un lugar desconocido. La última frontera que les quedaba por batir a las amenazas del mundo. Para Alex es un mal sueño, es el germen de una duda: si todo tiene origen en su propio cerebro. Para Joanna, que externamente mostraba una perceptible sensación de serenidad, era una especie de justicia cósmica, un ajuste de cuentas del pasado que venía a cobrar su deuda, como si ella llevase largo tiempo esperándola. A pesar de ello, no iba a pagar tan fácilmente lo que ella no consideraba justo. Para Ted, la casa era un simple aliado del destino que obraba junto a su familia con el fastidioso fin de complicarle la vida. Hoy, supuestamente lunes, tenía mucho trabajo atrasado, sobre todo después de "regalar" el día de ayer a la familia.