Partida Rol por web

Ciervo comprendió el sentimiento de Conrad, él conocía al Wyrm desde la umbra y eso era mucho más tangible y peor incluso de lo que ya los niños habían vivido. Pero no era su intención provocarles una pesadilla o algo así:

-Que seáis tan jóvenes y aún así hayáis sobrevivido a los Danzantes dice mucho de vosotros. Creo que los elegidos podrán hacer valer una magia oculta que, con la ayuda de la magia de sangre, logrará hacer más que encerrar a Caín por otros mil años más.

A Eara el Guardián le traía paz así que escuchaba las respuestas con un poco más de serenidad aunque fuese esto solo un sueño. Ya para ellos dos los sueños eran mucho más que una visita de Morfeo.

Ciervo explicó la otra cuestión, lo que pasaría ahora.

Debéis acceder a esta magia que tenéis dentro. Por eso nos he traído aquí ya que puedo provocar esa reacción sin que estéis en peligro real.

El joven de cabello con cornamenta hizo un ademán y el bosque ya no fue bosque sino una especie de arena romana. Los niños estaban en medio de un enorme Coliseo, vestidos a usanza de la época y con una espada y un escudo el muchacho, Eara portaba una lanza y un escudo en cambio.

-Empieza vuestra preparación - anunció el guía y entonces una trampilla se empezó a oír desde el suelo. Algo estaba subiendo por ella...

Ciervo no respondió a mi pregunta. Al menos, no me dio esa sensación, aunque no entendí a qué se refería hablando de magia, relacionándola con que hubiéramos sobrevivido hasta el momento a pesar de que los Danzantes nos persiguieran. No encontraba, realmente, mérito alguno en ello. No es que hubiéramos sido valientes y fuertes como los caballeros de los cuentos que había leído, enfrentándose al peligro con su espada brillante. No, nosotros habíamos corrido, huido, y nos habíamos refugiado en brazos de aquellos que nos ofrecían su ayuda. Y aún así, creía en Ciervo, pues él no nos mentiría, aunque no entendiera de lo que hablaba.

¿Qué significa eso de la magia? -Pregunté con gesto extrañado, enarcando una ceja al mirarle con el rostro torcido hacia un costado- ¿Es que también somos... magos?

No creía que eso fuera posible, o al menos no lo concebía. O éramos hombres lobo, o éramos magos, pero ¿hombres lobo magos? Eso sonaba muy raro. ¿Acaso era posible? 

En cualquier caso, la respuesta no terminaría de llegar, aunque en aquella ocasión no fue porque Ciervo la evitase, sino porque todo a nuestro alrededor cambió bruscamente. Los árboles se convirtieron en piedra, sus copas en gradas altas, y el suelo de hierba en arena bañada por el sol. Estábamos en... ¿un coliseo romano? ¡Un coliseo! Como el de aquella película antigua que había visto una vez, la de los esclavos que se rebelaban... ¿Cómo se llamaba? ¿Espartaco?

Miré a mi hermanita, y me sorprendí al verla vestida con una falda de tiras de cuero y un top similar pegado a su cuerpo. Tenía un escudo en el brazo izquierdo, y sostenía una larga lanza en la mano derecha. Me quedé boquiabierto mirándola, hasta que me di cuenta de que también ella me miraba de igual forma. ¿Por qué? Bastó bajar mi mirada para darme cuenta de que sujetaba una espada en mi mano derecha, y tenía un escudo redondo en el brazo izquierdo, como el del Capitán América pero sin colorines.

El Ciervo anunció algo así como que empezaba nuestra preparación, y se abrió una trampilla en el suelo, anunciando el sonido que algo avanzaba hacia ella para subir. Nervioso, me apresuré a rodear a Eara para situarme a su derecha, juntando mi escudo al suyo de forma que la lanza pudiera apoyarse en medio de ambas. De ese modo, podía ayudar a protegerla mientras ella usaba la lanza para pinchar. No sabía qué hacer con la espada, pero la sujetaba con fuerza, la poca que tenía. Tragué saliva. Esperaba que lo que subiera no fuera demasiado para nosotros dos...

Las explicaciones de Ciervo no tenían sentido para mi, y parecía que para mí hermano tampoco. Pude ver su cara de extrañeza al pensar en la posibilidad de que hiciéramos magia. 

-Magia....¿cómo la de Merlín?-prefunte inocentemente recordando la película de dibujos que nos ponía la madre superiora cuando éramos pequeños.

No nos dio tiempo a escuchar la posible respuesta pues, de repente, nos hayamos en medio de un coliseo romano. Era un lugar increíble, las gradas, el perfecto círculo, la arena.

Cuando mire a mi hermano me quede boquiabierta. Llevaba un traje extraño y portaba una espada en una de sus manos y un escudo en la otra. Estaba muy gracioso vestido así con lo pequeño  que era. Vi que él me miraba del mismo modo y no pude evitar ver por qué lo hacía. Yo misma iba vestida de igual manera y también portaba un escudo, solo que en lugar de espada yo tenía una larga lanza.

-Pe... Pero.

Sin embargo mis palabras quedaron ahogadas pues se abrió una trampilla en el suelo de la quebparecia querer salir algo.

¿Debíamos matarlo? Mire a Conrad que tragó saliva y supe que, al.igual que la mia, su boca estaba seca.

La respuesta sobre la magia vino igual, aunque fuese en forma de una idea poco comprensible. Ciervo les dijo solo esto al respecto:

La magia está en el corazón del Garou, en la esencia de Gaia. Su lado oscuro es la Bestia, pero incluso las bestias pueden ser aliados.

Al momento la acción empezó cuando la trampilla mostró su contenido.

La cabeza de una bestia comenzó a asomar desde las profundidades de la trampilla hasta acceder totalmente a la vista de los guerreros. Era una especie de puma, o gato grande solo que había dejado de ser un gato hace tiempo.

La voz de ciervo se hizo oír. Como de costumbre, nunca decía nada de forma clara sino hablando en acertijos:

-Un animal es un animal aunque parezca otra cosa. Intentad sentir la corrupción del Wyrm y actuad en consecuencia. Es hora de usar las habilidades y dones que Gaia os ha dejado.

Ellos tenían permiso de atacar o de intentar utilizar dones y ritos que poseían. Era claro ahora, como si Ciervo les enseñara que poseían algo de influencia en animales. Además de eso notaron una capacidad que se manifestaba en ellos por ser Garous de corte homínido (no Metis ni Lupus) Supieron que el don se llamaba Olor a Hombre y que amedrentaría al animal si no era doméstico... muy doméstico no parecía, cierto es.

Al final y al cabo, este Coliseo era un campo de entrenamiento para los dos.

Lo que decía Ciervo no tenía demasiado sentido para mí. No es que pareciera estar mal, es que yo no lo entendía, no sabía de qué estaba hablando. ¿La magia estaba dentro de nosotros? ¿Era magia lo que nos permitía cambiar de forma y convertirnos en animales? ¿Y qué era eso de una bestia?

Pero todo lo relacionado con la magia y lo demás, tuvo que quedar aplazado. La trampilla se movía, y por ella asomaba ya un animal, aunque parecía... no se, parecía que estuviera muerto. Era como si su cuerpo se estuviera descomponiendo, pero se hubiera olvidado de morir. ¿Un zombi? Sí, parecía un zombi animal, un felino grande. Al principio pensé en un puma, pero me fije en que tenía rayas en el poco pelaje medio reconocible que conservaba bajo la pechera, en lo alto de una de sus patas. ¿Un tigre? Estábamos en un circo romano, como los antiguos gladiadores, y teníamos delante un tigre. ¿Dónde había visto antes algo así?

Alguna película, seguro, pero eso no importaba. Lo que importaba era que el tigre se iba acercando, y yo estaba aterrado. Sujeté el escudo con más fuerza, convencido de que de mantenerlos ambos en su sitio dependía que sobreviviéramos al animal. Pero entonces agité la espada, para que se fijase en ella, intentando asustarle.

¡NO! ¡ATRÁS! -Le grité con fuerza- ¡VETE! ¡FUERA!

No entendí nada de lo que Ciervo explicó. Sin embargo, no tenía miedo y sentía dentro de mí una certeza extraña, algo que nacía y quería empezar a rodar como si de engranajes se tratase y, de repente, todo tuviera sentido.

De la trampilla asomó una bestia. Una bestia enorme, pero rara a la vez. Era una especia de puma descompuesto qje más que tensión me despertó algo de repulsión.

 Sin más, al ver a mi hermano chillarle como si esa cosa pudiera entendernos, intente imitarlo y blandiendo mi lanza me puse en guardia como si dw algo habitual se tratase.

Los lobos percibieron un rastro del Wyrm en la criatura, por eso se la veía tan fuera de este mundo. El ser, esa especie de puma, gruñó cuando los niños lo azuzaron pero algo lo amedrentó un poco. Empezó a caminar en círculos a su alrededor, sin decidirse a atacar.

La voz de Ciervo los seguía guiando.

-Este animal está en parte afectado por las Pesadillas, agentes al servicio del Wyrm.

El puma se debatía entre atacar o alejarse.

-En el reino despierto y sin su influencia solo verán a un gato montés, pero ahora deben sacar la maldad de un hijo más de Gaia. Usad lanzas y dones, no buscáis matar al puma, buscáis separar la pesadilla de la criatura.

Escuché las sabías palabras de Ciervo mientras observaba el comportamiento extraño de aquel animal.

Sabía que todo aquello no era real, sin embargo, no podía evitar tener cierto grado de miedo.

Ciervo dijo que buscáramos separarlo, y era cierto que había algo dentro de mi que me decía que ocurría algo raro con aquel puma. Asique, simplemente intenté lo que sugirió Ciervo dejándome llevar por una especie de sexto sentido; sin llegar a saber cómo actuar pero actuando como sabía que debía hacerlo. 

Todo esto me estaba empezando a parecer maravilloso.

Los animales nunca se me habían dado especialmente bien. No me llevaba mal con ellos ni les tenía miedo, pero no había jugado mucho con animales, al contrario que mi hermana. Eara tenía facilidad para acercarse a cualquier perrito o atraer a un gato y acariciar al animal como si fuera un peluche. Yo nunca le había visto la gracia, y por eso me centraba más en mis cuentos. Me bastaba con que los perros no me mordieran.

Por eso, asumí directamente que sería Eara quien trataría de distraer al felino, y me concentré en sujetar el escudo y tener lista aquella espada que tenía en la mano. Nunca había tenido una espada de verdad en la mano, sólo juguetes de madera o de plástico. Aquella cosa pesaba mucho más, me resultaba difícil manejarla, pero sabía que tendría que ser muy rápido para usarla si quería ayudar a Eara. Si esa cosa que Ciervo decía que estaba en el tigre se separaba de él aunque fuera un momento, intentaría atacarla con la espada, para ver si se apartaba de él.

Pero tenía que ser rápido, muy rápido, porque al atacar apartaría el escudo de Eara, y tenía que volver junto a ella para cubrirla con él.

Eara se preparó para separar a la Pesadilla del animal. Aunque no tenía una idea de cómo hacerlo, se dejó guiar por su interior. Y pronto notó una concentración que no esperaba y, enfocando su ceño, vio un halo negro alrededor del Puma. Era algo que lo ataba de alguna manera, que lo volvía más agresivo. De pronto Eara ya no estaba en su forma hominída, no porque lo hubiese intentado pero al conectar con su interior para separar a la Pesadilla del animal, también provocó a su bestia interior manifestarse.

Sin embargo estaba en su forma lupus. No Crinos. Y fue allí cuando vieron la separación: 

La fiera se desdobla en dos entidades. Una era simplemente un hermoso puma; el otro parecía algo sacado de un mal sueño. Era como el puma deforme que habían visto al principio pero peor. Más aterrador, y con cosas supurantes que le salían de su lomo gris.

El otro puma se retiró, corriendo asustado. El repugnante se preparó para atacar. Conrad, quizás por la espantosa visión que tenía delante o por la peligrosa situación en la que podía hallarse su hermana, no pudo hacer mucho. Corrió hacia el bicho, espada en mano, para paralizarse un momento. Sus ojos, los del ser, lo miraban y había locura en ellos. La misma que había en Olivia.

Realmente no sabía qué era lo que estaba haciendo Eara, y tampoco es que fuera importante. No había nada que yo pudiera hacer para ayudarla con ello, no directamente, y todo mi interés estaba en tratar de mantenerme a su lado para protegerla, sosteniendo aquel escudo y preparado para usar la espada si todo salía como había dicho Ciervo.

De pronto, el gato enorme eran dos gatos, como si se desdoblase o uno saliera del otro. Pero eran distintos, uno era bonito, natural, tal como debía de ser un gran felino. El otro estaba sucio, descompuesto, y le supuraban cosas asquerosas. Supe casi al instante que era el momento de usar la espada, así que bajé el escudo y me lancé para pinchar con ella. Sin embargo, cuando apenas había dado un par de pasos hacia el felino, que finalmente sí parecía ser un puma, el miedo me paralizó. Era enorme, demasiado grande, ¿qué podía hacer yo contra un animal así?

El escudo se me escurrió del brazo, la espada tembló en mi mano, y la bestia se lanzó contra mí. Traté de echarme atrás, retroceder, pero era tarde. Intenté hacerme a un lado, pero el animal era demasiado rápido...

Había logrado algo. ¿Cómo? No lo tenía claro. Sin embargo, ante nosotros se personaron dos felinos diferentes. Uno era bello, esbelto, grácil y natural. El.oteo, por el contrario, Lucía un aspecto asqueroso, pútrido y desagradable. 

Vi como mi hermano,.decidido, intentaba un ataque contra esa bestia. Sin embargo, algo le hizo paralizarse y lo quenparecía ser un ataque épico, se quedó en un gesto ridículo y débil.

El terror me invadió pues esa cosa podría hacerle daño a mi hermano, asique, sin pensar me lancé hacia ella decidida a dejar mi vida si era necesario por salvar la de mi hermano. Olvidándome por completo de que aquello, en principio, solo era una especie de simulación.

Eara sale en pos de auxiliar a Conrad, quien se ha quedado paralizado ante la visión de ese ser y ante la idea de que él, solo un niño, no es un rival para aquello. Pese a eso no es un niño, es un Garou y ya dejó su estado de cachorro. Debe recordar su valía y su poder. Es importante que Eara le haga recordar eso. Al llegar a su hermano, cuando la bestia delante de él lanza una dentellada al cuerpo de Conrad, la visión de un lobo corriendo hacia allí (de Eara) lo distrae solo un instante. Algo en su instinto le hace querer ir por las dos presas e, intentando atacar a ambas, no consigue herir a ninguna. El odio interior de su corazón oscuro, la necesidad de herir, obstruye un pensamiento básico: el de tener una estrategia de ataque.

Así que, torpemente, termina mordiendo el aire, a centímetros de la loba que vino al lado de su hermano.

No me aparté a tiempo. Lo sabía antes de que se me echase encima, sólo viendo la velocidad a la que el puma venía. No lo podía esquivar, ni cubrirme con aquel pesado escudo que se me escurrió del brazo al tratar de saltar a un lado, volviéndome aún más torpe.

Y sin embargo, no sentí dolor. Esperaba un poderoso arañazo, que me clavase las garras, pero algo pasó y su zarpa me golpeó en la espalda sin sacar sus garras ni clavármelas. Fue como si me diera un empujón, y al girarme tratando de no caerme, le vi tratando de morder a Eara, convertida en una loba veloz y ágil.

¡Déjala! -Grité entonces, al ver a mi hermana en peligro, y traté de golpear torpemente al animal con aquella espada.

Había conseguido descentrar a aquella bestia que, por centímetros, no había conseguido tampoco herirme a mí. 

Proteger a Conrad era algo que siempre iba por delante de mí. El lazo que me unía a él era tan fuerte que ni siquiera pensaba en el peligro real que podía suponer aquella masa con forma de leopardo mugriento.

Asique, decidida, lancé mi boca hacia ese ser que despertaba  mis ansias de proteger a mi hermano.

Ni Eara fue lo suficientemente apta para el ataque. El puma macabro no pareció sufrir daño aunque ella, en su forma lupus, le hincó los dientes. Lo que sí había conseguido era atraer la atención de la Pesadilla que ahora, con un enorme encono, se lanzaba tras la Garou. Para colmo su hermano no le había hecho ninguna cosa con la espada. Así que este ser se puso a dar un enorme zarpazo hacia la chica.

La voz de Ciervo llegó a ellos desde su interior. 

En este reino del sueño no podéis morir pero allá afuera no habrá tal cosa. Vuestra fuerza es como hermanos mayor, no olvidéis la posibilidad de un ataque en conjunto. 

Tal vez eso serviría si lograban una mejor estrategia de combate usando su astucia en el acto.

La espada que llevaba en la mano había logrado rozar la piel del puma, pero no había hecho nada. Daba igual lo afilada que la hoja pudiera estar, yo no tenía fuerza para blandirla como era debido. Era pequeño, enclenque, débil... ¿Qué hacía luchando contra una bestia como aquella?

Mis ojos se abrieron como platos al ver que el felino se lanzaba contra mi hermana, con aquellas zarpas tan grandes que tenía. Iba a hacerla daño, y yo no podía hacer nada al respeto. La voz de Ciervo resonaba en mi cabeza, pero saber que en aquel sueño no moriríamos no ayudaba, sólo prolongaba mi temor. Puede que no fuera a pasar nada con aquel puma, pero era un ejemplo de los peligros que tendríamos que afrontar en adelante, y cada vez que sucediera me vería en la misma situación. No podía luchar, no así, no podría proteger a Eara de ningún peligro.

Alcé la espada de nuevo, pero en lugar de tratar de golpear al felino, la torcí lo suficiente para ver una parte de mi rostro reflejado en su hoja. Sólo era un niño pequeño, pero sabía que era algo más. No habían parado de repetírnoslo desde que todo había comenzado, pero estaba tardando en sumirlo. Era un hombre lobo, y debía luchar como un hombre lobo. No era la enseñanza que me ofrecía Ciervo en aquellos momentos, pero sí la que había estado recibiendo constantemente.

Solté la espada, dejando que cayera al suelo sobre la arena de aquel circo romano. No tenía que luchar con una espada, sino con mis manos, transformándolas en las garras de un auténtico hombre lobo. Pequeño y enclenque, pero hombre lobo. Pude sentir cómo al pensar en ello me sentía más fuerte, más alto. Era como si me hiciera adulto en segundos, mientras mi cuerpo se amoldaba aumentando su musculatura y alargando los huesos. Notaba cómo me picaba la cara, porque debía de haber salido pelo donde antes no había, y mis manos terminaban en pequeñas garras afiladas. No era lo que yo tenía en mente, pero tal vez fuera suficiente.