Partida Rol por web

La estación de policía era un edificio de dos pisos. La entrada, con un lugar amplio para aparcar los coches, estaba casi vacía, solamente ocupada por un patrullero.

-Hicimos salir a la mayoría por problemas en el pueblo –comentó Dominique con una sonrisa. Se notaba que los garous y ella actuaban en conjunto para dejar la comisaría con la menor cantidad de personal posible.

-Vamos a entrar por la puerta principal, no os asustéis que con mi poder de Dominación obligaré al que nos atienda a no ver a los dos niños que me acompañan. En ese mismo sitio, por una puerta que os señalará Campanita, llegaréis a la entrada del ducto. Ella os guiará por allí.

La hadita comentó.

“Teneis que tener cuidado con los perros, debemos pasar por arriba de la sala en la que está la sección de sus jaulas.”

Recordaron entonces el sueño, y lo que Ciervo les había enseñado. El don de Olor a Hombre podría servir para evitar un enfrentamiento innecesario... esperaban que el combate no fuese una opción. La verdad es que esta vez iban a tener que sacar lo mejor de lo aprendido durante toda esta odisea.

Agarrado de la mano de mi hermana, caminé junto a Dominique hasta vernos delante de aquella comisaría. No sabía bien por qué, pero me había hecho a la idea de que aquel portal, o lo que fuera, nos dejaría en el interior de los conductos que debíamos recorrer. En lugar de ello, estamos en la calle, frente a la comisaría, y la vampiresa nos informó, para mi sorpresa, de que simplemente entraríamos por la puerta. Me giré a mirarla, lleno de sorpresa, pues aquello no tenía sentido, pero pronto lo explicó. Iba a usar sus poderes vampíricos para que el agente que atendía en la recepción no nos viera, y tampoco habría muchos más porque se las habían ingeniado entre todos para hacerles salir para atender diversos avisos.

Sin embargo, pronto fruncí el ceño, preocupado. Stardust, o Campanilla como me gustaba llamarla, volvía a advertirnos acerca de los perros. Los conductos que debíamos recorrer pasaban por encima de ellos. Me di cuenta entonces de que Ciervo nos había entrenado para eso, con todo aquello del teatro romano. Sin embargo, para mí no era una buena noticia. Miré a mi hermana Eara, apretando su mano.

T-tendrás que encargarte tú de eso. -Le dije, claramente nervioso y avergonzado- Ciervo nos enseñó cómo, pero... a mí no se me da bien.

Eso era algo que tenía muy claro. Conocía la forma de hacerlo, pero no me sentía con fuerzas siquiera para probar suerte. Los animales no se me daban bien, nunca lo habían hecho, no como las personas. Y temía que mi torpeza pudiera mandar todo al traste y arrastrar a Eara conmigo.

Eata claro que cuando nos personamos frente al gran edificio a los dos se nos debió quedar cara de sorprendidos. Ambos habíamos pensado que iríamos directamente al lugar, haríamos lo que debíamos hacer y toso terminaría. Sin embargo, estábamos frente a aquel enorme edificio al que debíamos acceder.... por la puerta.

Nada de esto me parecía una buena idea, sin embargo Dominique nos explicó cómo lo haríamos y no parecía imposible. El problema vino cuando se menciono lo que deberíamos hacer. Casi pude percibir como la cara de mi hermano pasaba del color normal al blanco en cuestión de segundos. 

-Seguro que lo haces bien. Ya lo verás.  Confío en ti-le susurré convencida de ello.

Debiamos poner en practica algo que ya habíamos entrenado y, de algún modo que no comprendía, me.sentia extrañamente preparada para ello. Asique asentí como invitándome a mí misma a comenzar con aquella misión de la que estaba segura saldríamos victorioso los dos.

Dominique los tomó de la mano un momento para infundirles valor, pese a que realmente no lo necesitaban. Siempre habían encontrado fuerza el uno en el otro, y esta vez no sería diferente. Eara le dijo a su hermano que confiaba en él sobre su pedido de que se hiciera cargo del asunto de los perros. Después lo verían, ahora tenían que entrar.

La vampiresa lo hizo primero dejando al policía que atendía como un idiota. No cabía duda de que sus ojos se fueron a ella como un pervertido. Lo que no sabía era que ese era su error fatal puesto que, una vez captada su mirada, la Tremere obró su poder sobre el sujeto.

-Estamos solos en la estación. Sólo tú, yo, y los perros, ¿verdad?

El tipo asintió como un estúpido.

-Seguid a Stardust -le susurró a los niños mientras el hadita salía resplandeciente de la cajita y les indicaba una puerta. Por el silencio reinante, de verdad la comisaría estaba vacía pero no sabían por cuánto tiempo los disturbios causados adrede mantendrían a las fuerzas alejadas. Mejor era no esperar.

-Por aquí- señaló el hada, entrando a una sala como de archivador de evidencias. Entre tantas cajas apiladas en altas estanterías divisaron la entrada al ducto de ventilación.

Empezaba a comprender lo que era la presión. Eara confiaba en mí, tanto como parecía hacerlo Dominique. Era yo quien no confiaba demasiado en mí, sobre todo por cómo habían ido las cosas en aquel sueño de la arena romana. Inspiré profundamente, intentando encontrar el valor que necesitaba, no para ganar en confianza, sino para al menos aparentarlo ante ellas.

Al menos, con su poder Dominique pareció controlar a aquel policía. El hombre la miraba sin pestañear, como si se hubiera quedado tonto. En el orfanato había visto a algunos chicos mayores quedarse así mirando a alguna chica, siempre adolescentes, aunque no terminaba de entender a qué se debía. Pero confirmó que allí sólo estaban ellos dos y los perros, lo que significaba que no había otros policías.

Stardust nos guió por aquel lugar, mostrándonos una sala que no estaba cerrada con llave. Era extraño recorrer una comisaría completamente vacía y con las salas abiertas. La sala tenía archivadores y armarios llenos de baldas para almacenar cosas, desde cajas con documentos a cosas metidas en bolsas. Parecía un depósito de pruebas, o algo así. ¿Eso no debía estar cerrado con llave? Me encogí de hombros ante aquella idea, centrándome en mirar en la dirección que indicaba el hadita.

Pues... mientras esas baldas aguanten el peso, no parece complicado. -Comenté mientras comenzaba a ascender, usando aquellas baldas a modo de largos escalones de una escalera por la que llegar a aquel conducto.

Observé a Dominique conseguir lo que quería de aquel pobre hombre que la miraba como si nunca hubiera visto a una mujer en su vida. Me quedé sorprendida pues jamás había visto a nadie comportarse. Sin embargo la sorpresa fue aún mayor cuando aquel hombre corroboró, como por arte de magia, que sólo estaba el allí además de esos perros.

Raudos seguimos al hada hasta una de las habitaciones y entramos ya que, misteriosamente, estaba abierta y sin supervision. 

Si queríamos llegar hasta el conductor del aire deberíamos trepar por unas estanterías. Conrad se lanza sin pensarlo pero al contrario que a él a mi me da respeto. Nunca he sido muy buena en ese campo. Aún así, me lanzó tras de él y lo intentó 

Ambos lograron subir al ducto sin problemas (que estaba abierto en vez de fijado por tornillos o algo así). Pronto entendieron que esto de alguna manera había sido predispuesto con el fin de que tuvieran el camino lo más accesible, dentro de lo posible. Stardust voló delante de ellos guiando el tránsito. Sus alas destellaban encantadores luminiscencias doradas que resplandecían cálidamente en la oscuridad del ducto.

"Aquí doblad a la izquierda, la siguiente ruta es a la derecha. "El minúsculo ser se comunicaba con ellos hablándoles mentalmente, como aquella vez en la granja. De cualquier modo, eso no quería decir necesariamente que pudiera también leer sus mentes.

Luego de doblar, siguiendo las instrucciones de la hadita, empezaron a notar un olor  intenso más adelante... como de perro mojado.

"Prestad atención, vamos a pasar por arriba de la parte de los caniles de los perros de policía. Tratad de ser silenciosos..."
 

Seguir al hada era entre divertido y complicado. Divertido porque me gustaba ver volar el leve polvillo que desprendían sus alas. Me sorprendí pensando que si recordaba cosas bonitas igual era capaz de volar. Me hizo gracia mi pensamiento, pero pronto esa poca gracia que me hizo desapareció al notar en mis fosas nasales el olor de esos perros policía.

Además, en ocasiones seguirla se convertía en algo tedioso pues era tan pequeña que a veces pensaba que la había perdido de vista 

Ahora nos tocaba ser silenciosos y cuidadosos. Intenté concentrarme y avanzar.

Ascendí por aquellos estantes con bastante cuidado, porque ya había tenido una experiencia con un armario que se había vencido por el peso en la cocina del orfanato. Desde entonces, prefería trepar cuidando cada pasito, asegurándome de que las baldas sostenían mi cuerpo lo suficiente, y que el mueble no se desequilibraba. mejor despacio y bien que con prisas. Sin embargo, antes de darme cuenta Era ya estaba arriba, pues había subido mucho más rápido que yo. Aquello hizo que sonriera al verla allí arriba, con Stardust revoloteando a su alrededor.

Ya en el conducto, la Campanilla nos iba indicando el camino a seguir, y nosotros gateábamos por aquel camino estrecho y bajo tratando de tener cuidado al avanzar. La hadita parecía ir soltando un polvito brillante al volar, y cuando pasaba cerca de mí intentaba coger aquel polvo, como si pudiera servirme para algo como en la película de Peter Pan. ¿Si nos echaba aquel polvo podríamos volar nosotros? No lo creía, aunque con todas las cosas raras que nos estaban pasando ya nada parecía imposible del todo.

Sin embargo, me torné mucho más serio cuando Stardust nos avisó de la presencia de los perros. Gateando detrás de mi hermana, intenté concentrarme en no hacer ruido mientras avanzábamos.

Eara siguió de forma sigilosa a Stardust, sus manos y rodillas andaban a ritmo gatuno por encima de la superficie. Lamentablemente ese no fue el caso de su hermano. Si bien estaba poniendo toda la concentración en la tarea, su avanzar se vio interrumpido por un ruido súbito que hizo sin querer. Fue un sonido quedo, que bien podría pasar desapercibido. Por unos instantes todos se detuvieron, incluso "Campanilla", esperando que los perros no hubieran sentido nada.

El primer golpe proveniente de una de las entradas del ducto en ese nivel, vino de un ovejero alemán. Su cabeza impactaba con fuerza contra la lámina enrejada que funcionaba como tapa del aire. Iba a levantarla si seguía así y, por los ladridos de un segundo perro, ni siquiera estaba solo.

"Debemos hacer algo: o los hacéis callar o deberemos salir a más no poder por este camino estrecho pidiendo a vuestra Gaia que los perros infectados no entren aquí."

Los perros estaban contaminados por el Wyrm así que bien podían saltar tan alto como para lograr meterse allí... y eso sería muy malo. Eara podría usar su don para calmarlos. O Conrad podría intentar, cambiando primero, combatir. Salir aceleradamente hasta el final del ducto para bajar dentro de la sala de la daga era otra opción.

De ellos dependía todo.

Sólo tenía que avanzar, tan sólo eso. Era gatear por el conducto, con cuidado, despacio, midiendo cada pequeño pasito. Eara iba delante, así que no me tenía que preocupar de lo que había más allá, tan sólo de seguirla, ir por su mismo camino. Y apoyar cada mano en el lugar adecuado.

Chack

No, nononono...

Una de mis manos había hecho crujir una de las planchas de metal del conducto. Me había apoyado de más, cargando demasiado peso, justo cuando me apoyaba en la parte central de la plancha, lejos de sus amarres. El sonido había sido como un chasquido, pero fuerte, seco. Me detuve, me quedé sin aliento, esperando en silencio, creyendo que tal vez no lo hubieran oído. Rezando por que no lo hubieran oído.

Pero lo habían oído.

Oí los golpes en el conducto y los ladridos de aquellos perros, que estaban exageradamente nerviosos, histéricos. Sólo habían oído un ruidito, pero estaban fuera de sí, como si supieran exactamente que estábamos allí. La advertencia de Campanilla no era necesaria, pero apremiaba aún más. Sólo podía mirar hacia adelante, desesperado, viendo cómo lo que había dicho se estaba volviendo realidad. Y Eara estaba ahí, atrapada en el conducto delante de mí y con aquellos perros intentando llegar hasta nosotros, hasta ella.

Me apresuré a gatear hacia atrás, desandando lo recorrido hasta una de las rejillas, mirando a través de ella para ver a aquellos perros que saltaban antinaturalmente para alcanzar una altura que debería ser imposible para ellos. Sin pensar, comencé a chistarles, pidiéndoles que se callasen, haciendo ruidos para atraerles hacia mí y que dejasen la otra entrada, ya que Eara estaba más cerca de ella. Intenté recordar lo que había dicho Ciervo en la arena romana del sueño, cómo había que hacer aquello para que el animal huyera y se separase del monstruo. Tenía que intentar hacer algo, lo que fuera, ayudar a mi hermana a que al menos ella llegase a aquella sala.

Iba con tanto cuidado que por unos segundos pensé que no me movía, pero estaba equivocada, me movía y me movía tan rematadamente delicado que casi no hacía ni un leve ruido. 

Sin embargo, mi hermano no tuvo tanta suerte. No sé eb qué momento exactamente hizo crujir algo. 

Creo que no me equivoco al pensar que a todos, incluso al pequeño hada, se nos paró hasta el corazón. Dejamos de respirar durante unos segundos. Hasta creo que la sangre dejó de correr por mis venas mientras rogaba que no lo hubiera escuchado. 

Miré a Conrad que parecía pálido. Sí, lo habían oído y ahora solo teníamos dos opciones. Usar lo que nos habían enseñado o, por el contrario, luchas contra ellos con tal de lograr nuestro cometido.

Opté por la primera opción, siempre había tiempo de intentar avanzar por el camino agresivo. Así que, sin pensarlo puse en marcha eso que me habían enseñado y trate de apaciguar a esas bestias.

Los dos niños supieron usar este don que Siervo les había mostrado realmente bien. El espíritu del Wyrm que afectaba a cada can empezó a separarse. No pudieron ver desde su posición elevada cómo se estaba llevando a cabo tal proceso pero sintieron como un olor nauseabundo y, en unos segundos, los saltos antinaturales de los animales cesaron. Desde las rejas notaron a uno moviendo la cola desde el piso, recostado de lado.

El ovejero ya era solo un ovejero. La afección que la Pesadilla infundía no mostraba su influencia. A diferencia del sueño, no la vieron desencarnada. 

"Intentará poseer a otra criatura tal vez luego, mejor sigamos..."

El olor almizcle mezclado con otros de igual fuerza habían desaparecido. Era una prueba superada. Siguieron andando: la hadita cruzó hacia la izquierda, luego a la derecha y finalmente en un punto dijo.

"Soy demasiado pequeña para abrir esto, pero vosotros podéis. Aquí nos bajamos, la tapa está suelta pero igual es demasiado pesada para mí."

No llegué a estar seguro de si había sido yo, que había logrado hacer lo que Ciervo nos había enseñado, o si fue Eara desde el otro lado. El caso es que los perros dejaron de ladrar en poco tiempo, justo después de que se extendiera un olor muy fuerte y asqueroso. De hecho, en poco tiempo pude observar por la rendija a aquellos perros, que de pronto se comportaban como animales felices que movían la cola con alegría, sacando la lengua. Casi daban ganas de sacar la mano y acariciarlos. No se veía ningún perro descompuesto, como había pasado con el puma, pero Stardust nos advirtió de que trataría de poseer a alguna otra criatura más tarde.

Seguimos caminando a gatas por aquel conducto, siguiendo las instrucciones y guía de la hadita, hasta que ella nos indicó que habíamos llegado. Era una rejilla en el suelo, que según Campanilla estaba suelta, aunque ella era demasiado pequeña para abrirla. Tuve que hacerme a un lado para verla, pues Eara iba delante de mí.

Eara, ¿y si avanzas hasta el otro lado de la rejilla y tratamos de abrirla entre los dos? -Sugerí, esperando a que lo hiciera para poder alcanzar la rejilla y ayudarla a abrirla uniendo nuestras fuerzas.

Me concentré tanto que casi no me di cuenta de que los perros volvían a ser normales hasta casi cuando estábamos frente a aquella rendija que debíamos abrir. 

Me dio cierta lástima dejar a aquellos hermosos perros atrás sabiendo que era muy probable que esas asquerosidades volvieran a poseerlos de alguna manera.

Mire aquella rendija y mientras Conrad me sugería que la abrieramos juntos, después de intentarlo el sin éxito alguno, yo trate de abrirla también  

Al principio parecía que los niños no iban a poder abrir la tapa del ducto pero luego lo hicieron. Al unirse, fue más fácil lograr el objetivo y luego de ello descendieron, siempre encabezados por el hadita que les indicó dónde pisar para no caerse. De la tapa descendieron hasta un archivador plateado y, desde allí, al piso.

Estaban en un cuarto espacioso, parecía un depósito pero había pocas cosas. Varios archivadores de metal, estanterías con carpetas y armarios.

Allí

Señaló el hadita un armario metálico con una pintura en su superficie que formaba un dibujo, una letra extraña.

Solo vosotros podéis tocar eso sin ser afectados, vosotros o alguno de los siervos del Wyrm. Si Dominique o yo lo inténtasemos abrir, perderíamos la cordura al instante.

El armario parecía cerrado, seguramente lo estaba pero algo en el interior de Conrad decía que él lo podía abrir...

En cuanto hice fuerza sobre aquella rejilla, me di cuenta en seguida de que no estaba tan suelta como Stardust decía. Si hubiera intentado abrirla yo sólo, estuve seguro de que no lo habría logrado. Pero cuando Eara la sacudió, la tapa comenzó a moverse hasta terminar abriéndose. Seguramente, al contrario que yo, mi hermanita podría haber logrado abrirla ella sola.

El conducto estaba cerca de un archivador alto, que pudimos usar como escalera para bajar, al igual que habíamos hecho con aquellos armarios de baldas de la otra sala para subir. Con ello nos situamos delante del armario que nos indicaba Campanilla, que era de metal y tenía una rara letra en la puerta que no había visto nunca. Según Stardust, sólo nosotros y aquellos que habían sido tocados por el Wyrm podíamos tocar aquel armario, el cual observé detenidamente con mucha curiosidad.

¿Y por qué nosotros? -Pregunté en voz baja, frunciendo el ceño, mientras me acercaba a aquella superficie de metal.

Parecía estar cerrado con llave, o de alguna otra manera, pero mientras me acercaba tuve una especie de sensación, como si tuviera que saber algo, o recordarlo. Aquel armario estaba cerrado, pero no tenía que estarlo, no para mí. Esa idea no tenía sentido, pero acerqué mi mano dejándome llevar por ella. No, aquel armario no debía estar cerrado. Aquel armario debía abrirse, y con aquel convencimiento lo toqué dispuesto a abrirlo con normalidad.

Conseguimos abrir aquella trampilla entre los dos aunque tuve la ligera sensación de qje abrirlo no iba a ser tan difícil. Juntos conseguimos abrirla y pasar. 

Pronto estamos en otra sala en la que un nuevo acertijo nos hace frente. Nos hayamos frente a un cajón que, según el hada, solo nosotros o alguien tocado por el Wyrm podría abrirlo. 

Conrad avanza decidido y le veo concentrarse, esta intentando abrirlo y yo, aunque creo que no necesita ayuda me aproximo y trato de ayudarlo sin comprender muy bien cómo funciona aquello, pero me gusta sentir que estamos en esto juntos y que, uno al lado del otro, las cosas son más fáciles, como lo de abrir la cochina trampilla en la que casi konfuimos capaces de enganchar los dedos. 

Conrad consigue abrir el candado con una maniobra de sus dedos que ni siquiera sabía que existía. De alguna manera, aunque no entiende cómo, un mapache se aparece en su mente haciendo lo mismo. Es como si estuviera imitando al mapache con sus movimientos y así, sin darse casi cuenta de que un espíritu le ha otorgado aquel don, logra hacerlo. Su hermana intenta ayudarlo pero no lo había conseguido. Por fortuna no fue necesario: delante de ellos ven una caja plateada, cerrada pero sin candado. Al abrirla una daga reluce, de color bruñido, como el cobre.

-Solo nosotros podéis hacerlo porque solo vuestra sangre tiene tanto poder para bloquear la infección. 

No era el hadita la que dijo esto, no. Ella yacía aparentemente inconsciente a los pies de una cosa que ni era animal ni persona. Sus ojos negros estaban llenos de maldad... de locura... de Wyrm.

-Creo que es mejor que salgáis de aquí. Dejad la daga y no os cortaré la cabeza. Ah, y vuestra vampiresa no puede entrar aquí así que... cachorritos... solo os queda pensar esto:

Su rostro sonrió con una horrible mueca.

-¿Queréis vivir o no?

Si iban a pelear debían recordad las lecciones: hacerlo como Crinos, y hacerlo juntos.

No sabía lo que hacía, ni cómo sabía hacerlo. Tan sólo imité una imagen que aparecía en mi mente, los movimientos de un mapache escurridizo que parecía saber muy bien qué hacer en un momento así. Curiosamente, aquellos movimientos resultaban naturales hechos con mis dedos, como si fuera algo que había hecho muchas veces. Y de pronto, para mi sorpresa, oí el chasquido metálico que abría aquel armario.

Abrí aquella puerta mirando a mi hermana de medio lado, sonriente, y en seguida e fijé en la caja que estaba dentro. Acerqué una mano para abrirla, y descubrimos una daga en su interior. Sólo había que cogerla y volver a salir por donde habíamos entrado. Era sencillo...

Pero no.

Una voz nos sorprendió, a nuestra espalda. No era Stardust, a quien descubrimos caída en el suelo, a los pies de un ser monstruoso que nos miraba con ojos negros llenos de malicia.

¡Campanilla! -Exclamé, preocupado por la hadita.

Aquel ser nos habló del poder de nuestra sangre, ese que no terminaba de comprender, pero que permitía que tomasemos la daga sin peligro, sin sufrir una infección por lo visto. Pero nos amenazó, ofreciéndonos marchar si dejábamos la daga. Y aunque tenía miedo, mucho miedo, me permití sonreír.

¿Sabes lo que creo? Que si de verdad estuvieras tan seguro de poder con nosotros, no nos darías la oportunidad de marchar. -Afirmé con cierta picardía, entornando los ojos en una clara provocación- Pero tienes miedo.

No quería decir que fuera exactamente un farol. Yo me la había jugado muchas veces con un farol, los conocía y los usaba, sobre todo en juegos pero también buscando excusas para mis travesuras. Aquella cosa no nos iba a dejar ir sin más, por más que pudiera tener miedo a lo que éramos, pero si le provocaba lo bastante tal vez titubease y cometiera un error. Mientras tanto, comencé a cambiar de forma como había aprendido, porque no podía luchar como un niño enclenque. Tenía que hacerlo como un niño lobo.