Partida Rol por web

Mis fauces fueron rápidas en atrapar la piel de aquel animal, pero no lo suficientemente fuertes para causarle ningún daño. Le solté y, horrorizada, vi que lanzaba una de sus garras frente a mi. Observé su garra y, con una habilidad esconocida en mi, salté hacia un lado esquivando el ataque letal que esa garra había lanzado sobre mi.

Gruñí. ¿Por qué? No lo sabía, pero mi hocico se recogió para atrás dejando a la vista mis blancos colmillos.

Circo dijo algo,  lo escuche en la lejanía, pero estaba tan metida en el combate que me costó unos segundos comprender lo que había escuchado. 

Mís ojos volaron a Conrad que cambiaba lentamente. Él no podía hacer nada ahora, asique, volví a lanzarme contra esa bestia dispuesta a lograr lo que la vez anterior no pude.

Conrad cambió a una de las formas del Garou, no era la de Crinos pero igual intimidaba. Sobre todo porque ya dejaba de ser un niño para convertirse en la bestia, no en todo su esplendor, pero la bestia al fin. Eara, en ese tiempo, consiguió esquivar el ataque de la pesadilla con una gran destreza. Además se lanzó al ataque. El otro ser no lo vio venir y solo se dio cuenta del daño cuando borbotones de sangre se escaparon de sus heridas.

El lomo ahora estaba marcado y una gran mordida le había teñido de rojo el cuello. El dolor no le hacía menos agresivo puesto que no era una criatura de Gaia pero sí que empezaba que debilitarse. Además, su furia no era canalizada correctamente así que... cuando intentó atacar de nuevo, no fue muy bueno en sus acciones.

Se movía tanto frenéticamente como de forma torpe. Intentó ahora herir a Conrad aunque estaba claro que la balanza estaba inclinándose en su contra.

La bestia es una conexión interior con vuestro ser esencial, si la canalizáis correctamente será un aliado, sino os provocará una furia en la que no distinguiréis amigos de enemigos.

Ciervo siempre estaba allí, guiando.

Me sentía muy grande, de repente, fuerte y poderoso. Seguía siendo un niño, pero me sentía mucho mayor. Mi cuerpo era más alto, más fuerte, y para mi sorpresa me miré las manos y descubrí aquellas garras en ellas. Parecían afiladas, peligrosas. No quería confiarme, verme como más de lo que era, pero sentía que ahora sí podía enfrentarme a aquel peligro, no como antes con aquella espada.

Sin embargo, obnubilado como me encontraba con aquel cambio, me sorprendió ver al puma abalanzándose contra mí, con una garra en alto, dispuesto a descargarla sobre mi cuerpo. Apenas tuve tiempo de reaccionar, echándome al suelo y rodando por la arena para hacerme a un lado. Me alcé de nuevo con una rodilla en el suelo, pero con las manos abiertas a ambos lados de mi cuerpo. No había cerrado los puños, como sería lo normal, sino que tenía los dedos abiertos mostrando aquellas garras afiladas, mientras miraba al felino con la mandíbula apretada. Me di cuenta de repente de que tenía los colmillos afilados, como los de un animal, como un lobo.

Ahora podía enfrentarme a aquella bestia, y eso pensaba hacer.

Le herí. Notaba el sabor metálico de su sangre entre mis colmillos.

No había terminado de comprender la situación del todo cuando vi como aquella bestia se lanzaba sobre mi hermano que, hábil y ágil, se escapó del ataque con éxito y se levantó en lo que se me antojo una posición amenazante 

Dw repente ya no éramos 2 niños frente a una enorme pesadilla. Hermanos dos héroes haciendo frente a un miedo que cada vez se volvía más y más pequeño.

Con decisión,  volví a abalanzarme sobre aquel animal y trate de volver a herirlo aún con el sabor de su sangre en mis papilas gustativas.

Conrad pudo esquivar el ataque de la criatura. Se sentía más poderoso en esa forma, ya no necesitaba la espada porque con sus garras y colmillos era suficiente. Eara, por su parte, no pudo herirlo esta vez debido a que sus dientes pegaron en un sobrehueso que poseía. La zona era tan dura que la loba no hizo mella alguna allí. Lo bueno es que este entrelazado de bestias le daba la oportunidad a su hermano de atacar. El bicho volvía a poner su atención en su hermana. 

A partir de su nueva posición Conrad veía la espalda de la Pesadilla libre para el ataque. 

Desde un palco, Ciervo observaba todo sin decirles nada.

Si algo se me había dado siempre bien, era escapar. Desde bien chiquito, había sido rápido y escurridizo, ya que no era fuerte ni grande. Así que eso de apartarme cuando alguien pretendía cogerme era algo que había hecho toda mi corta vida. Sin embargo, la sensación era muy diferente cuando no me sentía tan pequeño, ni tan débil. Por primera vez en mi vida, me sentía fuerte, y aún así, seguía siendo rápido. De modo que, cuando el felino monstruoso trató de alcanzarme, me tiré por el suelo y rodé fuera de su alcance.

Lo bueno de rodar era que levantarse después era mucho más sencillo, y así lo hice, a tiempo de ver que el felino se giraba para atacar a mi hermana. No, de eso nada. Si ese monstruo me daba la espalda, aprovecharía esa espalda. Lo que no iba a permitir era que hiciera daño a Eara.

Me abalancé contra el animal que no era tal, aprovechando el impulso de alzarme tras haber rodado, y con un amplio salto que sería imposible para un niño, traté de golpear al puma con esas afiladas garras que tenía.

No hizo falta que Eara atacase nuevamente porque el animal, la Pesadila, se terminó de morir con el último embiste de Conrad. Al tiempo en que lo atacó, vio como la entidad se evaporaba. La prueba había terminado. El sueño también parecía a punto de romperse. Las garras primero habían golpeado la carne de la bestia, para luego traspasar el aire una vez que la abominación se había extinguido.

Recordad lo aprendido porque os servirá. Sed valientes, mis pequeños, os estaré vigilando.

Las lecciones básicamente tuvieron que ver con aprender a usar algunos de sus dones, y también con combatir. Pero además se les mostró lo importante de creer en ellos mismos. También como el Wyrm podía influenciar a los animales. 

Se despertaron lado a lado, dentro de la tienda en la que habían hablado con los niños el día anterior. Fue justamente uno de esos niños, el varón, el que ingresó con un vaso de leche para cada uno y algo de comida.

-Habéis dormido casi todo el día, dentro de un par de horas conoceréis a Dominique.

La arena, los palcos, el teatro de piedra desnuda... Todo aquello que parecía sacado de una película de romanos mezclada con el género de sustos se desvaneció mientras abría los ojos y descubría a mi alrededor una tienda. Estaba acostado, junto a mi hermana. ¿Había sido todo un sueño? No, estaba seguro de que había sido real... Un sueño, pero real, difícil de explicar. Ciervo nos había dado una lección en nuestros sueños.

Había mostrado a Eara cómo usar una especie de poder sobre los animales, y a ambos a luchar contra lo malo. Aquel puma corrompido era el mal. Me había quedado claro que no podíamos hacerlo tal como éramos, ni usando las armas de los hombres. Éramos hombres lobo, y teníamos que luchar como hombres lobo. Me miré las mamis, aquellas manos chiquititas y débiles. Podía convertirlas en manos fuertes, con garras. Sí, si había que luchar, tenía que hacerlo así. Ser fuerte, ser rápido, ser letal con aquellas garras. Como había hecho con aquel puma, que se había desvanecido entre mis zarpas.

No estábamos solos. Eara, que también se había despertado, y que en el sueño había luchado como una loba feroz, vio como yo al chico en la puerta. Era Oso-Menor, que traía leche y galletas, que parecían artesanas.

¿Cuanto dices que hemos dormido? Sí que estábamos cansados... -Comenté sorprendido, al saber que habíamos dormido todo el día. Me apresuré a coger uno de los casos y dar un largo trago de leche, pues tenía sed. E inmediatamente cogí una galleta y me la metí entera en la boca- Entonfef ¿ya ef cafi de noche? -Pregunté con la boca llena, antes de dar otro corto trago para empapar la galleta y tragar mejor. Íbamos a conocer a esa Dominique, una especie de vampira maga, demasiado como para no ponerse nervioso.

Todo se desvaneció de la misma manera que llegó,  rápido y sin dejar rastro. Frente a mis ojos se alzaba aquella cabaña en la que me había tumbado junto a mí hermano y la que nos había transportado al sitio en donde Ciervo nos había enseñado nuestra nueva lección: éramos más fuertes de lo que creíamos y más astutos. No pude evitar recordar el sabor de la sangre metálica que salió de aquel ser de sueño que pareció tan real.

Junto a mi, mi hermano se movió y pude ver que él también estaba despierto y que se miraba las manos. Iba a preguntarle qué hacía pero una figura en la puerta me cortó el pensamiento.

No me di cuenta del hambre que tenía hasta que me comí la primera galleta. Estaba rica, dulce. Bebí un trato de leche de manera ansiosa y entonces comprendí las palabras qje había dicho. 

-¿Tanto?-pregunté sorprendida. Debíamos estar tremendamente cansados. 

-¿Vamos a conocer a Dominique?-pregunté más emocionada de lo que realmente quería mostrar.

-Muchas horas. Pero el jefe no quiso que os despertásemos porque estaba claro que con todo lo que os pasó debíais estar cansados.

Mientras Oso Menor respondía a la pregunta la luz solar parecía decaer afuera. Desde la pequeña abertura que se formaba en la parte de salida de la tienda, se veía una tarde nublada que en poco daría lugar al anochecer.

-Faltan dos horas y media para que caiga el sol pero la vampiresa ya está aquí seguramente. 

La hermana también entró en el sitio y trajo algo de carne cocida. Estaba entre pedazos de pan y olía muy bien. Le habían puesto un adobo de especias que aromaba el ambiente

-Si, van a conocerla. Yo solo estoy para ver si se habían levantado.

Se sentían descansados, con la fuerza repuesta y el alimento les hacía recuperar la energía. Desde afuera se sintió la voz del jefe, del Philodox que lideraba esta manada.

-Cuando estéis listos, venid al centro del páramo.

El lobo se alejó ni bien dijo eso. Por los sonidos de afuera, la gente se estaba preparando para algo grande. Pies que andaban, patas caminando, ir y venir de muchos a la vez.

Las galletas con la leche estaban buenas, pero oler aquella carne guisada entre pan y pan despertaba de verdad el apetito. De modo que, cuando la hermana de Oso-Menor entró y nos ofreció aquella suculenta comida, no lo dudé y comencé a comer con avidez.

Aún era de día, aunque faltaban algo más de dos horas para la noche. Aún así, la vampiresa había llegado ya, lo que me resultó extraño. Fruncí el ceño, como siempre haciéndome preguntas sobre todo lo que me contaban. La curiosidad siempre había sido mi mayor... defecto, o eso decían las monjas del orfanato. ¿Pero de verdad era un defecto? El que no preguntaba, nunca se enteraba.

¿Y cómo ha venido? Creía que los vampiros tenían que esconderse durante el día. -Quise entender- ¿La han traído en un coche con cristales negros, o algo así? ¿O ha hecho magia para aparecer aquí?

En cualquier caso, parecía que íbamos a conocerla pronto, lo que hizo que comiera con más rapidez, pues tenía ganas de acabar con aquella comida y salir a ver lo que pasaba.

Después de la primera galleta engulle más que comí a las siguientes. Pero cuando me llegó el olor de aquella carne mi estómago delator dejó claro que era aquello lo que más me apetecía. 

Me sentí un poco cohibido cuando la vi aparecer con aquel suculento plato, pero al ver a mi hermano lanzarse a él con avidez, le imité sin tapujos.

Entonces, Conrad comenzó con su acostumbrado interrogatorio. Normalmente siempre me regalaban, sin embargo, a mi me gustaba pues el siempre daba voz a michas de las preguntas que se abrían paso en mi cabeza sin siquiera saberlo. 

Mastiqué con tranquilidad mientras imaginaba como sería aquella mujer vampiro a la que íbamos a conocer. Todo estaba lleno rápido y me asustaba en cierta manera, pero la curiosidad y la emoción siempre volvían a ocupar su lugar y hacían que me olvidará del posible miedo que todo aquellos pudiera despertarme.

Me reí un poco al imaginarme a aquella mujer llegando en un coche con los cristales negros. 

-¿Cómo van a meter un coche aquí? Vendrá cubierta con un paraguas...- dejé caer sin pensar.

Fue la hermana de Oso Menor la que respondió la pregunta sobre cómo había llegado Dominique hasta aquí. Mientras lo hacía y les dejaba llevarse la comida con ellos, iban saliendo de la tienda. 

-Dominique usa un portal.

Oso Menor quiso aclarar qué era eso, pero la verdad sus palabras no eran muy explicativas; por el contrario traían mayor confusión:

-Este lugar tiene un agujero. Es un agujero que conecta otro lugar, que también tiene su agujero-su hermana puso los ojos en blanco al escuchar tantas veces la misma palabra -y ese agujero sale por acá. 

El niño señaló una tienda central a la que se estaban dirigiendo ahora.

-Se llama portal -repitió la niña y, mirando a Eara sonrió -hermanos...

Lo decía en referencia al comentario de ella hacia la pregunta de Conrad y el auto. Al menos eso alivió la timidez de aquella Garou. Entonces interrumpieron la charla al entrar a esa tienda. Dentro estaba el Philodox y una hermosa joven de cabellos largos y azabaches. Al ver a los niños, a Eara y Conrad, se volteó y los observó con atención. 

Oso Menor y su hermana se quedaron afuera. Este momento no era para ellos.

-¿Estos son los niños de la Luna Nueva?

Quiso saber Dominique y el jefe asintió. Y así, sin entender por qué, se postró de rodillas delante de ambos.

-Mis majestades, aún no lo sabéis pero yo sí y es suficiente para presentaros mis respetos. 

Tuve que sonreír con algo de vergüenza cuando Eara dejó claro que la posibilidad de que la vampiresa hubiera podido llegar en coche a aquel lugar en medio del bosque era un poco tontería, pero cuando ofreció una alternativa me eché a reír, hasta el punto de que casi escupí algo de comida que aún tenía en la boca. Imaginaba a una mujer tapada de arriba a abajo, con sombrero y gafas de sol, tapándose con un paraguas negro por el bosque. Era gracioso.

Sin embargo, la hermana de Oso Menor dijo que lo hacía con un portal, y éste se empeñó en intentar explicar lo que era aunque se estaba enrollando tanto que resultaba difícil seguirle. Por suerte, al menos yo sí sabía lo que era un portal, había leído sobre algunos en cuentos de hadas, portales que llevaban a Arcadia, y cosas así. También había visto alguna película donde salían portales, como aquella donde unos soldados pasaban por uno para aparecer en unas pirámides egipcias en otro planeta. No me enteré demasiado de la historia, pero la película era entretenida.

Nos guiaron hasta otra tienda, donde entramos sin que aquellos niños nos acompañasen. Dentro, lejos de cualquier atisbo de la ya escasa luz solar, estaba el jefe de la manada junto a una mujer. Era guapa, tenía una de esas caras que caían bien nada más verlas, y no pude evitar sonreír al verla, por eso y por la emoción de conocer a una... ¿vampiresa maga? Y sin embargo, aquella sonrisa desapareció bruscamente, al ver a la mujer arrodillarse delante nuestro, y llamarnos...

¿M-majestades? -Repetí, alternando mi mirada entre aquella mujer y el jefe, sin entender nada- Pero... eso se les llama a los reyes, ¿no?

Mi teoría tampoco era muy realista y cuando Conrad río, no pude evitar reír con él. Entonces nos intentaron explicar lo que era para ellos.un portal,  pues para mí no dejaba de ser la entrada a un edificio o el de Belén, tan famoso en Navidad. Me quedo claro lo que era a pesar de la explicación qje dio Oso Menor y no pude evitar sonreír levemente ante el comentario de su hermana.

Llegamos frente a aquella hermosa mujer que me dejó muda durante unos segundos. Me obligué a parpadear para desviar mi vista del rostro de la chica pues mirar fijamente a alguien siempre era de mala educación. Sin embargo, al verla arrodillarse frente a nosotros me quedé helada. No sabía cómo tomarme aquello.

-Pe... ¿perdón?- es todo lo que pude decir al verla allí postrada y llamándonos majestades como si realmente fuéramos alguien importante.

Dominique causaba impresión, no cabía duda de eso. Pero no se trataba de algo negativo sino más bien todo lo contrario. Su bello rostro no poseía la frialdad que imaginaban tendría un hijo de la noche. Ella parecía cálida, aunque su piel se sentía fría cuando les pasó los pulgares por sus rostros, admirándolos.

-Esta vez Caín dormirá de nuevo pero habrá un futuro, treinta años luego de hoy.

Su mirada era sincera, sus ojos los recorrían como si fueran un tesoro.

-En treinta años habrá un gobierno del cual formarán parte... para cuando Caín vuelva.

Se puso de pie, se había puesto en cuclillas para mirar a los cachorros mejor. Luego miró al Philodox que le dijo que sí con la cabeza.

-Pero para dormir a Caín necesitamos una daga y según la profecía solo vosotros podéis conseguirla.

Dominique trajo la caja, esa que habían recogido en el granero. Estaba abierta. Dentro había un ser diminuto, un ser que era como una mini humana con alas.

-Les presento a Stardust, ella los ayudará. De hecho los estaba ayudando en el granero.

Todo lo que aquella preciosa mujer contaba tenía poco o nada de sentido para mí, así que terminé mirándola con la boca entreabierta, sin creerme lo que decía, aunque parecía creer firmemente en ello.

Primero nos había llamado "majestades", como si fuéramos reyes o algo así, y luego habló de que formaríamos parte de un gobierno. ¿Cómo era que todo el mundo conocía el futuro? ¿Conocerlo no hacía que cambiase... o algo así? ¿O era al revés, y creer en ese futuro era lo que llevaba a que se cumpliese? Todo aquello era muy confuso para mí, pero parpadeé con incomodidad al darme cuenta de una cosa.

E-entonces... ¿Sólo vamos a dormirlo? -Quise saber, decepcionado- ¿Para volver a pelear con él dentro de treinta años?

Frunciendo el ceño, comencé a hacer cuentas mentalmente, calculando lo que eso significaba. Cuarenta y dos años, esa edad tendría cuando llegase ese momento. Todo un hombre, no un niño cómo era ahora. ¿Cómo sería a esa edad?

Pero aún había más. Teníamos que conseguir un cuchillo para dormir al vampiro. Bueno, o una daga, ¿qué diferencia había? Aquello se borró de mi mente y de mi cara, súbitamente sonriente y llena de ilusión, al conocer a aquella personita con alas, Stardust.

¡Campanilla! -Exclamé al verlo, aunque no lograba distinguir bien si era un chico o una chica, como el personaje de Peter Pan, aunque me parecía lo segundo- ¿Era tu voz la que nos hablaba? -Le pregunté.

Delante de los niños Dominique había desplegado un mapa de la estación de policía local. Aunque sonaba decepcionante que no pudiesen hacer algo más que dormir a Caín momentáneamente, eso era lo que iba a pasar. -El primero de nosotros es tan poderoso que el hecho de poder dormirlo indica lo especiales que sois. Pero aún no sois lo que seréis y debéis aprender que la paciencia es un fruto de amargas raíces pero frutos muy dulces.

Sus dedos señalaron unos canales en el mapa.

-Ductos de aire estos son. Son pequeños pero vosotros cabréis. Dentro seréis guiados por Star... ejem, Campanilla -se rectificó Dominique con una media sonrisa -hasta la sala en la cual guardan la daga. 

El hadita revoloteó hasta el hombro de la vampiresa, aceptando el plan. Entonces habló pero su voz sonaba desde dentro de sus cabezas, como aquella vez que los había ayudado desde dentro de la caja. Efectivamente esa era la voz que había auxiliado a Carl y Eara ese día.

"Habrá perros que no son perros, y humanos corrompidos por el Wyrm. Debemos ir con cuidado. "

-Así es, yo os llevaré hasta la entrada usando el portal pero no puedo entrar hasta la cámara de la sala.

"Si toca otro más la daga excepto los Elegidos Ellos lo sabrán. Lo sé, pero serás refuerzo de necesidad. "

-Yo y toda mi magia.

Estaban hablando ambas,  el jefe solo observaba, con atención pero no intervenía en la plática. 

La decepción de conocer el plan con que no íbamos a acabar con aquel vampiro, sino únicamente a dormirle durante muchos años, se fue difuminando poco a poco con las palabras de Dominique. Al parecer, aquel vampiro era tan poderoso que ya era una especie de milagro que pudiéramos hacer algo como devolverle al sueño durante tanto tiempo.

Intentando armarme con esa paciencia de la que hablaba la vampiresa-maga, intenté centrarme en el plan, en aquel mapa que habían puesto delante de nosotros, aunque la presencia de la pequeña hada revoloteando por allí me distraía irremediablemente. Llevaba leyendo cuentos de fantasía desde que había aprendido las letras, y ahora estaba en un mundo de hombres lobo, vampiros, hadas y magos. Sólo nos faltaba un caballero y un dragón. Mi sonrisa no podía ser mayor.

Al menos, hasta que comencé a concentrarme en el mapa. ¿Una estación de policía? Había pensado en algún templo antiguo, unas ruinas con siglos de antigüedad, quizás una iglesia... Pero ¿una comisaría? Con el ceño fruncido, me fijé en los conductos que señalaba Dominique, recordando que habían sido policías quienes habían atacado a nuestra madre adoptiva. ¿Eran malos todos los policías que trabajaban en aquel lugar? Según nuestra nueva amiga Campanilla, cuyo nombre real era Stardust, incluso sus perros lo eran.

Entonces... vamos por los conductos de ventilación, entramos en esa sala, cogemos la daga y salimos. Es así, ¿no? -Quise confirmar, mirando a los dos adultos presentes, Dominique y el líder de los lobos- No parece más difícil que cuando nos colábamos en la cocina para coger galletas de chocolate. -Comenté con una pícara sonrisa, mirando a Eara de medio lado, recordando nuestras travesuras del orfanato- ¡Pues vamos!

La ilusión se reflejaba en mi rostro, albergando ya inmensas ganas de ponernos a la tarea, unas ganas que se incrementaron cuando la maga-vampiresa comenzó a hacer su magia, abriendo una especie de portal que iluminaba mis brillantes ojos sobre la sonrisa boquiabierta con que observaba todo aquello, dando la mano a nuestra nueva amiga casi inmediatamente para que nos llevase a nuestro destino.

Mi cabeza parecía querer inplosionar, sin embargo no era una sensación nueva pues desde que todo había empezado, parecía querer hacerlo a cada momento.

Todas las  explicaciones, los actos, las respuestas que recibíamos hacían que todo se volviera más confuso, pero a la vez más claro. Éramos especiales, eso era algo que habíamos comprendido desde el primer momento. Pero, tal vez, ahora comprendimos que lo éramos más de lo que inicialmente habíamos pensado.

Dominique nos explicó todo. Nuestra misión, como llevarla a cabo y le dio respuesta a algunas de las dudas que nos habían asaltado desde aquel lejano granero solitario. 

No podía mediar palabra pues una vez más todo me resultaba altamente sorprendente. Debíamos acceder por los conductos del aire y conseguir aquella daga qje nos daría paz durante 30 años, o más que paz, tiempo para entrenarnos.

Pude ver a Conrad hacer cuentas con sus dedos. 

"42" pensé para mi dando respuesta a la pregunta muda que el propio Conrad se lanzó a sí mismo.

escuche las palabras de Dominique. Miré al hada y, intentando ignorar el miedo, la inseguridad y a la vez la curiosidad que me despertaba aquello, alargue mi mano y tomé la de aquella mujer que, para mí sorpresa nos llevó a nuestro destino.

Busqué a mi hermano con la mirada y por inercia, tomé su mano. Así me sentía más segura.