Partida Rol por web

El norteño había liberado a las monturas de su bártulos y enseres personales, pero antes de cargarlas sobre sus anchas espaldas, se había unido a los demás en la búsqueda de los senderos que conducían a las montañas.

De todos modos, no había tenido demasiada suerte en su búsqueda. Pues no terminaba de acostumbrarse a aquella región, muy distinta a la interminable tundra helada de su tierra natal, donde los senderos abiertos por los hombres permanecían intactos por semanas, hasta que eran barridos por el viento o cubiertos para siempre por las nieves.

Así que ya se disponía a cargarse de nuevo la atiborrada mochila al hombro, cuando el grito del mediano los sobresaltó a todos, y el grupo entero se puso en marcha. FINN dejó de inmediato todas sus cosas en el suelo, y se dispuso a avanzar en la dirección que señalaba el pequeño personajillo, armado únicamente con su viejo bastón nudoso.

Mientras avanzaba, observó los movimientos del resto, y no necesitó mucho más para adivinar sus intenciones. Cientos de veces había adoptado tácticas similares durante su juventud. Aunque nunca le había tocado cumplir aquel rol en particular... y ciertamente, jamás habría imaginado que le llegaría la hora.

Pero, como solía decir el viejo Logmar cuando él aún era un crío "...no hay mejor manera de cubrir un avance, que teniendo a alguien más que llame la atención...".

Tarde del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 4)

La emoción de Jonad al haber, aparentemente, encontrado a los pequeños perdidos, contagió a más de uno, pues el mismo Girolamo quien había sido de los mas cautos hasta el momento, fue el primero en reaccionar invitando a todos a correr tras Jonad para ayudar a los niños. Hamil hizo lo propio y corrió tras Jonad algo por delante del propio Girolamo.

Pero la advertencia clamando por mesura no tardó en llegar y vino del sarcosano. Arvin clama por que esperasen, advirtiendo de un posible peligro. Acción que llevo a que Wendel y otros que ya se habían adelantado un poco, retuvieran su andar y empezasen a andar con sigilo. El mismo Girolamo, quien en un inicio ya había sacado algo de distancia, detuvo sus pasos; invitando también a Manfred a hacerlo, aunque no con completa convicción, pues el ereño tenía curiosidad por lo que sucedía más adelante. A pesar de ello, Jonad y Hamil no reaccionaron a tiempo pues no alcanzaron a ver lo que sucedía tras ellos. Hamil fue de hecho el primero de los dos en darse cuenta al encontrarse solo, y se lo hizo saber a Jonad, aunque este a diferencia de Hamil, si bien dejó de correr, no pudo contener sus pasos y siguió avanzando hacia aquellos que veía frente a él.

Para aquel momento ya habían recorrido un buen tramo y tenían al árbol a una distancia no mayor a cincuenta metros. Durghall había alcanzado ya al mediano, pues no iba a dejarlo solo y si habría de haber un combate, no habría de esperar escondido para librarlo. La vegetación había ido desapareciendo, y al menos desde los últimos cincuenta metros de sus avance (a ya solo cien de aquel árbol), ya la hierba no superaba los veinticinco centímetros.

Frente a Jonad dos figuras pequeñas se encontraban sentadas bajo un árbol, parecían sostener cada uno una jabalina de madera que afilaban con pequeños cuchillos de caza. Sobre de ellos, prácticamente en la sima de una alto y frondoso árbol, se encontraba una tercera figura que sollozaba amargamente y parecía temblar de miedo. Jonad y los demás, no tardaron en caer en la cuenta de que se trataba de niños, tres niños, la misma cantidad que los niños que habían desaparecido de Koln un día atrás.

– Algo anda mal – señaló Hamil mirando a los dos niños bajo el árbol con extrañeza. Aunque la mayoría no tenía claridad de éstos a la distancia; Durghall, Jonad y Hamill si que la tenían. Ellos pudieron darse cuenta que aquellos niños estaban muy pálidos, y que sus miradas concentradas en las lanzas no parecían tener vida pues la frialdad en sus rostros era inapropiada para su niñez.

Fue entonces que las dos figuras se pusieron de pie mirando a Jonad tras haber escuchado el avanzar de este hacia ellos, y escuchar los torpes y pesados pasos de Manfred. Sus miradas eran atemorizantes, pero más atemorizante aún era el hecho de que uno de ellos parecía tener un herida grande en el pecho, producto quizá de las mordidas de algún animal, lo que hacia que sus órganos internos estuvieran semi-descubiertos; el que ambos estaban tan pálidos, que cualquiera de ellos habría pensado que estaban sumamente enfermos; y que al segundo de los pequeños le escurría sangre por la boca en abundancia, tal y como si hubiese comido carne cruda recientemente.

Oculto, y a resguardo observo que por fortuna varios de mis compañeros lograron escucharme y hacerme caso, pero hay 3 que desoyeron debido a la excitación mi advertencia, pero ahora andan en peligro.

Y no es para menos... ahora observo hacia los niños, y si ya de por si la situación es chocante y completamente aberrante, las heridas y la palidez, me estoy empezando a temer lo peor.

Esos rasgos, me recuerdan a situaciones similares en mis viajes del pasado, lo que me hacen reflexionar sobre todo lo que recuerdo acerca de ello... es posible que esta información nos sea vital.

No planeo ponerme a combatir, si fuera necesario, aunque todo apunta que lo será, pero tal vez deba advertirles. Busco con la mirada alguna cobertura adicional, para acercarme un poco más, sólo "por si acaso".

Wendell se detuvo, sorprendido, manteniéndose a cubierto. Lo que veía era extraño, muy extraño. Esos niños, por lo menos los que estaban bajo el árbol, tenían algo raro, parecían demasiado heridos para no estar gritando como el que se mantenía sobre el mismo.

Sin embargo estaba todavía demasiado lejos para estar seguro de lo que estaba viendo. Quizás debería acercarse sin tardanza para ver que es lo que estaba pasando. O quizás debería mantener la prudencia y seguir haciéndolo oculto... si es que podía hacerlo.

Jonad se moría de ganas por examinar aquel fenómeno ¿Como seguía vivo con semejantes heridas? Se moría de ganas por examinarlo, pero algo no le invitaba a acercase, pues aquellos niños parecían estar contagiados por alguna enfermedad. Trato de recordar las historias de los ancianos de su aldea, esas que siempre contaban junto al fuego. Mientras decidía si era apropiado acercarse o no puso casi por instinto adquirió una postura defensiva apretando la lanza entre sus mano y encarando a los pequeños.

Correr detrás de mis compañeros era lo que debía hacer mas iba preparado pues entiendo cómo funciona el mundo y sé que en una situación como esta es mucho más probable encontrar una muerte cruel que una esperanza. Así es esta era de oscuridad, donde Izrador domina el mundo sin compasión alguna, ni siquiera por niños pequeños.

Así que, al avanzar y ver bien la escena bajo el árbol, entiendo el triste destino:

"Uno de los niños murió y se levantó como Caído. Mató a mordiscos al otro y ahora van a por el pobre del árbol."

El peligro es enorme pero no me preocupan tanto mis compañeros como lo hace ese niño sobre el árbol, que está perdido si no hacemos algo. Corro lo más rápido que puedo hacia los enemigos, con mis hachuelas listas, preparado para entrar en combate y salvar a aquel pequeño humano.

Manfred al ver que Hamil, Durhall y Jonad se han adelantado avanzó sin ir ya en sigilo para poder así acercarse a sus camaradas, aunque con la lanza en mano, pues veía que algunos del grupo desconfiaban mientras otros avanzaban con premura.

Wendel fue consciente que, antes que nada, tenía que acercarse. Aparentemente nadie emboscaba a los niños, o eso creía, por lo que midió con los ojos las distancias y procedió a acercarse lo más rápido que pudo, por lo menos en la situación en que se encontraba.

A medida que el llanto apagado de aquel niño se hacía más claro en sus oídos, una repentina sensación de urgencia se apoderó del bárbaro, que comenzó a apurar su paso tanto como se lo permitían sus cansadas piernas. Como si su propia vida dependiera de que llegara con la mayor premura posible.

El dornita todavía no tenía muy en claro que ocurría allí adelante, pues la vegetación le impedía ver demasiado. Pero llevaba demasiados años recorriendo los duros caminos del mundo, y sabía bien que podía estar dirigiéndose directa y muy estúpidamente a una trampa.

Sin embargo, en aquellos momentos nada más importaba. La necesidad de acudir en ayuda de aquél sollozante desconocido lo abrumaba por completo, y era demasiado fuerte como para ignorarla. Además, entregado como estaba a sus más primitivos instintos, el hosco bárbaro evitaba cuestionarse la prudencia de sus acciones, lo cual era toda una suerte... pues lo protegía de averiguar los verdaderos motivos de su alocada carrera.

Y de recordar que una fría noche de otoño, hacía ya muchos años, había llegado demasiado tarde...

Sin embargo, al acercarse al árbol donde estaban los pequeños, una imagen monstruosa lo asaltó de imprevisto. Y el fornido sujeto detuvo en seco su carrera, a la vez que intentaba escrutar con su incrédula mirada a los pequeños.

- Niños !!! - exclamó con tono grave y preocupado, como el retumbar de un trueno - ¿Pueden oírme? ¿Qué ha ocurrido aquí?

Siguiendo al resto, pero avanzando por la maleza, iba agazapado, un poco más despacio que el resto, pero con más cuidado hasta que, lo vi. A la vez que vi a esos niños, pálidos, como ausentes, tan distintos al otro que estaba subido a ese árbol, asustado y con mucho más color, el corazón me dio un pequeño vuelco. ¿Qué habia pasado a esos niños para que estuvieran así? ¿y por qué intentaban atacar al otro?

Algunos de sus compañeros ya estaban a la vista y Wendell, por más que lo intentara, no tenía forma de seguir manteniéndose escondido, la poca longitud del pasto le impedía hacerlo, por lo menos si quería acercarse a donde estaban los pequeños.

Sin demasiadas opciones, hizo lo que entendió que tenía que hacer. Acercarse lo más rápido posible hasta el árbol para entender que era lo que estaba pasando.

Sin hablar, dispuesto a controlar su respiración lo más posible, se lanzó a correr a toda la velocidad que era capaz de alcanzar, moviendo piernas y brazos rítmicamente mientras mantenía su vista fija en el árbol.

Tarde del 2° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 5)

Aunque algunos de los héroes, tras el atroz descubrimiento, habían comprendido lo que estaban enfrentando y tenían claras las acciones que deberían de tomar, para otras como Manfred o Wendell, la situación aún era confusa. ¿Estaban los niños heridos?, al menos uno de ellos lo estaba, y eso pudieron ver cuando se puso de pie aquel pequeño con la horrenda herida en su pecho. ¿Por que estaban pálidos?, ¿porque les miraban así?

Ante la conmoción y el descubrimiento, algunos de los héroes habían corrido para defender a Jonad y entrar en combate, otras se mantenían ocultos y esperaban comprender lo que ocurría, mientras que otros más seguían acercándose, motivados por la curiosidad y la incertidumbre. En cualquier caso, no tenía cohesión ni un plan definido para actuar contra aquellas criaturas, a las cuales, aunque no lo supieran aún todos, ya no podrían salvar; salvo quizá a una de ellas.

El pequeño subido al árbol entonces gritó dejando en claro lo que acontecía – ¡Ayudenme, quieren comerme, se han vuelto “Caídos”! – y con ello, todos comprendieron lo que acontecía. De algún modo ambos pequeños habían muerto, quizá bajo el ataque de alguna bestia, y ahora, sus almas estaban atrapadas en sus cuerpos, producto de la ruptura. Habían pasado hacer lo que se conocía como Caídos, muertos vivientes hambrientos de carne fresca que era impulsados por el poder oscuro de Izrador, según se decía y era ya conocido desde hacia ya casi un siglo, cuando aquellos seres se levantaron por primera vez.

Y casi como una confirmación de la amenaza que enfrentaban, los dos pequeños convertidos en caídos avanzaron hacia ellos guardando sus cuchillos de cazador y empuñando con firmeza jabalinas que parecían preparar para arrojarles a la primera oportunidad.

Las palabras del niño sobre el árbol fueron el último detalle que necesitó Wendell para entender, por lo menos en parte, lo que estaba pasando.

Entre el rápido trote que había efectuado para acercarse y el acercamiento de los niños con las jabalinas, ya era capaz de observarlos con más atención y darse cuenta que, eféctivamente, los pequeños no deberían estar vivos. No con las heridas que mostraban en sus cuerpos.

Mientras seguía acercándose, ahora con algo más de cuidado, desató con un rápido movimiento la honda que solía utilizar como cinturón y tomó una bala metálica de la bolsa que pendía de su cintura. Dudo si la distancia era la correcta para intentar un tiro. Lo cierto es que quizás el caído más cercano estaba un poco lejos de su alcance, pero se estaba acercando a Jonad y a Durghal y quizás no tendría otra oportunidad de realizar su tiro antes que se ensarzaran en un combate cuerpo a cuerpo.

Sin estar totalmente seguro de ser capaz de conseguir un impacto, tras hacer girar su arma por sobre su cabeza, soltó una de las puntas de la honda mientras observaba la dirección de la bala que había impulsado. - Maldición - se lo escuchó murmurar al ver como su bala se perdía lejos, por sobre el cuerpo de su objetivo - Sabía que tenía que haberme acercado más -

Manfred sigue avanzando y cuando escucha al niño que está en el árbol se hace una idea de lo que está sucediendo, entonces con unas breves palabras y gestos empieza a crear algo enfrente suya...